Danza entre Lobos.
Capítulo 3
Sopor
La luna llena esta cernida en el firmamento, allí donde las estrellas brillan con tanta intensidad, que todo y nada está oculta a la vista, siendo esta una luz lánguida. El viento es fuerte, el invierno apenas ha desaparecido, el deshielo de los ríos y lagos, así como la humedad creciente en el aire que dará inicio a la vida de una nueva primavera. Los pasos firmes sobre la húmeda tierra, en el pie descalzo que no resiente el todavía gélido ambiente, las ramas no crujen ante su paso grácil, sigiloso y límpido. ¿Es acaso una ninfa del bosque? Una criatura divina y mística que se niega a mostrar el rostro. Su pálida piel parece resplandecer o solo refleja la luz de la luna amiga... es la única noche en que puede verla, que ansía repetir y aguarda con paciencia. La etérea figura continua su camino sin siquiera mirarla, haciendo caso omiso de la presencia que la acompaña, más se deja seguir y su ritmo es lento para que no pueda perderla de vista. Ignora porque la sigue sin dudar, paso a paso tan descalzo como el suyo, pero bastante más ruidoso entre el pasto, las raíces de los altos árboles y las ramas.
Shizuru sabe que es un embrujo del que no puede escapar, ya se ha resistido antes sin mejores resultados... no es dueña de sí, por ello cede al placer secreto de ese momento de contemplación. Desliza la mirada sobre esa mujer idílica, desde los tiernos tobillos hasta las piernas atléticas, los muslos perfectamente delineados donde la tela blanca cubre una prodigiosa cadera, un cinturón de plata sujeta la prenda casi amazona y arriba de aquella esculpida curva, una cascada negra reposa sobre la piel de porcelana, tan lacia y de vista sedosa, con el marco de unos fuertes pero a la vez femeninos brazos. Paso a paso tras el sendero conocido, la castaña advierte que están a punto de llegar, la diosa de azabache melena ya se posa sobre la gran roca caliza, desde la altura y con un conocido pero nunca antes visto lago hecho enteramente de hielo. La mirada rubí se esfuerza en ver más allá del lago, en la otra orilla, pero solo puede ver una amplia caverna que se abre paso dentro del corazón de una enorme montaña, se hace un abismo tan oscuro que la hace temer más allá de cualquier posible fobia, lejos de toda lógica... solo porque Shizuru sabe que ella saltará, romperá el hielo como si este fuera un espejismo y emergerá magníficamente, adueñándose de la tierra bajo sus pies, para adentrarse en ese lugar tétrico. Pero ahí está siempre ese indescifrable dolor, ese agudo terror y el ser incapaz de alcanzarla, de entrar a su lado.
Solo entonces encuentra el valor que le ha sido negado en tantas ocasiones. -¡Espera!- No da crédito, al sonido de la propia voz naciendo de su garganta.
La ninfa se detiene, ¡La ha escuchado! Gira el cuerpo con tal gracia, que por un segundo la larga cabellera cobaltina le permite ver el soslayo de un rostro delicado. Una nariz respingada y la línea a contra luz de unos labios carnosos. Pero es el brillo de un iris esmeralda lo que le deja sin aliento, es tan difícil respirar y no perder al mismo tiempo, la oportunidad de apreciar tal belleza. A pesar de las sombras que cruelmente le niegan los detalles de ese rostro, que finalmente tiene frente a si, se atreve al fin a musitar una pregunta que la atormenta. -¿Quién eres?-
Shizuru hubiese vendido el alma al diablo por una vela, para deleitar la vista con el ademán de sonrisa que intuyó en la faz de aquella mujer. Empero no hubo respuesta, supo entonces que esa no era la pregunta correcta. -¿Qué haces?- Intentó una vez más.
Una gentil voz grave manó de los labios desconocidos. -Esperar-
-¿Qué esperas?-
-A ti... una y otra vez... a ti- Tan suave, que casi acariciaba las palabras.
-¿Porque a mí?- Cuestionó abrumada, incrédula...
Sintió el golpe seco de algo empujarla, el viento arremolinar con tal brusquedad que era doloroso mantener los ojos abiertos, pero se esmeraba en no perder de vista a la chica. El zumbido en los oídos le impidió escuchar, apenas ver que aquel místico ser movía los labios incesantemente, mientras su rostro se plagaba de angustia y su ceño se fruncía. Esta vez el límpido clavado de cada ocasión fue reemplazado por el tropiezo de la amazona, y un agudo grito escapó desgarrado desde lo profundo de su corazón...
