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lunes, 3 de septiembre de 2012

lunes, 3 de septiembre de 2012

Cap1. "Té para Tres" de Kuro na Ookami


Mi estimadísima Kuro na Ookami me dio el honor de publicar esta, su nueva historia, antes que ella lo haga en su perfil de Fanfiction.net. Asi que esto está calentito calentito, todo un lujo, nadie puede quejarse, les traigo primicias XD.
Con el toque clásico de Kuro, esta historia promete de verdad.
Bosques, libertad, lobos, y nuestras amadas Natsuki y Shizuru: la buena "pluma" de Kuro nos lleva a un mundo que sin duda vamos a disfrutar... ¿qué más se puede pedir?.
:.:.:.:.:
Té para tres

Capítulo 1: Imágenes recortadas

Despertó con el olor pegado en su nariz.

Con la sensación aún tibia en sus plantas.

Y esa necesidad punzante atenazando sus costados.

Sus piernas se agitaron unos momentos más antes que retomara el control total de su cuerpo. Desesperadas corriendo para retornar al sueño que había abandonado en medio del éxtasis olfativo. No hizo el intento de girarse y quedar nuevamente sobre sus pies, no hizo el intento de abrir los ojos y mirar al cielo que cubriría ese día.

No se molestó en pensar en nada o nadie más.

Intrigada más por sus sueños, por sus pesadillas.

Por esas extrañas conciencias que la arrasaban que por la vida real que empezaba a marchar a su alrededor.

La brisa suave que anunciaba el otoño le revoloteó alrededor de su cabello, arremolinando sus mechones salvajes antes de seguir su camino.

Era sólo un sueño.

Había sido sólo un sueño, nada más que eso. Sólo un sueño demasiado vívido para serlo, demasiado real para recordarlo perdido en la bruma, demasiado para sentirse cómoda con ello.


Intentó hallarse, encontrarse a sí misma cuando las proporciones de su cuerpo parecían escapársele, cuando no podía recordar bien el uso de sus miembros. Intentó hallarse y levantarse. Dejarlo atrás sin importancia, arrojado sobre un hombro indiferente.

Pero seguía allí, con los ojos cerrados, percibiendo por los últimos segundos la fragancia antes que se difuminara inevitablemente en la pujante esencia de la mañana, colándose por sus murallas, inundando su nariz y trayéndola, al fin, de regreso. A ella.

A sus sentidos.

Abrió los ojos, encontrándose con la mañana al alba, iluminándose lentamente a medida que el astro iniciaba su camino.

Y el color celeste oscuro clareaba ante su vista.

Estiró los dedos, retrayéndolos y extendiéndolos un par de veces. Ya en sí nuevamente.

Luego se giró, el día debía empezar.

Atrás quedaba la noche y sus sueños que no entendía.

Y que no quería entender.

////

La mujer siguió el sendero tragado por la hierba unos momentos más antes de girar la cabeza, sonriendo suavemente. Había logrado escabullir su silueta entre los árboles y ahora por fin estaba oculta de las miradas incansables que intentaban cernirse sobre ella. Incluso en los paseos de la tarde, acariciada por la luz del sol que gentil recorría su piel, cuando el mundo parecía demasiado ocupado y apacible, las miradas se cernían sobre ella, incansables.

Pero ahora estaba sola.

Por fin sola, sola, sola.

Aminoró el paso, disfrutando del silencio plagado de sonidos. De los murmullos que se escapaban bajo las suelas de sus zapatos. Del murmullo eterno  del bosque que cubría la tierra y el cielo en ese punto, más y más espeso.

El pequeño paquete que llevaba escondido tras su brazo bamboleó, alegre, a medida que lo sacaba de su lugar y jugueteaba con él en sus manos. Era la única razón por la que se escapaba, para respirar un momento a solas y en paz. Siguió la huella tímidamente insinuada, un camino ya recorrido y conocido. Uno que había descubierto hacía mucho tiempo, cuando intentando perderlos se había perdido a sí misma.

Apuró un poco sus pasos, de manera inconsciente. Deseaba llegar rápido, llegar, sentarse y dejarse llevar, simplemente dejarse llevar. Sin pensar ni ponderar, sus pasos tragados por la mullida capa de hojas y plantas que luchaban por nacer, por salir a la luz y avanzar hacia el cielo. Tímidos y raquíticos árboles competían por alcanzar la cúpula, sobre los restos de un gigante caído.

Y el resto era el silencio murmurado.

La mujer sonrió, inclusive los animales ese día no parecían hacer más ruido.

Había escuchado los aullidos en las noches, dentro del corazón del bosque, muy lejos de su lugar de descanso. Las bestias que los producían no la preocupaban o asustaban, se sentía segura ahí, lejos de las miradas de todos. Se sentía ella.

