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Este es un poco mas largo pero espero lo disfruten
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-¿Qué quiere decir con que no va a casarse con mi hija?
Misato Fujino, de pie en su salita, contemplaba al mayor Kanzaki
con su actitud más imperiosa, en cierto modo resistiéndose al impulso de azotar
con su abanico de encaje a aquel arrogante militar.
El mayor permanecía rígido como una estaca junto a la
chimenea y con su larga nariz apuntada hacia Misato.
- Como he dicho, la señorita Fujino y yo hemos acordado esta
misma tarde que la boda proyectada no resulta aconsejable. Tenía la certeza de
que a estas alturas su hija ya la habría informado.
- Mi hija no me ha informado de nada parecido.
El rostro rubicundo del mayor perdió todo el color.
- Por el cielo, ¡esa muchacha no afirmará que aún estamos comprometidos!
A Misato le pareció detectar un estremecimiento que sacudió
la corpulencia del mayor. Acto seguido, éste bajó la vista hacia sus botas y
arrugó la nariz. Qué extraño comportamiento. Tal vez era tonto.
- Mi hija no ha hecho ningún tipo de afirmación, mayor. No
la he visto ni he hablado con ella desde el almuerzo. –Se volvió hacia su
esposo, que estaba sentado en su sillón favorito, situado en el rincón-.
Kenzuke, ¿has hablado tú con esta tarde?
Tras ver que su pregunta era respondida con un silencio, Misato
apretó los labios y, por segunda vez en el lapso de unos minutos, pensó en la
posibilidad de aporrear a un hombre. Hombres, iban a terminar matándola.
- ¡Kenzuke!
Kenzuke Fujino alzó la cabeza de repente como si ella lo hubiera
pinchado con un palo. Sus ojos nublados indicaron a las claras que estaba
echando una cabezadita.
- ¿Si, querida?
- ¿Ha hablado Shizuru contigo esta tarde acerca de su
compromiso?
- Ya no existe compromiso alguno...
La voz del mayor se desvaneció poco a poco cuando Misato le clavó
una mirada glacial.
- No he visto a Shizuru-chan desde el almuerzo –dijo
Charles. Se volvió hacia el mayor-: Un asado excelente, mayor. Debería haber...
- ¿Qué tienes que decir de la insolente afirmación del
mayor, Kenzuke? –lo apremió Misato.
Su marido parpadeó velozmente.
- ¿Qué afirmación?
- ¡Que Shizuru y él ya no están comprometidos!
- Tonterías. No he oído nada de eso. –Y se volvió hacia el
mayor, ceñudo-. ¿Qué sucede? Ya están en marcha todos los preparativos.
- Sí, bueno, eso era antes de que la señorita Fujino me
hiciera una visita esta tarde.
-Ella no ha hecho semejante cosa –afirmó Misato, rezando por
estar en lo cierto. Señor, ¿qué embrollo habría creado Shizuru esta vez?
- Por supuesto que sí. Me dijo que no creía que fuéramos a
hacer buena pareja. Después de... eh... hablarlo un poco, coincidí con ella en su
valoración de la situación y tomé las medidas apropiadas. –El mayor se aclaró
la garganta-. Para decirlo sin rodeos, la boda ha sido anulada.
Misato miró el sofá y llegó a la conclusión de que se encontraba
demasiado lejos para que ella se desmayara como las circunstancias exigían.
Maldición.
¿Qué no habría boda? Vaya, aquello suponía un problema
espinoso. No sólo podía producirse un escándalo dependiendo de lo que hubiera hecho
Shizuru para disuadir al mayor, sino que ya le parecía estar oyendo a la odiosa
Midori Sugiura cuando se enterase de aquella debacle: “Pero, Misato –diría Midori
agitando las pestañas como una vaca en medio de una granizada-, es una
verdadera tragedia que Shizuru ya no esté comprometida. El vizconde de Carsdale
ha mostrado interés por mi Nao, sabes. Y Nao es realmente encantadora. ¡Por lo
visto, voy a casar a todas mis hijas antes que tú!”.
Misato cerró los ojos con fuerza para borrar aquella
horrible e hipotética situación. Shizuru valía diez veces más que la insípida
de Nao, y casi le hirvió la sangre ante tamaña injusticia. Daphne, cuyo único
talento consistía en agitar un abanico y reír tontamente, iba a cazar a un
vizconde simplemente porque poseía un rostro atractivo. Mientras tanto, Shizuru
se quedaría para vestir santos, lo cual la obligaría a ella a pasarse los
próximos veinte años escuchando la cháchara presuntuosa de Midori. ¡Oh, aquello
resultaba simplemente insoportable!
Lo había arreglado
todo para que Shizuru se casara con un caballero de lo más respetable, ¿y ahora
el mayor Kanzaki pretendía desbaratar todos sus planes? “Hum. Eso estaba aún
por ver”.
Con la mandíbula apretada, Misato se fue acercando al sofá
por si acaso necesitaba hacer uso de él, y luego volvió su atención hacia el mayor.
- ¿Cómo es posible que un hombre que se considera honorable deshonre
a mi hija de esta manera?
Kenzuke se levantó y se estiró el chaleco.
- Ciertamente, mayor. Esto es de lo más irregular. Exijo una
explicación.
- Ya se lo he explicado, Fujino. No habrá boda. –Clavó una
mirada de acero en Misato-. Usted, señora, me llevó a confusión al describirme
a su hija.