Shizuru se
levantó abruptamente con un grito tan real, como la mano que extendía hacia el techo con el afán de alcanzar a la mujer de hechicera mirada esmeralda. El sudor frío surcaba la frente y mejillas de la castaña. Una solitaria lágrima amenazaba con escapar de sus ojos angustiados. La Fujino no salía de su ensoñación, por lo que cierto amigo canino, se ocupó de lamerle la mejilla y con ello robarse un tierno mimo en la cabeza, obra de las cálidas manos de su dueña.
-No sé
qué haría sin mi querido Durhan...- Se atrevió a decir, acunando en sus brazos a la mota blanca, que por misterios de la vida había decidido permanecer eternamente cachorro. Después de aquellos meses de tener al animal consigo, Shizuru notó que tan tierno ser no incrementaba de tamaño... permanecía en ese estado mini y compacto para el confort de la mediana cama en la que ambos dormían. -Volví a soñar con la ninfa... pero esta vez, me pareció más real que las otras veces... casi puedo sentir la humedad en los pies, y el frío en la piel-... no sabe si sonreír, o tal vez sentir preocupación. La realidad es que esos sueños se han vuelto algo tan natural en sí, que sería tan extraño prescindir de ellos. Durhan solo escucha inteligentemente las palabras de su dueña, acercando su pequeño hocico para brindar consuelo y mimos a la aun somnolienta castaña.
La mirada
carmín se posa en el tocador cerca de la ventana mientras acaricia la cabeza de su canino amigo y este lame sus dedos devolviendo el gesto dulce que le fue prodigado. Allí cerca de la ventana reposa un florero, con cuatro orquídeas de color morado, su color favorito... no evita sonreír para levantarse y percibir el agradable aroma de aquellas exóticas plantas, tan exóticas que no son propias de la región, puede que ni de Windbloom. Desde el invierno hermosas flores acorde a cada estación han aparecido allí cada mañana, por lo que supone deben haber un nuevo jardinero entre los miembros del servicio, pero no le ha visto para agradecer sus atenciones. Su padre contrató algunos jornaleros para dedicarse completamente al viñedo de la familia Fujino, negocio que había descuidado con las importaciones de especias de Argos. Resulta increíble cómo se recuperaron grandes hectáreas, casi devoradas por la maleza y más inverosímil que aquellos viñedos casi raquíticos, ahora reverdezcan y den frutos maduros de gran valor. Pero no hay tiempo para tan profundas elucubraciones cuando un día de deberes en el campo le esperan, casi está por llegar la cosecha.
-Serviré los
alimentos a Durhan ¿Verdad que tiene hambre?- Shizuru se acercó a la cama donde la motita blanca movía la cola de un lado a otro delatando su alegría y ladraba animosamente en respuesta a la castaña. El pálido y suave dedo de la joven se posó sobre la nariz húmeda del cachorro, haciendo que las pequeñas patas de algodón se movieran hacia atrás y el cachorro, se diera vuelta en la cama exponiendo su rechoncha pancita, para ser acariciada. -Creo que me he enamorado fufufu, esa tan lindo mi Durhan- Reía alegremente la castaña, mientras acariciaba la suave panza de su mascota. -Cómo has sido un buen chico y no has llorado por el poco tiempo que hemos podido pasar juntos... hoy tendrás una gran porción del pavo que hizo mamá- En efecto, el apegado canino había gemido a principios del mes de febrero, en el que toda la preparación de la cosecha tenía lugar y Shizuru debió colaborar junto a sus hermanos, marchando al alba y retornando al anochecer, con excepción de los almuerzos, horas que la mascota también respetaba sagradamente. El lobezno podía vagar por toda la casa y pasear por los campos, incluso era libre de cazar liebres para alimentarse a su manera, pero el consentidor Satoru Fujino, había mandado poner una cerca que limitara las andanzas del animal y de ese modo evitar que se perdiera en las arboledas cercanas. Sin embargo el obediente cachorro retornaba al cuarto de la castaña a la misma hora cada noche, por lo demás nadie sabía cómo se alimentaba o se mantenía tan limpio Durhan. Suponían que corría hasta el riachuelo para bañarse por sí solo, pero no había constancia de ello, a fin de cuentas los lobos son criaturas solitarias.
