CAPÍTULO VII: MONDAI
(PROBLEMA)
- No, no, no… Te contraté por una razón y este es un buen momento para que me demuestres que no malgasto el dinero de la familia Fujino en ti. – Refunfuñaba a través del teléfono.
- Créame que lo que menos quiero es molestarlo, señor, pero no hay nada que pueda hacer ahora.
- ¿No hay manera de convencerlos de que mi presencia es realmente innecesaria?
- No, señor. He intentado por todos los medios hacerles entender, pero se niegan a firmar cualquier contrato si usted no está presente.
- Realmente es ineludible, supongo… - Sonaba derrotado Sakomizu.
- Lo lamento mucho, señor.
- Sí, sí… Diles a los inversionistas que estaré allí esta misma tarde.
Sakomizu Kaiji estaba bastante acostumbrado a lidiar con los negocios. Con las firmas. Con los inversionistas. Con los viajes a última hora. Pero nunca podría acostumbrarse a decepcionar a Shizuru. Y es que ya habían pasado semanas desde el cumpleaños de la nombrada y Sakomizu no había podido hacerse con el tiempo necesario para pasarla a solas con ella. Y justo ahora, que aparentemente sus actividades, le habían dejado un espacio suficiente para irse de viaje con la futura reina elfa como cada año, surgía este imprevisto. Boletos comprados, casa de montaña alquilada, todo en orden y surgía esto. Y no, no es que Sakomizu pusiera negocios por encima de la familia, pero tampoco quería arriesgar el apellido Fujino al no ser capaz de cumplir con los socios de diversos consorcios. Cierto, él no era un Fujino, pero Shizuru sí, y algún día todo ese imperio sería de ella, o de quien ella quisiera; y no podía simplemente deslucir el buen nombre que representaba.
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Natsuki se sentía ligeramente desesperada. Desde aquella noche Shizuru se hallaba por demás esquiva. Y ciertamente la falta de palabras provenientes de la Presidenta estudiantil no ayudaba en nada. Natsuki apenas si la veía, pues la castaña joven se iba temprano y regresaba tarde, además de que sus almuerzos se hacían cada vez más esporádicos. Cierto, cada que podía Natsuki se camuflaba en su invisibilidad y la observaba, pero era lo mismo: Silencio.
Natsuki observaba esa mirada perdida todo el tiempo. Si bien no vivían juntas desde hace mucho, la morena había memorizado cada rasgo, cada expresión de su compañera y algo simplemente se sentía fuera de lugar. No recordaba haber hecho algo que pudiese molestar a la futura soberana, o haber dicho, para tal caso. Se había investigado todo en la escuela, y en lo académico no había problemas y las fanáticas de Shizuru tampoco se habían extralimitado. Incluso esa odiosa de Tomoe se estaba manteniendo en su lugar. Y entonces, esa noche, antes de este día, recordó algo que Shizuru le había comentado. Los viajes en familia que Shizuru hacía por su cumpleaños, cada año con Sakomizu. Natsuki no recordaba que la hermosa mujer de ojos rojos se hubiera ausentado de la escuela o la ciudad. Quizá era eso. Quizá Shizuru deseaba con todas sus fuerzas ese viaje, ese tiempo a solas con el que fungía el rol de padre, pero que hasta ahora no había podido tener. Debía ser eso.
Así que esa misma noche, antes de este día, Natsuki se armó de valor y pensó en visitar a Sakomizu Kaiji y dejarle saber, lo que seguramente, Shizuru no se había atrevido a decirle, que anhelaba su viaje familiar anual. Sin embargo… Ahora, frente a ese enorme portón, con cámaras apuntándole, la idea ya no le parecía tan buena; pero esto era por Shizuru, así que debía coger valor de donde pudiera. Un hombre de oscuras gafas e igualmente oscuro traje, abrió la puerta.
- ¿Qué se le ofrece, señorita? – Inquirió en un tono serio.
- Vengo a ver al señor Sakomizu Kaiji.
- ¿Tiene usted cita previa?
- N-no. Necesito hablar con él sobre Fujino Shizuru.
- Sin cita previa no puedo dejarle entrar. – Finiquitó sin mayor ceremonia el hombre de seguridad, regresando sobre sus pasos y cerrando la puerta por la que había salido.
Sakomizu observó la escena en el monitor de seguridad que tenía en su despacho. Curioso, observó el uniforme que la joven llevaba; sin duda, parecía ir a la misma escuela que Shizuru, pero su rostro no le resultaba familiar. Sin embargo, pensó que no perdía o arriesgaba nada, con recibir a tan peculiar muchacha. Hizo llamar a su jefe de seguridad y le indicó que hiciera entrar a la morena que, dicho sea de paso, aún se hallaba en la puerta, sin la mínima intención de moverse.
