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domingo, 24 de junio de 2012

domingo, 24 de junio de 2012

El final es solo el comienzo - Cap. 6


CAPÍTULO VI: OKURIMONO

(REGALO)



Natsuki deambulaba parsimoniosamente por el pasillo, yendo y viniendo, sin ser realmente consciente de que su silencio y el vaivén de sus pasos empezaban a desquiciar a Mai.

- Tengo cosas que hacer, ¿sabes?

Silencio.

- Ya sabes… Almas que guiar…

Silencio.

- Si la jefa se entera de que ando perdiendo mi eterno tiempo gracias a ti, nos mandará a las dos al infierno por puro capricho.

Silencio.

- Y no podríamos reprocharle absolutamente nada.

Silencio.

- Actúas como adolescente desesperada…

Silencio.

- Acabo de perder la cordura y voy a matar a todo el mundo…
Silencio.

- Los elfos le han puesto precio a tu cabeza…

Silencio.

- Está lloviendo gatos. Literalmente.

Más silencio.

- En fin, ¿cómo está Fujino-sama? – Preguntó aburrida la pelirroja ante la falta de cualquier tipo de respuesta de la ausente morena.

- ¿Cómo? ¿Que Shizuru qué? – Respondió con otra pregunta, Natsuki, habiendo retornado de su absentismo.

- Sólo te pregunté que como estaba… De haber sabido que su nombre es lo que te regresa a esta triste realidad, no hubiera pedido todo este tiempo.

- Perdón, es sólo que ando distraída.

- Oh, no me digas, creía que estaba presenciando a los zombies tomar la escuela. Anda, ¿para qué me has llamado?

- Prométeme que no te reirás.

- Prometo intentarlo.

- Viniendo de ti, supongo que eso debería bastarme…

- Bueno, escúpelo.

- El cumpleaños de Shizuru es mañana… Necesito un regalo.

- Y eso debería importarme porque… - Vocalizó, Mai, haciendo una mueca con su mano derecha, instando a que Natsuki le diera las razones suficientes.

- ¡Oh, vamos! ¿Eres mi amiga, no? – Explotó exasperada, la morena.

- ¡Shhhhhhhhhhhhhhh! Serás idiota… Estás en el pasillo de una escuela llena de estudiantes, que si te escuchan hablar sola te tomarán por loca.

- A pesar de que en este momento es el menor de mis problemas… Tienes razón.

- Mira, debes regresar a clase… Calmar esta desesperación tuya y no sé… Hablar con Fujimo-sama… Quizá puedas descubrir si hay algo que siempre ha querido, pero nunca le dieron. Lo importante es que te calmes de una buena vez. – Expresó, Mai, masajeando suavemente sus sienes.

- Ok. – Fue la única palabra que salió de los labios de la morena.

Le resultaba estresante… No tener ni siquiera una leve idea de que regalarle a Shizuru. Se sentía torpe y sin ideas. Había pasado con ella todo este tiempo, casi un mes… Y nada. Sabía que era una persona gentil, dulce, amable y bueno, muchísimas cosas más que en ese momento atiborraban su mente, pero que no le ayudaban en lo más mínimo con su dilema.

- Qué gusto contar nuevamente con su presencia, Kuga-san… - Dijo con sarcasmo, el profesor de matemática, que sentado en su escritorio, miraba a la referida alumna, por encima de sus anteojos.

Un rostro levemente molesto y sonrojado acompañó a la morena hasta que pudo llegar a su silla. Shizuru la observó mientras pasaba enfrente de ella. Los últimos dos días había notado que Natsuki se encontraba algo ensimismada, y por demás silente. Si bien su compañera de habitación no era la persona más expresiva, siempre parecía estar atenta de todo; y ahora no era así… traía la mirada entretenida en mundos al parecer irreales y su silencio había alcanzado puntos algo exasperantes. Shizuru no quería hacer un gran alboroto, pero a veces no sabía si abrazarla o abofetearla. Le mortificaba la idea de que tuviera problemas y que no supiera cómo resolverlos… Problemas quizá con alguna materia, en su familia, de la que dicho sea de paso sabía nada. Quizá algún problema amoroso. Por muchos motivos que no quiso entender, esa última opción le hizo apretar los dientes, en señal de desagrado. Y en ese momento decidió que no quería saber.

