Danza entre
Lobos.
Capítulo 4
La cosecha I
Han pasado días desde la última
vez que visitó a Madame Midori, días en los que ha seguido sus consejos al pie
de la letra. Pero todos han sido infructuosos, muy lejos de lo que hubiera
querido, pues se ha percatado que es natamente torpe en los menesteres del
amor, como si su aspecto no fuera ya suficiente para restarle puntos a favor.
A las mujeres les gustan
los regalos ¡Cuanto más caros mejor! (Midori Sugiura)
En medio de la noche más oscura,
la motita blanca ascendió por las escaleras con una caja sujeta en sus pequeñas
fauces, con paso firme y hasta orgulloso, casi con la marcha sofisticada de un
caballo atravesó el pasillo, hasta que Durhan yació de pie frente a la puerta
de la castaña. A suertes que la prudente chica había dispuesto una puertecilla
pequeña para que él pudiera salir y entrar en las noches, cuando el llamado de
la naturaleza así le obligara. Shizuru aun recordaba haberse despertado en la
madrugada del segundo día en que la cría de lobo entró en su vida. El sopor
abandonó a la joven mujer, cuando el sonido del cachorro rasgando la puerta con
sus pequeñas garras y la evidente urgencia de hacer sus necesidades importunó
su sueño. Al día siguiente se ajustaron las puertas de la casa para la libre
movilidad del canino, desde entonces la puertecilla estaba ahí para no
interrumpir el sueño de la hermosa doncella.
La criatura intento ingresar por
la pequeña puerta, pero ni siquiera la cabeza blanca y peluda asomó al otro
lado, la larga caja en la mandíbula chocó en repetidas ocasiones contra el
marco de la puertecilla, agitando el contenido y por ende causando un ruido que
despertó a la chica. Shizuru se levantó en la oscuridad, consciente de sus
movimientos, pero con la mitad de sus pensamientos sumergidos en los dulces
sueños que estaba teniendo. Fue así que con la cola entre las patas, Durhan vio
la puerta abrirse y desde las alturas una somnolienta castaña le miró con
ligero reproche en las pupilas sangría. Pudo entrar pegando la rechoncha pancita
en el suelo y arrastrándose con las patitas, para así alejarse lo más posible
de la mirada molesta de su dueña, era la peculiar forma que tenía el animalillo
de suplicar el perdón de su ama.
Entonces el cachorro recordó la
caja en sus fauces, la posó en el suelo y con su hocico la movió cerca de los
pies de Shizuru, pero esta ya no miraba al animal, se disponía a volver al
lecho. Los pies pálidos se alejaron para apagar la lámpara en la mesita de
noche, pero al volverse la castaña, su pie pisó la baba del lobezno en el suelo
de madera, resbaló, y cayó de espaldas, arrastrando consigo el cobertor, la
lámpara y todo lo que sus manos tocaron en el vano esmero por no caer. Yació
así la castaña con tal estropicio encima y un profundo dolor en las posaderas,
mientras el canino se tapaba el hocico con una de sus patitas, como quien no
quiere ver, pues incluso el animal sabía que aquel 'accidente' había sido
doloroso para su ama. Aquella noche el entero de la familia Fujino despertó con
el estruendoso ruido, todos fueron a la habitación de la menor de la casa, para
recibir excusas sobre un 'sonambulismo' recién adquirido por la joven, que muy
pocos creyeron fuera el origen del accidente. Una vez a solas y como la pareja
que aguarda por un momento de intimidad para tener una discusión en toda regla,
el canino fue sermoneado por su ama quien lo señalaba y decía en repetidas
ocasiones “Durhan malo”. Fue así como vino el castigo por las andanzas del
canino, la castaña lo envió al rincón donde una mustia canasta con un par de
cobijas viejas y rasgadas le aguardaban, quien sabe por cuantos días... lo más
difícil de todo para el cachorro, fue verse privado de la tibieza de su ama
cuando solían dormir juntos en su lecho.
Con las orejitas y cabecita
gacha, el canino avanzó hasta su nueva cama, no sin voltear a ver a su querida
dueña, de vez en vez y con sus cristalinos ojos zafiro, pero ella continuo
viéndole con reproche. El cachorro estornudó al notar el polvo y abandono de su
cama, pero no tuvo más opción que acurrucarse allí bajo la atenta mirada carmín
de su dueña. Shizuru escondió para sí la pena que le causaba castigar a su
amada mascota, pero se mostró firme ante él con la idea de evitar que su padre
castigara con métodos más crueles al animal, si es que repetía la travesura.
Finalmente Shizuru volvió a dormir en su cama, resintiendo la ausencia de la
motita blanca.
Allí en el más remoto rincón de
la cama, aguardó la húmeda caja con el presente que la Duquesa había previsto
obsequiar a Shizuru, como muestra de su amor... olvidada dentro, quedó la nota
y el collar de oro blanco, con un dije de rubí y chispas de diamante en el
marco plateado.
Con la llegada del nuevo día y la
rutina matutina de la joven Fujino, Durhan esperó en su sitio una posible
reconciliación con la castaña, pero fue rápidamente olvidado en cuanto la
mirada de su dueña, se posó sobre el florero y en él, notó la ausencia de las
flores que su anónimo 'pretendiente' posaba allí cada mañana. El silencio en la
expresión triste de Shizuru, hizo que los azules ojos del cachorro se abrieran
desmesuradamente, corrió junto a su dueña, lamió sus tobillos para atraer su
atención, ladró incluso, pero la doncella se alejó rauda hacia el cuarto de
baño, el único lugar al que Durhan no podía acceder.
Usa cualquier habilidad que
poseas, por mínima que sea... cualquier cosa artística vale (Midori Sugiura)
Estaba sentada bajo el árbol
donde se vieron por primera vez, allí a un lado del mausoleo. Llevaba una
semana tocando el Violín a la espera de que ella volviese a aparecer bajo la
sombra del cerezo, que ahora se miraba frondoso y cuyos capullos comenzaban a
florecer. Pero Shizuru no acudió en ninguna de aquella ocasiones, por lo que
Natsuki comenzaba a pensar que realmente la había asustado, lo suficiente para
no volver al lugar antes maldito. -Debí enviarle una nota, o por lo menos
citarla para un concierto- Dejó a un lado el violín y el arco, llevaba dos
horas tocando y tenía cansadas las manos, entonces frotó el puente de su nariz
y elevó la mirada al cielo de la tarde. -Esto no es lo mío ¿Tal vez un poema?-
-¿Y que termine la carta babeada
bajo la cama? Ya vimos que nuestra mensajería no es la mejor su alteza- Habló
la voz de la morena a su lado, enfundada en aquellas ropas gastadas de hombre,
no era otra que su fiel sirviente la joven Okuzaki.
