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Sucedió con la velocidad de un rayo.
De rodillas para tomar delicadamente una luciérnaga en la
mano, Shizuru alzó la cabeza al percibir un rumor en los arbustos cercanos. A
continuación surgió de entre los árboles un caballo negro que saltó por encima
de un pequeño matorral. El corazón estuvo a punto deparársele por la sorpresa,
y acto seguido la embargó el miedo al darse cuenta de que el caballo se dirigía
directamente hacia ella.
Se puso en pie de un brinco y retrocedió a toda prisa.
Acertó a distinguir la silueta de un jinete que evidentemente no la veía a
ella, pues había virado en su dirección. Abrió la boca para advertirlo con un
grito, pero antes de que pudiera emitir siquiera un gemido, un fuerte brazo la
izó del suelo.
El aire abandonó sus pulmones con un sonoro suspiro y sintió
un latigazo en el trasero al verse depositada sobre la silla de montar de un golpe
que le hizo temblar todos los huesos. Las gafas salieron volando y la bolsa de
insectos se le escurrió entre los dedos. Pasó por su lado lo que parecía un
ramo de flores. Entonces oyó el grito angustiado de Rei:
- ¡Señorita Shizuru!
Un fuerte brazo la sujetaba como una barra de hierro, presionándola
de lado contra un cuerpo grande y musculoso, mientras el caballo se internaba
al galope en el bosque.
- No se preocupe –le susurró al oído una voz profunda y
aterciopelada, teñida de un leve acento
escocés-. Está perfectamente a salvo.
escocés-. Está perfectamente a salvo.
Sin habla a causa de la impresión, Shizuru intentó mover los
brazos, pero su captor la tenía atrapada por los costados con los suyos. Al
volver la cabeza se encontró con una máscara negra. El pánico le recorrió la
espalda y le atenazó la garganta. ¿Qué clase de loco era aquél? ¿Un salteador
de caminos? Pero en ese caso, ¿por qué se la había llevado en vez de
simplemente exigirle el dinero?
Entonces comprendió de pronto. Santo cielo, ¿estaba siendo secuestrada?
Sacudió la cabeza para despejarla. La lógica le decía que era una idea absurda,
pero el hecho era que estaba cabalgando en medio de la noche, cautiva de un
hombre enmascarado, lo cual indicaba que se trababa de un secuestro. ¿Por qué
motivo querrían secuestrarla a ella? Si bien su familia disfrutaba de holgura
económica, no era lo bastante rica para pagar un rescate exorbitante ¿Habría cometido
un error el raptor equivocándose de mujer? No lo sabía, pero tenía que escapar.
Aspiró tan profundamente como pudo y abrió la boca para
chillar. El sonido apenas había salido de su garganta cuando el brazo que la ceñía
por la cintura apretó con más fuerza y ahogó el grito hasta convertirlo en un
mero jadeo.
- No grite –le susurró al oído- No voy a hacerle daño.
Nada convencida, Shizuru abrió la boca de nuevo, pero se
detuvo al sentir los labios de él contra su oído.
- No quiero meterle un pañuelo en la boca, pero si es
necesario lo haré.
Shizuru se tragó el grito que le temblaba en los labios.
Aunque no era propensa al pánico, no pudo evitar el estremecimiento de alarma que
la recorría de arriba abajo.
- Le exijo que detenga este caballo y me suelte.
Inmediatamente.
- Pronto, muchacha.
- Ha cometido usted un error. Mi familia no puede pagar un
rescate.
- No es un rescate lo que busco. –Se inclinó más hacia ella
y su aliento le provocó un escalofrío-. No tema, señorita Fujino, ya está a salvo...
La invadió un pánico helado. El secuestrador sabía cómo se llamaba.
Así pues, no era un error de identidad. Pero ¿quién era él? “Está a salvo”. A
salvo. ¿De qué demonios estaba hablando? Por Dios bendito, debía de estar loco
de verdad.
- ¿Cómo es que usted...?
- Guarde silencio, se lo ruego –susurró él-. Ya hablaremos
cuando lleguemos a la casa.
¿Una casa? La inundó una nueva oleada de miedo, pero se
obligó a concentrarse. Respiró tan hondo como se lo permitió el brazo que la sujetaba
y rápidamente comenzó a sopesar sus opciones de manera lógica. Era obvio que no
podía razonar con aquel hombre, persuadirlo de que la soltase. ¿Tendría
intención de hacerle daños? La cólera barrió parte de su miedo, y apretó con
fuerza los labios; si aquel hombre tenía pensado herirla o forzarla, le
esperaba una buena pelea.
