Mi estimadísima Kuro na Ookami me dio el honor de publicar esta, su nueva historia, antes que ella lo haga en su perfil de Fanfiction.net. Asi que esto está calentito calentito, todo un lujo, nadie puede quejarse, les traigo primicias XD.
Con el toque clásico de Kuro, esta historia promete de verdad.
Bosques, libertad, lobos, y nuestras amadas Natsuki y Shizuru: la buena "pluma" de Kuro nos lleva a un mundo que sin duda vamos a disfrutar... ¿qué más se puede pedir?.
:.:.:.:.:
Té
para tres
Capítulo
1: Imágenes recortadas
Despertó con el olor pegado en su nariz.
Con la sensación aún tibia en sus plantas.
Y esa necesidad punzante atenazando sus
costados.
Sus piernas se agitaron unos momentos más
antes que retomara el control total de su cuerpo. Desesperadas corriendo para
retornar al sueño que había abandonado en medio del éxtasis olfativo. No hizo
el intento de girarse y quedar nuevamente sobre sus pies, no hizo el intento de
abrir los ojos y mirar al cielo que cubriría ese día.
No se molestó en pensar en nada o nadie
más.
Intrigada más por sus sueños, por sus
pesadillas.
Por esas extrañas conciencias que la
arrasaban que por la vida real que empezaba a marchar a su alrededor.
La brisa suave que anunciaba el otoño le
revoloteó alrededor de su cabello, arremolinando sus mechones salvajes antes de
seguir su camino.
Era sólo un sueño.
Había sido sólo un sueño, nada más que eso.
Sólo un sueño demasiado vívido para serlo, demasiado real para recordarlo
perdido en la bruma, demasiado para sentirse cómoda con ello.
Intentó hallarse, encontrarse a sí misma
cuando las proporciones de su cuerpo parecían escapársele, cuando no podía
recordar bien el uso de sus miembros. Intentó hallarse y levantarse. Dejarlo
atrás sin importancia, arrojado sobre un hombro indiferente.
Pero seguía allí, con los ojos cerrados,
percibiendo por los últimos segundos la fragancia antes que se difuminara
inevitablemente en la pujante esencia de la mañana, colándose por sus murallas,
inundando su nariz y trayéndola, al fin, de regreso. A ella.
A sus sentidos.
Abrió los ojos, encontrándose con la mañana
al alba, iluminándose lentamente a medida que el astro iniciaba su camino.
Y el color celeste oscuro clareaba ante su
vista.
Estiró los dedos, retrayéndolos y
extendiéndolos un par de veces. Ya en sí nuevamente.
Luego se giró, el día debía empezar.
Atrás quedaba la noche y sus sueños que no
entendía.
Y que no quería entender.
////
La mujer siguió el sendero tragado por la
hierba unos momentos más antes de girar la cabeza, sonriendo suavemente. Había
logrado escabullir su silueta entre los árboles y ahora por fin estaba oculta de
las miradas incansables que intentaban cernirse sobre ella. Incluso en los
paseos de la tarde, acariciada por la luz del sol que gentil recorría su piel,
cuando el mundo parecía demasiado ocupado y apacible, las miradas se cernían
sobre ella, incansables.
Pero ahora estaba sola.
Por fin sola, sola, sola.
Aminoró el paso, disfrutando del silencio
plagado de sonidos. De los murmullos que se escapaban bajo las suelas de sus
zapatos. Del murmullo eterno del bosque
que cubría la tierra y el cielo en ese punto, más y más espeso.
El pequeño paquete que llevaba escondido
tras su brazo bamboleó, alegre, a medida que lo sacaba de su lugar y jugueteaba
con él en sus manos. Era la única razón por la que se escapaba, para respirar
un momento a solas y en paz. Siguió la huella tímidamente insinuada, un camino
ya recorrido y conocido. Uno que había descubierto hacía mucho tiempo, cuando
intentando perderlos se había perdido a sí misma.
Apuró un poco sus pasos, de manera
inconsciente. Deseaba llegar rápido, llegar, sentarse y dejarse llevar,
simplemente dejarse llevar. Sin pensar ni ponderar, sus pasos tragados por la
mullida capa de hojas y plantas que luchaban por nacer, por salir a la luz y
avanzar hacia el cielo. Tímidos y raquíticos árboles competían por alcanzar la
cúpula, sobre los restos de un gigante caído.
Y el resto era el silencio murmurado.
La mujer sonrió, inclusive los animales ese
día no parecían hacer más ruido.
Había escuchado los aullidos en las noches,
dentro del corazón del bosque, muy lejos de su lugar de descanso. Las bestias
que los producían no la preocupaban o asustaban, se sentía segura ahí, lejos de
las miradas de todos. Se sentía ella.
