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Actualizaciones 15/Julio

viernes, 24 de agosto de 2012

viernes, 24 de agosto de 2012

Cap. 10 de "El final es solo el comienzo" de Nich 'ya

CAPÍTULO X: WARUTSU

(VALS)



ACTO I: Propuesta y extorsión 



Escena 1


 El timbre que indicaba el término de la clase acababa de sonar. Natsuki finalizaba unos apuntes en su cuaderno cuando esa, como ella la denominaba, infernal música empezó a sonar…

Otra vez.

Ese odioso vals titilando en sus oídos repetidamente…Una y otra vez. Natsuki terminó sus apuntes y cerró su cuaderno. Guardó todo en su maletín y sólo suspiró, exhausta o aburrida… En este momento ya le daba igual. Todos a su alrededor parecían emocionados, algunos por la música, otros porque era la hora de la comida, otros porque la clase de matemáticas había terminado, otros porque era viernes. Natsuki sólo suspiraba emocionalmente derrotada, mientras observaba con ligero desdén los jardines de la escuela, a través de la ventana, permitiendo que ese cadencioso ‘ta-rán, ta-rán’ se colara en su sistema.

La mayoría de las chicas de la clase se reunió alrededor del lugar donde Shizuru se hallaba sentada. Natsuki ignoró el espectáculo una vez más, pues éste se venía repitiendo desde hace unas semanas, así que podría decirse que la morena banshee ya estaba acostumbrada.

Tanto revuelo, tanto bullicio, tanto hostigamiento hacia la Presidenta Estudiantil se debía al mismo motivo que originaba que esas notas musicales flotaran tan alegremente por los pasillos de la escuela cada día desde hace casi un mes: El Baile de Máscaras.

Y el acoso hacia Shizuru se debía a lo siguiente: Cada vez que esas melodías de origen austríaco resonaban en la infraestructura escolar significaba que los alumnos que quisieran podían dirigirse al gimnasio y practicar el referido baile, tuvieran o no pareja. Los alumnos más populares ya se hallaban emparejados y gran cantidad del alumnado sólo iba al gimnasio a observar a sus apuestos y gráciles ídolos. Todo el mundo intentaba convencer a Shizuru para que se dirigiera al gimnasio… Quizá tuvieran la dicha de verla bailar, quizá algún apuesto muchacho aprovecharía y le pediría ser su pareja… O quizá, Kuga-san finalmente despertaría de su atontamiento y haría lo que todo el mundo quería que hiciera… Invitar a Shizuru al baile.

Pero como bien lo notaban las fanáticas del dúo, ni una cosa ni la otra sucedería aquel día, nuevamente. Así que amablemente dejaron a la Presidenta tranquila, mientras Natsuki se ponía de pie con maletín en mano y se dirigía hacia ella.

- ¿Tienes hambre? – Preguntaba algo distrída Natsuki, mientras sus oídos poco a poco de dejaban adormecer con el ir y venir de otro vals.

- ¿No piensas ir a practicar el baile? – Se aventuró Shizuru, emprendiendo camino.

- Por favor, esas cosas no son mi estilo. – Contestó la banshee, siguiendo el recorrido que Shizuru había iniciado.

- ¿Bailar? ¿Ir a bailes? ¿Practicar en público?

- Todo.

- Oh, ¿entonces Natsuki no irá al baile?

- Dime una razón por la que debería.

- Veamos… - Suspiró calmada Shizuru, mientras ordenaba sus pensamientos. – Es un baile tradicional de la escuela. Cada año el Consejo Estudiantil organiza este evento para recibir con alegría y música a la primavera. Escogemos un tema distinto cada año, y los alumnos están permitidos de traer invitados de otras escuelas. Es un símbolo de fraternidad.

- Eso no me alienta en lo absoluto… - Confesó sincera Natsuki.

- Yo tuve la idea del baile de este año. Sería genial que te aparecieras esa noche. Sería una muestra de tu aprecio hacia mi persona, y de apoyo a mi esfuerzo. – Comentó coqueta con una sonrisa, mientras cerraba la puerta de la Sala del Consejo Estudiantil, en donde almorzaban cada día.

Natsuki sintió su cuerpo desplomarse y su sangre enfriarse, todo al mismo tiempo. ¿Aprecio? ¿Apoyo? Diablos, esos eran buenos motivos. La morena se sentó con forzada calma, mientras cogía los palillos que le esperaban en la mesa.

- Lo pensaré. Por ti. – Dijo a secas, empezando a comer.

Por supuesto, el sonrojo incesante, la dificultad para hablar, y la mirada esquiva fueron señales que no pasaron desapercibidas por cierta castaña, que sonreía triunfante y divertida. Shizuru pensó en ese momento que no había nada mejor que hacer sonrojar a Natsuki.



Escena 2 


Natsuki era de esos seres que en su forma humana podía comer hasta más allá de la saciedad. De metabolismo eficiente y estómago sin fondo, Natsuki podía comer y comer… Y seguir comiendo, y parecía nunca estar satisfecha. Aunque incluso con esas características y súper poderes, no era rival para Mikoto en el campo de la glotonería. Shizuru, que a estas alturas del juego conocía en algo a la morena sabía de este detalle, y por ello, siempre había comida de sobra esperando por ellas en la Sala del Consejo Estudiantil. Pero este día en particular, le trajo la sorpresa de una Natsuki inapetente. Quizá la conversación de hace unos momentos realmente había incomodado a su compañera de habitación. No importaba cuán divertido hubiera sido hacer sonrojar a la morena, Shizuru empezaba a sentir culpa por haber causado tal abstracción y aparentemente ansiedad.