-Es un cachorro ¿Qué esperabas? “No
tiene la movilidad de un lobo adulto”- Refutó con un profundo sonrojo la
pelinegra. -Lo ocurrido con la caja fue... un accidente. No seas tan dura...-
Natsuki desvió la mirada sobre el césped, estrechó las ramitas entre sus dedos,
las arrancó de la tierra y las elevó en su mano para que el viento se las
llevara. -Ahora que le diré a mi padre. Era el collar de mamá-
-Ya veremos el modo de
recuperarlo, pero está visto que Durhan no es propicio para la tarea- Akira
palmeó el hombro intentando dar apoyo a su superior en jerarquía, solo para
lograr... una mirada de reproche. -Disculpe su excelencia... no quería insinuar
que-
-¿Qué mi torpeza llega a niveles
inimaginables?- La de ojos esmeralda gruñó un poco, apoyó la mejilla en su mano
y su codo en su rodilla flexionada. Aquella reflexiva pose, no evitaba pensar
lo difícil que era conquistar a una mujer. -Nadie dijo que esto fuera tan
agotador- Suspiró con resignación.
Akira quiso remediar sus palabras
y replantear el orden de las cosas. -No he insinuado eso en verdad, solo creo
que esta conquista desde la distancia no es... muy funcional que digamos, sobre
todo, si el objeto de su seducción no está enterada de sus esfuerzos, ella ni
siquiera tiene idea de lo que usted hace por ella-
Natsuki levantó la cabeza,
sopesando la situación pero pronto recordó otro de los sabios consejos de
Midori. -Ya sabes lo que dijo la adivina... debo ser misterioso para poder
atraer su atención, si dejo ver todo de mí va a perder interés-
La fiel sirviente acarició su
barbilla en una pose pensativa. Debía medir mejor la forma en que le hablaba a
su amiga o terminaría buscando excusas nuevas y puede que un nuevo empleo. -En
efecto, pero de misterioso a anónimo hay un buen trecho y eso es ahora
majestad, un anónimo absoluto-
-Ella ya me vio la cara y...-
Natsuki se palpó el rostro, sintiendo las vendas a las que ya se había
acostumbrado por yacer con ellas por tanto tiempo. -Y tal vez, la he
horrorizado- Había sido optimista porque estaba tan entusiasmada por al fin
conocerla que... se había negado esa posibilidad. -¿Y sí ella fuera tan
superficial como las cortesanas de Fukka? Mi aspecto les atemorizaba y entonces
ni mi sangre real podría... haber logrado nada- Recordaba el desdén con el que
le miraban al pasar en las celebraciones y ceremonias, no había una mujer que
no ocupara por lo menos cuatro metros de distancia, pues se había corrido el
rumor de que aquella fealdad era contagiosa. Natsuki golpeó el suelo ante el
solo recuerdo y esto exaltó un poco a Akira.
-Su padre eligió a la señorita
Fujino para usted por una valiosa razón- Los ojos marrón miraron con firmeza a
la lobuna. -Sabe que ella es diferente a las demás-
-Ciertamente, pero... ¿Qué debo
hacer? Tu consejo me vendría bien, Akira- Natsuki aguardaba algún dejo de
esperanza para sus esmeros, en la aparente sabiduría de su amiga y sirviente.
La morena se rascó
momentáneamente la cabeza, con el ánimo de exprimir alguna idea a su cerebro.
-Tal vez... tocar la pieza musical cerca de un lugar que ella frecuente
normalmente, la primera ocasión fue una oportunidad que le brindó la
casualidad, excelencia-
-¡Eres un genio Akira! ¿Cómo no
se me ocurrió antes?- La pelinegra se levantó abruptamente tomando en sus manos
el violín y el arco, antes de que la Okuzaki pudiere reaccionar, Natsuki se
perdía entre los viñedos corriendo con tal agilidad, que supo no podría
alcanzarla.
-Buena suerte Alteza, tan sólo
tal vez... sea usted la única que pueda liberar a su familia de la maldición
del dios Gato... espero que la señorita Fujino sea la adecuada- Suspiró
largamente la de cortos cabellos negros, se puso de pie y se encaminó hacia el
establo.
La bestia de menor edad corrió
como si la vida se le fuera en ello, ansiaba volver a posar sus ojos sobre la
hermosa castaña y más aún, escuchar su melodiosa voz. Para Natsuki la hija
menor de Satoru, era sin lugar a dudas una criatura celestial que poco había
heredado del avaro corazón del padre, pero si mucho del encanto de la señora
Mizue. Corrió hacia el roble pasando junto a los arboles como una mancha negra,
pues aquel día ostentaba un atuendo por entero de aquel color. Finalmente llegó
allí, donde Shizuru solía tomar la siesta las tardes después de las labores que
le fueron dadas. Incluso en ello sentía admiración por ella, la agraciada
doncella era diligente en cada cosa y excelsa en cada labor por pequeña que
fuera. Con una sonrisa en los labios, la Kruger se ocultó en la arboleda
cercana del claro, esa que rodeaba el inmenso árbol en el que su amada solía
leer un libro desgastado, en aquellas ocasiones que no ocupaba la reparadora
siesta. Natsuki pudo escuchar la tenue respiración de la durmiente chica y ver
los cabellos dorados moverse por efecto de las corrientes de aire, pese a que
Shizuru estaba recostada del lado opuesto del tronco donde no podía verla por
completo. Agradeció a la providencia la colaboración, si la viera, la pelinegra
sabía que no podría darle un presente hecho música a causa de los nervios.