Escapar. Eso era lo que debía hacer, pero ¿cómo? El caballo
corría a galope tendido. Trató de revolverse un poco, pero el musculoso brazo
no hizo sino ceñirla con más fuerza, le oprimió las costillas y expulsó el aire
de sus pulmones comprimidos. Aunque lograra arrojarse de lasilla –lo cual, a
juzgar por la fuerza de él, parecía imposible-, sin duda la caída la mataría o
la heriría de gravedad. Y entonces quedaría a merced de su secuestrador.
Apartó aquel turbador pensamiento.
¿Quién diablos era aquel hombre? Observó su rostro
enmascarado con los ojos entornados. Tenía toda la cabeza cubierta por una máscara
negra. Había una rendija para la boca, dos orificios pequeños para la nariz y
unos cortes estrechos y oblongos para los ojos. Intentó determinar de qué color
eran, pero no pudo.
La aprensión le puso la carne de gallina al notar la
fortaleza de aquel cuerpo. Incluso a través de las varias capas de ropa, no
había forma de confundir la dureza de sus músculos. Su pecho, que presionaba
contra el costado de ella… su pecho… fue entonces que cayó en la cuenta de la
verdadera sensación que percibía en su costado. No se trataba del pecho plano
de un hombre, sino que podía sentir dos prominencias de tamaño considerable, no
de lleno pero estaba segura: no se trataba de un secuestrador sino de una
secuestradora. Lo que volvió más increíble la sensación de aquel cuerpo tan
fuerte. Los muslos que la acunaban eran como piedras. La secuestradora que la
sostenía como si fuera una muñeca en su regazo. No había manera de superarla
físicamente.
A menos que encontrara un arma para golpearla en la cabeza. Sintió
una perversa satisfacción ante la idea de dejar inconsciente a aquella bandida.
Por desgracia, iba a tener que esperar hasta que llegasen al
destino que ella tenía en mente. Entonces huiría, ya fuera propinándole un porrazo
o superándola en inteligencia.
Mientras tanto, se obligó a centrarse en lo inmediato. Se
estaban adentrando profundamente en los bosques, pero sin sus gafas, toda referencia
que pudiera haber reconocido era un mero borrón. Entre los árboles se filtraban
brillantes rayos de luz de luna, pero aún así el camino quedaba sumido en la
oscuridad. Shizuru se maravilló de que su secuestradora pudiera ver siquiera,
entre la oscuridad y la máscara que llevaba puesta.
Avanzaron durante casi una hora, pero por más que lo intentó
no consiguió distinguir dónde se encontraban. El brazo que la sujetaba no cedió
en ningún momento, y ella se obligó a no pensar en la poderío del fuerte cuerpo
femenino que la ceñía. Sentía las posaderas doloridas y le picaban los brazos
por la falta de circulación debida al fuerte abrazo.
Por fin el caballo aminoró la marcha y comenzó a avanzar al
trote. Era obvio que se aproximaban a la casa que ella había mencionado, pero,
sin las gafas, Shizuru no la distinguió en la oscuridad. No tenía la menor idea
de dónde estaban, y se preguntó si ella no habría cabalgado apropósito en
círculos para despistarla. Con todo, para cuando detuvo el caballo, ella ya
tenía planeada su estrategia. Era simple, clara y lógica: apearse del caballo,
buscar un objeto con que atizar a su secuestradora, darle sin miramientos,
volver a subir al caballo y buscar el camino de vuelta a casa.
El secuestrador tiró de las riendas y el animal resopló.
Entornando los ojos, Shizuru distinguió el contorno de una casa de campo. Su captora
desmontó y la depositó en tierra. Ella sintió frustración al comprobar que sus
rodillas, hechas gelatina, amenazaban con doblarse; si ella no la hubiera
sostenido por los brazos, se habría derrumbado. ¿Cómo iba a atacar a aquella
libertina si ni siquiera era capaz de mantenerse en pie? Hizo rechinar los
dientes y afianzó las rodillas, al tiempo que rezaba por recuperar rápidamente
la sensibilidad en sus miembros entumecidos.
- Diablos, ¿le he hecho daño? –Aquel ronco susurro contenía
una nota de preocupación que sorprendió a Shizuru. Antes de que pudiera responder,
ella la tomó en brazos y la llevó hacia la casa-. No debería haberla apretado
con tanta fuerza, pero es que no podía dejar que se cayera. Vamos dentro y le
echaré un vistazo.
Shizuru juró en silencio que si ella intentaba echarle un
vistazo le arrancaría los ojos. Tenía ganas de aporrearla con los puños, pero, para
su disgusto, sus brazos mostraban tanta fuerza como un puré de gachas. No
obstante, un hormigueo le ascendía por los miembros y le recorría la piel,
indicación segura de que pronto se recuperaría.
