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Actualizaciones 15/Julio

miércoles, 25 de julio de 2012

miércoles, 25 de julio de 2012

Cap. 8 de "El final es solo el comienzo" de Nich'ya


CAPÍTULO VIII: HANTAI


(OPUESTO)



Las aeromozas daban las indicaciones del caso, esa pequeña rutina aprendida que revivían una y otra vez. Una y otra vez. Siempre con una mirada cansada y una sonrisa pintada. Natsuki pensaba que debía ser algo aburrido hacer esto varias veces al día, cada día. Salidas de emergencia, uso de máscaras de oxígeno, quedarse en sus asientos, usar adecuadamente el baño… Blah, blah, blah.

Shizuru prestaba cero atención a las palabras de las únicas personas de pie en los pasillos del avión. Su mirada se hallaba fija en la pequeña ventana que se encontraba a su izquierda, observando al personal del aeropuerto ir y venir completamente atareados. Natsuki sólo suspiraba ante el silencio de su compañera de asiento en primera clase. Era como si el progreso que habían tenido en cercanía y confianza hubiera ido retrocediendo, y la morena sentía que cada día, a cada momento las cosas sólo empeoraban. Aunque tomando en cuenta la incapacidad de la banshee para expresarse, no era una sorpresa el hecho de que no había podido hacer nada para evitar lo que aparentemente sucedía.

Éste sería un viaje largo.

Una vez el capitán de la nave les dio la señal, Natsuki cogió su celular, conectando los audífonos e intentando ella al mismo tiempo, desconectarse de su alrededor. Al parecer una ligera molestia empezaba a crepitarle bajo la piel a la morena; y es que ese fue el momento que escogió el orgullo Kuga para aflorar, pues ahora que lo razonaba, ciertamente ella no había hecho nada malo para merecerse la indiferencia de la castaña, por lo tanto, si Shizuru alguna vez quería hablarle, bien; sino… Bien también.

Vale, el viaje en sí era corto. Llegar hasta Niseko en Hokkaidō no era nada del otro mundo. Bajarse del avión, esperar por el equipaje, subir al coche de la familia, dirigirse a la estación de tren y volver a sentarse la una junto a la otra, fue un recorrido que se hizo en completo silencio. Las únicas ‘novedades’ que Natsuki había tenido fue detectar un par de vampiros, una bruja y un grupo de ninfas que eran por demás bulliciosas. Nada fuera de lo normal, en su mundo, claro.

Y ni una palabra de Shizuru hasta ahora.



Al llegar a la casa de montaña de la familia Fujino, el ambiente no mejoró, pero al menos, ya no se movían. Ya estaban en el lugar de destino, sin aviones, ni trenes, ni nada de eso. Natsuki no entendía porque el viaje parecía haberla agotado, pero se sentía ligeramente soñolienta. Shizuru al parecer compartía su estado, pues llegó directo a recostarse en un gran sofá que se hallaba en la sala de visitas.

- ¿No preferirías descansar en tu habitación? – Preguntó Natsuki, mientras guardaba su celular y audífonos en un bolsillo de su chaqueta.

- La verdad no preciso moverme de aquí. – Respondió Shizuru acomodándose más en el mullido sofá, mostrando obvios deseos de no moverse.

- Está bien. – Finiquitó la banshee, siguiendo al mayordomo que cargaba el equipaje de ambas y la guiaba a su habitación.


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- Niña engreída… - Refunfuñaba cansada Natsuki una vez se encontró sola en su habitación. - ¿Qué hacen aquí? – Renegó aún más cansada cuando sintió la presencia de Mai y Mikoto a sus espaldas.

- Vaya, que genio… Te dije que haríamos bien en venir, Mikoto. – Bromeaba Mai, soltando la mano de la nombrada.

- No me siento bien, Mai. – Se quejaba la pequeña elfa, quien parecía ligeramente mareada por su primera teletransportación.

- Ya, ya… Se te pasa en unos segundos. – Intentó ignorar la pelirroja, aunque un rasgo de preocupación frunció su ceño durante unos segundos.

- Mai, no tengo la paciencia necesaria en estos instantes para tus bromas y demás. Váyanse por favor. – Intentó pedir educadamente Natsuki.

- No puedo llevármela todavía, mírala, sigue pálida. – Se excusó Mai, señalando a Mikoto, quien yacía en la cama con los ojos cerrados.

- ¿Qué quieres?