Los ojos esmeralda se cerraron
lentamente mientras apoyaba su espalda en el tronco más cercano, tomó asiento
en el húmedo musgo de las raíces, deslizó el violín hasta su barbilla y posó el
arco magistralmente para dar inicio a la tonada. En principio los acordes propiciaron
sonidos largos y graves, pero pronto se convirtieron en notas más alegres
haciendo de ella, una maravillosa armonía con voz propia. La melodía se
extendió sobre el inmenso claro hasta los árboles y un eco hizo las veces de
réplica, como si el solo de violín se contara con otros violines de
acompañamiento. El efecto sobrenatural del espacio reveló un secreto que el
aire susurraba a los oídos de quienes realmente escuchan, las flores antes
inmóviles comenzaron a vibrar en sincronía, los capullos a florecer y las malas
hierbas a marchitarse. Los árboles se mecían con el viento, aunque
imperceptiblemente movían sus ramas como si danzaran ante la concertante lobuna
y en lo más profundo de su centro un nuevo flujo de vida los fortalecía. La
creciente vida del lugar en primavera, se acrecentaba con cada segundo, ante
los maravillados ojos carmín de la hermosa Shizuru. Pero otros inoportunos,
miraron con estupor la magia 'maligna' que en sus supersticiones mentales,
llamaban a la huida.
-¡Ojou-sama!- Gritó la joven ama
de llaves de la casa Fujino y el hermoso sonido se detuvo en el acto. Con los
cabellos verdes alborotados y las blancas manos arrastrando a su patrona, Tomoe
Margueritte, despertó del tenue sopor a la castaña. Si bien Shizuru había
contemplado la obra preciosa de las flores crecer y los árboles reverdecer en
segundos, suponía de tan hermosa vista un regalo del dios de los sueños.
-¿Tomoe?- Shizuru miró el espanto
de la sirviente con extrañeza, pero fue halada irremediablemente hacía la seguridad
de la casa. La mirada carmín se obligó a ver hacia atrás, sin encontrar al
músico que había dado tan cautivador concierto, más al mirar de soslayo, la
aguda vista apenas le permitió diferir una sombra que se alejaba a través de la
arboleda. -“Ara... es de nuevo aquel terrorífico caballero... tan bella
tonada sólo podría venir de sus manos, nadie más en los alrededores toca el
Violín así”- Sin saberlo, sin remedio y de nuevo con tantas preguntas a
flor de piel, Shizuru no tuvo otra opción que dejarse llevar por Tomoe, pues en
efecto la dama se mostraba en exceso espantada, temblaba y tropezaba con
facilidad, aquel sería un largo camino a casa.
En el silencio de sus cautos
pasos y velocidad sobrehumana, las sombras que prodigaban las copas de los
árboles, daban cobijo a su hostil aspecto mientras corría. La Kruger comprendió
que sería imposible cortejar a su prometida con tal distancia de por medio, sin
mencionar la inoportuna compañía de Shizuru, a la que no tenía en alta estima.
Natsuki reconoció al ama de llaves como aquella, lo suficientemente cruel para
molestar a Durhan cuando la castaña no le mirase, ella era una mujer capaz de
asustarse con la más bella de sus composiciones y el regalo místico de los
espíritus que a la fecha era la causa de la prosperidad de aquellos viñedos.
Peor aún, Tomoe Magueritte era la persona que miraba con ojos diferentes a su
amada, más de lo que el servilismo permitiría, casi podría jurar que el iris
turquesa escondía un tórrido deseo por su Shizuru. La pelinegra se detuvo
apoyando las garfas en un árbol, ante los molestos pensamiento de aquella mujer
de cabellos verdes y disparejos, hermosa pero poco confiable, departiendo con
la mujer que ella desposaría. Entonces sintió un agudo ardor en el pecho.
-¿Acaso esto es... lo que las personas llaman celos?- La garfa en el árbol
rasgó la dura corteza como si fuera papel, mientras la otra se sujetaba al
pecho vendado y cubierto por la tela de una camisa negra. -Es... molesto y
doloroso- Musitó en susurros a la nada, mientras apoyaba la cabeza en el tronco
y los cabellos cobalto cubrían el rostro vendado.
Los hombres deben ser
caballeros, pero también capaces de proteger a sus mujeres. ¡Haz gala de tu
fuerza y será toda tuya! (Midori Sugiura)
En pocos días, daría inicio la
cosecha y con ello se avecinaba un festival realizado por la familia Fujino
desde remotas generaciones. Aquel era el evento social de mayor importancia en
el poblado de Tsu y giraba en torno al verdadero procedimiento de la
fabricación del vino. Las mujeres del servicio adornaban con listones y globos
los espacios dentro y fuera de la casa, los contratistas construían las
atracciones y los sirvientes descargaban los materiales indispensables para la
producción del licor, bajo el inclemente sol.
La luz del medio día, intensa y
en exceso cálida, hacía de aquel grupo de hombres una manada de bueyes
sudorosos y apestosos, pero agraciados a la vista con el brillo perlado sobre
sus pieles. Todos los hombres de la servidumbre sin excepción, tenían que
descargar las cajas con las botellas vacías, que pasada la cosecha serían
llenadas, selladas, almacenadas para la fermentación y posteriormente llevadas
a los confines de Windblom para su comercialización. A la par, todas las
doncellas de la casa y algunas vecinas pertenecientes a las familias de
abolengo de la zona, se daban cita en la casa Fujino con la excusa de tomar el
té. Lo cierto era, que miraban desde los balcones el despliegue de músculos y
fuerza de los hombres, pues era una esas raras ocasiones en las que se podía
contemplar un torso masculino, finamente esculpido por los años de trabajo
físico. Para las cortesanas de las familias burgueses era aquella una pasarela
de ejemplares que agradaban solo a la vista, pues la diferencia de clases 'no
permitía' nada más.
Midori había logrado colarse al
evento con la previa invitación de la señora Mizue, a fin de cuentas ambas
mujeres eran amigas desde la más tierna infancia y pese a los años
transcurridos, los lazos se mantenían tan firmes como siempre. Desde el
resguardo y la fresca sombra del tejado, cómodamente sentadas, un séquito de
mujeres de todas las edades ataviadas con sus mejores vestidos, compartían
anécdotas y reían lo más discretamente posible, ante cada uno de los hombres
que pasaba con la pesada carga en los hombros. Muy a su pesar, Shizuru también
debía participar y contrarió a las demás no delataba la efervescencia de
emociones y el poco recato ante la situación. La joven había visto desde la
tierna infancia el ritual, así como escuchado las secretas confidencias de las
damas casadas, que con el afán de romper la rutina y monotonía de sus
matrimonios, habían seducido a alguno de los 'sementales' que allí desfilaban.
