Si hay algún error me lo hacen saber para corregirlo.
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Del London Times:
El célebre Ladrón de
Novias ha atacado nuevamente raptando a una joven de la aldea de Tunbridge
Wells, en el condado de Kent. Sin embargo, esta vez ha devuelto a la muchacha
al comprobar que la había secuestrado por error. La joven, que afortunadamente
no sufrió daño alguno durante la peripecia, demostró una gran fortaleza cuando
fue interrogada por las autoridades. No pudo proporcionar una descripción del
Ladrón, ya que éste llevaba puesta su máscara, que le cubre toda la cabeza,
pero reveló que tenía una voz grave y ronca, y que era un jinete espléndido. En
relación con este suceso, un grupo de padres de anteriores víctimas de
secuestro se han unido en la llamada Brigada contra el Ladrón de Novias. Han
aumentado la cuantía de la recompensa por la captura del bandido a la increíble
suma de cinco mil libras. Todos los hombres de Inglaterra saldrán a la caza de
semejante fortuna, y no quedará piedra por remover hasta llevar al Ladrón de
Novias ante la justicia.
- ¡Está usted ahí, Condesa!
La aguda voz de Sugiura Midori perforó los tímpanos de
Natsuki, que se obligó a no hacer una mueca de dolor. Maldiciendo las sombras
de la noche que obviamente no la habían ocultado tan bien como ella había creído,
emergió del rincón a oscuras de la terraza y cruzó el suelo de piedra en
dirección a su anfitriona.
No pudo por menos de maravillarse por la extraordinaria vista de la señora Sugiura, aunque sospechaba que ni siquiera las circunstancias más inquietantes, como la total oscuridad, podían impedirle descubrir a un miembro de la nobleza. Se detuvo frente a ella y realizó una reverencia formal.
- ¿Me buscaba, señora Sugiura?
- Sí, miladi. Apenas hemos hablado desde que llegó.
- Ah, no tema que me haya sentido ofendida. Comprendo las obligaciones
que conlleva ser la anfitriona de una velada tan elegante como ésta. –Movió la
mano describiendo un arco que abarcaba la mansión y los jardines perfectamente
cuidados-. Se ha superado a sí misma.
Ella casi se esponjó como un pavo real, parecido que resultó
todavía más pronunciado debido a las plumas de colores que salían en forma de
abanico de su turbante.
- Después de nuestra conversación de la semana pasada, no
tenía más remedio que organizar una velada para la señorita Fujino. –Se inclinó
más hacia ella, hasta que sus plumas le rozaron la manga-. Tal como sugirió
usted, el secuestro fallido de la señorita Fujino es el tema de conversación
más excitante que hemos tenido en años, sobre todo después del artículo
publicado por el Times.
- Ciertamente. Al organizar esta velada en su honor, es
usted la persona más celebrada de Tunbridge Wells.
Ni siquiera la penumbra reinante logró disimular la avaricia
que relampagueó en los ojos de Midori.
- Sí, tal como usted predijo. Y aunque se han dado otras
fiestas en homenaje a la señorita Fujino, nadie más ha conseguido atraerla a usted.
Claro que ninguna otra anfitriona tiene una hija tan encantadora como mi Nao.
–Deslizó su mano enguantada por el codo de Natsuki y sus dedos se cerraron
sobre él como garras de acero-. Y, naturalmente, lo menos que puedo hacer por
la pobre Shizuru es garantizar que su secuestro se vea bajo una luz positiva.
Al fin y al cabo, su madre y yo somos amigas íntimas desde hace años. –Lanzó un
suspiro melodramático y prosiguió-: Espero que esa muchacha disfrute de su
popularidad, ya que, como es natural, será efímera.
Natsuki enarcó una ceja.
- ¿Efímera? ¿Qué le hace suponer eso?
- Cuando decaiga el súbito interés por la aventura de
Shizuru, la pobrecilla volverá a ser lo que ha sido siempre.
- ¿Y qué ha sido?
Midori se acercó aún más y bajó la voz hasta adoptar un tono
de conspiración.
- No es ningún secreto, miladi, que esa joven es...
peculiar. ¡Si hasta recoge sapos e insectos en el bosque! Ya resultaba bastante
excéntrica cuando era pequeña, pero esa conducta no es en absoluto decorosa para
una mujer de su edad. Y en lugar de intentar aprender a tocar el pianoforte y
algún que otro paso de baile, pasa el tiempo con su extraño hermano en ese
extraño cobertizo que tiene él, donde se llevan a cabo experimentos científicos
que sólo pueden describirse como...
