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Natsuki fue andando despacio hasta la larga galería, muy
consciente de la mano enguantada que descansaba ligeramente sobre su manga; muy
consciente de la hermosa mujer que iba caminando a su lado.
“Ha despertado mi interés, miladi”
“Del mismo modo que usted el mío, señorita Fujino”
El contacto de la delicada mano de la joven irradiaba un
tibio hormigueo que le subía y bajaba por el brazo. No estaba segura del motivo
por el cual ella le provocaba semejante reacción, pero no había duda de que así
era.
Se detuvieron frente al primer lienzo. Con el rabillo del
ojo, Natsuki observó cómo examinaba la pintura con la cabeza ladeada, primero a
la derecha y luego a la izquierda.
- Es muy... interesante –comentó Shizuru por fin.
Natsuki contempló la mezcolanza de colores oscuros.
- Es sencillamente horroroso –dictaminó.
Un ruido que sonó sospechosamente a una risita salió de la garganta
de Shizuru, que se apresuró a toser. Luego miró a la condesa, que quedó
sobrecogida al ver sus ojos..., unos ojos en los que brillaba una aguda
inteligencia y que parecían agrandados por las gruesas lentes de las gafas. Le
recordaban a dos rubies... llameantes, luminosos y de una claridad perfecta.
Estudió con detenimiento el rostro de la muchacha. Su mirada se desvió hacia la boca y le llamó la atención un lunar cerca de la comisura del labio superior..., aquel labio superior carnoso y pecaminoso que, al igual que el otro, parecería demasiado grande para aquel rostro. El cabello, tupido y castaño, estaba recogido en un moño con artísticos bucles que enmarcaban la cara. Varios mechones brillantes escapados de las horquillas le daban a su dueña un aire ligeramente desaliñado. Natsuki sintió el súbito impulso de pasar los dedos por aquellos bucles desordenados y arrugó la frente al pensarlo.
Shizuru se acercó más a ella.
- Usted es la experta en arte, miladi. ¿Qué representa este
cuadro?
Ella inspiró y un tentador aroma a miel le cosquilleó los
sentidos, junto con un leve olor a.... ¿tierra fresca?
Contuvo una sonrisa; aquella mujer llamaba mascotas a un
sapo, un ratón y una culebra de jardín, y su “perfume” revelaba que había pasado
un rato escarbando en el barro antes de asistir a la fiesta de la señora Midori.
Sin embargo, aquel esquivo resto de miel olía lo bastante bien como para
comérselo. Qué combinación tan interesante.
Hizo un esfuerzo para centrarse en la horrenda pintura y
dijo en tono serio.
- Representa un granero durante una violenta tormenta
–Señaló una mancha informa de color pardo-. Aquí se ve un caballo que regresa a
toda prisa a su establo. –Miró a la joven-. ¿No está de acuerdo?
Ella le ofreció una sonrisa, y a Natsuki se le detuvo la
respiración igual que le había sucedido en la casa de campo. Sonreír la
transformaba, iluminaba sus facciones otorgándoles un aire de malicia y
travesura.
- Hum –dijo ella tocándose la barbilla con los dedos-. A mí
me parece más bien el fondo de un lago.
- ¿En serio? ¿Y qué iba a hacer un caballo en el fondo de un
lago?
- Pero es que esa mancha no es en absoluto un caballo,
miladi, sino un pez enorme con la boca abierta.
- ¡Oh! Veo que están admirando mi retrato de la querida tía
Miku– dijo en ese momento Midori, que se reunió con ellos frente al cuadro y se
fijó en que la señorita Fujino tenía una mano apoyada en el brazo de la condesa.
- Un trabajo maravilloso –murmuró ésta gobernando su
semblante para adoptar una expresión convenientemente seria-. En realidad, en
cuanto la señorita Fujino y yo hayamos terminado el recorrido de la galería,
deseo hablar con usted acerca de su talento, señora Sugiura.
La mujer abrió de golpe su abanico y comenzó a agitarlo con
un vigor que puso en movimiento sus perfectos tirabuzones.
- Oh, se lo agradezco, miladi. Naturalmente, estaré
encantada de acompañarla...
- No osaría monopolizar su tiempo –replicó Natsuki-. Yo
misma la buscaré tan pronto me haya formado una impresión de su colección.
