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lunes, 13 de agosto de 2012

lunes, 13 de agosto de 2012

"El Ladrón de Novias" FINAL


Me disculpo por la tardanza, he tenido mucho trabajo estos días, y supongo que el hecho de que no quería cerrar el ciclo de este fic, tiene algo que ver con el retraso XD... pero bueno, todo tiene que terminar.
Agradezco sus comentarios desde el principio, también a quienes no comentaron, se les agradece por leer. Y con la esperanza de que les agrade, sin mas preámbulo, les dejo el final de "El Ladrón de Novias"

23 FINAL

Natsuki se paseaba por el habitáculo igual que un animal enjaulado, con el corazón cada vez más pesaroso.
Shizuru se retrasaba ya diez minutos.
No podía soportar mirar de nuevo el reloj, no podía soportar contemplar aquella esfera burlona.
En ese momento se abrieron las cortinas de terciopelo y se volvió bruscamente. Era el vicario, que acudía nervioso a verla.
- ¿Ha llegado ya? –quiso saber Natsuki
- No, miladi –El hombre extrajo un pañuelo de los pliegues de sus voluminosas vestiduras y se secó la frente sudorosa.
Natsuki enarcó una ceja.
- En ese caso –dijo en un tono cuidadosamente controlado-, sugiero que se mantenga atento y me avise en cuanto llegue.
El vicario asintió con un gesto que le sacudió la papada.
- Sí, miladi–dijo antes de salir por la cortina.
Nuevamente a solas, Natsuki cerró los ojos, derrotada por la desolación. Shizuru no iba a venir. No quería. Prefería el escándalo antes que casarse.
Maldición, aquello le dolía profundamente, como nunca antes le había dolido nada. Y también le enfurecía, porque ni siquiera había tenido la cortesía de comunicarle su decisión. Si no pensaba casarse, bien podía habérselo dicho a la cara. Y si no quería acudir allí a decírselo, entonces iría a buscarla y la obligaría a que lo dijera.
Se volvió para salir, pero antes de que pudiera hacerlo, la pesada cortina de terciopelo se abrió y apareció el rostro del vicario.
- Ha llegado la señorita Fujino, miladi. Sin embargo, insiste en hablar con usted en privado... antes de la ceremonia. Es de lo más irregular. –El vicario apretó los labios en un gesto reprobatorio-. Le está esperando en mi despacho.

Shizuru estaba paseándose por la gastada alfombra del pequeño despacho del vicario, situado junto al vestíbulo. Cuando llamaron a la puerta, dijo:
- Adelante
Natsuki entró y cerró la puerta con suavidad. Los ojos de ambas se encontraron y Shizuru se quedó sin respiración. Vestida para la boda, desde la corbata de lazo perfectamente anudada, la camisa de un blanco níveo, el chaleco color crema, hasta la chaqueta Devonshire marrón y los pantalones beige, era sencillamente la mujer más hermosa que había visto nunca. Y durante un breve e increíble instante le había pertenecido.
- Gracias por venir –le dijo-. Tenemos que hablar
Natsuki se recostó contra la puerta y la contempló con los ojos entornados.
- Te has retrasado
- Lo siento. Hay muchos detalles que atender cuando una ésta punto de irse para siempre.
Natsuki cerró los ojos musitando algo parecido a “gracias a Dios”.
- Tenía que despedirme de Hiroshi–prosiguió Shizuru con un toque de emoción al pronunciar el nombre-. No podía marcharme sin explicarle las cosas.
Natsuki se acercó a ella y la recorrió lentamente con la mirada de la cabeza a los pies. Luego la miró a los ojos con una expresión que acaloró a Shizuru.
- Estás preciosa
Ella se ruborizó y bajó la mirada hacia el traje de novia
- Gracias a ti. El vestido es maravilloso
Natsuki le levantó el rostro con los dedos
- Sí, pero me refería a la novia que lo lleva puesto.
La sinceridad en su voz y en sus ojos le provocó el impulso de rodearla con los brazos y fingir que no existía ningún obstáculo entre ellas; pero le quedaba poco tiempo y con tantas cosas que tenía que decirle no podía perder ni un minuto más.
De modo que respiró hondo con decisión y le dijo:
- No estoy aquí para convertirme en una novia, Natsuki. En realidad he venido para liberarte de tu obligación de casarte conmigo. Lo tengo todo preparado para marcharse al extranjero, a vivir mi propia vida. Ya no tienes necesidad de preocuparte por mi bienestar.
La mano de Natsuki resbaló despacio de su barbilla y sus ojos se vaciaron de toda expresión.
- Entiendo
Shizuru le agarró el brazo y le dio una sacudida.
- No, no lo entiendes. Quise haber hablado contigo ayer, pero no me atreví. Natsuki, Sergay Wang sabe quién eres. Ayer vino a mi casa y me interrogó. –Le refirió a toda prisa su conversación con el magistrado- Lo sabe, Natsuki. Va a detenerte y a encargase de que te ahorquen. –Se le quebró la voz y las lágrimas afloraron a sus ojos-. Debes aprovechar esta oportunidad para escapar, ahora mismo, inmediatamente. Yo distraeré todo lo que pueda al vicario y a los invitados para que les lleves una buena ventaja. Tengo el terrible presentimiento de que no hay tiempo que perder.
Natsuki la sujetó por los hombros.
-Shizuru, no puedo abandonarte aquí.
- Sí que puedes. Cuentas con mi bendición.
- Entonces déjame que lo exprese de otra forma: no pienso abandonarte aquí.
Desesperada, Shizuru la aferró por la chaqueta.
- Tienes que irte. Por favor. Puedo hacer frente al escándalo, al ridículo e incluso al desprecio, pero no puedo hacer frente al hecho de que te capturen. –Las lágrimas ya resbalaban por sus mejillas-. No podría soportar verte morir.
- Entonces cásate conmigo. Y nos iremos juntas. Ya está todo dispuesto –Le tomó la cara entre las manos y le clavó una mirada intensa-. No quiero vivir sin ti, Shizuru. Quiero compartir mi vida, mi nueva vida conforme a la ley, contigo. Podemos continuar ofreciendo a las mujeres libertad para elegir, pero lo haremos juntas, legalmente, utilizando canales financieros. Crearemos un fondo de algún tipo, lo que decidamos. Juntas.
A Shizuru la abandonó su capacidad de hablar, incluso de respirar, y simplemente se le quedó mirando, tratando de asimilar aquello. “No quiero vivir sin ti”.
Natsuki inclinó la cabeza y apoyó la frente en la de ella.
- Te quiero, Shizuru, te quiero tanto que me produce dolor. –Alzó la cabeza y le dirigió una mirada profunda-. Todas esas cosas que creía no desear... el matrimonio, una familia... cosas que creía que no podría tener nunca... El amor ha cambiado todo eso. Tú lo has cambiado todo. Quiero que seas mi esposa, mi amante. Sé que existe el riesgo de que me detengan, pero podemos salir de Inglaterra inmediatamente después de la ceremonia.
Shizuru intentó humedecerse los labios resecos con una lengua igual de reseca, pero fracasó penosamente.
- Repítelo –logró articular
- Podemos salir de Inglaterra...
Le puso un dedo en los labios.
- Eso no. La parte de “te quiero, Shizuru”.
Natsuki tomó la mano que la había silenciado y depositó un beso en la palma al tiempo que perforaba a Shizuru con la mirada.
- Te quiero –A continuación se llevó aquella mano al pecho y Shizuru sintió el fuerte retumbar de su corazón-. ¿Lo notas? Está latiendo por ti. Si me aceptas, me harás la mujer más feliz del mundo. Si no... –apretó la mano con más fuerza- aquí quedará solamente un hueco vacío. Mi corazón te pertenece; puedes tomarlo... o romperlo. Toda mujer se merece elegir. La decisión es tuya.
Shizuru la miró fijamente. Su corazón latía con tanta fuerza que el pulso le martilleaba en las sienes. Ella la amaba. Amaba la insulsa, rara y excéntrica Shizuru. Imposible. Debía de estar trastornada. O ebria. Olfateó discretamente, pero no notó olor a alcohol; tan sólo percibió su aroma limpio, cálido. Y no había duda de la sinceridad que se leía en su mirada, ni del amor que ardía en sus ojos verdes.
Con todo, sólo por si acaso la pobre no estuviera en sus cabales, se sintió empujada a señalar:
- ¿Te das cuenta de que sería una condesa horrible?
- No. Serás una condesa encantadora. Cautivadora, cariñosa, cuerda y comedida. Llena de coraje –Le acarició suavemente la mejilla con los dedos-. Cuántas palabras con c para describir a mi extraordinaria Shizuru.
Tuvo que afianzar las rodillas para permanecer erguida y trató de pensar con claridad, pero el hecho de que Natsuki la amara desafiaba toda lógica. Antes de empezar siquiera a dominar sus dispersas emociones, sonó un golpe en la puerta.
Ambas se volvieron
- Entre –dijo Natsuki
Era el vicario, que alternó su mirada interrogante entre la una y la otra
- ¿Podemos comenzar ya? –quiso saber
Natsuki se volvió hacia Shizuru, y las dos se miraron a los ojos. No dijo nada, sólo se limitó a mirarla, aguardando, permitiéndole escoger, rezando para que la aceptara.
Entonces, con sus ojos fijos en los de Natsuki, Shizuru respondió al vicario:
- Sí, podemos comenzar
Natsuki experimentó una profunda sensación de alegría y euforia. Shizuru y ella iban a estar juntas... iban a casarse
Todo iba a salir a la perfección.

