CAPÍTULO XII: SHÖGAI
(CULPA)
Aparentemente el dinero compra muchas cosas, cosas que en ocasiones crean en nosotros una sensación que se asemeja a la felicidad. Y si bien la vida de Shizuru, repleta de lujos, siempre le ofreció esta posibilidad… Por extraña que fuera su situación actual… Por bizarras que fueran las circunstancias, Shizuru sentía una extraña sensación en su cuerpo. Algo que se acercaba a la calma, al equilibrio.
Ya habían pasado algunos días, casi una semana, desde su rapto a manos de Nao y sus secuaces; y ciertamente, aunque al principio se sentía agitada y algo paranoica, la guardia constante de Natsuki y la magia del bosque, la hacían sentirse más segura con el transcurrir de los días. Natsuki sólo entraba en la cabaña, con previo toque en la puerta, tres veces al día, para llevarle alimentos y verificar que se Shizuru se encontrara bien. La castaña observaba los movimientos de la morena casi durante todo el día, a través de la ventana, aunque claro, Natsuki no se percataba. Los ojos verdes de la banshee no se habían detenido a descansar desde que habían llegado, Shizuru supuso que su naturaleza no le exigía dormir o comer, pues la joven de mirar serio estaba todo el día de pie frente a la puerta de la cabaña, escuchando cada sonido y aparentemente concentrada en algo que Shizuru no terminaba de entender.
A veces la Presidenta Estudiantil sólo abría la puerta del lugar y se sentaba en la entrada. Le gustaba ver como el verde follaje de los enormes y viejos árboles que rodeaban el lugar se mecía cadente y a veces alegre con el viento. Le gustaba sentir la fresca brisa que recorría la superficie de las aguas del lago, llegar hasta su rostro. Pero lo que más le gustaba era observar de cerca a Natsuki… Esa piel pálida, esos ojos fieros, esa cabellera que suave se movía con el resto de las hojas del lugar, la vestimenta oscura que la hacía lucir como un ser tenebroso, pero amable, y ah… Esas sucias Converse lilas. Natsuki parecía no inmutarse ante su presencia, ya no había sonrojos en su hermoso rostro, ni parpadeos rápidos, ni miradas esquivas y tiernas. Shizuru se arrepentía de haberle dicho aquel día que su trato debía ser más formal, más acorde a la naturaleza de su relación. Si bien la heredera Fujino se sentía algo así como en calma, también se sentía cansada. No quería molestar más a la morena.
Aquel día el cielo estaba despejado, y el viento algo callado. Natsuki sostenía a Alba con agilidad, aprovechando que Shizuru parecía estar tomando una siesta. Con movimientos rápidos, Natsuki practicaba su manejo de la espada.
- ¿Es que acaso has decidido tomar mi consejo? – Aparecía Lena sobre una roca que se hallaba al borde del lago.
- Sólo quiero practicar.
- Te pasas cada momento frente a su puerta… Pero sólo hablas conmigo durante las madrugadas…
- ¿Y?
- Nada… Sólo que creo que deberías intentar hablarle a ella… No sé si lo has notado, pero…
- Sí, lo sé.
- ¿Qué cosa?
- He notado la ironía de la situación…
- ¿Es decir…? – Interrogaba Lena, con ese acento y sonrisa que indicaban que se estaba divirtiendo.
- Que es irónico que la saque de una celda, para meterla en otra, en mi intento por protegerla…
- Exacto…
- Es sólo que… - Intentaba explicar la banshee, mientras su siempre firme voz se quebraba debido a su frustración. – Tengo miedo de que si doy un paso, si dejo que ella se aleje de este lugar, si tan sólo respiro más rápido… - Hundía a Alba en el pasto con furia y tristeza. – Temo que ellos regresen, temo que nos encuentren, y que me la quiten. – Admitía derrotada, la morena.
- Todo lo que tenga que pasar, pasará… - Enunciaba en un lamento, Lena, recordando las amenazas de la Muerte y el Destino. No podía entrometerse, no podía adelantarle lo que sucedería, y que ella ya sabía.
- No me eres de mucha ayuda. – Bromeó ligeramente, Natsuki, mientras recogía su espada y la guardaba.
- Lo sé, y lo lamento… - Expresaba sincera y mortificada, Lena, con una expresión de culpa, que Natsuki no entendía. – Pero lo que quiero decir es que por lo menos intentes hacer de su estadía en este lugar, algo menos aburrida…
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La noche ya había caído hace varias horas y Natsuki pensaba que lo mejor ahora que los drow parecían haberse apaciguado, pues no había ninguna amenaza en el aire, era avisarle a la nación elfa lo que estaba sucediendo. Cuando estaba a punto de teletransportarse, sintió a Mai apareciendo a su lado.