-Yo no hice nada de eso –replicó Misato con su gestó más
elegante-.Le informé de lo inteligente que es Shizuru, y usted sabía muy bien
que no acababa de salir de la escuela.
- Descuidó mencionar su afición por los sapos viscosos y
otras alimañas, su predilección por arrastrarse por el suelo, su aterradora
falta de talento musical y su costumbre de montar laboratorios y provocar
incendios.
Misato salió disparada hacia el sofá. Tras emitir dos
suspiros jadeantes parecidos a un gorjeo, se desplomó con un grácil movimiento.
- ¡Qué cosas más terribles dice! ¡Kenzuke, mis sales!
Mientras aguardaba las sales, la mente de Misato funcionaba
a pleno rendimiento. Cielo santo, el mayor debía de haber conocido a Hachi, Nana
y Yuki. ¡Qué mala suerte! “Oh, Shizuru, ¿por qué no podías haber llevado
contigo simplemente un libro?” ¿Y qué era aquello de arrastrarse por el suelo?
Por supuesto, sabía que la falta de talento musical y el bendito laboratorio
podían resultar un problema, pero ¿a qué se refería con lo de provocar
incendios? Por Dios, ¿qué historias truculentas le habría contado Shizuru a
aquel hombre?
Exhaló un suspiro a la vez que se preguntaba por qué tardaba
tanto Kenzuke en traerle las salas. Había mucho que hacer para remediar aquella
catástrofe, y no podía quedarse toda la noche tendida en el sofá.
- Aquí tienes, querida. –Kenzuke agitó el frasco de sales
debajo de la nariz de su esposa con tanto entusiasmo que la hizo llorar.
Misato se incorporó y le apartó la mano.
- Ya es suficiente, Kenzuke. Se trata de revivirme, no de
llevarme a la tumba. –Compuso una mueca lo más severa posible y miró ceñuda al mayor-.
Vamos a ver, mayor. Usted no puede...
En ese momento se abrió de golpe la puerta del estudio e
irrumpió en la habitación Rei, con expresión desencajada.
- ¡Señora Fujino! ¡Señor Fujino! Ha ocurrido algo espantoso.
- Por Dios santo, ya lo creo que sí –repuso Kenzuke fijándose
en el aspecto desaliñado del cochero-. Lleva la corbata completamente deshecha
y tiene manchas de hierba en los pantalones. Y qué es eso que tiene en el pelo
¿ramitas? En fin, está usted hecho una pena. ¿Qué le ha sucedido para dejarlo
en semejante estado?
Rei intentó recuperar el resuello y se secó la frente con el
dorso de la mano.
- Es la señorita Shizuru, señor. –Tragó saliva, y al hacerlo
se le movió la nuez-. Ha... ha desaparecido.
-¿Qué ha desaparecido? –repitió Kenzuke con desconcierto-.
¿Quiere decir de la casa?
- Sí señor. Cuando regresaba de la visita que hizo al
mayor...
- ¡Ooh! ¡Ooh! Entonces era verdad –gorjeó Misato volviendo a
caer desmayada sobre el sofá- ¡Mi pequeña! ¡La han deshonrado!
- No, señora Briggeham. La han secuestrado –corrigió Rei inclinando
la cabeza. Misato se puso en pie de un brinco.
- ¿Secuestrado? Oh, es usted un idiota ¿Por qué se le ha
ocurrido algo tan ridículo? ¿Quién demonios iba a querer secuestrar a Shizuru?
¿Y por qué razón?
Como respuesta, Rei le tendió un ramo de flores. Misato luchó
contra el impulso de poner los ojos en blanco.
- Muy amable de su parte, Rei, pero no es momento para
cortesías.
- No, señora Fujino. Esto es lo que me entregó el
secuestrador. Me lo lanzó tras arrancar del suelo a la señorita Shizuru como su
fuera un hierbajo mientras ella recogía insectos para el señorito Hiroshi, y se
la llevó en un gran caballo negro. –Le tendió las flores-. Llevan una nota.
Misato se quedó mirando el ramillete, completamente sin
habla por primera vez en su vida, que ella recordara.
Kenzuke retiró la nota de las flores y rompió el sello de
lacre. Su semblante perdió todo el color, y Misato se preguntó si tendría que pasarle
las sales a él, pero de algún modo consiguió mantenerse en pie sobre sus
piernas inseguras.
- ¿Qué dice Kenzuke? ¿La han secuestrado de verdad? ¿Exigen
un rescate?
Mirándola por encima de la vitela de color marfil, Kenzuke no
pudo ocultar su perplejidad.
- En efecto, la han secuestrado, Misato.
También por primera vez en su vida, a Misato se le doblaron
las rodillas sin haber previsto dónde iba a caer. Por suerte se derrumbó sobre
el sofá.
- Dios santo, Kenzuke, ¿Qué canalla se ha llevado a nuestra
Shizuru? ¿Cuánto dinero pide?
- Nada. Léelo tú misma.
Misato tomó la nota de los dedos temblorosos de su marido y
la sostuvo lejos de ella como si fuera una serpiente. Lo que leyó la hizo tambalearse.
Estimados señor y
señora Fujino:
Escribo esta nota con
el fin de sosegar sus temores respecto de su hija Shizuru. Pueden tener la
seguridad de que se encuentra perfectamente a salvo y que no sufrirá daño
alguno por mi mano. Simplemente le he ofrecido la oportunidad de ser libre, de
tener una vida propia, sin la perspectiva de tener que casarse con un hombre
con quien no desea desposarse. Abrigo la esperanza de que ambos encontrarán en
sus corazones el deseo de que ella obtenga la felicidad que se merece.
