18
Nina levantó la vista del libro y observó a su hermana, que
se paseaba arriba y abajo por la biblioteca. Con una copa de coñac en la mano,
iba de la chimenea a las estanterías repletas de libros hasta el techo, sus
pasos amortiguados por la gruesa alfombra persa. Ida y vuelta, una y otra vez,
deteniéndose a cada poco junto a la repisa de la chimenea para contemplar
fijamente las llamas con expresión pensativa, y después continuar paseando.
Al cabo de un rato de observarla, dejó el libro sobre el
diván de cretona en que estaba sentada. Aquella tarde la había examinado
detenidamente y le parecía saber exactamente qué le tenía preocupada. La
siguiente vez que se detuvo junto al fuego, le preguntó:
- ¿Te encuentras bien, Natsuki?
Ella se volvió y parpadeó con sorpresa; se veía a las claras
que se había olvidado de su presencia. Una tímida sonrisa curvó la comisura de
sus labios.
- Perdóname, estoy siendo un auténtico fastidio.
Nina se levantó y fue hasta la chimenea para recibir el
calor que despedían las suaves llamas. Aun grande y llena de corrientes, de
algún modo la biblioteca era un ambiente acogedor y siempre había sido su
habitación favorita, mucho más que la salita en la que colgaba el retrato de su
padre sobre la chimenea. Había sentido un escalofrío al ver su semblante y sus
ojos fríos mirándola desde el lienzo.
Pero como su marido, su padre estaba muerto. Ninguno de los dos podría ya hacerla sufrir.
Pero como su marido, su padre estaba muerto. Ninguno de los dos podría ya hacerla sufrir.
Miró a Natsuki y le apoyó una mano en el brazo, maravillada
por la agradable sensación que producía poder tocar a alguien.
- Hay algo que te preocupa –le dijo con suavidad-. ¿Quieres
hablar de ello?
Los ojos de Natsuki reflejaron ternura y cansancio.
- Estoy bien, Nina.
No era verdad, pero obviamente no deseaba agobiarla, un
gesto bondadoso pero innecesario por su parte que provocó en ella una chispa de
indignación.
Natsuki volvió a fijar la vista en las llamas, con lo cual
daba por terminada la conversación. Se estaba portando como una necia.
Entonces, adoptando un tono informal, ella señaló:
- Ayer disfruté de la visita a tus amigos. El joven Hiroshi es
muy ingenioso, y la señorita Fujino es...
La mirada de Natsuki se clavó en la suya a tal velocidad que
le pareció oír contraerse sus músculos.
- ¿Qué?
Cualquier duda que pudiera haber albergado acerca de la
fuente de la preocupación de su hermana se desvaneció.
- Pues bastante interesante
- ¿En serio? ¿En qué sentido?
- Admiré su talante al defender sus opiniones sobre el Ladrón de Novias frente al señor Wang. Y
también me di cuenta de que siente una gran devoción por su hermano,
sentimiento que comprendo muy bien.
Natsuki recompensó su comentario con una sonrisa.
- Hiroshi y ella están muy unidos
- No es el tipo de mujer que suele despertar tu interés.
Natsuki se quedó inmóvil unos momentos. Después, con un aire
de naturalidad que podía confundir a cualquiera salvo a ella, preguntó:
- ¿Qué quieres decir?
- No merece la pena que lo niegues, Natsuki. Te conozco
demasiado bien. He visto cómo la mirabas.
- ¿Y cómo la miraba?
Nina le apretó suavemente la mano.
- De la manera en que toda mujer sueña que la miren.
Natsuki no contestó, sólo se quedó allí, contemplándola con
una expresión indescifrable. Nina temió haberla presionado demasiado y tal vez
hubiera sido así, pero no soportaba verla tan preocupada.
- Ella siente lo mismo por ti ¿sabes? –dijo con suavidad- Lo
vi claramente, incluso en los breves instantes en que estuvimos juntas.
Un sonido torturado escapó de la garganta de Natsuki, que
cerró los ojos con fuerza.
- ¿Por qué no eres feliz? Deberías dar gracias a Dios de
que, por ser la cabeza de la familia, no te has visto atrapada por los dictados
de tu destino, como me sucedió a mí. Tú tienes libertad para seguir los
designios de tu corazón, para casarte con quien tú elijas.
