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Actualizaciones 15/Julio

lunes, 4 de junio de 2012

lunes, 4 de junio de 2012

Cap.3 "El final es solo el comienzo" de Nich'ya


CAPÍTULO III: TAMEIKI

(SUSPIRO)

Escucho el suave tic-tac del bonito reloj que cuelga de la blanca pared de mi habitación. Veo las hojas vacilar en las débiles ramas del viejo cerezo que a veces araña mi ventana. Huelo el aroma floral del detergente que han usado para lavar las sábanas, que impecables, cubren mi cuerpo. Degusto el amargo sabor de mi saliva, al no haber consumido alimentos hace varias horas. Siento la suave funda de la almohada que abrazo, desde que me recosté para intentar dormir.

Y a pesar de la belleza y suavidad que me rodean; todo se escucha, se ve, huele, sabe y se siente… Vacío.

Ya han pasado un par de horas desde que abrí los ojos, sin que nada realmente me despertara. Ya han pasado un par de horas desde que el sol asomó en el horizonte. Y sigo sin ánimos de levantarme. He soñado otra vez; con amplios campos y espesos árboles, con el viento en mi cabello y la lluvia en mi rostro. Con blanco y negro, con verde y lila. Sonrío apenas… Con verde y lila. 

Cambio mi posición en la cama, y decido mirar el insípido techo. El gentil reloj despertador empieza a sonar y hago una mueca de superioridad. Otra vez le gané. Lo apago, bajo de la cama con cuidado y observo mi habitación. A veces se siente como si nadie viviera aquí. Suspiro molesta. Quizá debería ponerle algo de color, pero fallo estrepitosamente al intentar pensar en una debida re-decoración. Le doy un vistazo a la cama de abajo de la litera en la que duermo. Sin sábanas y fría. Nunca he tenido compañera de habitación, lo cual es algo curioso dado que muchas muchachas han presentado las solicitudes pertinentes. Otousan siempre se ha opuesto a que alguien viva conmigo. Ya va más de un año que voy en esta escuela y mi padre nunca ha cedido en su postura. Y dada las influencias que ejerce, la directiva escolar sólo cede. Aunque debo confesar que el 50% de rechazos de las solicitudes presentadas, son mi culpa. No lo sé explicar, pero ninguna de ellas es lo que busco. Lo que anhelo.

Suspiro cansada. Ya han pasado varias noches en las que termino exhausta por la rutina escolar, pero soy incapaz de dormir. Cierro los ojos por minutos y los abro entre sobresaltos. Tal vez sea la tensión de las elecciones escolares, aunque realmente no me importa si gano o pierdo. Sólo lo he hecho por complacer a Suzushiro-san. Mi enérgica jefa de campaña y mi mejor amiga. Es una persona fuerte y orgullosa, que imbuye a todos con su energía… O los arrastra con su desborde. No somos las más cariñosas de las amigas, con ella siempre retándome, y yo de tanto en tanto burlándome, pero la respeto y estimo lo suficiente, como para llamarla ‘amiga’.

Tomo una ducha rápida y cálida, para despejarme un poco. Al terminar me observo en el espejo. Sin duda, mi rostro revela mis insomnes noches, pero una falsa sonrisa encubre todo, encandilando a mis compañeros y distrayendo a mis compañeras. Dejo de sonreírle al espejo, y bajo la vista hacia mis manos. El silencio ensordece mis oídos. El vacío… Me llena de tristeza. Hace mucho que no lloro, hoy no romperé mi récord. Llorar no sirve de nada…

Termino de vestirme, mientras observo mi uniforme. Mi falda plisada y corta, la camisa blanca, el chaleco tan gris como mi falda y una cinta negra y delgada, que funge como corbata de lazo; acabo de anudarla y evalúo mi imagen en el espejo de pie que descansa en una esquina de la habitación. Quizá hoy sea el último día que use el uniforme regular. Si llego a formar parte del Consejo Estudiantil, usaré la versión ejecutiva de este uniforme, y cambiaría el gris por el negro. Concluyo que ello realmente no es importante y me coloco el ligero saco de botones, que va a juego con la falda y el chaleco. Guardo mi celular en un bolsillo de la falda y cojo mi maletín, para encaminarme al comedor y conseguir algo para desayunar. Abro la puerta y siento esta imperiosa necesidad de voltear a ver la litera en la que duermo; una vez más un sentimiento de tristeza me aguijona el corazón al ver la cama de abajo vacía y fría. Frunzo el ceño ante mi reacción y dando media vuelta me dirijo a mi destino. Ya de camino a mi aula, mi móvil empieza a vibrar.


