Hola! Todo bien? La familia? Los amigos?... ok, no importa, a lo que vine: ¡¡Nuevo Fic!!
Me gustó mucho, espero que a ustedes también... para que sepamos eso, ya saben, un comentario viene re re re bien.
Según las palabras de la autora (Nich-ya) es "una historia con ligeros toques mitológicos"...
:.:.:.:.:.:
EL FINAL ES SÓLO EL COMIENZO
Disclaimer: Una vez más, he decidido ‘aprovecharme’ de algunos personajes de Mai-HIME; los cuales, debo declarar, le pertenecen a SUNRISE INC., a pesar de lo mucho que me gustaría que Shizuru fuese mía. He dicho.
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CAPÍTULO I: YAKUSOKU
(PROMESA)
Una figura delgada se encontraba inmóvil en aquel prado rodeado de hermosos sauces. Una brisa ligera agitaba las verdes hojas y la cabellera de la visitante, en dirección este. Aquella mujer traía las manos en los bolsillos de su estilizado pantalón, tamborileando secretamente los dedos de sus manos contra sus muslos. Estaba nerviosa. Pero la frialdad de sus facciones y su expresión indiferente no dejaban traslucir el estado en el que se encontraba.
Aparentemente se encontraba sola, en esa inmensidad verde. El rumor del viento y la danza de las hojas empezaban a relajarla. Un leve suspiro se escapó de su pecho, y a pesar de ser la única en el lugar, sabía perfectamente que no estaba sola.
El más antiguo roble se ubicaba a sus espaldas. Sus hojas eran las únicas que no se movían. Era como si el tiempo se hubiera detenido en él. La joven observaba su calzado, cómodo, pero quizá inapropiado, para lo que sería su destino de ahora en adelante. El alto pasto, sin embargo, lo camuflaba. Sonrió. Seguramente le llamarían la atención.
De pronto se le heló el cuerpo, y tuvo que alzar la mirada del suelo. Ese sudor frío empezaba a aparecer en sus sienes y sus pupilas se dilataron casi por completo. Una oscuridad ancestral y un frío imperceptibles por el resto del mundo, parecían empezar a cubrirla. Y entonces… Escuchó en su susurro lleno de tristeza, su nombre…
Cogió el poco aire que sus pulmones le permitieron y tragó algo de saliva. Se dio media vuelta y empezó a caminar. A medida que se alejaba más y más del punto original en el que se hallaba esperando, todo a su alrededor se fue oscureciendo. Empezó a sentir su cuerpo más y más pesado, su interior se sentía cada vez más y más frío, arrebatándole la calma, estrujándole el corazón.
Finalmente llegó a un claro en el que se denotaba una ligera luz proyectándose en medio de la nada. Avanzó cautelosa y se quedó allí de pie. Recordó haber conocido a una alegre pelirroja hace algunos días que le había dado todo tipo de consejos para ese día… ‘No te pongas nerviosa, que no muerde’; ‘cuando empiece a hablarte baja la vista’; ‘sea lo que sea que decida, agradécele’; ‘no respondas, que no es un debate abierto’.
Unos pasos etéreos se sintieron alrededor, sin poder distinguirse la dirección de la que provenían, como si estuvieran en todo el lugar y en ninguno. En ese instante se escuchó una exhalación de complacencia. De entre la oscuridad apareció una forma humana, de mediana estatura, totalmente cubierta por un oscuro manto, cuya capucha sólo dejaba ver una curvada sonrisa en el rostro que cubría. Unos ojos que asemejaban al mismo cielo se abrieron, observando directamente a la invitada del lugar. Una voz serena, a la vez que dulce se escuchó:
- Te he asignado una tarea muy sencilla. Por ser una principiante, te encargarás sólo de una familia. Una familia con dos miembros. Tu misión es observarlos… Cuidarlos…Protegerlos… Y cuando llegue el momento, anunciar y guiarlos.
La mano izquierda de la misteriosa figura se levantó en un puño, desplegando grácilmente cada uno de sus dedos delgados, mostrando la palma completamente abierta, materializó una pequeñísima nube roja, que fue tomando una forma circular, forjándose en una excepcional sortija plateada, que levitaba danzando.
- Éste es tu Claddagh. – Dijo, con calma. – Es tu vínculo con la familia que protegerás. Lleva grabado su apellido. Una vez que te lo pongas, serás reconocida ante todos los universos, planos y realidades como su guardián y guía. Una vez que te lo pongas, te convertirás en una de nosotras, con todas las prerrogativas y desdichas que ello significa. Éste es el destino de tu alma… Acéptalo…
Una decidida mano derecha se acercó al flotante anillo, cogiéndolo con delicadeza. La mujer lo observó anonadada, era ciertamente una pieza excepcional. Lo colocó en su anular izquierdo, sintiendo como empezaba a quemarle. Giró su palma hacia su rostro, observando el vapor que salía del anillo y de su dedo. A pesar del dolor que esto le causaba, ninguna palabra salió de su boca.