EL LADRÓN DE NOVIAS.
Misato tenía la mirada fija en la firma y la mente
convertida en un torbellino.
El Ladrón de Novias.
El hombre más famoso y más buscado de toda Inglaterra había raptado
a su niña.
- Santo cielo, Kenzuke. Hemos de llamar al magistrado.
Estalló un relámpago, seguido de un profundo trueno que
retumbó en las ventanas de la casa. Segundos más tarde se oyó el repiqueteo de
la lluvia contra el tejado. Natsuki reprimió un juramento. Lo último que necesitaba
era que una tormenta retrasara el momento de irse de la cabaña junto con la
señorita Fujino.
Bajó la mano y susurró con su voz de Ladrón de Novias.
- Le ruego me permita ayudarla a levantarse.
Ella le lanzó una mirada hosca.
- Puedo arreglármelas sola, gracias. –Y sin quitarle el ojo
de encima, se puso de pie.
Natsuki la observó mientras se limpiaba el polvo de su
sencillo vestido y a continuación se ajustaba el sombrero recogiéndose varios mechones
de pelo sueltos debajo del mismo.
Lo poco que alcanzaba a ver de su cabello enmarañado bajo el
sombrero parecía denso y brillante. A pesar de que la estancia estaba iluminada
sólo por el mortecino fuego, podía distinguir el intenso color sangre de sus
ojos, que restaban atención al resto de sus facciones. Excepto los labios, que,
al igual que los ojos, destacaban por su color rojo intenso. A pesar de lo que
había escuchado, podía describirla como hermosa, aquel rostro de ojos demasiado
grandes y labios llenos le resultaba interesante.
Recorrió con la mirada las formas de su cuerpo, y alzó las
cejas bajo la máscara; pero si era toda curvas, la tal señorita Fujino. Ni siquiera
aquel vestido mojigato conseguía ocultar la generosa curvatura de sus senos. Su
mirada bajó más, y Natsuki se preguntó si las caderas de la joven tendrían la
misma madurez que su busto. Aquel pensamiento la hizo reaccionar como si le
hubieran lanzado un cubo de agua a la cara. “Maldita
sea, compórtate. Ella no tiene nada que no hayas visto antes. Tienes que llevar
a esta muchacha a su casa sin que te ahorquen por haberte tomado la molestia”.
Volvió a fijar la vista en el rostro de Shizuru y vio que
ella la estaba observando con suspicacia.
- Exijo saber qué piensa hacer conmigo.
Tuvo que admirar aquella demostración de valor. Lo único que
la estropeó fue el rápido subir y bajar del pecho de la joven.
- No tema. La devolveré a su caso, al seno de su familia.
Los ojos de Shizuru perdieron parte del recelo que mostraban.
- Perfecto. Quisiera partir de inmediato, si no tiene
inconveniente. No me cabe duda de que mi familia estará preocupada.
Natsuki miró hacia la ventana.
- Está lloviendo. Esperaremos a que amaine.
- Preferiría salir ya.
- Yo también, pero quiero dejarla intacta en su casa. –Para
aliviar la tensión que percibía en la postura de ella, añadió-: Voy a
proponerle un trato. Nos quedaremos aquí un cuarto de hora más. Si para entonces
no ha cesado de llover, nos iremos de todos modos.
- ¿Y cómo sé yo que está diciéndome la verdad?
- Le doy mi palabra de honor.
Shizuru lanzó un resoplido muy poco femenino.
- Viniendo de una mujer a la que llaman “Ladrón”, no estoy
muy segura de que eso sea un consuelo.
- Ah, pero sin duda sabrá que existe el honor incluso entre
los ladrones, señorita Fujino. –Flexionó las rodillas y se acomodó en el suelo,
echándose hacia atrás hasta quedar recostado contra la pared-.Venga a sentarse
conmigo y charlaremos un poco –la invitó con su ronco acento al tiempo que
palmeaba el suelo a su lado-. Prometo que no la morderé. Mientras estemos aquí
retenidos, no está de más que nos pongamos cómodos.
Al ver que ella vacilaba, Natsuki se levantó y se acerco a
la chimenea. Acto seguido sacó el atizador de su soporte de bronce y se lo
tendió a Shizuru.
- Tenga. Cójalo, si así se siente más segura.
Ella observó el atizador y luego a la mujer.
- ¿Por qué iba a darme usted un arma?
- Como muestra de confianza. La he secuestrado por
equivocación y la llevaré de vuelta a su casa. Con sinceridad, ¿le he causado
algún daño?
- No, pero casi me ha matado del susto.
- Lo siento de veras.
- Y además, durante la refriega he perdido las gafas y se me
ha caído la bolsa.
- Una vez más, le ofrezco mis sinceras disculpas. – Señaló
el atizador con un gesto de la cabeza-. Cójalo. Le doy permiso para propinarme un
porrazo si trato de hacerle daño.
Shizuru no hizo caso de la chispa de diversión que contenía
su voz y le arrebató el atizador de las manos. Retrocedió rápidamente y lo empuñó
con fuerza, dispuesta a dejar a su captora inconsciente si no cumplía su
palabra. Pero en lugar de saltar sobre ella, la mujer se limitó a sentarse en
el suelo, recostar la espalda contra la pared y ponerse a observarla.