- Hola, otousan . – Respondo muy segura, pues nadie más tiene mi número.

- Shizuru-san… ¿Cómo te sientes hoy? – Escucho su rasposa voz al otro lado de la línea.

- Bien, como siempre.

- ¿Nerviosa por las elecciones? – Pregunta con indistinguible ansiedad.

- Sí, mucho. Sabes cuánto quiero obtener la victoria. – Miento con descaro, fingiendo entusiasmo.

- No te preocupes. Seguramente ganarás. Nadie en esa escuela comparte tus virtudes.

- Eso espero, papá. – Sonrío ante su respuesta nublada por el afecto y cegada por la subjetividad.

- Hablamos luego. Cuídate mucho, Shizuru-san. – Se despide, con entusiasmo.

- Sí, otousan. – Le digo con sincero cariño.


Me detengo unos momentos en el pasillo, acercándome al enorme ventanal que en paralelo, le recorre. Sostengo mi maletín con ambas manos y observo las nubes que traviesas, bailan en el azul cielo. Otousan… Me gusta llamarle así; a pesar de que sé que Sakomizu Kaiji no es mi verdadero padre. Mis padres fallecieron cuando yo aún era pequeña, ambos de una afección al corazón, pero sólo la de mi padre congénita. Cuando nena visité algunos hospitales, y es que a mamá le aterraba la idea de que yo hubiese heredado la enfermedad de papá. Una de las pocas cosas que recuerdo de mi niñez en su hermosa sonrisa al recibir la noticia de que no fue así.

Sí… Mi padre también se llama Sakomizu Kaiji, a pesar de que su sangre no corre por mis venas. Eso es totalmente irrelevante. Es él quien siempre me ha cuidado. Ha velado por mi educación y mis alimentos. Me ha criado con valores y enseñanzas. Ha soportado mis desplantes y ha reído mis alegrías. Me ha aceptado tal como soy, sin maldecir el hecho de que a veces, realmente, soy una carga. Por eso, me gusta llamarlo ‘otousan’, porque a nadie más en este mundo podría llamarle así. Pero debo reconocer que su cariño le ha cegado por completo y ha tendido a sobreprotegerme de casi todo. Creo que siente un genuino temor a perderme, ya sea por alguien más, o para siempre. Suspiro algo resignada. Será lo que deba ser, otousan.

Veo mi reloj de pulsera; con razón esto estaba tan callado, y es que aún es temprano. Disfruto del paisaje unos minutos más y cuando más desconectada del mundo estoy, empiezo a escuchar pasos… Decenas y cientos de ellos. Los alumnos han empezado a llegar. Y con ellos, llegan las sonrisas zalameras, las hipócritas, las dulces, las tiernas, las serenas, las tristes, las diplomáticas, las dizque conquistadoras y las radiantes. Todos me saludan con alguna de esas sonrisas, y las muchachas que, debo decirlo, me elevan el ego, vienen hacia mí con ese, hasta melodioso, ‘onee-sama’. Me en-can-ta. Y es que yo también tengo mi corazoncito y de vez en cuando me gusta que me hagan sentir bien. Ah, pero si alguna vez despliego mis armas de seducción, no lo sé aún. Falta un ingrediente importante en la receta... Que aparezca la persona indicada que haga nacer en mí las ganas de conquistarla y no dejarla ir.


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En una banca alejada de aquel parque cercano a la escuela más importante de la región, Natsuki tamborileaba los dedos sobre la tapa del libro que había estado leyendo, esperando impaciente por algo de información. La ansiedad le ganaba la partida y no pudo hacer otra cosa que pasearse por el parque, pero antes de que diera más de 5 pasos, apareció por quien estaba esperando.

- La impaciencia es tu mayor defecto. – Dijo entre leves risas, Mai.

- Idiota… ¿Por qué te has demorado tanto?

- ¿Así me agradeces que te sirva de puente, de nexo, entre tú y tu trabajo?