La campana le indicaba a toda la población estudiantil que era hora de almorzar, motivo por el cual, el salón de clases se fue quedando vacío en cuestión de minutos. Shizuru guardaba su cuaderno y lápices con total calma, intentando no pensar en la cuestión amorosa de Natsuki. Y sí, aunque no era más que un delirio de la presidenta, bastaron sólo unos minutos para que se autoconvenciera de que esa era la única y posible razón de la indescriptible expresión que acompañaba a Natsuki desde hace unos días.

Pensó por unos segundos, en hacer como si nada pasara, pero recordó que Natsuki se había vuelto una experta en desenmascararla cada vez que intentaba mentirle. Había ocasiones en que la miraba con el ceño fruncido, desaprobando sus mentiras bondadosas. Pero las que más le gustaban, eran esas ocasiones en que ladeaba su cabeza como un cachorrito, y le sonreía con confidencia, alentándola a que demostrara lo que sentía y confiara en ella. Sí, esos eran muy buenos momentos.

Suspiró lo más en silencio que pudo y se puso de pie, para observar a Natsuki, quien observaba la ventana, con pereza y algo de enojo. Aún sentada en su pupitre, la morena no parecía tener la leve intención de almorzar aquel día. Cosa rara, ya que todos los días, gozaba de un apetito voraz. Quizá estuviera enferma… Enferma de amor. Shizuru frotaba su frente intentando espantar los pensamientos indeseados y decidió dejarlo por la paz. Caminó directamente hasta donde la banshee parecía condensar ideas que en realidad, se le evaporaban.

- ¿Natsuki no tiene apetito? – Preguntó inocente.

- No mucho, pero vayamos para que almuerces tú. – Dijo la morena poniéndose de pie y caminando, sin mirar a Shizuru a los ojos.

- No comeré si tú no comes. – Sentenció estática en su sitio, la presidenta, sin moverse un centímetro.

- Pero, debes alimentarte.

- Tú también.

- Pero no tengo hambre.

- Yo tampoco.

La morena comprendió en ese momento que cualquier cosa que intentara argumentar sería usada en su contra. Shizuru leyó la mirada de la banshee y se dio cuenta de que ya había entendido como iba el juego y sólo le quedaba ceder. Cruzó los brazos y se puso a mirar la ventana, en un acto que intentaba mostrar orgullo. Natsuki observó esto y supo que debía comer, quisiera o no. Se acercó a Shizuru y con una voz muy baja, habló.

- Ya… Ya tengo hambre…

- No te escucho… - Dijo Shizuru casi como un cántico.

- Tengo hambre, vamos a comer. – Se espabiló la morena, tomando una de las manos de su compañera y halándola para salir del salón de clases.

Una sonrisilla malévola y satisfecha surcó los labios de Shizuru, quien se había dado cuenta del sonrojo en la morena y la batalla que sus ojos estaban luchando, para no mirarla de frente. Le encantaba que se sonrojara, era una muestra de su fragilidad. Y todos los matices que la morena pudiera mostrar siempre le fascinaban. Pero lo que en ese momento en particular le llamaba la atención, era como Natsuki no había soltado su mano ni un solo momento. Eso era algo que, por esas cosas de la vida, le ponía una enorme sonrisa en los labios a la presidenta Fujino.

La comida, sin embargo, transcurrió en un sepulcral silencio, sólo interrumpido por el sonar leve de los palillos. Natsuki se había acobardado y no tenía idea de cómo conversar sobre el tema de su interés. Así que, fiel a su estilo, fue directo al grano.

- Si pudieras tener algo, ¿qué sería? – Preguntó, intentando parecer casual.

- No creo entender tu pregunta. – Dijo tras beber un sorbo de té.

- Que si pudieras pedir algo, qué sería…

- Nada.

- ¿Nada? – Intentaba ocultar su decepción, la morena.

- No. Las cosas vendrán por sí solas… Y lo material se consigue a punta de esfuerzo.

Las palabras de Shizuru contaban con tanta verdad que Natsuki no pudo desmeritarlas o argumentar nada en contra. Pero aun y con eso, Natsuki quería darle algo, pero no las flores, que seguramente mañana aparecerían por cientos en su habitación o en la sala del consejo. No quería tampoco darle algo pomposo que cautivara por su precio, mas no por su valor. Quería darle algo que a simple vista pareciera sencillo, pero que guardara una belleza o significado invaluable. El detalle es que no se le ocurría absolutamente nada a la hermosa banshee.