Shizuru, con el atizador en la mano, pensó qué hacer a
continuación. La lluvia golpeaba los cristales, y tuvo que admitir que no era
buena idea internarse en el bosque en medio de la oscuridad y el agua. Pero ¿cómo
podía fíarse de aquella mujer? Cierto, le había dado el atizador, pero seguro
que creía poder desarmarla si decidía atacarla. Aspiró profundamente y obligó a
sus pensamientos a alinearse en orden lógico.
El Ladrón de Novias.
Rebuscó en su memoria y se dio cuenta de que quizá lo hubiera oído mencionar,
pero como casi siempre hacía oídos sordos a los chismorreos en que se recreaban
su madre y sus hermanas, no estaba segura. No obstante, ahora que lo pensaba,
el apodo le sonaba vagamente.
Lo mejor era entablar una conversación con aquella mujer;
tal vez pudiera extraerle alguna información que la ayudar a decidir si podía fíarse
de ella, o bien alguna pista que fuera de utilidad a las autoridades.
Todavía empuñando el atizador, se sentó en el suelo en el
extremo opuesto de la habitación vacía y contempló con los ojos entornados la mancha
negra y borrosa que era su secuestradora. Manteniendo un tono ligero, preguntó:
- Dígame, señorita... eh... Ladrona, ¿ha raptado a muchas
novias reacias?
Una risa profunda emanó de la mancha negra.
- Es un verdadero golpe a mi orgullo que usted nunca haya
oído hablar de mí. He socorrido a más de una docena de novias. Mujeres desgraciadas,
todas ellas a punto de ser obligadas a casarse en contra de su voluntad.
- Si no le importa que lo pregunta, ¿cómo las “socorre”,
exactamente?
- Les proporcione un pasaje al continente o a América, junto
con fondos suficientes para que puedan establecerse en su nueva vida.
- Eso ha de resultar bastante oneroso
Le pareció que ella se encogía de hombros
- Dispongo de fondos suficientes
- Entiendo. ¿Acaso los roba también?
Ella rió de nuevo
- Es usted muy suspicaz, ¿no cree? No, no tengo necesidad de
robar chucherías ni soberanos de oro. El dinero que doy es mío.
Shizuru no pudo ocultar su sorpresa. Vaya, ¿qué clase de mujer
era aquella? Tras dedicar unos instantes a asimilar aquellas palabras, asintió
lentamente.
- Creo que empiezo a entenderlo. Es usted como Robin Hood,
sólo que en lugar de robar joyas roba novias. Y en lugar de entregar el dinero
a los pobres ofrece como regalo la liberta. Y claro, es una mujer.
- Nunca lo había pensado de ese modo, pero así es.
Shizuru comprendió de pronto, y soltó un resoplido.
- Y se disponía a ofrecerme a mí esa libertad..., salvarme
de mi casamiento con el mayor Kanzaki.
- Así es. Pero es evidente que usted es una joven de sólidas
convicciones y que ha arreglado el problema sola. –Murmuró algo que sonó sospechosamente
a “si lo hubiera sabido, me habría ahorrado muchos problemas”, pero Shizuru no
estaba segura-. Dígame, señorita, ¿porqué no desea casarse con el mayor?
Cielos, una explicación completa podría llevar horas. Shizuru
se aclaró la garganta y contestó:
- Tenemos muy poco en común y no haríamos buena pareja.
Pero, la verdad, no me interesa casarme con nadie. Estoy muy contenta con mi vida,
y la soltería me permite tener libertad para dedicarme a mis intereses
científicos. Temo que la mayoría de los hombres, incluído el mayor, intentaría
frustrar mis estudios. –Agitó la mano en un gesto que pretendía quitar
importancia al asunto-. Pero basta de hablar de mí. Supongo que una mujer como
usted debe saber a lo que me refiero, ya que he de suponer que no está casada,
de otro modo no podría cumplir sus hazañas y para esto debe de tener la misma
aversión al matrimonio. Por favor, cuénteme algo más sobre eso de raptar
novias. Es posible que usted lo vea como una manera de ayudarlas, pero seguro que
las familiar de esas jóvenes consideran que sus actos son delictivos.
- En efecto, así es.
- E imagino que al magistrado le gustaría encontrarla.
- Cierto, le gustaría verme con la soga al cuello
Shizuru se inclinó hacia delante, fascinada a pesar de sí
misma.
- Entonces ¿por qué hace esto? ¿qué puede ganar corriendo
semejante peligro?
Su pregunta sólo encontró silencio por varios segundos,
hasta que la voz ronca de ella sonó más dura que antes.
- Una persona a la que yo quería fue obligada a casarse con
un hombre al que aborrecía y no pude salvarla. Por eso intento ayudar a otras como
ella. Una mujer ha de tener derecho a elegir no casarse con un hombre que no le
agrade. –Hizo una pausa y a continuación tan suavemente que Shizuru tuvo que
aguzar el oído, añadió-: Lo que gano es la gratitud que veo brillar en los ojos
de esas mujeres. Cada una de ellas afloja, un poco más, el nudo de culpabilidad
que me atenaza por no haber podido ayudar a quien yo quería.
- Oh, Dios –exclamó Shizuru, y soltó un prolongado suspiro
de emoción contenida-. Qué increíble... nobleza. Y qué romántico. Arriesgar su
vida por una causa tan digna... –Un estremecimiento que no tenía nada que ver
con el miedo le recorrió la espalda-. Dios sabe que yo le habría agradecido su
ayuda, si de hecho la hubiera necesitado.
- Sin embargo, usted no necesitaba mi ayuda, lo cual me
coloca en la extraña situación de tener que devolverla a su casa.
- Sí, supongo que así es.