- No es un simple trabajo y lo sabes. Y también sabes que no debo acercarme a Fujino-sama.

- Sí, sí… Tan sacrificada tú. Bueno, ¿por dónde debo comenzar?

- Salud.

- Según yo, se encuentra bien, pero tiene problemas para dormir.

- Bueno, quizá la campaña electoral la está desgastando más de lo debido.

- Es lo más probable. Por el resto, debo decir que tu protegida es muy tranquila. Ha sido una mañana rutinaria y sin sobresaltos. He dejado las cosas en el inicio de las votaciones.

- Vale, muchas gracias.

- Sin embargo, debo decir que he sentido presencias no humanas cerca de ella.

- ¿De qué hablas?

- No estoy segura, era como si estuvieran camuflándose, pero había algo distinto ahí.

- Diablos… - Susurró Natsuki, desapareciendo de la vista de Mai.

- Hey, hey, ¿no que no debes acercarte a ella hasta los 17?

- Sí.

- ¿Y se puede saber qué hago siguiéndote a su escuela?

- Mira, no puedo quedarme quieta sabiendo que algo la está rondando.

- Está bien, está bien. – Accedió Mai, empezando a sentir las energías de los presentes en el pasillo.


Caminaron un poco por distintos ambientes de la institución, fijándose que la mayoría estaban vacíos, debido a que el alumnado se hallaba votando. Sin embargo, Natsuki se alertó.


- Lo tengo. – Dijo acelerando el paso hasta quedar detrás de un muchacho.

- ¡Espera, Natsuki! ¡No puedo sentir nada! – Gritaba, Mai.

- Sé que me escuchas, elfo… ¿Qué haces aquí? – Esgrimió amenazante, la morena, sin irse con rodeos.

- Banshee… - Murmuró el amenazado, dándose vuelta para encarar a Natsuki.

- Oh, perdón, mi error… ¿Qué haces aquí, elfa?

- No soy…

- Sí, sí… A mí no vas a engañarme. ¿Qué haces aquí? Sora-sama nunca les había ordenado acercarse tanto a Fujino-sama.

- Podría increparte lo mismo.

- ¡Respóndeme! – Exigió la banshee, sujetando a la elfa por el cuello del gakuran que estaba usando.

- ¡Suéltame, salvaje! – Intentó la joven zafarse de las manos de la banshee, sin éxito.

- Si me respondes, prometo no seguir dejándote en ridículo, pequeña elfa.

- Los drow han estado movilizándose y Sora-sama quiere que vigilemos de cerca a Shizuru-sama. – Confesó, hablando con dificultad, por la presión que Natsuki hacía cerca de su cuello.

- Mai, espérame aquí. – Dijo la morena, sujetando a la elfa del brazo y desapareciendo junto a ella.

- Al parecer tenemos una situación… - Anunció Natsuki, lo más calmada que pudo, soltando a la elfa y caminando hacia el trono de Sora.

- Kuga-san… Veo que has encontrado a un miembro de mi guardia real…

- ¿Ella es miembro de la guardia? No lo tome a mal, Sora-sama, pero no me tomó nada derrotarla.

- Bah, seguramente la cogiste con la guardia baja… Los elfos somos…

- Pacíficos. – Interrumpió, Natsuki. – Usted debió haber recurrido a mí, señor.

- Tonterías. Los elfos somos criaturas superiores.

- Sin que ello deje de ser cierto, no son los mejores guerreros. Son seres mágicos, señor, y esa característica no les vale mucho en el mundo de los humanos. Necesita de mí. Soy la guardiana de Fujino-sama. Permítame acercarme.

- No necesito de una banshee… Shizuru no necesita nada más que a su familia.

- Pero señor…

- ¡Pero nada!

- ¡NO! Yo tengo una misión, un deber y una promesa que cumplir. Si debo adelantar el momento de mi aparición, así será. Yo también pasé a formar parte de la familia de Fujino-sama el día que me coloqué este anillo, y si no le gusta, lamento mucho decirle que no me interesa. Así que escúcheme bien, porque sólo lo diré una vez: Yo protegeré a Fujino-sama. Yo soy la que va a estar a su lado. Yo soy la que alejará cualquier amenaza. Yo soy la encargada de su seguridad y bienestar. ¡YO! ¿Me entendió? Y si tiene algún problema con ello, hable con mi jefa. – Finalizó, Natsuki, desapareciendo.