- Sólo quería ver cómo estaban…

- ¿Y por eso trajiste a ese pedazo de la guardia imperial elfa?

- No, bueno… Ella sólo es compañía. – Un ligero sonrojo adornó el rostro de la pelirroja.

- Me vale… - Se rindió Natsuki tomando asiento en una silla.

- Supongo que tu entusiasmada actitud hacia la vida significa que Fujino-sama sigue actuando distante.

- Creo que está peor.

- Como si eso fuera posible.

- Aparentemente sí.

Natsuki se puso de pie, empezando a caminar por la habitación, bajo la atenta mirada de su amiga. Unos minutos después salió del lugar, con una mirada que indicaba que había tomado una decisión.

La respiración de Shizuru era ligera y pausada, clara indicación de que la Presidenta estudiantil se había rendido ante el imperioso letargo que reclamaba a su cuerpo desde que llegaron a destino. La mirada dura y hasta molesta de Natsuki se apaciguó al contemplar a su compañera de habitación dormir tranquilamente en ese sofá que hacía lucir su cuerpo más pequeño de lo que en verdad era. Las facciones de la morena se suavizaron a medida que se acercaba a aquel rostro sereno. Si tan sólo supiera porque parecía que ahora no soportaba estar a su lado…

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La mañana llegó con lentitud y calma, dejando que el sol desplegara sus encantos en esas tierras frías, esparciendo sus rayos sobre la blanquísima nieve que contenta se dejaba iluminar. La luz matutina se coló entre las cortinas y ventanas de la casa Fujino, que parecía cargarse de energía, despertando a los habitantes de la misma.

Shizuru frunció ligeramente el ceño antes de abrir lentamente sus ojos, sólo para encontrarse con un intenso dolor en el cuello, probablemente por haber dormido en una postura poco cómoda. Además de ese aguijonazo somático se dio cuenta de que la chaqueta de Natsuki cubría su torso y que la dueña de dicha prenda se hallaba en la alfombra del lugar con la mitad del cuerpo recostado en la mesita de café que se ubicaba en el centro de la estancia. Shizuru pensó que si ella había dormido en el cómodo sofá y había despertado con dolor de cuello, seguramente Natsuki abriría los ojos para encontrarse con una resaca corporal que la haría maldecir todo. Sonrió ligeramente ante la imagen de la morena durmiendo, técnicamente a sus pies.

- A veces eres como un cachorrito. – Susurró sonriendo, mientras se ponía de pie y dejaba la chaqueta de Natsuki a un lado, siempre observando que la morena no se moviera.

Pero ese dolor de cuello reapareció, haciendo que la futura soberana elfa emitiera un leve gemido de dolor, que trajo a sus sentidos a la fiel banshee.

- Más mayonesa, por favor… - Murmuraba aún adormilada la morena, mientras levantaba la cabeza y parpadeaba perezosamente.

- Jajajaja… Ouch, ouch, ouch… - Se quejó de inmediato la semi-elfa, mientras intentaba enderezar su cuerpo en el sofá.

- ¿Estás bien? – Preguntó preocupada Natsuki, al tiempo que se ponía de pie y sentía tenues aguijones en la espalda.

- Sí, sólo un ligero dolor en el cuello. – Respondió tranquila Shiruzu mientras intentaba masajear su propio cuello.

Natsuki se sentó a su lado, intentando ocultar el dolor que sentía cada vez que hacía algún movimiento. Shizuru suspiró ligeramente, mientras sentía esta urgencia de salir de la habitación, que confundía su alma. La banshee observó como la otra muchacha empezaba a sentirse incómoda a su lado, así que se puso de pie con medida rapidez, lo que le causó un pequeño, pero intenso dolor en la espalda baja.

- ¿Somos amigas? – Cuestionó la morena, mientras se daba vuelta, dejando que Shizuru contemplara su espalda en lugar de su rostro.

- Uhm… Sí, creo… - Absolvió la castaña, profundamente confundida y ciertamente incierta por la repentina pregunta.

- ¿Me dirías si algo de mí te molesta? – Preguntó una vez más, con un finísimo tono de miedo en su voz.

Y eso fue como una bofetada para Shizuru. La Presidenta estudiantil sabía que su comportamiento últimamente no era el mejor, y a pesar de no haber sido nunca agresiva con Natsuki, sabía que su distanciamiento podría pasar inadvertido para muchos, menos para la propia morena. Sin embargo, hasta ahora siempre pensó que la inactividad de Natsuki hacia la cuestión se debía a la falta de interés de la misma. Ahora veía que estaba equivocada. Quizá Natsuki se hallaba tan incómoda o más que ella. Quizá la lastimaba. Quizá.