- Creo que eres… - Ese molesto sonido les recordaba que era hora de regresar a clases.

- ¿Que soy qué? – Inquirió muy curiosa, Shizuru.

- No, nada. Mira la hora que es, debemos ir a clases ya. – Atropelló sus palabras, la morena, mientras consultaba con un reloj de muñeca que no traía.

Shizuru sonrió ante ese detalle y dejó huir a su presa, aunque ello no significaba que su interés se había desvanecido, pero debía reconocer que ya no se enteraría de nada. Ordenó todos los trastos que el almuerzo había dejado y se encaminó a su aula. En la puerta, aún abierta de la misma, divisó a una alumna de un grado menor. Y su rostro le sonaba de algún lado, pero no podía precisarlo, con tanta gente a la que veía a diario. La referida se acercó a Shizuru, sosteniendo su mirada y con una leve sonrisa.

- Espero que le guste, Fujino-sama… - Dijo de frente, entregándole una cuidada y perfumada rosa roja.

- Es un detalle precioso, Marguerite-san. – Sonrió levemente la presidenta, al recordar el nombre de aquella que le acababa de hacer un presente.

- Ya que mañana es su cumpleaños, pensé que sería un buen pre-regalo. – Coqueteaba la peliverde, en un tono lo suficientemente alto, para que la clase pudiera escuchar.

Natsuki, claro, se había quedado de piedra, ante el despliegue de emociones que hacía Tomoe. Esa niña le caía como una patada al hígado. Cada vez que se encontraban en atletismo, se volvía una batalla de habilidades. El entrenador era el beneficiado, ya que los récords se batían con mucho entusiasmo. Cada vez que se cruzaban en los pasillos, las miradas que se daban sacaban chispas… Y ya las alumnas en general habían formado sus bandos, puesto que al parecer ambas competían codo a codo por el puesto de ‘príncipe’ de la escuela. Había quienes preferían el descaro de Tomoe y había quienes adoraban la indiferencia de Natsuki. Pero claro que el punto decisivo lo planteaba el hecho de quién hacía mejor pareja con Shizuru. Cuando Natsuki escuchó el rumor, casi que se escandalizó… Después, en un gracioso giro de pensamiento, dio por sentado que ella era la mejor pareja posible para la presidenta.

Pero hasta ese preciso momento, no le había dado la importancia, que ahora, le parecía tener. Esa niña había osado regalarle una rosa roja, en frente de toda su clase, a su… Bueno, compañera de habitación. Los grititos emocionados de sus compañeras no se hicieron esperar, pues al parecer, Tomoe iba ganando la partida hacia el corazón de Shizuru, con ese pequeño gran detalle. Y en ese preciso momento, todos los ojos giraron hacia la morena, como esperando alguna respuesta de su parte. Natsuki lo sabía y Shizuru se dio cuenta. Aún sin entender por qué lo hacía, se puso de pie, con ligera calma, y se dirigió a la puerta. Cogió suavemente la mano derecha de Shizuru y sonriéndole burlonamente a Tomoe, le dijo:

- Es hora de que vayas a tus clases, niña. – Habló Natsuki muy cerca del rostro de Tomoe, en una actitud claramente intimidante.

Lo que era Shizuru, no dijo nada. Sólo se dejó llevar mansamente por la morena, hasta su sitio, donde la banshee cogió la rosa regalada hace unos momentos y la arrojó al resto de sus compañeras, como si fuera el bouquet de una novia, todo, sin dejar de mirar a Tomoe, quien sólo sonrió y se marchó. Las hormonas de las demás se hallaban algo alborotadas, entre el regalo, la marcación de territorio y el lanzamiento de la rosa que se pelearon por tener; pero hasta ese punto, parecía que los rumores del aula anunciaban que la balanza se había inclinado hacia Natsuki.

Aun con ello, la morena se sentía avergonzada por su comportamiento y al sonar el timbre de salida, salió tan rápido del aula que ni Shizuru pudo detenerla. En su camino hacia la piscina se topó con Mikoto.

- ¿Estarás de regreso a la hora de siempre? – Inquirió a modo de rutina, la elfa.

- Sí, pero esta vez quiero que prestes especial atención a los detalles.

- ¿Detalles? – Preguntó en extremo confundida.

- Sí. Mañana es su cumpleaños…

- Lo sé. – Interrumpió la pequeña muchacha. – Sora-sama ha plantado un cerezo en el jardín real cada año en conmemoración del cumpleaños de Fujino-sama.