Shizuru la miró fijamente desde el otro extremo de la
habitación; el corazón le palpitaba tan fuerte que se preguntó si ella podría
oírlo. De pronto deseó poder verla mejor, pues aquella mujer personificaba todas
las cualidades de sus fantasías secretas, todos los sueños que llevaba ocultos
en lo más hondo de su alma, aquella alma insípida, socialmente inepta, propia
de un ratón de biblioteca. Ella era fuerte, y estaba segura de que su máscara
escondía un rostro fascinante, lleno de seguridad y carácter. Era arrojada,
valiente, airosa y noble.
Una heroína.
Dejó escapar un sentido suspiro, uno de aquellos suspiros femeninos
y soñadores, inútiles, nada prácticos, que con tan poca frecuencia se permitía.
Tenía que saber más... de ella y de la vida emocionante y peligrosa que
llevaba. Dejó el atizador en el suelo, se levantó, cruzó la habitación y se
sentó a su lado.
Observó fijamente su máscara, y sus miradas se encontraron. Shizuru
sintió un hormigueo peculiar y ansió poder discernir el color de aquellos ojos.
Al débil resplandor del fuego sólo lograba distinguir que eran oscuros. E
insondables. Afloro en ella una repentina fascinación hacia esa mujer.
- ¿Alguna vez ha tenido miedo? –le preguntó, procurando no
parecer ansiosa.
- Pues sí. Cada vez que me pongo este disfraz. –Se acercó un
poco, y ella contuvo la respiración-. No tengo ningún deseo de morir, sobre todo
a manos del verdugo.
Olía maravillosamente. A cuero y caballos, y a... aventura.
- ¿Lleva un arma? –quiso saber.
- Un cuchillo en la bota. Nada más. No me agrada el tacto de
las pistolas.
A Shizuru le pareció ver un destello de dolor en sus ojos.
- Dígame, ¿adónde pensaba envíarme? –preguntó-. ¿A América o
al continente?
- ¿Adónde le habría gustado ir?
- Oh –suspiró ella cerrando los ojos ante la simple idea de
poder escoger. Sintió un profundo anhelo, como un torrente impetuoso que abriera
una grieta en el muro tras el cual ocultaba sus deseos más íntimos-. Hay tantos
lugares que quisiera conocer...
- Si pudiera viajar a cualquier parte, ¿adónde iría?
- A Italia... No, a Grecia... No, a Austria. – Abrió los
ojos y se echó a reír-. Me parece que es una suerte que no requiera sus
servicios, señorita, porque no sabría decidir adónde debería usted enviarme.
Los ojos de ella parecieron perforar los suyos, y poco a
poco dejó de reír. El peso de aquella intensa mirada la helaba y quemaba a un tiempo.
- ¿Ocurre algo? –inquirió.
- Debería hacer eso más a menudo, señorita Fujino.
- ¿El qué? ¿Mostrarme horriblemente indecisa?
- No; reír como ha hecho ahora. Se ha... transformado.
Shizuru no estaba segura de si era un cumplido, pero aún
así, pronunciadas con aquella voz aterciopelada, las palabras la envolvieron
como una confortable capa de miel.
- Dígame –susurró Natsuki-, si tuviera que escoger un solo
sitio, ¿cuál sería?
Por alguna extraña razón, Shizuru sintió que su corazón se asentaba.
- Italia –susurró-. Siempre he soñado con ver Roma,
Florencia, Venecia, Nápoles... todas las ciudades. Explorar las ruinas de Pompeya,
pasear por el Coliseo, visitar los Uffizi, contemplar las obras de Bernini y de
Miguel Ángel, nadar en las cálidas aguas del Adriático... –Su voz se fue
perdiendo en un vaporoso suspiro.
- ¿Explorar? –repitió Natsuki-. ¿Pasear? ¿Nadar?
Un repentino calor abrazó sus mejillas y experimentó una
súbita vergüenza al darse cuenta de que, con aquellas imprudentes palabras, de
manera inadvertida había revelado a aquella desconocida cosas que sólo había
compartido con Hiroshi.
Sintió una punzada de humillación. ¿Se estaría riendo de
ella? La miró entrecerrando los ojos, intentando ver los suyos, temiendo la burla
segura que iba a encontrar en ellos; pero para su sorpresa, la mirada fija de
ella no revelaba diversión alguna, sólo una profunda intensidad que,
extrañamente, la puso nerviosa y le suscitó cierta conmoción.
Deseosa de romper aquel incómodo silencio, apuntó:
- Supongo que nadie conoce su verdadera identidad.
Ella titubeó unos instantes y luego dijo:
- Si alguien la conociera, me costaría la vida.
- Sí, supongo que sí –Sintió solidaridad hacia ella-. Ha
escogido usted una vida solitaria, señorita, al perseguir tan noble causa. Supongo
que también por esa razón se hace pasar usted por hombre, para menguar
sospechas que puedan haber… no hay muchas mujeres que tengan la posibilidad de
hacer esto.
Ella asintió despacio, como sopesando aquellas palabras.
- Sí que lo es. Pero es un precio pequeño a pagar. Y espero…
o más bien le pido tenga la afabilidad de no revelarle este secreto a alguien,
ya que sería reducido el número de personas de las que podrían sospechar.
- Oh, no, no debe preocuparse por eso, le aseguro que no
revelare su secreto. Además yo... yo también suelo sentirme sola. Y conozco la
sensación de vacío que eso conlleva.
- Sin duda tiene amigos
- Algunos. –Hizo un gesto carente de humor-. En realidad,
muy pocos. Pero tengo a mi familia. Mi hermano pequeño y yo estamos muy unidos.