Tal vez fuera mejor que ella la creyera débil e indefensa;
eso seguramente le haría bajar la guarda. Y entonces ella podría buscar en la
casa algo que le sirviese de arma –un cuchillo afilado, un atizador para el
fuego- y escapar.
La mujer abrió la puerta y entró, tras lo cual la cerró con
el pide. En la chimenea ardía un fuego mortecino que bañaba la pequeña
habitación con un pálido resplandor dorado. Shizuru parpadeó, miró alrededor, y
el alma se le cayó a los pies.
La estancia estaba vacía. Ni muebles, ni alfombras, ni nada
que se pareciera a un arma.
Las botas de la secuestradora resonaron en el suelo de
madera cuando se acercó al fuego. Shizuru recorrió con la mirada la repisa de
la chimenea con la esperanza de ver un candelabro, pero, al igual que el resto
de la habitación, la repisa estaba desnuda. Sin embargo, sus esperanzas
renacieron cuando su visión borrosa reparó en lo que parecía un conjunto de
herramientas de bronce para la chimenea, apoyadas contra la pared de enfrente.
Se encontraban demasiado lejos, pero ya buscaría la manera de hacerse con una;
lo único que necesitaba era tiempo.
Su captora se arrodilló y la depositó en el suelo, junto a
la chimenea, con una suavidad que la sorprendió. En el instante en que la
soltó, ella retrocedió hasta dar con la espalda en la pared.
- No se acerque –le ordenó, orgullosa de que no le temblara
la voz-. No me toque.
Ella se quedó inmóvil. Shizuru la miró fijamente, deseando
tener las gafas para poder verla con claridad. Aunque apenas distinguía sus
ojos entre las rendijas de la máscara, percibía el peso de su firme mirada.
- No tiene nada que temer, señorita Fujino. Sólo deseo
ayudarla...
- ¿Ayudarme? ¿Secuestrándome? ¿Reteniéndome contra mi
voluntad?
- No es contra su voluntad. –Inclinó la cabeza y añadió con
voz ronca-:Alégrese, tiene ante usted al Ladrón
de Novias, que ha venido a rescatarla.
Natsuki la observó a través de las aberturas de la máscara y
esperó a que el alivio y la alegría sustituyeran la aprensión que le
ensombrecía los ojos.
Pero la señorita Fujino la contemplaba con una mirada vacía.
- ¿El Ladrón de Novias? ¿A rescatarme?
Pobre mujer. Era evidente que estaba aturdida por la
gratitud.
- Pues sí. Estoy aquí para ayudarla a empezar una nueva
vida..., una vida de libertad. Sé que no desea casarse con el mayor Kanzaki.
Ella abrió unos ojos como platos.
- ¿Qué sabe usted del mayor Kanzaki?
- Sé que es su prometido y que quieren obligarla a casarse
con él.
Su expresión cambió de inmediato, y un inequívoco gesto de fastidio
cruzó su semblante.
- Ya estoy harta de que la gente me diga que estoy comprometida.
– Irguió la espalda y la señaló con el dedo puntualizando cada palabra-:El
mayor Kanzaki no es mi prometido, y no voy a casarme con él.
Natsuki se quedó perpleja y con una súbita sensación de
malestar. ¿Qué no era su prometida? Maldición, ¿había raptado a otra mujer? ¿Por
eso no daba saltos de alegría porque él la hubiese rescatado?
La recorrió con la mirada fijándose en su aspecto
desaliñado. El sombrero le colgaba del cuello, por las cintas. Su despeinado
cabello castaño le rodeaba el rostro, y varios mechones sueltos le sobresalían tiesos
hacia arriba de un modo que le recordó los cuernos de un diablo... una
desafortunada comparación, dadas las circunstancias. Sus ojos parecían enormes
en aquella cara, una cara pálida que mostraba una expresión de claro disgusto.
Desde luego no era una expresión que soliese ver en los rostros de las mujeres
que rescataba.
- ¿No es usted Shizuru Fujino? –le preguntó.
Ella la miró ceñuda y apretó los labios. Maldita mujer
obstinada. Se inclinó más hacia ella e hizo caso omiso de la punzada de
culpabilidad que sintió cuando vio brillar en sus ojos un destello de pánico.
- Conteste a la pregunta ¿Es usted Shizuru Fujino?
Ella asintió con gesto rígido.
- Sí, lo soy.