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La tarde moría lentamente a través de las ventanas de la imponente mansión Fujino. Natsuki observaba deleitada como los últimos rayos de sol se colaban lánguidamente, cayendo sobre el piso de madera. La imagen ayudaba a calmar los nervios que empezaban a invadirle con fuerza. Sólo esperaba que esto animara a su compañera de habitación.
- Sepa usted que sólo dispongo de unos minutos. – Aclaró Sakomizu, poniéndose de pie y aflojando el nudo de su, al parecer molesta, corbata.
- Oh, claro… No le quitaré mucho tiempo. – Se relajó Natsuki, al ver el rostro amable del hombre.
- Me dicen que vino usted por algún asunto pertinente a Shizuru, ¿es cierto eso?
- Sí, señor.
- ¿Es usted compañera de mi hija?
- Sí, y también su compañera de habitación. Mi nombre es Kuga Natsuki.
- ¿Compañera de habitación? – Preguntó en tono algo molesto el regordete hombre.
- Sí… - Respondió vacilante, la morena. Al parecer había revelado algún secreto.
- Shizuru nunca ha tenido compañera de habitación. Yo ya dejé de inmiscuirme en ello, así que si ella decidió que usted era material para ese papel, supongo que debe ser usted alguien ciertamente especial. – Vocalizó Sakomizu con enorme desconfianza en sus ojos.
Natsuki suspiró algo cansada. No estaba aquí para probarle nada a este hombre con un afro terrible, así que reveló lo que debía revelar. Levantó su mano izquierda ondeando sus dedos, como si ello fuera suficiente para que su interlocutor entendiera quien era. Y vaya que surtió el efecto deseado.
- Eso… Eso es un Claddagh…
- Ciertamente.
- Esto no puede ser coincidencia…
- Nop. – Respondió algo divertida la morena.
- Usted es… Tú… ¿Quién eres tú, realmente?
- Ya le dije, mi nombre es Kuga Natsuki. Compañera de clase de Fujino-sama. Compañera de habitación de la Presidenta estudiantil. Banshee asignada a la futura reina elfa.
Al concluir esa frase, una densa, pero rápida niebla cubrió el cuerpo de la banshee, cambiando el uniforme escolar que llevaba por su traje oscuro de ‘trabajo’.
- No temas, Sakomizu Kaiji, que no estoy aquí por ti. Como dije, estoy aquí por Shiz-Fujino-sama.
- ¿Vas a llevártela? – Preguntó honestamente confundido y ligeramente aterrado.
- No. – Dijo tranquila, mientras se desplomaba en un sillón de cuero. – Mira, Fujino-sama está distinta… Y distante. – Expresó con una mirada de preocupación.
- Te escucho…
- Estoy aquí para cuidarla. Tú mejor que muchos conoces la misión de las banshees. Y siendo Fujino-sama un ser tan excepcional, mi esfuerzo sólo se doblega. Así que sí, estoy con ella todo el tiempo, pero últimamente luce distraída, quizá hasta preocupada. Y bueno, he estado investigando y no es nada relacionado con la escuela. Así que me puse a pensar y quizá se deba a que te extraña, ¿sabes? Creo que necesita de su viaje anual juntos. Ha pasado algún tiempo desde su cumpleaños y no veo ningún esfuerzo por parte tuya para llevar a cabo tal tradición… - Finalizó Natsuki, con un tono de voz que rozaba entre molestia y amenaza.
- No es que yo no quiera. – Suspiró Sakomizu, retirando sus anteojos de su rostro. – Ha habido una falta asfixiante de tiempo libre por mi parte y suya también. La verdad este fin de semana iba a llevarla a esquiar, pero debo cancelarlo porque han surgido unos asuntos de último momento. Por esto, por los inconvenientes que pudieran surgir, no le había avisado aún. No quería decepcionarla.
- Negocios sobre ella… ¿Estás loco? – Preguntó con obvio enojo la morena, quien se puso de pie rápidamente, dirigiéndose hacia el hombre con quien hablaba. Sus ojos más brillantes que de costumbre…
- N-no es que yo quiera esto, pero el apellido Fujino es algo que debo representar y cuidar, porque algún día ella heredará todo.
- Veo que tienes una decisión tomada… Al menos ten en cuenta lo que te dije e intenta que su viaje pase en algún momento…- Respondió resignada, pero nada contenta, disponiéndose a retirarse.
- ¡Espera, Kuga-san!