- Si voy, no me obligarás a bailar ni nada, ¿verdad? – Cuestionó Natsuki, mientras dejaba a un lado los palillos, dispuesta a dejar de jugar con la comida.

- Si tanto te preocupa bailar, por supuesto que no. Me gustaría que asistas y te diviertas, habrá buena comida, nuestros compañeros estarán ahí, pero nadie te forzará a nada. Mira, Natsuki, de verdad me gustaría verte allí, pero no te forzaré a nada, ¿está bien? Olvida lo que dije cuando llegamos aquí. Sólo haz lo que tu corazón te dicte.

Shizuru se levantó de su silla, y apoyándose en la mesa que compartía con Natsuki, se acercó lo suficiente a la morena para darle un beso en la mejilla. Al alejarse le dedicó una suave sonrisa, que Natsuki jamás había visto. Shizuru cogió su maletín y salió de la Sala, en parte porque se sentía ligeramente avergonzada por lo que acababa de hacer. En parte porque pensó que sería bueno darle algo de privacidad a Natsuki. Después de todo el baile estaba a la vuelta de la esquina…

Natsuki sólo se quedó sentada, intentó concentrarse en lo que podía… Palabras, eventos, propuestas, futuros acontecimientos, bailes, canciones, besos…

Sí, el sonrojo no pasó desapercibido a una inquieta Mai, que se aparecía en la misma silla en la que Shizuru había estado sentada.

- ¿Has cogido alguna enfermedad?

- ¿C-cómo?

- Traes la cara toda roja… Pareces afiebrada o atontada…

- Oh… - Respondió apenas la banshee, tocándose el rostro.

- ¿Segura que te sientes bien? – Preguntó Mai con recelo.

- Sí, sí. Sólo pensaba en algunas cosas.

- Y… ¿Por pensar mucho estás a punto de explotar? – Bromeó Mai, desapareciendo momentáneamente al ver que un libro volaba en dirección directa a su rostro.

- Idiota… - Murmuraba Natsuki, sintiendo como su sonrojo empezaba a desvanecerse.

- Ya, ya… Disculpa mi genialidad humorística. – Reaparecía Mai a espaldas de Natsuki, quien permanecía sentada.

- ¿Por qué siempre debes aportarme dolor, angustia y/o molestia? – Espetaba con amargura y algo de gracia la banshee, mientras cubría su rostro con sus manos.

- Porque somos amigas. ¿No has descubierto las corrientes modernas de la teoría de la amistad?

- Voy a estrangularte si sigues diciendo tantas tonterías. – Amenazaba la atribulada banshee, entre risas, claro.

- Los mejores amigos, hoy en día, se burlan entre sí. Se hacen bromas pesadas, se llaman nombres tontos, hasta se golpean.

- Veo que apoyas mi moción de estrangularte…

- Hey, sólo te digo lo que veo por internet y la televisión.

- Ja, ja, ja, ja… Shizuru y yo no somos así. – Defendía Natsuki, mientras contenía sus risas al imaginar a Mai espiando a algunos jóvenes acceder a la web world wide.

- Eso es porque Fujino-sama y tú no son simples amigas… - Soltaba al aire Mai, con un dejo de empatía de alguien que lleva un tiempo intentando no decir en voz alta una verdad que su amiga no quería saber.

- No vayamos por ese lado. – Advertía con delicadeza la mujer de ojos verdes.

- No voy a ningún lado, Natsuki-chan. Sólo que bueno, hay cosas que ya no se puede o se debe ignorar. Te estás involucrando mucho con Fujino-sama. Quizá si habláramos sobre esto con, ya sabes, la jefa, te encuentre un reemplazo y…

- ¡¿Qué?!

- Piénsalo. Estás muy involucrada.

- Estás exagerando las cosas. No hay necesidad de nada. Además, Midori sería la encargada de ‘reportarme’ si hubiera hecho algo malo.

- Midori-chan es una romántica empedernida.

- Oh, no, no seguiremos hablando de estas cosas.

- Lo haremos porque es lo mejor.

- ¿De qué estás hablando?

- Te estás involucrando. Eso puede llegar a obstruir tu juicio, tus sentidos, tus propios poderes, te puede convertir en un ser impulsivo e impertinente.

- ¿Estoy yendo en contra de las reglas?

- No las nuestras.

- Entonces no importa.

- ¿Así que estás admitiendo tus sentimientos?

- No. Te estoy diciendo que no hay necesidad de hablar de esto, porque no es nada importante o arriesgado o lo que sea.

- Estás enamorándote de Fujino-sama.

- ¡Cállate!

- ¡Admítelo!

- ¡He dicho que te calles! – Explotó Natsuki, mientras se ponía de pie y azotaba sus puños contra la mesa.