Yuichi, el hombre de más confianza del magistrado, se deslizó en el dormitorio de ladi Kruger y cerró la puerta sin hacer ruido. Paseó la mirada por la espaciosa y lujosa habitación y se dirigió a toda prisa al escritorio de cerezo situado junto a la ventana. Con suerte encontraría algo allí. El registro efectuado en el estudio privado de la condesa y en la biblioteca no había dado resultado y el tiempo se estaba acabando.
Examinó los cajones, pero no halló nada. Acto seguido se puso en cuclillas y pasó las manos ligeramente por la madera brillante. Entonces, detrás de una de las patas, sus dedos toparon con una manecilla redonda. Casi sin atreverse a respirar, la hizo girar. Sonó un leve chasquido y se abrió un compartimiento secreto. Algo blando le cayó en la palma de la mano.
Sacó la mano y se quedó mirando una máscara de seda negra.
Experimentó una abrumadora sensación de triunfo. Aquélla era justamente la prueba que necesitaba el magistrado.

Natsuki estaba frente al altar, contemplando cómo Shizuru avanzaba despacio por el pasillo con una mano apoyada en el brazo de su padre. El quedo murmullo de la multitud llenaba la iglesia. La mirada de Shizuru estaba fija en la de Natsuki, sus gafas magnificaban el amor que resplandecía en sus ojos.
Natsuki sintió una punzada en el corazón que se irradió en forma de calor por todo su cuerpo. Shizuru se colocó junto a ella ante el altar con una sonrisa tímida y trémula en los labios y los ojos rebosantes de las mismas emociones que la embargaban a ella.
Quince minutos más tarde, cuando pronunciaron los votos que habrían de unirlas para toda la vida, el vicario les dio su bendición con su rechoncho rostro resplandeciente de orgullo. Natsuki se volvió hacia su esposa y sintió una oleada de felicidad que estuvo a punto de hacerle perder el equilibrio. Depositó un casto beso en los labios de ella y sus sentidos se vieron abrumados por el deseo. Tenía que tocarla, besarla intensamente. Ahora mismo. Lejos de miradas curiosas. Pasó la mano de Shizuru por su brazo y la guió pasillo adelante. Llegó al vestíbulo prácticamente corriendo, y continuó hasta salir al exterior, para llevarse a Shizuru al otro lado del edificio, a una zona de sombras.
- Cielo santo, Natsuki–dijo ella sin aliento-. Yo...
No la dejo terminar, la estrechó entre sus brazos y le cubrió la boca con la suya. Shizuru emitió un minúsculo gemido de placer cuando abrió los labios. La ojiverde deslizó la lengua al interior de aquel calor con sabor a miel que le aguardaba, al tiempo que todo su cuerpo ronroneaba de satisfacción y de una felicidad casi inconcebible.
Shizuru le rodeó la cintura con los brazos y aceptó con avidez aquel fogoso beso... un beso lleno de amor, promesas y honda pasión. Cuando Natsuki levantó la cabeza por fin, ella se abandonó contra su cuerpo y se preguntó entre nubes dónde estarían las rodillas que no sentía. Entonces fue abriendo los ojos lentamente y no vio nada más que blanco; parpadeó rápidamente para enfocar la vista y notó que le quitaban las gafas. En cuanto Natsuki se las retiró del todo, la vio. Su esposa. Y el calor que despedía su amorosa mirada la traspasó de parte a parte. Transcurrieron unos momentos de silencio, hasta que la boca de Natsuki se torció en una sonrisa irónica.
- Me temo que hemos empañado tus gafas
- Creía estar viendo nubes. Como si me hubiera muerto y hubiera ascendido al cielo.
- El cielo. Sí, ésa es la sensación que tú me provocas. – Natsuki le resiguió el contorno del labio inferior con el dedo, una sensación cosquilleante que Shizuru percibió hasta en los pies. Oyeron las voces de los invitados que salían de la iglesia. Natsuki esbozó una sonrisa cálida como la luz del sol-. Ven, mi encantadora condesa. Vamos a recibir las felicitaciones y los parabienes de nuestros invitados.
- Sí, antes de que nos sorprendan besándonos a hurtadillas
Inclinó la cabeza en lo que esperaba fuera un gesto propio de una condesa y deslizó la mano por el brazo de Natsuki. Ésta rompió a reír y ambas se encaminaron al portal de la iglesia, preparadas para atender a los invitados.