- Dime.
- ¿Eres realmente su amiga?
- No entiendo tu pregunta, Sakomizu.
- Verás, pensaba que quizá te gustaría acompañarla en este viaje. Digo, ya todo está reservado y listo. Sólo se necesita dos personas. Si tú y Shizuru-san son realmente amigas, creo que sería una buena manera de disculparme por no poder acompañarla.
Natsuki sopesó esto durante unos instantes…Debía admitir que la idea le encantaba, pero no debía mostrar demasiado entusiasmo, eso sería simplemente patético.
- Si crees que realmente es una buena idea, debo recordarte que estoy aquí para servir a Fujino-sama. Haré todo en mi poder para hacerla sentir bien.
- ¡Excelente! Hablemos de algunos detalles, entonces.
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La tarde ya se había hecho noche y las estrellas asomaban contentas y tímidas. Las cortinas de la Sala del Consejo Estudiantil se hallaban abiertas, dejando ver el cielo casi nocturno. Shizuru movía en círculos su muñeca derecha en un intento de relajarla, ya que todo el trabajo que había terminado finalmente, le había causado una leve molestia en dicha zona; eso de escribir y firmar era nada divertido. Haruka ya se había retirado hace un par de horas, ello claro, a pedido y perseverancia de la castaña, quien prefería estar unos momentos a solas. Sin embargo, bien dicen que cuando más queremos algo, menos lo conseguimos, y Shizuru no obtendría la calma que tanto anhelaba.
- No pues, al parecer hoy tampoco es mi día… - Susurraba cansada al coger el celular que requería su atención. – Hola, otousan. – Respondió con aparente calma.
- Shizuru, querida… Esto sonará algo precipitado, pero bueno, dicen que los planes de última hora son los que salen mejor. – Rió con ligeros nervios el hombre al teléfono.
- ¿Qué has hecho ahora, Otousan? – Dijo sonriendo Shizuru.
- Prepara lo necesario, que la nieve espera. Mandaré un chofer a recogerte en 30 minutos.
- P-pero… Tú… Está bien, está bien. – Anunció lo más rápido que pudo, terminando la llamada y dirigiéndose a su habitación.
Mikoto la observaba desde los árboles, mientras comía y comía el ‘soborno’ que Natsuki le había dejado antes de irse. La Sala asegurada y sin nadie siguiendo a Shizuru, hizo que Mikoto masticara con calma sus sagrados alimentos, pero incluso para alguien tan despistada respecto a emociones y estados de ánimo, como Mikoto, no le pasó desapercibido, que a pesar de mostrarse ligeramente entusiasmada, Shizuru parecía igual de distante que las últimas semanas. La pequeña elfa masticó tres veces antes de atar cabos y pensar que esto venía ocurriendo desde el cumpleaños de la castaña.
- Supongo que verte por estos lares significa que Natsuki anda ocupada siendo humana, ¿eh? – Preguntó con casualidad Mai.
- Algo así. – Respondió sin siquiera voltear.
- Si fueras humana te hubiera pegado el susto de tu vida, ¿verdad?
- Quizá. Buena cosa ser elfa entonces… ¿Mai, cierto? – Preguntó extendiendo su mano, a manera de saludo.
- Exacto. Luego de un par de meses, me pareció correcto venir a presentarme.
- Aun cuando técnicamente no te has presentado, sino que yo he recordado tu nombre de entre los balbuceos de tu compañera.
- Touché. Me agradas. ¿Te molesta si te hago compañía?
- Nah. Sólo debo esperar un poco más y luego avisarle a Natsuki.
- La telepatía es una cosa maravillosa… - Murmuraba Mai, mientras se acomodaba en el árbol en el que se hallaban.
- Sobrevalorada. Lo maravilloso es comer y dormir.
- Jajajajajajaja… Veo que tienes tus prioridades en un orden poco usual, pero certero.
En ese instante apareció un auto negro, con lunas polarizadas, bastante elegante y ligeramente discreto. Mikoto conocía el automóvil de otras ocasiones y se apresuró a avisarle a Natsuki de los movimientos de la castaña. Shizuru subió al automóvil en cuestión, no sin antes saludar al chofer, quien se apresuró a colocar el equipaje de la joven en la maletera del auto. Y así sin más, partieron, dejando a Mikoto y Mai, haciendo pereza en un árbol que nadie se molestaba en observar.
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El equipaje de Natsuki era tan ligero que parecía inexistente. Después de todo, no puedes culpar a un ser no humano a que se apegue tanto a las costumbres humanas. La morena se hallaba sentada en una de las sillas de la Sala de Embarque del aeropuerto, pensando si este viaje realmente animaría en algo a la atribulada Presidenta estudiantil. Pero quizá, con un poco de suerte, podrían hablar de ello, como las amigas que se suponen eran, ¿no?