- ¡No! Y déjame recordarte que esto es para lo que de verdad son las amigas, para decirse las verdades, aunque no nos gusten. No quería verme obligada a hacer esto, pero si en los próximos días no admites lo obvio, tendré que hablar con la propia Muerte y contarle sobre este asunto.

- ¿Qué? ¡Vaya amiga! ¿Piensa delatarme?

- No quisiera, pero si no me dejas otra opción, tendré que hacerlo. Y puedes apostar las existencias de todos los seres del universo que ella estará de acuerdo conmigo y te reemplazará.

- Lárgate.

- Sabes que tengo razón. Y también sabes que aunque cursi y trillado, la verdad te libera. Sólo admite las cosas, dale algo de paz a tu alma y verás que todo estará bien.

- Vete. – Fueron las palabras finales de Natsuki, antes de golpear la puerta de la Sala del Consejo Estudiantil al salir por ella.

Chantaje. Era burdo chantaje, y Mai lo sabía. O más bien extorsión, si aplicaba la terminología jurídica adecuada. La pelirroja se quedó sentada en una silla pensando. Sí, no era la forma adecuada. Sí, probablemente Natsuki la odiaría. Sí, quizá en parte no era asunto suyo. Pero con alguien tan terca y cerrada como Natsuki, a veces los caminos más difíciles e incorrectos, eran los correctos.


ACTO II: Las rivales


Escena 1



La furia recorría las venas de la banshee. ¿Qué se había creído Mai? Amenazarla de esa manera sobre un asunto que no era de su incumbencia. Habrase visto… Pelirroja impertinente… Amenazarla con delatarla. Amenazarla con alejarla de Shizuru…

Natsuki sobre paró en el pasillo pensando durante brevísimos segundos…

Tic-toc… Tic-toc.

Pelirroja astuta… Tuvo que reconocer Natsuki. Toda la charla, toda la amenaza, sólo había servido para que la morena ahondara más en lo que sentía y lo que le aterraba. Alejarse de Shizuru. Natsuki suspiró. El hecho de no decir las cosas en voz alta, no significaba que no existieran o que no fueran verdad.

Y sin embargo, aquí estaba ella, en medio de una escuela llena de adolescentes, escuchando aún las notas de un vals (esta vez francés), pensando en lo mucho que le aterraba admitir sus sentimientos. Parecía tan sencillo, entonces, ¿por qué le era tan difícil?

A veces las revelaciones llegan como la inspiración… De golpe.

Fragilidad. Natsuki odiaba esa palabra. Odiaba todo lo que se asociaba con ella, todo lo que involucraba y representaba. Para Natsuki, ser frágil significaba ser débil. Y los dioses sabían que Kuga Natsuki no era alguien a quien le gustase sentirse débil. Y los sentimientos… Oh, los jodidos sentimientos siempre traían estas consecuencias… Dependencia, fragilidad, debilidad, rendición. Y miedo. Mucho miedo.

Miedo a ser débil. Miedo a decepcionar. Miedo a perder.

Mai mintió. Natsuki no se sentía mejor o liberada. Quizás sólo más acongojada. Esto del amor era ciertamente un dolor de cabeza para el que la banshee no estaba preparada. Pero antes de dejar que todo se asentara por completo en su interior, Natsuki se vio caminando hacia su aula, alentada no tanto por el horario escolar, como por los murmullos y grititos que provenían de dicho lugar.

- Pero qué diablos… - Fueron las palabras que escaparon de los labios de la banshee.

Una multitud estaba en su aula, con alumnas de todo grado, de diferentes grupos. Aparentemente sea lo que sea que sucedía en el lugar era un espectáculo imperdible. Natsuki se abrió paso entre las emocionadas jovencitas, quienes perdían aún más el control al verla pasar entre la multitud. Al llegar al centro de tanta atención, Natsuki entendió el porqué de todo ese revuelo. Tomoe estaba sentada en el pupitre de Shizuru, sonriéndole socarronamente, con ese aire de sinvergüencería que a muchas encantaba, pero que a Natsuki desquiciaba.

Esa arrogante muchachita estaba hablando con Shizuru, su Shizuru. Bueno, quizá no era suya, pero ya que nadie podía escuchar sus pensamientos, Natsuki razonó que a la dueña del nombre no le molestaría que empleara adjetivos posesivos. Volviendo al punto, esa altanera muchachita estaba hablando con Shizuru, y bromeando y riendo y le coqueteaba tan descaradamente que era doloroso verlo.

Natsuki traía el ceño fruncido y el orgullo herido. Y oh, no había peor combinación para esta Kuga. Y esta Kuga en cuestión no estaba dispuesta a soportar que otro depredador invadiera lo que ella consideraba su territorio.

- Deberías regresar a tu clase, Marguerite. – Anunció con cero emoción Natsuki.

- Oh, pero miren lo que me trajo el gato, si es la salvaje Kuga…

- ¿Salvaje dices? Si con eso te refieres a que puedo patear tu trasero, pues no podrías estar más en lo cierto.

