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Actualizaciones 15/Julio

martes, 29 de mayo de 2012

martes, 29 de mayo de 2012

Cap. 2: "El final es solo el comienzo" de Nich'ya


CAPÍTULO II: KEIYAKU


(TRATO)


Era un día hermoso, aquel jueves. El sol brillaba con una claridad casi deslumbrante y el viento regocijaba con su ligereza a los cerezos que se hallaban en flor. Natsuki también se la pasaba genial, recostada en la rama de un árbol, observando al follaje mecerse. Se encontraba rodeada de silencio y paz. Cerró los ojos durante unos momentos, pero tuvo que volver a abrirlos al sentirse observada por tres pares de los mismos. 

- No es justo que andes por aquí descansando. – Refunfuñó con un puchero, Mai.


- Lo que no es justo es que tenga que soporta una eternidad escuchándote. – Respondió con media sonrisa, la morena. 


- Jajaja… Te la volteó demasiado bien, Mai-chan. – Festejó, Midori, ante un sonrojo y berrinche silencioso de la otra pelirroja. 


- Además, no estoy descansando. Estoy esperando. 


- ¿Esperando? – Inquirió, Yukino. 


- Un funeral. – Respondió, Natsuki, cargando el ambiente con la seriedad del caso. 




Antes de que algún otro comentario o pregunta pudiera emitirse, Mai y Midori sintieron que se les requería en otro lugar en ese momento. Se retiraron rápidamente, dejando solas a Yukino y Natsuki. 




- ¿Recuerdas algo de tu vida, Kuga-san? – Preguntó tímidamente, la muchacha de anteojos. 


- No, realmente. Quizá eso sea algo bueno. – Respondió con una consonancia perfecta de tristeza y sinceridad. - ¿Tú recuerdas algo, Kikukawa? 


- No, tampoco. Dicen que deben pasar algunos años para que podamos recordar quienes fuimos y como terminamos. 


- ¿De cuántos años estamos hablando? 


- Uhm… Creo que son unos trescientos. 


- Diablos…Con ustedes todo es eterno. 


- Jajaja… Algo así. Sugiura-san y Tokiha-san ya han pasado ese período. 


- ¿En serio? 


- Sí. Ellas ya recordaron su vida pasada y al pasar esa etapa, se les ofreció la oportunidad de continuar en esto o irse adonde les corresponde. Ellas optaron por quedarse y por eso ellas son generales y no se encargan de una sola familia, como nosotras. 


- ¿Podríamos decir que son algo así como nuestras superioras? 


- En realidad eso es lo que son. 


- ¡Demonios…! 


- No son tan malas. En realidad son seres muy nobles. 


- ¿Cómo murieron? 


- Bueno, todas nosotras somos almas sacrificadas, literalmente. Todas hemos dejado el mundo mortal por sacrificarnos al salvar a alguien más. 


- ¿Y por qué terminamos haciendo esto? 


- Es una especie de extensión que se nos concede. Ya sabes, siendo lo que somos podemos tener contacto con otros seres; como elfos, dríades, sátiros, duendes, ninfas, licántropos, sirenas y muchos más, además de seres humanos. Es casi como seguir viviendo. 


- ¿Y qué tiene de malo morirse y punto? 


- Bueno, dicen que abajo hace mucho calor… Y ya sabes, es muy doloroso. Y que arriba es algo soso. Así que hacer esto no es tan malo, pero igual tienes chance de seguir tu camino luego de esos trescientos años. Así que no te preocupes, Kuga-san. 


- Es agradable saber que terminamos aquí porque hicimos algo bueno por alguien más. 


- Ciertamente. Tokiha-san se ahogó por salvar a un pequeño, en un accidente de barco. Sugiura-san salvó a un compañero de una explosión. 


- Cuando escucho eso, no puedo evitar sentir respeto. 


- Lo sé. Yo también tuve ese sentimiento cuando me enteré. 


- Hay algo que debí preguntar desde el comienzo, y quizá creerás que soy una tonta por no haberlo hecho, pero… ¿Qué somos? ¿Qué hacemos? 


- Es muy normal, Kuga-san. Yo también me tomé mi tiempo en preguntarle a Tokiha-san qué es lo que somos. – Respondió, Yukino, con una sonrisa en sus labios. - Nosotras somos Banshees. Somos seres espirituales e interplanares; es decir, nos movemos en el plano de los vivos y de los muertos sin ningún problema; en el plano de lo humano y de lo mágico, sin ser objeto de persecuciones o prohibiciones. Cuando eres una banshee novata, te asignan una familia a la cual cuidar, proteger y cuando muere alguno de sus miembros, guiarlo hacia su destino final, pues algunas almas se extravían y se quedan rondando en este plano. Los humanos les llaman fantasmas. Cuando eres una banshee con experiencia, ya no te ocupas de una sola familia, sino que vas a guiar a todas las almas a tu alcance. Podemos movernos entre planos, apareciendo y desapareciendo a nuestro antojo, somos fuertes y podemos luchar si fuera necesario. Podemos saber cuando los seres humanos mienten, levitar, hacernos de carne y hueso cuando la situación lo requiere… Dicho esto, debo decir que son poquísimas familias a las que se les asigna una banshee particular. Son familias humanas ancestrales, con mucha historia e importancia. Descendientes de los orígenes mismos. 