Natsuki abrió los ojos y la perforó con una mirada que le
hizo preguntarse si no habría cometido un error al valorar la situación.
- Ya sabes lo que opino al respecto. No tengo intención de
casarme, jamás.
Su dura réplica la dejó atónita.
- Suponía que con los años habías ido cambiando de opinión
sobre ello, y por supuesto a estas alturas, ya que es obvio que sientes algo
por la señorita Fujino–Al ver que ella guardaba silencio, añadió-: Ella es la
clase de mujer con la que me gustaría que te casara, Natsuki.
Un músculo se contrajo en su mejilla
- Me doy cuenta de ello
- Supongo que querrás tener un hijo que herede el título
- La verdad es que no me importa en absoluto perpetuar mi
título –Natsuki hizo un ademán con la mano que abarcaba toda la estancia-. Si
bien no puedo negar que prefiero vivir aquí en lugar en las chabolas de
Londres, mi título no me ha dado ninguna felicidad. –Lanzó a su hermana una
mirada penetrante-. Como tampoco te la ha dado a ti.
Aquellas palabras la hirieron como la hoja de un cuchillo
- Pero seguro que una esposa, una familia, te harían feliz
Natsuki dejó escapar una risa breve y carente de humor.
- Me sorprende que precisamente tú me recomiendes que me
case –Apuró su coñac y dejó la copa vacía sobre la repisa de la chimenea con un
golpe seco-. El matrimonio de nuestros padres fue un verdadero infierno, igual
que el tuyo con ese canalla. ¿Por qué me deseas a mí la misma desgracia?
- Yo sólo deseo tu felicidad. Y he aprendido que el
matrimonio puede ser una fuente de felicidad si es entre dos personas que se
aman, como parece ocurrir entre la señorita Fujino y tú. En Cornualles conocía
a una mujer llamada Sally. Vivía en el pueblo y trabajaba en las cocinas de
Darvin Hall. Era de la misma edad que yo y estaba casada con un tendero local.
Oh, Natsuki, estaban tan enamorados...
–Fijó la mirada en el fuego-. Y eran increíblemente felices, de un modo que me
llenaba de alegría por ellos, pero también de envidia, porque yo deseaba con
desesperación lo que ellos compartían. –Alzó la mirada hacia su hermana y dijo
en un susurro-: En cierta ocasión yo estuve así de enamorada. Si me hubieran
permitido escoger al hombre que deseaba, tal vez hubiera conocido la misma
satisfacción que conocía Sally.
En los oscuros ojos de Natsuki brilló la confusión.
- No sabía que te hubieras enamorado de nadie
- Fue después de que tú partieras para incorporarte al
ejército
- ¿Por qué no te pidió en matrimonio ese hombre?
Nina sintió el fuerte escozor de las lágrimas y levantó la
vista al techo para no derramarlas.
- Por muchas razones. Nunca me hizo ninguna indicación de
que sintiera por mí algo más que amistad. Y aunque me la hubiera hecho, nuestro
padre jamás lo habría consentido. –Clavó la mirada en los ojos interrogantes de
su hermana-. No poseía título, ni riquezas, pero era el dueño de mi corazón.
–Su voz disminuyó hasta convertirse en un susurro-: Y todavía lo es.
Natsuki la miró fijamente, aturdida por aquella revelación.
Acto seguido sintió una oleada de furia. Maldición, no sólo la habían vendido
para casarla, sino que además le habían arrebatado al hombre que amaba. Una
lágrima solitaria resbaló por la pálida mejilla de Nina y Natsuki se sintió de
nuevo abrumada por la culpa por haberle fallado.
“Ojalá lo hubiera sabido. Ojalá no hubiese estado en el
ejército en aquellos momentos” Pero, según había dicho ella misma, todavía
estaba enamorada de aquel hombre. “Por Dios que no volveré a fallarle. Tendrá
al hombre que ama”.
La tomó por los hombros y le preguntó con suavidad:
- ¿Quién es?
- Eso no importa
- Dímelo. Por favor
Nina apretó los labios y respondió con un hilo de voz
- El señor Wang
A Natsuki le pareció que la tierra se abría bajo sus pies.
- ¿Sergay Wang? ¿El magistrado?