Las expresiones de sorpresa no se hicieron esperar. Sí, Natsuki tenía fama de ser la típica chica indomable y de fuerte temperamento. Sí, Tomoe, por otro lado, tenía un prestigio bien ganado de rompecorazones. Sí, de más está decir que se llevaban como perros y gatos. Y sí, sobraba explicar que ante los ojos de la escuela en general (maestros incluídos) cualquiera de ellas se vería genial del brazo de Shizuru en el Baile de Máscaras. Lo que no se esperaban o sabían es que una pelea, de extensión física pudiera darse entre estas dos favoritas del público.

Shizuru, totalmente consciente de la tensión y algo que podría denominarse como odio, entre esas dos, rápidamente se puso de pie, colocándose entre ambas.

- Ara, ara… Creo que los ánimos se han exasperado ligeramente. – Dijo con calma, colocando su mano derecha en el pecho de Natsuki, y la izquierda en el hombro de Tomoe.

- Pero si es ella quien siempre quiere sacarme del aula, Fujino-sama.

- Yo sólo intento reforzar tu educación enviándote a tus clases a tiempo, pues veo que te hacen falta. – Se burló con aire de superioridad Natsuki.

- Esto es suficiente. – Habló serena la Presidenta. – Si tus asuntos por aquí han terminado, Marguerite-san, lo mejor es que regreses a tu aula.

- Oh, pero si recién estaban comenzando… - Sonrió desplegando encanto.

- ¿En serio? – Correspondió al coqueteo Shizuru, cosa que Natsuki no esperaba.

- En serio. Yo vine este día, porque quería invitarte al baile, Fujino-sama. – Anunció con gallardía Tomoe, mientras hacía aparecer de la nada una bonita orquídea.

Las expresiones de asombro y fanatismo no se hicieron esperar. Expresiones que se convirtieron en la banda sonora del momento de mayor valentía y/o estupidez de una tal Kuga Natsuki...

- ¿No preferirías ir conmigo? – Preguntó en voz alta, clara y hasta seductora, la morena.

- ¿C-cómo? – Era la primera vez en la historia que alguien escuchaba tartamudear a Fujino Shizuru.

- Me gustaría llevarte al baile. – Dijo Natsuki, intentando no perder la calma por completo al darse cuenta de lo que estaba haciendo.

Esa sonrisa suave apareció en los labios de Shizuru. Una sonrisa que mostraba lo complacida que se sentía con el pedido de Natsuki. Y cuando estaba a punto de contestar, hubo una pequeña interrupción.

- Oh, Kuga, ¿por qué no te vas a dar un paseo? Estás arruinándome el momento… - Sugirió Tomoe, con cara de pocos amigos.

- Quizá eres tú quien me arruina el mío. – Desafió Natsuki.

Sinceramente divertida por la ocasión, Shizuru decidió que era un buen momento para poner a prueba los afectos de ambas muchachas.

- Señoritas, señoritas, no nos alteremos otra vez. – Intentaba calmar Shizuru. – Siendo esta una ocasión tan especial, por ser yo tan afortunada de tener a dos hermosas jóvenes pidiéndome que las acompañe al baile, lo mejor será una justa.

- ¿Una justa? – Preguntaron al unísono las aparentemente futuras combatientes.

- Sí, un duelo. Una competencia. – Una vez captada la atención de las contrincantes, así como la del aula entera, Shizuru prosiguió. – Siendo este un baile de máscaras y no queriendo que recurran a golpes o armas, iré al baile con aquella de ustedes que me traiga la máscara más hermosa para usar esa noche. Tienen plazo hasta antes que comience el baile y yo estaré esperando.

Murmullos y especulaciones acompañaban el intercambio de miradas entre Natsuki y Tomoe. Finalmente un apretón de manos acordaba el desafío.

- Acepto. – Dijeron la banshee y la drow, con una sola voz…



Escena 2



Quizá esto del amor sí era altamente perjudicial. Probablemente sí la estaba volviendo más impulsiva de lo normal, porque ciertamente en esta ocasión, Natsuki no tenía idea de cómo iba a conseguir lo que tenía que conseguir.

Además de eso, estaba el pequeño detalle de la subjetividad. Shizuru había dicho que escogería a quien le llevara la máscara de baile más hermosa… ¿Pero qué sería hermoso a los ojos de la Presidenta?

Lidiar con este tipo de estrés no era lo soñado, pero la idea de que Tomoe se saliera con la suya y fuera quien llevara del brazo a Shizuru, era ciertamente un pensamiento que enfermaba a la banshee. Ser capaz de quitarle esa sonrisita estúpida de la cara… Oh, era algo realmente atrayente, aunque no era el motor que impulsaba su cruzada. Shizuru lo era. De una u otra manera siempre lo había sido.

Ah, pero esas no eran sus únicas tribulaciones. Estaba además este asunto con Mai. La pelirroja tenía un punto a su favor. Eran amigas y las amigas debían ser capaces de confiar unas en otras. Vale, su compañera la había cogido en un mal momento, o sea, la había cogido en frío, y así cualquier momento era malo. Pero Natsuki sabía que las intenciones de su amiga eran buenas. Y ahora era un buen momento para disculparse.


♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠ 


Las noches en Edimburgo eran frías y algo lúgubres. Pero rayos, las noches en Greyfriars eran por demás espeluznantes. Natsuki jamás entendería porqué a veces Mai disfrutaba rondar por lugares que los humanos denominaban embrujados. Aunque si lo pensaba durante unos momentos, su temor era auténticamente irracional. Durante todo este tiempo como banshee, la morena había visto cosas de todo tipo y calibre, realidades y planos que desquiciarían a muchos y encantarían a otros, pero eso no quitaba que los murmullos de los espíritus atrapados en esta realidad le pusieran la piel de gallina.

Escocia era fuente de mitos y leyendas, y Edimburgo rebosaba en fantasmas. Natsuki caminaba en completa calma (¡Ja!) a través de las tumbas de Greyfriars. Las hojas secas crujían bajo sus Converse. Luego de un par de pasos, se vio vestida con su atuendo banshee, mientras la empuñadura de Alba titilaba cálidamente, colgada en su espalda. Con las manos en los bolsillos, la morena siguió caminando, adentrándose en corredores, admirando estatuas y viejos mausoleos. Los ojos verdes del guardián de Shizuru penetraban la oscuridad, revelando su naturaleza a los desafortunados espíritus que la observaban algo curiosos. Mujeres, hombres, niños, que alguna vez disfrutaron de la vida y que ahora vagaban en tierra consagrada, la miraban atentos sin acercarse.

Finalmente observó a Mai, sentada en la cima de un enorme mausoleo, observando con total serenidad las estrellas plasmadas en el cielo escocés.

- Durante unos segundos te confundí con una gárgola. – Intentó bromear Natsuki, para aligerar el ambiente.

- Al menos sería una gárgola sexy. – Contestó sonriendo la pelirroja, sin bajar la mirada.

- ¿Puedo subir?

- Claro, no hay cuota de ingreso. – Dijo Mai, palpando su mano en la superficie en la que se hallaba sentada, invitando a la morena a sentarse.

- ¿Por qué te gustan los cementerios? – Preguntó genuinamente curiosa Natsuki.

- No estoy muy segura… Cualquiera podría decirte que es porque son lugares calmados y silenciosos, pero para nosotras, que vemos y escuchamos cosas que los demás no, pues esa respuesta sería algo patética.

- ¿Entonces?

- Lo ignoro. Sólo sé que me siento a gusto, aunque Georgie no me lo pone fácil aquí.

- ¿Georgie?

- El Sangriento Mackenzie.

- Ah… Ese imbécil.

- Uno creería que luego de cientos de años dejaría de molestar, pero el muchacho es la terquedad fantasmagórica.

- Sí, ahí lo veo. Siempre luce tan enojado. Creo que le molesta no poder acercarse a ti.

- Una pena… - Ironizó Mai, mientras sacaba la lengua, mofándose del fantasma que las observaba con cara de pocos amigos.

- El problema es suyo por creer que este lugar le pertenece.

- Así son los fantasmas. Bueno, algunos.

- La terquedad es una realidad para muchos seres…

- ¿Lo dices por experiencia propia? – Bromeó la pelirroja, con ojos pícaros.

- Vale, lo admito. Soy terca, orgullosa y tenías razón en todo lo que dijiste hace unas horas.

- Oh, esto suena bien…

- Mira, mis sentimientos son asunto mío. No voy a decir nada en voz alta, pero quería pedirte disculpas por la manera en que reaccioné.

- Hey, sin resentimientos por mi parte, Natsuki-chan. Lo importante era que te sinceraras contigo misma.

- ¿Entonces tampoco le dirás nada a la jefa?

- Nah. Te dejaré en paz, mientras cumplas con tus deberes.

- Eso me suena muy bien.

- ¿Dejaste a Mikoto vigilando a Fujino-sama?

- Sí, pero igual Shizuru ya estaba durmiendo cuando vine hasta aquí.

Natsuki observaba los alrededores algo más tranquila ahora; olvidando durante unos momentos dónde estaba, quienes la rodeaban y qué se suponía que debía estar buscando en ese preciso momento. Mai la observaba con mirada cuestionadora, preguntándose qué retenía a la morena a su lado, cuando antes siempre mostraba apremio por irse al lado de Shizuru, y más aún, por alejarse de los cementerios.

- Ok, escúpelo.

- ¿Uhm?

- ¿Qué te traes? ¿Qué tienes? ¿Qué pasa?

- N-nada.

- Eres terrible mintiendo.

- N-no estoy mintiendo.

- Contaré hasta 3 y si no me dices, no te ayudaré. 1… 2… Y…

- Vale, vale. Tengo que buscar algo… Extorsionadora.

- ¿Buscar algo?

- Una máscara.

- Pensé que no querías ir al baile.

- Es una larga historia…


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Mai caminaba alegre en el alto pasto del Bosque Infinito, sin lugar a dudas uno de los lugares más encantadores del mundo. El fresco aroma de los árboles bailaba alrededor gracias al cálido viento de medianoche. Natsuki, algo más nefasta por su tarea pendiente, seguía el rastro que dejaba Mai entre la hierba. Las dos banshees habían recorrido algunas tiendas mágicas, dirigidas en su mayoría por brujas, pero no habían encontrado algo que llamase su atención. Cuando Natsuki quería, podía ser insoportablemente exigente.

- Mira, es ahí. – Señaló Mai una pequeña tienda adornada con brillantes lucecitas.