- Oh, esa es una idea genial, pero no creo que pueda hacer algo así. – Dijo Natsuki más a sí misma que a Mikoto.

- ¿Disculpa?

- Bueno, es que es un regalo muy bueno. Yo quiero darle algo así, pero no se me ocurre nada. ¿No tienes alguna idea similar?

- Ahm… ¿Plantar otro tipo de árbol, quizá? – Respondió confundida, Mikoto.

- No creo que eso sea muy original, pero gracias, de todos modos. Vuelvo al punto. Vigílala al centímetro. Si alguien se acerca, dime quién y qué pasa. Lo que diga y haga hoy me lo dirás.

- Bueno, hoy la espiaré, entonces.

- Yo sé que suena mal, pero hazme ese favor, ¿sí?

- Bien, bien, pero quiero mucha comida como pago.

- Está bien.

Luego de mucho nadar, Natsuki regresó al edifico de habitaciones, divisando a Mikoto camuflada entre las hojas de aquel árbol desde el que siempre observaba a Shizuru. La elfa de un salto llegó hasta la morena, que algo ansiosa esperaba alguna pista que pudiera ayudarla con el bendito regalo.

- ¿Y? ¿Algo?

- No… Lo de siempre… Trabajo en el consejo… Todo el tiempo la acompañó esa rubia ruidosa. Más trabajo. Té. De camino para acá estuvo sola. Se quedó un rato mirando las estrellas. Llegó a la habitación e hizo sus tareas. Y hoy se acostó temprano.

- Genial. Eso significa que puedo regalarle trabajo, alguien que se lo aligere, kilos de té, un clon de Suzushiro, estrellas o tareas.

- O más tiempo para que duerma.

- Espera. Eres elfa, conoces de magia… Quizá sepas de alguna tienda en tu reino o en otros, en el que pueda adquirir algo, ya sabes, fuera de este mundo.

- Ese argumento es inválido. Tú eres banshee. Conoces más lugares que yo y ciertamente más planos; si alguien aquí debería saber sobre eso, eres tú.

- Bueno, conozco algunas brujas y hadas, pero no logro figurar lo que podría darle.

- En todo caso, comienza por ahí. Decide por algo y luego piensa si puedes conseguirlo en algún lugar.

Mikoto se fue, dejando a Natsuki como al principio, sin ideas. La morena llegó a su habitación, mirando todo alrededor… Algo, debía haber algo que le faltara o que deseara…Pero nada. Se apoyó en el escritorio de Shizuru, mientras observaba el cielo nocturno por la ventana.

- Deberías regresar más temprano. – Habló despacio, aquel acento de Kyoto.

- Perdón, no quise despertarte. – Dijo avergonzada, la banshee.

- No hay problema. ¿Puedes pasarme por favor el reloj despertador de aquel cajón de mi escritorio?

- Claro. – Respondió solícita, Natsuki.

Al abrir el cajón, observó una caja pequeña, de bella, pero humilde confección. Le pareció muy linda y la tomó junto con el reloj despertador que Shizuru le había pedido.

- ¿Te gusta? – Preguntó la presidenta, tomando el reloj que le alcanzaba la morena.

- Mucho.

- Fue un regalo de mi madre. Ella falleció poco antes de que yo cumpliera 5, pero dejó ese regalo para mí con mi papá. El día de mi cumpleaños, papá me entregó esa cajita, envuelta. Quité el papel de regalo y la abrí. Adentro había dos cosas. La primera era una nota de mi mamá que decía que esa cajita era para guardar mis tesoros más preciados. Decía que no me daba un baúl o una caja fuerte, porque los verdaderos tesoros no pesan ni ocupan grandes espacios, y son tan sencillos, que los avaros los pasarían por alto y no me los robarían. Ábrela.

Natsuki obedeció, encontró la nota, dos fotografías y un anillo.

- En esa fotografía estamos mis papás y yo, cuando éramos una familia. En la otra está mi papá, cuando era más joven y algo más delgado de lo que está ahora. El anillo es un Claddagh y sí, es idéntico al tuyo. Papá me dijo que debería ponérmelo a los 18, porque representa un compromiso, que sólo debo asumir con la mayoría de edad. También me dijo que ese día me explicaría qué significa.

- Mi anillo también es cuestión de familia. – Mintió a medias, Natsuki.

