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Del London Times:
La Brigada contra el
Ladrón de Novias cuenta ya casi con quinientos miembros, y el precio que ponen
a la cabeza del bandido ha aumentado a diez mil libras. A estas alturas, no
existe un solo lugar de Inglaterra donde pueda esconderse. Ciertamente, sus
días están contados.
A la mañana siguientes, antes de reunirse con sus padres y
con Hiroshi en la salita del desayuno, Shizuru se miró en el espejo de cuerpo
entero de su dormitorio.
¿Cómo era posible que tuviera el mismo aspecto cuando todo
había cambiado completa e irrevocablemente? ¿Cómo podía ser que todas las cosas
extraordinarias que estaba sintiendo no se reflejaran en el exterior, salvo
quizás el color que le teñía las mejillas?
Se rodeó con los brazos y cerró los ojos para permitir que acudieran
a ella los recuerdos de la noche anterior. Ni en sus sueños más audaces hubiese
imaginado las intimidades que habían compartido Natsuki y ella, primero en el
lago y luego en la cabaña. La sensación indescriptible de yacer desnuda frente
a otra mujer que exploraba lentamente su cuerpo con las manos y los labios, despertándole
una pasión que jamás se había sentido capaz de experimentar.
Y luego la increíble belleza de explorar a su vez el cuerpo
desnudo de ella, reclinada delante del fuego, cuyo resplandor iluminaba un fascinante
despliegue de músculos y curvas femeninas. Caricias sin fin y susurros mientras
ella le enseñaba cómo darle placer y descubría su propio placer. Besos largos,
profundos y lentos, que le llegaban al alma. Ciertamente había sido la aventura
de su vida.... y mucho más.
¿Durante cuánto tiempo?
“No pienses en eso”, le advirtió el corazón, pero su cerebro
rehusó escuchar. Sería una necedad creer que podría mantener interesada Natsuki
durante mucho tiempo. ¿Cuánto tardaría en cansarse? ¿Una semana? ¿Un mes?
Sintió una aguda punzada al pensar en la posibilidad de separarse de ella, de
no volver a verla nunca. O peor: de verla y tener que fingir que entre ellas no
había ocurrido nada; saber que Natsuki disfrutaba con otra mujer de las
intimidades que había compartido con ella.
Le invadió una oleada de celos impotentes ante la idea de
que acariciara a otra mujer.... o de que alguien más la tocase, la excitase, le
diese placer. Se sujetó el estómago y luchó por reprimir las lágrimas que le
quemaban los ojos, en un valiente intento de disipar aquel pensamiento antes de
que el corazón se le partiera en dos. “Eres una tonta. Se suponía que esto iba
a ser una aventura, y mira lo que has hecho: te has enamorado de ella”.
¿Por qué no había reparado antes en algo tan desastroso?
¿Por qué no se había preparado? ¿Por qué no se le había ocurrido que podría
perder el corazón por ella? No sólo poseía cada uno de los rasgos que admiraba
en una persona, sino que además llenaba todos los rincones de su mente de
fantasías románticas que debería desechar por ridículas e ilógicas, pero en
cambio la inundaban de... amor.
Un extraño sonido surgió de su garganta, y cubrió los
escasos metros que la separaban de su escritorio con paso inseguro antes de dejarse
caer en la dura silla de madera. Intentó desoír su voz interior, pero fue en
vano: la amaba. La amaba sin remedio, sin esperanza. Había una palabra que
describía cómo quedaría ella cuando terminara la relación entre ambas:
destrozada.
Natsuki pasaría a la mujer siguiente, y ella se quedaría sin
nada excepto los recuerdos, porque no concebía tomar jamás otra amante; su alma
y su corazón pertenecían a Natsuki.
Se incorporó y comenzó a pasear por la habitación. Cuanto
más tiempo permitiera que continuase su relación con Natsuki, más intenso sería
su sufrimiento cuando ésta terminara. Sabía con dolorosa certeza que lo único
que haría sería enamorarse más de ella y no podría ocultarlo porque no era
buena actriz.
Se detuvo y ocultó la cara entre las manos. Santo Dios, qué humillante
sería que Natsuki supiera... que la compadeciera por aquellos sentimientos sin
esperanza. Pero ¿qué otra cosa podía hacer salvo compadecerla? No había
posibilidad de que ella correspondiera aquellos sentimientos; tal vez la
tratara con amabilidad o le profesara cierto afecto, pero nunca se enamoraría
de ella, nunca querría desposarla y pasar el resto de su vida a su lado. Recordó
lo que le había dicho: “No tengo intención de casarme nunca”.