Poco interés tenía en el asunto y por ello, yacía en una de las mesas
dispuestas para el té, sólo con la
compañía de Mai, quien estaba absorta en la gracia de su prometido. Reito
ocupaba gran parte de su tiempo y sirvientes en colaborar con las labores de la
cosecha, tenía la idea de agradar más a sus suegros, además de cortejar a su
prometida incansablemente. Para el joven
Kanzaki, Mai era una flor exótica que la fortuna le había concedido, pero no
por ello podía descuidarse, en cada ocasión que cruzaba cerca del lugar donde
la peli naranja estaba, sonreía ampliamente. En aquellas ocasiones el joven
militar, casi olvidaba por un instante las negociaciones que hacía con posibles
clientes de la compra anticipada, de buena parte del vino en las cavas de la
familia Fujino. Reito lo hacía como un favor personal para Satoru, sin
preguntas ni cuestionamientos con respecto a la premura del Fujino.
La menor de los Fujino miraba a
la pareja con incredulidad perfectamente disimulada, no creía en el amor tal y
como era descrito por los libros que reposaron alguna vez en sus manos, dudaba
de aquel sentimiento tan puro que se miraba corrompido a su alrededor, incluso
la respuesta de su hermana el día anterior, la encontró sosa y ausente de
emoción. El amor idílico apenas yacía en sus sueños, en un rostro irreal, en
una mirada penetrante y hechicera que no era de ese mundo, y un cuerpo que de
solo hacer memoria, traía a su faz un pudoroso sonrojo lleno de culpa. Shizuru
sabía que con suerte aquel secreto estaría guardado en sus sueños y solo en
ellos podría esconder la verdad sobre aquella inexorable y prohibida atracción.
Mas la emoción que la embargaba, no encajaba en la descripción del amor real,
era un sentimiento efímero y terrenal. Así mismo se cuestionaba ¿Cómo podía
desear tanto a un ser de fantasía? Aquello le parecía irracional, absurdo a la
lógica, inverosímil y sobre todo, imposible. Aquel era el mayor desencanto de
todos... una mujer así, no existía en el mundo real.
Por eso la castaña prefería pasar
el tiempo bajo su roble, tomar una siesta, jugar con su mascota, leer un libro
y porque no, escuchar cierta melodía de violín cada tarde, ella no podría negar
que valoraba el arte que aquel misterioso joven le imprimía a cada obra
musical. Shizuru aún temía acercarse al mausoleo, pero los recientes días había
ido allí movida por la curiosidad, aunque a una prudente distancia y sin poder
aclarar sus inquietudes, sintióse incapaz de hablar otra vez con aquel
muchacho... aun con todo, fue gratamente sorprendida por la música que Kuga
interpretaba cada tarde. Ahora la tonada la perseguía incluso en sus sueños, solo
que, en la figura de aquella ninfa del bosque y por ello decidió no acudir de
nuevo allí. Sin embargo, él se presentó en el roble recurriendo a similares
escondites como los que ella empleó en el mausoleo, tan cerca y tan lejos, en
la arboleda. Podía suponer de aquella actitud, algún tipo de acoso... pero
resultaba evidente que solo se trataba
de una persona diligente y servicial, un caballero que no ocuparía tales medios
para intentar en vano atraparla, Kuga debía conocer muy bien la diferencia
entre ambos y por ello había restado importancia a esa idea.
Los pensamientos y degustación
del té verde de Shizuru, fueron importunados por la voz de su servil, pese a
todo sonrió cortésmente. -¿Desea un poco más de té, Ojou-sama?- La castaña notó
su taza a punto de ser concluida y asintió con la cabeza. Tomoe sonrió
enormemente al ser 'necesitada' por su joven ama, vertió el líquido caliente
poco a poco, hasta que la taza rebosó del contenido.
-Pobre muchacho, le ponen cargas
bastante pesadas, se... ¡Se va a romper!- Dijo Mai con espanto, en un acto
reflejo ocultó un gritillo preocupado con sus manos. Abajo sobre la pasarela
invisible del recorrido hacia la bodega familiar, un joven encapuchado, llevaba
sobre los hombros un simple pero pesado instrumento de metal con anillos
descendentes, normalmente levantado por dos hombres debido a sus dimensiones.
-Ara, él... lleva por si solo ¿El
tornillo central de la prensadora?- Los ojos carmines se posaron sobre la
figura oculta, a Shizuru no le costó concluir que se trataba del joven Kuga.
¿Quién en su sano juicio tendría tanta tela encima bajo el ardiente calor? Peor
aún, ¿Quién cargaría una pesada y peligrosa pieza de una maquina tan grande?
.
.
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Cargar las cosas no es un
problema, ser la burla de los demás si lo es. Natsuki sentía en carne propia
aquellas cosas que había evadido durante toda una vida oculta entre los muros
blancos del castillo Kruger, allí donde los murmullos no llegaban a sus oídos,
ni las habladurías se hacían en voz alta. Ella solía alejarse, marchar con su
mente a un mundo de pensamientos en las fiestas de la corte y con el tiempo
dejó de asistir. Pero en su nueva posición, sirviendo como cualquier otra
persona y a la luz del día, pudo sentir la competitividad de los hombres, como
el mismísimo fragor de una batalla.
-¿No es demasiado débil para
esto?- Un joven castaño de ojos verdes con una peculiar cicatriz en la cara,
miró con desdén al encapuchado que desde ese día se había unido a las labores
con la servidumbre, lo más curioso de todo era su complexión delgada y estatura
baja para la media masculina, pese a todo ambos tenían casi la misma altura.
-Este mocoso seguramente se desmayará en el primer traslado- Se cruzó de brazos
el que llamaban Masashi Takeda, tras bajar del barco las cajas con el preciado
material para la cosecha. La labor era complicada y requería gran equilibrio,
ya que la hilera de hombres, descendía del barco sobre largos y gruesos
tablones de madera con toda suerte de barriles, cajas, bolsas y piezas
metálicas sobre una carreta, Akira a quien Takumi dispuso como cochero, la
llevaba hasta la verja cerca del granero que hacía las veces de bodega.
Detrás del moreno, yacía un chico
rubio de ojos miel y mayor altura en la fila, cargaba una caja de aspecto
pesado. -Déjalo ser... estamos aquí por la paga, ese chico se las ve solo con
su trabajo- Cruzó el tablón y depositó la carga en la carreta.
Takeda sudaba copiosamente,
estaban próximos a concluir la descarga del barco. -Yo no voy a recoger sus
despojos si es que cae al agua, Tate- Se reía del encapuchado que tomaba un par
de bolsas en la cubierta del barco. Tomó un respiro junto a la carreta, donde
un pelinegro le miró con desprecio. -¿Y tú que miras mocoso?- Respondió a la
mirada agreste de los ojos marrón.