- ¡Hasta que al fin! – Sonreía contenta la pelirroja, mientras abrazaba a Natsuki.
- Sí… Yo también te extrañé. – Sonreía contenta, Natsuki.
- No podíamos encontrarte…
- Reduje mi energía y no me he movido de aquí, ni usado mis poderes para nada…
- Oh, eso lo explica. Y la verdad, fue lo más sabio. Las chicas y yo hemos escuchado que los drow están buscando a Fujino-sama. Creo que han conjurado un hechizo de amplio espectro… A la primera ocasión que sientan la esencia de Fujino-sama, te caerán como moscas. Están por todos lados… Pero se están camuflando y no podemos sentirlos completamente.
- Necesito que corras la voz.
- Pero nosotras no podemos entrometernos…
- Sólo quiero que vayas a ver al hombre que cuida de ella, a Sakomizu, y le digas lo que está pasando. Debe estar desesperado por saber qué sucedió con ella.
- Está bien, pero sólo porque eres mi amiga.
- Pero no le digas todo. Dile que ella está bien y que estamos en camino al reino elfo. Que estará bien con su abuelo.
- ¿Y eso es verdad?
- Algo así. No podemos quedarnos aquí si los drow están moviéndose. En unas horas nos teletransportaré. Espero que los drow no nos den problemas.
- Yo también lo espero… - Dijo Mai a manera de despedida.
- ¡Espera! ¿Podrías hacerme un último favor…?
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Un toque en la puerta despertó a Shizuru unas horas después. El lado positivo que más le gustaba a Shizuru de toda esta situación, era poder dormir lo que quisiera, sin que su reloj despertador le recordara que todo era un sueño. Shizuru se estiró delicadamente en la cama, antes de ponerse de pie, con regular pereza, para dirigirse a abrir la puerta.
- Discúlpeme por interrumpir su descanso, Fujino-sama, pero pensé que luego de todos estos días, quizá le gustaría una muda de ropa. – Hablaba Natsuki, mientras hacía una venia, sin levantar la vista del suelo.
- Uhm… - Inició algo perdida, Shizuru, entre el velo del sueño que recién terminaba de abandonarla y su visión que bajaba hacia su sucio y arrugado vestido rojo. – Gracias. – Terminó, tomando las prendas que Natsuki le ofrecía.
Natsuki hizo otra venia y cerró la puerta, para darle privacidad a la semi-elfa. Shizuru observó el atuendo unos momentos… Una falda lo suficientemente corta para ser cómoda y lo suficientemente larga para no convertirla en una exhibicionista; la parte de arriba del atuendo aparentaba ser una especie de chaleco, de material suave, pero resistente; acompañaban el atuendo, unas botas sin tacón, y una capa con capucha, todo del mismo color marrón oscuro, todo del mismo material, que parecía la piel de algún animal, pero que al mismo tiempo, no lo era. Cuando terminó de vestirse y dejó su vestido rojo a un lado, Shizuru sintió la comodidad de su nuevo atuendo, que se acoplaba perfectamente a su cuerpo. Las botas, eran una maravilla.
- Creo que no me veo mal… - Dijo, algo avergonzada Shizuru, al salir de la cabaña.
- El atuendo es el de una elfa cazadora… Es cómodo y le permite moverse con mayor agilidad. Es un atuendo fácil de encontrar en las tiendas mágicas. Los vestidos propios de la realeza no se venden, pues son hechos dentro del reino elfo, a medida. – Explicó sin tomar aire, la morena, intentando que su mirada no se quedara en el escote de Shizuru, o en sus piernas.
- Gracias. Me gusta mucho.
- No hay de qué, Fujino-sama.
- Ya, basta… - Empezó, Shizuru, acercándose a Natsuki. – Lo siento. No debí decirte esas cosas.
- No hay porqué disculparse.
- Sí, sí lo hay. Tuve un mal día y no pensé las cosas claramente. Extraño el trato que teníamos, la cercanía que habíamos logrado. La verdad es que, te extraño. – Finiquitó, Shizuru, intentando sostener la mirada de la morena que estaba frente a ella.
- ¿Eso significa que puedo llamarte Shizuru otra vez?
- Sólo si me dejas abrazarte, primero.