- Ese es mi regalo favorito. – Admitió la presidenta, mientras se acomodaba para volver a dormir.

Una caja. Tan simple y con un significado tan importante. En ese momento Natsuki se dio por vencida. Jamás podría regalarle algo que se asemejara siquiera. Se quedó observando una vez más el oscuro cielo, lleno de estrellas. En ese momento le golpeó la idea. A Shizuru le encantaba el cielo de noche. Y cada vez que veía una estrella fugaz, cerraba los ojos y sonreía como una niña.

A Natsuki le gustaba la idea de que Shizuru sonriera así, pero ¿de dónde sacaría algo similar a un cielo estrellado? Esperó hasta asegurarse de que su compañera estuviera totalmente dormida y desapareció, claro que encargándole más trabajo a Mikoto, quien accedió por más comida.



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Shizuru despertó esa mañana para darse cuenta que Natsuki no se hallaba por ningún lado. No encontró ninguna nota y su maletín seguía allí. Definitivamente era algo raro. La morena parecía haber cogido la costumbre de decirle dónde estaba si iba a demorarse, pero esa mañana se había convertido en la excepción.

Mientras las horas transcurrían y Shizuru se preguntaba por el paradero de su compañera, Natsuki usaba a Mai y Midori para averiguar y recorrer tiendas mágicas.

- Bueno, ya es suficiente. Te haré las cosas sencillas, Natsuki-chan. – Anunció Midori, al caer la noche de aquel 19 de Diciembre.

- ¿Averiguaste algo? – Preguntó algo entusiasmada, la morena.

- Digamos mejor que lo recordé.

- ¿Lo recordaste? ¿Cuál es tu problema? Llevamos en esto todo el día, y recién lo recordaste… Lo hacen a propósito, ¿verdad? Para desquiciarme… - Expresó con actitud ligeramente paranoica, la morena, mientras señalaba a ambas pelirrojas con sus dedos.

- Sí, la verdad es que te odiamos porque eres morena. – Sonrió descarada y satírica, Mai.

- La verdad, es uno de esos recuerdos que selectivamente decidimos olvidar o enterrar… - Confesó, Midori, con una mirada disimulada.

- Si crees que me ayudará, dilo. – Pidió, Natsuki.

- La Dama del Lago. Mira, hasta ahora hemos visto a muchas brujas, todas te han ofrecido polvo de estrellas y piden el típico precio a pagar… Un órgano, un sentimiento, animales… Ya sabes como son. Pero la Dama del Lago es un hada. Un hada poderosísima, que sabe de magia tanto o más que cualquier bruja.

- ¿En serio?

- Sí, el propio Merlín fue su… Uhm… Maestro.

- Si también me pedirá algún animalito para sacrificar, creo que aquí se acabó la búsqueda. Le regalaré flores, no tengo de otra.

- No. Ella no es bruja, no quiere algo valioso a cambio para hacer conjuros. Es un ser que le gusta vivir tranquilo y ayudar a quienes pueda. Vive en algún punto del bosque de la melancolía, ya sabes, ese que no le pertenece a nadie. Siempre camufla su hogar y hace aparecer la ilusión de un pequeño lago. Todos los que alguna vez pasen por ahí, no se percatarán de su presencia, pero aquellos que saben buscar, la verán… Entre las aguas del lago o las hojas de los árboles. Muchos han intentado llegar a ella, porque si vencen la única prueba que les pone, pueden llevarse en un frasco un poco de agua de su lago, que se vuelve real durante unos momentos, sólo para premiar al vencedor. Una vez en el frasco, el agua no desaparece y sirve para cumplir cualquier deseo.

- Bueno, ¿crees que podría desear un pedazo de cielo nocturno y se me concedería?

- No… Lo que nadie sabe, excepto yo, claro… Es que si vas de noche y logras pasar la prueba, cuando coges el agua, también coges su reflejo… Piénsalo. Un bosque limpio, cielo despejado, agua clara. Cuando ganes, será como llevarte un poco de cielo líquido, bonito, oscuro y muy estrellado.

- Diablos… Eso suena excelente e ideal. ¿Cómo sabes todo eso? – Preguntó, Natsuki.

- Es… Una larga historia. Vamos, que sé dónde encontrarla.

