El lobo y el cordero
Por: Kida Luna
Capítulo IX
Una sonrisa
Todo el dolor que sentía y la sangre que inundaba parte de su pata blanca, la mayoría ya seca, no tenía importancia alguna. Lo que ardía no era su cuerpo moviéndose por inercia.
Sino su corazón.
Las imágenes de hace momentos atrás todavía seguían recientes en su memoria, como si fuese una película que se repitiese una y otra vez, advirtiéndole que le perseguiría por el resto de su vida.
Una sonrisa amarga se dibujó en su rostro.
¿Así que eso era estar del otro lado, no? ¿Para ello la habían estado preparando en Casco Resistente, entonces?
Para escapar de un destino así. Esquivar la muerte por un instante y retrasarla tan sólo un poco más…
Qué estúpido.
Qué estúpido le sonaba ahora tratar de evitar lo inevitable…
-"¡Nanoha!"
El golpeteo de cascos pronto resonó a lo lejos, así que no pudiendo resistir más el cansancio, Nanoha Takamachi se desplomó a media colina arriba. Su mirada azul y opaca permaneció apenas en el horizonte oscuro, donde una figura se acercaba corriendo hacia ella.
Por un breve segundo, la imagen de Fate tomó el lugar de quien sea que le estuviera llamando.
Después, los gritos murieron y ella perdió la conciencia.
"¡Nanoha!"
Llamó Suzuka en vano.
" – " – "
Pit. Pat. Pit. Pat. Pit. Pat.
La melodía de la suave llovizna que había quedado acompañaba el caminar lento y anémico del lobo que se arrastraba en las penumbras del bosque.
El pelaje dorado alborotado, enredado terriblemente y ensuciado a más no poder. La espalda prácticamente retorciéndose de dolor por todos los encuentros con la tierra dura y rígida.
Pero los ojos perdidos no podían siquiera ni reparar en ello, siempre contemplando el suelo bajo sus heridas patas.
¡Kya!
Un suave chillido seguido de varios más captó su atención, observando a lo lejos la manada de hienas que correteaba y aullaba hiperactiva mientras algunos estaban más ocupados desollando la carne de venado muerto que habían cazado.
Los huesos blancos podían vislumbrarse ya, siendo limpiados afanosamente por las lenguas y colmillos caninos.
El incesante crunch y crash de los dientes cerrarse una y otra vez, quebrando algo de vez en cuando, alcanzando sus oídos.
Inconscientemente su mirada permaneció fija en el brillo de la jugosa carne roja. Dio un solo paso, uno solo –acompañado de un relamer de hocico-, antes de que su mente reaccionase y Fate retrocediese espantada.
Como si su propia conciencia le hubiera dado una fuerte cachetada.
"¡No puedo pensar así!"
Sacudiendo la cabeza se marchó rápidamente de allí, atrayendo con sus pisadas las miradas curiosas de las hienas que buscaban en la oscuridad entre los árboles la presencia de algún posible intruso.
Su carrera no duró mucho tiempo antes de que un calambre espantoso la obligase a soltar un gruñido de sufrimiento, haciéndola detenerse. La cabeza le comenzó a dar vueltas al tiempo que la vista empezaba a perder el sentido.
-"¿Fate?"
Pit. Pat. Pit. Pat. Pit. Pat.
-"¿Fate, eres tú?"
Su cabeza oscilante apenas logró mantenerse quieta unos tres segundos, lo suficiente para avistar la figura roja de otro lobo asomarse entre las sombras de la noche.
La cola dorada se meneó débilmente mientras los ojos borgoñas empezaban a perder toda visión entre los restos de lágrimas y cansancio.
-"¡Fate!"
¡THUMP!
Finalmente su cuerpo cedió al suelo.
Un pequeño jadeo de su parte rompió el silencio al tiempo que algunas lamidas cálidas trataban de limpiar la sangre en su frente y devolverle algo de conciencia.
-"Arf… menos mal que estás aquí" –habló con dificultad.
-"¿Qué sucedió?" –preguntó alarmada, contemplando el estado en que su hermana menor se encontraba.