Por fin.

Sólo ella, sin nada más que pesara sobre sus hombros aún muy jóvenes para entender sobre ello.

Los zapatos de suela y tacón pequeño, ya estaban oscuros con la tierra húmeda que se pegaba a sus delicadas costuras. Le restó importancia, tendría muchos más, tendría tiempo para limpiarlos.

Tendría cosas más importantes de las que ocuparse.

Finalmente sus pasos la dejaron en el pequeño claro, un oasis de luz en medio de la sombra clara que el bosque proyectaba sobre sus territorios.

Se dejó caer con parsimonia, disfrutando de la sensación leve de vértigo antes de tocar el suelo y apoyar la espalda contra él. Permitiéndose unos momentos de relajo antes de levantarse, estirar su espalda y sacar el contenido del paquete.

Una caja de madera clara, sencilla. Una taza y una pequeña tetera.

Sólo eso necesitaba para pasar un buen momento.

////

Caminó, aún lejos, sólo un ojo pegado en su objetivo. Llevaba cerca de media hora paseando en círculos a su alrededor, dibujando cuidadosamente la silueta cortada por los troncos. Sin cesar, caminando, el sonido de sus pisadas tragado por el suelo suave y húmedo.

Simultaneidad

Cada uno de sus pasos acompañados por ese momento estático. La simultaneidad en ellos, corriendo con ellos. El bosque en suspensión cayendo suavemente a cada pisada.

No estaba bien.

Lo sabía.

Pero se sentía tan bien.

Detuvo un momento sus pasos, era la tercera vez que la veía, siempre saltando y rondando, el olor llamándola de luna en luna a medida que se acercaba cada vez más.

A medida que se escapaba más y más.

Su estómago, vacío, gruñía suavemente, reclamando la falta de atención. No había dado con nada de comer, y tampoco en ese momento le importaba.

¿Cuánto había pasado desde la primera vez que la vio?

Años

¿Y de la última?

Meses

Visitas esporádicas, sólo el olor que acarreaba el viento podía decirle cuándo llegaría. Y esos días se quedaba a su alrededor, silenciosa. Fascinada sin entender el por qué. En silencio, lejos, oculta.  Levantó un pie, dubitativa, tal vez dejarse mostrar suavemente. Poco a poco para no asustarla. Sólo quería verla desde más cerca, ver qué de extraño había en ella que llamaba tanto su atención. Tanto como para pedir ese terreno como suyo los días que aparecía, como para abandonar al resto y descolgarse sola, rondando sus alrededores.

Como para luego olfatear todo el lugar ante los olores extraños e indescifrables.

La mujer se levantó, limpiando las faldas de las telas que cubrían sus piernas. Era alta, desde su posición tendría que mirarla hacia arriba, buscarla entre las ramas de los árboles para distinguir su rostro. Se alejó por el mismo camino que usaba para llegar al lugar. Espero unos momentos, a que su silueta se perdiera en los recodos del camino, antes de acercarse y rastrear el lugar como ya era su costumbre.

Una idea cosquilleando sin cesar en su cabeza.

Seduciéndola incansablemente.

¿Y si…?

El camino se extendía mucho más allá de los límites de lo que conocía. Su hogar más adentro, en el corazón de los árboles enormes. Vaciló unos momentos, sopesando lo que sus instintos le decían que hiciera. Finalmente siguió el camino serpenteante, cuidando de no acelerar el paso.

De no ir más allá.

Sólo un vistazo rápido, era todo lo que necesitaba.

Sacando la lengua para saborear el aire siguió trotando suavemente, detrás todo su hogar empezaba a empequeñecer.

////

-¡Mi dama!- Los hombres se cuadraron, dando paso a la mujer ataviada en suaves sedas y ricos adornos, que aún así eran escuetos.  Les dedicó una sonrisa y una inclinación de cabeza. No podían ver la victoria que se escondía tras sus ojos, la felicidad y el orgullo que se permitía sentir al recordarlos burlados e ignorantes. Recorrió los enormes pasillos, vacíos y austeros, sin reparar en las paredes centenarias o las piedras que soportaban su peso, sino repasando mentalmente los camino que había recorrido.

El destino parecía reírse de ella suavemente, detrás de cada ventana, cada puerta, cada muro que le prometía fútilmente la libertad. Su utilidad en esas paredes era nula. Sin voz ni voto no podía hacer mucho por el bien de su familia. Y si bien su sonrisa y uno que otro consejo susurrados le había ganado el respeto de su padre eso no significaba que la dejara sentarse junto a él para tomar las decisiones.