Las tres banshees se encaminaron hacia ese punto del bosque en el que encontrarían a la Dama del Lago. Al llegar al lugar que Midori indicaba, se encontraron con un bonito y calmo lago, de aguas cristalinas y reflectantes. Muchos árboles y hierba alta rodeaban el lugar, inspirando un sentimiento de paz y soledad, que causaba emociones encontradas.

- Mai, acompáñala. – Ordenó, Midori.

- Tú eres la experta, tú también deberías quedarte. – Protestó, Mai.

- No… Yo, esperaré por aquí. – Se escabulló, Midori, señalando unos árboles que se hallaban en dirección opuesta al lago.

- No tengo tiempo para esto, iré sola. – Se quejó, Natsuki.

Se acercó más y más al borde del lago, buscando… Intentando localizar al hada, pero la oscuridad no le ayudaba.

- Midori dijo que a veces, cuando le gusta lo que ve, ella sola se revela. – Anunció, Mai, acercándose por detrás.

- Aún no acaba este día, ¿verdad? – Preguntó algo impaciente, la morena.

Un fino destello celeste llamó la atención de ambas banshees. Destello que reveló dos ojos decididos que las observaban, desde las profundidades medias del lago. Observaron como la mansa quietud de las aguas, se esparcía debido a la brisa que empezó a recorrer el lugar. Sin romper la sobria tranquilidad del lugar, una figura femenina emergió de las aguas del pequeño lago.

- ¿Estás viendo lo que yo? – Preguntó algo incrédula, Natsuki.

- ¿Una mujer de cabello negro y ojos celestes saliendo semidesnuda del lago que tenemos al frente? – Dijo de corrido y sin respirar, Mai.

- Y está flotando.

- Sí, también.

- Mmm… Qué bonita está la noche, ¿no les parece? Miles de estrellas observándonos y la Luna tan pícara como siempre… - Dijo en tono calmo, el hada recién aparecida.

- Ne-necesito tu ayuda. – Tartamudeó nerviosa, Natsuki.

La morena no entendía, como era capaz de enfrentarse a muchas cosas, entre ellas, desautorizar al poderoso rey elfo, pero en ese preciso momento, la presencia, el aura y ciertamente la belleza del hada a la que tenía enfrente, le intimidaba… Por completo.

- Oh, banshees… Ustedes siempre huelen tan bien… Tan a nada. Lo cual, no me malinterpreten, es exquisito, cuando vives rodeada de otros seres.

- No eres bruja… ¿Cómo puedes sentirnos? – Dijo Mai, algo confundida.

- Ya, ya… Pero tengo casi que todas sus características… Soy todo y soy nada… - Dijo, flotando hacia Natsuki, rodeándola para observarla mejor. – Tú.

- ¿Yo qué? – Desvió su mirada, Natsuki.

- Tú tienes un destino interesante entre manos… - Susurró seductora en el oído de la morena.

- No-no sé de qué hablas. – Respondió mostrando dificultades para articular palabras.

- Ya lo entenderás. Iré directo al grano. Tengo algo de hada, algo de ninfa, algo de sátira, algo de bruja, algo de sirena… Y también tengo muy buen gusto. Me he mostrado ante ustedes, porque tú me gustas, Kuga-san. – Manifestó sin reparos, la Dama.

- E-eso es… Yo, yo me siento… Uhm… M-muy halagada, pero… - Tragaba saliva con dificultad, Natsuki al sentir como los brazos de la Dama, rodeaban su cuello.

- ¡Ella viene por la prueba! – Intentó rescatar, Mai.

- Y han venido de noche… A intentar coger el agua de mi lago… Sólo un ser conoce del bono extra por venir de noche… ¿Dónde está esa traicionera de Midori? – Preguntó molesta, alejándose de Natsuki y posicionándose en el centro del algo.

- Anda por ahí… - Le tembló la voz a Mai, al ver el cambio de actitud de la bien proporcionada fémina.

- Supongo que no tiene sentido intentar resarcirme con ustedes, por algo que ella me hizo. Aunque mi corazón roto anhela venganza.

- ¿Ella te rompió el corazón? – Levantó las cejas, Natsuki.

- Es… - Suspiró descorazonada el hada.

- Una larga historia. – Completaron al unísono las banshees.