Ella asintió bruscamente con la cabeza. Dejó escapar un
sollozo y Natsuki la envolvió en sus brazos. Sus lágrimas le humedecieron la
camisa y sus hombros se agitaban mientras ella, impotente, le acariciaba la
espalda y le permitía desahogar toda su angustia.
El magistrado. Dios santo. Si no estuviera tan atónita, se
habría reído por lo irónico de la situación. ¡De todos los hombres de
Inglaterra, Nina tenía que enamorarse del único que estaba empeñado en
ahorcarla!
Echó la cabeza atrás y cerró los ojos. No le costó
imaginarse la desesperación de su hermana por su situación. ¿Estaría enamorado Sergay
de ella? No lo sabía, pero estaba claro que eso no había tenido importancia; su
padre jamás habría permitido que un plebeyo cortejara a Nina. Y no podía
imaginarse a Sergay Wang, estricto cumplidor de la ley, dejando a un lado las
normas sociales y declarándose a la hija de un conde.
Bueno, aquél sí que era un embrollo de mil demonios. El
cielo sabía que Natsuki deseaba la felicidad de Nina, pero ¿cómo iba a
alentarla a iniciar una relación que no haría sino involucrar a Wang más
estrechamente en su vida?
Los sollozos de Nina fueron cediendo, hasta que por fin se
apartó. Sus ojos, rodeados de largas y húmedas pestañas, lo miraron
suplicantes.
- Te lo ruego, Natsuki, ya es demasiado tarde para mí, pero
para ti no. Tú has encontrado a alguien a quien amar, que te corresponde a su
vez. No lo desperdicies. El amor es algo muy preciado y raro. No permitas que
la infelicidad y la amargura que dominaron la vida de nuestros padres destruyan
tu oportunidad de tener un futuro feliz. –Respiró hondo y prosiguió--: A pesar
de la tristeza que conocimos aquí por obra de nuestro padre, tú y yo nos las
arreglamos para labrarnos una existencia dichosa por nosotros mismos. Imagina
lo maravilloso que podría ser la mansión Kruger si estuviera llena de amor y
risas. Tú serías una madre increíble, Natsuki; buena, paciente, cariñosa. No
como él. Y yo estaría encantada y orgullosa de llamar hermana a la mujer que tú
amases y de ser la tía de tus hijos. –Se alzó de puntillas y le depositó un
beso en la mejilla-. Me temo que debo retirarme ya, porque estoy completamente
exhausta. Por favor, piensa en lo que te he dicho.
Salió de la habitación y, tan pronto cerró la puerta, Natsuki
se pasó las manos por la cara y dejó escapar un prolongado suspiro.
“Tú has encontrado a alguien a quien amar”.
Sí, eso parecía. Una mujer que la estimulaba en todos los
sentidos. Adoraba su apariencia, su contacto, su aroma y su sabor, adoraba su
manera de reír y su inteligencia, su ingenio y su carácter afectuoso, adoraba
su lealtad y...
La amaba.
Un gemido surgió de su garganta y se derrumbó en un sillón
con un golpe sordo. Apoyó los codos en las rodillas y hundió el rostro entre sus
manos temblorosas. Que Dios la ayudase, estaba enamorada de Shizuru.
¿Cómo había permitido que sucediera algo así? Siempre había
protegido su corazón, pero la verdad era que ninguna mujer se había acercado a
tocarlo. No resultaba difícil proteger una ciudadela que nunca ha sido acosada.
Pero Shizuru había logrado de algún modo llegar hasta su interior, escalar sus
murallas y agarrarle el corazón en un puño.
Maldición, no debería haberle hecho el amor. En ese caso,
quizás hubiera podido evitar esta catástrofe. Sin embargo, aunque aquella idea
le entró en la mente, comprendió que no era verdad. No se había enamorado de
ella a causa de lo sucedido la noche anterior, sino que lo sucedido la noche
anterior se debía a que estaba enamorada de ella.
Aun así ¿cómo podía haberse enamorado y no haberse dado
cuenta hasta ahora? ¿Cuándo había ocurrido? Trató de establecer el momento
exacto en que cayó en aquel abismo emocional, pero no pudo. Se había sentido
fascinada por Shizuru desde el principio y había sido incapaz de olvidarla por
más que se había empeñado.