- ¿Extraños? –repitió Natsuki.
- ¡Exacto! Y aunque yo no soy dada a los chismorreos,
¡recientemente ha llegado a mis oídos que Shizuru va a nadar al lago que hay en
sus tierras! –Se agitó con un estremecimiento-. Por supuesto que yo jamás diría
una sola palabra en contra de ella, pero no consigo imaginar cuánto debe de
sufrir la pobre Misato a causa de las... predilecciones de su hija.
Natsuki visualizó súbitamente una imagen de la señorita Fujino
retozando en el lago, con el vestido pegado a sus femeninas curvas. ¿O quizá se
lo quitaría y quedaría cubierta sólo por una camisola... o menos? La embargó un
intenso calor.
- Tal vez a su madre esas.... predilecciones de su hija le
resulten simpáticas. E interesantes.
- Tonterías, aunque desde luego Misato intenta hacer creer a
todo el mundo que así es. –Se echó hacia atrás y esbozó una ancha sonrisa de dientes
afilados-. Gracias a Dios mi Nao es una perfecta dama. Una joven encantadora.
Se le da maravillosamente bien la música, y canta con una voz capaz de competir
con la de los ángeles. Y además es una artista de gran talento; debería usted
visitar la galería mientras esté aquí.
- Será un placer
Los dedos de Midori le apretaron el brazo.
- Y no olvide que ha prometido bailar con Nao
- Soy una mujer de palabra –repuso natsuki, sabiendo muy
bien que el objetivo de que ella bailara con su hija era en gran parte la razón
por la que la señora Sugiura había organizado aquella fiesta.
- Perfecto. –Volvió la vista hacia las ventanas francesas y
ladeó la cabeza-. Parece que los músicos van a iniciar un baile por parejas. Lo
ayudaré a buscar a Nao...
- Adelántese usted –replicó Natsuki con su sonrisa más
encantadora-.Quisiera disfrutar de un cigarro antes de regresar a la fiesta. Y
no quisiera apartarla ni un minuto más del resto de sus invitados.
Claramente fastidiada por que le recordaran sus obligaciones
de anfitriona, Midori apartó la mano del brazo de Natsuki a regañadientes.
- Sí, supongo que debo regresar. -La miró entornando los
ojos-. Le diré a Nao que espere su invitación a bailar, miladi.
- Espero que ella consienta en proporcionarme dicho honor.
Y musitando algo que sonó sospechosamente a “sería capaz de
caminar sobre carbones encendidos por tener esa oportunidad”, la señora Sugiura
inclinó la cabeza, hizo una breve reverencia y cruzó la terraza de piedra para
entrar otra vez en la casa.
En el instante en que desapareció por las ventanas
francesas, Natsuki volvió a internarse en las sombras, alisando las arrugas que
los dedos de la anfitriona le habían dejado en la chaqueta. Aunque estaba acostumbrada
a tratar con madres casamenteras como Midori Sugiura, por algún motivo el
estilo de ésta le resultaba particularmente irritante. Era parte de lo que
tenía que soportar al ser la encargada de continuar con el apellido Kruger, y
tener derecho a desposar a otra mujer. Pero los comentarios condescendientes
respecto a la señorita Fujino le habían alterado los nervios.
Pero la irritación bien merecía la pena. Tal como sabía que
iba a hacer cuando habló con ella la semana anterior, la señora Sugiura había
esparcido la luz que ella había arrojado sobre el secuestro de la señorita Fujino
más deprisa que un reguero de pólvora, y su causase había visto favorecida por
el artículo aparecido aquella misma mañana en el Times. Tras deshacerse en elogios acerca de la valentía de la
señorita Fujino, había informado a la señora Midori de que, aunque había
recibido numerosas invitaciones a fiestas en honor de la señorita Fujino–invitaciones
que tristemente le había sido imposible aceptar debido a compromisos
anteriores-, se sentía sorprendida de que todavía ella, la anfitriona más
destacada de la zona, no hubiese organizado una fiesta. Desde luego ella
anularía sus compromisos para asistir a dicha velada, y esperaba se le
concediera el honor de bailar con la única hija que a la dama le quedaba por
casar.
Dos días más tarde recibió una invitación a la fiesta.