Ella tampoco sentía deseos de casarse, una decisión que
hasta entonces le había resultado muy fácil mantener. ¿Por qué iba a querer
pasar toda la vida con una persona que no respetara su dedicación al estudio
científico? Abrigaba la esperanza de hacer algún día una aportación importante
a la medicina con su crema de miel, cosa que Natsuki sí respetaba. Ahora, por
primera vez, caía en la cuenta de que no tenía que renunciar a sus sueños para
satisfacer a alguien.
Pero la mujer a la que quería había dejado bien clara su aversión
al matrimonio. ¿Por qué tenía una opinión tan terca al respecto? Sacudió la
cabeza. Aunque sentía curiosidad, al final los motivos no importaban. No
deseaba casarse y ya está. Y aun cuando algún día cambiara de idea, por
supuesto escogería una esposa joven y bonita perteneciente a la aristocracia.
Su sentido común le decía que pusiera fin a la relación. De inmediato.
Antes de arriesgar más el corazón. Pero éste se rebelaba y la instaba a
aferrarse con uñas y dientes al tiempo que pudiera conservar a Natsuki consigo,
y disfrutarlo mientras durase. Tenía una vida entera para remendar su corazón.
Quizás. Con todo, sospechaba que el corazón no se le curaría
nunca. Y que nunca podría soportar que Natsuki la compadeciese. Y que nunca
lograría esconder lo que sentía por ella. Por su propio bien, para evitar
enamorarse de ella de un modo del que no podría recuperarse jamás, tenía que
poner fin a la relación.
Aún así, se le hacía imposible la idea de no verla más.
Necesitaba abrazarla, tocarla, al menos una vez más, para acumular los
recuerdos que tendrían que durarle todas las noches vacías y solitarias que la esperaban.
Habían acordado reunirse aquella noche, a las once, en la verja del jardín,
para después dirigirse a la cabaña de ella. La abrazaría una vez más y luego
rezaría para encontrar las fuerzas necesarias para dejarla marchar.
Natsuki estaba de pie frente a las ventanas de su estudio
privado, tomando su café matinal. Su mirada vagó hasta el reloj situado en la
chimenea y una sonrisa irónica curvó sus labios. Habían pasado exactamente tres
minutos desde la última vez que había consultado la hora.
Catorce horas para volver a Shizuru de nuevo. No, en
realidad eran catorce horas y treinta y siete minutos. ¿Cómo demonios iba a hacer
para ocupar el tiempo? Echó un vistazo a su escritorio; había una docena de
cartas que requerían su atención, al igual que las cuentas de su propiedad de
Norfolk.
Lanzó un largo suspiro de frustración. Por mucho que
intentara enfrascarse en el trabajo, nada lograría borrar los recuerdos de la noche
anterior: la sensación de tener a Shizuru debajo de ella, encima de ella,
enroscada alrededor de ella; su nombre pronunciado por ella en el momento de alcanzar
el clímax entre sus brazos, descubrir los fascinantes secretos de su cuerpo, el
asombro con que ella exploraba el suyo, aquella candente intensidad aplacada
por las risas.
Ninguno de sus encuentros sexuales anteriores le había
preparado para lo experimentado con Shizuru. Jamás había sentido aquel abrumador
impulso de proteger a una mujer, aquella ternura que le dolía en el pecho,
aquel afilado deseo de saberlo todo de ella, tanto de su cuerpo como de su
mente; aquella acuciante necesidad de complacerla en todos los sentidos, de
estrecharla contra sí y simplemente no soltarla más.
Apuró el último sorbo de café y dejó la taza de porcelana
sobre el escritorio. Después se presionó las sienes en un vano intento de
aliviar los turbadores sentimientos que la asaltaban. Maldición, se sentía
nerviosa y, al mismo tiempo, extrañamente vulnerable. Y eso no le gustaba nada.
¿Cómo se las había arreglado Shizuru–ingenua en los caminos del amor- para
excitarla y cautivarla como jamás lo había conseguido ninguna mujer
experimentada? ¿Por qué la noche anterior no estaba resultando como todas las
noches que había pasado en brazos de una amante: placentera mientras duró, pero
totalmente olvidable una vez consumado el acto?