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Sutiles gotas
de sudor surcaban la frente de la castaña, se había unido a los grupos de trabajo, para retirar las nacientes enredaderas. La familia Fujino sabía que cuanto más libre estuviera la fértil tierra de hierbas y malezas, mayor cantidad de nutrientes apropiarían los cultivos y mejor sería la producción de los racimos, así como más jugosas las uvas. Pese a haber incorporado el doble de jornaleros, el olvido y abandono de aquellos viñedos durante los anteriores años, había cuadruplicado el esfuerzo que requerían para dar buenos frutos. Mai yacía al lado de su hermana, con unas cintas que recogían las mangas de su vestido blanco con detalles naranja, así como unos gruesos guantes de cuero que le permitía retirar las malas hierbas sin ver perjudicadas sus manos. Era por tradición que los hombres rasgaran la tierra, la abonaran, sembraran las semillas, podaran las ramas secas, cuidaran los sembradíos de las heladas y las lluvias, y que las mujeres usaran sus secretos encantos para retirar las malas hierbas, pues acorde al tabú, lo que aquellas gráciles manos retiraran de la tierra no volvía a crecer hasta el año siguiente. Pese a todo Satoru y Takumi acordaron incluir a los hombres en aquel ritual, dado que para las doncellas de la casa, sería imposible completar la tarea en el tiempo que los limitaba.
Reito un
joven militar ausente de los campos de batalla en tiempos de paz y prometido de Mai, había llevado consigo a las mujeres de su casa para colaborar y con ello agradar un poco más a su suegro, el mismo se unió a la tarea como un servil más. Por lo que un más numeroso grupo de damas barría la mitad de los campos, mientras los sirvientes ocupaban la otra mitad, junto a Takumi y Reito.
Shizuru estaba
al principio de la línea femenina y jalaba con suma facilidad las hierbas hasta la raíz, tal y como la abuela Fujino le había enseñado, pese a todo se adelantaba tomando más y más metros de ventaja sobre sus compañeras de labor, con el paso de los minutos, las horas, se encontró sola entre los viñedos. Había estado tan concentrada en su labor, que apenas y se percató de la ausencia de las demás, a pesar de los chismorreos sobre sus maridos y prometidos, tema común de charla en esos menesteres de las que ella no era participe, al no contar con marido ni prometido. Llegó al límite en el que trabajaban los hombres, se notaba por la límpida tierra libre de maleza, más no veía a ninguno en los alrededores, seguramente estarían por terminar en la otra punta. Levantó la cabeza, cubrióse los ojos de la luz del sol de la tarde y buscó en la distancia a sus compañeras, notando que estaban mucho más abajo en la larga colina.
-Ara... he
terminado mi línea- Retiró los guantes de cuero, depositándolos en la cesta que contenía las enredaderas. Pero el sonido tenue de una melodía atrajo sus sentidos, desvió la mirada carmín sobre las hectáreas solitarias que tenía por delante, hasta la cima del mausoleo familiar, donde el más antiguo y reseco árbol de la familia se mostraba. Shizuru tenía mucho respeto y hasta temor hacía aquel lugar, su madre había sido muy enfática en evitar que se acercara al sitio desde que era solo una niña y su obediencia le indicaba no acercarse, pero el sonido más hermoso que había escuchado nunca, provenía de allí. La tonada suave era magnética a su oído, casi parecía silabear su nombre entre nota y nota. Irresistiblemente atraída, con lentos pasos atravesó los cultivos hasta yacer de pie frente al enorme mausoleo. Miró sorprendida la edificación... Shizuru recordaba la única vez que estuvo allí en su infancia, fue cuando murió el abuelo Fujino, pero... en aquel entonces. -¿Por qué padre lo tenía en tal abandono?-
El mármol blanco estaba golpeado por el paso de los años, el moho y las enredaderas secas, tras las verjas oxidadas, denotaba una vista lamentable del lugar -¿Mamí?- Cuestionaba una voz dulce y temerosa, halando con su pequeña mano los tibios dedos de su madre. Mizue la sujetaba mientras el ataúd cruzaba las ajadas puertas de roble hacia el interior de la cúpula marmolina, siendo aquella la última morada del afable Hero Fujino.