Sergay salió de la iglesia y parpadeó al sentir el fuerte brillo del sol. Observó a la multitud que se apiñaba en torno a los novios y estiró un poco más el cuello en busca de Nina. Como si el mero hecho de pensar en ella la hubiera hecho materializarse, la descubrió de pie a la sombra de un enorme roble que había en el jardín de la iglesia. Estaba sola, con la cabeza gacha y las manos entrelazadas. Atraído hacia ella como por un imán, Sergay se apartó del grupo de los presentes y se acercó.
- Buenos días, lady Nina–le dijo situándose bajo la protectora sombra del roble.
Ella se volvió, y Sergay se quedó perplejo al ver su semblante de profunda tristeza y su mirada atormentada. Acicateado por una honda preocupación, dejó a un lado toda cortesía: alzó una mano y la tomó suavemente del brazo, y a continuación se colocó de modo que su espalda obstaculizase las posibles miradas de curiosos.
- ¿Qué ocurre? –le preguntó
Nina parecía no verlo; al parecer sus pensamientos estaban muy lejos de allí.
- La ceremonia... me ha hecho recordar. He intentado no hacerlo, pero al estar sentada dentro de la iglesia... –Le recorrió un estremecimiento-. No había vuelto desde el día en que me casé.
Sergay recordó aquel día con vívido detalle. Él estaba tumbado en su cama, enfermo de pena, mirando el reloj, sabiendo que a cada minuto que pasaba la mujer que amaba estaba intercambiando sus votos con otro hombre. Cuando oyó a los lejos el tañido de las campanas de la iglesia, que marcaban el final de la ceremonia, abrió una botella de whisky y por primera vez en su vida procedió a emborracharse deliberadamente. Permaneció dos días ebrio, y otros dos días sufriendo la peor resaca de la historia. Luego, simplemente... continuó viviendo, creyendo que ella era feliz.
Pero una sola mirada a su rostro desencajado lo desengañó de aquella idea. Nina parecía tan... acosada y angustiada. Brillaban lágrimas en sus ojos, pero no las lágrimas de alegría que las mujeres solían derramar en las bodas.
¿Habría en aquella infelicidad algo más de lo que él había supuesto? ¿Algo más que la pérdida de su hogar y de su hermana? ¿Más que el hecho de que no hubiera tenido hijos? Le soltó el brazo para sacarse el pañuelo del bolsillo y ofrecérselo.
Nina se secó los ojos y le dijo:
- Gracias. Y perdóneme. Éste es un día feliz, y sin embargo yo me echo a llorar. Me temo que he permitido que mis recuerdos me entristezcan.
Aquellas palabras preocuparon a Sergay, que experimentó una intensa sensación de malestar.
- Su esposo... –titubeó, inseguro de cómo expresarlo-, ¿no fue bueno con usted?
Ella dejó escapar una risita carente de humor y desvió la mirada. Aún cuando su mente le decía que no lo hiciera, Sergay le cogió la mano enguantada y le apretó los dedos suavemente.
Ella se volvió, sobrecogiendo a Sergay por el fuego que había en sus ojos.
- ¿Si no fue bueno? –repitió Nina con una voz horrible, que no reconoció-. No, no fue bueno.
La ira se desvaneció tan repentinamente como había aparecido, igual que si la hubieran apagado con agua fría, para ser sustituída por una expresión de pérdida y derrota. Comenzó a temblar y cerró los ojos. Una lágrima solitaria resbaló por su mejilla y fue a aterrizar sobre el puño blanco de la camisa de Sergay, el cual observó cómo era absorbida por la tela.
Maldición, aquel canalla la había hecho sufrir. En su mente y en su espíritu. Dios todopoderoso, ¿la habría maltratado también físicamente? Una niebla roja le nubló la vista y le embargó una rabia que nunca había experimentado.
El matrimonio de Nina había estado a punto de acabar con él, pero aceptó lo inevitable con estoica resignación. Por mucho que la quisiera, sabía que jamás podría cortejarla y mucho menos casarse con ella. Él no tenía nada que ofrecer a la hija de un conde.
Excepto amor. Y bondad. Por un instante resonaron en su mente las palabras de Nina: “Pasaba el tiempo en los acantilados, contemplando el mar, preguntándome cómo sería saltar...”.
Sintió nauseas al pensar que Sakamoto pudiera haberla maltratado hasta el punto de hacerla pensar en la posibilidad de suicidarse. Dios de los cielos. Si lo hubiera sabido... “¿Qué habrías hecho?” Pero conocía la respuesta; en el fondo de su alma sabía que él, un hombre que había dedicado su vida a la defensa de la ley, habría matado a aquel bastardo. ¿Y por qué diablos no lo había hecho la hermana de Nina?
Ella abrió los ojos y lo miró. Sus sentimientos debieron de delatarlo, porque la mirada de Nina se llenó de una ternura que lo dejó sin respiración.
- Agradezco que se indigne por mí. Usted siempre ha sido un amigo leal. Pero no había nada que hubiera podido hacer.
“¡Un amigo leal! ¿Tendría idea Nina de que él habría dado cualquier cosa por ser algo más?
- Su hermana... –atinó a decir a pesar del nudo en la garganta-, ¿estaba enterada?
- Sabía que yo no era feliz, pero no hasta qué punto llegaba mi infelicidad, y yo no me atrevía a contárselo. Vino a verme al regresar de la guerra, y vio que tenía hematomas en los brazos. Le dije que me había caído, pero por lo visto ella había oído hablar de las costumbres de Sakamoto y no me creyó.
Sergay apretó los dientes para controlar la cólera que lo iba cegando.
- ¿Por qué razón protegía usted a semejante monstruo?