El siempre vigilante Kaiji ya le había comunicado que, en lugar
de verse rechazada o sumida en el escándalo tras su secuestro, la señorita Shizuru
era la persona más celebrada de la aldea. Con todo, Natsuki sabía que era
necesario el sello de aprobación de la señora Midori para garantizar que la
señorita Fujino no sufriera socialmente por culpa de su encuentro con el Ladrón de Novias, un encuentro que
Natsuki no conseguía borrar de su mente.
Una vez comprendió que la señorita Fujino había proporcionado
a las autoridades poca información nueva respecto del Ladrón de Novias, Natsuki supuso que se olvidaría de ella.
Pero supuso mal.
Las palabras de la joven, pronunciadas en aquel tono
soñador, se le habían grabado en la mente: “Ha sido una aventura maravillosa. Siempre
había deseado vivir una”. Comprendía que una mujer joven como la señorita
Fujino ansiara vivir aventuras. Pero aquella conmovedora afirmación, “Yo también
suelo sentirme sola”, la había tocado en lo más hondo. Percibió un espíritu
afín en ella y Dios sabía que Natsuki entendía muy bien la soledad. El
aislamiento que acarreaba la vida secreta que llevaba, a veces amenazaba con
asfixiarla. Incluso estando rodeada de gente, se sentía sola.
Fijó la vista en la casa y advirtió que todas las ventanas
francesas que daban al atestado salón de baile permanecían abiertas para que corriese
la fresca brisa. En el jardín, los grillos formaban un coro nocturno que
competía con la música de los violines, el rumor de las conversaciones y el
tintineo de las copas de cristal que llegaban flotando desde la casa. Los rosales
rezumaban dulces aromas que lo rodeaban de una capa de fragancias florales.
La velada se encontraba en su apogeo. Pero ¿dónde estaba la señorita
Fujino? Sin salir del refugio de las sombras, Natsuki estiró el cuello para
otear el abarrotado salón. Cuando al fin acertó a verla, el corazón le dio un
extraño vuelco.
Sí, ciertamente sus maquinaciones habían dado resultado,
porque desde luego a la señorita Fujino parecía irle muy bien, tal como le había
comunicado Kaiji. Se encontraba de pie rodeada por media docena de damas, que
la cercaban de un modo que recordaba a los buitres volando en círculo sobre la
carroña. Al grupo se unieron dos caballeros que pugnaban entre sí por entregar
a la señorita Fujino un vaso de ponche.
Natsuki se situó más cómodamente contra la rugosa fachada de
piedra, extrajo su cigarrera de oro del chaleco y sacó un puro. Tras prenderlo,
inhaló el fragante humo y observó a la mujer que no había podido apartar de sus
pensamientos.
Llevaba el cabello castaño sencillamente recogido en la
nuca. Si bien su vestido de muselina de tono claro era modesto, no lograba ocultar
del todo sus curvas femeninas. Estaba erguida, con la cabeza bien alta.
Otro caballero portando ponche se unió al grupo que la
rodeaba y Natsuki se maravilló de que pudiera soportar beber un solo vaso más.
Su mirada se clavó en los labios de la joven, que se abrieron en una sonrisa de
agradecimiento dirigida al recién llegado. Incluso desde la distancia resultaba
inconfundible la seductora plenitud de su boca. El caballero le hizo una
reverencia y la observó con innegable interés. Natsuki juntó las cejas
sintiendo fastidio, reacción inexplicable que la irritó aún más.
La observó durante un cuarto de hora. Damas y caballeros zumbaban
a su alrededor igual que abejas en torno a una colmena. Al principio pensó que
la joven se estaba divirtiendo, pero tras varios minutos de observarla se dio
cuenta de que su sonrisa parecía forzada, y le pareció que apretaba los
dientes. Curiosas reacciones, sin duda.
Pero todavía más inusitadas eran las punzadas de tristeza
que detectó en sus ojos. Estaba claro que la joven trataba de disimular su infelicidad,
y al examinarla atentamente tuvo la seguridad de que no se equivocaba. En un
momento en que creyó que su público no la estaba mirando, su sonrisa se
desvaneció y se le hundieron los hombros, y su vista se dirigió hacia las
ventanas que daban al exterior con un inconfundible anhelo.
Un sentimiento de culpabilidad y también de compasión, le
oprimió el pecho. ¿Por qué se sentiría desdichada? ¿Tal vez debido a su encuentro
con el Ladrón de Novias?