“Ella siente lo mismo por ti”. La frase de Nina reverberó
por todo su ser. Se masajeó las sienes doloridas. Sabía que Shizuru se
preocupaba por ella, pero, diablos, se preocupaba por todo el mundo. “Mas nunca
ha hecho el amor con nadie más que contigo”. ¿Era posible correspondiera a su
amor?
Caviló aquel punto seriamente, pero al final decidió que no.
Shizuru deseaba una aventura, nada más. Y era mejor que no estuviera enamorada;
no quería destrozarle el corazón, como iba a sucederle a ella misma. Porque si la
amaba, y por su bien rogó que no fuera así, era imposible soñar con un futuro
en común.
Entre sus planes no entraba el matrimonio, pues había visto
que no causaba más que desgracia. No obstante, si tenía que creer a Nina, si
dos personas se amaban la una a la otra el matrimonio podía ser maravilloso.
Por un instante imposible se permitió pensar en lo impensable: Shizuru como
esposa suya, compartiendo su vida y su lecho todas las noches.
Le abrumó un doloroso sentimiento de pérdida como no había
sentido jamás, y por segunda vez aquella noche le abofeteó la ironía de la
situación.
Maldición, lo quería todo, quería amor. Quería casarse con
ella.
Pero la vida que había elegido como Ladrona de Novias lo hacía imposible. Aunque no volviera a rescatar
a ninguna otra mujer, todavía podrían ahorcarla por los secuestros anteriores y
no podía convertir la vida de Shizuru en un horror si tal cosa ocurría.
No, no podía casarse jamás. Cuanto más alejada se mantuviera
de Shizuru, mejor para ella. Pero Dios ¿cómo iba a soportar vivir sin ella el
resto de su vida?
Levantó la cabeza y miró el reloj de la repisa. Faltaban dos
horas para reunirse con ella en la verja del jardín.
Dos horas para decirle que su relación había terminado.
Dos horas para que su corazón quedara destrozado.
Shizuru aspiró el aire fresco de la noche, dejando que las
fragancias florales del jardín sosegasen sus agitados nervios a medida que
avanzaba por el sendero que conducía a la entrada de atrás. Quedaban diez
minutos para encontrarse con Natsuki, pero había tenido que escapar de los
asfixiantes confines de su dormitorio. Poco después de la cena había llegado la
señora Midori para echar una partida de cartas y cotillear un poco. Como no era
habitual que Shizuru participase en aquellas reuniones, a nadie le resultó
extraño que se retirase temprano.
Ciertamente, en los ojos de su madre había detectado que ardía
en deseos de informar a la señora Midori sobre la invitada que habían tenido
aquel día a tomar el té. Shizuru sólo pudo rezar para que su madre hiciera caso
de su ruego y no mencionase que la condesa la estaba cortejando. Por
descontado, imaginaba que no diría abiertamente que se trataba de una
pretendiente, pero sí lo insinuaría con una oportuna elevación de cejas. Y,
naturalmente, no desengañaría a la señora Midori de las ideas incorrectas que
ésta pudiera hacerse.
La humillación podía ser mayúscula. Ya le parecía estar
oyendo los chismorreos: “Oh, qué tremendo y ridículo que es que la pobre y
excéntrica Shizuru Fujino y su madre se hayan hecho ilusiones de que Kruger vaya
a hacer la corte a una muchacha tan anodina”. Sin duda el rumor llegaría a oídos
de Natsuki y Shizuru sintió una profunda mortificación al pensar en su
inevitable respuesta: “¿Hacer la corte a la señorita Fujino? Qué tontería ¿Por
qué iba yo a hacer algo así?” Oh, claro que procuraría disfrazar su rechazo con
términos más amables, pero el resultado final sería el mismo.
Se sintió arder de vergüenza y apretó el paso por el sendero
de flores. Unos minutos después llegó a la verja, sin resuello. Se acomodó en
un banco de piedra flanqueado por fragantes rosales y cerró los ojos. Al instante
visualizó una serie de imágenes de la noche anterior, y escondió su rostro
ruborizado entre las manos.
“Cielo santo, ¿qué he hecho?”. Lo único que quería era
compartir las maravillas de la pasión con la única mujer que se la había
inspirado, una mujer a la que respetaba y admiraba, una mujer que había sido su
amiga. Pero también era una mujer, tal como había descubierto hoy, que sostenía
unas opiniones diametralmente opuestas a las suyas. Una razón más para poner
fin a la relación.