- Es la única tienda que tiene un cartel indicando el nombre del negocio. Eso ya es un buen comienzo, creo. – Sonreía esperanzada, la morena.

- “El Hechizo del Fantasma” es una de las tiendas más famosas de estos lares. Encuentras cosas poco comunes hasta para seres como nosotras. La última vez que buscábamos un regalo para Shizuru, estabas tan ofuscada que te negaste a entrar y preguntar si quiera, pero creo que en esta ocasión puede haber mejor suerte.

- Está bien, veamos qué encontramos.

Una alegre campanilla recibió a las banshees, indicándoles a las dependientas del lugar que tenían clientes. El interior de la tienda se encontraba tapizado con fino terciopelo de un tono magenta oscuro; las mismas lucecitas, que adornaban el exterior de la tienda, colgaban de las paredes, asemejando pequeñas estrellas. Las vitrinas que contenían la mercadería que la tienda ofrecía, mostraba toda variedad de artículos, algunos tan brillantes y conocidos, como otros oscuros y misteriosos…

- ¡Bienvenidas al Hechizo del Fantasma! ¡Mi nombre es Arika y encantada les ayudaré en lo que pueda!

El entusiasmo de la pequeña vendedora se reflejaba en su amplia sonrisa y sus brillantes ojos azules. Entusiasmo que era avasallador y sobrecogedor... Y si era sinceras ambas banshees, ligeramente molesto.

- Bienvenidas. – Saludaba con una reverencia otra joven, de oscuro cabello y ojos color miel.

- H-hola. – Respondía Mai, algo confundida por el contraste de los saludos y expresiones de las dos vendedoras.

- Sí, ehm… Me preguntaba si tenían máscaras, como para un baile… - Solicitaba Natsuki, mirando a ambas jóvenes, sin decidirse en cual dejar su mirada, si en quien había saludado primero o la que parecía más centrada.

- Por supuesto. – Respondía solícita y educada la joven de mirada fría. – Esperen un momento por favor. – Pedía, mientras se daba media vuelta, para buscar el artículo solicitado.

- ¡Voy contigo! – Anunciaba sin reparos la pelirroja bulliciosa.

- Las ninfas son todo un caso… - Murmuraba sarcástica Mai.

- Me agrada la que no sonríe. – Comentaba Natsuki, mientras observaba el resto de la tienda.

- Sorprendente. – Dijo sin sorpresa en su voz la otra banshee.

Luego de unos minutos, ambas muchachas salieron con varios estuches, que portaban distintas máscaras, de todo material, color y ornamenta. Natsuki aún no se decidía.

- No es tan difícil… - Hablaba Mai, cansada de la mirada indecisa en su compañera.

- No estoy de acuerdo.

- Mira, ya que andamos por aquí, también puedes escoger una para ti. Haz que combinen; así, en caso de que te elija, se verán bien juntas.

- ¿En caso de que me elija? Dioses, tanta confianza en mí es realmente alentadora…

- No comas ansias, que si te doy por ganadora desde ahora, atraeré la mala suerte.

- Bien, bien… Algo que combine, ¿entonces? – Dijo, mirando a ambas ninfas.

- Tenemos un par que se vende junto, pero tendremos que consultarlo con la dueña de la tienda. Es mercancía muy valiosa. – Explicó breve una de las ninfas.

- ¡Oh, Nina! ¿Te refieres a…? – Saltó en su sitio, Arika.

- Sí. Ahora sígueme. Un momento, por favor. – Habló la recién nombrada, luego de lo cual se dirigió a la parte trasera de la tienda, seguida de cerca por una entusiasmada Arika.

- Hasta ahora no había pensado en el precio… - Murmuró algo preocupada Natsuki.

- Bueno… En este tipo de tiendas el precio varía… Pueden pedirte dinero, moneda elfa, joyas, sentimientos, otros objetos, hasta rocas. Depende de la prenda, supongo… Así que tranquila, veremos qué piden.

- No tengo ninguna de esas cosas, ¿Cómo…? – Susurraba algo molesta Natsuki cuando vio interrumpida su preocupación por las jóvenes ninfas que regresaban.

- ¡He aquí…! – Anunciaba con pompa Arika. - ¡Shhh…! – Silenciaba con molestia Nina.

Ninguna de las dos jóvenes traía nada en sus manos, sino que servían de cortejo a una tercera mujer, que al parecer era quien llevaba las máscaras. La tercera joven, de aspecto más adulto que las otras dos, portaba en sus manos un bello estuche forrado en suave tela negra, que parecía perfumada con jazmines. Al notar el rostro de las posibles compradoras, la muchacha sonrío sincera.

- Kuga-san. Es un enorme placer volver a verla. – Saludó amablemente la tercera ninfa.

- ¿Akane, cierto? – Preguntó dudosa Natsuki, entrecerrando los ojos, en un intento de recordar con perfección el nombre de la ninfa de cabello castaño.

- Veo que aún me recuerdas.

- ¿Se conocen? – Preguntó confundida Mai, quien reflejaba las expresiones confusas de Arika y Nina.

- Kuga-san me salvó de un futuro adverso. Le debo mi libertad y seguramente mi vida también.

