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Actualizaciones 15/Julio

miércoles, 20 de junio de 2012

miércoles, 20 de junio de 2012

Cap. 5 de "El final es solo el comienzo"


CAPÍTULO V: KAORI

(AROMA)


La calma que reinaba en las instalaciones de la escuela era algo inquietante, al menos para Natsuki, como si una tormenta se avecinara. Shizuru en cambio, caminaba deleitada con tanta paz y tan buena compañía. Se detenían de tanto en tanto para que la presidenta estudiantil le explicase a la morena en dónde estaban, cuáles eran los horarios de funcionamiento del lugar y qué clubes rondaban esos lares. 

Llegaron a la pista de atletismo. Natsuki se sintió enamorada con la zona. Una brisa riquísima y fresca recorría el lugar, esbeltos y verdes árboles rodeaban el paisaje. La banshee no sabía si era el movimiento decadente del frondoso follaje, el olor de la tierra de la pista o esa esencia del pasto que pavimentaba todo, pero el lugar completo le encantaba. 

- ¿Eres muy veloz? – Preguntó serena, Shizuru. 

- ¿Disculpa? – Parpadeó varias veces la morena antes de girar a ver a su acompañante. 

- Estás en el club de atletismo, ¿verdad? Tienes la complexión de corredora… Así que te pregunto si eres veloz, Nat-su-ki. – Silabeó Shizuru, acompañando sus palabras con un adorable movimiento de cabeza. 

- No… No lo sé… Yo sólo corro. – Respondió extraviada entre sus palabras, la banshee. 

- ¿Cuándo tienes entrenamiento, saeta? – Cuestionó con una sonrisa, Shizuru, mientras cerraba delicadamente sus ojos y disfrutaba el olor de la naturaleza del precinto. 
A veces nos entretenemos. Nos distraemos. Perdemos el hilo de lo que nos rodea y nos abstraemos de nuestra real conciencia. Y gracias a ello, nos toma más tiempo del habitual darnos cuenta de algunos detalles. De algunas verdades. El ver a Shizuru tan relajada y hermosa, hizo a Natsuki sonreír y darse cuenta de porque le gustaba tanto el lugar. Con Shizuru, cualquier lugar se hacía infinitamente perfecto. 

- Hoy… - Dijo, Natsuki, con una voz tan suave, que no parecía suya. 

- Oh… Es una lástima que no tenga el tiempo para venir a verte, pero sé que brillarás, ¿verdad? 

- Claro. – Prometió inconscientemente la banshee. 

Siguieron caminando y llegaron a las instalaciones principales de la escuela. Los alumnos en su mayoría ya estaban llegando y más de uno recibió con una exclamación a la singular pareja. La mayoría se deshacía en halagos hacia Shizuru y su estrenado uniforme, cuya única finalidad parecía ser resaltar sus ojos y la palidez de su piel, ello claro, para beneplácito de sus fangirls. 

Natsuki caminaba muy seria al costado de la presidenta, con una apariencia fría y calculadora, casi de guardaespaldas. Observaba con automatizada indiferencia a varias muchachas que se acercaban a su compañera de habitación, con sonrisas tontas, ojos brillantes e intenciones de tocar a la castaña. Y claro, ese irritante ‘onee-sama’. Una sola palabra se dibujaba en la mente de Natsuki… ‘Idiotas’. Pero, poco o nada se tardaron esas mismas fanáticas en darse cuenta de quien acompañaba a su onee-sama. Rápidamente, unos ligeros y fanáticos gritos se dejaron escuchar en los pasillos, mientras todas referían lo linda que era la acompañante de Shizuru. Natsuki sintió que un frío sudor le recorría la espalda, en contraste con la elevada temperatura de su rostro. Las estudiantes empezaron a rodear a la morena, a tal punto, que la hicieron detenerse y la separaron de Shizuru, quien sólo se quedó de pie observando como la banshee acaparaba toda la atención. 

Natsuki sentía que le faltaba el aire. No le gustaba figurar de esa manera, o de cualquier otra, para ser justos. Muchos rostros, muchas preguntas, poco espacio. Era una pésima combinación en el libro de la morena. Pésima. 