Natsuki siguió las instrucciones que Sakomizu le brindó, se adelantó y se dirigió al aeropuerto, esperando a que Shizuru apareciera. El lugar se le hacía algo confuso, con gente yendo y viniendo, indicaciones y contraindicaciones que resonaban en los altavoces, cientos de pantallas con cientos de destinos… La morena sintió que podría quedarse en ese lugar para siempre y nunca se aburriría, pero viviría eternamente frustrada ante tanto alboroto. Aunque por otro lado, el lugar era asombrosamente parecido al limbo… Con almas yendo y viniendo… E indicaciones por todos lados, en forma de carteles, pantallas y altavoces. Sólo que claro, en el limbo, las almas no vivían tan apresuradas.
Intentó relajarse, no era como si fuera a enfrentar su destino final, y es que esto de viajar en avión, debía ser sencillo, por algo tantos humanos lo hacían. Y por último, no es como si algo pudiera lastimarla, sólo debía desaparecer ante cualquier problema, llevándose consigo a Shizuru y nadie saldría lastimado. Pero por qué se planteaba situaciones de peligro… Quizá sentía lo que las personas llamaban fobia. No, eso era imposible, ella era una banshee, un ser sobrenatural, una aliada de la muerte. Nada podía asustarla. Nada podía alterarla. Excepto quizá esas máquinas con alas… Y Shizuru apareciendo por la puerta de la Sala de Embarque con una mirada curiosa e interrogativa.
Curioso como a un ser sin sentimientos aparentes y con toques de superioridad metafísica podía aterrarle tanto la mirada de una híbrida…
- ¿Natsuki? – Interrogó algo perpleja Shizuru.
- H-hey… - Respondió Natsuki intentando parecer casual, pero el tartamudeo la traicionó.
- Definitivamente hay algo de lo que no me he enterado…
- Uhm… Bueno, es una historia graciosa…
- ¿En serio?
- Está bien, no lo es, es sólo una historia. Verás… Uhm… Tu padre llamó y al parecer lo redirigieron al anexo de la habitación, eso de compartir con la Presidenta estudiantil tiene sus puntos a favor, supongo… El caso es que tú no estabas, yo contesté, se sorprendió de que tuvieras compañera de habitación y asumió que éramos amigas, así que me pidió acompañarte a este viaje porque él no iba a poder… No había manera de negarme… - Finalizó en un hilo de voz que no parecía suya.
- Oh… Ya veo. – Dijo sin más Shizuru, sintiéndose repentinamente triste.
- Si quieres, me voy. – Ofreció rápidamente la morena, al sentir que su presencia no era requerida.
- No, está bien. Creo que nos hará bien un viaje.
- No pareces contenta. – Vocalizó Natsuki, mientras se alineaban para dirigirse al avión.
- Es sólo que me hubiera gustado que Otousan también viniera. – Mentira.
- Claro, entiendo. – Otra mentira.
Se quedaron en silencio, sin decir más. Cada quien pensando en posibilidades. Natsuki empezando a creer que ella era el problema, que simplemente a Shizuru no le caía bien y que se hallaba incómoda con su compañía. Shizuru por su parte, se sentía triste, es cierto. Por un lado estaba la ausencia de Sakomizu, que no le sentaba muy bien; por otro estaba Natsuki, que parecía haber aceptado acompañarla fuera por no quedar mal con su padre, o ya de plano, por pura lástima. Sea cual fuere la razón detrás de la aceptación de Natsuki para hacer este viaje, Shizuru se sentía molesta y hasta herida. Quedar bien con otros o hacer algo por compasión, eran ciertamente motivos que dañaban el ego de la futura reina elfa.
Pero había otro detalle. Shizuru se sabía diferente. Diferente desde su cumpleaños. Había algo que no la dejaba en paz y que la llevaba a aislarse, que la alejaba de Natsuki, sobretodo. Que la hacía sentir incómoda, y ahora debía pasar con ella los siguientes días.
Natsuki sabía que había un problema, y ahora más que nunca, al ver como esos bonitos ojos rojos la esquivaban, estaba convencida de que se trataba de ella.
Shizuru era consciente de atravesaba por un mal momento… Y que había quizá más de un problema que la atormentaba, pero el verdadero problema, es que no sabía cuál era problema.
1 comentarios:
Hey, no tardes en publicar me hace faltita distraerme de tanto trabajo...
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