- ¿Tú qué? – Miró con escepticismo Mai, a su compañera.

- Ella fue quien me liberó – Dijo Akane, mirando a sus dos dependientas, y de alguna manera respondiendo a la pelirroja banshee.

- No fue nada. – Murmuró algo sonrojada Natsuki, al darse cuenta de que los cuatro pares de ojos la observaban.

- Para mí sí… Y por eso… - Comenzó a explicar Akane, mientras cogía una pequeña llave y abría el estuche que traía en sus manos. – Si te gusta lo que ves, son tuyas.

- ¿O sea…?

- Sin pagar. – Aclaró sonriendo la dueña de la tienda.

- Oh… - Exclamaron las dos banshees y las ninfas más jóvenes al mismo tiempo.

- Estas son las máscaras Hielo y Fuego. Están hechas del fuego de dos dragones distintos, uno que echaba fuego rojo como la sangre y caliente como las entrañas del propio infierno; y el otro, que quemaba a sus oponentes con un fuego azul, frío como los peores inviernos de los polos. Seres muy opuestos que se pertenecían mutuamente.

Natsuki observaba deleitada las máscaras, que hacían un hermoso contraste. Una, de un rojo rubí intenso con ligeros destellos dorados y complicado diseño; la otra, de corte simple y humilde, portadora de un color azul marino y contorno negro azabache brillante.

- Me las llevo. – Dijo sin titubear la morena, para alegría de Mai y Akane.


ACTO III: Un baile


Escena única



Los preparativos del baile estaban casi listos. Shizuru iba de un lado para otro supervisando que todo estuviera en perfecto estado. Traía esta sonrisita tonta en la cara porque recordaba cada 3 segundos que Natsuki asistiría al baile, y mejor aún, le regalaría la máscara perfecta y sería su acompañante. O al menos, eso pensaba Shizuru.

Los jardines de la escuela ya estaban listos. Luces y flores; comida y bebida… Y el vals empezaba a sonar…

Shizuru se encontraba en su habitación, esperando que le entregaran el vestido que había escogido hace semanas para la ocasión. Mientras daba vueltas en su habitación, se preguntaba cómo iría vestida Natsuki. Después de todo, la morena había salido desde hace un par de horas y seguramente ya no regresaría sino hasta el baile mismo. El toque en la puerta la sacó de sus cavilaciones, haciéndola consciente de que era hora de arreglarse para el baile.

Haruka se encontraba en la puerta de entrada de los jardines de la escuela, vigilando que se cumplieran las pocas normas que el Consejo había establecido para el evento. Shizuru caminaba con paso ligero, sintiéndose extrañamente nerviosa. ¿Qué tal si Natsuki se arrepentía en el último momento? No, no era lo mejor en lo cual enfocarse. Sólo debía calmarse. Todo saldría bien. Esta sería una noche perfecta.

El rojo de su vestido resaltaba en la oscuridad de la noche; las miradas caían en su andar, explicando una vez más el porqué sus compañeros aseguraban que Shizuru era la más hermosa de la escuela. Haruka le sonrió divertida, ciertamente su amiga se había esmerado por primera vez en su vida para lucir mejor que nunca.

- ¿Nerviosa por el duelo que se libra en tu nombre? – Preguntó jocosa Haruka.

- No seas así, Suzushiro-san.

- Entonces te dejaré a solas, porque mis ojitos ven a las duelistas acercándose.

Shizuru giró el rostro para encontrarse con Tomoe vestida en un traje negro, de corte algo victoriano. Natsuki por su parte, traía unos pantaloncillos negros, un largo saco azul marino y el cabello ligeramente recogido en el lado izquierdo…

- Luces simplemente hermosa, Fujino-sama. – Anunció Tomoe, con una reverencia.

- Muchas gracias. – Sonrió complacida.

Natsuki por su lado sólo la observaba, muda más allá de lo acostumbrado. Pero las pupilas dilatadas, la aceleración en su respirar y el sonrojo de sus mejillas, le contaban a Shizuru la verdad. Una verdad que su corazón anhelaba.

- Esta es la máscara que escogí para ti, Fujino-sama. – Extendía Tomoe con ambas manos, una máscara dorada y brillante, fina y atrayente. Casi… Hechizante.

- Es ciertamente maravillosa. – Dijo Shizuru acariciando la máscara sin cogerla del todo. - ¿Por qué la escogiste?

- Por su color dorado como el oro, que es lo mejor y por ende lo que te mereces, Fujino-sama. – Respondió algo contrariada Tomoe, quien pensó que el hechizo que había conjurado sobre la máscara haría que Shizuru la declarara ganadora en segundos, cosa que no pasaba.

- Ya veo… Y tú, Natsuki, ¿qué máscara pensaste que era la apropiada y más bella?

Natsuki ofreció con su mano izquierda, ligeramente temblorosa, la máscara que había elegido en la tienda de Akane. El color rojo era seductor y profundo. Los destellos dorados competían en belleza con el fino cabello de la Presidenta Estudiantil.

- ¿Por qué elegiste esta?

- Porque me recordó a tus ojos. – Fue la respuesta honesta de Natsuki, quien no quitaba la vista de la semi-elfa.