-¿Dime mi amor?- Los tristes ojos de su madre, se desviaron para verla, pese al dolor de la perdida dedicó una sonrisa a su pequeña Shizuru.
-Este lugar... me da miedo...- Apretaba con sus infantiles fuerzas la mano materna, antes de señalar el horripilante árbol, de ramas desnudas y torcidas como dedos filosos. La tierra bajo él era más oscura, completamente negra... aquello significaba que era la más fértil de la zona, pero ello no evitaba que las ramas secas del gran árbol de cerezos no mostrara ni el más pequeño de los capullos en flor, no tenía hojas y el tronco era gris, casi pálido. -Tengo miedo mamí- Musitó la castañita mientras mostraba terror en su fina carita y temblaba.
-Entonces debemos ir a un lugar más tranquilo... no quiero que mi niña este asustada- Mizue levantó en sus brazos a Shizuru, tomó de la mano a Mai y le indicó a Takumi que aguardara junto a su padre para darle consuelo... Los curiosos y asustadizos ojos sangría, contemplaron desde la espalda de Mizue el mausoleo mientras se alejaban a paso tranquilo. Un corto grito de miedo escapó de su boca y el llanto de sus ojos, porque Shizuru observaba lo que los demás no podían, una sombra gigantesca con numerosas cabezas y lenguas bífidas... la sensación de cólera que emanaba aquel ser, podía erizar los vellos de la piel a quien fuera... no lo entendía porque tenía 5 años, apenas sabía que ese ser era un cumulo de amargura y furia. Los ojos rojizos y las fauces dentada con filos, pero un cuerpo sombrío sin una forma corporal definida, se miraban a punto de devorar a su padre y a Takumi junto a él... al menos durante meses tuvo pesadillas con aquel monstruoso ser y por ello sus padres decidieron que nunca más volviese a acercarse al mausoleo. Pues cada vez que la niña despertaba aterrorizada y llorando inconsolable, ellos no supieron que hacer, más que darle cobijo entre los protectores brazos paternos y dejarla dormir entre ellos en el lecho matrimonial.
Pero lo
que ahora estaba a la vista resultaba tan diferente a sus recuerdos, alguien se había esmerado en devolverle su gloria al mausoleo, limpio estaba el mármol, lijadas las verjas y pintadas con un color perlado, las puertas caoba cambiadas y las chapas de plata brillantes, las lapidas libres de moho y las hendiduras
llenadas con resina muy cuidadosamente para mostrar al fin los nombres y epitafios de los fallecidos. Habían enredaderas sobre las verjas, llenas de hermosas rosas blancas, ¡Alguien había plantado rosales para que adornaran el mausoleo! También notó ramilletes pequeños con listones frente a cada tumba.
Una sonrisa
de paz emergió en el rostro de Shizuru, pues al cerrar sus ojos pudo percibir la tonada y ver la sombra de antaño, cantar con sus voces en lo que parecía un gesto de dicha o el acompañamiento de un violín. Aquel mausoleo ya no era un lugar propicio para narrar cuentos de terror, ni asustar a los niños que se portaran mal, era un lugar tranquilo en el cual encontrar un instante de paz. -Kiyohime...- Susurró el nombre de aquel ser inmaterial, habiendo comprendido por fin que no deseaba causar daño, que el dolor presenciado en su infancia era una muestra del abandono que su familia le había dado a sus ancestros. -Espero puedas perdonarme por no entender- Musitó con humildad la castaña, mientras una pequeña lágrima mostraba su arrepentimiento. Un sonido de orca ininteligible pero sereno le dio a Shizuru la calma que estaba buscando, Kiyohime había perdonado. La tonada cesó, pues quien tocaba escucho la voz de la joven.
-¿Quién está
ahí?- Un par de ramas crujieron y la castaña se dio la vuelta abruptamente -¡Espere!- Gritó emprendiendo una
carrera al creer que escaparía, en dirección de la interrumpida tonada, hacia el gran cerezo, cuyas ramas había vuelto a reverdecer y hermosos capullos florecerían en pocos días.
-No venga
por favor...- Una voz grave pero gentil habló desde el otro lado del gran tronco. Shizuru sin entender del todo las razones obedeció, no se había percatado del peligro al que se ponía ante la presencia de un extraño, que bien pudiera ser algún forajido. -No quiero asustarla señorita Shizuru Fujino- Volvió a decir la voz desde el anonimato de la cara oculta del cerezo.