-Es de mi amigo del que
hablas...- Akira aseguró las riendas y bajó de la carreta de un salto. -Si te
metes con él, tendrás que vértelas conmigo- A simple vista ninguno de los
hombres notó la postura flexible de combate que asumía.
-Disculpa a mi amigo...-
Intervino Yuichi con una sonrisa diligente. -Si vuelves a pelear en el trabajo
el señor Fujino te despedirá- Susurró por lo bajo, sin percatarse de la
presencia de Natsuki que escuchaba en silencio la conversación y carraspeó para
hacerse notar. Yuichi se dio la vuelta sorprendido pero la curiosidad le fue
mayor, se acercó más allá de lo que se considera el espacio personal, quería
ver el rostro de su compañero de labores a través de la capucha que usaba.
-¿Cómo puedes soportar el calor con eso encima?-
-El frío o el calor están en la
mente... ustedes sudan como puercos y yo, no tengo ni una gota. Me pregunto
entonces ¿Quién es el débil aquí?- La barbilla de la Kruger y su sonrisa
burlona, fue todo aquello que pudieron ver los dos hombres, aquella semana la
fase de luna llena daba principio y por ello los caninos de la bestia eran
menos pronunciados.
-Eres demasiado pequeño para mí-
Con un tono de superioridad y una sonrisa ególatra el de ojos verdes miró a la
Okuzaki. -Pero si quieren pelear... podemos hacerlo-
-Subestimar es un error de
novatos- La voz grave de Natsuki fue escuchada desde las sombras que ocultaban
su rostro. -Sí Takeda da un paso cerca de Akira, terminará de rodillas en el
suelo “con un golpe en los hinojos” y la nariz rota “cuando ella
levante la rodilla sobre su cara”- Deducía rápidamente la táctica de
combate de su sirviente, a lo que la aludida se sonrojó por el tácito halago de
su amiga.
Takeda no tardó en dejar arder su
enojo, se aproximó con la intensión de golpear a la lobuna por su insulto, pero
Yuichi retuvo a su amigo con el brazo. -Deja que de una lección a ese... ¡Está
hablando de más!- El moreno veía más que herido su orgullo y correría sangre,
sin importar las amenazas del señor Fujino.
-Heee... caballeros, que les
parece si resolvemos estas cosas por medio de una justa- Conciliaba lo mejor
que podía el más alto entre los presentes.
-Traeré las armas, consigan a sus
padrinos, señor Yuichi ¿Están de acuerdo que el duelo ocupe las horas de la
mañana en el bosque?- Musitó Akira cruzándose de brazos mientras apoyaba la
espalda en la carreta, aquel par de idiotas era el más pequeño de los males que
habían enfrentado. -“Que forma tan absurda de morir... no tendrán
oportunidad contra la experiencia de su excelencia o la mía”-
-¡No me refería a ello señor!-
Tate ya se frotaba el puente de la nariz, los hombres del arrabal no peleaban
de esa manera tan aristocrática ¿Qué se creían esos sirvientes? ¿De mejor
familia? Hombres de su nivel social combatían con los puños o en su defecto con
la fuerza.
-Pero usted dijo una justa, señor
Yuichi- Refutó una confusa Natsuki.
-No me expresé bien, señores.
Hablo de una competencia- El rubio comenzaba a cuestionarse de que zona de
Windbloom serían aquellos jornaleros, era parecer suyo o el tal Akira y el Kuga,
hablaban muy refinado, por no decir delicados. -“Serán novios... supongo”- Pensó
en su fuero interno, suponiendo aquello el único buen argumento para tanto
plumero en el aire.
-¿De qué se trata?- Cuestionó
Akira mirando con sospecha al más alto.
-De fuerza señores... tenemos por
delante la labor de cargar muchas cosas pesadas, quien pueda con el mayor peso
a cuestas y lo transporte hasta la bodega, será el vencedor. Digamos que como
recompensa, para hacerlo divertido... ambos apostaran el pago de un mes de
salario- Los ojos miel de Yuichi
brillaron con avaricia, aquella sería una jugosa cantidad de dinero con la que
podrían a buena hora, resolver ciertos asuntos pendientes. Takeda sonrió,
vencer a los dos enclenques sería como quitarle un dulce a un niño, ya que
ellos habían trabajado en los muelles durante casi toda su adolescencia,
músculos no les faltaban.
-Lo veo justo, acepto... sólo con
una condición- Natsuki presintió las intenciones de ambos hombres, si ellos
deseaban faltar a la buena fe y la cortesía, entonces ella les daría una
lección, tendría asegurada la victoria de ese modo.
-Lo escuchamos- Dijo con seriedad
Tate.
-El causante del agravio ha sido
su amigo, así que la competencia será entre él y yo...- Formuló Natsuki un
cambio en los participantes, tenía especial interés en dejar en ridículo a
Takeda.
-Así sea- La mirada verde más
clara, se posó sobre la otra esmeralda en el marco de una expresión retadora,
pues la oscuridad no oculto el fiero enojo entre ambos competidores.
-Señores, creo justo entonces que
los cuatro apostemos lo mismo... yo en favor de Takeda y el señor Akira en su
nombre...- Tate quiso mejorar el botín que con exceso de confianza, ya
imaginaba en sus manos.
-Mi amigo ganará, cuenten
conmigo- La morena sonrió. -Por ahora disfruten sus alimentos- Solo entonces
los cuatro allí reunidos, notaron que la cuadrilla restante de hombres había
ido a comer a la cocina de la casa, donde un humilde menú les esperaba. Natsuki
miró las sombras proyectadas en la tierra y busco entre sus pantalones un reloj
de bolsillo para constatar su retraso, sin decir más se marchó corriendo
-Esperemos que eso no fuera una
huida, porque entonces tú me pagarás la deuda de él y la tuya-
-Sospecho que el señor Takeda se
siente el centro del universo, mi amigo tiene una cita inaplazable con su
prometida, él volverá al trabajo a la hora acordada- Akira se marchó del lugar
con elegancia y sin prestar mayor atención al par de bribones, a la servil le
costaba en demasía no acallar a golpes las indiscreciones de aquel moreno con
el cerebro de una nuez, pero solo por la gentileza de su ama se había retenido.