El pulgar derecho de Shizuru acariciaba suavemente el asidero de su pequeño maletín, mientras una mirada serena y una sonrisa conciliadora adornaban su rostro. La caricia de su dedo se tornaba segundo a segundo en una especie de tortura con la que flagelaba al modesto e inocente maletín. Apretaba sus mandíbulas, sosteniendo la misma sonrisa de hace unos minutos y la vena posesiva de sus sienes, latía imponente debajo de su sedosa cabellera. Se acercó en tres pasos, abriéndose lugar entre sus otrora fanáticas. Colocó delicadamente su mano izquierda en la cintura de Natsuki y se acercó a su oído. 

- Tenemos cosas más importantes que hacer, Nat-su-ki. – Sentenció, poniendo especial énfasis en la manera tan peculiar que había adoptado para pronunciar el nombre de la morena. 

Otra vez los gritos no se hicieron esperar. Esta vez más eufóricos, ante la imagen de una avergonzada y hermosa Natsuki y una inocentemente seductora Shizuru muy juntas. La presidenta cambió rápidamente de mano su maletín y con su mano derecha cogió el brazo izquierdo de la morena, llevándosela lejos, en un claro, o quizá no tanto, acto de marcación de territorio. Como fuera… Las estudiantes sólo podían ver, a su pareja de ensueños alejarse. 

- Gra-gracias. – Tartamudeó Natsuki. 

- No te preocupes, Natsuki. Ha sido un real placer. – Sonrió sinceramente aliviada, Shizuru, al haberse alejado de tanto barullo. 

Se quedaron de pie frente a una puerta, que tenía un pequeño cartelito, con las palabras ‘Sala del Consejo Estudiantil’. 

- Este es el último lugar que quería mostrarte. El cartel ya te avisa de qué se trata, y sólo quería decirte, que si alguna vez me necesitas, lo más seguro es que esté aquí. – Miró confidentemente a la banshee, como diciéndole, que siempre estaría bien que recurriera a ella. Para lo que fuera. Natsuki asintió, reforzando su entendimiento. – Muy bien, ahora, entra un momento y espérame, que tengo que llevarte a ti y a las demás alumnas transferidas a sus respectivas clases. Ya sabes, es parte del trabajo. – Guiñó Shizuru, mientras se retiraba unos instantes, con dirección a la oficina de la directora. 

Natsuki suspiró. Debía recordar que todo era parte del trabajo. Tanto del de ella, como del de Shizuru. Concentró todos sus canales y los sintonizó perfectamente para ser capaz de sentir la presencia de Shizuru y la de cualquiera no humana que intentara acercarse a la semi-elfa. Corrió la puerta que se hallaba delante de ella y entró a la sala, pero en cuanto ingresó supo que algo no andaba bien. 

Levantó la vista y observó a tres muchachas sentadas dispersamente en la Sala del Consejo Estudiantil. La más pequeña, era elfa, sin dudas. Pero las otras dos… No podía acceder a su exacta esencia, sus radares le gritaban en un 90% que eran humanas, pero el otro 10% sólo le emitía grandes signos de interrogación. Quizá tuvieran sangre de otros seres, pero fallaba en intentar determinarla. Sea como fuere, sólo sabía, que le caían tan bien como los gatos a los perros. 

- Tienes muy mala actitud, gatita… Miau… - Molestó Nao al sentir cómo las observaba la recién llegada. 

- ¿Es que acaso no te caemos bien? – Preguntó algo desafiante, Tomoe, mientras cruzaba las piernas. 

- No, eso sería darles demasiada importancia… Y no valen mis pensamientos o mi tiempo. - Se defendió, la morena. 

- Ah, veo que tienes una lengua hábil… Eso es simplemente encantador. – Le clavó la mirada Nao a Natsuki. 


El ambiente se hallaba tan cargado, que casi se podían ver chispas saltando entre las miradas que esas tres se dirigían. Desde el fondo, una menuda voz interrumpió sus amenazas y sarcasmos. 

- Tengo mucha hambre, así que si se callaran me harían un gran favor. – Aclaró la pequeña de ojos color miel. 