- Yo no protegía a Sakamoto. Era a mi hermana a quien pretendía proteger. De haberlo sabido, lo habría matado y luego la habrían ahorcado a ella. De hecho, golpeó a Sakamoto hasta dejarlo casi inconsciente y lo amenazó con acabar con él si se atrevía a maltratarme otra vez.
- ¿Y la maltrató?
Los ojos de Nina perdieron toda expresión.
- Sí. Pero no con tanta frecuencia. Yo... yo nunca se lo conté a Natsuki. Al final Sakamoto fue perdiendo interés en mí y se centró en otras mujeres. Natsuki sólo sabe que me era infiel, no lo... lo demás.
Sergay sintió que cada centímetro de su cuerpo clamaba de furia e impotencia ante el sufrimiento de Nina y el hombre que se lo había infligido. Que la había maltratado, humillado. Que le había sido infiel... a aquella criatura dulce y encantadora, a la que él amaba desde el instante mismo en que posó los ojos en ella cuando ambos no eran más que unos chiquillos. Sentía el corazón destrozado, por ella y también por sí mismo. Notó un sabor a bilis y apretó los labios tratando de calmarse.
Apretó la mano de Nina resistiéndose al impulso abrumador de atraerla a sus brazos, de protegerla, de hacerle saber que jamás permitiría que nadie volviera a causarle daño.
- ¿Por qué no lo abandonó?
- Lo hice, un mes después de casarnos. Pero dio conmigo en una posada cerca de Cornualles. Me dijo que si volvía a dejarlo mataría a mi hermana. –La mirada de Nina, atormentada y confusa, buscó la suya-. Yo... no tenía la intención de contarle todo esto. Perdone, no sé por qué lo he hecho.
Sergay se sintió consumido por un torbellino de sentimientos, y no pudo apartar de su mente la imagen de Nina maltratada y llorosa. Miró sus ojos acosados, ensombrecidos por siniestros recuerdos de sufrimientos inimaginables y en su interior estalló un acceso de ira que luchó por reprimir. Sakamoto estaba muerto y sin embargo no sentía otro deseo que sacar a aquel canalla de su tumba y matarlo de nuevo. ¿Cómo diablos había conseguido frenarse su hermana para no estrangular a ese canalla con sus propias manos?
Su hermana. Experimentó un tumulto interior, y de pronto una profunda calma al comprenderlo todo. No, su hermana no había matado a Sakamoto; en lugar de eso, había encauzado de otro modo su rabia, y había arriesgado la vida para salvar a otras mujeres de una vida similar de desgracia.
Se humedeció los labios resecos.
- Dígame... Si hubiera tenido la oportunidad de huir, aunque ello hubiera supuesto no volver a ver a su familia y a sus amigos, ¿habría huido para evitar casarse con él?
Nina no dudó
- Sí
Aquella única palabra, apenas más que un susurro, hizo tambalear todos sus cimientos. Había dedicado los cinco últimos años de su vida a capturar al Ladrón de Novias. Aquel “hombre” era un delincuente, un secuestrador. Había destrozado familias y desbaratado planes de boda. Y sin embargo, Nina habría aceptado su ayuda para salvarse de Sakamoto. “Y se habría ahorro estos años de horros y desesperación”. De pronto vio de forma distinta la misión de Natsuki Kruger al emprender tal empresa, tan arriesgada… saber que era ella la Ladrona de Novias, no solo le había dado un rostro sino también ahora le daba una razón, que comprendía mejor al ver las lagrimas de aquella hermosa mujer.
La confusión lo abrumó. No había manera de dejar a un lado la ley. Él se enorgullecía de su honestidad y su integridad. El castigo para los secuestradores era la horca. Si no se ocupaba de que se hiciera justicia ¿cómo iba a poder llamarse a sí mismo hombre de ley?
Tragó saliva para desalojar el corazón de la garganta.
- Ha dicho que no tenía intención de contarme todo esto. ¿Por qué no?
Ella miró el suelo
- No... no quería que se formase una mala opinión de mí.
Sergay habría jurado que el corazón se le partía en dos. Le tembló la mano al levantarla para tomar la barbilla de Nina entre los dedos.
- Yo jamás podría tener mala opinión de usted. Del hombre que la maltrató sí, pero no de usted. –Dios, ansiaba decirle que le sería imposible tener mejor opinión de ella, pero no se atrevía-. Lamento mucho lo que ha sufrido.
- Gracias. Pero ahora ya soy libre. Y he vuelto al hogar que amo, con mi hermana.
Sergay sintió una punzada de culpabilidad. En el plazo de una hora esperaba tener a su hermana bajo arresto.
Una sonrisa fugaz tocó los labios de Nina
- Y hoy mismo he ganado otra hermana, así que hay mucho de lo que alegrarse. –Retiró la mano suavemente- Será mejor que vaya a darles la enhorabuena. ¿Quiere acompañarme?
Antes de que él pudiera contestar, oyó una tos discreta a su espalda.
- Le ruego me disculpe, señor Wang, pero necesito hablar con usted.
A Sergay se le tensaron todos los músculos al reconocer la voz de Yuichi. Dedicó una breve reverencia a lady Nina y dijo:
- Me reuniré con usted dentro de un momento
Ella inclinó la cabeza y a continuación se encaminó hacia la multitud de invitados. Una vez que estuvo seguro de que ya no podía oírlo, Sergay se volvió hacia Yuichi.
- ¿Y bien? –inquirió
Yuichi extrajo de su bolsillo un pedazo de tela negra y se la entregó
- He encontrado esto en el dormitorio de ladi Kruger, señor. En un compartimiento secreto de su escritorio. Sin duda es la máscara del Ladrón de Novias o mejor dicho la Ladrona de Novias.
Sergay se quedó mirando la máscara de seda negra, la prueba que llevaba cinco años buscando. Ya tenía todo lo que necesitaba para detenerla.