- Esa muchachita ciertamente tiene agallas. Me agrada. Okuzaki-san, ve de regreso a la escuela de mi nieta y obedece lo que Kuga-san pueda decidir por el bienestar de Shizuru.

- Sí, señor. 

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- ¡¿Que tú hiciste qué?! – Preguntó exaltada, Mai.

- Lo que escuchaste.

- ¿Acaso has perdido la cabeza?

- No, y la verdad me alegro de haberlo hecho. Ahora cierra el hocico y dime cómo diablos apareceré en esta escuela sin levantar suspicacias o sospechas.

- Yo puedo ayudarte en eso. – Respondió una voz desde el árbol que se hallaba detrás de ellas.

- Ah, eres tú… Bien, dime qué harás.

- Soy Okuzaki Akira. Y como bien le dijiste a Sora-sama, somos seres mágicos… Unos cuantos arreglos y aparecerás en este mundo con un historial, una vida, y como alumna transferida.

- ¿Qué opinas, Mai?

- Me parece genial. Además el hechizo será para ellos, no para ti. No corres ningún riesgo.

- Bueno, lo dejo en tus manos, Okuzaki.

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Al parecer mi entretenimiento del día será observar por las ventanas. Ya estoy aquí casi una hora y aún no dan los resultados. Suzushiro-san ya está peleándose con el comité electoral y no puedo evitar reírme disimuladamente al presenciar ese espectáculo. Veo como se relaja y sonríe con enormidad. Creo que acaba de recibir una buena noticia. Viene a mí corriendo y me dice que soy la nueva Presidenta del Consejo Estudiantil; veo esa chispa de satisfacción en sus ojos tan distintiva de ella. Sonrío complacida al verla tan contenta. Sé que haremos un buen trabajo.

Lo que queda de la tarde fue demasiado atareada… Yendo de aquí para allá, hablando con maestros y alumnos, dando el discurso correspondiente y recibiendo mi nuevo uniforme, además de las llaves de la sala del Consejo y un sinfín de cosas más. Consejos y recomendaciones es lo único que escucho. Felicitaciones y halagos es lo que me regalan. Finalmente termino todo y me deshago de todos. Quiero estar sola unos momentos. Quiero escuchar mis propios pensamientos unos instantes.

Me pregunto si esto le hubiera gustado a mamá. Y a pesar de lo mucho que otousan me ha dicho, por teléfono, que se siente orgulloso de mí, no puedo evitar cuestionarme, si esto hubiera hecho feliz a mamá. Si le hubiera alegrado saber que su hija es… Un fracaso. Toda mi vida he hecho las cosas por alguien más, pero nunca porque era lo que yo verdaderamente quería. Quizá fue la sobreprotección de otousan, quizá fue mi propia soledad, quizá fue el miedo de perder lo que tenía, pero nunca he tomado un verdadero riesgo. Nunca he apostado mis ilusiones y sueños. He fracasado en lo que llevo de vida. Suspiro derrotada.

Me siento en lo que será mi escritorio de ahora en adelante y me recuesto un poco en la silla giratoria. Creo que hoy sí dormiré más. Echo un vistazo a la pila de papeles que yacen en una mesa cercana a la mía y aunque refunfuñando internamente, me acerco a revisar. Miles de cosas por discutir, examinar, proponer, aceptar… De sólo ojearlas ya me siento aburrida. Y sólo me interesa una cosa: Los traslados. Una alumna se va y dos llegan. Genial, mañana tendré que actualizar la base de datos de esto, y debo pedirle una instantánea al departamento de fotografía para sus archivos personales. Yuuki y Kuga. Mañana las conoceré.

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- Dioses… Luzco terrible.

- Así es el uniforme, Natsuki-chan. – Decía, Mai, mientras acomodaba el corbatín de Natsuki.

- Okuzaki, ¿son muy estrictos con el uniforme? – Preguntó mortificada, la morena.

- Bueno, debes usar la indumentaria escolar. Por lo menos la falda.

- ¿Qué más tienes ahí?

- La ropa para ejercitar.

