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- Es la tercera vez que mira el reloj de la chimenea en los
últimos diez minutos, miladi –comentó Kaiji con su voz ronca desde el otro
extremo de la habitación-. Sus invitados no tardarán en llegar. Mirar tanto la
hora hace que el tiempo transcurra más despacio.
Natsuki, situada junto a la chimenea de su estudio privado,
se volvió y miró a su fiel mayordomo por encima de su copa de coñac. Kaiji se hallaba
cómodamente arrellanado en su sillón favorito junto al escritorio de caoba, con
un vaso de whisky medio lleno entre sus curtidas manos.
Con frecuencia se reunían de aquel modo por la noche, y compartían
una copa mientras Kaiji le relataba las noticias de las que se había enterado
por los rumores de la servidumbre y que podían resultar de interés para Natsuki
y el Ladrón de Novias. Sin embargo, aquella
noche el centro de todos los chismorreos era Natsuki.
- Esta invitación a la señorita Fujino ha causado un gran
revuelo en la casa de los Fujino–comentó Kaiji -. Su madre es un auténtico
manojo de nervios; ya ha invitado a la señora Midori a tomar el té mañana para
hablar de ello.
Natsuki había temido que ocurriese algo parecido, pero
estaba muy versada en el arte de esquivar a madres casamenteras.
- Por supuesto –convino Kaiji con un gesto de la cabeza-.
Sería una necedad sugerir que está usted interesada en la señorita Shizuru.
- Exacto. Y tanto Misato Fujino como Midori Sugiura, al
igual que todo el mundo, saben muy bien la opinión que siempre he tenido acerca
del matrimonio. Sería una estupidez por su parte creer que he cambiado de idea.
- Bah, ya podría usted ponerse a gritar desde los tejados
que no tiene ninguna gana de casarse. A nadie le importaría. Probablemente pensarían
que es usted una miedosa.
- ¿Miedosa? –exclamó-. Después de haber sido testigo de
primera mano de la pesadilla que fue el matrimonio de mis padres y de saber cuán
infeliz es Nina en el suyo, no tengo la menor intención de atraer sobre mí
semejante desgracia. Y aun cuando estuviera lo bastante loca para casarme,
desde luego no podría someter a una esposa al peligro al que me expongo. Si me
apresaran, su vida quedaría destrozada.
- Sabia decisión –convino Kaiji-. Claro que esas
casamenteras no tienen forma de saber esos motivos. –Paladeó un sorbo de whisky
y lanzó un suspiro de placer-. Con todo, es una locura que piensen que miladi desea
a la señorita Shizuru; no es el tipo de mujer que atrae a alguien como usted.
- En efecto, no lo es –coincidió Natsuki en un tono más
áspero de lo que pretendía. Se terminó el coñac y se sirvió otra copa.
- Aun así, con toda la atención que está suscitando, es
posible que alguien se fije en ella. Cabe pensar que por lo menos habrá un sujeto
lo bastante listo para ver más allá de las gafas de esa mujer. –Kaiji meneó la
cabeza y emitió un ruidito de disgusto- Pero, bah, esos jóvenes cachorros no
quieren otra cosa que caras bonitas, sonrisas tímidas y risitas tontas. No
sabrían distinguir a una mujer especial ni aunque se la pusieran delante de las
narices. Y desde luego, la señorita Shizuru es muy especial. –Señaló a Natsuki con
su grueso dedo índice-Déjeme decirle que si yo fuera unos años más joven y un
caballero, tal vez me decidiera a hacerle la corte.
La mano de Natsuki se detuvo a medio camino de la boca. Bajó
la copa muy despacio y replicó:
- ¿Cómo dices?
Kaiji agitó la mano para restarle importancia al asunto.
- De todas formas, hay que estar ciego para no reparar en la
sonrisa de la señorita Fujino. O en lo bonito que tiene el pelo. O en esos ojos
suyos, tan grandes y.....brillantes. Y además es más lista que el hambre. Ha
tomado al joven Hiroshi a su cuidado, y gracias a lo que ella le enseña el
chico sabe ya más que nadie. Sí, la señorita Shizuru vale mucho más de lo que
la gente cree.
Natsuki se apoyó contra la repisa de mármol de la chimenea
en una postura relajada, en vivo contraste con el inexplicable desasosiego que
la acuciaba.
- No sabía que estuvieras tan.... enterado de los encantos
de la señorita Fujino. –En el instante en que salieron de sus labios aquellas palabras,
supo que había cometido un error.
Kaiji parpadeó varias veces, se inclinó hacia delante y
contempló a Natsuki. Ésta intentó conservar una expresión impasible, pero al
parecer no lo logró, porque Kaiji le dijo:
- Soy viejo, no ciego. Y no sabía que usted estuviera
enterada de que esa joven posee encantos.
Natsuki levantó las cejas.
- Yo no soy vieja ni ciega.
La confusión de Kaiji se demudó en azoramiento.
- ¡Que el diablo me lleve!, no estará usted poniendo el ojo
en la señorita Shizuru ¿verdad?
Natsuki abrió la boca para negarlo, pero antes de que
pudiera decir nada, Kaiji exclamó con ojos como platos:
- Maldita sea, muchacha, ¿acaso ha perdido el juicio? No es
la clase de mujer que le gusta a usted.