De sus labios escapó un sonido a medio camino del sollozo y
la carcajada, al congratularse por lo afortunada que era de que nadie
sospechase el verdadero alcance de dicha relación. Dios bendito, pero si Natsuki
no había hecho más que tomar el té con su familia y ya su madre abrigaba la
esperanza de casar a su hija amante de los libros con una condesa. Si Natsuki fuera
a visitarla de nuevo por algún motivo... en fin, no habría manera de detener a
su madre. Tal como estaban las cosas, su desilusión iba a reverberar en todos
los salones de la mansión Fujino, sin duda durante décadas.
¡Ojalá no se hubiera enamorado de ella! Sí, tendría sus
recuerdos, pero también se había condenado a sí misma al profundo dolor de un
corazón destrozado. Bajó las manos y lanzó un suspiro tembloroso. Estaba claro
que no podía arriesgarse a pasar otra noche con Natsuki; cuando llegara,
tendría que decirle de inmediato que su relación había terminado... por el bien
de las dos.
Le subió el corazón a la garganta y luchó por reprimir las
lágrimas que le abrasaban los ojos. No habría una última noche de pasión en sus
brazos, ninguna otra oportunidad de tocarla de nuevo, de saborear sus besos, de
demostrarle, con las palabras que no sabía decir, lo mucho que la amaba. No
habría más tiempo para formar los recuerdos que la sustentarían durante toda la
vida. No tenían futuro. Natsuki era la mujer inadecuada para ella en todos los
sentidos.
Su apasionada aventura había terminado... e iba a pagarlo
con todo su corazón.
En la salita, Misato Fujino observaba a Midori, que parecía
bastante incómoda, y ocultó expertamente su sonrisa satisfecha detrás de la
taza de té. La noche había ido todavía mejor de lo que esperaba. No sólo Midori
estaba que trinaba por la visita de ladi Kruger y el interés de ésta por
Shizuru, sino que además Misato le había propinado una buena paliza jugando al
piquet. Contempló a Midoripor entre sus pestañas y se apresuró a tomar otro
sorbito de té para tragarse su regocijo. Ciertamente, Lydia parecía un gato que
acabara de recibir un desagradable baño.
Como su triunfo no le permitía permanecer quieta, Misato se
levantó y fue hasta las ventanas francesas. Penetraba una frisa fresca y con
olor a flores procedente de los jardines. En ese momento advirtió un destello
de color que le hizo volver la vista hacia un sendero lateral que se internaba
en el jardín. La taza de té se le detuvo a medio camino de la boca y el ceño le
arrugó la frente. ¿Qué demonios estaba haciendo Shizuru allí a aquellas horas
de la noche? ¿Por qué no estaba durmiendo, si se había retirado varias horas
antes?
Diablos, la joven y su conducta excéntrica iban a acabar con
ella. Sin duda pescaría un resfriado y estaría enferma la próxima vez que
viniese a visitarla Ladi Kruger...
Mientras escrutaba la oscuridad que rodeaba a su hija, le
dio un brinco el corazón. Había algo muy extraño -¿tal vez furtivo?- en aquel
paseo nocturno. Misato entrecerró los ojos, pero se reprendió por aquellas
sospechas. Seguro que Shizuru jamás... y a ladi Kruger no se le ocurriría...
No; estaba descartado que se tratase de una cita amorosa. ¿O
no? Por supuesto, si hubieran acordado encontrarse, desde luego sería maravilloso...
y... preocupante.
Regresó a toda prisa al diván y depositó la taza sobre la
mesa de caoba.
-Midori, hace una noche estupenda. Vamos a dar un paseo.
Midori se la quedó mirando como si le hubiera salido un
tercer ojo en la frente.
- ¿Un paseo? ¡Pero si son casi las once!
- Hiroshi ha plantado un esqueje nuevo en mi jardín, algo
que ha creado en su cámara. No recuerdo qué nombre tiene, pero se supone que
florece sólo de noche. Ardo en deseos de ver si ha florecido.
- ¿Una planta que florece por la noche? –repitió Midori con
un destello de curiosidad en los ojos.