Natsuki sólo sonrió, aliviada de poder pronunciar ese nombre otra vez. Shizuru dio tres pasos y atrapó a la morena en un abrazo fuerte que gritaba ‘perdóname’.
- Esto también es para ti. – Dijo Natsuki, extendiendo un arco y flechas.
- Ara, ara… Pero nunca practiqué tiro con arco y flecha.
- Tengo una amiga, Mai, otra banshee, que fue a conseguir todo esto…Y la dueña de la tienda es nuestra amiga… Le dijo que el arco y flechas eran necesarias con el atuendo, y fueron un regalo… Así que son tuyos. La aljaba es especial… Nunca se quedará sin flechas. Es mágica.
- Muchas gracias. - Sonrió dulcemente, Shizuru. – ¿Me enseñas?
- Lo intentaré… Pero creo que te sorprenderás de tus propias capacidades. Después de todo, está en tu sangre. – Anunció, Natsuki, mientras intentaba ignorar el dolor y debilidad que sentía, debido a la cercanía de Shizuru, y al abrazo que acababa de darle.
Caminaron durante varios minutos, mientras Natsuki explicaba lo básico referente a los arcos y las flechas… Sobre bosques y ríos… Y lo avanzado sobre elfos y drows… Sobre banshees y humanos… Sobre su plan y lo que las amenazaba.
- ¿Qué pasará cuando lleguemos al reino elfo? – Preguntaba temerosa Shizuru, mientras observaba detalles ornamentales de su nuevo arco.
- Bueno, Sora-sama, tu abuelo, se hará cargo de ti y de tu seguridad… Imagino que te quedarás allí a vivir, pero los drow ya no serán la amenaza que son ahora.
- ¿Y tú?
- Creo que tendré que hacer las cosas, según las reglas.
- Serás invisible…
- Sí. Siempre estaré a tu lado. Intentaré cuidarte… Y algún día nos volveremos a ver. – Estimaba la morena, mientras observaba distraída el riachuelo al que acababan de llegar.
Shizuru no dijo nada, pensando que quizá habría alguna manera de cambiar esas reglas. Quizá su abuelo podría hacer algo… Quizá… Diablos.
Molesta por las recientes noticias, y la aparente parquedad y falta de interés de la banshee por su inminente separación, Shizuru colocó el arco en perfecta posición, siguiendo las instrucciones y recomendaciones que Natsuki había estado balbuceando durante el camino. Tomó una de las flechas de su aljaba y disparó sin reparos. La flecha rozó los cabellos de Natsuki y se fue a incrustar en un lejano roble, habiendo arrancado en su trayectoria una manzana. Asustada por la cercanía que el proyectil había tenido con respecto a su rostro, y sorprendida por la precisión del disparo, Natsuki se dio media vuelta dispuesta a reprender y felicitar a la semi-elfa.
- ¡¿Y eso es todo?! – Preguntaba con molestia, Shizuru, mientras se acercaba con pasos decididos y firmes hacia la morena.
- ¿Ah?
- ¿No piensas hacer nada más? ¿Tan poco te importa el hecho de que ya no te veré?
- Yo sólo soy alguien de paso, no sé porqué tendría que auto-otorgarme tanta importancia… - Intentaba explicar Natsuki, cuando sintió dos manos firmes y delicadas coger con vehemencia el cuello de su camisa.
Dicen que las mejores cosas de la vida suceden cuando menos las esperas. Y Natsuki estaba a punto de experimentarlo de primera mano. Sin previo aviso, y ciertamente sin pedir permiso, Shizuru juntó sus labios con los de la morena, quien se hallaba por demás sorprendida. Era un beso firme, que expresaba el temor y la negación que Shizuru sentía con respecto a dejar ir a la morena. Natsuki se sentía cada vez más débil; quizá fuera por el hecho de que Shizuru suavizó el beso hasta convertirlo en un roce que enervaba los sentido de Natsuki, quizá era la ligera presión que la castaña sostenía en la camisa de la banshee, halándola, pidiéndole que no se fuera; quizá era la respiración de la semi-elfa, que aceleraba al compás de su latir.
O quizá, era el hechizo que corría en el sistema de Shizuru…
Natsuki cayó al pasto, a punto de perder el conocimiento… Pero rápidamente el dolor que asaltaba su cuerpo, hizo que volviera en sí. Era una sensación horrenda, que parecía comprimir cada uno de sus músculos. Sensación tan contraria a la que le había transmitido el beso que Shizuru acababa de darle. Sensación que ahora la hacía casi gritar de dolor. La Presidenta Estudiantil entró en pánico, pensando que acababa de romper alguna estúpida regla que desconocía…
- Oh, Dios… Oh, Dios… ¿He hecho algo que no debí? ¿Qué te sucede, Natsuki?