Aguijoneada por aquella observación, Natsuki preguntó a su
vez entono glacial:
- ¿La que me gusta a mí? ¿Qué significa eso?
- Oh, vamos, no se haga la dura. Yo la quiero como a una
hija, es sólo que.... –Sus ojos se ensombrecieron y dejó la frase sin terminar.
Natsuki enarcó una ceja.
- Está claro que quieres decirme algo, Kaiji ¿Por qué no lo
dices sin más, como has hecho siempre?
Kaiji se echó al coleto un buen trago de whisky y a
continuación se enfrentó a la mirada de Natsuki.
- Muy bien, ¿Por qué, exactamente, la ha invitado a venir
aquí?
Vaya. ¿Cómo iba a poder explicar algo que ella misma no comprendía?
Dejó su copa sobre la repisa y se mesó el pelo.
- Supongo que siento cierta responsabilidad hacia ella, que
deseo cerciorarme de que no sufre problemas en sociedad por culpa del secuestro.
- No los ha sufrido. Ya le he dicho que desde entonces todo
el mundo la requiere.
- Lo sé, pero...
- Se le ha metido a usted en la piel.
Se miraron a los ojos y entre ambos fluyó una corriente de entendimiento,
nacido tras años y años de compartir cosas, primero de niña a criado, luego de
joven a mentor, después de amigo a amigo. De confidente a confidente. Lo que Natsuki
había experimentado siempre por Kaiji era el sentimiento de un hijo hacia un
padre, más incluso de lo que había sentido hacia su verdadero progenitor.
- En la piel –repitió Natsuki despacio- Sí, me temo que así
es.
Kaiji soltó un profundo suspiro.
- Ahora sí la hemos hecho buena –Se recostó contra el
respaldo y observó a Natsuki con los ojos entornados-. Sería una lástima que
ella sufriera.
Natsuki se sintió tocada.
- ¿Por qué de pronto tienes esa opinión de mí? No tengo
intención de hacerla sufrir.
- La tengo en más alta estima que nadie, y usted lo sabe
–replicó Kaiji con mirada serena y firme-. Usted no desea hacerla sufrir, pero la
señorita Shizuru no es una mujer corriente. NO es una de sus viudas mundanas ni
una de sus actrices con tanta experiencia de la vida.
- ¿Y crees que no lo sé? –Volvió a mesarse el pelo-. Maldita
sea, lo dices como si estuviera a punto de seducirla. Resulta insultante y molesto
que pienses siquiera algo así. ¿Es que no te fías de mí?
La dura expresión de Kaiji se suavizó. Se incorporó sobre
sus débiles rodillas y cruzó la estancia para ponerle una mano en el hombro.
- Claro que sí. Con toda mi alma. Es usted la mejor persona que
conozco. Pero hay ocasiones en que el criterio puede nublarse. Hasta la persona
mejor intencionada. Sobre todo si hay una mujer de por medio. –Los ojos de Kaiji
reflejaban comprensión y preocupación-. La señorita Shizuru es... una joven
buena. Decente. Incluso con las personas que se ríen de ella a sus espaldas. Y
además es inocente. Es justo la clase de mujer que podría ver en sus
intenciones más de lo que usted pretende. –Le dirigió a Natsuki una mirada penetrante-A
menos, claro está, que lo pretenda de verdad.
Natsuki resopló sin pizca de humor.
- Pareces muy interesado en mis intenciones respecto de la
señorita Fujino. ¿Por qué? Nunca habías mostrado tanto interés en mi vida privada.
- Me ha interesado siempre. Sólo que nunca he hecho ningún comentario.
- Pero ahora sí.
- Sí. Porque conozco a la señorita Shizuru, y la aprecio.
- ¿Y se te ha ocurrido que a lo mejor también la aprecio yo?
- A decir verdad, sería usted una necia si no la apreciara.
La señorita Shizuru es la sal de la tierra. Lo único que espero es que
sea....cuidadosa con ella. Tiene muy buen corazón, y no me gustaría nada que se
lo destrozaran. –Le dio un apretón en el hombro-. Usted también tiene buen
corazón y me gustaría mucho que se lo entregase a alguien antes de que me haga
demasiado viejo para verlo.
Natsuki entrecerró los ojos.
- Estás interpretando demasiadas cosas a partir de una
simple invitación.
Kaiji tardó unos segundos en contestar. Contempló a Natsuki con
la misma mirada penetrante de antes.
- Sí, probablemente tenga razón. –Le apretó una vez más el
hombro y luego se dirigió hacia la puerta-. Que disfrute de la velada, miladi. Estoy
seguro de que a la señorita Shizuru y al señorito Hiroshi les encantará su
estupendo telescopio.
En el instante mismo en que Kaiji cerró la puerta al salir, Natsuki
apuró su copa de coñac. Sintió cómo le bajaba el calor por el cuerpo y calmaba
la inquietante sensación que la atenazaba.
Una simple invitación, maldita sea. No era más que eso. No
tenía la menor intención de enredarse con Shizuru Fujino; tenía sus responsabilidades,
su vida secreta. Un precio puesto a su cabeza.