La joven enfundada en ropas
masculinas iba tan enfadada y sumida en sus propias cavilaciones que no vio por
donde caminaba, chocó con algo alto y firme, cayó de sentón al suelo, y acalló
un gemido femenino para no delatarse. -Disculpe no era mi intensión- Tras la
voz suave del caballero, Akira miró con desdén la mano amable que le era
ofrecida para ponerse de pie y prefirió hacerlo por sí misma. -¿Se encuentra
bien?-
La joven iba a responder con
tosquedad, pero se percató de quien era su interlocutor. -Perfectamente, señor
Fujino... disculpe usted, yo he sido descuidado-
-Takumi... puedes llamarme
Takumi- La hermosa sonrisa del joven alto, de finas facciones, ojos grisáceos y
complexión delgada pero atlética puso en serios apuros a la Okuzaki, cuyo
sonrojo inundo sus mejillas.
-Está bien, señor Takumi- Dijo
Akira según lo ordenado, pero no olvidando el papel que jugaba en aquella
morada.
-Sin el señor está bien...-
Añadió también apenado el castaño, pues a fin de cuentas el titulo le iba muy
grande a su parecer.
-Ta... Takumi... entendido
señor... err Takumi- Ya la morena se miraba nerviosa, era la primera ocasión en
la que le ocurría algo así. -Si usted me disculpa debo... debo cenar ¡Si eso!-
Emprendió la graciosa huida, despidiéndose con la mano, se apresuró a correr a
la casa donde los demás ya estarían concluyendo sus alimentos.
Takumi miro divertido al
sirviente partir. -¿No era el almuerzo?- Supuso que el chico había confundido
los nombres, era común con los pocos estudios de algunas gentes del campo. La
sonriente faz se convirtió en una seria. -Cada día más jóvenes trabajando...-
Musitó con pesar, continuó su camino hacia el barco para verificar los avances.
Si la carga no estaba en la bodega al anochecer su padre se pondría furioso,
por lo que apresuró el paso para subir a la embarcación. Una vez abordo, el
joven amo de la casa Fujino observó la prensadora de uvas, era en demasía
grande y requeriría la colaboración de varios hombres. -Tendremos que usar
poleas para bajar esto- Caviló las posibilidades, tendría que dirigir él mismo
esa difícil labor. -Pieza por pieza... si caen al mar, mi padre me matará-
.
.
.
-“¿Quién sería la pobre ciega
que se fijaría en semejante guiñapo de hombre?”- Se cuestionó Yuichi en
cuanto yacieron solos, con esa forma de vestir y sin nunca dar la cara, era
inverosímil que el tal Kuga tuviese alguna chica, aquello solo sería posible en
un mundo al revés. -Sobre todo cuando un hombre tan guapo como yo todavía no
tiene novia- El rubio esperó la réplica de su amigo, pero el de ojos verdes
yacía perdido en sus propios pensamientos o así fue hasta que hizo palabras y
voz aquello que lo preocupaba.
-Ahora dime el grandioso plan
para garantizar la victoria sobre Kuga- Takeda le miró con seriedad, mientras
caminaban buscando la sombra del tejado más cercano, una vez allí cada quien
extrajo su caja de almuerzo.
-¿Realmente quieres hacer
trampa?- Yuichi no se esperaba semejante insinuación de su amigo, si bien era
conflictivo y de armas tomar, la honradez lo era todo para él.
-Si no hubieras empeñado nuestros
salarios, no... ¿Pero es que ya olvidaste a los niños a nuestro cargo?- Negó
con enfado el moreno, le molestaba que Tate se tomara esas cosas tan a la
ligera. -No podemos darnos ese lujo, nosotros podemos dormir a la intemperie y
vivir con agua unos días. Vamos... tú y yo sobrevivimos solos en el bosque de
niños, pero sabes que ella no puede... por eso Kuga tiene que perder- Golpeó el
pasto bajo sus pies con frustración, a él tampoco le agradaba la idea, tenía
orgullo y daría todo de sí, pero...
-Shiho...- Susurró Yuichi con
tono arrepentido y en su memoria apareció la imagen de un grupo de niños de
todas las edades con muy escasos recursos, así como una chica de cabellos
rosados postrada en una silla de ruedas. -Entonces...- Suspiró amargado,
dejando la comida a un lado. -Si las cosas no van a nuestro favor, yo me
ocuparé de que Kuga pierda-
-Cuento con ello... pero, sólo
hazlo en caso de que sea inminente la derrota- El moreno no quería hacerlo si
no era estrictamente necesario.
.
.
.
Los hombres de la cuadrilla de
trabajadores se enteraron de la justa entre Takeda y Kuga, las apuestas no
tardaron en aparecer con Yuichi diligenciando los datos de los apostadores y
las pujas consignadas. El rubio se sorprendió de hallar cifras muy reñidas
entre los dos hombres, al parecer Takeda se había ganado algunos enemigos entre
sus compañeros, pues apostaron en su contra, todos aquellos que perdieron
dientes o fueron vapuleados en peleas anteriores con el moreno. El murmullo y
los animados sirvientes guardaron silencio ante la mano elevada de 'la casa de
apuestas'.
-Muy bien señores... la prueba
consiste en lo siguiente- Yuichi ocupó una voz grave y solemne para dar emoción
a la ocasión que allí los reunía, además del trabajo. -... cada uno de los
contendientes irá en una de las dos filas de hombres para evitar trampas o
levantar sospechas de nuestros patrones- Sabias palabras del hombre de ojos
miel pensaron algunos, nadie quería perder el trabajo. -Estarán al final de la
línea, aquí el señor Kaiji Sakomizu...- El joven señaló a un hombre de aspecto
regordete, lentes y el cabello en afro. -... será garante de que las cargas
sean equivalentes y vayan aumentando gradualmente de peso, hasta que uno de los
dos hombres sea incapaz de levantar el cargamento. Acontecido este hecho, se
sabrá quién es el vencedor de la contienda- En cuanto la voz de Tate se apagó,
un creciente barullo de ánimos no tardó en llegar sobre Natsuki y Masashi,
algunos daban fuertes palmadas a la espalda de la pelinegra y esta no hacía más
que sujetarse a capucha, para no dejar ver su rostro vendado en medio de las
sacudidas. Otros tantos, medían los músculos del torso descubierto de Takeda,
como quien valora al animal de su puja en alguna carrera de caballos.
-Caballeros... les solicito
adelantar con prontitud la tarea que les ha sido delegada- Takumi interrumpió
la algarabía con su firme voz, el muchacho se miraba serio y señorial para la
ocasión, con un agenda en la cual llevaba notas de los avances del trabajo.