- Esto es frustrante… Deja de moverte, Natsuki. – Rezongaba, la pelirroja.

- ¿No hay algo así como una sudadera? – Preguntó, la morena, intentando quedarse lo más quieta posible.

- Bueno, se supone que estás en el club de atletismo… Puedes usar esa sudadera. Además tiene el escudo de la escuela y viene con capucha.

- ¡Oh! ¡Eso suena genial! – Exclamó, Natsuki, zafándose de Mai y quitándose lo que ya traía puesto.

- Pero, Natsuki-chan… Te veías tan elegante. – Suspiró vencida, la otra banshee.

- Esto me da mejor. – Explicó su compañera, colocándose el chaleco gris sobre la sudadera negra. – Sí, ahora sí parezco yo. – Finalizó orgullosa.

- Bueno, si ya hemos acabado con eso. Aquí tienes algunos documentos personales y el horario de clases. Además de esto. – Entregó Akira varios papeles.

- Supongo que sólo puedo decir: Excelente trabajo, Okuzaki. – Sonrió satisfecha, Natsuki.

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La noche ya ha caído y estoy extenuada. Una vez que toque mis suaves sábanas, en mi silencioso y vacío cuarto, dormiré sin permitir interrupciones. El camino al edificio de habitaciones está plagado de estrellas y de Luna. Titilan alegres en el oscuro cielo, mientras la Luna coqueta, me sonríe. Es realmente bella. Suspiro aliviada, porque este día ya acabó y no se repetirá. Al llegar al edificio escucho un sinfín de murmullos. Las muchachas están agitadas y hasta molestas… Algo no anda bien. A medida que me acerco a mi habitación escucho más y más reclamos e indignaciones. Todas me miran desconcertadas, tristes y hasta decepcionadas. Cuando llego a mi destino, veo mi habitación con la puerta abierta y la luz encendida. Al asomarme observo el motivo de tanto alboroto. Hay una mujer sentada en mi silla, con los brazos y piernas cruzados, los ojos relajadamente cerrados, ignorando a las demás con un aire de superioridad irritante, pero encantador. Escucho reclamos de todas. Que es una intrusa, que no puede atreverse a ser mi compañera de habitación, que yo debo dormir sola, que si ninguna de ellas fue digna de ser mi compañera, ella menos. Levanto mis cejas en señal de sorpresa ante tanto atropello y sonrío divertida, mientras les digo que realmente esta vez no puedo hacer nada, cerrando la puerta detrás de mí, con llave. Me quedo observándola en calma. Es algo raro que la hayan colocado en mi habitación. La examino con atención. De mi edad, aparentemente; hermosa, ciertamente. Intrigante, formidablemente. Veo sus zapatillas lilas, y siento una familiaridad cálida y agradable. Y ahora sólo veo lila.

- Disculpe que no haya esperado por usted, Fujino-sama, pero la encargada de las habitaciones me abrió la puerta y me pareció un sin sentido esperarla en el pasillo con toda esa gente molesta. – Se ha puesto de pie y me habla sin abrir los ojos, en una venia, con total solemnidad, como si yo fuera una reina. 

- Me parece que elegiste correctamente… - Digo, sin saber qué más decir. Mi elocuencia cotidiana me abandona en su presencia.

- Mi nombre es Kuga Natsuki. – Se presenta, abriendo finalmente los ojos y mirándome de frente.

Y no soy consciente de nada más que de la alegría que siento al saber que el destino ha querido que ella sea mi compañera de habitación. Todo lo que veo es verde. Amplio, precioso, transparente, dulce, suave, armonioso y perfecto verde. Sonrío leve y nerviosamente.

- Puedes llamarme Shizuru… - Vocalizo con torpeza. E internamente… Suspiro…

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A ver unas cuantas notas: 1. Otousan significa 'padre' en japonés. 2. Gakuran es el uniforme japonés para varones. 

3 comentarios:

GatoCurioso dijo...

Ehm... Sólo quiero puntualizar dos cosas... Diría que este es mi fic favorito... Lo cual me lleva a lo segundo y es que el título está mal... Arréglalo por favor...

Michelle L. dijo...

Diablos... gracias, que idiota xD

Anónimo dijo...

WIIIIIIII ME ENCANTO XD SIGUE ASI PLISSSSS

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