En su vida no había sitio para ella.
De pie en el espacioso nicho acristalado que había en un
rincón del amplio invernadero de la condesa, Shizuru contemplo a Hiroshi acercarse
al Herschel con expresión reverencial. El chico lanzó una exclamación que la
hizo sonreír, y se concentró en la emoción y el entusiasmo de su hermano, un
sentimiento que ella misma debería experimentar también... si no fuera porque
era casi dolorosamente consciente de la presencia de aquella mujer de cabello azulado
que contestaba con suma paciencia la andanada de preguntas que le disparaba Hiroshi
sin cesar.
Cielos, ¿era posible que una mujer pudiera dejarla sin respiración?
Jamás lo hubiera imaginado. Hasta aquel momento. Hasta que se encontró en su
casa, intentando centrar la atención en lo que decía, en su magnífico
telescopio, y fracasando estrepitosamente. Hasta que ella volvió la vista hacia
Shizuru y todo el oxígeno pareció desaparecer del aire.
Vestida totalmente de negro salvo por la camisa y la corbata
de lazo, blancas como la nieve, tenía un aire elegante y al mismo tiempo daba
la sensación de que por debajo de aquel pulido barniz bullía una energía apenas
contenida. Una fuerza reprimida que sugería que aquella mujer era más de lo que
indicaba su impecable apariencia.
- Ahí esta Sagitario –dijo Hiroshi sin aliento debido a la
emoción, mirando por el visor-. Y el Águila. ¡Ya las había visto antes, pero no
de esta forma! Parecen al alcance de la mano. –Se volvió, agarró a su hermana
de la mano y tiró de ella-. Mira, Shizuru, nunca has visto nada parecido.
Shizuru hizo un esfuerzo para apartar la vista de su
inquietante anfitriona y se recordó que estaba deseosa de experimentar el
esplendor de un telescopio tan magnífico, de modo que se acercó al instrumento.
Tras efectuar ciertos ajustes en el enfoque, lanzó una exclamación de sorpresa.
- Es como si el cielo estuviese a unos metros de mí.
Las estrellas titilaban como diamantes contra terciopelo
negro, con un brillo cercano que le hizo desear alargar la mano para cogerlas y
jugar con ellas entre los dedos.
- Las estrellas son fabulosas, ciertamente –comentó ladi
Kruger a su espalda-, pero si mira aquí.....
La frase quedó en suspenso cuando ella se acercó un poco más
y Shizuru sintió que la rodeaba el calor de su cuerpo. Natsuki apoyó una mano
en su hombro y extendió la otra por delante para hacer girar lentamente el
telescopio.
- Ya está –dijo con voz profunda, junto al oído de Shizuru-,
ahora debe poder ver Júpiter.
Shizuru observó cómo cambiaba el cielo tachonado de diamantes
conforme ella ajustaba el telescopio, con la respiración atascada en la garganta
al sentir el roce de su cuerpo. Su aroma limpio inundó sus sentidos, y tuvo que
luchar por reprimir el impulso de reclinarse contra ella, de envolverse en ella
como en una manta cálida y aterciopelada.
Sintió un leve hormigueo allí donde la mano de ella le
tocaba el hombro, al tiempo que un estremecimiento de placer le bajaba por la columna
vertebral. Entrecerró los ojos al notar las sensaciones que la recorrían de
arriba abajo e hizo un esfuerzo por inhalar aire. Pero aquel comportamiento
ilógico y nada científico por su parte no podía ser. Abrió los ojos, parpadeó,
y entonces lanzó una exclamación ahogada.
- Oh, cielos –jadeó-. Es un milagro ver algo que se
encuentra tan lejos.
- Cuénteme qué ve –dijo ladi Kruger con suavidad.
- Es..... increíble. Rojo. Ardiente. Misterioso. Demasiado
distante para imaginar siquiera cómo es.
Con el cuerpo de la condesa tan cerca de su espalda, observó
el lejano planeta y trató, sin éxito, de convencerse de que el rápido latir de
su corazón se debía únicamente a la emoción de aquel descubrimiento.
Respiró hondo para recuperarse y se reprendió interiormente.
Luego se volvió hacia Hiroshi, que casi daba saltos de alegría. Se ajustó las
gafas y le dirigió una sonrisa claramente temblorosa.
- ¿Es grande, Shizuru? –preguntó Hiroshi.
- Es lo más grande que he sentido... digo, visto nunca.
Se apresuró a apartarse del telescopio para que Hiroshi aplicase
el ojo a la lente. Su exclamación de asombro resonó por toda la habitación, y Shizuru
se atrevió a espiar a ladi Kruger; ésta la estaba observando, y cuando sus
miradas se encontraron, le sonrió.
- ¿Está emocionada?
- Oh, muy emocionada, miladi. –Cielos, ¿aquella voz sin
resuello era la suya? Señaló con un gesto a su hermano, completamente absorto-.
Y diría que Hiroshi está a punto de ponerse a dar brincos.
Natsuki rió quedamente.
- Yo reaccioné del mismo modo la primera vez que miré por el
telescopio.
A Shizuru le pasó por la mente una imagen de ladi Kruger dando
brincos con juvenil despreocupación, imagen que le provocó una sonrisa.