Ella era sólo otra de sus hijas esperando por el matrimonio.

Uno que veía tortuosamente acercarse.

Sus pasos no hicieron ruido a medida que cruzaba el puente sobre nivel que permitía una vista completa del estanque artificial y el jardín que rodeaba las inmediaciones de su dormitorio. Un enorme pabellón pintado de rojo y azul oscuro, coronado por la serpiente alada que fungía como el estandarte y emblema de su familia. La construcción antigua albergaba los dormitorios de sus medias hermanas y ella, la única hija viva de la primera esposa. El recuerdo de su madre ensombreció su rostro por unos segundos, como una pintura manchada por la lluvia en un día de verano.

Los colores vivos, pero borrosos.

Las líneas desfigurándose antes de encontrarse nuevamente, como si el momento sólo hubiera existido en la imaginación.

La mujer estaba muerta, llorar por ella no la traería de regreso.

Y aún así pones incienso todas las semanas frente al altar.

La seda crujió cuando se detuvo, al final del pequeño puente arqueado, sobre lozas de piedras rectangulares suavizadas en los extremos, estaba el pequeño altar que servía como descanso a los antepasados de la gloriosa estirpe.

Observó con un dejo de tristeza las cenizas de las últimas varillas aromáticas al consumirse, ahí estaba sus abuelos, su madre, sus hermanos que no había conocido.

Todos ellos enterrados muy lejos como para recordarlos más que en esa pequeña porción de tierra.

Hizo una ligera reverencia antes de seguir su camino, era más de lo que su medio hermano hacía, por lo menos.

Las puertas que se alzaban como la entrada al edificio se encontraban abiertas de par en par, permitiendo el paso del la brisa refrescante. Oía el murmullo de las mujeres dentro, yendo y viniendo, ajetreadas e inacabables y, a su parecer, inútiles labores que les tomaba todo el día.

Todos los días

Todas sus vidas.

Ninguna había ido más allá de las murallas de la ciudadela.

Ninguna quería ir más allá.

En ese lugar tan acompañada no podía evitar sentirse sola.

Se quitó las sandalias, sus zapatos de seda ocultos en uno de los bolsillos internos de sus mangas, y entró al salón en el que solía auspiciarse la ceremonia del té. La sala estaba vacía, llena por los suaves rayos de la tarde que se filtraban a través de la ventana entreabierta. Devolvió los implementos que había extraído, teniendo especial cuidado de regresar todo a su correcta posición. No eran muchos quienes se detenían en ese lugar, pero nunca estaba de más ser precavida.

Era una forma de vida, después de todo.

Abandonó con pasos cortos y rápidos el lugar hacia su habitación, tenía deseos de dejarse llevar por las horas, sin preocuparse de nada más.

Veía las nubes de tormenta arremolinarse en su horizonte, pero por ahora sólo quería disfrutar de esos últimos momentos de soledad antes que el torbellino de acontecimientos se la tragara por completo. Cruzo el largo pasillo, doblando luego a la derecha hacia el ala este, el lugar de los cuartos. La puerta de su habitación estaba cerrada, tal como la había dejado al abandonar el lugar. Sonrió, tocando la madera suave y pulida que le era tan conocida.

Su mano recordando el movimiento descorrió el entramado de madera y papel fino que daba a su cuarto.

La sorpresa por unos momentos la dejó silente.

Un enorme lobo registraba su habitación, la nariz pegada al suelo olfateando. Sin rastros de pelea o de forcejeo, el animal giró las orejas y levantó la vista cuando escuchó el ruido de la puerta al abrirse.

El mundo, nuevamente, se detuvo un momento, mientras se miraban.

Atónitas.

  




El puente

EL PUENTE

Recuerda el puente
Cuando cruzas el puente
No hay vuelta atrás
Cuando cruzan el puente
No hay miradas
Sobre el hombro
No hay espalda que sostener
Que consolar
No hay nada
Tras el puente
Se acaba el mundo
Y se abre uno nuevo
No lo olvides
El puente

5 comentarios:

Anónimo dijo...

fufufu esta historia pinta para un clasico de shiznat.esperare ansiosa otro cap.besitos

sayuri_saa

tom-ash ketchum dijo...

Buen comienzo.
Espero saber de el desarrollo de esta historia y la intervención de Natsuki y como se definirá su papel.

Anónimo dijo...

Me rncanto! Espero con ansias el próximo cap!

Amy-kun dijo...

también te sigo en FFnet...eso de puente, no lo vi ayi...espero con ansias la continuación

Anónimo dijo...

omg esto estuvo bueno y bastante intrigante estare pendien del proximo capi y ver que onda con el lobo ....

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