-"No quiero recordarlo –gimió-, ¿vale?"
Arf aceptó aquella vaga y nada convincente respuesta.
Diciendo algunas cuantas palabras que Fate no logró discernir, se alejó un poco para regresar después, cargando con su hocico un bulto que dejó caer enfrente de la lobezna.
En cuanto la lupina dorada apartó el rostro hacia el lado contrario, la otra gruñó con desaprobación, encarándola de inmediato.
-"Tienes que comer algo."
Antes de que su boca soltase una réplica, su estómago se quejó en lastimera súplica, recordándole que no había comido nada en todo el día.
No desde que estuviese con Nanoha…
-"No quiero."
Volteó la cara hacia el otro lado, vislumbrando con arrepentimiento la silueta de un cuervo negro con las alas abiertas, muerto. Uno que Arf probablemente había cazado para ella misma y ahora se lo estaba cediendo.
-"No quiero…" –repitió, sintiendo la garganta arderle.
-"Fate, ¿qué pasa? Si no comes nada morirás de hambre –susurró con suavidad, recostándose a un lado suyo y acercando con su hocico el ave muerta-. Si no te alimentas bien, alguien más vendrá y se alimentará contigo."
La aludida no dijo nada.
-"Eres mi familia, Fate. Pero no puedo estar cuidándote siempre; sino creces y comienzas a actuar como uno de tu especie, otros vendrán por ti. No te conviertas en la presa."
-"Tú lo cazaste…"
-"Y te lo estoy regalando. Lo necesitas más que yo."
La mirada escarlata se topó con aquella azul marina, que le observaba con determinación y un toque de cariño. A la postre, la lobezna asintió y empezó a masticar la comida que le había sido ofrecida.
Era algo pequeño, sabía que no saciaría su hambre pero al menos la ayudaría a recuperar un poco de fuerzas.
Entre cada chasquido sintió su corazón encogerse. La oreja derecha, la única que podía mover a voluntad, se mantuvo doblada todo ese rato; sus ojos brillantes y hermosos renunciaban de un momento a otro a la captura de una lágrima furtiva.
Pit. Pat. Pit. Pat. Pit. Pat.
La llovizna que continuaba acarició su piel y refrescó sus sentidos.
Arf tan sólo elevó la vista al cielo, admirando la luna amarillenta y espectral que estaba plasmada encima de ambas.
Algunas de las heridas de Fate parecían serle sumamente familiares. Si estaba en lo correcto, tendría que charlar seriamente con cierta criatura felina…
" – " – "
-"¿Cómo está?"
-"No hay de qué preocuparse, Vita-chan, no es tan grave como parece."
-"¡Nanoha! –la voz de Arisa exclamó de repente-. ¡Vaya susto que nos has metido, idiota!"
A pesar del grito de la rubia y de los reclamos de Suzuka, los ojos azules permanecieron fijos en la pared del establo donde se encontraban. Suaves palabras inundaron el ambiente mientras la mano gentil de quien había estado discutiendo con Vita en un principio checaba su temperatura.
Fue cuando la luz de una delgada linterna dio directo en sus pupilas que éstas se contrajeron y un balido disgustado salió de su boca, alejando el rostro del aparato en una sacudida.
-"Vaya, vaya –rió, sujetando al cordero por uno de sus cuernos para que le escuchase-. Nanoha-chan, si no te quedas quieta y me permites terminar con la revisión tendré que enviarte a la enfermería. ¿Estás preparada para contarles a los directivos el motivo de tus heridas?"
La aludida elevó los ojos con miedo, agachando las orejas y dándose cuenta de la posición en que se encontraba.
-"Ahora, no sé qué es lo que te ha pasado –continuó, sujetando un algodón bañado en alcohol para presionarlo contra la pata herida-; sin embargo, Suzuka-chan me ha pedido el favor de mantener esto en secreto."
Un gemido de dolor se dejó escuchar. El cordero apretó los párpados con fuerza y exhaló fuertemente, reprimiendo los intentos por acurrucar su pata herida contra su panza y así abandonar el toque ardiente del desinfectante.