Se le ocurrieron una docena de palabras para describir la
noche anterior, pero “olvidable” no era ninguna de ellas. Soltó una amarga risita
al recordar que menos de dos semanas antes había imaginado que podría ver a Shizuru
Fujino una vez más y luego olvidarse de ella. ¡Qué broma tan cruel! Ya antes de
hacerle el amor no había podido apartarla de sus pensamientos y ahora ocupaba
todos los rincones de su mente.
¿Olvidarse de ella? ¿Cómo abrigar semejante esperanza cuando
tenía su tacto, su olor, grabados de manera indeleble en el cerebro? Y temía
que en más lugares también; era como si le hubiera escrito su nombre a fuego en
el corazón, y en el alma. Resultaba inquietante.
Aquel deseo, aquella necesidad de tenerla suponía una prueba
dolorosa para su autocontrol, una faceta de sí misma de la que siempre se había
enorgullecido.
Sintió que se le retorcían las entrañas y se maldijo
mentalmente. ¿Cómo había permitido que la relación llegase a aquel punto? ¿Por qué
había perseguido algo que era totalmente imposible? “Porque eres una maldita
egoísta y no podías quitarle las manos de encima”. Por mucho que aquello la
avergonzara, no podía negar la verdad que le anunciaba su vocecilla interior. Y
sólo existía un modo de reparar lo que su egoísmo había dañado.
Tendría que poner fin a la relación.
Todo su ser elevó un grito de protesta, y juraría que su
corazón había clamado: “¡No!”. Pero, maldita sea, todos
aquellos.....sentimientos, aquellas sensaciones dulces y tiernas que Shizuru generaba
en ella la inquietaban sobremanera. La asustaban. No podía ofrecerle el futuro
que ella merecía. Ciertamente, era posible que una relación a largo plazo con ella
supusiera un peligro para Shizuru.
Su relación tarde o temprano tendría que terminar. Por el
bien de las dos, necesitaba que fuera más bien temprano.
Pero Dios, todavía no.
Tenía que verla de nuevo, una vez más, para memorizar cada
una de sus miradas, su contacto, cada centímetro de ella; porque sabía, en su
imprevisto agitado fuero interno, que nunca conocería a otra mujer como Shizuru
Fujino.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos por unos golpes en
la puerta del estudio.
- Adelante.
Entró su mayordomo, por lo general impasible, iluminado por
una animación inusual.
- Tiene una visita, miladi.
El corazón le dio un brinco. ¿Había venido a verla Shizuru?
Hizo un esfuerzo por conservar un tono sin inflexiones y preguntó:
- ¿De quién se trata?
En los ojos del hombre destelló un brillo inconfundible.
- Es la señorita Nina, miladi.
En ese momento apareció detrás de él su hermana Nina, el
rostro enmarcado por su hermoso cabello negro azulado perfectamente peinado.
Mostraba signos de fatiga y tensión, y las lágrimas afloraban a sus claros ojos
castaños. Clavó la mirada en ellos y sintió alivio al no encontrar sufrimiento,
aunque resultaba dolorosamente obvio que su hermana continua sufriendo una
sensación de acoso y una penosa inseguridad en sí misma.
Le tembló el labio inferior cuando dijo:
- Hola, Natsuki. Gracias por....
Se acercó en tres grandes zancadas y la estrechó contra sí
en un fuerte abrazo que ya no le permitió seguir hablando. Ella le pasó los brazos
por la cintura y, con los puños apretados contra su espalda, hundió el rostro
en su hombro. Bruscos estremecimientos sacudieron su cuerpo, y Natsuki la estrechó
con más fuerza, preparada para pasar todo el día así y absorber sus lágrimas si
eso era lo que necesitaba Nina.
Se le hizo un nudo en la garganta y maldijo su incapacidad
para absorber también su sufrimiento. Maldición, Nina parecía pequeña y frágil
en sus brazos, y sin embargo Natsuki sabía que poseía una sólida fortaleza
interior.
Hizo una seña al mayordomo, que se retiró con discreción. En
el momento en que se cerró la puerta, Natsuki apoyó una mejilla contra el suave
cabello de su hermana; entonces esbozó una sonrisa: todavía olía a rosas.
Siempre había olido así, incluso cuando era pequeña. Incluso a la edad de diez
años, en una ocasión en que se escapó del ojo atento de su institutriz y anduvo
jugando en el barro hasta que regresó a casa terriblemente sucia y mojada, por
Dios que seguía oliendo a rosas.
