YEOK
¿Qué le tomaba tanto?
Estaba allí, esperándola, consumiendo
quizás el cuarto o el quinto cigarrillo de la noche. Las luces se entrecortaban
a medida que los letreros cambiaban de colores y palabras. Variaban
salvajemente en medio de la muchedumbre que no los observaba. Todo era un mar
de personas distintas, un mar de rostros y cuerpos. Risas desbocadas que se
perdían entre medio de la multitud sin un dueño específico.
Y ella seguía allí, sentada al borde de esa
esquina, obligando a todos a levantar el pie o rodearla, sin dar una sola
ojeada de importancia a las miradas atónitas que le dedicaban quienes la
esquivaban, los insultos o los comentarios extrañados de quienes pasaban a su
lado. No me pienso mover… aspiró
nuevamente el humo, fuerte y rápido, acabando con buena parte del tabaco de una
sola piteada. Llevaba más de una hora sentada allí, las piernas entumecidas,
los pulmones agobiados.
Le dolían los pies de tanto caminar.
Le dolía el cuerpo, apresado en esa
multitud que no paraba de crecer, de subir y bajar, de atraparla y luego
devolverla. Quitándole poco a poco su voluntad o su identidad.
Le dolía la vista de buscarla
incansablemente.
Estaba harta, sólo quería marcharse y
olvidarlo todo en sus cuatro paredes, en su lugar conocido. Aprisionarla en sus
brazos y no pensar en nada más.
Pero seguía pegada allí, esperándola Y una mierda, me largo, no la esperaré toda
la jodida vida…
Y siguió sentada allí, esperándola. Su
cuerpo no respondía a sus comandos, seguiría allí, sentada, fumando, esperando.
Un par de jóvenes se sostuvieron un momento
delante de ella, cada uno en brazos del otro, luchando por mantener el
equilibrio antes de desmoronarse y dejarse llevar por el sueño del alcohol. Les
dedicó una fría mirada. Siguieron caminando. El lugar estaba lleno de gente
así, demasiado ebria como para sostenerse por sí misma, demasiado entusiasmada
como para soltar la botella.
Demasiado demasiado para todo.
Arrojó la colilla ya acabada con desgano.
Registró sus bolsillos y encontró otro cigarro, tal vez el último que le quedaba,
lo miró por unos momentos y luego lo dejó entre sus labios, indecisa a fumarlo
aún o esperar un poco más. Las callejuelas que se perdían entre medio de las
grandes calles, como dedos largos y abarcadores, estaban hasta el tope de risas
y peleas. De gente hiriéndose o sosteniéndose. Le restó importancia, era algo
que acostumbraba a ver en esos lugares.
Estaba más que acostumbrada a verlos.
A lo que no estaba acostumbrada era a
esperar.
Esperar tanto, tanto, tanto.
Zambulló su cabeza entre sus rodillas,
apartando frenéticamente alguno de sus mechones azulado con las manos. ¿Qué
estaba haciendo allí?, ¿Esperando por una desconocida?
¡Sólo habían hablado por una hora!
Lo que dura una copa y otra antes de que,
con una sonrisa y un movimiento de ojos, le pidiera que la esperara allí.
-Asuntos que resolver… a la mierda con
esto- Encendió el último cigarrillo, prometiéndose que al final de la colilla
se marcharía. Regresaría a su alejado departamento caminando con las manos en
los bolsillos, pateando una lata, refunfuñando y maldiciendo por lo bajo, o tal
vez tarareando una canción. Lo que fuera.
Lo que fuera sería mejor que seguir pegada
en esa situación que no tenía sentido o razón.
Exhaló una bocanada de humo, fumando con
lentitud.
Por un momento pensó que no estaría sola
esa noche. Por un momento se dio el lujo de perder la vista en la castaña de
sonrisa extraña que el destino le había presentado esa noche. Quizás sólo era
una manera de reírse de ella, de nuevo.
Pero, aún así, dolía.
Joder,
Natsuki, estás dejando que ese trago hable por ti…
Por un momento se dejó llevar por la
impresión, por el deseo y la esperanza.
Ahora se recordaba que esas cosas, al menos
en su vida, no funcionaban. El destino nunca le daría un golpe de suerte como
ese.
Terminó el cigarro, aplastando la colilla
contra su suela. Observó la multitud una vez más antes de suspirar y
levantarse, golpeando sus pantalones para quitarse el polvo de la calzada. La
gente a su alrededor no se había detenido, en el frenético pasar y pasar
seguían moviéndose, como si el mundo se les fuera en ello. Recompuso su
chaqueta sobre sus hombros, las manos en los bolsillos, una última mirada sobre
el hombro y dio el primer paso.
Dos.
Tres.
Cuatro.
Sus pies se sentían tan pesados, quería sólo
dejarse caer y dormir allí.
No hacer el largo camino de regreso a casa.
Casa…
Cinco.
-Ara, ara, ¿Te ibas sin esperarme un poco
más?- Se giró, totalmente sorprendida. La mujer de ojos rojos sonreía confiada,
detenida en medio del frenético movimiento. Se detuvo un segundo en las
facciones de su rostro, los labios suaves, los ojos decididos, la nariz recta.
Era ella, oh sí que lo era.
El destino al parecer no se burlaba de ella
ese día.
Sonrió levemente, girándose por completo en
un solo pie.
-No, sólo estiraba algo las piernas-
Mintió, segura de que sonaba como una verdad.
El camino a casa, después de todo, quizás
no sería tan largo.
2 comentarios:
Una historia que parece un dia comun de cualquiera.
Me reuerda a esas citas tan desesperantes con la ausencia de esa persona.
Lo mas increible es qud pocas veces regresas maldiciendo entre dientes.
Maravilloso one shot.
Saludos.
Tom Ash Ketchum.
Muy buena, esta para una conti!
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