-Akuma, Takato, Keita y Sainoyi... acompáñenme al barco, debemos traer la
prensadora-
Una apabullante afirmación robó
una sonrisa al castaño, este se dio la vuelta para llevarse a la mitad de los
sirvientes, los demás tomaron sus lugares en la fila. Sakomizu y Akira
depositaban las pesadas cargas sobre los hombros de los más fuertes y jóvenes.
La Okuzaki sudaba copiosamente con la labor a plena luz del medio día,
ciertamente no contaba con tanta fuerza como los otros y el exceso de ropa que
portaba para esconder su verdadero género, le sofocaba, aun cuando el joven
Fujino le había dado esa tarea, que era de las menos esforzadas del momento.
En principio Natsuki y Takeda
cargaron talegos de especias, que fueron incrementando en número tras cada
viaje a la bodega, hasta que resultó imposible llevarlos en las manos por lo
engorroso de sujetar muchos sacos al tiempo, más que por el peso de los mismos.
El viejo Kaiji considerando la necesidad de medir las fuerzas de los muchachos
por otros medios, decidió entregarles cajas con botellas vacías primero y
posteriormente cajas con piezas de metal. Ascendieron de poco en poco las
cargas cada vez más pesadas y numerosas, pero ninguno de los dos dio el brazo a
torcer. Yuichi tardó un poco en notar la diferencia de habilidades entre los
dos competidores, su amigo se agotaba a una velocidad vertiginosa y cada
incremento en el peso, le ponía en más aprietos, mientras que con Kuga
resultaba imposible deducir su grado de agotamiento a causa de la capucha, bien
podría estar igual de exhausto que Takeda, o no. El rubio hizo una seña a una
de las sirvientas de la casa con la que había acordado compartir parte del
botín, la señorita Tomoe Margueritte no dudo en ingresar al interior de la
bodega por la puerta trasera y hacer lo acordado cerca de la entrada en un
pequeño descanso de los hombres.
Inadvertidamente, la mirada
curiosa de las doncellas en su hora del té, se posó sobre los sirvientes, la
mujeres notaron al agraciado chico de ojos verdes y piel bronceada por el sol.
Masashi ganó algunas admiradoras con el brillo de su torso desnudo y algunas
cicatrices que lucía con el orgullo de un 'guerrero romano', mientras que
Natsuki parecía un jorobado muy bien oculto en la tela negra de su capucha.
El grupo se tomaba un descanso,
el sudor era enjugado con humildes pañuelos, los gruñidos de agotamiento
elevados al bochorno y la sequedad del viento, mientras los apostaderos miraban
el restante cargamento con zozobra. Apenas restaban cajas suficientes para el
último recorrido de los contendientes, suponían un número de dos para cada uno
y ello ya no era un reto para ninguno de los dos, no cuando el viaje previo
había sido de tres.
-De este modo no veremos resuelta
la justa- Anunció Kaiji con una mirada que rodaba entre el silencioso Kuga y el
agitado Masashi. -Necesitamos algo de mayor peso-
Como si el deseo conjunto de los
allí reunidos hubiera sido escuchado por alguna deidad, Takumi en compañía de
otros sirvientes llegaron con las piezas de prensadora sobre una carreta y
estas fueron descargada en el suelo por dos hombres. La sonrisas confidentes se
cruzaron entre unos y otros, que ya habían ahorrado bastante trabajo gracias a
la terquedad de ambos muchachos, pero tendrían a la vista el espectáculo, de
Takeda y Kuga, herniándose con la pretensión de levantar las partes de la
prensadora.
-Muy bien señores, deben llevar
la prensa dentro del granero con cuidado... les recomiendo hacerlo entre
varios, por el momento debo hacer otra diligencias... se los encargo a
Sakomizu- Ordenó el castaño antes de dirigirse al establo, necesitaba un
carruaje para viajar al poblado más cercano.
En cuanto el joven patrón se
marchó, Yuichi tomo la palabra, tras escuchar los deseos de los apostadores,
aún si su amigo era incapaz de levantar algunas de las piezas, se aseguraría
que Kuga, tampoco pudiere llevar a buen término su pieza. -Señores, nuestro
querido Takeda- Bufaron algunos ante el nombre. -y el respetable Kuga- Otros
tantos sonrieron, no imaginaron que el encapuchado fuera tan capaz. -Han dado
un pelea justa y memorable, pero está claro que cargando, sacos y cajas ambos
están muy parejos, por lo que es necesario resolver la competencia con el traslado
de las piezas de la prensadora- El rubio hizo un ademán de silencio ante el
barullo y la confusión de comentarios que surgieron al respecto. -Como las
piezas son dispares en peso, Kuga y Takeda tiraran un par de dados cada uno,
quien saque primero el número siete... podrá elegir que pieza trasladar a su
favor y cual en contra de su oponente, el que lleve en menor tiempo la carga
seleccionada, será el vencedor-
Conformes con la idea asintieron
y Sakomizu dio el visto bueno, Yuichi entregó un par de dados a cada uno,
cargados al moreno y comunes a Natsuki. En cuanto fueron arrojados los dados,
Natsuki obtuvo once y Masashi siete en el primer intento, las gentes miraron
con incredulidad la suerte del joven. Vieron aún más sorprendidos, como Takeda
elegía la única pieza de madera de la prensadora y la cargó con algo de
dificultad hasta la bodega.
-¿Cuál eliges para Kuga?- Sonrió
Tate palmeando el hombro de su amigo, que apenas y mantenía el aliento.
El moreno de ojos verdes miró las
partes de la maquina a consciencia, buscando una difícil no solo de cargar,
sino también de sujetar entre las manos. -El tornillo...-
-¡Pesa el doble que la pieza de
madera! Serás cobarde Takeda- Gritó el más reciente rival del aludido, de
aspecto desaliñado y cabellos sujetos en una cola de caballo, pero fue detenido
por el brazo extendido de Natsuki, cuya capucha aun le confería un halo sombrío
y misterioso.
-Eso no es importante... él ha
ganado justamente en los dados-
-Pero Kuga- Decía preocupado el
mayor, a pesar de la muestra de habilidades del más bajo, era imposible que un
solo hombre pudiera cargar esa pieza. -No es importante la apuesta, usted ha
demostrado más honor que este...- Contuvo un improperio. -Eso lo sabemos todos
ahora...- El hombre de piel morena por el sol y ojos entrecerrados fue apoyado
por los demás.