- Así que nada puede pasarles. 


- No. Equivocarse no es una opción. Yo me ocupo de los Suzushiro. Es una familia bastante grande y ruidosa. – Comentó Yukino, sonriendo. - La heredera se llama Haruka, una pequeña valiente e impetuosa. ¿Cómo se llama tu familia? 




Unos ligeros murmullos llenaron el aire, como un quedo llanto, como una pena contenida. 




- Kikukawa… Los árboles están llorando. 


- Son ents. Lloran cuando algún amigo muy querido ha fallecido. ¿Sabías que esta ubicación es bastante reservada? 


- No. 


- ¿Sabías que a las banshees sólo nos asignan a familias humanas? 


- No. 


- Y sin embargo… Esperas un funeral… En una ubicación sagrada, donde hay ents llorando… ¿Cuál es el apellido de la familia que te asignaron? 


- Fujino…- Respondió Natsuki, mientras observaba más y más ents que empezaban a entonar una melancólica melodía. 


- ¿Fujino…? Oh… Fujino… Sólo quedaba un miembro… Se casó con una joven muy bella, pero él enfermó y murió… Y nunca supe si llegó a tener hijos. 


- Bueno, el funeral es de su esposa. Pero puedo decirte que no era humana. 


- Uhm… Si hay ents… Y estamos en esta área del bosque…- Vocalizaba Yukino, como haciendo cálculos, infiriendo resultados. 


- No hay nadie… - Musitó la morena. 


- ¿Cómo dices? 


- No hay nadie… La urna con sus cenizas está aquí… Pero no ha venido nadie. 


- Tienes razón. No distingo a ningún ser. Es como si no tuviera conexiones con nadie. 


- Tiene una hija. 


- Oh, ¿y la pequeña se ha quedado sola? 


- No lo sé… Estuve averiguando algo sobre la madre, pero necesitaré más tiempo para entender la situación. 




Una pequeña niña, vestida en un impecable kimono blanco, apareció entre los árboles, seguida por un hombre regordete y de gafas, también vestido de blanco. Yukino descendió del árbol en el que se hallaban y se alertó, enfatizando una expresión de sorpresa. 




- ¿Qué tienes, Kikukawa? – Preguntó Natsuki, bajando también de la rama en la que descansaba. 


- Esos ojos… - Susurró Yukino, mientras se acercaba unos pasos hacia donde se hallaba la niña. 


- ¿Qué haces? – Preguntó alarmada, la banshee novata. 


- No pueden vernos. 


- Ella pudo verme cuando fui por el alma de su madre. 


- ¿En serio? – Preguntó Yukino girando su rostro. – Eso casi nunca pasa. 


- Regresa aquí. 


- No, no puede vernos… Lo siento. 


- Está bien. – Dijo, Natsuki, acercándose también. 


- No puede ser… 


- ¿Qué? 


- Esos ojos… El color rojo de sus ojos… Es propio de la realeza élfica. ¿Cómo se llamaba su mamá? 


- Tsukiyo. 


- Dioses… ¿No sabes quién es? 


- La verdad no. Ella me preguntó lo mismo y tuve que mentirle. Ahora creo que no debí. 


- Tsukiyo-sama era la heredera del trono élfico. Era la próxima reina. Pero se enamoró de un humano… Y sacrificó todo por él. Dejó a su gente y su destino porque su familia se oponía a que se involucrara con un ser tan poca cosa. Los elfos tienen un ligero complejo de superioridad, pero no puedes culparlos… Son hermosos y hábiles y fuertes y mágicos… Y perfectos. Sólo los destinados a ser reyes nacen con ese color de ojos. 


- Así que ella es una semielfa. 


- Exactamente. Mitad humana, mitad elfa. Pero el derecho de casta es inamovible. Ella será la próxima reina. No deberías estar cuidándola, pero el apellido Fujino te obliga a ello. 


- No sé porque presiento que me esperan días muy difíciles. 


- Bueno, los elfos son seres pacíficos… Probablemente la familia de su madre vaya por ella cuando cumpla 18 y su naturaleza élfica despierte por completo, para que asuma el trono. No creo que ellos representen mayores problemas. Pero tienen enemigos, ¿sabes? Los drow sí pueden molestarle. 


- ¿Los drow? 


- Elfos malos, oscuros… Subterráneos. Vengativos. 


- Eso no suena bien. 


- Desde siempre han querido arrebatarle el trono a los elfos. Debes tener cuidado. Una semielfa debe parecerles una presa muy fácil de atrapar. 




Natsuki observaba a la pequeña, de mirar sereno y ojos tristes. De cabellera brillante, como si fuera de seda, y de una piel tan clara, que por instantes te deslumbraba. El encendido color de sus ojos contrastaba con todo lo que su ser era y con todo lo que en ese momento le rodeaba. Una singular lágrima caía por su mejilla derecha. Tan titilante como si contuviera millones de pequeñas estrellas. 