-"Mira nada más, casi te estropeas la pierna, ¿pero en dónde demonios te fuiste a meter?"
Nanoha tan sólo desvió la mirada de nuevo hacia la pared del establo, fingiendo que no estaba escuchando nada. Hasta que un "ligero" apretón en su herida la hizo chillar repentinamente.
-"¡Shamal!" –baló desesperada.
-"La misma –respondió como si nada, siguiendo con su labor-, y no me agrada que me hagas el tonto, Takamachi; si voy a cubrirte la espalda al menos deberías confiar en mí."
"Hmph, no quiero lastimarte. Confío en ti, Nanoha, así que… ¿con cuidado, sí?..."
Una punzada de culpa revivió en su pecho al tiempo que cambiaba a su forma humana y llevaba una mano hacia su corazón, apretando la camisa blanca sucia y desarrugada que le cubría.
El chaleco canela abierto y colgando apenas de sus hombros, los botones totalmente deshilachados así como la tela rasgada por aquí y por allá.
-"¿Nanoha?"
Por primera vez los ópalos zafiros se enfocaron en la persona al frente. Cubierta por una larga bata blanca mientras una de sus manos sostenía un trozo de algodón y en la otra una botella de lo que supuso sería el alcohol; el cabello rubio y corto, rozando sus hombros.
Las pupilas preocupadas. De un color rojo marrón…
Fate…
-"¿Nanoha, está todo bien?" –preguntó de nuevo Shamal.
Antes de que pudiera presionar más para obtener una respuesta, la castaña se abalanzó hacia sus brazos, llorando fuertemente. La rubia doctora la abrazó con gentileza, acariciando su espalda y cerrando los ojos en el proceso, en un intento por relajar a su paciente.
Después de todo, ella debía de hacer su mejor esfuerzo por curarla.
Los gimoteos desesperados y los sollozos amargos y tristes inundaron el establo de Casco Resistente que estaba siendo usado a hurtadillas, mientras las palabras de Nanoha Takamachi llamaban entre gritos el nombre de una persona que ninguna de las cuatro allí presentes lograban entender.
Oraciones confusas, súplicas y disculpas desordenadas y torpes.
Entonces, una palma se posó delicadamente sobre los mechones cobrizos, atrayendo la atención de la dueña por breves instantes.
-"Te duele mucho, ¿no es así, Nanoha?"
El rostro ahogado en melancolía profunda contempló la bondadosa sonrisa de Suzuka, quien se arrodilló frente a ella y tomó sus manos entre las suyas.
-"Está bien –susurró, acariciando las muñecas blancas de su amiga-, todos cometemos errores."
-"¡Pero yo…!"
-"Hmp –negó con la cabeza, cerrando los ojos-, me alegra que estés de vuelta. Lo que sea que haya pasado, estamos aquí para apoyarte."
La vista asustada e inquieta de Nanoha repasó a sus compañeras, quienes tan sólo asintieron ante las palabras de la pelimorada, dedicándole una simpática sonrisa.
Aprovechando la situación, Shamal sujetó un par de vendas y se agachó a un lado suyo, de nuevo.
-"Todavía tenemos un poco de tiempo –murmuró, empezando a desenrollar la cinta en sus manos-, ¿quieres contarnos qué pasó, Nanoha-chan?"
-"Uhm –asintió mientras pasaba el brazo por sus ojos. Una sonrisa desesperanzada surcó sus labios entonces-. Hice algo terrible…"
" – " – "
-"¿Fate Testarossa? ¿Fate Testarossa?"
Una leve mordida en su oreja sana por parte de su hermana le despertó a la realidad, quien levantando su hocico rojo le señaló al frente, donde un gran cocodrilo de pantano le observaba con reproche.
Los casi cinco metros a los que llegaba de pie haciendo gala de su tamaño, sus patas palmeadas delanteras encima del atrio que se hallaba en medio de la sala de pruebas, la cual se asemejaba mucho a una mini-reserva natural.