Al cabo, los estremecimientos fueron cediendo. Nina alzó la
cabeza y miró a su hermana a través de sus pestañas húmedas. La triste
desolación que ensombrecía sus ojos oprimió el corazón de Natsuki, que juró
hacer desaparecer aquella expresión.
- ¿Te encuentras bien? –le preguntó en voz queda.
Ella asintió lentamente.
- Lamento haberme derrumbado así. Es que he sentido una gran
alegría al verte y por estar aquí.
Natsuki le depositó un breve beso en la frente.
- No tienes idea de lo estupendo que es tenerte aquí. Éste es
tu hogar, Nina, puedes quedarte todo el tiempo que quieras –Le obsequió una sonrisa-.
Ha estado muy solitaria sin ti.
Ella no le devolvió la sonrisa y Natsuki sintió un vuelco en
el estómago: su hermana ya no era la niña risueña y de ojos luminosos que había
conocido en su juventud. Maldijo a su padre para sus adentros y también al
hombre con el que la había obligado a casarse, por haberle robado la alegría y
las risas. “Por Dios que voy a hacer todo lo que esté en mi mano para que no
vuelvas a estar triste nunca más”.
- Éste es tu hogar, Natsuki–repuso Nina- y yo me siento
agradecida por tu generosidad.
- No es ningún esfuerzo disfrutar de la compañía de mi
hermana favorita.
Ella no sonrió, pero Natsuki creyó ver una tenue chispa de
diversión en sus ojos.
- Soy tu única hermana
- Ah, pero si tuviera una docena seguirías siendo mi
favorita.
En vez de la carcajada que esperaba oír, Nina se apartó de
sus brazos y fue hasta la ventana para contemplar el florido jardín.
- Se me había olvidado que esto es.... precioso.
Natsuki apretó los puños. Su tono de voz le conmovió. Hizo
un esfuerzo por sonar desenfadada y le propuso:
- ¿Te apetece dar un paseo por los jardines y así te pongo
al día de todas las noticias de por aquí? Luego, por la tarde, a lo mejor
quieres acompañarme a hacer una visita.
Ella se volvió a mirarlo.
- ¿A quién vas a visitar?
- A los Fujino ¿Te acuerdas de ellos?
Nina apretó los labios, reflexionó unos segundos y asintió
con la cabeza.
- Sí. Tienen varias hijas y un hijo, creo recordar.
- Cuatro hijas, todas casadas excepto la mayor. Es al hijo, Hiroshi,
a quien voy a visitar. Es un muchacho de una inteligencia increíble. Ha construido
en el antiguo granero un laboratorio fascinante que él llama la cámara. Le
prometí ir a ver un invento en el que está trabajando –Se acercó a ella y la
tomó dulcemente de las manos- Te gustará conocer a Hiroshi, y también a su
hermana y a sus padres, si están en casa. Estoy seguro de que te encantará la
señorita Fujino, las dos sois de edades parecidas y...
- Te lo agradezco, Natsuki, pero no me siento con fuerzas
para responder preguntas sobre... –Dejó la frase sin terminar y miró el suelo.
Natsuki le puso un dedo bajo la barbilla y le levantó el
rostro hasta que las miradas se encontraron.
- No tengo intención de someterte a ningún sufrimiento, Nina.
Shizuru.... quiero decir, la señorita Fujino no es amiga de chismorreos. Es
amable y, al igual que te ocurre a ti, no le vendría mal una amiga.
De repente se quedó petrificada al comprender lo que había
hecho: se había ofrecido a presentar su hermana a su amante. Había sugerido que
ambas se hicieran amigas. ¡Por todos los diablos! Nunca en su vida se le habría
ocurrido semejante ofensa al decoro de Nina, pero es que no pensaba en Shizuru en
aquellos términos; maldición, ella era su.... amiga.
La enormidad de lo que le había hecho a Shizuru la golpeó
como una roca caída del cielo. La había convertido en su amante. En lo que a la
sociedad concernía, el comportamiento de Shizuru no la dejaba en mejor lugar
que una ramera. Se enfureció al pensar que alguien pudiera considerarla de
aquel modo. Shizuru era una mujer cariñosa, inteligente, generosa y buena que
merecía mucho más de lo que ella le había dado.
Otra razón para poner fin a la relación. Aquella misma
noche. Además, con el fin de conservar algo de su mancillado honor y no ofenderla más
a ella, tenía que terminar con todo sin hacerle el amor otra vez. Un repentino
malestar se instaló en su estómago, pues no tendría la oportunidad de tocarla
de nuevo. Pero lo que le atravesaba el corazón como un cuchillo era el hecho de
darse cuenta de que al tomarla como amante había destruído toda esperanza de
que quedaran como amigas. No se imaginaba regresando a la natural camaradería
de la que habían disfrutado anteriormente, cuando la deseaba con todas y cada
una de las fibras de su ser.