Entonces, con una breve inclinación de cabeza y una sonrisa
tensa, la señorita Fujino se escabulló del grupo que la rodeaba y se abrió paso
siguiendo el perímetro de la sala. Le salió al paso un hombre alto y de pelo
rubio que Natsuki reconoció como el vizconde de Carsdale, bastante cerca de la
ventana junto a la cual se encontraba ella. Aunque no logró oír su
conversación, vio a Carsdale llevándose a los labios la mano enguantada de ella
para depositar un beso que duró más de lo debido, mientras el muy canalla se
regodeaba en una prolongada panorámica del escote del corpiño de la joven.
Maldita sea. Se sintió hervir de furia. ¿La trataba Carsdale
con tan poco respeto debido a su encuentro con el Ladrón de Novias? ¿Era ésa la causa de la infelicidad de la joven?
Maldición, tal vez su reputación sí que había resultado perjudicada. Recordó la
sensación de sus seductoras curvas apretadas contra ella y se le tensó la
mandíbula. No permitiría que nadie le faltara al respecto, sobre todo a causa
de la situación en que ella mismo la había puesto sin darse cuenta.
Tiró al suelo el puro a medio fumar y lo aplastó con el
tacón, decidida a rescatar a la señorita Fujino de aquel descarado de Carsdale.
Pero en el mismo instante en que entraba en el salón procedente de la terraza,
apareció Midori Sugiura y se le pegó a un costado.
- Veo que ya ha terminado el cigarro, miladi–dijo en tono
zalamero al tiempo que aferraba su brazo con su garra de acero.
Ella le dirigió una inclinación cortés mientras decidía la
mejor manera de quitársela de encima. Sin embargo, la señorita Fujino se las
arregló para escapar por sí sola de Carsdale, de modo que Natsuki pasó unos
momentos más con su anfitriona. Aceptó una copa de champán y respondió a su
banal cháchara, sin apartar la vista de la mujer de cabello castaño que
atravesaba el salón. Dos caballeros que reconoció como los señores Babcock y
Whitmore, ambos hijos de acaudalados vecinos del lugar, la interceptaron. Natsuki
apretó con fuerza su copa de champán cuando vio que Babcock le besaba la mano.
Estaba a punto de cruzar la estancia a zancadas cuando la
señorita Fujino señaló las ventanas francesas que daban a la terraza y, cuando
Babcock y Whitmore se volvieron para mirar, echó a correr y se escondió detrás
de un enorme tiesto de palmeras. Natsuki contuvo una sonrisa y asintió con
expresión ausente a lo que le estaba diciendo la señora Midori. Hum... Aquellas
palmeras se parecían mucho a lasque ella tenía en su invernadero, una
coincidencia que requería ser investigada más a fondo.
Shizuru se ajustó las gafas sobre la nariz y espió con
cautela entre las tupidas hojas de palmeras y helechos de la señora Midori.
Cielo santo, allí estaban Alfred Babcock y Henry Whitmore. Permanecían
junto a las ventanas francesas, con la confusión pintada en el rostro, sin duda
preguntándose adónde se habría ido ella.
Lanzó un suspiro. Jamás había conocido dos individuos más agotadores.
Shizuru los escuchó mientras se explayaban en ensalzar los métodos para hacer
un perfecto nudo de corbata hasta que le entraron ganas de estrangularlos a los
dos.
Desesperada, señaló hacia el jardín oscuro y exclamó:
“¡Miren!¡Una manada de ciervos!” Y cuando volvieron la cabeza, se lanzó en busca
de un refugio como si la persiguiera una jauría de perros rabiosos. Estaba a
salvo por el momento... pero ¿cuánto tiempo podría aguantar sin que la
descubrieran?
“No eres más que una cobarde”, la reprendió su conciencia.
Se resistió a semejante descripción, pero no pudo negar que era cierta; hacía
años que no recurría a esconderse detrás de una planta, pero había sido
necesario tomar alguna medida drástica. Y aunque no podía pasar escondida el
resto de aquella interminable velada, necesitaba desesperadamente un momento
para sí misma antes de unirse de nuevo a la fiesta de la señora Midori. Le
palpitaban las sienes debido al esfuerzo de mostrarse complaciente mientras
todo el mundo la miraba sin pestañear, susurraba acerca de ella y le formulaba
una pregunta tras otra. Cielos, jamás había sospechado que el resultado de su
fallido secuestro fuera a ser.... aquello.
Si bien se sentía agradecida de que su familia no se hubiera
visto herida por el escándalo a consecuencia de su encuentro nocturno con “el hombre”
más buscado de Inglaterra, nadie, ni siquiera su madre, hubiera predicho que
ella iba a convertirse en la mujer más buscada del pueblo. Ya no era “la pobre
Shizuru, la rara”; no, ahora se la consideraba “la inteligente y fascinante
Shizuru, la que había hablado con el Ladrón
de Novias”.
