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domingo, 5 de agosto de 2012

domingo, 5 de agosto de 2012

El final es solo el comienzo - Cap. 9


CAPÍTULO IX: YOAKE

(AMANECER)


El cielo se veía tan oscuro, contrastando perfectamente con las brillantes estrellas y constelaciones que podían observarse. El viento corría tan suavemente, que a veces parecía que el tiempo se había detenido, sin mayor advertencia.

Las aguas del imperturbable lago que adornaba el lugar se movían en ondas circulares, de manera tan grácil que era hipnotizante. Pero claro, Natsuki no prestaba atención a la belleza que le rodeaba. Sólo disfrutaba la calma.

- Opté por no molestarte durante las pasadas semanas, pero creo que esto ya se te ha vuelto una mala rutina… - Anunciaba la dueña del lugar.

- Me gustabas más cuando permanecías callada, Lena.

- Oh, niña insolente… ¿Sabes que no puedo dejar que nadie se quede por aquí así nada más?

- Te caigo bien…

- Sí, me caes bien, pero creo que no debes abusar de tu buena fortuna.

- Lo siento. Es sólo que este lugar es bastante apacible.

- Te estás escondiendo.

- No.

- Te escondes de tus deberes.

- No.

- No deberías estar aquí, sino cuidando de Fujino-sama.

- No…

- Vamos, no puedes engañarme. Sé muchas cosas, pequeña banshee.

- Mai, Akira y Mikoto la mantienen vigilada por mí.

- Sé lo que pasó.

- Genial…

- Lo que hiciste fue correcto y lo sabes.

- Ok…

- Y no es por eso que la evitas. Puedes perfectamente estar a su lado todo el tiempo sin que ella se dé cuenta…

- Está bien, está bien. ¿Podemos no hablar de esto?

- Me agradas, banshee, pero necesitas un poco de amor duro. No puedes tener a otros haciendo tu trabajo. Sobre todo si a quien debes cuidar es alguien tan importante y ese alguien anda no en su mejor momento.

- No está enferma. Sólo anda algo deprimida…

- Está encerrada en su casa desde hace un mes…

- Mai dice que el médico de la familia indicó que era un cuadro de fatiga y depresión ligera… No es algo serio realmente. Creo…

- Eres tan cobarde que ni siquiera puedes recomponerte para cumplir con tu trabajo y proteger al ser que más te importa.

- Debe estar odiándome.

- Eso es mentira.

- ¿Cómo puedes estar tan segura?

- Puede que me pase todo el tiempo aquí, pero sé muchas cosas, pequeña banshee. Creo que es hora de dejar de esconderse. Tu destino te espera, y créeme, no está en este lago.

Natsuki se puso de pie con total calma, como recolectando la fuerza de voluntad suficiente para escapar de su propio limbo. Sabía que Lena tenía razón, pero eso no la convencía del todo.

- Anda… Sabes lo que tienes que hacer.

- Eso no hace esto más fácil.

- ¿Qué te parece si te doy un bonito regalo?

- Oh, vamos, ¿piensas convencerme con bonitas cosas que brillan?

- Es una espada.

- Uh, dame. – Respondió la banshee, de manera automática.

- La encontrarás por ese camino… Sólo ve. Sé que la reconocerás. Es una espada muy linda, forjada con los restos de una estrella fugaz que cayó en estas tierras hace miles de años…

- ¿Por qué me la das?

- Hay muchas cosas que no puedo decirte, mi dulce y cobarde banshee, pero sí puedo decirte esto… La necesitarás. No te asustes… No es nada que no podrás afrontar. Además, claro, Alba no va con cualquier ser. Ella escoge a quien servir, te protege y te cura, los encantamientos no pueden detenerla, así que rompe cualquier barrera… Puede destruir lo que sea, puede matar a cualquiera.

- ¿Y por qué soy yo a quien escogió servir?

- Eres algo cobarde, es cierto, pero eres fuerte y noble. Utilizarás adecuadamente su poder, cuando el momento lo amerite.

- Gracias.

- No me agradezcas a mí, Alba es quien toma la decisión.

- De todas maneras, gracias.

- No, mi joven banshee… Todo sucede por una razón… - Susurró con ligera tristeza la Dama del Lago, mientras regresaba a las calmadas aguas a las que llamaba ‘hogar’.

Natsuki inició su andar, sin haber sido realmente capaz de escuchar las últimas palabras de Lena. A los pocos metros, la morena observó una hermosa funda, de oscuros colores, que aparentemente contenía la espada de la que le habló Lena. Natsuki la tomó con delicadeza, desenvainando el arma. La hoja brillante y firme maravilló a la banshee, quien se sintió extrañamente contenta.

- Ya, no me mires de esa manera. Yo sé lo que tengo que hacer… - Hablaba Natsuki con el objeto inanimado entre sus manos.