La voz de Nina la sacó bruscamente de sus pensamientos.
- Está bien, te acompañaré a visitar a los Fujino–Escrutó su
mirada con ojos serios-.Natsuki, ya se que no quieres mi gratitud, pero he de
darte las gracias; no sólo por permitirme vivir aquí, sino por
no....presionarme para que te de detalles.
- No pienso hacerlo –dijo ella-, pero estoy dispuesta a
escuchar lo que tú desees contarme.
Por la mejilla de ella resbaló una lágrima solitaria, que a Natsuki
le encogió el corazón.
- Gracias. Ha pasado tanto tiempo desde que... –Apretó los
labios y tragó saliva-. No quiero hablar de..... él. Ya no está –Alguna emoción
profunda afloró a sus ojos-. No puedo llorar por él, su muerte me ha liberado.
Aquellas palabras, aquel tono vehemente, hicieron hervir la
sangre a Natsuki, no sólo de rabia hacia Sakamoto sino también hacia sí misma.
- Debería haber matado a ese canalla –espetó-. Ojalá
hubiera....
Nina silenció sus labios con los dedos.
- No. Entonces te habrían ahorcado por asesinato, y él no
valía lo bastante como para perderte a ti. Yo hice mis votos matrimoniales ante
Dios y era mi deber cumplirlos.
- Él no los cumplió. Yo debería haber...
- Pero no hiciste nada. Porque yo te pedí que no lo
hicieras. Respetaste mi deseo por encima del tuyo y te estoy agradecida. –En
sus ojos relampagueó la determinación-. He pasado los cinco últimos años en tinieblas,
Natsuki. Quiero volver a disfrutar de la luz del sol.
Natsuki le apretó las manos ligeramente.
- Entonces salgamos y gocemos del sol.
Por los labios de Nina cruzó una sonrisa fugaz, y a Natsuki le
dio un vuelco el corazón.
- Me parece –dijo ella- que es la mejor invitación que me
han hecho en mucho tiempo.
Natsuki y Nina se encontraban en la cámara de Hiroshi,
escuchando con interés cómo el muchacho les explicaba su invento más reciente,
un aparato denominado “cortadora de guillotina”.
- Hace unas semanas nuestra cocinera se lastimó cortando patatas
–decía Hiroshi-. Se le resbaló el cuchillo de la mano y la hoja estuvo a punto
de cortarle también un pie al caer al suelo. Con mi cortadora, esto deja de ser
un problema. Observen.
Sacó un disco redondo y metálico tachonado de una docena de púas
cortas y lo pinchó en el extremo de una patata. A continuación introdujo la
mano por una correa de cuero unida al disco y colocó la patata sobre al
artilugio, que en efecto parecía una guillotina horizontal apoyada en unas
robustas patas de madera de quince centímetros de alto.
- Se fija la cuchilla en su sitio –explicó Hiroshi-. Agarro
el disco metálico para no cortarme los dedos y simplemente paso la patata por la
cuchilla.
Sujetó la cortadora en su sitio con su mano libre e hizo la demostración.
En unos segundos apareció un montón de trozos de patata uniformemente cortados en
el plato que había debajo de la cortadora.
Luego señaló una manecilla situada a un lado del artilugio y
agregó:
- Estoy trabajando en la posibilidad de añadir un elemento
que permita ajustar el grosor del corte. Una vez que lo haya perfeccionado, espero
desarrollar una versión de mayor tamaño basada en los mismos principios, para
cortar carne.
- Muy impresionante –comentó Natsuki examinando un trozo perfectamente
cortado.
Las mejillas de Hiroshi se ruborizaron de satisfacción. Natsuki
puso una mano en el hombro del chico y le dijo:
- Me interesaría comprar una de estas máquinas para mi
cocinera.
Los ojos de Hiroshi se agrandaron detrás de las gafas.
- Oh, con mucho gusto le regalaré una, ladi Kruger
- Gracias, pero insisto en pagarla. De hecho, me atrevo a decir
que si esto se pusiera a la venta, acudirían hordas de interesados –Se volvió
hacia Nina-. ¿Qué opinas tú?
Su hermana se quedó atónita al ver que le pedían su opinión.