Su flamante popularidad debería haberla complacido. A diario
le llegaban flores de caballeros que sólo dos semanas antes la evitaban. Todas
las tardes recibía visitas femeninas o invitaciones a tomar el té.
Sí, todos los que antes la habían ofendido –ya fuera
directamente o a sus espaldas- ahora se proclamaban amigos suyos. Todo el mundo
imploraba conocer detalles de su aventura con el Ladrón de Novias. Pese al hecho de que era una pésima bailarina,
los caballeros deseaban ser su pareja de baile. Ahora las damas del pueblo
buscaban su consejo, aunque sólo para temas banales como moda y joyas. Hasta su
propia familia, con excepción de Hiroshi, se deshacía en elogios de ella, como
si fuera una inteligente mascota que hubiera llevado a cabo una cabriola
curiosa.
No, no podía disfrutar de aquella ola de popularidad porque
en su corazón, en la parte más recóndita de su alma que siempre había anhelado
en secreto ser aceptada, sabía que todo aquel interés por ella era superficial.
Ninguno de sus nuevos “amigos” se interesaba por ella; tan sólo querían
interrogarla acerca del Ladrón de Novias.
Sabía muy bien que una vez quedara satisfecha su curiosidad, su interés se desvanecería
rápidamente. Y por alguna razón, aunque ella intentaba resistirse, aquello le
dolía más que los cuchicheos que había aprendido a ignorar a lo largo de los
años.
Con todo, había soportado el flujo constante de visitas,
pues no deseaba privar a su madre y sus hermanas de la profunda satisfacción que
les proporcionaba su reciente popularidad. Sonrió hasta que le dolió la cara y
aguantó incontables horas sentada en la salita, bebiendo suficiente té como
para botar una fragata, respondiendo a innumerables preguntas y deseando todo
el tiempo estar con Hiroshi leyendo revistas científicas, ayudándolo en su
Cámara de los Experimentos y avanzando ella misma en sus estudios al respecto.
Cuando no estaba atrapada en la salita, pasaba horas interminables
delante de la costurera, que le tomaba medidas para unos vestidos de volantes
que la hacían sentirse ridícula e incómoda. Sin embargo, había consentido los
planes de su madre porque no quería estropear su felicidad por la popularidad
de su hija, y tampoco deseaba tentar al destino que milagrosamente había
librado a su familia del escándalo.
No obstante, aún más pesada que las incesantes visitas era
la larga serie de fiestas, veladas y sesiones musicales. Aunque a ella le encantaba
la música, por lo general asistía a muy pocas reuniones de ese tipo. Había
terminando cansándose de intentar desempeñar el papel de conversadora elegante
e ingeniosa y de soportar expresiones de indiferencia o, peor aún, de lástima
que decían inequívocamente:
“Oh, es una verdadera pena que la pobre Shizuru no se
parezca más a sus preciosas hermanas”.
Hacía mucho que había asumido sus carencias físicas y
sociales, pues sabía que su familia la amaba a pesar de ellas. Sin embargo, los
actos de sociedad le hacían sentirse incómoda e inepta. Con todo, durante la
última quincena había asistido a decenas de ellos con la sonrisa
permanentemente fija en los labios, por no decepcionar a su madre. Pero su
paciencia se había acabado. ¿Cuánto tiempo podría continuar aquella situación
insoportable? ¿Cuándo se cansaría de ella toda aquella gente y la dejaría en
paz? “Pronto, por Dios bendito, por favor, que sea pronto”. Por suerte, aquella
velada era la última programada de momento, al menos que ella supiera. Sólo
esperaba que su madre no escondiera otra pila de invitaciones en alguna parte.
Exhaló un suspiro muy sentido. Por más que deseara
permanecer oculta, sabía que había llegado el momento de volver a la fiesta.
Pero se prometió evitar a Babcock y Whitmore, y marcharse lo antes posible.
De modo que respiró hondo para hacer acopio de fuerzas y se volvió.
Entonces se encontró mirando una pajarita blanca como la nieve y perfectamente
anudada.
Sobresaltada, dio un paso atrás y tropezó con los enormes
tiestos de porcelana que contenían las palmeras y los helechos. Gracias a Dios dichos
tiestos eran altos, de lo contrario habría caído de espaldas de manera
vergonzosa entre las plantas. Echó la cabeza atrás y su mirada se topó con unos
ojos verdes de expresión interrogante.