- No tendría porque mentirte.

- No sería tanto mentirme, sino más bien no darme información que no te he pedido. – Dijo con retórica y sarcasmo al mismo tiempo.

- No hay nada malo contigo, Natsuki. – Afirmó sin más Shizuru, poniéndose de pie y dirigiéndose a su habitación.

Natsuki la vio partir, con tristeza. No sabía si su compañera le decía la verdad o sólo estaba siendo diplomática. Ciertamente, este pequeño enredo en su cabeza sólo le dejaba la herencia de ya no saber qué creer. Derrotada, cogió su chaqueta; momento que su sistema nervioso aprovechó para recordarle que nunca más debía dormir en el piso, con la mitad del cuerpo sobre la mesita del café.

- Por la grandísima… ¡Demonios! – Renegó entre dientes, tanto por su dolor físico como por su suerte.

- ¿Llamas a eso maldecir? Niña, creo que debo darte un curso intensivo. – Molestó Mai.

- Sí, sí, me da igual. Sólo vete y llévate a Mikoto.

- ¿De veras no quieres que nos quedemos? Podemos ayudarte si se ofrece algo. – Expresó con sinceridad la pelirroja al notar la mirada rendida y triste de Natsuki.

- Gracias, en serio, pero si se ofrece algo, te buscaré.

- Está bien. – Finalizó no muy convencida Mai desapareciendo.

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La mañana transcurrió con calma. Y mucho, mucho silencio.

Los pensamientos recorren nuestra mente como gloriosas manadas de caballos en un prado; que van de aquí para allá, sin intentar molestarnos realmente, sólo intentando hacer notar su presencia, para que podamos contemplarlos. Natsuki traía caballadas salvajes destrozándole la calma. Incapacitándola para actuar como el ser inteligente que aparentemente era. Pero no era su culpa. Estaba sentada en la nieve, vestida para la ocasión, observando a Shizuru esquiar con tal gracia y maestría que sería un pecado interrumpirla. Sus movimientos de muñecas, la fuerza de sus piernas, su cabello brillando con el sol y danzando con el viento, sus ojos que parpadeaban con precisión y casi que sonreían con satisfacción, su blanca piel que se sonrojaba por el ejercicio y la leve falta de oxígeno, sus labios arqueándose en esa maravillosa curva que dejaba ver sus perlados dientes, su respiración agitándose con elegancia…

Todo lo que Shizuru hacía era perfecto.

Shizuru era perfecta.

Natsuki sonreía ligeramente, contenta de ser capaz de apreciar algo que le parecía eternamente hermoso, pero de repente sintió un aguijonazo en el pecho. Y otro. Y otro. Y otro… ¿Qué era eso? ¿Qué era ese dolor de sentir a Shizuru inalcanzable? ¿Qué era esa impotencia de no poder retomar la cercanía que habían empezado a construir? ¿Qué era ese deseo de abrazarla y alejar de ella toda preocupación? ¿Qué era…?

La morena desvió su mirada, no queriendo ponerle un nombre a todas esas sensaciones, que al parecer tenían el mismo comienzo y el mismo final. Natsuki se recordó a sí misma que su trabajo, su misión, era proteger a esa hermosa mujer. Nada importaba si la detestaba o la aburría… Sólo debía mantenerse en silencio y nunca perderla de vista, protegerla aún a costa de su propio bienestar, físico o emocional.

El día siguiente transcurrió en aparente calma, con Natsuki silente y Shizuru actuando como si estuviera sola; cada que su mirada se posaba en la morena, una ingente molestia inundaba su ser. Molestia que empezaba a mostrarse en su mirada, en sus actitudes, de manera más marcada y agresiva. Y para Natsuki, más dolorosa.

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- Sabes… Una parte mía se encuentra gratamente sorprendida de que andes tan tranquila…

- ¿A qué te refieres?

- Usualmente cuando te gusta alguien no te detienes hasta que lo consigues.

- ¿Estás sugiriendo que me gusta alguien?

- ¿No es obvio? Y la verdad, a pesar de que sea nuestra enemiga, nuestro objetivo a destruir, no podría importarme menos, pero dime, ¿por qué andas tan calmada?