- Yo... pues... me parece un invento ingenioso que sería de
gran utilidad en cualquier casa.
Natsuki le sonrió y se volvió hacia Hiroshi.
- Creo sinceramente que es una máquina que posee un gran
potencial, Hiroshi. Si te decides a comercializarla....
- ¿Quiere decir como un negocio?
- Exacto. Poseo varios contactos en Londres a los que podría
hablar en tu nombre. Y yo misma estaría dispuesto a invertir dinero si
decidieras lanzarte, con el permiso de tu padre, naturalmente.
La oferta de Natsuki dejó estupefacto al chico.
- Eso es muy amable por su parte, miladi, pero aún no he
terminado el diseño. Además, yo soy un científico, no un comerciante.
- En ese caso, podrías estudiar la posibilidad de vender tu
idea a un tercero. Sea como fuere, mi oferta continúa en pie. Piénsalo,
coméntalo con tu padre y comunícame lo que decidas. Si quieres, yo también hablaré
con tu padre.
- Muy bien. Gracias –Hiroshi se ajustó las gafas y dijo con
cierta timidez-: De hecho, hay otra cosa de la que quisiera hablar con usted,
miladi.
Dirigió una mirada incómoda a Nina que, percibiendo que se trataba
de algo privado, inclinó la cabeza y dijo:- Gracias por enseñarme tu máquina,
Hiroshi. Si me perdonas, quisiera dar un paseo por los jardines y disfrutar de
este tiempo tan maravilloso... si no te importa.
- En absoluta, miladi–Se sonrojó-. Espero no haberla aburrido.
Mamá siempre me advierte que no suelte discursos a los invitados.
- Al contrario, he disfrutado mucho de la visita.
Una sonrisa trémula cruzó su semblante, como si hubiera
olvidado que su rostro era capaz de hacer aquel gesto. Segundos más tarde, dedicó
a Hiroshi una sonrisa plena y auténtica y Natsuki dejó escapar la respiración
sin darse cuenta de que la había estado conteniendo. Dios, aquella muestra de
felicidad era un bálsamo para su alma. Se sintió inundada de gratitud hacia Hiroshi
por haberle dado a Nina un beneficio motivo para sonreír.
Ella salió y cerró la puerta de la cámara a sus espaldas. Natsuki
se volvió hacia el chico y se sorprendió al ver la turbación que mostraba su
rostro.
- ¿Ocurre algo malo, muchacho?
- Necesito preguntarle una cosa, miladi.
Natsuki lo escudriñó. El chico parecía estar soportando el
peso del mundo sobre sus delgados hombros. Sintió un escalofrío de intranquilidad.
¿Tendría algo que ver con Shizuru? Maldición ¿podría ser que el muchacho los
hubiera visto la noche anterior en el lago?
- Puedes preguntarme lo que sea –le aseguró Natsuki, rezando
para que no fuera nada, pero aun así haciendo acopio de fuerzas.
Hiroshi abrió un cajón y extrajo una bolsita de cuero negro.
Desató el cordón y esparció sobre su mano un poco de polvo.
- Esto es un polvo que tiene propiedades fosforescentes,
inventado por mí –dijo en voz baja-. Que yo sepa, nadie más tiene algo así.
Natsuki sintió una punzada de alivio y confusión a un
tiempo. Se acercó más para examinar la sustancia.
- ¿Y para qué sirve?
- Despide un ligero brillo y se adhiere a todo –Dejó la
bolsita sobre la mesa y se limpió la mano en sus pantalones negros. Luego
intentó sacudirse el polvo, pero no lo consiguió del todo-. En realidad es el brillo,
más que el polvo en sí, lo que no se puede quitar del todo de la tela.
Natsuki se quedó mirando fijamente los pantalones de Hiroshi
y de pronto comprendió. Se acordó de haber observado recientemente aquel mismo
brillo extraño en sus botas.
Hiroshi se irguió y la miró a los ojos.
- Hace dos noches esparcí este polvo sobre la silla, las
riendas y los estribos de la montura de cierta dama.
Había algo en la mirada firme de Hiroshi que provocó en Natsuki
un gélido presentimiento.
- ¿De qué dama?
-De la Ladrona de Novias
El nombre quedó flotando en el aire por unos segundos,
reparando en que había hablado de “El Ladrón de Novias” en forma femenina.
Después, con el semblante totalmente impávido, Natsuki preguntó:
- ¿Qué te hace pensar que aquel caballo le pertenecía? ¿Y
porque te refieres a ese criminal de forma femenina?