- Soy Kuga. – Se acercó Natsuki, extendiéndole la mano a la diminuta elfa que acababa de hablar. 

- Minagi Mikoto. – Sonrió la pequeña. 

Shizuru ingresó a la sala con una cordial sonrisa, saludando a las presentes e indicándoles que era un honor que ahora formaran parte de la familia estudiantil. Nao la observaba, esgrimiendo una sonrisa felina, distinta de Tomoe, que simplemente no podía quitarle ojo de encima, totalmente embobada. 

- Compórtate… - Resonaba en la mente de Tomoe. La telepatía era un don valorado en los drow. 

- No sé de qué hablas. – Desdeñó la peliverde. 

- Sólo te falta babear, primita. Sé que te van las féminas y objetivamente, la elfa no está mal, pero si eres más obvia, sólo lograrás que te pongan una orden de restricción. 

- Sí, claro, como si tu tensión casi sexual con la tal Kuga fuera más honorable… 

- Estás hablando disparates. 

- Llámalo como quieras. El punto es que la elfa será nuestra, para tus planes. Y será mía cuando todo ello acabe. 

La charla telepática entre las drow se vio interrumpida cuando Shizuru las invitó a salir, para llevarlas a sus respectivas clases. Natsuki y Mikoto caminaban por detrás, algo rezagadas de las otras tres. 

- ¿También eres parte de la guardia real? – Preguntó serena, Natsuki. 

- Veo que tú debes ser la banshee de Fujino-sama. 

- No me has respondido, pequeña elfa. 

- Sí. Me envía Sora-sama, para servirte de apoyo. 

- Ese viejo zorro no confía en mí todavía, pero ya le mostraré. 

- No es tu culpa. Él sólo quiere proteger su bien más valioso. 

- Yo también quiero lo mismo. – Concluyó Natsuki, mientras fijaba su vista en Shizuru, que caminaba unos metros delante de ellas. – Y claro que soy una banshee. Sólo nosotras y las brujas podemos reconocer a todos los seres de este universo. Recuérdalo, Mikoto. 


Shizuru dejó a Nao, Tomoe y Mikoto en la misma clase. Y se llevó a Natsuki a la suya, que también compartían. Antes de entrar, Shizuru sacó de su maletín un par de sándwiches, entregándole ambos a la morena. 

- Por si te da mucha hambre a la hora del almuerzo. Pueden ser un postre o algo así. – Sonrió, Shizuru. 

- Muchas gracias, pero ¿de dónde los sacaste? 

- Me los obsequió la secretaria de la directora. Dice que debo alimentarme mejor ahora que tendré más trabajo. Sólo les agregué mayonesa. ¿Te gusta? 

- Supongo…- Respondió, Natsuki, intentando recordar a qué sabía la mayonesa. 

Ingresaron al aula, donde las clases transcurrieron con total normalidad. Natsuki se había asegurado una bonita posición desde la cual observar cada movimiento y cada detalle de la presidenta. La manera en que cogía el bolígrafo, como acomodaba su cabello detrás de su oreja, la suavidad con que hacía pasar las hojas de su cuaderno, lo bien que su falda le sentaba por atrás cuando resolvía alguna ecuación en el pizarrón y claro, ese precioso acento, cuando la llamaban a continuar alguna lectura. Y es que hay cosas que son imposibles de no apreciar. 

La hora del almuerzo había llegado y Shizuru se había dirigido a la Sala del Consejo Estudiantil. Natsuki observó aquello con algo de recelo, pues le parecía que esa hora debía ser sagrada para comer. Se metió al baño más próximo, para poder hacerse invisible a los ojos de todos y así, vigilar de cerca a la presidenta. Observó con agrado que un rico y variado almuerzo le esperaba en su escritorio y alcanzó a leer la nota que le acompañaba. Su padre era el encargado de enviarle el almuerzo siempre, así que por ese lado, Natsuki podía respirar tranquila. Comida, definitivamente, no le faltaría. 