La abrumó un sentimiento de confusión. Había acertado con la
mujer. Diablos, ¿sería incorrecta la información de Kaiji? Si era así, había
cometido un error terrible. Se obligó a conservar la calma y estudió a la
joven.
- Tengo entendido que su familia lo ha arreglado todo para
casarla con el mayor.
Shizuru lo observó con mirada cauta.
- Así es, pero como yo jamás en mi vida he visto un plan
menos apetecible, por no decir idiota, he desarreglado lo que arregló mi
bienintencionado pero mal aconsejado padre.
El malestar de Natsuki se triplicó.
- ¿Cómo dice?
- Esta tarde ha ido a ver al mayor Kanzaki y le he explicado
que, aunque lo tengo en alta estima, no siento el menor deseo de casarme con
él.
- ¿Y él se ha mostrado de acuerdo?
Shizuru desvió la mirada y un rubor carmesí le tiñó las
mejillas.
- Pues... sí, al final.
Natsuki apretó los puños al ver el embarazo de ella.
Maldición, ¿habría intentado el mayor tomarse libertades con ella?
- ¿Al final?
Ella la observó entrecerrando los ojos y luego se encogió de
hombros.
- No es que le concierna a usted, pero incluso después de
explicarle con toda la cortesía del mundo que no deseaba casarme con él, me
temo que el mayor se mostró todavía un tanto... insistente.
Por Dios, aquel maldito en efecto la había tocado.
Sintiéndose confundida, Natsuki alzó las manos para tocarse el pelo, pero se
topó con la máscara que le cubría la cabeza y solo alcanzo a rosar ligeramente
la coleta que sobresalía.
Shizuru se aclaró la garganta.
- Sin embargo, por suerte para mí, en cuanto el mayor
finalizó su largo discurso de “por supuesto que se casará usted conmigo, ya se
han llevado a cabo todos los preparativos”, fue cuando apareció Hachi. Y salvo
bastante bien la situación.
Natsuki dejó escapar el aliento que no sabía que estaba
conteniendo.
- ¿Hachi? ¿Es su cochero?
“que nombre tan raro
para un cochero” pensó.
- No. Mi cochero es Rei. Hachi es mi sapo.
Natsuki supo que si no fuera por la ajustada máscara, se le
habría descolgado la mandíbula.
- ¿Su sapo? ¿Y dice que salvó la situación?
- Sí. A Hachi le gusta acurrucarse en mi redecilla y
acompañarme cuando salgo en el carruaje. Casi me había olvidado de él hasta que
dio un salto y fue a aterrizar justo en una de las relucientes botas del mayor.
Cielos, nunca he visto semejante revuelo. Cualquiera hubiera pensado que lo
habían despojado de su rango, a juzgar por su reacción. Es asombroso que un
hombre que afirma haber realizado tantas heroicidades militares pueda tener
tanto miedo y aversión a un sapo. –Meneó la cabeza-. Naturalmente, al ver que
ponía tantos reparos a Hachi, pensé que lo mejor era advertirlo sobre Nana y
Yuki.
Divertida, Natsuki inquirió:
- ¿Más sapos?
- No. Un ratón y una culebra de jardín. Los dos son
totalmente inofensivos, pero el mayor Kanzaki se puso bastante pálido, sobre
todo cuando le insinué que ambos se alojaban en mi dormitorio.
Medio divertida y medio horrorizada, Natsuki preguntó:
- ¿De veras?
Ella le dirigió una mirada miope de inconfundible y
contenida picardía.
- No, pero sólo insinué. No se me puede considerar
responsable de las suposiciones incorrectas que pueda hacer el mayor, ¿no cree?
- Cierto. ¿Y qué ocurrió después?
- Bueno, mientras perseguía a Hachi por toda la habitación,
de una forma que el mayor describió más tarde como “deplorable y nada
femenina”, me pareció que sería justo compartir con él algunas de mis otras
aficiones.
- ¿Cómo cuáles?
- Cantar. Alcé la voz para entonar lo que para mí era una
versión particularmente bien interpretada de Bárbara Allen, pero me temo que el
mayor opinó que mi voz era menos que aceptable; creo que la palabra que musitó
por lo bajo fue “espantosa”. Pareció bastante alarmado cuando le informé de que
todos los días canto varias horas. Y se alarmó todavía más cuando le hablé de
mis planes para convertir su salita en un laboratorio. En realidad, armó mucho
alboroto, incluso cuando le aseguré que las pocas ocasiones en que mis
experimentos habían terminado provocando un incendio, las llamas se habían
apagado enseguida sin causar apenas daños.
Diablos, aquella joven constituía una amenaza. Pero no se
podía negar que era inteligente.