- Oh, querida prima. No estoy calmada. Sólo actúo con sigilo y con magia.

Nao levantó la cabeza del libro que intentaba leer, fijando su vista en la joven peliverde que se hallaba sentada en el piso, intentando una posición de meditación que al parecer le resultaba por demás efectiva.

- Veo que andas divirtiéndote a mis espaldas, Tomoe…

- Algo así… - Sonrió satisfecha consigo misma la menor de las drow.

- Bueno, escúpelo, dime qué hiciste.

- Magia pura, primita. Magia pura.

- Detalles, pequeño gnomo.

- Está bien, está bien, no te estreses. – Sonrió divertida ante la leve rabieta de Nao. - ¿Qué te digo? Me gusta lo tradicional… Recurrir a magia ancestral. Magia negra. He soltado por ahí una pequeña maldición.

- Demonios, eso me suena tan bien…

- Mjm… La maldición inversa.

- Oh, ésa siempre es tan divertida. ¿A quién se la echaste?

- A Fujino.

- Explícame tu ángulo, porque me perdiste.

- Le envié unos chocolates por su cumpleaños. Estaban hechizados para que le fuera irresistible comérselos, pero también estaban malditos. Como bien recordarás, la maldición inversa te hace hacer lo contrario a lo que realmente quieres, y puedes crearla con fines generales o…

- Haciendo énfasis en un solo aspecto.

- Exacto. Digamos que aislé un solo aspecto. El amor. El amor pasional. Si Fujino ama a alguien de esa manera, se alejará paulatinamente del ser amado, y eventualmente empezará a odiarle, con tal fuerza y determinación que envenenará su alma y una vez que eso pase, ya no habrá marcha atrás, ese amor será irrecuperable. Entonces, quito la maldición y voilà, será mía.

- Pero una maldición puede ser rota por acciones y frases. Alguien te puede aguar la fiesta sin saberlo si quiera.

- Como si eso fuera importante. Es la maldición inversa… La única manera de romperla es que sea el propio ser amado quien le diga de frente y sin tapujos ‘te odio’ a Fujino, lo cual, sí, romperá la maldición; sí, despertará a Fujino de esa especie de letargo en la que se encuentra, pero… Fujino recordará esas palabras, la destruirá de todos modos. De una u otra manera, gano yo.

- Tu pequeña mente criminal es deliciosa.

- Por supuesto. Por eso siempre consigo lo que quiero.

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Natsuki, se hallaba aparentemente en su habitación, pero la verdad es que se encontraba protegida por su invisibilidad, para así poder observar a Shizuru, sin causarle a ésta problemas. El mal humor de la castaña hacia ella era ya evidente y en este punto de la noche Natsuki contemplaba firmemente irse. Dejar la escuela y sólo desaparecer; nunca más regresar, aunque ello significase no volver a hablar con Shizuru o romper la promesa que le hizo a Tsukiyo.

La morena se sentía perdida y triste. Se dio cuenta de que Shizuru la detestaba, pero no podía culparla. Natsuki sabía que su temperamento a veces era insoportable, y su personalidad impaciente, reservada, seria, inexpresiva y hasta fría la convertían en una compañera detestable y aburrida. Sin virtudes que pudieran ganarle la simpatía de otros. Sin carisma que hiciera que Shizuru sintiera aprecio por ella. Quizá todo este tiempo Shizuru sólo fue amable y educada, quizá lo intentó con todas sus fuerzas, pero no pudo convencerse de que Natsuki era buena o suficiente. ¿Y la noche del regalo? Quizá fue nada. Quizá sólo fue su imaginación.

Alguna vez antes de que Shizuru cumpliera 10 años, Natsuki la observaba jugar con un pequeño gatito que se encontró en el gran patio de su mansión. La niña lucía tan contenta, que hizo que el alma de Natsuki se sintiera más cálida, pero luego de unas horas, la madre del pequeño se apareció en la cerca, pegando un salto para llegar hasta ellos. Natsuki observó como Shizuru debatía qué era lo correcto a hacer, si lo que quería o lo que debía. La morena pensó que debido a su edad, la pequeña optaría por lo que ella deseaba, conservar al animalito, pero no, Shizuru lo dejó ir porque entendió que era lo mejor. Y entonces una ligera lluvia comenzó…

Natsuki no sabía que fuera posible para las banshees llorar, hasta esa noche, en que sintió sus mejillas húmedas, mientras observaba a Shizuru entrar al baño de su habitación. Natsuki sabía lo que debía hacer, pero diablos si le costaba trabajo convencerse de hacerlo. Una última mirada triste a la puerta del baño por la que Shizuru acababa de entrar y se fue.