- Que yo la vi. En el bosque… podría reconocer ese tipo de
cuerpo, no se trataba de un hombre sino de una mujer. Vestida toda de negro,
con una máscara que le cubría toda la cabeza, llevaba el cabello largo amarrado
en una coleta. Rescató a la señorita Tokiha.
Durante breves instantes todo quedó congelado en Natsuki: su
respiración, su sangre, sus latidos. Al cabo, alzó las cejas y repuso con tono
controlado:
- No hay duda de que estás en un error....
- No hay ningún error –la interrumpió Hiroshi meneando la
cabeza-.La ví con mi hermana y con la señorita Tokiha. Esparcí los polvos sobre
su silla, sus riendas y sus estribos. Al día siguiente.... ayer....usted vino a
ver a Shizuru, y traía restos de esos polvos en las botas. Y también en la
silla, las riendas y los estribos de su caballo.
- Mis botas y mis arreos simplemente venían sucios del polvo
del camino.
- No era polvo, ladi Kruger. Eran mis polvos. Los
reconocería en cualquier parte. Pero, sólo para confirmar mis observaciones,
limpié un poco de su silla. Y coincide perfectamente.
Dios santo. Natsuki logró tragarse una carcajada de
incredulidad. Todas las autoridades de Inglaterra, junto con la Brigada contra el Ladrón de Novias y otros cientos de
personas deseosas de cobrar la recompensa que pesaba sobre su cabeza, querían
capturar al Ladrón de Novias, y he
aquí que un muchacho de catorce años había triunfado donde todos fracasaban. Si
no estuviera tan estupefacta y alarmada, habría felicitado a Hiroshi por un
trabajo bien hecho. Por desgracia, la inteligencia del chico bien podía
costarle la vida.
Se apresuró a estudiar varias coartadas que podía intentar
hacer creer a Hiroshi, pero con la misma rapidez comprendió su futilidad;
Hiroshi no sólo poseía una aguda inteligencia, sino también una gran tenacidad.
Estaba claro que le resultaría más ventajoso confiar en él que intentar
engañarlo, pero antes tenía varias observaciones quehacer.
- Estás preguntándome si la Ladrona de Novias soy yo.
Hiroshi asintió al tiempo que tragaba saliva.
- ¿Pretendes cobrar la recompensa por su captura?
Los ojos del muchacho se nublaron de sorpresa y angustia.
- Oh, no, miladi. Siento el mayor respeto por la misión que
usted... que ella.... que usted desempeña. Es usted la personificación de la valentía
y el heroísmo. Quiero decir ella.... bueno... usted. –Se sonrojó intensamente-.
Las dos lo son.
Natsuki entrecerró los ojos.
- ¿Te das cuenta de que si la Ladrona de Novias es apresada,
la ahorcarán?
El sonrojo huyó al instante de las mejillas de Hiroshi.
- Le juro por mi alma que nunca se lo diré a nadie. Jamás.
Nunca haría algo que pudiese perjudicarlo, miladi. Usted ha sido una buena
amiga conmigo y también con Shizuru.
Al oír aquel nombre, Natsuki cerró los puños.
- ¿Has hablado con tu hermana de esto?
Hiroshi negó con la cabeza con tanta vehemencia que casi se
le cayeron las gafas.
- No, miladi. Y tiene usted mi palabra de honor de que no lo
haré. –Se aclaró la garganta- Y le sugiero que usted tampoco lo haga.
- ¿Eres consciente de que si el magistrado descubre que Shizuru
ha ayudado a la Ladrona de Novias en
el rescate de la señorita Tokiha, podrían acusarla de delito?
El rostro de Hiroshi se tornó blanco como el papel.
- El magistrado no se enterará de nada por mi boca. Pero
insisto en que no debe usted decírselo a Shizuru, porque creo que eso la
pondría furiosa. Verá, me ha dicho que.... –Dejó la frase sin terminar y
frunció el entrecejo.
El corazón de Natsuki se desbocó.
- ¿Qué es lo que te ha dicho?
- Que la sinceridad es algo crucial y que la mentira
destruye la confianza –Su voz fue transformándose en un susurro-. Y que sin confianza
no hay nada.
Natsuki apretó los dientes ante el dolor que le produjeron
aquellas palabras. Por supuesto, no había esperanza de que Shizuru y ella
pudieran tener un futuro juntas algún día, debido a su cometido como Ladrona de Novias, y tampoco pensaba
arriesgar la seguridad de ella revelándole su identidad. Aun así, si por un
momento de locura pensara en revelársela, la perdería de manera irremisible por
haberla engañado. “Sin confianza no hay nada”.