- ¿Puedo preguntar qué siguió a continuación?
- Pues que a Hachi, que estaba resultando imposible de
capturar, le pareció oportuno saltar al regazo del mayor. Cielo santo, jamás
habría imaginado que ese hombre tenía tal... agilidad. Cuando por fin atrapé a Hachi
y lo devolví a la redecilla, y luego convencí al mayor de que se bajase del
pianoforte, él se mostró bastante dispuesto a conceder que no formaríamos buena
pareja. –Su expresión se tornó fiera-. Y cuando volvía a mi casa, decidida a
contar a mis padres la disolución de mi compromiso, usted me secuestró de esta
manera tan maleducada. Tal vez ahora quiera tomarse la molestia de explicarse.
Momentáneamente privada del habla, la mente de Natsuki funcionó
a toda velocidad para deshacer el atroz enredo en que se había metido. Se
incorporó y miró fijamente a Shizuru, en cuyos ojos destelló un inconfundible
recelo al tiempo que retrocedía aún más, un gesto que molestó todavía más a
Natsuki.
- Deje de mirarme como si fuera un asesino a punto de
descuartizarla – exclamó con un ronco gruñido-. Ya le he dicho que no voy a
hacerle daño. Sólo intentaba ayudarla. Soy a quien llaman el Ladrón de Novias.
- Ya lo ha dicho, y además en un tono que sugiere que yo
debería conocerlo, pero me temo que no es así. Además no entiendo porque se
hace pasar por hombre y se refiere a usted misma como tal si realmente es una
mujer.
Natsuki se la quedó mirando, estupefacta. ¿Había oído mal?
- No es culpa mía que los periódicos hablen de mí como si
fuera un hombre, pero ¿Acaso nunca ha oído hablar del Ladrón de Novias?
Ya que los periódicos y la policía hablaban de ella como
hombre, prefirió seguir el juego pues le pareció que de esa manera seria más
difícil que descubrieran su verdadera identidad.
- Me temo que no, pero por lo visto debe de ser usted –La
recorrió con los ojos de arriba abajo, dos veces, y de hecho a ella le ardió la
piel bajo aquella cáustica mirada-. No puedo decir que esté encantada de conocerla.
- Por todos los santos, muchacha. ¿Es que nunca lee los
periódicos?
- Por supuesto que sí. Leo todos los artículos concernientes
a la naturaleza y a temas científicos.
- ¿Y las páginas de sociedad?
- No pierdo el tiempo con semejantes memeces –Su expresión
de desprecio sugería que la consideraba muy poca cosa si su nombre aparecía
sólo en las columnas de sociedad.
Natsuki enmudeció de pura incredulidad. Abrió la boca para
hablar, pero no le salieron las palabras. ¿Cómo era posible que esa chica no supiera
nada del Ladrón de Novias? ¿Es que
vivía en una mazmorra? No pasaba un solo día sin que se hablara del Ladrón de Novias en los clubes de
Londres, en Almack’s, en las posadas rurales y en todas las publicaciones del
reino.
Y sin embargo, la señorita Shizuru Fujino jamás había oído hablar
de él, o mejor dicho, de ella.
En fin, maldita sea.
Si no estuviera tan confusa por aquel hecho, se habría reído
de lo absurdo de la situación... y de su propia vanidad. Resultaba obvio que no
era tan famosa como creía.
Con todo, su diversión se desvaneció rápidamente cuando comprendió
la gravedad de su error. La señorita Fujino no estaba siendo obligada a
contraer matrimonio. Había raptado a una mujer que no necesitaba su ayuda. Y
ahora el Ladrón de Novias tendría que
hacer algo inaudito: devolver a una mujer a la que había rescatado.
Una mujer que lanzaba miradas hacia el atizador de hierro
con un brillo en los ojos que indicaba que le gustaría utilizarlo para atizar
un golpe a su cabeza. Cerró los ojos con fuerza y maldijo en silencio su mala
suerte.
Al diablo con todo; ser el personaje más célebre de toda
Inglaterra era a veces un verdadero incordio.
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3 comentarios:
Me encantoO!
pobre Natsuki... se metio en un gra lio
es muy interesante
no puedo esperar x el prox capi
PD: a lo mejor me leo el libro ;D
jajaja esta super ^^ por favor siguela que te esta muy interesante =)
Pobre Nat.. ojala Shizuru no la mate mientras intenta regresarla a casa ^^
jajajaja
me he pasado por aqui y he encontrado este fic nuevo!
muy buena tu manera de narrar los hechos..sigue asi!!
me a agradado tu historia no tardes en actualizar!!
.
amy-kun
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