Tenía una piel dura de un ligero tono verdoso, moteada por graciosas manchas largas irregulares de un matiz chocolateado que finalmente se extendían sin interrupción por todo el cuerpo inferior, dándole un toque ligeramente chistoso.
-"¿Sí?" –respondió cohibida, intentando ubicarse en la clase.
-"Fate Testarossa, ¡al frente de inmediato! –rugió de repente, molesto por la falta de atención de parte de su alumna-. Al lado de Harlaown."
-"Sí, profesor."
Todavía con los ánimos por el suelo, una oreja caída y la otra vendada –así como su abdomen y una pata derecha delantera y una izquierda trasera-, caminó sin prisas hasta situarse en la pista.
Ojeó sin ganas al lobo negro a su lado, que le miró con preocupación. Chrono estuvo a punto de preguntarle algo, cuando el crujir de las garras largas del profesor Vice Granscenic contra la madera se dejó escuchar.
Pronto, su cuerpo se agazapó sobre el suelo, reduciendo su increíble altura a casi nada.
-"Comenzaremos con la prueba de velocidad –aclaró el enorme reptil, elevando la cabeza para pasar la vista por el resto del alumnado expectante-, son 700 metros los que deberán recorrer sin parar. No hay excusas para detenerse, si al caso sólo le permitiré un descanso a Testarossa debido a su reciente incidente."
La lupina tembló de manera involuntaria, ocultando la vista en la tierra debajo de sus patas para evadir todas las miradas que ahora se posaban sobre ella.
Ciertamente, su estado había quedado catalogado como "una caída desastrosa desde una muy empinada colina", cosa que aunque no era del todo falso, tampoco era ni remotamente la entera verdad.
-"Hey, Testarossa, no dejes que el lagarto malo te asuste –le guiñó el ojo-. Sólo porque nos lleva cuatro o cinco años, no quiere decir que…"
-"¡Verossa!"
El nombrado dio un respingo y agachó la cabeza, callándose y volviendo la atención al frente. Fate sonrió levemente, Verossa Acous era uno de los amigos de Chrono y de su hermana, uno de los más distinguidos dingos que asistían a Colmillo Brillante.
Le vio colocarse en posición, poniendo una pata al frente y alargando su cuello, la cola agitándose animadamente. La sonrisa en su boca dejaba entrever dos colmillos caninos, así como su pelaje suave y liso de color verde aguamar se movía ligeramente con la brisa del lugar.
-"Fate-san –una vocecilla susurró, asomándose enseguida detrás de la figura del lobo negro, otro competidor. Una pequeña cabecita roja de zorro cuyas orejas punteadas en negro bailotearon al ver la mirada borgoña avistarle-, Fate-san, ¡suerte en la carrera!"
-"Gracias, Erio" –respondió con gentileza, entre murmullos.
De repente, el estruendo de la cola pesada del cocodrilo contra la tierra zumbó, indicando la señal de salida. Fate arrancó sin más, siendo animada a lo lejos por Arf y algunos otros compañeros.
Se permitió, en aquel instante, entregarse al momento.
Porque cuando echaba mano de su velocidad, todo el mundo parecía quedarse atrás. Los problemas no existían. Las tristezas se desvanecían.
Su corazón podía respirar sin miedo a ahogarse…
A pesar de que las heridas empezaban a palpitarle, Fate Testarossa quiso pensar que por unos cuantos segundos su vida estaba puesta en el camino al frente suyo.
Y que, quien corría a su lado, no era nadie más que la simpática imagen de un diminuto cordero de ojos como el cielo.
Con la sonrisa más bonita que cualquier ángel pudiese tener…
" – " – "
-"¿Cuánto tiempo más vas a quedarte aquí sentada?"
-"El que sea necesario."
-"¡Testarossa! –el rugido muy cerca de ella casi dañó sus oídos-. Muestra algo de decencia y deja de estar dando lástima."
Sin embargo, la otra no reaccionó. Se mantuvo sentada en el pasto, observando la otra parcela que era separada por un delgado río, aquél donde había revelado a Nanoha su verdadera apariencia.
Aquél, donde, ese día, había reído como nunca antes lo había hecho.