- Ciertamente. – Cambió su semblante. – Bien, dejaré la coquetería y hostilidad para otro momento. Bienvenidas a mi humilde morada, pequeñas banshees. Mi nombre es cualquiera que la gente decide ponerme, pero el verdadero es Lena. Las personas que vienen aquí buscando el agua de mi lago y su capacidad de conceder deseos, suelen hacerlo con fines egoístas y mezquinos y por ello, su corazón es infiel y perverso. Si tú, Kuga-san, te atreves, la prueba es la siguiente. Te hechizaré y tus ojos me verán sólo a mí, tus oídos oirán sólo mi voz y tus manos querrán tocar sólo mi piel. Si me rechazas, me mostrarás que tu corazón es puro y fiel, y que está en un lugar lejano de mí, quizá, con su verdadera dueña. Si caes ante mi influjo, tendré que regresarte por donde viniste.

- Eso va a ser difícil. – Le susurró Natsuki a Mai.

Y no era mentira. La atracción que Lena desplegaba, era tal que incluso Mai empezó a considerar la idea de quedarse a vivir ahí y servirle como ella quisiera. Y ello claro, sin hechizo si quiera.

Natsuki empezó a sentir como todo a su alrededor se volvía cálido y agradable. La noche parecía infinita y amable y el cielo se hallaba adornado con millones de estrellas. Sintió su cuerpo más ligero, cómodamente arrullado. Entonces observó que el agua del lago tomaba un color más claro, iridiscente, y también vio a Lena acercarse a ella, con un andar suave y contorneado, con una mirada fija y seductora, y una sonrisa ladeada y sexy. Natsuki se había quedado inmóvil, pero embelesada con la visión que tenía. Pero al momento de que Lena empezaba a acercar sus labios a los de la morena banshee, Natsuki parpadeó un par de veces, frunciendo el ceño, como regresando a la realidad.

- No… - Susurró despacio, mientras colocaba sus manos en los hombros de Lena y la alejaba con delicadeza.

- A pesar de que esto es un golpe para mi autoestima, te felicito, Kuga-san. Ahora métete al lago. En el fondo encontrarás varios frascos, de diversos tamaños y formas. Coge el que más te guste.

- Gracias… - Dijo aún perpleja, Natsuki, zambulléndose en las aguas.

- ¿Esto tiene que ver con una semi-elfa, de castaña cabellera y ojos rojos? – Preguntó Lena, acercándose a Mai.

- ¿Cómo lo supiste?

- No se lo digas a tu amiga, pero eso es lo que vi en su corazón cuando me rechazó. Estoy segura que todavía no se ha dado cuenta.

- Bueno, así todo tiene sentido, ¿verdad?

- Es la primera vez que alguien viene a mí, por un regalo de amor. – Sonrió con algo de envidia.

Natsuki emergió a la superficie del lago, portando un frasco de unos veinte centímetros, cilíndrico y recto, de un cristal limpio y transparente, sin adornos o superficies elaboradas. En extremo simple.

- Hay cientos de frascos en el fondo del lago… Hechos de cristales raros, con matices de colores nunca vistos por el ojo humano, de rimbombantes formas y superficies trabajadas… Y escogiste el más humilde de todos… ¿Por qué?

- Me interesa esto… - Dijo señalando la superficie del lago. – Me interesa el cielo y las estrellas, para un regalo, tener un poco de cielo líquido en el frasco. No los deseos. Si cogía alguno de los otros frascos, que eran muy lindos y todo, dificultarían la visión del agua, del cielo líquido, del reflejo de las estrellas.

- Bien, coge el agua de la superficie y llena tu frasco. Ciérralo con cuidado y ve a dárselo. Por cierto… Esa porción del lago que tienes es un reflejo constante, que se renueva día a día, con cada estación. No es una imagen fija. Podrás ver a las estrellas titilar, cambiar de posición, a la Luna crecer y menguar, y de vez en cuando alguna estrella fugaz que cruce el firmamento. Observa unos momentos y dime qué ves…

- ¿Muchas estrellas y la Luna llena?

- Oh, tu ignorancia astral es adorable… Ven, acércate. Mira, aquí puedes distinguir varias constelaciones… Pero creo que ésta será tu favorita… Sagitario. Y por si eso fuera poco, ¿ves esta lucecita incesante? Es la estrella Pistola, una de las más brillantes de la galaxia.

- Wow…

- Wow, ciertamente, vas a hacerle un regalo magnífico a Fujino-sama.

- ¿Cómo…?

- Sé muchas cosas, ahora ve con ella.

- Gracias.