- Esperaré ansiosa ese momento, miladi –repuso la anfitriona
en un tono que dejaba claro que nada que no fuera la muerte iba a impedirle hablar
de arte con ella. Se excusó con evidente mala gana.
- Cielos, ¿qué va a decirle? –preguntó la señorita Fujino en
tono confidencial- ¡Pero si ha comparado a la querida tía Miku con un caballo!
- Por lo menos no la he comparado con un pez con la boca
abierta – bromeó Natsuki, y fue recompensada con un favorecedor arrebol de
color melocotón-. A decir verdad, lo más probable es que no necesite decir nada,
porque sin duda la señora Sugiura se encargará de llevar el peso de la
conversación.
Shizuru asintió lentamente y su expresión se tornó seria.
- Tiene razón. Veo que comparte usted el talento de mi madre
para......
- ¿La manipulación? –aventuró Natsuki con una sonrisa.
- ¡No! –El color de las mejillas de Shizuru se intensificó-.
Me refería a los actos sociales, la conversación cortés, la charla ociosa.
- Me temo que eso es inevitable, dado el gran número de
actos a que he asistido.
Pasearon hasta el cuadro siguiente.
- Supongo que es usted muy popular
Natsuki enarcó las cejas.
- Recibo muchas invitaciones, si se refiere a eso. Pero, por
lo visto, a usted le sucede lo mismo.
Ella dejó escapar una sonrisa desangelada.
- Sí, creo que sí. Por lo menos últimamente.
- Parece.... desilusionada.
- Me temo que, a pesar de los bienintencionados intentos de
mis hermanas por enseñarme, soy una bailarina horrible. Y, como estoy segura de
que se habrá percatado, no se me da bien conversar sobre temas banales.
- Al contrario, señorita Fujino, aún no me he aburrido con
usted.
Sus ojos mostraron sorpresa. Se detuvieron delante de la
siguiente pintura y Natsuki se obligó a mirarla. Tras examinar detenidamente aquellos
trazos irreconocibles, aventuró:
- Estoy perdida. ¿Qué opina usted?
- Puede que sea el huerto de la querida tía Miku
Natsuki la miró
- ¿O tal vez su esposo?
Shizuru rió, y su rostro volvió a iluminarse con aquella
sonrisa que Natsuki sólo podía describir como encantadora. No obstante, al cabo
de pocos segundos aquella alegría se esfumó; Shizuru abrió la boca y la cerró,
luego arrugó la frente.
Por fin dijo:
- No se me da bien fingir, miladi. Si desea información
sobre mi encuentro con... él, prefiero que sencillamente me pregunte y terminemos
de una vez, en lugar de desperdiciar su tiempo acompañándome por toda la sala
para conducirme poco a poco hacia el tema.
- ¿Quién es “él”?
- El Ladrón de Novias
–Deslizó la mano del brazo de la condesa, que de inmediato echó de menos su
calor-. Sé perfectamente que mi fallido secuestro es el único motivo por el que
todo el mundo busca mi compañía.
- No creerá usted que su popularidad se basa exclusivamente
en su encuentro con ese tal Ladrón.
- Estoy segura de que así es. Y jamás me había encontrado en
una situación tan engorrosa.
Reanudó el paseo, y Natsuki se puso a su lado resistiendo el
impulso de recuperar su mano y envolverla alrededor de su brazo. Le dolía el corazón
tras las palabras de la joven y su mirada recorrió rápidamente los invitados
que paseaban por la galería. ¿Qué demonios le ocurría a aquella gente? ¿Es que
no venían que la señorita Fujino era divertida e inteligente? Pero claro, su
intelecto actuaba en contra de ella; no era coqueta, ni frívola, y por lo tanto
no atraería precisamente mucha atención masculina.
- Hubiera creído que la mayoría de las jóvenes disfrutaba
siendo el centro de atención –comentó cuando se detuvieron ante otra pintura horrenda.
- Me temo que no soy como la mayoría de las jóvenes. –Lanzó
un suspiro-. Antes de mi encuentro con el Ladrón
de Novias me gustaba asistir de vez en cuando a una fiesta. Me acomodaba
entre las matronas y las solteronas, veía bailar a mis hermanas y a mi madre y charlaba
con una de mis mejores amigas, la señorita Waynesboro-Paxton.