- Tranquila… Es la conexión que se está estableciendo entre tu alma y tus protegidos. Además de estar otorgándote tus capacidades sobrenaturales. El anillo siempre te guiará a tus protegidos. Será tu compañero inseparable. Cada vez que arda o queme, a partir de ahora, te estará alertando de que te necesitan.
- Me está quemando ahora, Ojou-sama.
- Debes partir, entonces. Sólo una recomendación. Los planos en los que te desenvolverás desde este momento son variados y llenos de misterio. Verás y experimentarás cosas que nunca pensaste verdaderas. Siempre ve con cautela y sé fiel a tu clan. La familia a la que cuidas es muy especial. Debes ser valiente… - La joven mujer se arrodilló ante la encapuchada, a manera de saludo, poniéndose luego de pie; se dio media vuelta y regresó sobre los pasos que la habían llevado hasta allí.
En ese instante se materializó al lado de la figura encapuchada una mujer de facciones indiferentes, brillantes ojos rojos y cabello corto, de un color claro acerado.
- La señorita no debería estar tan preocupada. – Se dirigió a su compañía, mientras observaba como la encapuchada, se descubría la cabeza y cruzaba los brazos.
- Ee… Pero siento que no debí poner a una novata en ese cargo. Si el universo supiera que en muchos casos tomo decisiones basándome en tus consejos, perdería mi bien trabajada reputación. – Sonrío observando de reojo a su interlocutora.
- Hacemos un buen equipo. Yo soy el Destino y usted es la Muerte. Creo que jamás perderá su reputación. – Concluyó también sonriendo, mientras seguía a su compañera, que ya había emprendido su propio camino de regreso.
- Eres tan aduladora, Miyu…
- Ya le he pedido a la señorita que no me llame así. – Espetó con enojo fingido el Destino.
- Fue tu nombre alguna vez y siempre me gustó. Además me fascina la idea de ser sólo yo quien te llame así. – Dijo concluyente la Muerte, ante un leve sonrojo de su acompañante, que sólo ellas podían notar, mientras se confundían una vez más con la oscuridad...
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Seguía observando su recientemente adquirido anillo, mientras salía de la oscuridad para regresar al verde paisaje que ya la había recibido hace unos momentos. Una figura femenina, de pelirroja y corta cabellera se materializó detrás de ella, empezando a seguirla.
- ¿Tienes algún complejo? – Preguntó burlona la perseguida.
- ¿Siempre fuiste así de agradable? Seguro tenías millones de amigos. – Respondió con sarcasmo la agredida.
- Oh, sí, mi perfil de Facebook ardía en solicitudes de amistad. – Sonrío, mientras se detenía y encaraba a su acosadora. – Por cierto, sólo los idiotas responden una pregunta con otra pregunta.
- Sí, sí, sí… Díselo a alguien que le interese tu lógica barata. Mira, estoy aquí por órdenes expresas de nuestra superior, así que podrías intentar ser más, no sé, ¿menos idiota?
- Vale, está bien… Lo siento. – Suspiró resignada, la novata.
- Mi nombre es Mai, no tuvimos tiempo de presentarnos la otra vez que nos encontramos. Estoy aquí para ayudarte en lo que necesites. Ya sabes, a manera de maestra. – Dijo resuelta, la pelirroja.
- Genial…Yo soy Natsuki. - Bufó sin entusiasmo la alumna.
- Te acompañaremos de vez en cuando, sobre todo ahora que estás iniciando. ¿Qué te asignaron?
- Espera… ¿Me acompañarán? Así como… ¿Más de ti?
- No pensarás que sólo hay 2 en el universo, ¿verdad? – vociferó una alegre voz a sus espaldas, pegándole un buen susto.
- ¡Dioses! – exclamó con un saltito, la novata.
- Oh, la nueva es de nervios frágiles. – Sonrió complacida otra pelirroja, pero más alta que Mai, de verdes ojos y actitud despreocupada.
- ¡No soy de nervios frágiles! Pero si todas ustedes aparecen así, es normal que me asuste.
- Bueno, para nosotras es normal aparecer ‘así’. – Recalcó con sus dedos en comillas, una castaña pecosa y de anteojos, que asomó su cabeza detrás de la causante del susto.
- Si fuera posible, me provocarían un infarto o una úlcera. – Protestaba la víctima de sustos y enojos, mientras se frotaba la frente con sus dedos.
- No seas infantil. Mira, ellas también serán tus compañeras. Midori y Yukino. – Señaló Mai.