Con todo, a veces sería agradable...
- ¿Si?
Se encogió de hombros, pues de pronto se sintió cohibida.
- Tener a tu lado a una persona que no sea un niño y que te
entienda. – Fijo la mirada en su vestido arrugado, y a continuación volvió a clavarla
en ella-. Espero que algún día encuentre usted a alguien o algo que alivie su
culpa y su soledad, señorita.
Natsuki la contempló
y después, lentamente, alzó una mano y le pasó un dedo enguantado por la
mejilla.
- Yo también lo espero
Shizuru contuvo la respiración al sentir aquel breve
contacto que rozó su piel como una suave brisa. Incapaz de moverse, simplemente
se le quedó mirando, confusa por el insólito calor que palpitaba en su interior.
Antes de que pudiera analizar aquella sensación, ella se puso en pie con un
movimiento fluído y le tendió una mano.
- Vamos. Ha dejado de llover. Es hora de volver a casa.
- ¿A casa?
Sammie miró aquella mano extendida y se sacudió mentalmente
el estupor de la ensoñación. Sí, por supuesto. A casa. Donde le correspondía
estar, con su familia...
¡Santo cielo, su familia! Debían de estar desesperados.
Seguro que a esas alturas Rei ya había dado cuenta de su desaparición. El estómago
le dio un vuelvo de culpabilidad cuando cayó en la cuenta de que había quedado
tan cautivada por su secuestradora, que había olvidado lo preocupados que
debían de estar sus padres y Hiroshi.
- Sí –contestó al tiempo que ponía una mano en la de Natsuki
y le permitía que la ayudar a levantarse-. Debo irme a casa. –En realidad así
lo deseaba. Entonces ¿a qué se debía la sorda sensación de pesar que la inundaba?
Sin una palabra más, ambas salieron de la cabaña. Natsuki la
ayudó a montar y acto seguido hizo lo propio detrás de ella, sujetándola entre sus
firmes muslos. Su brazo la apretó contra su pecho. El calor que irradiaba su
cuerpo se filtró en el suyo, pero no obstante una legión de escalofríos le bajó
por la espalda.
- No se preocupe, no la dejaré caer.
Antes de que Shizuru pudiera asegurarle que no estaba preocupada,
partieron al galope atravesando el bosque. Esta vez, en lugar de miedo, no
experimentó otra cosa que felicidad. Cerró los ojos y saboreó todas las
sensaciones: el viento que le azotaba el rostro, el olor a tierra mojada, el
rumor de las hojas. Se imaginó que era una hermosa princesa abrazada por su
apuesto príncipe mientras cruzaban raudos el reino de camino a algún exótico
paraje. Unas fantasías tontas, pueriles. Pero sabía que los momentos pasados
con aquella heroína enmascarada constituirían un tesoro, y que jamás los viviría
otra vez.
Demasiado pronto, Natsuki detuvo el caballo. Shizuru abrió
los ojos y parpadeó. Distinguió unos puntos de luz a lo lejos, que le
recordaron las luciérnagas que había capturado.
- La mansión Fujino se encuentra detrás de esos árboles
–susurró él-.Me temo que su ausencia ha provocado alarma.
- ¿Cómo lo sabe?
- Escuche
Shizuru aguzó el oído y percibió el grave murmullo de unas
voces.
- ¿Quiénes son?
- A juzgar por el número de faroles que se ven y por la
multitud que se ha reunido en el prado, yo diría que ha venido media ciudad.
- Oh, cielos. Déjeme aquí e iré andando hasta la casa. No
quisiera que se arriesgase a que la capturaran.
Ella calló unos instantes, y Shizuru notó que estaba
escudriñando la zona.
- No parece que nadie vaya armado –le dijo al oído-. Así que
la llevaré con su familia. No quiero que se caiga en una zanja o que sufra una caída
en medio de la oscuridad. Sin embargo, me despediré de usted aquí, ya que,
lamentándolo mucho, necesitaré emprender una retirada precipitada.
- Gracias, señorita
- No hace falta que me lo agradezca. Era mi deber traerla a
su casa.
- No es por eso, aunque también se lo agradezco. –La miró
fijamente y sintió un nudo de emoción en la garganta. Forzó una sonrisa y
añadió-: Le doy las gracias por esta deliciosa velada que jamás olvidaré. Ha sido
una aventura maravillosa. –Bajó los ojos-. Siempre había deseado vivir una.
Natsuki le tomó la barbilla con los dedos enguantados y le
levantó el rostro.
- En ese caso, señorita Fujino, me alegro de haber podido proporcionarle
su maravillosa aventura.
- Le deseo que tenga buena fortuna en su empeño, señorita.
Lo que usted hace es algo muy noble y heroico. Y le aseguro que no revelare
nada que pueda ayudar a su captura.
Notó que ella sonreía por debajo de la máscara.
- Gracias. Y yo espero que usted llegue a explorar algún día
todos esos lugares con que sueña. Espero que todos sus sueños se hagan
realidad.
Y espoleó su montura. Salieron de la línea de los árboles y atravesaron
el prado a la carrera. Shizuru entrecerró los ojos para protegerse del viento,
mientras el corazón le latía con fuerza conforme iban acercándose al gentío.
Natsuki tiró de las riendas y el caballo se detuvo a menos
de tres metros de los reunidos. Shizuru se vio asaltada por un coro de exclamaciones
seguido de ansiosos murmullos. Natsuki la depositó en el suelo y luego se
volvió hacia el grupo de personas que los miraban boquiabiertas.