- No creo conocerla
- Vive en las afueras del pueblo. Por desgracia no ha podido
asistir a esta velada debido a su mala salud. Le está fallando la vista, y
también sufre graves ataques de dolor en las articulaciones, la pobrecilla. –Se
acercaron hasta el cuadro siguiente, y Shizuru continuó en tono exasperado-:
Sin embargo, ahora tengo una fiesta a la que asistir casi todas las noches. A
pesar de que no dejo de propinar pisotones, los caballeros insisten en sacarme
a bailar. –Señaló su vestido de muselina con ademan impaciente-. Estoy ridícula
con estos vestidos llenos de volantes. No sé nada de moda, y aun así las damas
solicitan mi opinión sobre este tema. Los caballeros se me acercan para
hablarme del tiempo; lord Carsdale entabló conmigo una conversación sobre el último
aguacero durante casi un cuarto de hora. Y todo ello no es más que parloteo
cortés para llegar a las preguntas sobre mi secuestro.
Natsuki apenas consiguió reprimir el impulso de informarla
de que mientras Carsdale le soltaba un discurso sobre el tiempo, también aprovechó
para mirarle el escote. Ella mismo bajó la vista y apretó los labios al ver
aquellas generosas curvas. Maldición, no le extrañaba que Carsdale no hubiera
podido quitarle los ojos de encima.
- ¿Le ha preguntado lord Carsdale por el Ladrón de Novias?
- Lo ha hecho todo el mundo
- ¿Y qué les dice usted?
- La verdad. Que se mostró muy amable conmigo, sobre todo
cuando comprendió su error. Y que sólo desea ayudar a las mujeres que rapta.
- ¿Y cómo reacciona la gente a eso?
- Los hombres preguntan por su caballo y si iba armado o no.
Y esos dos zopenc...., quiero decir los señores Babcock y Whitmore, querían saber
los detalles de cómo se anudaba la pajarita.
Conteniendo una sonrisa, Natsuki inquirió:
- ¿Y las damas?
- Lanzan suspiros y hacen preguntas tontas como “¿era
apuesto?”,“¿era muy fuerte?”, “¿de qué color tenía los ojos?”.
- Entiendo. ¿Y qué les contesta usted?
- Que la máscara le ocultaba las facciones por completo. Y
que era muy fuerte. Me levantó del suelo como si yo no pesara más que un saco de
harina.
“Ni siquiera eso, querida”
- ¿Y qué contesta respecto de sus ojos?
- Les digo que estaba demasiado oscuro para distinguirlos.
Pero que eran intensos y con un brillo de inteligencia y de compromiso con su causa.
- Por lo visto, ese bandido la ha dejado bastante
impresionada.
Shizuru calló un instante y se volvió para mirarla, con un
fulgor rojo en los ojos.
- No es un bandido, condesa Kruger; es un hombre empeñado en
ayudar a mujeres necesitadas, a pesar del riesgo que ello implica para él mismo.
No tiene nada que ganar y todo que perder con su forma altruista de obrar. Y me
atrevo a decir que si hubiera más personas como él, sin duda el mundo sería un
lugar mucho mejor.
La indignación, al igual que las sonrisas, obraba maravillas
en la señorita Fujino.
Sus mejillas se tiñeron de un color que la favorecía mucho,
y el pecho le subía y bajaba con rápidas y profundas inspiraciones. Sus ojos
agrandados llameaban como carbones y provocaban en Natsuki el deseo de quitarle
las gafas para observar aquel fuego directamente.
- De hecho –prosiguió ella con acaloramiento-, me encantaría
poder ayudar a ese hombre en su noble causa.
A Natsuki le produjo
una gran satisfacción el hecho de que ella considerara que su causa era noble,
pero aquel sentimiento fue sustituído rápidamente por un presagio. ¿Ayudarlo?
Por todos los diablos, pero ¿en qué estaba pensando aquella mujer? Fuera lo que
fuese, tenía que quitarle esa idea de la cabeza. De inmediato.
Haciendo un esfuerzo para mantener un tono calmo, le
preguntó:
- ¿Y cómo podría usted ayudarlo?
- No lo sé. Pero si hubiera algo que pudiera hacer, le
aseguro que lo haría.
- No sea ridícula, señorita Fujino–replicó Natsuki con más brusquedad
de la que pretendía-. Ese hombre y sus escandalosas acciones son un peligro. Es
grotesco que usted esté pensando en mezclarse con él.