- Sí. Si ha florecido, te daré algunos injertos –Seguro que
aquel aliciente convencía a Midori; se moriría si Misato tuviera una flor que
no tenía ella.
- Bueno, supongo que si llevamos una linterna para no
torcernos un tobillo...
- No podemos llevar linternas. Ni hablar más alto que
susurrando. Una luz o un ruido y ¡pff!... –chasqueó los dedos bajo las narices
de Misato-, las flores se cerrarían instantáneamente. –Al ver que su amiga
titubeaba, Misato soltó un suspiro exagerado-. Claro que si estás demasiado
cansada... es comprensible en una mujer de tu avanzada edad.
Midori se puso en pie como si tuviera un muelle gigantesco
debajo de las posaderas.
- Sólo tengo dos años más que tú, Misato. Te aseguro que
estoy muy en forma.
- Por supuesto que sí, querida. ¿Por qué no te sientas otra
vez antes de que te hagas daño en tu delicado persona? –Extendió una mano
solícita hacia Midori, la cual se colocó ágilmente a su lado y le dirigió una
mirada asesina.
- Desde luego que no pienso sentarme. Tu sugerencia de dar
un paseo no ha hecho sino estimularme. Ahora que lo pienso mejor, opino que un
paseo en silencio y a oscuras por los jardines en busca de unas plantas que
florecen por la noche es una idea excelente.
- Bien, si insistes, Midori...
- Por supuesto que sí.
Midori levantó la barbilla y se encaminó hacia la puerta
como una reina dirigiéndose a su trono. Misato la siguió de cerca, mordiéndose
las mejillas por dentro para contener su sonrisa de triunfo.
Exactamente a las once en punto, Natsuki desmontó de
Emperador y lo ató a un árbol cercano a la verja de los Fujino. Cuando se
aproximaba a la entrada divisó a Shizuru sentada en un banco de piedra y se
detuvo. Parecía sumida en sus pensamientos. ¿Estaría pensando en la noche
anterior? Contempló su perfil y dejó que acudieran a su mente los recuerdos de
aquella apasionada velada; reprodujo en su mente cada caricia sensual, cada
sabor exquisito, que le llenaron a un tiempo de anhelo y de una intensa
sensación de pérdida.
Reanudó la marcha en dirección a Shizuru. Casi la había
alcanzado cuando una ramita crujió bajo su bota, y ella se puso en pie
nerviosamente y se volvió hacia Natsuki. La bañaba la luz de la luna, y el
corazón de Natsuki sufrió un extraño vuelco al recorrerla lentamente con la
mirada, reparando en su moño ligeramente desaliñado y en su sencillo vestido de
muselina. Luego volvió la mirada a su rostro. Shizuru la miraba a través de sus gruesas
gafas con ojos serios. Sacó la lengua para humedecerse los labios y Natsuki imitó
el gesto de forma involuntaria, imaginando su sabor a miel.
Caminó hacia ella despacio y sólo se detuvo cuando las
separaban escasos centímetros. El pulso le latía el doble de lo normal mientras
la admiraba con ojos ávidos.... la mujer que amaba, la mujer que no podía
tener, la mujer que muy probablemente no volvería a ver nunca una vez que se
separara de ella esa noche.
Que Dios la ayudase, no deseaba otra cosa que llevársela
consigo, repetir la pasión y el placer que habían compartido la noche anterior.
La miró a los ojos y sintió que su fuerza de voluntad se le escapaba igual que
los granos de arena a través de un cedazo. Tenía que decirle que su relación
había terminado, ya, antes de que los deseos e impulsos de su corazón la
cegasen.
- Tengo algo que decirte –dijeron las dos al unísono.
Se miraron, sorprendidas, durante varios segundos. Después,
aliviada por postergar unos momentos más lo inevitable, Natsuki inclinó la
cabeza.
- Tu primero
- Está bien –Shizuru respiró hondo y la miró con ojos llenos
de sentimiento-. Llevo horas tratando de buscar la manera adecuada de
decírtelo, pero no estoy segura de que exista, así que simplemente tendré que
decirlo sin más. Deseo poner fin a nuestra... relación.
Natsuki tuvo la sensación de que el aire abandonaba sus
pulmones. ¿Ella deseaba poner fin a la relación? Había sufrido tanto,
preocupada por la posibilidad de herirla, ¡y resultaba que ella ya no la
deseaba! Se le atascó en la garganta una exclamación de incredulidad; si
hubiera podido, se habría echado a reír de su propia vanidad.