- Mucho gusto… Creo. Mi nombre es Natsuki. - Dijo la novata, estirando la mano para saludar a ambas. – Al menos no todas son pelirrojas. – Bromeó sonriendo amablemente a Yukino, quien le devolvió la sonrisa.
- Bien, bien… Te daremos un curso intensivo en el camino. – Sentenció Midori, mientras abrazaba a su nueva protegida por el cuello y la llevaba, seguida de sus otras 2 compañeras.
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Natsuki apareció entre las sombras de los arbustos, confundiéndose con la noche misma. Caminaba sigilosamente, cuando recordó que los humanos no podían verla, a menos que ella así lo quisiera. Observaba habitación por habitación, presenciando la tristeza de aquellos que se preparaban a despedirse de algún ser querido.
El corazón de Natsuki se afligía al ver las lágrimas de aquellos seres. Y le hubiera gustado poder confortarlos, pero no podía hacer nada más que observar. Finalmente sintió la esencia de la familia que debía proteger. Se hallaba en una habitación aislada, algo lejana. Cada paso que daba aumentaba su ansiedad, y en su silencio escuchaba los latidos de un corazón débil. Un corazón que languidecía más y más.
Al llegar a la habitación, vio a una hermosa mujer recostada en una cama. Natsuki supo al verla que no era humana, pero sufría como una. Se acercó más para contemplarla y tomó su mano. La joven mujer abrió sus cansados ojos y la miró con dulzura.
- Eres muy amable. – Sonrió con debilidad.
- Tsukiyo-sama, estoy aquí para servirle.
- Lo sé, pequeña. Sé quién eres y cuál es tu misión. Y también sé que tu presencia en esta noche exacta es porque me llevarás contigo.
- Lo lamento.
- No te disculpes, no es tu culpa. Sólo quiero pedirte que luego que me haya ido, cuides a mi hija. Aún es una niña y su padre también ya partió.
- La protegeré siempre, Tsukiyo-sama.
- ¿Sabes quién soy yo?
- Sí.
- ¿Sabes quién es mi hija?
- Sí.
- Entonces debes saber que mi estado no es accidental, ni natural.
- ¿Pero cómo…?
- Mis enemigos han intentado desde siempre llegar a mí y lo han conseguido finalmente. Intentarán también llegar a mi hija, pero cuento contigo para que no lo logren.
- Jamás lo harán.
- Prométeme que cuando cumpla 17 años, serás parte permanente de su vida. Y cuando cumpla 18, la ayudarás en su camino.
- Lo juro, mi señora.
- Ella será el único miembro de mi familia que quedará con vida. Asegúrate de que pueda ser feliz.
Una venia final y Natsuki salió de la habitación, quedándose de pie en medio de aquel blanco y silencioso pasillo. Simplemente, esperando.
Una pequeña niña, de amables ojos apareció por una esquina con apuro. Al parecer se había escapado de su vigilancia adulta. Tendría unos 4 años. Natsuki la observó con curiosidad y vio como entraba a la habitación en la que ella estuvo. Pronto esa pequeña sería la única a quien proteger y guiar. La última de su familia. Un dolor en el corazón, le indicaba a Natsuki, que Tsukiyo acababa de fallecer.
Fijó su vista en el suelo de aquel impoluto pasillo, tan blanco como la nada y dolorosamente mudo. Ella contrastaba, vestida enteramente de negro, un pantalón, una camisa y un chaleco, además de sus zapatillas lilas. Al levantar la vista, vio a la pequeña niña de hace unos minutos, una tristeza inmensurable en sus dulces e infantiles ojos, que dejaban caer lágrimas tan esplendentes como diamantes. La miraba fijo y Natsuki se dio cuenta que efectivamente podía verla, lo cual era raro, dado la edad de la pequeña. La miraba sin miedo, sin sobresalto.
Natsuki se puso de cuclillas, para estar a la altura de la niña, quien al ver esto, sólo se acercó a refugiarse en los brazos de la joven vestida de negro. Natsuki acariciaba el cabello de la pequeña, escuchando aquel llanto que le rompía el corazón, mientras el espíritu de Tsukiyo observaba la escena desde la puerta de la habitación, totalmente conmovida.
La morena pasó sus dedos por los ojos de la pequeña, haciendo que se durmiera suavemente. La tomó en sus brazos y la dejó en una silla de la habitación, mirándola una última vez antes de desaparecer junto con Tsukiyo.
- Ha podido verte…
- Ee…
- Eso no es usual.
- ¿Significa algo? – preguntó Natsuki.
- Probablemente… - Sonrío cómplice e inconsciente, el espíritu.
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2 comentarios:
me encanto TwT esta genial pobre de la pequeña XD sigue asi plisss ya me muero de ganas de ver k mas pasara *-*
OMG, que genial historia y pensae queestaba aburrida pero me trago mis palabras, ME ENCANTÓ
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