Rápidamente guardó la espada y la colocó en su espalda, notando que podía hacerla desaparecer a voluntad.

- Ok, eso es tremendamente conveniente. – Sonrió satisfecha, la morena.

Natsuki observó el cielo lleno de estrellas, una vez más, dándose cuenta de lo mucho que extrañaba a Shizuru. Pero También se dio cuenta de que tenía algo de razón respecto a cómo la futura soberana elfa podría sentirse respecto a ella. Sin embargo, en ese preciso momento decidió que ya se había escondido suficiente tiempo. Quizá no volverían a compartir la habitación. Quizá el proceso de amistad que andaba tan bien encaminado fuera cosa del pasado, pero al menos quería ser capaz de ser merecedora del saludo de la hermosa castaña, cuando ésta volviera a la escuela.



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Las puertas de la mansión Fujino la recibían otra vez, sólo que en esta ocasión, Sakomizu y todos los hombres de seguridad no la hicieron esperar. Natsuki fui recibida por aquel regordete hombre, de extraño cabello y mirada amable.

- Kuga-san, ¿a qué debo tu… Uhm… Visita?

- Vengo a visitar a Fujino-sama.

- ¿No la ves todos los días? Ya sabes, como ella no puede verte y…

- Sí, sí, pero vengo como su compañera.

- Oh, cierto.

- ¿Cómo está ella, según tú?

- Bueno, está bastante descansada. Pero sí debo admitir que luce algo triste. No me preocupa mucho, aunque debo reconocer que me intriga la razón de su persistente estado de ánimo… ¿Tú no sabrás lo que pasó, cierto?

- Ni idea… - Mintió la morena, evitando observar a Sakomizu a los ojos.

- No pretendo inmiscuirme en sus asuntos. Sólo espero que tu visita la anime un poco, al menos.

Sakomizu guió a la morena hacia el patio trasero de la enorme mansión, donde Shizuru se hallaba, sentada en una banca, observando las hojas de los distintos árboles que formaban parte de su bosque privado, mecerse con absoluta coordinación.

Un kimono blanco, el cabello suelto, y una tenue sonrisa formaban parte de la imagen que invadió la visión de la banshee. Su pulsó se aceleró intempestivamente, de tal manera que Natsuki pensó durante unos segundos que Sakomizu podría oír sus latidos. El hombre en cuestión sólo se dio media vuelta, sin molestarse en decir palabra alguna, aunque eso no significó que internamente no le deseara buena suerte a la morena.

Natsuki avanzó unos pasos, sintiendo con cada uno de ellos, que darse media vuelta y no volver era una buena idea, pero la mirada de Shizuru recayendo en su figura, la congeló en su sitio. No es como si la situación no cogiera a la semi-elfa con la guardia baja, porque ciertamente sí lo hizo, lo que dio lugar a silencio puro.

- Si quieres que me vaya, sólo tienes que decírmelo… - Ofreció a manera de escape Natsuki.

- Oh, vamos, eso sería tremendamente descortés de mi parte. – Respondió Shizuru, poniéndose de pie y dibujando una de esas políticas sonrisas suyas que engañaban a todo el mundo.

- Personalmente prefiero la sinceridad a la cortesía, Shizuru. – Dijo con ligera timidez Natsuki.

- Tu compañía no me molesta, Kuga-san.

‘Kuga-san’. Ese ligero piquete en el pecho era algo nuevo, era algo molesto. Era algo irritante. ‘Kuga-san’. Eso sonaba tan mal. Tan fuera de lugar. Tan aburrido. Tan incorrecto. Tan no-Shizuru.

- En la escuela te extrañan. Mañana observaremos los cerezos en ese parque que queda en las afueras de la ciudad. Si te sientes mejor, quizá puedas acompañarnos… - Proponía Natsuki, intentando mantenerse elocuente y olvidar ese molesto ‘Kuga-san’.

- ¿Por qué habría de atormentarte de esa manera? – Y allí estaba esa sonrisa otra vez.

- No hagas eso.

- ¿El qué?

- Sonreír de esa manera.

- ¿También odias mi sonrisa? Creo que Kuga-san no debió haber venido, después de todo. No es tu obligación. Comprendo tu aversión hacia mi persona y yo también prefiero la sinceridad antes que la cortesía.

- Eres una buena persona. Amable y cálida, pero… En aquellos días estabas tan diferente… Supongo que me sacaste de mis casillas. Mira, no voy a obligarte a nada, pero sí te diré un par de cosas. La gente te extraña, de verdad. Y yo me incluyo. Me agrada tu sonrisa, cuando es genuina y no la que usas como escondite. Deberías acompañarnos mañana. Será una especie de excursión, saldremos esta noche, porque un 90% de la población estudiantil votó por ver los cerezos al amanecer… Así que iremos y esperaremos en el parque. Y que no se te ocurra volver a llamarme ‘Kuga-san’, lo detesto viniendo de ti. – El ceño de Shizuru se frunció ligeramente. – Y no es porque seas tú, sino porque de ti sólo puedo aceptar que me llames ‘Natsuki’. Haces que mi nombre suene bien. – Finalizó con ligero sonrojo la banshee.