- Cielo santo, esto es increíble –exclamó Hiroshi en tono
bajo y reverente. Luego se volvió hacia ellos, hurgó en su chaleco y extrajo una
libreta con tapas de cuero-. ¿Le importaría que tomase algunas notas, miladi?
- No tengas prisa y anota todo lo que quieras–respondió la
aludida con una cálida sonrisa-. Se volvió hacia Shizuru-: Quizá, mientras Hiroshi
disfruta del Herschel, a usted le gustaría conocer mi hogar, señorita Fujino.
Shizuru vaciló. Se trataba de una invitación teóricamente
inocente, y sin embargo le dio un vuelco el corazón ante la idea de estar a
solas con la condesa. Entonces estuvo a punto de romper a reír por su estupidez;
por supuesto, no iban a estar solas, una casa de aquel tamaño tendría decenas
de criados. Además, no se atrevía a quedarse allí para mirar por el telescopio
y arriesgarse de nuevo a tenerla tan cerca de su espalda. Y tampoco deseaba
apartar a su hermano del Herschel.
- Espero que un paseo por mi casa no sea un asunto de tanta importancia
–comentó Kruger en tono jocoso. Le ofreció su brazo y dijo-: Vamos. He pedido
que sirvan el té en la salita. De paso, le enseñaré la galería de retratos y la
mataré de aburrimiento con tediosas historias sobre mis numerosos antepasados.
Haciendo un esfuerzo para dar a su voz un tono ligero que
distaba mucho de sentir, Shizuru aceptó su brazo y murmuró:
- ¿Cómo podría resistirme a tan tentadora invitación?
Y mientras salían del invernadero, rogó que, en efecto, la
condesa la matara de aburrimiento; pero mucho se temía que ladi Kruger ya le resultaba
demasiado fascinante.
Se detuvieron junto al último grupo de retratos de la
galería.
- Supongo que esta dama será su madre –dijo ella.
Natsuki contempló el bello rostro de su madre, que le
devolvía una sonrisa serena y cuyo semblante no reflejaba rastro alguno de la amargura
y la infelicidad que había padecido.
- Sí
- Es encantadora
A Natsuki se le hizo un nudo en la garganta
- Sí lo era. Murió cuando yo tenía quince años.
La pequeña mano que descansaba en su manga le dio un leve apretón
de comprensión.
- Lo siento. No hay un buen momento para perder a un
progenitor, pero ha de ser especialmente difícil para una chica en el umbral de
convertirse en una mujer.
- Sí.
Natsuki consiguió pronunciar aquel monosílabo con
dificultad. La asaltaron los recuerdos, como le ocurría cada vez que miraba el retrato
de su madre. Voces airadas, su padre lanzando pullas verbales que herían
profundamente, y su madre, desesperada en su desgracia, prisionera de la
infelicidad de su matrimonio.
- ¿Quién es esta mujer? –preguntó Shizuru tirando de ella y
sacándola de sus turbadores recuerdos.
Natsuki miró el siguiente retrato, y experimentó el dolor
que siempre la acompañaba al pensar en Nina. Aquel retrato había sido pintado
para conmemorar su decimosexto cumpleaños.
Parecía joven y tan dulce e inocente con su vestido de
muselina color marfil... que Natsuki se acordó vívidamente de cuando se colaba
en la biblioteca durante las larguísimas horas que su hermana pasaba en ella
posando, para hacerla sonreír. “¿Qué cara es esa, Nina? Parece que te has
comido un pimiento picante. Sonríe, o cogeré un poco de pintura roja y te
dibujaré una gran sonrisa en la cara”. A modo de respuesta, Nina encogía las
mejillas y ponía cara de pez .A pesar de aquellas travesuras, el artista había
logrado captar a Nina con una sonrisa serena y una hispa de malicia en los
ojos.
- Ésta es mi hermana Nina
Ella se sorprendió
- No sabía que tuviera usted una hermana, miladi
Natsuki la miró fijamente. Habría apostado a que casi todas
las mujeres del pueblo conocían a los miembros de las familias de la nobleza.
- Nina es la vizcondesa de Darvin. Vive en Cornualles.
- Yo siempre he deseado ver la costa de Cornualles. ¿Cuánto
tiempo lleva viviendo allí?
“Desde que mi padre la vendió como si fuera un saco de
harina”
- Cinco años. Desde que se.... casó
Ella notó la tirantez de su tono y sus ojos brillaron con un
sentimiento de amistad.
- ¿No es feliz en su matrimonio? –preguntó con suavidad
- No
- Cuánto lo siento. Es una lástima que no haya podido
salvarla el Ladrón de Novias.
Aquellas palabras lo atravesaron como un relámpago de culpabilidad
- Sí, es una lástima
- ¿La ve con frecuencia?
- No lo bastante, me temo
- Yo echaría mucho de menos a mis hermanas si vivieran tan
lejos – comentó Shizuru
- Tiene tres hermana ¿me equivoco?
- En efecto. Todas están casadas. Saori y Minami viven aquí,
en Tunbridge Wells. Mei, que acaba de casarse con el barón Whiteshead, vive a
una hora a caballo. Todas nos vemos muy a menudo.