- Devuelvo a la señorita Fujino junto con mis excusas.
Acto seguido, dio un tirón a las riendas y su magnífico
semental se alzó sobre sus patas traseras altivamente. Shizuru, al igual que
todos los demás, contemplo azorada el asombroso espectáculo de la jinete enmascarada
cuya silueta se recortaba contra el resplandor de una docena de faroles. Miró a
su padre y vio cómo el monóculo se le caía al suelo.
En el instante en que sus cascos tocaron el suelo, el
caballo salió disparado al galope, la capa de su jinete ondeando a su espalda.
Al cabo de diez segundos los tragó la oscuridad.
- ¡Shizuru! –La voz de su padre, enronquecida por la
emoción, rompió el silencioso estupor.
- ¡Padre! –exclamó echando a correr, y él la estrechó entre
sus brazos con tanta fuerza que apenas podía respirar.
-shizuru-chan, mi querida niña. –Ella notó que tragaba y que
dejaba escapar un profundo suspiro-. Gracias a Dios. –Aflojó el abrazo y la apartó
un poco para recorrerla de arriba abajo con la mirada. -¿Estás bien?
- Estoy bien
Su padre bajó la voz y le preguntó:
- ¿Te ha hecho daño?
- No. Ha sido muy amable.
Él la examinó con detenimiento, tras lo cual, al parecer
satisfecho de verla ilesa, asintió con un gesto. Volvió los ojos hacia el
bosque y comentó:
- Supongo que no merece la pena perseguirlo. Está demasiado
oscuro y nos lleva demasiada ventaja. Además, lo único que importa es que estás
en casa sana y salva. –Introdujo la mano en el bolsillo de su chaleco-. Aquí
tienes tus gafas querida. Rei las encontró en el bosque.
Shizuru, agradecida, se las puso. La multitud se cerró sobre
ellos expresando su júbilo por verla sana y salva, al tiempo que lanzaban miradas
expectantes en dirección al bosque. Rei se secó las lágrimas con un pañuelo y
estrujó a Shizuru hasta que ésta creyó que se le iban a salir los ojos.
- Espero que nunca vuelva a darme otro susto como éste,
señorita Shizuru–le dijo, sonándose la nariz a fondo-. Me ha quitado diez años de
vida, ya lo creo. Y mi corazón ya no es el de antes.
Hiroshi le dio un brusco abrazo, aplastándola contra su
estrecho pecho y haciendo que la montura de sus gafas se le hincara en la cara.
- Oh, Shizuru-chan, nos has dado un susto de muerte.
Ella lo besó en la mejilla y le revolvió el pelo.
- Lo siento, cariño, yo...
En ese momento se abrieron de par en par las puertas
principales de la mansión Fujino.
- ¡Mi niña! ¿Dónde está mi niña?
Misato Fujino bajó presurosa los escalones y se abrió paso entre
la multitud. Se abalanzó sobre Shizuru con tanta energía que a punto estuvieron
de caer ambas al suelo. Sólo la mano del padre consiguió mantenerlas en pie. La
envolvió en un abrazo con aroma aflores que hizo crujir todos sus huesos y
gimió:
- Oh, mi pobre niña. –Apartó a Shizuru un paso hacia atrás y
le escudriñó el rostro-. ¿Estás herida?
- No, mamá, estoy bien.
- Gracias a Dios. –Emitió un gorjeo y se llevó una mano a la
frente.
El padre se adelantó y le advirtió con vehemencia:
- No se te ocurra desmayarte aquí, querida, o te dejaré
tirada donde caigas. Ya está bien de tus histerias por esta noche.
Misato no podría haberse mostrado más sorprendida ni aunque él
hubiera afirmado ser el rey Jorge en persona. Aprovechando su temporal
privación del habla, el padre alzó la voz y dijo a los presentes:
- Como pueden ver, Shizuru se encuentra bien. Gracias a
todos porvenir, pero ahora, si nos perdonan, desearíamos llevar a nuestra hija
a acostarse en una cama confortable.
Expresando sus mejores deseos, los vecinos se marcharon y
los sirvientes regresaron a sus alojamientos.
Cuando subían los peldaños de piedra que conducían a la
puerta principal, llegó un hombre a caballo.
- ¡Señor Fujino! –llamó.
Kenzuke se detuvo.
- ¿Si?
- Me llamo Sergay Wang. Soy el magistrado. Tengo entendido
que su hija ha sido secuestrada por el Ladrón
de Novias.
- Así es, señor. Pero tengo el placer de informarle de que
nos ha sido devuelta, e ilesa. –Señaló a Shizuru con un gesto de la cabeza.
El magistrado estudió a la joven con agudo interés.
- Es una feliz noticia, señor. No me consta que ese bandido
haya devuelto nunca a ninguna de sus víctimas. Es usted un padre afortunado.
Shizuru se ofendió al oír aquello pero, antes de que pudiera
protestar, el hombre continuó:
- Me agradaría hablar con usted respecto a su secuestro,
señorita Fujino..., si es que tiene ánimos para ello.
- Por supuesto, señor Wang. –Shizuru se alegró de tener una oportunidad
de desengañarlo de sus falsas ideas. ¡Con que un bandido!
- ¿Por qué no acompañas al señor Wang hasta la salita, Kenzuke?
– Sugirió la madre en un tono que no admitía discusión-. Shizuru y yo nos
reuniremos con vosotros dentro de un momento. Quisiera hablar un instante en
privado con ella.