Natsuki se dio media vuelta, pensando en lo mal, en lo terrible que se le daban las palabras. Quizá ahora Shizuru sí la odiaría. Quizá había terminado de arruinar lo que se podía salvar. Quizá sólo estaba siendo paranoica. Quizá, quizá, quizá…

Mientras Natsuki desaparecía, Shizuru se quedaba allí, de pie, a la sombra de un bonito árbol, sin palabras, pero con una encantadora y modesta sonrisa, y una expresión que podía leerse como ‘soy feliz’.

La joven banshee iba caminando por los pasillos, intentando regularizar su respiración, repasando una y otra vez la conversación que acababa de tener con Shizuru, cuando sintió una presencia no humana, una esencia que le recordaba en algo a la Dama del Lago… Pero al mismo tiempo, era distinta. Se dejó guiar y a medida que se acercaba, reconoció con mayor precisión a la criatura que había atraído sus sentidos. Una ninfa. ¿Pero qué hacía esta ninfa en la mansión de los Fujino? La última vez que Natsuki había estado por esos alrededores no había sentido nada. Las ninfas eran de los seres más libres con los que podías toparte en cualquier mundo. Detestaban el mundo humano, y si alguna por ahí se aventuraba entre las personas comunes y silvestres, ciertamente no estaría a gusto trabajando bajo las órdenes de nadie… Natsuki se topó cara a cara con la mencionada ninfa, una joven no mayor que Shizuru, menor quizás, de cabellera castaña en un tono oscuro, y unos ojos asustados, ante la repentina aparición de Natsuki.

- ¿Quién eres? – Preguntó sin tapujos Natsuki, visualizando su negra vestimenta y su recientemente adquirida espada.

- No me lastimes, por favor.

- Pregunté quién eres… Ninfa.

- M-mi nombre es Akane.

- ¿Qué hace una ninfa como tú tan lejos de bosques y lagos? – Inquirió la morena, desenvainando lentamente su filosa espada.

- Me enviaron, me obligaron. Por favor, ayúdame… - Respondió la pobre ninfa, quien parecía al borde de un colapso nervioso.

- Hey, hey… Tranquila. No estoy aquí para lastimarte… Si me explicas correctamente, quizá pueda ayudarte.

- Me encontraron y me capturaron… ¿No ves mis cadenas? – Señaló sus pies la joven ninfa.

- ¿Quién te hizo esto? – Dijo Natsuki, luego de fijarse por primera vez en los tobillos del ser que tenía al frente, donde una cadena de fantasmal aspecto se enredaba sin compasión.

- L-los drow. Me dijeron que si obedecía sus órdenes me liberarían… - Rompió en llanto.

- Los drow… - Repitió entre furiosa y sorprendida Natsuki.

- Sí, me dieron una especie de veneno, para verter en los alimentos de Fujino-sama. D-dijeron que querían mantenerla débil.

- ¿Hace cuánto haces esto?

- Hoy es el primer día y todavía no le di nada, te lo juro… - Se arrodilló Akane, implorando perdón.

- No, no… Ponte de pie. Esto no es tu culpa. – Le tendió una mano.

- L-lo siento… Intenté escapar, pero no puedo romper las cadenas. No puedo… - Se arrojó a los brazos de la banshee.

Las ninfas eran espíritus alegres. La única manera de quebrantar esa alegría era atarlas. Eso les rompía el alma, casi literalmente. Natsuki lo sabía, y obviamente los drow lo sabían, por eso lo habían hecho. Natsuki recordó su espada y recordó lo que Lena le había dicho, que podía destruir cualquier cosa… Así que sin perder más tiempo, se separó de Akane y blandió su espada contra aquellas cadenas, rompiéndolas.

- ¿Eres bruja? – Preguntó con alegría inmensurable Akane, al sentirse libre nuevamente.

- Soy una banshee.

- Los dioses te protejan, querida banshee. – Sonreía la ninfa, mientras abrazaba a Natsuki, a manera de agradecimiento.

- Sólo dime, ¿sabes el nombre de los drow que te hicieron esto?

- Sólo logré escuchar como llamaban al que me capturó… Kanzaki, le decían. Al parecer sirve directamente a la reina drow.

- Gracias. Ahora vete, Akane. Ten mucho cuidado.

- ¿Cuál es tu nombre, amable banshee?

- Kuga Natsuki.