- Recuerdo haber conocido a sus hermanas en una velada
musical, hace varios años.
La señorita Fujino sonrió brevemente.
- Y estoy segura de que no se olvidaría de ellas. Mis
hermanas son todas preciosas; pero juntas dejan sin aliento a cualquiera.
Natsuki no pudo discrepar. Sin embargo, la hermana que a ella
le resultaba inolvidable era Shizuru.
- Pero lo más asombroso y maravilloso de mis hermanas
–continuó Shizuru- es que por dentro son tan encantadoras como por fuera.
Natsuki no detectó envidia en su voz, sólo un profundo
orgullo. Estudió su rostro vuelto hacia arriba mientras decidía si debía o no decirle
que ella era igual de encantadora. ¿Aceptaría el cumplido como un sentimiento
sincero, o creería que no era más que una cortesía superficial?
Incapaz de decidirse, dejó pasar el momento. Entonces dio
media vuelta y condujo a la señorita Fujino a la salita donde se había dispuesto
el té. Cerró la puerta tras de sí y observó como ella cruzaba el suelo de
parqué y se dirigía al centro de la habitación. Al llegar allí se volvió
lentamente, mientras recorría con la mirada las paredes cubiertas de seda color
crema, el mullido sofá, el diván y los sillones de orejas, las cortinas de
terciopelo azul oscuro, los apliques de bronce que flanqueaban el gran espejo,
el fuego acogedor que crepitaba en la chimenea y el conjunto de porcelanas
antiguas que amaba su madre y que adornaban las mesitas auxiliares de caoba.
- Una estancia encantadora, miladi –dijo completando el
círculo para situarse nuevamente frente a ella-. Al igual que toda su casa.
- Gracias –Natsuki señaló el servicio de té-. ¿Le apetece
una taza de té? ¿O preferiría algo más fuerte? ¿Un jerez, quizá?
La señorita Fujino la sorprendió al aceptar un jerez.
Mientras ella tomaba asiento sobre el diván, Natsuki sirvió la bebida, se
preparó un coñac para sí y acto seguido se sentó en el otro extremo. Shizuru bebió
un pequeño sorbo de jerez, gesto que atrajo la mirada de Natsuki hacia sus
labios. Al instante se imaginó que se inclinaba y tocaba su labio inferior con
la lengua para probar su dulzor. Pero cerró los ojos y apuró su bebida de un
trago para borrar aquella sensual imagen.
Cuando volvió a abrir los ojos, depositó la copa vacía sobre
la mesilla y tomó una jarra de vidrio que descansaba junto al servicio de té.
Se la tendió diciendo:
- Es para usted
- ¿Para mí? –Shizuru dejó su copa sobre la mesa y cogió la
jarra. La sostuvo en alto para captar la luz del fuego y exclamó-: Pero si
parece miel.
- Y lo es. Recuerdo que Hiroshi mencionó que casi se le
habían agotado las existencias, de modo que he.....
Su voz se perdió al ver que ella esbozaba una delicada
sonrisa, una sonrisa que la hechizó por completo y le provocó una oleada de
calor en todo el cuerpo, una sonrisa que no se debía a que le regalasen flores y
que sospechaba que no se podía conseguir con ninguno de los demás presentes por
los que suspiraba la mayoría de las mujeres.
- Es usted muy atenta –dijo ella-. Gracias.
- De nada. No obstante, debo admitir que mi regalo va
acompañado de una petición.
- Con sumo gusto se la concederé, si está en mi mano.
- Usted ha dicho que la crema de miel que fabrica alivia los
dolores de su amiga.
- Eso parece, en efecto, incluso sin las propiedades
caloríficas que espero incorporarle.
- Un lacayo mío sufre de rigidez en las articulaciones y
quizá su crema pudiera ayudarlo. Será un placer suministrarle varias jarras más
como ésta si usted consiente en fabricar un poco de crema para él.
La sonrisa se ensanchó.
- Ya le estoy proporcionando mi crema al señor Kaiji.
- ¿En serio?
- Pues sí. Llevo varios meses. Si bien no es una cura, le
proporciona cierto alivio pasajero. No tendría inconveniente en fabricar un
lote de más para él. No es necesario que me dé más de una jarra, miladi, una ya
es bastante generosidad. Es usted muy..... amable.
- Estoy segura de que no será su intención parecer demasiado
sorprendida –sonrió ella.
- No estoy sorprendida, miladi. –Se apreció un brillo
travieso detrás de sus gafas-. Por lo menos, no mucho. –Su diversión disminuyó lentamente-.
Agradezco su amabilidad conmigo, pero deseo expresarle mi gratitud por la
generosidad que ha demostrado hacia Hiroshi. – Extendió una mano y lo tocó
ligeramente en el brazo-. Gracias.
- No ha supuesto ningún esfuerzo. Hiroshi es un chico
estupendo, y posee una mente aguda e inquisitiva.
- Sí, así es, pero muchas personas simplemente.... lo trata
con desdén.
- Hay muchas personas necias.