Por fin.
Sólo ella, sin nada más que pesara sobre
sus hombros aún muy jóvenes para entender sobre ello.
Los zapatos de suela y tacón pequeño, ya
estaban oscuros con la tierra húmeda que se pegaba a sus delicadas costuras. Le
restó importancia, tendría muchos más, tendría tiempo para limpiarlos.
Tendría cosas más importantes de las que
ocuparse.
Finalmente sus pasos la dejaron en el
pequeño claro, un oasis de luz en medio de la sombra clara que el bosque
proyectaba sobre sus territorios.
Se dejó caer con parsimonia, disfrutando de
la sensación leve de vértigo antes de tocar el suelo y apoyar la espalda contra
él. Permitiéndose unos momentos de relajo antes de levantarse, estirar su
espalda y sacar el contenido del paquete.
Una caja de madera clara, sencilla. Una
taza y una pequeña tetera.
Sólo eso necesitaba para pasar un buen
momento.
////
Caminó, aún lejos, sólo un ojo pegado en su
objetivo. Llevaba cerca de media hora paseando en círculos a su alrededor,
dibujando cuidadosamente la silueta cortada por los troncos. Sin cesar,
caminando, el sonido de sus pisadas tragado por el suelo suave y húmedo.
Simultaneidad
Cada uno de sus pasos acompañados por ese
momento estático. La simultaneidad en ellos, corriendo con ellos. El bosque en
suspensión cayendo suavemente a cada pisada.
No estaba bien.
Lo sabía.
Pero se sentía tan bien.
Detuvo un momento sus pasos, era la tercera
vez que la veía, siempre saltando y rondando, el olor llamándola de luna en
luna a medida que se acercaba cada vez más.
A medida que se escapaba más y más.
Su estómago, vacío, gruñía suavemente,
reclamando la falta de atención. No había dado con nada de comer, y tampoco en
ese momento le importaba.
¿Cuánto había pasado desde la primera vez que
la vio?
Años
¿Y de la última?
Meses
Visitas esporádicas, sólo el olor que
acarreaba el viento podía decirle cuándo llegaría. Y esos días se quedaba a su
alrededor, silenciosa. Fascinada sin entender el por qué. En silencio, lejos,
oculta. Levantó un pie, dubitativa, tal
vez dejarse mostrar suavemente. Poco a poco para no asustarla. Sólo quería
verla desde más cerca, ver qué de extraño había en ella que llamaba tanto su
atención. Tanto como para pedir ese terreno como suyo los días que aparecía, como
para abandonar al resto y descolgarse sola, rondando sus alrededores.
Como para luego olfatear todo el lugar ante
los olores extraños e indescifrables.
La mujer se levantó, limpiando las faldas
de las telas que cubrían sus piernas. Era alta, desde su posición tendría que
mirarla hacia arriba, buscarla entre las ramas de los árboles para distinguir
su rostro. Se alejó por el mismo camino que usaba para llegar al lugar. Espero
unos momentos, a que su silueta se perdiera en los recodos del camino, antes de
acercarse y rastrear el lugar como ya era su costumbre.
Una idea cosquilleando sin cesar en su
cabeza.
Seduciéndola incansablemente.
¿Y
si…?
El camino se extendía mucho más allá de los
límites de lo que conocía. Su hogar más adentro, en el corazón de los árboles
enormes. Vaciló unos momentos, sopesando lo que sus instintos le decían que
hiciera. Finalmente siguió el camino serpenteante, cuidando de no acelerar el
paso.
De no ir más allá.
Sólo un vistazo rápido, era todo lo que
necesitaba.
Sacando la lengua para saborear el aire
siguió trotando suavemente, detrás todo su hogar empezaba a empequeñecer.
////
-¡Mi dama!- Los hombres se cuadraron, dando
paso a la mujer ataviada en suaves sedas y ricos adornos, que aún así eran
escuetos. Les dedicó una sonrisa y una
inclinación de cabeza. No podían ver la victoria que se escondía tras sus ojos,
la felicidad y el orgullo que se permitía sentir al recordarlos burlados e
ignorantes. Recorrió los enormes pasillos, vacíos y austeros, sin reparar en
las paredes centenarias o las piedras que soportaban su peso, sino repasando
mentalmente los camino que había recorrido.
El destino parecía reírse de ella
suavemente, detrás de cada ventana, cada puerta, cada muro que le prometía
fútilmente la libertad. Su utilidad en esas paredes era nula. Sin voz ni voto
no podía hacer mucho por el bien de su familia. Y si bien su sonrisa y uno que
otro consejo susurrados le había ganado el respeto de su padre eso no
significaba que la dejara sentarse junto a él para tomar las decisiones.