La mirada escarlata se entrecerró, añorando revivir el recuerdo e imaginando las sombras de ambas frente a ella, gritando y sonriendo como si todas las cosas estuvieran perfectas.
-"Pero no es así, ¿cierto?" –murmuró dolida.
-"No va a volver –la voz fría a su lado le dijo-. No te lastimes más, Testarossa, sabes que es lo mejor. Tu amiguita realmente tuvo mucha suerte de salir ilesa de aquí."
-"¿Tú qué sabes, Signum? –gruñó, observándola de golpe y comenzando a mosquearse-. Solamente viniste a rematarme luego de que esas estúpidas hienas me hicieran perder el tiempo" –escupió con reproche.
-"Como si hubieras podido hacer algo en mi contra."
-"Borra esa maldita sonrisa –ladró enojada, regresando la vista al frente, allá hacia donde a lo lejos se vislumbraba una larga valla que separaba ambos territorios-. Volverá… tiene que volver…"
-"¿Cuántos días más planeas venir todas las tardes y quedarte horas y horas esperando por algo que jamás llegara? Ya vas para la semana, por si no lo has notado."
-"Sé contar perfectamente, gracias" –acotó cortante.
-"Estás cometiendo un terrible error, Testarossa –habló en voz baja, dando la media vuelta para retirarse-. Piénsalo bien, si tanto te importa ese cordero, piénsalo bien. Una vez del otro lado…"
Las pupilas cobalto contemplaron los orbes rojizos, que le miraban de reojo, fieles a la posición de su dueña que continuaba esperando en el mismo sitio día tras día.
-"…ya no hay vuelta atrás."
Fate no dijo nada, por supuesto que sabía en lo que se estaba metiendo.
Las pisadas de la leona contra el pasto pronto desaparecieron, quedando una vez más ella sola.
Pasaron cerca de cuatro o cinco horas en las que la lobezna dio vueltas en aquel lugar, se acostó, se sentó o pretendió dormitar. Pero jamás apareció la persona a quien estaba esperando.
Igual que los 6 días anteriores.
Claro que estaba mal, claro que comprendía que Nanoha no se presentase ante ella. Aún así, no quería perderla.
Al lado del trozo de algodón –como a ella le gustaba llamarle-, era como si todas las reglas impuestas en Colmillo Brillante se fuesen a la basura y pudiera ser libre de actuar como un cachorro despreocupado.
Podía darse vueltas y Nanoha se reiría. Podía ladrar y Nanoha balaría. Podría fingir inclusive que estaba cazándola, y probablemente, Nanoha le metería una reverenda bofetada por ello.
Rió bajito.
Realmente la extrañaba. Muy dentro suyo, se preguntó si su presencia también sería anhelada por parte de su amiguita la comehojas.
Y quiso creer que sí.
Por eso permaneció horas allí, esperando, a pesar de que los músculos le dolían y los calambres la hacían lanzar quejidos de dolor de tanto en tanto.
Finalmente cuando el sol estaba por terminar de ponerse para dar paso a la noche, Fate se puso en pie. Miró fijamente por unos cinco segundos la valla a lo lejos, deseando ver a Nanoha salir y reír torpemente, diciendo algo como: "Nyahaha, perdón, Fate-chan, ¡no vi la hora que es!"
-"Nos vemos mañana, Nanoha…" –susurró dolida.
Dio la media vuelta y se marchó después de haberse despedido tal y como lo hacía todos los días, siempre emitiendo un nos vemos. Jamás un adiós.
La oreja sana y la cola, caídas, mientras la cabeza se mantenía lánguida, apuntando hacia la hierba que empezaba a abrirle paso a sus cansadas patas. El nudo en su garganta cada vez era más grande y doloroso.
A pesar de todo, confiaba en que mañana sería otro día.
Mañana, tal vez, Nanoha aparecería frente a ella.
Y todo sería como antes.
Tal vez mañana…
" – " – "
-"¡Subaru! ¡No deberíamos estar aquí! ¡Es de mala educación espiar a Fate-san!"