Una lenta sonrisa, llena de inconfundible admiración, se
extendió por el rostro de la señorita Fujino, y Natsuki tuvo la sensación de haber
sido agraciada con un regalo de valor incalculable. Contempló la pequeña mano
de la joven apoyada en su manga y se maravilló de que un contacto tan inocente
fuera capaz de prender semejante fuego en ella. Alzó la mirada y la clavó en
los ojos de Shizuru , que la contemplaban a su vez con un afecto que no hizo
sino abrasarle aún más la sangre.
Ella bajó la mirada al lugar donde descansaba su mano, sobre
la manga de la condesa. Con una tímida exclamación ahogada, retiró la mano, y Natsuki
apenas pudo resistir el impulso de aferrarle los dedos y apretarlos contra sí.
De repente pareció hacer demasiado calor en aquella
habitación cerrada. Natsuki necesitaba poner distancia entre ambas, pero antes
de que pudiera moverse, ella dejó la jarra sobre la mesa y se incorporó. ¿Habría
notado también el calor?
Fue hasta la chimenea y contempló el enorme retrato que
colgaba sobre la repisa de mármol.
- ¿Es su padre? –preguntó
- Sí –Natsuki miró desapasionadamente al hombre que la había
engendrado.
Kenshin Kruger había proporcionado la semilla para crear a
su hija, y hasta allí llegó su labor de “padre”.
Supuso que muchos habrían retirado el retrato, pero a ella nunca
se le ocurrió tal cosa; el imperdonable trato que dio su padre a Nina era la
fuerza motriz que alimentaba la misión del Ladrón
de Novias, y se aseguraba de mirar todos los días la cara de su padre para no
olvidar que... que aquel codicioso bastardo había negociado con una hermosa
joven como si ésta fuera un objeto, ni que sus imprudentes infidelidades habían
avergonzado a su madre, ni que la había tratado con una cruel mezcla de
indiferencia y desprecio.
No, jamás olvidaría la clase de hombre al que había jurado
no parecerse nunca.
Sin embargo, el retrato la obsesionaba cada vez que lo
miraba, porque no se podía negar el parecido físico existente entre su padre y
ella, un hecho que le dolía. “Puede que me parezca ti, pero no soy en absoluto
como tú”.
La señorita Fujino examinaba el retrato con gran interés.
- Me doy cuenta de que ha advertido el parecido –dijo ella,
haciendo acopio de fuerzas para la inevitable comparación, aunque de nuevo se
dijo a sí misma que no importaba; el parecido era tan sólo físico.
- En realidad –respondió ella al tiempo que se volvía a
mirarla- no lo veo.
Natsuki se quedó perpleja.
- ¿No lo ve? Todo el mundo dice que me parezco a mi padre.
Ella se tocó la barbilla con los dedos y lo estudió con
expresión ceñuda.
- Físicamente, supongo
- ¿Y de qué otro modo puede ser?
La joven se ruborizó y desvió la mirada. Natsuki se levantó
y se acercó a ella. El resplandor del fuego la iluminaba desde atrás y dejaba
su rostro en sombra. Natsuki le alzó la barbilla suavemente con un dedo hasta
que los ojos de ambos se encontraron.
- Dígamelo –la instó, sorprendida por la extraña necesidad
de saber a qué se refería la joven-. Se lo ruego.
- Sólo he querido decir que su padre parece... es decir, por
lo visto poseía cierta.... aspereza de carácter. Se aprecia ahí, en sus ojos. Alrededor
de su boca. En su postura. Usted no tiene un espíritu tan severo.
- ¿Lo cree así? –Natsuki rehusó preguntarse por qué le latía
tan fuerte el corazón, ni por el placer que le produjeron aquellas palabras.
Su sorpresa debió de verse reflejada en su rostro, porque de
inmediato la señorita Fujino compuso una mueca de remordimiento.
- Perdóneme, miladi. Me temo que soy demasiado directa al hablar,
pero no pretendía ofenderla. Lo que intentaba decir es que usted es mucho más
linda.
- Entiendo –La comisura de su boca se curvó hacia arriba y
no pudo resistirse a tomarle el pelo- ¿Me considera linda, señorita Fujino?
Ella abrió los ojos con desmesura y se humedeció los labios.
- Bueno.... sí. Estoy segura de que la mayoría de la gente
estaría de acuerdo en que es usted.... agradable a la vista. Desde luego muchas
mujeres.
- Ah. Y resulta innegable que usted es una mujer. Pero es
bastante corta de vista, ¿no es así?
- Sí, pero....
La condesa la interrumpió y cedió al impulso que le
perseguía desde la primera vez que la vio: le retiró las gafas de la nariz.
Luego retrocedió unos pasos y le preguntó:
- ¿Y ahora qué piensa, señorita Fujino?
Ella la miró entornando los ojos y apretó los labios como si
reprimiese una sonrisa.
- Estoy segura de que sigue siendo linda, aunque no la vea
con nitidez.
- En ese caso, acérquese
Ella dio un vacilante pasito y volvió a entornar los ojos.
- ¿Y bien? –inquirió Natsuki
- Me temo que sigo viéndola borrosa, miladi. Pero la lógica
científica indica que su aspecto no ha cambiado.
- Ah, pero en la ciencia siempre hay que poner a prueba las
teorías. – Natsuki dio un paso hacia ella- ¿Me ve ahora?
Shizuru se esforzó por no sonreír.