Hiroshi se enderezó y buscó su mirada resueltamente.
- No quiero que hieran a mi hermana, ladi Kruger.
- Yo tampoco, Hiroshi. Te doy mi palabra de honor de que no permitiré
que le pase nada.
Hiroshi alzó ligeramente la barbilla y agregó:
- Shizuru la aprecia a usted. No juegue con sus
sentimientos.
Natsuki sintió admiración por aquel muchacho, aun cuando sus
palabras la abofetearon con la culpa.
“Shizuru la aprecia”. Que Dios la ayudara, pero también la apreciaba
a ella.... más bien demasiado.
- No pienso hacerle daño –aseguró a Hiroshi-. Entiendo
perfectamente y respeto tu deseo de proteger a tu hermana; yo siento lo mismo
por la mía. Ella es la razón por la que hago.... lo que hago.
Hiroshi agrandó los ojos.
- Reconozco que me preguntaba cuál era el motivo.
- Nuestro padre la obligó a casarse. Yo no pude salvarla,
así que desde entonces salvo a otras.
La expresión de Hiroshi decía a las claras que de pronto lo comprendía
todo, y ambos intercambiaron una larga mirada ponderativa. A continuación Natsuki
le tendió la mano.
- Me parece que nos entendemos el uno al otro.
Hiroshi le estrechó la mano con firmeza.
- Así es. Y permítame decirle que para mí es un honor
conocerla.
Los hombros de Natsuki se relajaron.
- Vaya. Yo estaba a punto de decir lo mismo –Soltó la mano
del chico y acto seguido señaló la puerta con la cabeza-. Quisiera presentar a nuestras
respectivas hermanas. ¿Está en casa la señorita Fujino?
- Cuando yo vine a la cámara, estaba leyendo en la salita.
- Perfecto.
Y salieron del laboratorio, Natsuki delante. Parpadeó para
adaptarse al resplandor del sol; vio a Nina sentada en un banco de piedra del
jardín y alzó una mano a modo de saludo. Ella le devolvió el gesto y se puso en
pie. Había recorrido la mitad de la distancia que las separaba cuando de pronto
su hermana se detuvo y pareció clavar la mirada en algo situado a la espalda de
Natsuki.
Se volvió y quedó petrificada. Notó que Hiroshi llegaba a su
lado y que aspiraba aire con fuerza.
Caminando hacia ellos, con expresión severa, se acercaba
Shizuru.
A su lado venía Sergay Wang, el magistrado.
.
.
.
8 comentarios:
Creo que es el capitulo 16 :3
jAHHA ...!!! esta super interesante, y quedo mucho mas, espero que no pase una tragedia jaHAHAH aunque se antoja un poco de drama.... esta super, espero el siguiente capitulo con mucho ansia.
°°°° jessal °°°°
AH! Está super divertido e interesante, No lo sueltes por mucho rato guapa...
si era el 16 XDD me ekivoque... gracias por sus comentarios ^^
¿Qué va a pasar?
No me dejes con la duda
esta super interesante el capi
ya salio Nina y ahora e junta con Sergay xD
No puedo esperar por la conti ;D
no puedo esperar a la continuacion de este fic me encanta espeor que lo continues pronto que feo que esto vaya a termianr peor espero que la cosas mejoren entre ellas dos me encanta la parejita natsuki shizuru <3 espero sigas pronto
wooa sempai
increible capitulo..
mas de 500 personas detras del
ladrón de novias y un chico
de 14 años resolvió el caso en una
noche jaja..hiroshi en brillante
aww no quiero que nat y shizuru
terminen..sergay pretenderá a nina?
no tardes con el siguiente capitulo!!
Nina ya quería que apareciera.... *-*. E
Es tan triste y doloroso, oprime tu corazón ver a alguien cambiar así su mirada sus risas su actitud se pierden... por los sufrimientos ... T.T... recordé, mis ojos estan vidriosos
Fuertes palabras ramera ahh por dios q feo suena pero para la sociedad en eso entonces era así... o.o
Esos pensamientos limitan tú actuar... esas palabras dichas por las personas con las que quieres estar te limitan, uno se convence q es mejor q no... no seguir, ni siquiera iniciar una relación...
Muchas gracias me gusto mucho este capítulo
Un beso bye bye
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