Shizuru sonrió, sintiendo el corazón contento. Se acercó delicadamente a Tomoe, regalándole un beso en la mejilla, a manera de disculpa, pues había tomado una decisión sincera. Cogió la máscara que Natsuki le ofrecía, quien por un segundo pensó había sido derrotada, y se la colocó, instando con su sonrisa a que Natsuki se pusiera la propia. La sonrisa que apareció en el rostro de Natsuki era la más bonita que Shizuru le hubiera visto nunca.

Una nueva pieza musical empezó a sonar en el instante mismo en que ambas se acercaron al centro de lo que había sido arreglado como pista de baile. Los dioses de la gracia y elegancia seguramente poseyeron a Natsuki, pues en un arrebato de felicidad, se sobrepuso a su propia timidez, e inspirada por la compañía de Shizuru y las miradas de aprobación de sus compañeros, empezó a guiar a Shizuru en el vals que las recibía jubiloso.

El ir y venir al compás de las notas musicales era realizado magistralmente por ambas, gratamente sorprendidas de que Natsuki bailara tan bien. La morena pensó que quizá era algún conocimiento que traía guardado en su inconsciente, y la verdad, no se equivocaba. Poco a poco otras parejas se les unieron y la pista se llenó de jóvenes sonrientes.

Tomoe observó la escena durante unos momentos, antes de que la pista se llenara. Observó la máscara que traía en la mano… Si el hechizo no había funcionado era porque Shizuru estaba enamorada, y los hechos recientes indicaban que la causante era Natsuki.

- ¿Cómo se siente ese ego, primita? – Dijo extremadamente divertida Nao, quien caminaba tranquila hacia la otra drow.

- ¿En serio quieres provocarme cuando estoy molesta? – Amenazó Tomoe, con una mirada que empezaba a tornarse psicópata.

- Está bien, está bien.

- Hagámoslo esta noche. Ahora.

- ¿El qué?

- Llevárnosla.

- Qué rencorosa eres.

- ¡Nadie se burla de mí!

- ¿Y piensas que porque dices ‘ya’ voy a hacerte caso? Niña tonta… El único motivo por el que esté yo aquí esta noche es porque pensaba iniciar nuestro plan, te eligiera ella o no. – Sonrió de medio lado Nao, chasqueando los dedos, a lo cual, varias sombras cobraron vida detrás de ella.

- ¿Todo listo, Kanzaki? – Preguntó Nao.

- Sí, mi señora.- Respondió solemne el nombrado.


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Al finalizar la música y comenzar otra pieza, Shizuru sonrío, tomando la mano de Natsuki y guiándola hacia otro lugar, un poco alejado de toda la gente. Natsuki se dejaba llevar contenta, observando como la cabellera de la mujer que la tenía tomada de la mano, se movía al compás de su caminar y el vibrar del viento. Finalmente se detuvieron.

- Gracias. – Susurró repentinamente tímida la Presidenta Estudiantil.

- N-no hay de qué.

- Siempre me ofreces cosas hermosas… - Soltó al aire Shizuru, observando el cielo.

- No tengo otra opción. – Respondió Natsuki, observando la mano que sujetaba la suya, lo que le dio valor suficiente para ser ella quien sujetara la otra mano de Shizuru.

- ¿Cómo? – Preguntó Shizuru, confusa por la respuesta y emocionada por sentir ambas manos de Natsuki en las suyas.

- Siempre quiero hacerlo. Ofrecerte lo mejor que puedo. Estar a tu lado y cuidarte. Ser alguien en quien puedas confiar…

- ¿Y por qué?

- ¿Por qué?

- Sí… ¿Por qué? – Repitió su pregunta Shizuru, acortando más y más el espacio que la separaba de Natsuki.

- Porque yo… - Comenzó a responder Natsuki, casi en un estado de trance, embriagada por el aroma de Shizuru y completamente intoxicada por su cercanía. – Porque yo…

Se vio interrumpida por un cortocircuito en su cerebro, que rompía con cualquier línea de pensamiento que pudiera haber tenido, lo que dio paso a que fuera totalmente consciente de la sobre excitación de sus sentidos.

- Drows… - Susurró sobre los labios de Shizuru, quien se había acercado lo suficiente para intentar besarla.

Y antes de que la semi-elfa pudiera pedir respuestas coherentes, Natsuki se dio media vuelta, sólo para encontrarse con un puño estallándose en su rostro. Mientras caía al suelo y perdía el sentido, escuchó su nombre por última vez…

- ¡¡¡Natsuki…!!!

Mientras su mente se oscurecía por completo, Natsuki le prometía al universo que haría lo que estuviera en sus manos para poder a escuchar ese dulce acento llamarla otra vez…

Y así, empezaba a sonar ese triste vals… Llamado destino.


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3 comentarios:

Anónimo dijo...

ay noooooooooooooooooooooo esperee tanto apra este momento y como diario tomoe jajajaja bueno espero que lo continues pronto me encanta sigue asii no tardes demasiado

Anónimo dijo...

Ahhhh dioooos! Estuvo genial! Pero con ese final me va a matar la espera del próximo cap!
Lo espero con ansias, es uno de los mejores fics que leí!

tom-ash ketchum dijo...

Magistral episodio.
Leeré el que sigue.

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