Ciertamente, debería sentirse aliviada por aquel inesperado
giro de los acontecimientos que la eximía de la responsabilidad de tomar la
iniciativa. Lo único que tenía que hacer era asentir y marcharse. Se quedó
inmóvil, aguardando a sentir la felicidad que debería estar sintiendo, pero era
obvio que aquélla no era precisamente la palabra adecuada para definir las
emociones que la embargaban. Más bien se parecían a un intenso dolor que
maldijo para sí.
- ¿Puedo preguntar por qué? –inquirió con rapidez.
Shizuru entrelazó las manos y se dio la vuelta hacia un seto
alto y perfectamente recortado, dejando que Natsuki contemplara su espalda. Su
nuca. La delicada curva de su cuello, que sabía que tenía sabor a miel y tacto
de seda.
- Por muchas razones. Temo que si prolongamos nuestra
relación, nos arriesgaremos a que nos descubran y en cualquier caso no era más
que algo temporal... –Hizo una pausa y cuadró los hombros-. Tu visita de hoy ha
conseguido que mi madre conciba la falsa esperanza de que me estás cortejando.
He hecho todo lo posible para convencerla de que se equivoca, pero es muy persistente
en estos asuntos. Además, últimamente he descuidado mi trabajo en la cámara.
Deseo dedicar mis energías a avanzar en mis experimentos y quizás incluso a
planear un viaje al continente. Así pues, creo que lo más prudente, y lo más
lógico, es que no nos veamos más. En ningún sentido.
Una furia irrazonable e injustificada atenazó a Natsuki igual
que un grillete.
- Mírame –articuló con los dientes apretados.
Shizuru se volvió lentamente hacia ella. Sus ojos relucían
enormes, pero por lo demás parecía perfectamente serena, hecho que la molestó
todavía más.
- ¿De modo que quieres poner punto final a nuestra amistad y
también a nuestra relación? –le preguntó.
A Shizuru el corazón le dio un vuelco.
- Es lo mejor
Se abatió un silencio sobre ambas. Shizuru tenía toda la
razón, por supuesto. A Natsuki la cabeza le decía que le deseara buena suerte y
se fuera, pero su voz y su cuerpo se negaron a colaborar.
Tras lo que le pareció una eternidad, en realidad menos de
un minuto, preguntó:
- Y tú ¿qué querías decirme?
“Que te amo. Que quiero que seas mi mujer, mi amor. Quiero
ver el mundo contigo y compartir todas esas aventuras con las que sueñas:
explorar las ruinas de Pompeya, pasear por el Coliseo, visitar los Uffizi,
contemplar las obras de Bernini y Miguel Ángel, nadar en las cálidas aguas del
Adriático... Quiero decirte que no deseo que transcurra un solo día de mi vida
sin ver tu sonrisa, oír tu risa ni tocar tu cuerpo y que muero por dentro al
saber que jamás tendré esas cosas contigo”.
Intentó que sus facciones compusieran una expresión tímida,
nada segura de conseguirlo.
- Lo curioso es que yo tenía la intención de sugerirte lo
mismo... por las mismas razones que has expuesto tú.
- En...tiendo –Shizuru miró al suelo unos segundos, luego
alzó el rostro y le obsequió con una débil sonrisa-. Bien, entonces, según
parece estamos de acuerdo. Te deseo una vida larga y próspera. Para mí ha sido
un... un gran placer conocerte.
Se movió como para decirle adiós y marcharse tranquilamente.
Antes de que su sano juicio pudiera evitarlo, Natsuki alargó
una mano de pronto y la agarró del brazo.
Sintió un agudo dolor que la abrasaba por dentro, arañándole
las entrañas. ¿Cómo podía marcharse sin más?
Shizuru miró la mano que la sujetaba y clavó sus ojos en los
de Natsuki.
- ¿Hay algo más, miladi?
Natsuki notó que algo saltaba en su interior al oír aquel
tono inexpresivo y el uso formal de su título. Maldición, quería oírla
pronunciar su nombre, tal como lo había susurrado la noche anterior, cargado de
deseo, cuando estaba en lo más profundo de su cuerpo, antes de que el mundo y
sus leyes y sus responsabilidades conspirasen para robarle aquella mujer.