No había dado ni tres pasos cuando sintió un aroma distinto. Algo pasaba y no estaba segura. Apareció al lado de Mai, quien se hallaba con Midori y Yukino, en el limbo.

- Necesito tu ayuda en este preciso momento. – Se dirigió a Midori.

- ¿Mi ayuda? – Habló escéptica la pelirroja mayor.

- Sí. Tu experiencia me es necesaria.

- Oh, cachorra, soy toda oídos. – Dijo complacida Midori.

- Acompáñame.

- Bien, bien. Chicas, les encargo esto. – Ordenó mientras señalaba algunas filas de almas.

- Creo que es una maldición. – Anunció Natsuki, una vez se encontraron en la puerta de la habitación de Shizuru.

- Oh, tienes razón. – Concordó Midori al sentir ese peculiar aroma en el ambiente.

- ¿Puedes saber de qué maldición se trata?

- Debo ver la marca.

- ¿Marca?

- Sí, todas las maldiciones dejan marcas en el cuerpo. Cada maldición tiene una marca distinta, y a medida que pasa el tiempo se esparce. Una vez que llega a los ojos, ya no hay nada que pueda hacerse.

- Pero… Yo no le vi nada… - Pensaba decepcionada de sí misma Natsuki.

- Las marcas sólo son visibles de noche, incluso para nosotras.

- Oh… - Vocalizó apenas la morena.

- No te sientas mal, Natsuki-chan. Arreglaremos esto. – Ofreció con una sonrisa la pelirroja.

- Gracias.

Una vez entraron en la habitación vieron a Shizuru recostada en su cama, intentando, al parecer, dormir. Midori vio la marca desde que entraron. Líneas que recorrían la piel de la futura soberana elfa, en el mismo trazo en el que debían estar sus venas, ramificándose en el cuello, extendiéndose en su rostro, casi llegando a sus ojos…

- Uhm… El punto de origen está en el cuello, ¿lo ves? – Preguntó señalando una media luna inversa en la base del lado derecho del cuello de Shizuru.

- No veo nada… - Anunció Natsuki con la misma desesperación en su voz que si acabara de quedarse ciega.

- Es la maldición inversa.

- ¿Por eso yo no puedo ver nada? – Preguntó con enojo, acentuando el pronombre.

- Deja que te explique. La maldición inversa afecta a la persona y sólo a ella, en este caso a Shizuru-san. Le hace hacer y sentir lo contrario a lo que realmente desea. Esta maldición inversa en particular es sobre el amor… Le hace odiar a quien ama. Y el ser amado es incapaz de ver la marca… Por más banshee que sea. - Finalizó con una sonrisa empática.

- ¿C-cómo?

- Que Shizuru-san tiene sentimientos por ti. No puedo aventurarme a decir si es amor o simple y gran aprecio, pero de que los tiene… Los tiene. Y el hecho de que tú no puedas ver la marca significa que en definitiva eres objeto de su afecto. Cuando el ser amado es cualquier cosa menos banshee, hada o bruja, sólo notan la marca cuando llega a los ojos y para entonces ya es muy tarde. El hecho de que hayas podido sentir el cambio de aroma en Shizuru-san significa que la marca está a punto de llegar a sus ojos y que aún estamos a tiempo de ayudarla.

- ¿Qué hago? – Inquirió con un marcado tono de temor en su voz.

- Bueno, esto no va a ser agradable. Siendo la maldición inversa… Debes decirle que la odias. Eso romperá la maldición.

- ¿Que yo qué?

- Dile que la odias. Intenta destruir su aprecio, afecto o lo que fuera. Eso será suficiente.

- ¿Cuánto tiempo tengo?

- Uhm… - Midori se inclinó más hacia el cuerpo de Shizuru observando con cuidado la extensión de la marca. – Hasta mañana en la noche. Medianoche. – Finalizó.

- Está bien. – Suspiró decidida Natsuki.

- Lo siento mucho, Natsuki-chan. Esto cambiará las cosas entre ustedes. – Dijo con sinceridad Midori, mientras se desvanecía frente a los ojos de la morena.