La mirada glacial que ella le dirigió indicó bien a las
claras que había dicho algo incorrecto y que la camaradería surgida entre ambos
se había roto. Desapareció de sus ojos todo vestigio de calidez, y Natsuki se sintió
abrumada por una aguda sensación de pérdida.
- Sólo estoy pensando en su bienestar –dijo.
- No se preocupe, miladi. –Su tono gélido coincidía con la
frialdad de su mirada-. Soy perfectamente capaz de cuidar de mí misma. Y permítame
que la felicite; su método para interrogarme ha sido más inteligente que el de
la mayoría. –Realizó una torpe reverencia-. Le deseo buenas noches.
Natsuki se quedó boquiabierta, observando cómo se abría paso
a toda prisa entre las parejas que paseaban por la galería. No recordaba haber
sido despedida nunca de un modo tan sumario, y si lo había sido, desde luego no
por una mujer. Y ciertamente no se acordaba de que nadie, salvo su padre, la
hubiera mirado con semejante desdén. Estaba claro que, en opinión de aquella
joven, ella no era mejor –aunque sí más lista- que las demás personas que se le
acercaban para sonsacarle información acerca del Ladrón de Novias, un hecho que le causó una extraña sensación de
dolor y vacío en el pecho.
La promesa de la joven de ayudar al Ladrón de Novias aún resonaba en su mente, y sus manos se cerraron
en dos puños a los costados. Diablos, no podía estar pensando en serio en
tratar de encontrar al Ladrón de Novias
y ofrecerle su ayuda.... ¿verdad? Si bien no tenía miedo de que diera resultado
cualquier esfuerzo por su parte por localizar al Ladrón, sí le preocupaba que
pudiera hacer algo potencialmente peligroso para ella. Conocía muy bien los
peligros que entrañaba su cruzada.
Se mesó el cabello y lanzó un resoplido de frustración en un
intento de calmar el malestar que la embargaba. El lado bueno de aquello era
que la señorita Fujino no había sufrido menoscabo social a consecuencia de
aquel intento de secuestro. Era verdad que estaba experimentando por primera
vez lo que era la popularidad, la cual, aunque no fuera de su agrado, desde
luego era preferible al ostracismo.
Sí, todo había salido bien la para señorita Fujino, y Natsuki
estaba preparada para dejar de preocuparse por ella... hasta que ésta manifestó
sus ridículas intenciones. Natsuki se sacudió mentalmente ¿Qué podría llegar a
hacer? Nada. Simplemente había hecho una afirmación, tal como hacían muchas
mujeres. Sólo que en vez de declarar que le encantaría poseer un diamante de
veinte quilates, la señorita Fujino deseaba ayudar al Ladrón de Novias. No eran más que palabras pronunciadas en el calor
del momento, y no significaban nada.
Exactamente. Ahora podía dejar de pensar en ella, en
aquellos enormes ojos que reflejaban una fascinante mezcla de inteligencia, inocencia,
seriedad, malicia y vulnerabilidad. El hecho de que aquellos ojos la hubieran
mirado con frío desdén en vez de calor la inquietaba de un modo inexplicable...
pero lo olvidaría.
Del mismo modo que olvidaría aquellos labios cautivadores y aquella
figura llena de curvas, más propias de una espléndida cortesana que de una
jovencita de campo.
Al salir de la galería, acertó a verla dirigiéndose hacia el
vestíbulo, con su madre a la zaga.
Con todo, acaso viera una vez más a la señorita Fujino, sólo
para cerciorarse de que no había querido decir nada con aquel comentario. Sí,
era una idea excelente. Tomaría nota de hacerle una visita la semana próxima.
Quizás incluso mañana mismo.
.
.
.
8 comentarios:
Es oficial
estoy enamorada de este fic xD
PD: hay una parte donde llamas a Natsuki Eric :3
Ja-ne
gracias ^^... corregido
esta bastante genial!! por fa continua asi ^^
espero la continuación con ansias =)
Esta muy bueno el fic, pero la espera va a ser larga jajajaja xD. Espero con ansias la continuación
Hola, es una agradable sorpresa el ver que estas subiendo esta historia. Esta muy buena, espero la termines y no la dejes a media...
Me ha enamorado! ya espero su continuación! ^^
fufufu que agradable entrar y ver
actualizado el fic...
por favor no tardes que me has
atrapado con el
amy-kun
nice
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