El hambre, sin embargo, aquejaba a Natsuki, quien regresó al baño. Rápidamente recobró su forma corpórea y cogió los sándwiches de su maletín. Y en ese instante dudó. No precisamente en lo que quería, porque eso lo tenía bastante claro. Lo que la hacía vacilar era la razón que le impulsaba en ese momento. ¿Sólo trabajo? No, esto era más por ella. 

Se apresuró a la Sala del Consejo Estudiantil, cogiendo antes de llegar un par de refrescos de la máquina expendedora. Tomó un poco de aire y tocó suavemente la puerta. Shizuru se puso de pie, mientras terminaba de masticar el camarón que acaba de meter a su boca. Abrió la puerta, encontrándose con una sonrojadísima banshee, que no podía forzarse a levantar la mirada. Una mirada de ingenuo asombro se posó en los ojos de la presidenta. 

- ¿Natsuki se encuentra bien? 

- Sí… - Dijo la morena en un murmullo, arrepintiéndose de haber tocado la puerta. 

- ¿Se te ofrece algo? 

- Di-dijiste que si alguna vez te necesitaba, te encontraría aquí… 

- Y lo mantengo. Anda, dime qué ha sucedido. – Instó Shizuru a que respondiera la morena, que aún llevaba sus manos en su espalda. 

- Hace… Hace mucho tiempo que como sola. No… No tengo cerca a mucha gente y no es algo malo, pero… Uhm… Veo que tú también comes sola y creo que no te agrada mucho. Así que pensé que quizás… T-te gustaría acompañarme a almorzar… Desde hoy. – Finalizó a duras penas Natsuki, mientras extendía sus manos, en las que sostenía la bolsita con los dos sándwiches y los dos refrescos de cola. 

El corazón de Shizuru se sintió completamente cálido, ayudándole en ese momento a olvidar todos sus solitarios almuerzos y los grandes y vacíos comedores que nunca pudo compartir con alguien. Su mirada se cristalizó y tuvo que esforzarse para pasar el nudo que se había formado en su garganta. Y dicen que los impulsos muchas veces nos muestran como somos o lo que realmente sentimos… 

Shizuru apartó delicadamente las manos de Natsuki y la abrazó con mucho cuidado, por temor a un rechazo, quizás. Pero agradable fue su sorpresa al sentir el corazón de la morena latiendo tan fuerte como el suyo, aunque la morena se hallaba en lo que podría denominarse un shock sentimental, incapaz de devolverle el abrazo, por la excesiva cantidad de sangre en su rostro. La presidenta se alejó sonriendo e hizo pasar a la banshee al interior de la sala. Fue un almuerzo muy tranquilo, algo callado y lleno de mayonesa, para Natsuki, claro. Shizuru no podía evitar sentir una enorme ternura al ver la alegría de Natsuki cada vez que sus papilas gustativas tocaban la blanca salsa. Era como ver a un cachorrito contento. 

Las clases terminaron con la misma parsimonia con la que comenzaron y Shizuru decidió llevarse algo de trabajo del consejo al dormitorio. Natsuki fue a la pista de atletismo, sólo para enterarse de que la práctica estaba cancelada. 

- ¿Qué haces aquí? – Le preguntó Mikoto desde un árbol. 

- Se supone que tenía práctica de atletismo. 

- Intentas que Fujino-sama no sospeche en absoluto de ti… 

- Sí. En lo más que pueda, quiero que vea que tengo algo así como una vida normal, aunque tengo mis sensores bastante activos. 

- Cuando vea que andas en estas cosas, seré yo quien la vigile de cerca. 

- Eso es justamente lo que iba a proponerte. Veo que nos llevaremos bien. ¿Usas algún arma? 

- Mh. Una espada. La puedo invocar sólo cuando la necesite. 

- Excelente. Algún día me conseguiré un arma. Quiero que mantengas vigiladas a las dos que estaban con nosotras en la sala del consejo. No me dan buena espina. 

- ¿No son humanas? 

- Según parece, sí, pero tengo mis reservas respecto de ellas. Sólo hazme caso, ¿vale? 

- Está bien, Kuga-san. 

- Gracias, Mikoto. 

- ¿Cómo sabes? 

- ¿El qué? 