- Continúa siendo un simple borrón, me temo.
Ella dio otro paso más. Ahora ya no los separaba ni un
metro. Natsuki la miró fijamente, preparada para hallar nerviosismo, esperando
ver ansiedad, anhelando contemplar el deseo arder en sus ojos; pero, en cambio,
ella se limitó a observarla con mirada firme, con lo que parecía una distante
frialdad, con las cejas levemente alzadas, como si ella fuera una especie de...
espécimen científico. ¡Diablos!
- ¿Sigo siendo un... cómo me ha llamado... ah, sí, un simple
borrón?
- Se está volviendo más nítida, pero todavía la veo borrosa
en el contorno.
- En ese caso, avíseme cuando consiga enfocarme.
Se inclinó hacia delante, muy despacio, observándole
fijamente, deseando que reaccionase al calor que sabía que ardía en su mirada. Supo
el instante exacto en que quedó enfocada; las caras de ambas estaban a no más
de quince centímetros la una de la otra. Shizuru respiró hondo y sus pupilas se
dilataron.
- ¿Me ve ahora con nitidez? –preguntó Natsuki suavemente
Ella tragó y afirmó con la cabeza.
- Eh... sí. Está aquí. Aquí..... mismo. Tan.... cerca.
Su voz contenía una nota ronca y falta de alimento que Natsuki
sintió como una caricia. Y sus ojos... sí, ahora brillaba en ellos la
conciencia de la situación, el nuevo ardor que ella buscaba. Alargó una mano para
tomarle la muñeca y quedó complacida al comprobar que el pulso de ella latía
acelerado.
Posó la mirada en su boca y en ese momento sintió el fuerte
zarpazo del deseo. La embargó aquel dulce aroma a miel, anegó sus sentidos.
Simplemente, tenía que saber si sabía tan dulce como olía. Tenía que
comprobarlo. Sólo una vez.
Antes de que pudiera olvidar todas las razones por las que
no debía hacerlo, bajó la cabeza y rozó suavemente los labios de la señorita Fujino
con los suyos. Suaves. Melosos. Una pizca de jerez. Con la curiosidad apenas
satisfecha, la atrajo a sus brazos y la besó de nuevo, probando sus labios,
envolviéndolos, jugando con ellos.
Cálidos. Dulces.... Más. Necesitaba más.
Con la punta de la lengua recorrió el contorno del labio
inferior para instarlo a abrirse para ella. Shizuru dejó escapar un leve jadeo
que llevó hasta ella una ráfaga de su respiración tibia y perfumada con jerez. Natsuki
lanzó un gemido y deslizó la lengua al interior del sedoso terciopelo de su
boca.
Calor. Miel. El paraíso.
Se llenó de su sabor dulce, y todas las cosas desaparecieron
excepto ella. Dios, sabía maravillosamente, hasta el punto de que se sintió
abrumada por un fuerte impulso de simplemente devorarla. La estrechó un poco
más contra sí, apretándose a sus exuberantes curvas, saboreando su suavidad,
enardecida por el modo sobrecogedor en que encajaba entre sus brazos. Así la
había sentido el día en que la raptó, sólo que este abrazo era mucho más,
porque esta vez ella se lo estaba devolviendo... con una sorpresa titubeante
que se convirtió rápidamente en un creciente entusiasmo, el cual disolvió todo
vestigio de autodominio que conservase.
Ella imitaba todas sus acciones, al principio tímidamente,
como un estudiante al que se le presentara una nueva ecuación, pero aprendía deprisa.
Y con resultados devastadores. Mientras Natsuki la saboreaba, ella exploraba su
boca con gesto igual de concienzudo, deslizando su suave lengua contra la de la
condesa. Incluso cuando sus dedos se hundieron en su sedoso cabello esparciendo
horquillas, los de ella le acariciaron el pelo.
Un grave gemido retumbó entre ambas ¿Procedente de quien?
¿De ella? Natsuki no lo supo. Lo único que supo fue que la sensación de tocarla
era increíble, que sabía de manera increíble, y que quería más.
Mientras con una mano le sujetaba la cabeza, con la otra
bajó lentamente por su espalda deleitándose en sus curvas suaves. Acarició con
la palma sus glúteos y después la apretó más contra sí, sabiendo que notaria su
intención de profundizar; en vez de retroceder, ella se tensó más contra su
cuerpo.
Un remolino de calor recorrió a Natsuki de arriba abajo,
como una llamarada sobre hojarasca seca. Su pulso se disparó y batió en sus oídos,
borrándolo todo excepto a ella: la textura de su cabello, la fragancia de su
piel, el sabor de su boca.
Más. Tenía que probar más. Le separó los labios y le
recorrió el cuello dejando un rastro de besos, saboreando las vibraciones que percibía
en la boca cada vez que ella dejaba escapar un ronco gemido.
-Shizuru.....
El nombre le salió como un susurro entre los labios, incapaz
de contenerlo. Acarició con la lengua el frenético latir de su pulso en la base
de la garganta. Miel. Dios, ¿todo su cuerpo olería a miel?¿Tendría en todas
partes aquel sabor? Pasó rauda por su mente una imagen de ambas, desnudas en su
cama. Ella con los ojos vidriosos a causa del deseo y las piernas extendidas,
expectante. Natsuki aferrada a sus caderas, tocando con la lengua su
entrepierna humedecida....