Cuando Shizuru y Natsuki regresaron, después de su apasionado beso a escondidas, cayó sobre ellas Misato Fujino.
- ¡Estás aquí, querida! –Engulló a Shizuru en un abrazo asfixiante que hizo disfrutar a su hija, como si aquélla fuera la última vez que fuera a sentir los brazos de su madre- Me siento inmensamente feliz por ti –le dijo Misato y sorbió por la nariz. Acto seguido le susurró al oído-: Siento mucho que no hayamos tenido tiempo de hablar de... ya sabes qué, pero estoy segura de que la condesa sabrá lo que hay que hacer.
Se apartó y se secó los ojos con un pañuelo de encaje, y emitió un trino de gorjeos. Miró rápidamente a un lado y otro, pero como no había bancos lo bastante cerca como para desmayarse, dejó escapar un profundo suspiro y se recobró enseguida. En realidad se iluminó como una docena de velas cuando se le acercaron Midori Sugiura y su hija Nao, ambas luciendo similares expresiones de desagrado.
- ¡Midori! –exclamó Misato. Y abrazó a su rival con un entusiasmo que arrancó una mueca a las facciones ya contraídas de la señora Sugiura. Misato compuso un gesto que era la viva personificación de la preocupación-. No te preocupes, Midori. Estoy completamente segura de que Nao encontrará una persona magnífica. Algún día.
La señora Sugiura emitió un sonido ahogado y le dirigió una sonrisa glacial. A continuación, Nao y ella ofrecieron sus mejores deseos a Shizuru de manera un tanto artificial. La mirada entornada de la Midori saltaba alternativamente entre Shizuru y su propia hija; Shizuru se mordió las mejillas para disimular su diversión, porque casi le pareció oír decir: “Si Shizuru Fujino puede convertirse en condesa, sin duda mi Nao puede ser marquesa o duquesa”.
- Tal vez si llevaras gafas, querida Nao–murmuró Midori al tiempo que se llevaba a su hija, que tenía un gesto adusto-. En realidad poseen cierto encanto...
A continuación les tocó el turno a Saori, Mei y Minami, y Shizuru las abrazó de una en una, grabando en la memoria sus caras radiantes. ¿Cómo era posible sentir tanta tristeza y alegría a la vez, tanta pena por el tiempo que iban a dejar de compartir y tanta emoción por el futuro?
Después vino el padre, que la besó en ambas mejillas
- Siempre supe que alguien con suerte te encontraría, Shizuru. Ya se lo dije a tu madre –La acarició en la cabeza.
Entonces le llegó el turno a Hiroshi. Ya se habían despedido por la mañana y, aun así, las lágrimas le enturbiaron la visión. Le revolvió el caballo rebelde, y sus ojos se calvaron en los del chico. Él tragó saliva, y Shizuru sintió un doloroso nudo en la garganta.
Hiroshi la miraba con tristeza en los ojos, pero sus labios se curvaron en una sonrisa ladeada. A continuación dio a su hermana un abrazo torpe y las gafas de ambos entrechocaron. Los dos se separaron riendo.
- Un bonito espectáculo, Shizuru–le dijo ajustándose las gafas-. Eres la condesa más guapa que he visto.
Ella se tragó su melancolía y se rió.
- no has visto muchas condesas
- Bueno, yo sí he visto muchas condesas –terció Natsuki- y debo decir que coincido con Hiroshi. Estás preciosa –Le cogió la mano, se la llevó a los labios y le envió un mensaje con los ojos que le provocó una oleada de placer.
Hiroshi continuó adelante, y siguió lo que parecía una fila interminable de gente que quería darle la enhorabuena. Por fin tuvo delante a Nina, que le tendió ambas manos.
- Oficialmente ya somos hermanas –le dijo con lágrimas en los ojos-. Y tú ya eres oficialmente una condesa.
Shizuru le dio un apretón con las manos y sonrió para ocultar su tristeza por no haber tenido la oportunidad de conocerla mejor.
- Es cierto que somos hermanas. Y, cielos, yo condesa... Es una perspectiva que encuentro un poco... aterradora.
Nina dirigió una mirada fugaz a su hermana y luego le ofreció a Shizuru una ancha sonrisa.
- No tienes de qué preocuparte, ya has cumplido la tarea más importante: has hecho muy feliz a tu condesa.
Shizuru notó la mano de Natsuki en la espalda
- Así es
Observó cómo Natsuki abrazaba a su hermana y se le encogió el corazón cuando cerró los ojos para sentir lo que iba a ser su último abrazo. Después se volvió hacia la siguiente persona que aguardaba para darles la enhorabuena.
Sergay Wang. Le acompañaba otro hombre que ella no conocía. Aparentaba más de treinta años, era de buena constitución, de cabello rubio y exhibía un aire serio y un gesto severo en la boca. Los dos hombres parecían tensos, con una mirada que no indicaba el deseo de dar ninguna enhorabuena. Su atención estaba fija en Natsuki, que en ese momento sonreía a su hermana.
A Shizuru el corazón comenzó a palpitarle, a medida que el miedo iba invadiéndola y el estómago parecía hundírsele como un peso muerto. Se esforzó por esbozar una sonrisa cordial y abrió la boca para hablar, pero antes de que pudiera pronunciar palabra Wang se dirigió a Natsuki:
- ¿Le importaría acompañarme un momento, ladi Kruger? Mi ayudante Yuichi y yo necesitamos hablar con usted. En privado.
Natsuki y el magistrado intercambiaron una larga mirada y a continuación la condesa asintió lentamente.
- Desde luego –Rodeó con un brazo la cintura de Shizuru y le dio lo que ella interpretó como un apretón alentador. Luego se inclinó a besarla en la mejilla- No olvides nunca –le susurró al oído- lo mucho que te amo.
La soltó y ella apretó los labios para reprimir el agónico “¡No!” que amenazaba con escapar de su garganta.
Sintió miedo cuando los tres penetraron en el sombrío interior de la iglesia y desaparecieron de la vista.
- Me gustaría saber qué es lo que está sucediendo aquí –murmuró Nina
Shizuru tenía el estómago encogido por el pánico.
Creía saber lo que estaba sucediendo.