- Muy bien –convino el padre-. Adelante, señor Wang.
–Entraron en la casa y cerraron la puerta tras ellos.
Cuando quedaron a solas, la madre se volvió hacia la hija.
- Ahora dime la verdad, cariño, ¿te ha hecho algún daño ese
hombre?¿De... alguna manera?
- No, mamá. Ha sido un perfecto caballero, y muy amable. Y
además se ha excusado por haberme secuestrado.
- Y bien que debía hacerlo, aunque he de decir que la culpa
de todo este episodio se la atribuyo al mayor Kanzaki. Es un hombre de lo más antipático,
querida, y me niego a permitir que te cases con él.
Shizuru intentó replicar, pero su madre prosiguió:
- Ahora no intentes convencerme de lo contrario, Shizuru.
Estoy completamente decidida, y también lo está tu padre. Bajo ningún concepto
te casarás con ese caradura del mayor Kanzaki. ¿Lo has entendido?
Confundida, pero sabiendo que era mejor no discutir, sobre
todo ahora que ya no iba a casarse con el mayor, Shizuru respondió:
- Pues... sí, mamá, lo he entendido
- Perfecto. Tengo una pregunta más que hacerte. –Se acercó
un poco y bajó la voz-: He leído todo sobre ese Ladrón de Novias en el Times.
Dicen que va vestido de negro como un salteador de caminos, y que además usa
una máscara que le cubre la cabeza. ¿Es verdad?
- En efecto
Un leve escalofrío sacudió los hombros de misato.
- También dicen que es fuerte y despiadado.
- Es muy fuerte, pero no despiadado. –Se le escapó un
suspiro-. Es gentil, atento y noble.
- Pero es un ladrón.
Shizuru negó con la cabeza.
- No roba dinero, mamá, posee dinero propio en abundancia.
Sólo quiere ayudar a mujeres que han sido obligadas a contraer un matrimonio no
deseado, a ser libres para iniciar una nueva vida, porque una persona a la que
él quería fue forzada a casarse con un hombre al que aborrecía.
La madre lanzó un profundo suspiro.
- Por muy noble que suene eso, la realidad sigue siendo que
tú has pasado varias horas en compañía de un hombre. Y sin acompañante. Hemos
de enfrentarnos al hecho de que eso podría acarrearte el fracaso social.
Shizuru no supo qué decir, ya que no había pensado en que su
aventura pudiera tener ese resultado. Aunque sabía perfectamente que no era en
absoluto cierta la afirmación de su madre, ya que no había estado con un
hombre, pero era algo que no podía revelarle, la facilidad de comunicación de
su madre era preocupante y no podía arriesgarse. En cuanto a lo que la gente
pudiera pensar o decir, era algo que le tenía sin cuidado.
Miró a su madre, y notó una sensación de pánico al fijarse
en el severo gesto calculador de sus ojos. Shizuru conocía demasiado bien aquella
expresión: era el infame “ha de haber un modo de transformar esta catástrofe en
una ventaja para mí” que invariablemente precedía a sus plantes más escabrosos.
Ya casi le parecía estar oyendo el ir y venir de sus pensamientos en la bonita
cabeza de su madre.
- Debes reunirte con tu padre y el señor Wang, Shizuru. Yo
iré dentro de un momento; necesito recuperarme.
- ¿Quieres que te traiga tus sales?
- No; me encuentro bien. –Acarició la mejilla de Shizuru-.
Es sólo que necesito un poco más de aire para centrar mis ideas. Ve tú, yo
llegaré enseguida.
Shizuru plantó un beso en su blanda mejilla y a continuación
entró en la casa, rezando por que cualquiera que fuese el plan que urdiera su madre
resultara menos desastroso que el del mayor Kanzaki.
A solas en los escalones de piedra, Misato se paseaba
nerviosa y rezaba por tener una inspiración. ¿Cómo demonios iba a impedir que aquel
secuestro fallido se convirtiera en un escándalo que deshonrase a la familia?
¿Cómo podría arrojar una luz positiva sobre lo sucedido? ¿Su hija raptada por
el bandido más famoso de Inglaterra? ¿En su compañía, sin carabina, por espacio
de varias horas? Dios bendito, le dolía la cabeza sólo de imaginarlo. Y el
hecho de pensar en la reacción de Midori le causó un gélido estremecimiento.
¿Qué diablos debía hacer una madre en una encrucijada así?
Miró a lo lejos, allí donde la luna acariciaba la línea de
árboles que formaba la linde del bosque, y se preguntó por el hombre que había secuestrado
a Shizuru.
Apretó los labios. Según Shizuru, era gentil, atento y
noble. Y poseía dinero en abundancia. Tal vez fuera un secuestrador, pero estaba
claro que era un secuestrador decente. Y rico. Hum.
No pudo por menos de preguntarse si estaría casado.
3 comentarios:
me encantooooooooooo XD ya quiero ver en nuevo cap *-*
wooooaaaaaaaa ame este capitulo
nat si que se ha fijado en shizuru..la cual no me imagino con gafas
y sin el encanto que la caracteriza
me pregunto como se encontraran de nuevo estas dos....sigue asi
que tu fic es MUY BUENo....
tu maner ade describir las escenas que tiene lugar es increible...
amy-kun
estuvo genial!!!!
Me encantoO!!!!
me mandaste a otro mundo
no pude parar de leer
no puedo esperar x la conti!!!!!
Me mueo x saber q es lo q planea la madre xD
Espero la conti con ansias ;D
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