Natsuki se hallaba contenta, muy contenta. Tenía en sus manos el regalo exacto que quería darle a Shizuru, de presentación humilde y significado invalorable. Llegó a la habitación, que se encontraba a oscuras, pero podía darse cuenta de que la presidenta estaba sentada en su cama, con las piernas colgando y la vista impresa en la ventana.

- ¿Tienes idea de qué hora es? – Preguntó Shizuru con una voz neutra y rasposa.

- ¿Tarde?

- Es casi medianoche. – Aclaró, esta vez con un hilo de tristeza.

- El tiempo se me pasó muy rápido… - Dijo más para sí misma que con la intención de ser escuchada.

- Yo sé que tienes una vida y cosas que hacer. Seguramente tuviste alguna emergencia. Faltaste a clases, olvidaste tu celular, no dejaste una nota, nada. Y también sé que no tengo ningún derecho a reclamarte, pero ello no desaparece el hecho de que me preocupo por ti. - De un pequeño saltito bajó de su cama, y se acercó a Natsuki. – Todo el día he recibido saludos, llamadas de gente a la que ni conozco, me han dado arreglos de flores, chocolates caros, cartas de amor. Papá vino a visitarme y almorcé con él. Pero en cada momento, y por alguna razón, esperaba que aparecieras tú a saludarme. – Dijo, con la mirada cristalina, de lo cual Natsuki se dio cuenta, por el brillo de las lágrimas que empezaban a formarse en los ojos de la castaña. – Y me siento estúpida y vulnerable, por haber esperado todo el día por algo que ni debía ni tenía derecho a esperar. Y aún así, no puedo evitar que me duela. – Finalizó, mostrando su fragilidad, mientras bajaba la cabeza y una ligera lluvia comenzaba.

- Perdón. Fui descuidada. Debí avisarte. Y sé que no querías nada de regalo, y me has dejado claro al resumir tu día que nada de lo que te dieron te emocionó en lo más mínimo, pero de verdad quería darte algo especial.

- ¿Y pensaste que el mejor regalo era tu ausencia…? – Preguntó, levantando la vista, mientras observaba como Natsuki descubría el mediano frasco que traía envuelto en su gris chaleco.

- Tenía que buscar esto. – Mostró el pedazo de cielo que traía entre sus manos, sonriendo satisfecha al ver la expresión de asombro de Shizuru.

- ¿Cómo es que…? ¿Qué es…? – Trastabilló, Shizuru, tomando el frasco entre sus manos.

- Es magia. – Sonrió sincera, la morena.

- Es hermoso… - Dijo casi sin aliento, Shizuru.

- Son las estrellas y la Luna… Para ti. – Razonó sonrojada, la banshee, dándose cuenta de que quizá era la primera vez que alguien podía bajarle a estrellas y la Luna a alguien más.

- Es simplemente magnífico. – Confesó, mordiendo ligeramente su labio inferior y observando a Natsuki de una manera que nunca había hecho antes.

- Es sólo lo que te mereces. – Dijo la morena, sintiendo esa mirada diferente que Shizuru le estaba ofreciendo.

- Y yo de idiota enojándome contigo. Lo siento, Natsuki. – Dijo, mientras colocaba el frasco en el escritorio, con cuidado y encaraba a la morena.

- Feliz cumpleaños, Shizuru. No habré sido la primera en decírtelo hoy, pero me siento mucho mejor de ser la última.

Shizuru abrazó con fuerza a su compañera, pero de a pocos el apretón inicial, se suavizó. Pero la verdad no sabía que la hacía feliz… Su propio pedazo de cielo y estrellas, las molestias que seguramente Natsuki se tomó para conseguir algo tan maravilloso, el hecho de que Natsuki no había olvidado su cumpleaños, el abrazo que le estaba correspondiendo en ese momento, o el simple hecho de poder compartir esos momentos con ella. Quizá era todo junto lo que le hacía sentirse tan afortunada. Y es que definitivamente esa morena de mirada fiera y actitud distante, y esa frasquito lleno de cielo, Luna y estrellas, eran el mejor regalo.

♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠

4 comentarios:

Seisydien dijo...

hermoso...felicitaciones autora.

Anónimo dijo...

esta genial como va quedando espero que pronto haya mas interacción entre natsuki y shizuru mas acercamientos cosas asi :D pero esta genial felicidades

Anónimo dijo...

porfavoor! continualo ya :c

Dagha dijo...

Me encanta el desenlace de la historia... >_<
Love It
Gracias! bye bye

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