- El llanto de la reina elfa… Es legendario. Los cielos se apiadan de ella y llueve. Y su llanto parece diamantes líquidos. 


- Pero no está llov… - No pudo completar Natsuki, al darse cuenta que la líquida precipitación ya había iniciado. 




La pequeña inició un llanto silencioso y doliente, mientras con sus manitos se cubría el rostro humedecido por la lluvia y su propio rocío. Natsuki sólo pudo apretar con fuerza sus mandíbulas para tragar el nudo que se le hizo en la garganta y evitar correr a abrazarla. 




- Siento otra presencia. – Se recompuso rápidamente, la morena. 


- Sí… Es un elfo. – Concretó, Yukino. 




Con un andar suave y parsimonioso, se apareció de entre los árboles una figura delgada, a la vez que imponente. Una cabellera rubia y larga, semi-atada y unos ojos ligeramente teñidos de rojo. 




- El rey… Sora-sama. – Musitó con respeto, Yukino. 


- Banshees… ¿Por qué hay banshees en el funeral de mi hija? – Dijo el recién llegado, sin mover los labios. La telepatía era una capacidad muy útil. 




Natsuki y Yukino se quedaron inmóviles al escuchar esas palabras retumbar en sus cabezas. Literalmente. La morena parpadeó unos momentos antes de disponerse a contestar, pero Yukino la tomó del brazo, indicándole que debían aguardar en silencio. 




Sora-sama se acercó a la pequeña sollozante, quien se hallaba cubierta por el paraguas blanco en mano del hombre de gafas. Se puso a su altura y le sonrió con dulzura. 




- Eres la viva imagen de Tsukiyo. – Dijo con suavidad, limpiándole las lágrimas. 


- Hace mucho que no lo veo, Sora-sama. – Sonrió con tristeza el hombre que sostenía el paraguas. 


- Sakomizu… Confío en que nos seguirás sirviendo como hasta ahora. Eres el único humano en el que confío. 


- Por supuesto, Sora-sama. – Respondió el hombre, con una venia. 


- Me mataron a Tsukiyo de tristeza. No permitiré que hagan lo mismo con mi pequeña. Llévatela, y que viva una vida normal. Hasta que su momento de asumir el trono llegue, no escucharás de nosotros, pero siempre la mantendremos vigilada ante cualquier amenaza. Sé como un padre, por favor. 


- Será un honor, Sora-sama. – Dijo Sakomizu, sin levantar la vista. 




Sora cavó con sus manos un pequeño agujero al pie de un robusto y viejo sauce, vaciando en él las cenizas de su hija. Arrodillado en la tierra, soltó unas lágrimas tan sentidas como las de su nieta. La pequeña se acercó a él, abrazándolo con cuidado. 




- Eres lo mejor que tengo, Shizuru. – Dijo con una sonrisa perfecta y la mirada cristalina. 




La niña enterró las cenizas y plantó la rosa blanca que llevaba en las manos, despidiéndose de ella con un beso. 




- Llévatela, Sakomizu. – Ordenó el monarca, mientras se ponía de pie. 




El hombre regordete, tomó a la niña en sus brazos y se alejó con cuidado, perdiéndose entre el espesor de la vegetación del lugar. La lluvia empezó a detenerse. 




- Ahora, díganme a qué se debe su presencia en este lugar. – Preguntó serenamente, el elfo. 


- Soy Kuga Natsuki, Sora-sama. Soy la banshee asignada a la familia Fujino. 


- Ah, ya veo. Bueno, no puedo contradecir los designios de la Muerte. Y mi nieta ciertamente no es una elfa pura, pero su sangre humana también es noble. Y a pesar de que detesto a ese hombre por haberse llevado a mi hija, amo a mi nieta y no quiero verla lastimada. Por ello, debo pedirte un favor, Kuga-san. Nuestros enemigos no saben del paradero de Shizuru, pero si se enteran de que hay una banshee cuidando a una Fujino, sabrán que es ella. Intenta mantenerte lo más alejada que puedas de ella… 


- Hasta que cumpla 17. 


- ¿Cómo dices? – Preguntó el elfo, frunciendo el ceño. 


- Le hice una promesa a Tsukiyo-sama. Que me haría presente en su vida a los 17 años. 


- ¿Fue su última voluntad? 


- Sí, Sora-sama. 


- Bien, vamos a respetarla, entonces. 


- Tenemos un trato. – Dijo Natsuki, alcanzando su mano para estrecharla con la de Sora. 


- Tenemos un trato. – Sonrió entretenido el elfo, ante la sinceridad de los ojos de la morena. 




Se dio media vuelta y se camufló con el frondoso bosque. Natsuki se separó de Yukino, quien suspiraba algo aliviada de que su encuentro con el rey elfo hubiese terminado, y se dirigió hacia las cenizas de Tsukiyo; hacia la rosa que Shizuru acababa de plantar. Se arrodilló en la húmeda tierra, y acariciando con delicadeza los blancos pétalos de la rosa, susurró: 




- Siempre la protegeré. Tenemos un trato… 




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1 comentarios:

Anónimo dijo...

Hey que bonita esta historia espero que la terminene bien me a llamado la atension jejejeje

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