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El viaje de regreso a casa pilló a Natsuki con sentimientos encontrados. Por un lado la alegría de saber que Shizuru genuinamente la apreciaba, aunque no tenía muy bien definido cómo. Pero por el otro, la idea de decirle a Shizuru que la odiaba, le partía el alma, aunque ello fuera para salvarla.

Dicen que los sacrificios que se hacen por amor son los más nobles. Natsuki se sentía jodidamente noble, entonces.

El recorrido por el pasillo se hizo en relativa calma. Natsuki sentía el palpitar de su corazón ir en aumento a medida que se acercaban a su habitación, mientras la tarde moría dando paso a las estrellas. Shizuru abrió la puerta del dormitorio entrando y dejando su maleta en un rincón. Giró en su sitio al darse cuenta de que Natsuki seguía afuera en el pasillo. Curiosa y sintiendo su enojo crecer exponencialmente Shizuru se acercó a la puerta abierta, apoyándose en el filo de ésta, con un aire de desprecio que no pasó desapercibido a la morena.


- Dame una buena razón para no cerrar esta puerta en tus narices. – Dijo sin tapujos la Presidenta estudiantil.

- ¿Tanto me odias? – Preguntó Natsuki con la mirada fija en el suelo.

- Lo que sea. ¿Vas a entrar o no? – Evadió Shizuru la pregunta. Siempre política.

- No. No quiero estar ni un minuto más cerca de ti. – Empezó Natsuki, levantando lentamente la vista para posarla en los ojos de Shizuru, los que lucían confundidos, como regresando de la inconsciencia. – La verdad es que no te soporto. No eres más que una hipócrita de sociedad que se pasa la vida haciendo lo que los demás quieren para ver si así consigue un poquito de aceptación. – Natsuki era capaz ahora de ver la marca extendida en rostro y cuello. – No eres más que una cobarde que se esconde detrás de apariencias para evitar arriesgarse. – La marca empezaba a retroceder y desvanecerse. – No eres más que una niñita engreída acostumbrada a conseguir lo que quiere sin realmente mover un dedo, mal acostumbrada a que todos hagan todo por ella. – La mirada de Shizuru empezaba a suavizarse con tristeza. – Eres una fracasada que no merece nada porque no te has ganado nada. He intentado tolerarte, pero es simplemente imposible. No soporto a la gente así. No vales mi tiempo o mi compañía. Te odio.

Y finalmente allí estaba… Natsuki vio y escuchó como la marca de la maldición se rompía. Apretó su mandíbula para evitar echarse a llorar, pues sabía que si esto había resultado, es porque Shizuru le había creído cada palabra. Y eso sólo significaba que acababa de perderla. El portazo que la castaña le dio confirmó su tesis. Natsuki cerró los ojos con fuerza, dejando sus lágrimas correr, mientras escuchaba la tormenta que se había iniciado afuera.

Puso su mano sobre la puerta que Shizuru acababa de azotarle en sus narices, acariciando la misma con torpe delicadeza. Y es que esto le dolía demasiado. Sentía que acababa de estrujarle el corazón a la bella semi-elfa. Lo irónico del caso es que este fue el preciso momento en que su mente y su corazón decidieron ponerse en sintonía para finalmente entender… Entender que todo lo que le había dicho a Shizuru era lo contrario a lo que realmente sentía. Que el odio que acababa de fingir era el antónimo de esa palabra que se negaba a salir de sus labios, pero que resonaba en todo su ser. Dolía darse cuenta tan tarde…

Dolía que fuera lo opuesto...

5 comentarios:

Anónimo dijo...

me gusta mucho como va la historia espero que puedas continuarla pronto me muero por ver que va a pasar o en que momento va a haber mas interaccion entre ellas dos bueno sigue asi y gracias por publicar

Anónimo dijo...

Se te ha ido soltando la historia de una forma bastante dulce, continúala que te sigo!

Maris dijo...

woooow muy buen capitulo, pobre natsuki tener que decir todo eso sin sentirlo, espero que shizuru pueda entender que lo que paso fue para poder salvarla :C ...
Saludos
P.D me encanta como escribes :D

Anónimo dijo...

Donde esta el cap9!?? esta requete buena la historia! xD

Dagha dijo...

Me muero por dios!!!!!!!!!! q final mas bueno...
La única razón para perdonar es Amar a ésa persona más que a ti mismo. . .
Vale muchas gracias la sigo fielmente!!
Besos bye bye

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