- No… Y-ya se pasa… Sólo aléjate de mí un poco… - Intentaba articular Natsuki, mientras estrujaba en su puño la ropa que estaba a la altura de su pecho.
Shizuru hizo lo que se le dijo. Y aunque todo su cuerpo le gritaba que corriera al lado de la morena, sabía que si Natsuki le había pedido eso, era porque había un buen motivo. Sin embargo, el hecho de que Natsuki no dejara de retorcerse en el suelo e intentara acallar sus gritos, no le reconfortaban. La morena finalmente dejó de quejarse y de moverse, sólo para levantar sus manos, las cuales temblaban sin cesar.
- Algo no está bien…- Susurraba Natsuki, sintiendo como si acabara de perder algo importante.
- ¿Esto pasó porque te besé? - Preguntó entre lágrimas, Shizuru, incapaz de moverse ahora.
- No… - Contestó apenas la morena.
Ciertamente algo no está bien.
Unos sonidos rápidos en el follaje hicieron que los exhaustos ojos de Natsuki se movieran intentando hallar el origen de los mismos. El sudor de su frente se hizo frío y pesado cuando se dio cuenta de lo que estaba sucediendo. Vio sombras que se movían con inquietante agilidad. Definitivamente las habían encontrado.
- Me has traído tantos dolores de cabeza, estúpida híbrida. Así que esto se acaba ahora… - Rugía Nao, mientras se acercaba rápidamente a Shizuru, para proferirle una sonora bofetada con el dorso de la mano, logrando que la semi-elfa cayera al pasto.
- ¡No te atrevas a tocarla! – Advertía, Natsuki, intentando ponerse de pie, pero sin tener éxito.
Nao lanzó una carcajada, mientras cogía a Shizuru del cabello y la obligaba a levantarse. Tomoe, por su parte, se acercó a la convaleciente morena, tomándola de la ropa y levantando su cuerpo.
- Así que tú eres una banshee… No te mentiré, pensé que serían más, no sé… Intimidantes o algo. Tú sólo pareces otro simple y aburrido ser humano…
- Déjenla ir… - Amenazaba, con furia en los ojos, la morena, quien intentaba recomponerse.
- Oh, qué miedo… ¿Por qué no me das una paliza o usas tus poderes, en lugar de hacer solicitudes estúpidas?
Silencio.
- ¿Será posible…? – Comenzaba, Tomoe. – Nao, ven aquí un momento.
- Veo que tienes algo interesante entre manos… - Se burlaba, Nao, empujando a Shizuru hacia Reito para que este la sujetara y le tapara la boca.
- ¿Tienes esa piedra que le quitamos a esas brujas?
- Sí…
- Sácala, creo que tu poción ha trabajado fantásticamente.
Hace unas horas, en su búsqueda, Nao y sus secuaces se habían topado con un grupo de brujas, a quienes les habían quitado un raro cristal, que según la leyenda tenía la propiedad de indicar la naturaleza de los seres, según el color que tomaba.
- ¿Qué color era para los humanos? – Intentaba recordar, Tomoe.
- Púrpura. – Respondió, Nao, al mismo tiempo que la susodicha piedra tomaba ese color.
- Oh, parece que nuestra pequeña guardián dejó de ser mágica…
- Ustedes le hicieron esto… - Intentaba zafarse, Natsuki.
- Con la magia, todo es posible… - Sonreía sádica, Nao.
Shizuru no terminaba de entender qué era lo que acababa de suceder.
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- La leyenda también dice que luego de 300 años las banshees vuelven a ser humanas durante unos momentos… Y así, vuelven a recordar su vida humana, y recuerdan cómo murieron y quienes estuvieron involucrados… - Narraba, Nao, mientras buscaba algo en un cuarto oscuro. Tomoe la escuchaba tan atenta, como Shizuru, que encadenada a una pared, observaba a una Natsuki inconsciente aún. – Reviven de golpe todas sus tristezas y todas sus alegrías… ¿Te imaginas sufrir tal castigo? Sentir rabia por no ser capaz de tener más recuerdos alegres para crear, y al mismo tiempo sentir alivio por la vida de miserias que se ha terminado…
- Algunos dicen que las banshees están bendecidas, porque la Muerte les regala una extensión… Lo que no saben, ni siquiera las propias banshees, es que en realidad es un castigo, por haberse interpuesto en el destino de aquellos que tenían que morir aquel día… - Revelaba divertida, Tomoe.