Respiró hondo y trató de reprimir su impaciencia. Por Dios,
era imposible tener un momento de intimidad. ¿No podría aquella mujer buscar
otro rincón donde escapar? Recorrió con la mirada a aquella nueva intrusa que
invadía su intimidad; su atuendo de noche, negro y formal, acentuado por un
chaleco de brocado plateado y una camisa de un blanco cegador, le sentaba de
maravilla a su figura alta. Su rostro resultaba llamativo, más que hermosa,
como si una artista hubiera esculpido sus rasgos con trazos amplios y audaces
para crear unos pómulos altos, una mandíbula fina, una nariz perfectamente recta
y una boca firme pero bien formada y unas curvas que eran resaltadas por lo ceñido de su atuendo que le quedaba de maravilla. Sus hermanas y su madre sin duda la
encontrarían muy atractiva. Pero ella la consideraba una condenada molestia y
deseó fervientemente que se largara de su refugio.
- Perdóneme por haberla sobresaltado, señorita Fujino–dijo
la mujer.
Shizuru consiguió a duras penas contener un gemido. Aquella mujer
conocía su nombre. Igual que todo el mundo en aquella velada, sin duda desearía
información sobre el Ladrón de Novias.
Como mínimo, la arrastraría a una conversación estúpida y después de alguna manera
llevaría la charla al tema que estaba en boca de todos. Lo peor que podía pasar
era que la interrogase y encima la invitase a bailar.
Esforzándose por ser cortés, incluso aunque procuraba
apartarse poco a poco de ella, le preguntó:
- ¿Nos conocemos, señorita?
Ella la contempló unos segundos antes de contestar, y Shizuru
sintió que le ardía la piel bajo aquella intensa mirada.
- Sí, así es, aunque de ello hace varios años. –Hizo una
reverencia formal-. Soy la condesa Natsuki Kruger. A su servicio.
Shizuru se ajustó las gafas y la observó detenidamente antes
de fruncir el entrecejo.
- Perdone, miladi, que no la haya reconocido. Creía que
usted era más... vieja.
- Seguramente me confunde con mi madre. Falleció hace cinco años.
Un intenso calor anegó las mejillas de Shizuru. Menuda
metedura de pata. Sin duda todos los presentes sabían que la madre de la
condesa había muerto años atrás, excepto ella. Otra razón por la que aborrecer
aquellas reuniones sociales: nunca sabía qué resultaba apropiado decir.
- Lo siento. No era mi intención...
- No hay cuidado –replicó ella agitando la mano para
restarle importancia al asunto. Alzó una ceja y en sus ojos brilló un destello malicioso-.
Dígame, señorita Fujino, ¿qué la ha traído a buscar cobijo detrás de estas
plantas?
“Caballeros fastidiosos como usted”, pensó, y respondió:
- Yo podría preguntarle eso mismo a usted, miladi.
Ella sonrió mostrando una dentadura blanca y uniforme.
- Se lo diré si me lo dice usted primero.
Notando su diversión, y aliviada de que ella hubiera pasado
por alto su anterior metedura de pata, Shizuru dijo:
- Había dos caballeros que me estaban importunando para que
bailara con ellos.
- ¿De veras? ¿Qué caballeros?
- Los señores Babcock y Whitmore. –Miró entre los helechos y
los localizó, todavía de pie junto a las ventanas francesas.
La condesa se acercó y miró por entre las hojas. Shizuru inspiró
y la cabeza se le llenó con una mezcla de sándalo. Inspiró otra vez un intrigante
aroma que sólo pudo describir como limpio. Señaló a los dos hombres situados
junto a las ventanas.
- Ah, sí, son conocidos míos –comentó la condesa-, aunque
sólo superficialmente. Me temo que no asisto a muchas reuniones sociales.
- Considérese afortunada –musitó Shizuru soltando las hojas-.
Bien, si me disculpa, condesa...
- Naturalmente, señorita Fujino. No obstante, tal vez desee permanecer
aquí unos instante más.-Separó varias frondas por encima de donde podía
alcanzar Shizuru y miró por la abertura-. Al parecer los señores Babcock y Whitmore
andan buscando a alguien. Si sale ahora...
Shizuru contuvo un escalofrío. Si bien no sentía deseos de
hablar con la condesa, parecía, al menos de momento, el menor de dos males.
- Gracias, miladi. Dadas las circunstancias, creo que me
quedaré aquí unos minutos más.