Con el corazón desbocado, Natsuki entró en el despacho del vicario y miró a Wang y a Yuichi con fingida indiferencia. Tras unos segundos de incómodo silencio, cruzó los brazos y enarcó las cejas.
- ¿De qué querían hablar conmigo? –preguntó, inyectando una pizca de impaciencia en su voz.
Wang sacó lentamente del bolsillo un trozo de tela negra y se la entregó. Aquella seda familiar tenía un tacto frío, en contraste con la sensación de calor que le producía el miedo que la atenazaba. Mantuvo una expresión serena y preguntó:
- ¿Qué es esto?
Yuichi se aclaró la garganta.
- Es la máscara de la Ladrona de Novias. La encontré oculta en el escritorio de su habitación, miladi.
Aquellas palabras reverberaron en su mente, y cerró la mandíbula con fuerza para contener el rugido de angustia que deseaba lanzar. “¡Ahora no!” Ahora que acababan de entregarle la felicidad en bandeja de oro, ahora que Shizuru y ella estaban tan cerca de escapar.
Ahora que tenía tanto por lo que vivir.
Posó su mirada en Wang esperando encontrar una expresión dura, pero el magistrado miraba por la ventana con un gesto que Natsuki sólo pudo describir como atormentado. Siguió su mirada y se dio cuenta de que la atención de Wang estaba fija en Nina, que estaba no muy lejos de allí, a la sombra de un roble enorme.
Con los puños apretados, en uno de ellos la tela arrugada, Natsuki permaneció inmóvil como una estatua, con todos los músculos en tensión, aguardando a que la detuvieran. No había manera de refutar la prueba que sostenía en la mano y además no podía por menos de respetar a Wang y Yuichi por su ingenio.
Sus pensamientos volaron a Shizuru y se le contrajo un músculo en la mejilla. Maldición, sin duda estaría frenética. Experimentó un profundo pesar por lo que iba a tener que afrontar ella a consecuencia de su arresto y posterior ejecución. Pesar por no tener ya la oportunidad de ser su esposa, de reír y amar con ella. Pero al menos había asegurado económicamente su futuro: la condesa de Kruger era una mujer sumamente rica. Rezó para que se fuera de Inglaterra, dejase atrás el escándalo y comenzase una nueva vida.
Su atención se centró nuevamente en el magistrado. Wang continuaba con la vista fija en la ventana. Estaba pálido y sus manos formaban dos puños a los costados, con los nudillos blancos. Transcurrió casi un minuto entero de un silencio ensordecedor.
Por fin Wang se volvió hacia su subordinado.
- Un trabajo excelente, Yuichi–le dijo-. Ha aprobado usted el examen de forma verdaderamente admirable.
Natsuki sintió el mismo desconcierto que dejó en blando el semblante de Tate Yuichi.
- ¿El examen, señor? –repitió el ayudante, rascándose la cabeza.
- Sí. Hace ya algún tiempo que había puesto el ojo en usted para una posible promoción, pero me resultaba necesario poner a prueba su destreza; seguro que lo comprenderá.
- Pues... en realidad no...
- Ladi Kruger, que ha mostrado un gran civismo al ofrecer su ayuda durante esta investigación, ha sido tan amable de permitirme hacer uso de su casa. – Wang juntó las manos a la espalda y prosiguió-: Siguiendo mis instrucciones, la condesa escondió esa máscara, que es una réplica de la del Ladrón de Novias confeccionada por mí a partir de descripciones de testigos, en su mansión. Yo sabía que si sus capacidades deductivas eran lo bastante agudas para encontrar la máscara, Yuichi, merecía usted esa promoción. –Se volvió hacia Natsuki- ¿Así que un compartimiento secreto bajo su escritorio, miladi? Un escondrijo diabólicamente ingenioso. Le agradezco mucho su ayuda.
Natsuki no salía de su asombro. Sólo una vida entera acostumbrada a dominar sus emociones le impidió mostrar la misma reacción estupefacta que Yuichi. Seguro que no había oído bien ¿de qué demonios estaba hablando Wang?
Wang se volvió hacia su ayudante y le tendió la mano.
- Felicitaciones, Yuichi. Su promoción conlleva que se encargue de un nuevo caso, unos presuntos contrabandistas. Mañana por la mañana le informaré debidamente de su misión.
Con el semblante ahora sonrojado en una mezcla de perplejidad y orgullo, Yuichi estrechó la mano de su jefe.
- ¡Gracias, señor! Me siento abrumado –Su sonrisa se desvaneció-. Naturalmente, la mala noticia es que aún seguimos sin apresar al Ladrón de Novias. –Miró a Natsuki con gesto contrito-. Creía que usted era nuestro objetivo, ladi Kruger. Le ruego que acepte mis excusas ya que definitivamente no es posible pensarla en una empresa criminal tan arriesgada siendo usted una dama.
Sin confiar en su propia voz, Natsuki se limitó a inclinar la cabeza por toda respuesta.
- Sí, por desgracia el Ladrón de Novias sigue en libertad –confirmó Wang. Se volvió hacia Natsuki y le dirigió una mirada absolutamente seria-. No obstante, juro que no toleraré más secuestros. Si el Ladrón de Novias comete el error de actuar de nuevo, me encargaré de que lo ahorquen.
Una verdad increíble se abrió paso poco a poco entre la confusión que experimentaba Natsuki: Wang la dejaba en libertad. Si bien no cabía duda respecto de la advertencia del magistrado en relación con futuros secuestros, era innegable que Wang le había salvado la vida.
Yuichi apoyó una mano en el hombro de Wang a modo de consuelo.
- Así se habla, señor. Atrapará al Ladrón de Novias cuando vuelva a dejarse ver.
Wang y Natsuki intercambiaron una larga mirada. Después, el magistrado dijo:
- No deseamos entretenerla más, excelencia. Nuestros mejores deseos para usted y su esposa.
Natsuki consiguió de algún modo encontrar la voz para decir:
- Gracias
Yuichi abrió la puerta y salió del despacho. Cuando el magistrado hizo además de seguirlo, Natsuki lo detuvo:
- Quisiera hablar un instante con usted, Wang.
Sergay se quedó en el umbral y a continuación volvió a entrar y cerró la puerta. Natsuki contempló al hombre que acababa de salvarla de la horca y dijo simplemente:
- ¿Por qué?
Sergay se recostó contra la puerta y Natsuki se dio cuenta de que de nuevo dirigía la mirada hacia la ventana, por la cual se veía a Nina bajo el majestuoso roble. Miró a Natsuki una vez más y le respondió:
- He tenido una conversación muy instructiva con su hermana
Natsuki se tensó
- Nina no sabe nada de esto
- Sí, lo sé. Pero ahora entiendo por qué usted hacía... lo que hacía. No pudo salvarla a ella, de modo que salvaba a otras. –Cruzó los brazos y sus ojos relampaguearon- Me ha dicho que si ella hubiera tenido la oportunidad de escapar de su matrimonio, la misma libertad que ofrece la Ladrona de Novias, la habría aprovechado sin vacilar. Y se habría ahorrado estos años de infelicidad.
- Y si usted cree que eso no me carcome cada día, está muy equivocado
- Ahora que sé que ella sufrió a manos de ese canalla, eso me va a carcomer a mí, cada día. –Wang apretó los puños a los costados y sus labios formaron una delgada línea-. Hasta esta mañana, creía que casarse con un miembro de la nobleza era lo mejor que podía sucederle a una mujer. Y si dicho matrimonio era arreglado, en fin, el padre se limitaba a hacer lo mejor para ella –Soltó una risa amarga- Pero para lady Nina no fue lo mejor. Ahora lo entiendo, ahora veo que una mujer no debe ser obligada a casarse en contra de su voluntad, ni ser forzada a pasar su vida con un hombre al que aborrece, un hombre que podría maltratarla. No he podido imaginarla a usted ahorcada por salvar a otras mujeres de un destino como ése. En realidad, aplaudo el autodominio que demostró no habiendo matado a ese bastardo de Sakamoto. Yo no puedo decir que hubiera tenido un autocontrol semejante al suyo.
Sergay respiró hondo y prosiguió:
- Poco a poco irá disminuyendo el interés por el Ladrón de Novias cuando se deje de hablar de él. Dentro de unos meses, comunicaré al Times que en vista de que no se ha denunciado ningún secuestro más, me veo obligado a suponer que ha abandonado sus actividades delictivas. Y en ese momento también animaré a la Brigada a que se disuelva y devuelva los fondos de la recompensa a los hombres que los han aportado.
Señaló la máscara que Natsuki aún aferraba.
- Queme eso. Y ocúpese de que yo nunca más vuelva a oír hablar del Ladrón de Novias. Pero si decide continuar ayudando a las mujeres por medios legales, puede contar conmigo para lo que pueda servirle.
Natsuki se guardó en el bolsillo la máscara de seda.
- Considere desaparecido al Ladrón de Novias. En efecto, pienso continuar ayudando a esas mujeres por medios legales, pero aún no he perfilado todos los detalles. Cuando los tenga, se lo comunicaré.
Aspiró hondo. En su mente veía ya su futuro, y el de Shizuru, extendido ante ella como un festín.
- No sé como darle las gracias... –De pronto se detuvo. En realidad, sí sabía cómo- Dígame, Wang... ¿usted siente algo por mi hermana?
El magistrado se ruborizó
- Lady Nina es una dama encantadora y...
- No nos andemos con rodeos. Deme una respuesta sincera. ¿Siente algo por ella?
Wang apretó los labios
- Sí –admitió
- ¿La ama?
Natsuki observó cómo Sergay hacía esfuerzos por decir algo, hasta que por fin afirmó bruscamente con la cabeza.
- Pero no tiene que preocuparse de que vaya a intentar nada a ese respecto –dijo con un hilo de voz-. Soy consciente de que no soy un candidato adecuado para una dama como su hermana.
Natsuki se acercó al juez
- Una dama como mi hermana se merece a un hombre que la ame, un hombre al que ella ame a su vez. No es eso lo que tuvo con su noble esposo. Por lo tanto, yo diría que ya es hora de que tenga a un hombre verdaderamente noble –Le tendió la mano-. Tiene usted mi bendición.
Wang titubeó y a continuación se la estrechó con fuerza.
- Jamás pensé que... No imaginaba que... –Una expresión de asombro se extendió por su rostro-. Ella es todo lo que he deseado siempre.
A Natsuki le vino a la cabeza una imagen de Shizuru
- Sé exactamente lo que quiere decir.