- Ahora que tu querida Natsuki se ha vuelto humana, cuando despierte recordará todo lo que pasó… Lo bueno y lo malo. Recordará quién la mató y a quién no debió salvar. Y deseará no haber vivido y no haber muerto… Todo al mismo tiempo… - Anunciaba, Nao, vertiendo el agua más cristalina que Shizuru hubiese visto jamás, en la fuente que discurría frente a ellas. – Una gota de su sangre y todas seremos capaces de ver lo que sucedió ese último día, incluso detalles que ella desconocía.
Shizuru observó cómo pinchaban el dedo de Natsuki con un filoso cuchillo, obteniendo así lo querido. Al hacer caer una sola gota de su sangre, el color del agua se tornó oscuro. Tomoe sacudió a la morena, para forzarla a despertar.
- Ya déjenla en paz, por favor… A quien quieren es a mí, ella ni siquiera les es de ayuda o interés ahora que es humana…
- Yo lo hago por apoyar a la familia… - Decía Nao, mientras observaba los cambios en el color del agua de la fuente.
- Verás, Fujino-sama… Si me hubieras escogido a mí por encima de ella, nada de esto estaría pasando… Sólo intento remendar mi herido orgullo, vengarme de ella al verla sufrir un poco, y husmear en sus recuerdos. ¿Por qué? Porque puedo, y porque parece divertido…
- Eres despreciable…
Natsuki sentía su cuerpo adolorido, debido a la cercanía de Shizuru, pero era algo que podía soportar. Sin embargo, el intenso dolor de cabeza era algo que simplemente la estaba volviendo loca. A pesar de ello, lo que más le molestaba, era saber que ahora era humana, y sin lugar a dudas, de nula ayuda para Shizuru… Quizá si dejaba su cuerpo recomponerse un poco, quizá con el uso de Alba… Ya no sabía qué hacer… Abrió los ojos con pesada lentitud, escuchando voces siniestras… Sintiendo un viento frío que se iniciaba en su nuca y helaba todo su cuerpo.
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Las notas de un dulce vals resuenan en toda la casa, cuando Natsuki abre la puerta de su hogar. Sin hacer el más leve ruido, Natsuki camina hacia la sala, sólo para descubrir a sus padres bailando, como si el mundo no existiera. Bailan con calma y con los ojos cerrados, sin prestar atención a los pasos que deben ejecutar, pues esto era sólo para ellos. Natsuki sabe perfectamente como bailar un vals, pues ya los ha visto bailar antes, en cada aniversario de matrimonio, igual que ese día. Después de todo, veinte años de casados, era una ocasión para celebrarse.
Unas horas después se despidieron de ella, para partir a su cena de aniversario. Van a un bonito restaurante que tienen meses queriendo probar, pero nunca tuvieron el tiempo adecuado, hasta ese momento.
Pero así como en la vida hay acontecimientos alegres, también los hay tristes. En la sala de espera para familiares, una niña y su madre, acaban de enterarse que su padre y esposo, ha fallecido. Su corazón ha fallado. La madre llora con amargura, sintiendo su propio corazón romperse, sin saber que eso significaba su propia muerte en unos pocos días. La niña de unos cuatro años probablemente, es inteligente y entiende perfectamente que nunca más verá a su padre. En un descuido, la pequeña sale corriendo y llorando de la clínica, sin importarle realmente hacia dónde va. La lluvia cae fuerte y copiosa y el auto que iba por la calle maniobra a tiempo para evitar atropellar a la niña, pero sufre una aparatosa volcadura.
Natsuki intenta resolver su tarea de matemática, pero su cerebro no ha sido hecho para esa materia, y sólo termina frustrada. El repique del teléfono de casa le alegra, pues le da la excusa de descansar al menos durante unos segundos, de todos esos infernales números. Responde educada en el auricular, cuando luego de unos segundos éste cuelga solitario de la mesita de noche, mientras Natsuki corre hacia la puerta, sin coger su chaqueta. La lluvia la empapa.