Como no parecía que la condesa fuera a marcharse, le dijo:
- Al final no me ha dicho qué lo ha hecho a usted esconderse
aquí, miladi.
- La señora Sugiura me estaba persiguiendo con la
insistencia de un cazador avezado, y con un brillo en los ojos que sólo puedo
describir como “casamentero”. Éste era el lugar más apropiado para perderme de
vista un rato.
Shizuru asintió, solidaria. Se imaginó perfectamente a Sugiura
Midori acosando a la casadera condesa Kruger igual que un sabueso tras un
zorro. Conocía muy bien aquel brillo de casamentera en los ojos: era la misma
expresión que le había mostrado su madre con renovados bríos a lo largo de las
dos últimas semanas. El mero hecho de pensaren ello le causó un escalofrío de
inquietud.
Recorrió con la mirada la figura de la condesa.
- No se preocupe, condesa. No le quepa duda de que podrá
correr más que la señora Midori. Al parecer, usted se encuentra bastante
sana.
- Eh... gracias.
Mirando una vez más entre los helechos, Shizuru observó con horror
que su madre estaba conversando con Babcock y Whitmore. En aquel instante el
trío se volvió hacia las plantas y los ojos de su madre se entrecerraron. Con
una exclamación ahogada, Shizuru retrocedió, como si los helechos se hubieran
incendiado.
- Me temo que he de irme, lady Kruger–dijo al tiempo que
realizaba una torpe reverencia-. Al parecer, mi madre ha detectado mi presencia.
Buenas noches.
Ella se inclinó.
- Lo mismo le digo, señorita Fujino.
Salió disparada y, con la cabeza gacha y mirando al suelo,
rezó para que nadie se fijara en ella.
Pero antes de que hubiera dado media docena de pasos, su
madre saltó frente a ella igual que un gato ante un ovillo.
- ¡Shizuru! Estás aquí, querida. Te he buscado por todas
partes. ¡Los señores Babcock y Whitmore desean bailar con nosotras! ¿No es maravilloso?
Shizuru miró a los dos petimetres que aguardaban y se obligó
a sonreír, aunque no hizo otra cosa que enseñar los dientes.
- Esa palabra no basta para describir lo que siento, mamá.
Su madre sonrió de oreja a oreja.
- ¡Magnífico! La orquesta está a punto de iniciar la pieza.
- En realidad –dijo Shizuru intentando disimular su
impaciencia- no quiero....
- .....Perderte una sola nota –la atajó su madre con una
sonrisa y una mirada de advertencia-. Vamos. Shizuru.
Tras arreglárselas para reprimir un gemido, Shizuru lanzó
una rápida mirada anhelante hacia el refugio que constituía la maceta de plantas.
Reconoció en los ojos de su madre aquella mirada reprobatoria; el único modo en
que podría escapar del baile por parejas sería si por misericordia se abriera
el suelo y se la tragara. Contempló fijamente el parqué, rezando para que se
obrara el milagro y se abriera ante ella, pero sus plegarias no hallaron eco.
De modo que irguió la espalda y tomó fuerzas para permitir que Babcock y Whitmore
las condujeran a la pista de baile, jurando que aquélla sería la última velada
a la que asistiría jamás.
- Me temo que la señorita Fujino me ha prometido el
siguiente baile –oyó la voz profunda de lady Kruger a su espalda.
Shizuru, su madre y los dos caballeros se volvieron a un
tiempo. Shizuru vio cómo su madre abría unos ojos como platos al ver a la
condesa.
-condesa Kruger–dijo Misato realizando una pronunciada y
elegante reverencia-. Qué sorpresa tan encantadora el verla aquí. –Acto seguido
se incorporó y le dirigió su sonrisa más beatífica, al tiempo que apartaba
eficazmente a Babcock y Whitmore de un codazo-. Y qué maravilloso que desee
bailar con Shizuru.
- Sí, maravilloso –coreó Shizuru sin una pizca de
entusiasmo.
En los ojos verdes de Natsuki brilló la diversión.
- Quizás, señorita Fujino, prefiera dar conmigo un paseo por
la galería. Tengo entendido que la señora Sugiura y sus hijas son artistas de
gran talento. –Se volvió hacia Misato-. Puede acompañarnos, señora Fujino, si
así lo desea.
A la aludida se le iluminó el rostro como una vela.
- Qué amable de su parte, miladi. Estaría encantada....
- Permítame –terció Babcock mirando por su monóculo, lo cual
le hacía parecer un erizo tuerto-. Si la señorita Fujino no va a bailar esta
pieza la condesa, creo que entonces debería...