-No se preocupe, señor Yamada...
levantaré el tornillo- Era el honor mismo el que estaba en juego en ese momento
para Natsuki, ella poseía fuerza sobrehumana, pero esa semana en particular
yacía mermada por el efecto del ciclo presente de la luna, aun si el astro
nocturno no estaba a la vista, sus invisibles rayos afectaban el poder de la
maldición sobre ella. Pero la Duquesa confiaba todavía en la fortaleza que
poseía y en su convicción férrea, levantó entonces la vista para contemplar a
la diosa de ojos carmín, esa que no le miraba. -“Si puedo levantarlo,
entonces obtendré su atención y le ganaré a este engreído sujeto... así sabrá
que puedo protegerla de cualquier cosa, sin importar que...”- Infundido el
ánimo necesario y con el corazón puesto en aquel esmero, Natsuki puso manos a
la obra.
Ante la vista incrédula de todos,
aquel delgado joven llevó una rodilla al suelo, una mano bajo las hendiduras
anilladas del colosal tornillo y la otra sobre la parte superior. Con un
gruñido de esfuerzo y una de las numerosas gotas de sudor bajando por la frente
de la pelinegra, el metal se alejó el suelo hasta apoyarse en su hombro y ser
anclado por su cabeza, protegida por la tela. Natsuki tomó una bocanada de aire
solo para sentir el ardor seco de aquel camino arenoso que aguardaba por ella.
Un esmero aún mayor supuso para la de ojos esmeralda el apartar la rodilla del
suelo, ponerse en pie y trastabillar un poco hasta que encontró estabilidad en
sus piernas ligeramente flexionadas. -¡Ahora... Kuga!- Indicó Kaiji tomando el
tiempo en su reloj de mano.
Con más fuerza de voluntad que
física, Natsuki caminó a la vista de todos con la inverosímil carga a cuestas,
logrando por fin la atenta mirada de su prometida. Con paso más raudo que el de
Takeda se dirigió al granero, los hombres levantaron los brazos victoriosos
cuando su compañero se acercaba a la entrada con tiempo a favor... pero nadie
supuso el destino que le aguardaba, ni siquiera las doncellas que miraban con espanto
al monstruoso ser, uno con fuerza sobrenatural.
Las suelas de sus botas ardían al
contacto con el suelo, arenoso y ausente del fresco pasto de los jardines, sus
piernas temblaban a cada paso por el desmesurado esfuerzo y sus músculos
resentían la titánica tarea que se había impuesto. El dolor es mental se decía,
cuando sentía los anillos de metal magullar la piel de sus manos y hombro
derecho, en su interior solo ocupaba el deseo de la victoria. Tal concentración
no le permitió sentir con su agudo olfato el aroma en el aire, ni la repentina
humedad bajo su zapato, mucho menos advertir lo resbaladizo del suelo bajo sus
pies, tan cerca estaba de entrar, tan próxima a ganar un respeto que solo se
obtiene con el mérito... que no pudo detenerse, ni evitar el desliz de su
pierna... Se escuchó el eco de los
gritos cuando el cuerpo fue atraído por la gravedad, los brazos perdieron
fuerza, la cabeza ladeó con el peso del tornillo en la mejilla, el golpe seco
en el suelo, seguido de la pieza, le
obligó a proferir un gemido llenó de sufrimiento.
-¡¡Natsuki!!- Akira fue la
primera en yacer junto a ella, pero Yamada y Sakomizu los primeros en retirar
la pieza metálica con ayuda de otros. La tela desgarrada y húmeda llenó de
espanto a la Okuzaki, por si fuera poco el ausente movimiento de su joven ama.
-¡Espacio señores! Hay que dejarlo respirar-
-¡Apartad!- Gritó Kaiji
verificando las posibles heridas en las piernas del joven sin encontrar mayor
cosa que un esguince de poca importancia.
Akira miraba con temor los restos
de la capucha, estos se confundían con las vendas, el óxido y la sangre, ¡Su
ama había sufrido gran daño en el rostro! -Nat...suki...- Los morenos dedos
quisieron retirar la tela, pero una mano pálida le sujetó con fuerza la muñeca,
la joven respingó del puro espanto y sus ojos amenazaron con salirse de sus
cuencas.
-Odio... que me toquen el rostro-
La voz grave retumbó en los oídos de todos.
La Kruger se levantaba del suelo
como si nada, la capucha cayó de su cabeza en el movimiento, revelando a la
vista de todos la razón por la que se escondía en el anonimato de la tela,
algunos se espantaron y a ellos los miró con desdén, otro no tuvieron
oportunidad de reaccionar. Sintió las vendas dañadas desprenderse del lado
derecho de su rostro, llevó su mano sobre la zona lastimada y la tela derruida,
cubrióse con la palma que ahora era delicada y ausente de filos, pero ello no
impidió que la sangre se deslizara entre las hendiduras de sus dedos, manchando
el cuello y la camisa desteñida, que en otrora fuese blanca. Natsuki desvió la
cabeza hacia el balcón donde las mujeres yacían, más honda fue su pena al
percatarse de la ausencia de cierta castaña.
Los sirvientes petrificados le
vieron acercarse a Takeda, quien se notaba en shock. El Kuga llevó su mano
libre al cinto de su pantalón, desató un monedero de él y lo arrojó al suelo
manchado de aceite y agua, a los pies del moreno. -Has ganado...- Dijo Natsuki
con voz gutural, obviando por completo que la mitad de su cara yacía expuesta
sin el cobijo de las vendas. Todos le vieron pasar a un lado de Takeda, pero
solo él y Yuichi le escucharon decir. -... con trampa, honorables señores-
Musitó con ironía, antes de alejarse siendo seguida por Akira hacía paradero
desconocido. Sin que nadie lo notara, una mujer les siguió a prudente distancia
desde el escondite de los árboles...
4 comentarios:
Simplemente genial! Me encanta este fic, espero que siga asi!
Me encanta espero pronto la conti
Lo había leído el domingo, pero creo que no publique mi comentario.
Hasta ahora ha estado lleno de emoción e intriga al saber como reaccionara Shizuru cuando conozca a aquel enmignatico violistinta y a la vez vera quien es ese misterioso ser que de capaz de soportar semejante peso.
Saludos y es una buena historia, continua así.
está genial, la verdad es uno de mis favoritos, sólo me queda esperar la conti
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