Natsuki se detuvo en la puerta de la iglesia y observó cómo Sergay Wang se acercaba a Nina. Satisfecha de haber asegurado la felicidad de su hermana, fue a buscar la suya. Y la encontró de pie entre su madre y sus hermanas, que parloteaban sin cesar a su alrededor. Sin embargo, Shizuru estaba mirando a Sergay Wang. Como si hubiera intuído la mirada de Natsuki, de pronto se volvió hacia la puerta de la iglesia y clavó sus ojos en ella.
Al momento se desembarazó de su familia y se dirigió a Natsuki con aquel paso decidido que Natsuki  adoraba. La aguardó y cuando llegó a su lado la atrajo al interior y le explicó a toda prisa lo sucedido. Al terminar, en los ojos de Shizuru brillaban las lágrimas.
- Nos ha dejado libres... –musitó, casi sin poder creérselo
- Así es.
Resbaló por su mejilla una lágrima que dejó un rastro plateado.
- Me sentí morir cuando entraste con ellos en la iglesia. Creí que se disponían a detenerte.
- Debo reconocer que yo también pasé un mal rato. –Le tomó la cara entre las manos y le limpió una lágrima con el pulgar-. La idea de perderte antes de que tuviéramos la oportunidad de disfrutar nuestro matrimonio me produjo un dolor indescriptible.
- Yo deseaba venir aquí y escuchar detrás de la puerta, pero mi madre y mis hermanas me habrían seguido igual que una jauría de perros.
Toda la tensión y todo su miedo por el futuro de ambas se disiparon como una nube de vapor. Natsuki le deslizó las manos por los brazos, enlazó sus dedos con los de ella y se acercó más:
- Debo decirte que escuchar detrás de las puertas es algo totalmente impropio de una condesa –le dijo.
- Ya te advertí de que iba a ser una condesa horrible.
- En absoluto. Eres maravillosa. Milagrosa –Sonrió mirándola a sus bellos ojos-. Hay muchas palabras como m para describirte.
- Y tú eres sencillamente magnífica –Un vivo sonrojo tiñó sus mejillas y dejó escapar un suspiro soñador.
Natsuki emitió un sonido medio carcajada y medio gemido de deseo.
- Gracias. Y ahora, sugiero que nos vayamos. Nuestro barco zarpa al anochecer.
Los ojos de Shizuru se iluminaron.
- ¿A dónde vamos?
- A Italia, Roma, Florencia, Venecia, Nápoles... y todas las ciudades que hay en medio. Visitaremos las ruinas de Pompeya, pasearemos por el Coliseo, recorreremos los Uffizi, contemplaremos las obras de Bernini y Miguel Ángel, nadaremos en las cálidas aguas del Adriático... –Le apretó suavemente las manos-. Después regresaremos a Inglaterra y haremos planes para nuestra próxima aventura.
Natsuki le dedicó una sonrisa que la deslumbró y cautivó.
- Eso suena... mágico
- Ciertamente. Y ya sabes que, por supuesto, hay una palabra más con m para describirte a ti.
- ¿Cuál es?
Natsuki se llevó su mano a los labios y le dio un ferviente beso en los dedos.
- Mía –susurró-. Para siempre. Mía. Mía. Mía.