De labios de Misato salió una serie de gorjeos.
- Cielos –jadeó, aferrada al brazo de Babcock- Me temo que
voy a desmayarme. Señor Babcock ¿usted y el señor Whitmore me harían el favor
de llevarme junto a mi esposo?
- ¿Te encuentras bien, mamá? –inquirió Shizuru, sabiendo que
se esperaba que preguntase aquello. Sin embargo, también sabía que su madre
jamás se “desmayaba” sin tener un diván donde caer.
- Estoy bien, querida. Simplemente necesito descansar un
momento. Demasiadas emociones, creo.
- Permita que la ayuda, señora Fujino–dijo la condesa ofreciendo
su mano. Pero Misato rehusó con un gesto.
- Estaré bien, gracias a la amable ayuda de los señores
Babcock y Whitmore. Vayáis los dos a la galería. No hay necesidad de que me acompañen;
desde aquí veo que hay por lo menos una docena de invitados admirando las
pinturas. –Agarró firmemente a Babcock y Whitmore, cada uno por un brazo, y se
los llevó de allí.
Shizuru observó a la condesa con el rabillo del ojo y
contuvo una sonrisa ante la expresión medio sorprendida y medio divertida con
que contemplaba alejarse a su madre.
- Su madre se las arregla socialmente muy bien a la hora
de... –Su voz se perdió buscando la palabra adecuada.
- ¿Manipular? –sugirió Shizuru.
La condesa se volvió hacia ella reprimiendo una sonrisa.
- Iba a decir desplegar estrategias –Extendió el codo y
ofreció su brazo a la joven- ¿Damos un paseo por la galería?
Shizuru vaciló.
- Agradezco que me haya rescatado, miladi, pero no es
necesario que continúe con este ardid.
- ¿A qué ardid se refiere, señorita Fujino?
- Al de “yo la acompaño a la galería para que usted no se
vea obligada a bailar con esos zopenc... quiero decir caballeros”. Me siento sumamente
agradecida, pero...
- No tiene importancia. Sin embargo, no ha sido un ardid. Me
agradaría mucho tener el honor de acompañarla.
Shizuru la miró, buscando señales que delataran la actitud calculadora
a la que se había acostumbrado en las últimas semanas. Pero, para su sorpresa,
no vio más que lo que parecía cálida cortesía. Con todo, seguro que la condesa
sólo deseaba acompañarla para interrogarla acerca del Ladrón de Novias, perspectiva que la llenó de resignación. Decidida
a terminar lo más rápidamente posible con lo inevitable, preguntó:
- ¿Por qué desea usted mi compañía?
Ella se inclinó con aire de conspiración. Shizuru percibió
su aroma a limpio aunque temía su respuesta.
- Le he prometido a la señora Sugiura echar un vistazo a sus
pinturas, y creo que desea que haga lo mismo con su hija soltera. Me haría
usted un gran servicio al acompañarme. –Se incorporó-.Además, tengo entendido
que esas pinturas son... inusuales, y quisiera contar con su opinión.
- Me temo que mis conocimientos de arte son bastante
limitados.
- Con el debido respeto a nuestra anfitriona, me parece más
que probable que no sea precisamente “arte” lo que veremos, señorita Fujino.
La risa borboteó en la garganta de Shizuru. Por lo menos
aquella mujer resultaba divertida. Y después de ver cómo la había rescatado de
los horrores del baile por parejas, supuso que le debía una recompensa. De modo
que, relajada por primera vez en varias horas, inclinó la cabeza y enlazó mano
enguantada en el codo que le tendía la condesa.
- Ha despertado mi interés, miladi. Me apetece ver la
galería con usted
.
.
.
6 comentarios:
natsuki tiene los ojos azules?? ._.
Haha es Lo que yo me pregunte.... ._.
Interesante se pone cada vez mas esta historia...Supongo que habra alguna explicacion mas interesante para que Natsuki tenga los ojos azules...aunque pienso que seria igual de sexy con ojos azules, asi que no me parare por detalles...jajajaja. Esperando ansiosa la continuacion...felicitaciones autora!
jejeje de nuevo se me pasa el color de los ojos, voy a corregirlo XDD
No puedo esperar x la conti >_<
y hay algunos errores de ortografia como palabras pegadas
y me encantoO el capi xD
esperare con ansias el próximo ;D
Vaya que esta genial la historia =)
Espero con ansias la continuación, Por favor ^^
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