La frente se le perló de sudor. Tenía que poner fin a
aquella locura. Ahora, mientras todavía pudiera hacerlo. Aspiró aire,
temblorosa y se obligó a incorporarse y finalizar el beso.
Al mirarla fijamente contuvo un gemido. Diablos, ella estaba
tan excitada como Natsuki; sus labios húmedos e inflamados exhalaban breves suspiros
y permanecían entreabiertos, como si le rogasen que los besara otra vez. Tenía
los ojos cerrados y las mejillas teñidas de carmesí. Natsuki posó la mirada en
el pulso que latía veloz en la base de su cuello y luego en los senos, que aún
seguían apretados contra los suyos. Imaginó sus pezones erectos y ansió
introducir los dedos por debajo del corpiño para tocarla.
En ese momento se abrieron sus párpados, y todo el control
de Natsuki estuvo a punto de desmoronarse ante aquella expresión turbia y lánguida.
Notó que la asaltaba un estremecimiento y se apresuró a envolverla en su abrazo
para absorber su temblor y empezar a sentirlo ella misma. Le apartó un mechón
castaño de la mejilla arrebolada y esperó a que su mirada borrosa se enfocara
en ella.
Cuando por fin sucedió, tuvo que apretar los dientes para
resistir la expresión de sorpresa y candor que se leía en sus ojos.
- Cielos –dijo ella-. Ha sido....
- Delicioso. Deleitable. Divino –Una sonrisa curvó la
comisura de sus labios-. Cuántas letras d
para describir a una mujer. O tal vez fuera mejor utilizar palabras con e.
- No puedo negar que me viene a la cabeza la palabra
“embriaguez”
Natsuki sintió pura satisfacción. Tocó con el dedo el seductor
lunar que tenía ella junto al labio superior y murmuró:
- Yo estaba pensando en exquisita. Y encantadora.
Shizuru se quedó inmóvil. De sus ojos fue desapareciendo lentamente
todo vestigio de deseo, hasta que la miró fijamente con una expresión vacía.
No, no estaba vacía del todo; se apreciaban sombras de decepción en sus ojos.
Casi le pareció oírla decir: “Yo no soy encantadora. Usted es como todos los
demás que han pasado estas últimas semanas soltándome cumplidos hipócritas”.
Su expresión provocó en Natsuki una sensación de dolor que
no supo describir. Antes de que pudiese encontrar una manera de borrar aquella
mirada de desilusión, ella apretó los labios y dio un paso atrás para liberarse
de sus brazos.
- ¿Puede darme mis gafas, por favor? –dijo en un tono sin
inflexiones.
- Por supuesto
Natsuki tomó las gafas de la repisa de la chimenea y se las
entregó. Ella se apresuró a ponérselas y acto seguido se rodeó con los brazos como
si quisiera protegerse de un súbito frío. Aspiró hondo varias veces y después
levantó la barbilla y se encaró de frente a Natsuki.
Se sintió golpeada por un sentimiento de culpa. Maldición,
¿en qué estaba pensando para haberla besado de una manera tan apasionada? ¿Para
haberla besado, siquiera? Una dama jamás haría nada semejante y sabía que debía
excusarse con sinceridad. Pero ¿cómo podía pedir disculpas por algo que parecía
tan.... ineludible? ¿Y cómo hacerle entender que de veras la consideraba
encantadora? Y muy a su pesar, además.
Antes de que pudiera decidirse, ella dijo:
- Creo que lo mejor será que vaya a buscar a Hiroshi y me
marche enseguida, ladi Kruger.
Tenía razón. Las cosas entre ellas se habían salido de
cauce, y Natsuki aceptaba toda la responsabilidad de la situación. Pero de
todos modos se sintió abrumada por una aguda sensación de pérdida al percibir
la frialdad de su tono. Apretó los puños mientras la miraba salir de la habitación;
sí, lo mejor sería que se fuera. Pero, diablos, en su interior todo su ser
deseaba que se quedase. No podía negarlo.
Mas ¿qué diablos podía hacer al respecto?
.
.
.
6 comentarios:
*Q*
El primer besoO!!!
No tng palabras para decir lo super bn q te quedo el capi
No puedo esperar x la conti
espero y llegue pronto;D
PD: es el mejor capi xD
Ja-ne
yo y mi mente inocente, pensé que no iban a existir besos de ese tipo , jajajajaja, muy buena su historia, siga así..
Gracias
nada mejor que empezar la mañana que con un buen fic... me he kedao asi--> *O* .. Ke no la deje que se vaya ^^
por el amor de todo lo sagrado... moriré de pesar si no llego a saber que pasó! despues de eso .... explendido en verdad.
o por dios!
que escena, natsuki si que sabe como montarselas!...
me a encantado ese fic...una natsuki experimentada contra una shizuru
sin experiencia...aww espero que shizuru acepte que nat le atrae demasiado...
actualiza pronto!
amy-kun
vaya, de verdad me he quedado con las ganas de seguir leyendo ^^ a valido la espera, continua así, estaré al pendiente de la continuación...=)
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