- Sí, Shizuru, hay algo más.
Y entonces la atrajo hacia sí y le dio un beso abrasador,
desesperado e indignado.
Ella permaneció inmóvil y sin reaccionar durante varios
segundos, pero entonces gimió y le devolvió el beso. Toda cordura la abandonó
cuando Natsuki la estrechó entre sus brazos, perdida en la sensación de sus
blandas curvas pegadas a su cuerpo. Natsuki exploró su boca con una posesividad
primitiva y una falta de delicadez que en otras circunstancias le habrían
horrorizado. Su lengua acarició la de ella con rítmica ansia, a la par del
mantra que se repetía en su cabeza: “mía, mía, mía”.
No tuvo noción del tiempo transcurrido hasta que el beso
dejó de ser una confrontación salvaje de labios, lenguas y alientos y se
transformó en un encuentro pausado, lánguido y profundo que hizo fluir un deseo
turbio y candente por sus venas. Deslizó una mano hasta su nuca para hundirla
en su caballo y soltar las horquillas, que cayeron al suelo en silencio. Los
bucles suaves y fragantes se derramaron sobre sus dedos mientras su otra mano
descendía para acariciar la femenina curva de sus nalgas. La garganta de Shizuru
emitió un gemido de placer.
-Shizuru–susurró contra sus labios-. Yo...
En ese momento se oyó una sonora exclamación que interrumpió
lo que estaba diciendo. Ambas se volvieron en dirección al sonido.
A menos de tres metros de ellas estaban Misato Fujino y
Midori Sugiura, ambas con la boca abierta y los ojos como platos.
Shizuru aspiró profundamente y se zafó con brusquedad de los
brazos de Natsuki, como si le quemasen. Pero el daño ya estaba hecho.
Entonces, los labios de la señora Fujino formaron una o perfecta por la cual salieron gorjeos
entrecortados. Se llevó el dorso de la mano a la frente con gesto
melodramático, dio unos pasos tambaleantes hasta el banco de piedra y a
continuación se desplomó gorjeando en un elegante desmayo.
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13 comentarios:
Soy fan de Misato xD!! es la mejor!! al final conseguio lo que queria jaja!!
waaaa ya las descubrieron!!
santo dios del cielo, que hará nat
no no mas importante, que hará
misato ante todo esto, sera que
obligara a natsuki a tomar responsabilidad..y eso que no sabe que
un beso es lo mas light que paso jajaja
rayos..!..no tardes con el siguiente capitulo
excelente capitulo!! al parecer las cosas se están poniendo tensas. Espero la Conti!
Wuuuuuuou un vuelco sumamente inesperado!!! Kyaaaa que emocion! Kaon chan esta vez si te lusiste, felicitaciones :3 ya quiero la coooonti >w<
Wow, esto sí que va a cambiar la situación para ambas...
Nunca me esperé este giro en las cosas.
Al menos hasta ahora Nao no ha intentado nada con Natsuki, eso le da un descanso a mi pobre corazón.
Esperaré la continuación pacientemente.
pufff crei que al fin esas dos iban a estar juntas perooo no veo que noo todo esta empeorando jajajajaja esperoo que sigas la continuacion me gusta mucho sigue asii :D
wuooo,la neta esta rebueno este capi.lo bueno fue k ya se habian decidido a terminar,porfas no demores en subir el siguiente capi.
Wow! increíble capítulo, casi se podía sentir la tensión en carne propia :O
Esperaré la continuación con ansias ya que cada vez esto se pone más intenso y dramático.
Hasta la próxima! ;D
santo dios esto si que se puso rebueno jajaja muero por una continuacion de lo mas urgente y ver que va a pasar con natsuki y shizuru lol y que dira midori :S
conti,conti,conti!!!! pofissssss!!!!!!!!!!
Anda quee....vaya corta rollos la misato y midori jajajajajaja xDD Espero la conti :D
Por todos los cielos que historia, a este paso tendré un sincope y este pobre corazón inquieto, espera ansioso la continuación par dilucidar las situaciones que se han presentado.
Se le agradece a Misato la intervención jajaja
tu me tienes enllavada con esta historia
me esta gustado mucho tu historia espero ansiosa por el siguiente cap.
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