El gruñido de Tía pronto fue acallado por un "shh" de parte de su compañera felina, quien veía a través de los arbustos la silueta de la lobezna adentrarse en el bosque.
Cuando el camino estuvo despejado, Subaru salió de su escondite y dio un largo suspiro, la cola lisa y larga dando giros en el aire, inquieta como ella misma.
-"¡Subaru! –chilló la tigrilla de nuevo-. Ya va a anochecer, tenemos que regresar a la academia."
-"Aguanta un poco más, Tía."
La aludida quiso repelar, mas la actitud de la otra que no paraba de caminar por aquí y por allá, olfateando el aire, captó su atención. La naricita marrón entonces repasó el pasto debajo suyo, antes de alzar la cabeza y admirar una enorme roca situada del otro lado.
Traspasando la valla.
Los ojos verdes permanecieron fijos allí, el cuerpo quieto al fin, como si estuviese esperando que algo sucediera.
Pero nada sucedió.
-"Nos vamos a meter en problemas, luego no vengas a estarme llorando a mí" –ronroneó derrotada Teana, colocándose a un lado de la pantera.
El tigre, ultimadamente dándose por vencida de la curiosidad, dirigió la mirada hacia la gran piedra a escasos metros delante de ellas. Ladeando la cabeza en confusión, estuvo a punto de preguntar algo cuando la otra habló.
-"¡Cordero-san! –exclamó fuertemente Subaru, avanzando unos pasos al frente-. ¡Sé que está allí y que puede escucharme!"
El silencio y el viento frío que ya empezaba a levantarse fueron su única respuesta.
-"¡No sé qué fue lo que pasó, pero por favor perdone a Fate-san! –hizo una pausa, pero de nuevo, nadie le contestó-. ¿Está muy triste, sabe? ¡Viene todos los días a esperarle aquí, sé que usted también la ha visto hacerlo!"
-"Subaru… no creo que…"
-"¡Cordero-san! –llamó una última vez-. ¡Por favor, ya no haga llorar más a Fate-san! No lo merece… -agregó en un hilo de voz-. ¡Si de verás le importa, ¿no cree que es cruel tenerla así, sola y esperando?"
-"Tonta, si realmente ella estuviera aquí ya hubiera dicho algo –espetó, sintiéndose avergonzada de repente al estar al lado de alguien que no paraba de hablar sola-. Andando, es hora de irnos."
-"Pero, Tía, está aquí."
-"Cielos, no más venado para ti en la cena" –suspiró, empezando a marcharse.
Subaru mantuvo la vista aguda en la enorme piedra. Finalmente dio la media vuelta también y se alejó con su compañera, de regreso a la escuela; deseando que su pequeño intento de arreglar las cosas en verdad hubiese servido de algo.
Simplemente, ver la tristeza alojarse en los ojos de alguien le rompía el corazón. Más cuando se trataba de una buena amiga suya.
A su muy torpe e imprudente manera, la pantera quería ver al lobo dorado brillar una vez más.
Antes que su luz extinguiese por completo.
El suave vaivén de las olas del río llenó entonces la pradera, acompañado de la música de los grillos que ya anunciaban la entrada de la noche.
En cuestión de poco tiempo, unos mansos sollozos cantaron también. Las pupilas azules destellantes por la humedad mientras las patitas delanteras se abrazaban a sí misma.
Temblando.
Los delicados gimoteos del cordero que lloraba detrás de la gran roca se volvieron a escuchar una vez más.
La séptima noche.
Igual que todas las anteriores mientras velaba en silencio la esperaba del lobo al otro lado.
Fate Testarossa.
El nombre que desgarraba cada fibra de su corazón y de quien sufría durante el atardecer; en tanto que, en la noche, le tocaba a ella verla partir.
Entonces, Nanoha Takamachi se permitía llorar en la oscuridad.
Refugiada tras el gran pedazo de piedra que la acercaba y la alejaba de Fate, era así como el cordero sufría en silencio. Suplicando por una sola sonrisa de parte de la rubia.
Una que se llevara el temor de un soplido.
Sólo una… que hiciera reír a su corazón…
Continuará…
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