Al llegar a la clínica le informan que sus padres han tenido un accidente y que lamentablemente no han sobrevivido. Natsuki pide verlos una última vez. Natsuki llora amargamente, cayendo de rodillas ante los cuerpos sin vida de sus amados padres. Y no entiende por qué suceden estas cosas. Sus padres eran buenos ciudadanos, buenas personas, buenos profesionales, y excelentes padres. Ella les dice que aún los necesita, que por favor no la abandonen. Que no sobrevivirá sin ellos, pero sólo el silencio le responde. En ese momento odia a todos, a los médicos por no salvarlos, al estúpido auto por no ser más seguro, a la lluvia por existir, a los dioses por llevarse a sus padres. Natsuki se siente sola e iracunda. Realmente odia a todos en ese momento. Sube a la azotea del hospital y grita su ira, mientras un trueno no muy lejano suena. Coge su rostro, pero nada parece detener su llanto. Llama a sus padres en un susurro, deseando que la magia exista y eso los traiga de vuelta. Natsuki sólo quiere irse con ellos.
Se para al borde del edificio y observa el pavimento; se pregunta si le dolerá, si morirá rápido, si existirá el infierno, si podrá al menos ver una vez más a sus padres en el más allá y será capaz de despedirse. En ese momento piensa que eso sería todo lo que podría pedir. Verlos una vez más, abrazarlos, decirles que los quiere y despedirse.
Desde donde está, a punto de saltar, ve a una anciana que toma de la mano a una niña y las protege a ambas de la lluvia con un paraguas blanco. Ve como caminan hacia un auto en el estacionamiento trasero de la clínica, que está vacío y oscuro. Ve como una sombra empieza a moverse en su dirección. Sabe que algo no está bien. Baja rápidamente los cinco pisos del edificio, corre lo más rápido que puede, y vaya que es rápida. Llega para ver el paraguas blanco en el suelo, y a la anciana interponiéndose entre la niña y el extraño. Ve unos ojos rojos que le pertenecen a ese ser, que no parece humano, pero se asemeja. Ve que el tipo quiere llevarse a la niña, que está asustada. Ve que saca una daga que brilla cuando cae un relámpago. Corre hacia ellas, le grita al tipo sombrío. Les dice a ellas que se pongan a salvo, que regresen a la clínica y que llamen a la policía. El tipo se molesta, quiere llevarse a la niña y nadie se lo impedirá. Cuando éste intenta acercarse a la niña, Natsuki se interpone y empieza a luchar con él, y su daga. Es fuerte, demasiado fuerte para ella. La anciana grita, la niña llora asustada. Natsuki sigue luchando, no se dará por vencida tan fácilmente. Se escucha unos pasos, y el tipo sabe que quizá falle, así que deja el secuestro atrás y opta por matar a la nena. Se va encima de ella, pero Natsuki no lo deja llegar, la daga aún la amenaza. El tipo es jodidamente fuerte para ella. La daga atraviesa su corazón…Natsuki no grita, ya no siente nada.
El tipo se va tan rápido como vino. Varias personas salen a ayudar, pero han llegado muy tarde… La niña aún llora desconsolada, y Natsuki ya no respira. Aquella noche murió la familia Kuga; padre, madre e hija, intentando que Shizuru Fujino no fuese lastimada.
Una semana después fallecía Tsukiyo Fujino, dejando en la orfandad a esa pequeña de cabello castaño y ojos rubíes, capaces de llorar diamantes y provocar lluvias. Una semana después Natsuki regresa como banshee, sin recuerdo de aquella fatídica noche, y Shizuru es capaz de verla, porque cuando las almas gemelas se encuentran, se reconocen.
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Natsuki ya ha recordado todo. Lo bueno y lo malo. Y su alma llora al recordar a sus padres. Siente un enorme vacío en su pecho, que la hace sentir como si estuviera muerta. Toda su existencia está atada a Shizuru, y por unos momentos, desearía que no fuese así.
Shizuru también recuerda ahora, a esa joven valiente que la salvó, y a esa joven amable que la consoló. Shizuru recuerda que eran la misma persona, y que esa persona era Natsuki. Y ahora sólo siente…
Culpa.
3 comentarios:
Hay Dios! Uno de los mejores caps para mi! Simplemente genial *-*
Estuvo muy bueno... casi me pongo a llorar al final... T_T
Escribes con mucha claridad y sentimiento.
Gracias!!! besos bye
Maravilloso episodio.
Muchas cosas se aclararon.
Y creo que es un buen papel el que sea la villana nuestra querida princesa de hielo.
Por otro lado aun nos falta saber que hara Shizuru, para deterner a su amada.
Saludos.
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