-¿Cómo sabe
mi nombre?- Cuestionó Shizuru con extrañeza incluso desconfianza, mientras apoyaba una de sus manos en el tronco y con cautos pasos comenzaba a rodear el árbol.
-Soy uno
más de los sirvientes de su familia... pero su hermano el amable Takumi, me ordenó que jamás le mostrara mi lamentable aspecto a una de sus hermanas, podría asustarlas y ser despedido por tal ofensa-
-¿Cómo es
eso posible? Usted no se oye como un anciano- Indagó la oji rubí imaginando el tipo de lamentable aspecto que tendría aquel extraño.
Una risa
límpida llegó a los oídos de Shizuru, se escuchaba agradable. -Tengo 17 años... mi fealdad no se debe a la vejez señorita- Sonaba divertido y Shizuru abochornada.
-¿Entonces? ¿Qué mal puede aquejar a alguien tan joven? ¿Es usted leproso tal vez?- Recordó la enfermedad mencionada por el abuelo Fujino, quien había sido un trotamundos en su juventud... asqueaba imaginar que a alguien se le cayera la piel a pedazos y además muy contagioso, temió por su salud así que se detuvo. De soslayo podía mirar la espalda de aquella persona y a un lado el violín sobre su estuche, definitivamente era él quien tocaba la melodía dulcísima que la atrajo.
Le miró
con detenimiento, o lo que podía ver con el obstáculo del tronco y las nacientes ramas del cerezo. ¿La estaba engañando acaso? Observó maravillada una larguísima melena negra de tono cobalto que yacía atada con una cinta negra en la cintura baja del joven, allí mismo tenía desfajada una camisa blanca de manga larga, pero percudida por el barro y el moho, Shizuru comprendió rápidamente que él había sido la gentil persona que restauró el mausoleo. Quiso acercarse y agradecer como era debido pero el volvió a hablar, el solo tono de su voz le recordó su primera solicitud “No vengas”.
-Como si
lo fuera... pero no se angustie señorita, no se me cae la piel a pedazos, no tengo esa enfermedad, yo simplemente nací así- El joven se puso de pie aun dándole la espalda, con esto Shizuru pudo comprobar que tenía una estatura acorde a la media de los hombres que conocía, pero aun así le superaba en altura como por dos cabezas, era delgado pero seguramente atlético o ello intuía de la forma en que los gastados pantalones negros le ajustaban por la presión de las botas marrones echas un estropicio.
-¿Podría al
menos saber su nombre? No es de caballeros ocultar el suyo cuando conoce el mío- Pegó un poco más su cuerpo al tronco con la esperanza de que se la oyera más lejana, aún al otro lado.
-¿Caballero?...- El joven ladeo un poco la cara, dejando ver que tenía el rostro cubierto por algo. -Mi nombre no es recomendable, pero si lo desea puede llamarme Kuga- Respondió al fin girándose por completo. -Pero le suplico no se lo diga a nadie, por favor- Inclinó la cabeza. -Solo su hermano y su
padre saben de mí no quiero causarles problemas- Suplicó pronunciando un poco más la venía.
Shizuru se
llevó las manos al rostro ocultando el espanto que le ocasionó verle de frente, en efecto aquel muchacho tenía el rostro cubierto de vendas, el cuello y los brazos... todo aquello que la tela sucia no ocultaba estaba lleno de vendas, pudiera ser que el entero se su cuerpo lo estuviera. Pero sus manos siendo lo único que la tela ni las vendas escondían, eran como garfas afiladas, si es que esas uñas excesivamente largas podían mostrar algo diferente... la piel estaba recubierta por un fino bello plateado. Kuga levantó el rostro... -Es un placer conocerla... señorita Fujino- El sol comenzó a ocultarse y con los últimos destellos de la luz naranjada, Shizuru notó unos carnosos labios carmines, una piel pálida en derredor de la boca, pero también unos espeluznantes colmillos en la sonrisa aparentemente amable que él quiso darle. -Disculpe mi tosquedad, pero debo irme... ya vienen por usted su hermana... está muy cerca- Señaló colina abajo entre los viñedos, aunque la castaña no pudo ver nada, en cuanto se dio la vuelta todo rastro del joven con aquel extraño nombre y apariencia se había marchado. Solo el violín abandonado, depositado allí junto a las raíces del cerezo quedó como testigo del inesperado encuentro, para que ella supiera que no se trataba de un sueño o una alucinación.