Ella era sólo otra de sus hijas esperando
por el matrimonio.
Uno que veía tortuosamente acercarse.
Sus pasos no hicieron ruido a medida que cruzaba
el puente sobre nivel que permitía una vista completa del estanque artificial y
el jardín que rodeaba las inmediaciones de su dormitorio. Un enorme pabellón
pintado de rojo y azul oscuro, coronado por la serpiente alada que fungía como
el estandarte y emblema de su familia. La construcción antigua albergaba los
dormitorios de sus medias hermanas y ella, la única hija viva de la primera
esposa. El recuerdo de su madre ensombreció su rostro por unos segundos, como
una pintura manchada por la lluvia en un día de verano.
Los colores vivos, pero borrosos.
Las líneas desfigurándose antes de
encontrarse nuevamente, como si el momento sólo hubiera existido en la
imaginación.
La mujer estaba muerta, llorar por ella no
la traería de regreso.
Y aún
así pones incienso todas las semanas frente al altar.
La seda crujió cuando se detuvo, al final
del pequeño puente arqueado, sobre lozas de piedras rectangulares suavizadas en
los extremos, estaba el pequeño altar que servía como descanso a los antepasados
de la gloriosa estirpe.
Observó con un dejo de tristeza las cenizas
de las últimas varillas aromáticas al consumirse, ahí estaba sus abuelos, su
madre, sus hermanos que no había conocido.
Todos ellos enterrados muy lejos como para
recordarlos más que en esa pequeña porción de tierra.
Hizo una ligera reverencia antes de seguir
su camino, era más de lo que su medio hermano hacía, por lo menos.
Las puertas que se alzaban como la entrada
al edificio se encontraban abiertas de par en par, permitiendo el paso del la
brisa refrescante. Oía el murmullo de las mujeres dentro, yendo y viniendo, ajetreadas
e inacabables y, a su parecer, inútiles labores que les tomaba todo el día.
Todos los días
Todas sus vidas.
Ninguna había ido más allá de las murallas
de la ciudadela.
Ninguna quería ir más allá.
En ese lugar tan acompañada no podía evitar
sentirse sola.
Se quitó las sandalias, sus zapatos de seda
ocultos en uno de los bolsillos internos de sus mangas, y entró al salón en el
que solía auspiciarse la ceremonia del té. La sala estaba vacía, llena por los
suaves rayos de la tarde que se filtraban a través de la ventana entreabierta.
Devolvió los implementos que había extraído, teniendo especial cuidado de
regresar todo a su correcta posición. No eran muchos quienes se detenían en ese
lugar, pero nunca estaba de más ser precavida.
Era una forma de vida, después de todo.
Abandonó con pasos cortos y rápidos el
lugar hacia su habitación, tenía deseos de dejarse llevar por las horas, sin
preocuparse de nada más.
Veía las nubes de tormenta arremolinarse en
su horizonte, pero por ahora sólo quería disfrutar de esos últimos momentos de
soledad antes que el torbellino de acontecimientos se la tragara por completo.
Cruzo el largo pasillo, doblando luego a la derecha hacia el ala este, el lugar
de los cuartos. La puerta de su habitación estaba cerrada, tal como la había
dejado al abandonar el lugar. Sonrió, tocando la madera suave y pulida que le
era tan conocida.
Su mano recordando el movimiento descorrió
el entramado de madera y papel fino que daba a su cuarto.
La sorpresa por unos momentos la dejó
silente.
Un enorme lobo registraba su habitación, la
nariz pegada al suelo olfateando. Sin rastros de pelea o de forcejeo, el animal
giró las orejas y levantó la vista cuando escuchó el ruido de la puerta al
abrirse.
El mundo, nuevamente, se detuvo un momento,
mientras se miraban.
Atónitas.
El puente
EL PUENTE
Recuerda el puente
Cuando cruzas el puente
No hay vuelta atrás
Cuando cruzan el puente
No hay miradas
Sobre el hombro
No hay espalda que sostener
Que consolar
No hay nada
Tras el puente
Se acaba el mundo
Y se abre uno nuevo
No lo olvides
El puente
5 comentarios:
fufufu esta historia pinta para un clasico de shiznat.esperare ansiosa otro cap.besitos
sayuri_saa
Buen comienzo.
Espero saber de el desarrollo de esta historia y la intervención de Natsuki y como se definirá su papel.
Me rncanto! Espero con ansias el próximo cap!
también te sigo en FFnet...eso de puente, no lo vi ayi...espero con ansias la continuación
omg esto estuvo bueno y bastante intrigante estare pendien del proximo capi y ver que onda con el lobo ....
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