- Si alguna vez puedo serte de ayuda, no dudes en buscarme, Kuga-san. Vivo en el Bosque Infinito, cerca del reino elfo. – Dijo con una sonrisa, mientras se echaba a correr.

Como salió de la propiedad sin ser detectada, era un misterio para la morena, pero el escape de la ninfa que acababa de salvar, era la menor de sus preocupaciones. Los drow ya conocían la identidad de Shizuru y habían empezado a moverse. Era hora de hablar seriamente con Sora-sama y planear la mejor forma de proteger a Shizuru.


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Aparecerse sin anunciarse era una clásica entrada de Natsuki… Y eso a Sora-sama ya había dejado de causarle gracia.

- No deberías ser tan impertinente banshee…

- No es mi intención molestarlo, señor, pero es una urgencia.

- ¿Shizuru está bien?

- Sí, señor, pero los drow la han encontrado.

- Aún es más humana que elfa. Recién a los 18 tendrá el balance perfecto que le permitirá pisar estas tierras y gobernarlas.

- ¿Piensa dejarla en el mundo humano a merced de los intentos de los drow que quieren eliminarla?

- No intentan eso…

- ¿Cómo puedo estar tan seguro?

- Los drow son criaturas rencorosas llenas de complejos… No quieren eliminarnos… Quieren subyugarnos.

- ¿Y? Se supone que yo sólo soy un guardián. Yo sola no puedo impedir nada… Técnicamente soy una inútil… - Admitía en voz alta, por primera vez, la morena.

- Traes a Alba contigo. – Observó el elfo, conocedor del poder y las peculiaridades de dicha arma, lo que le extrajo una sonrisa de incredulidad. - Puedes protegerla. Aún no puedo traerla con nosotros, nuestras leyes no lo permiten. Los híbridos tienen un trato diferente, aunque sea mi nieta.

- ¿Así que no hará nada?

- Enviaré miembros de la guardia a observarla, para que sean un apoyo en caso llegaras a necesitarlo, pero recuerda que la magia de los drow es menos efectiva lejos de su territorio. Sólo los más poderosos hechizos funcionarían al 100 %, así que sé que podrás seguir cumpliendo con tu deber. No entres en pánico, joven banshee. Si los drow pudieran hacer algo en contra de nosotros o de ella, ya lo habrían hecho. – Finiquitó el soberano elfo, con un acento de soberbia.


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El parque lleno de cerezos albergaba varias decenas de carpas, que a su vez, cobijaban a estudiantes que anhelaban la vista del amanecer y las flores de cerezo. La carpa de Natsuki se hallaba lista, y cualquiera hubiera pensado que la morena se encontraba en el interior durmiendo, pero el paradero de la banshee se hallaba a los pies de la cama de Shizuru, observando como la castaña dormía.

Eso de ser banshee en parte del día y ‘humana’ en otras, agotaba a Natsuki, hasta un punto desconocido para ella. Pero el cansancio había dejado de ser importante, su meta era mantener a salvo a Shizuru, ahora más que nunca.

Mientras su mente divagaba en escenarios irrelevantes, la alarma de la castaña sonó con un fervor molesto para la morena. Aparentemente Shizuru había decidido unirse a sus compañeras para observar los cerezos. Rápidamente observó como la habitación de la futura reina elfa cobraba vida. En pocos minutos los miembros de su seguridad la escoltaban hacia el auto que la llevaría al parque que era su destino. Al llegar a dicho lugar, las carpas se encontraban algo alborotadas, con todos despertando.

Al percatarse del automóvil que se había detenido y al fijarse en la persona que descendía del mismo, las fanáticas de Shizuru le hicieron saber cuánto la habían echado de menos. Natsuki fue a su carpa, materializándose, para salir a observar el espectáculo, con una sonrisa de satisfacción en su rostro. Luego de saludos, sonrisas y uno que otro abrazo, ofrecido por las alumnas más atrevidas, Shizuru llegó a la carpa de Natsuki, quien no la había perdido de vista, y ahora la esperaba pacientemente.

- Me alegra que hayas decidido venir.

- Me alegra que hayas ido a visitarme.

Un cómodo silencio se situó entre ambas, quienes sonreían, observando los rayos del sol, que empezaban a calentar ese lado del mundo.

- No me hubiera perdonado si me perdía tu primer Hanami en nuestra escuela. – Confesó tranquila Shizuru.

- Es mi primer Hanami… Y ya.

- Entonces me alegra aún más haber venido a acompañarte, Natsuki. – Concretó sin observar a la banshee.

Natsuki sólo sonreía, sintiendo la calidad que las palabras de Shizuru le transmitían. Era, sin lugar a dudas, un hermoso amanecer.


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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Aaahh! Me encanta este fic! Ya quiero que pase algo entre esas dos xD

tom-ash ketchum dijo...

Al fin; ya se han terminado la tormeta, espero pronto actualizes.

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