- Quien es qué… 

- Las banshees podemos sentir las esencias de los seres. Es como oler un determinado aroma, que creo es expresión de su alma. Los elfos huelen a té verde. Los drow huelen como a madera. Ella huele distinto… Aún no puedo definirlo. 

- ¡Kuga! – Llamaba la voz de un hombre desde la gradería. Era el entrenador. 

- Voy… - Respondió, mientras con la mirada le indicaba a Mikoto que fuera a vigilar a Shizuru. 

- Ya que aún no te has ido, practiquemos un poco, para ver si puedes quedarte en el club. – Explicó el entrenador. 

Natsuki se sentía físicamente exhausta. Estas prácticas eran algo así como demasiado para ella. Al menos por ahora. La morena se dijo a sí misma que mejoraría, y ciertamente el entrenador le dijo que tenía mucha capacidad, pues era por lejos una de las estudiantes más veloces que había visto. Todo ese deporte serviría para mejorar sus habilidades. Sería mejor combatiente, mejor guardiana. 

Llegó al anochecer al edificio de dormitorios, avistando a Mikoto, quien supo que ya podía retirarse. Natsuki subió los escalones con desgano, pero pensando que ya faltaba poco para que pudiera descansar. Abrió la puerta con naturalidad, escuchando nada más que silencio al interior. Supuso durante esos segundos, que Shizuru era de esas personas a las que les gustaba trabajar sin sentirse aturdidas por sonidos innecesarios. 

Pero, al ingresar por completo se dio cuenta de que la futura gobernante elfa se había quedado dormida en su escritorio. Supuso que había sido un día pesado para ambas, aunque claro, cada quien a su manera. La observó durante unos momentos y se dio cuenta de que no podía dejarla allí, pero tampoco tenía el corazón para despertarla, así que optó por hacer su mejor esfuerzo. Preparó su propia cama, pues por ser la de abajo era más accesible, y tomó con mucha delicadeza a Shizuru, cargándola, intentando no despertarla. Cuando había andado unos pasos, sintió que la castaña se revolvía ligeramente entre sus brazos, acomodándose en su cuello. Natsuki sintió un enorme escalofrío recorriéndole la espina en toda su longitud. Intentó recuperar su poca concentración, pero el aroma, la esencia natural de Shizuru no lo permitía. Se sobrepuso como pudo y logró acostar a Shizuru en su cama; la arropó con cuidado y se sentó a los pies de la misma, sólo observando ese preciado tesoro que era su compañera de habitación. Sus pensamientos se volvieron nebulosos, mientras el sopor le ganaba la batalla a la vigilia. 

¿Qué era? Era como cientos de flores, de diversos nombres y colores, flores que quizá aún no existían, colores tan variados que la imaginación no le alcanzaba a la morena, exquisitos toques de vainilla, que embrujaban todos sus sentidos. Era una esencia embriagadora y única, tan sensual y dulce, tan propia de Shizuru, tan perfecta. Un pensamiento fugaz, como algunas de esas estrellas errantes de la noche, cruzó el alma de Natsuki… Pensó que quizás, ese era el aroma del amor. 

Shizuru despertó en medio de la madrugada, dándose cuenta de que no estaba en su cama. Se incorporó con cuidado, visualizando a Natsuki acurrucada a los pies de la cama, en lo que parecía su intento de no perturbar el sueño de la semi-elfa. A este punto, Shizuru sentía que su corazón ya no sería capaz de soportar más ternura, pero allí estaba una vez más, conmovida por esta persona que era tan dulce, que dolía. Se puso de pie y entre arrullos, logró que Natsuki se acomodara por completo y de forma normal en su cama. Le dio un beso en la mejilla, empapándose del propio perfume de la morena. Le sabía como a lirios. Dulces y orgullosos lirios, magníficos lirios. Shizuru subió a su propia cama, pensando en lo genial que olía Natsuki, y en lo perfecto que sería si ese fuera el aroma de eso que todos llamaban amor. 

1 comentarios:

Anónimo dijo...

awwwwwww el aroma del amor !!! me encanto el capitulo espero que no tardes en subir el siguiente ...
Saludos

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