FIN

17 comentarios:

S.E.P dijo...

Muy buen fic *.*

Anónimo dijo...

Me encanto el final ^^ muy bonita historia, gracias por dárnosla a conocer, enserio te quedo super, cuídate y espero sigas así!

Anónimo dijo...

sinff...sniff...un final definitivamente conmovedor hasta las lagrimas!!esta historia fue una de las mejores que lei y te agradezco enormemente que nos haya dado la oportunidad de leerla.Te felicito por la culminacion de este proyecto y como una fan tuya (desde siempre)esperare que nos deleites con mas.te mando un beso y un abrazo enorme.

Sayuri

Anónimo dijo...

extremadamente largo XD pero bueno alfin lei el final

Unknown dijo...

Sergay perdoname. Dude de tu nobleza y razocinio. Pero errar es de humanos.

Felicidades a la pareja recien casada. Se le desea lo mejor. En hora buena.

Gracias, gracias, gracias. La historia ya la conocia pero versión chikane X Himeko. Y consegui el libro cuando se detuvo. Pero a la primera pagina senti ese desazon no por mala onda si no que uno se acostumbra. Pero mil y un millon de GRACIAS!!!!!!

Anónimo dijo...

Casi me matas de un infarto pero buen fic xD

Anónimo dijo...

Y un epílogo de la luna de miel?¿?¿?¿¿?¿?
T.T no me puedo creer que se halla acabao jopetas... D:

Anónimo dijo...

Me encanto! Pero me quede con ganas de más u.u Un epílogo suena muy bien! :P

Shizuma94 dijo...

Me encantoO!!!!
no puedo creer que ya haa terminado
fue un EXCELENTE fic
de los mejores que he leido

PD: estoy de acuerdo en que deberias sacar un epilogo de la luna de miel ;D

tom-ash ketchum dijo...

Muchas gracias por esta historia, este mes me la he pasado leyendo este fic.
Emociones mezcladas que senti.
alegria, tristeza, desesperacion y angustia

Anónimo dijo...

un hermoso final definitivamente quede satifecha tal y como lo esperava ;D lastimosamente ya se acavo el el fic y quedo en total tristeza aunque..... mmmm yo tambien me uno a la causa de un epilogo de luna de miel jujuju no estaria mal ;D naaa gracias por deleitarnos con este hermoso fic GRAN KAON SAMA!!!!! ;)

Anónimo dijo...

Awww Kaon-sama t amo :33! Esta historia es una d mis favoritas ^^!! Espero subas mas n.n

Anónimo dijo...

en donde esta el capitulo 23? :o

Anónimo dijo...

No hay capitulo 23, solo fue un error de dedo el final era el 23.. y por favor epilogo...

Kaon dijo...

Cierto, ya lo cambie, son solo 23 capítulos ^^

Alexsa dijo...

Wajajaja casi me paralizo, estuvo genial el fic Gracias!!! :D

Unknown dijo...

*O* kawaiiiii xDD en la iglesia cuando shiz no llegaba y luego fue a hablar con nat estaba q me comia las uñas ahahaha pero cuando encontraron la mascara dije fuck ...pero nat debe tener algo pensadooo aaa casi me da un infartooo haha un fic megafabulosoooo un epilogo le quedaria fantastico <3 muchas felicidades en verdad el fic estuvo maravilloso

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