-¡Shizuru!- La voz cansada y agitada de la mayor de las hermanas interrumpió las cavilaciones y hasta el espanto de la oji rubí.
-¿Mai?- Cuestionó
la castaña volviéndose, para ver como su hermana llegaba desde el punto exacto que le señaló Kuga.
-¿Qué haces
aquí? Ya es de noche y este lugar es... es...- Mai observó con la misma maravilla que Shizuru, los cuidados y la actual belleza marmolina en la que se había convertido el viejo mausoleo. -Vaya... no esta tan feo el sitio como recuerdo, supongo que padre habrá solicitado a los sirvientes que pusieran el lugar más presentable-
-Claro... los
sirvientes- Sonrió nerviosamente Shizuru. Se cuestionaba como recoger el violín sin ser vista por su hermana
-¿Te pasa
algo?- Mai levantó una ceja, Shizuru siempre había sido sonriente y un mar de refinamiento en todo lo que hacía, casi la juraría etérea si no fuera su hermana. Pero por esa misma razón la menor prefería la soledad de su habitación para leer o pasar horas de siesta bajo el gran roble, incluso no le asustaba que el cachorro embrujado no creciera. La pelinaranja recordaba haberla visto hablando, pero allí no había nadie... y aquello era relativamente común, Shizuru era a todas luces extraña ¿Qué chica a su edad no estaría acosando a sus padres para que le buscaran un prometido pronto? Temía que su hermanita fuera del tipo solterona, pero ello era imposible ¡Shizuru tenía una belleza envidiable! Ofertas no le iban a faltar y aún faltaban unos meses para que tuviera una edad casadera. -Pareces pálida... “o espantada”-
-Nada... solo
estoy algo cansada y el apetito propio de esta hora no me deja pensar con claridad- Se excusó lo mejor que pudo, antes de ser llevada a zancadas colina abajo por su hermana. Lamentando dejar el violín a la intemperie, volvió la vista sobre el lugar nuevamente... para notar como el desaparecido joven tomaba el estuche en una de sus manos y levantaba la otra para despedirse con un ademán.
-Entonces vamos
a casa... ¡Yo también muero de hambre!- Decía animosamente Mai pensando en el merecido festín, que seguramente les obsequiaría la abuela Fujino por sus esfuerzos.
-Mai...- Cuando
les faltaba algunos metros para llegar a la casa, Shizuru sujetó la manga del vestido de su hermana deteniéndola un momento.
-¿Dime Zuru?-
Mai miró con ternura a Shizuru, era raro tener una charla de hermanas debido a los 5 años de diferencia entre ambas, así que cualquier cosa podía esperar, incluso el apetito.
-¿Qué es
lo más importante al momento de escoger esposo?- Se notaba inquieta a la menor, más que apenada.
-Que lo
ames... eso es lo más importante- Murmuró con el dedo en la barbilla en un gesto pensativo. -Pero siempre es más fácil cuando él es guapo, muy caballeroso y tiene la capacidad de darte una buena vida- Mai mencionó el consejo que le había dado su madre, la mitad de los problemas maritales están resueltos cuando no hay dificultades económicas o en ello se había basado para aceptar a su padre. -Aunque es difícil conseguir todas esas características en un hombre, por eso me siento muy afortunada- Finalmente sonrió.
-Entonces debe
ser atractivo, amable y rico- La castaña dejo escapar un suspiro que encendió la curiosidad de Mai, notando este detalle Shizuru cambió rápidamente el tema. -¿Amas al señor Reito?-
-Con todo
mi corazón- Admitió la de ojos lila ligeramente sonrojada, mientras estrechaba entre sus dedos el mandil blanco de su vestido.
-¿Cómo lo
sabes?- Inquirió dedicando una intensa mirada que sobrecogió un poco a Mai.
-No lo
sé... creo... creo que solo se siente, emoción de verle... deseo ponerme más hermosa en su presencia, agradarle en todo momento- Definitivamente la ojilila no se sentía muy experta en el tema y tampoco capaz de explicarlo. -Si quieres más información puedes preguntarle a mamá, yo todavía no me caso y supongo que esas cosas mejoran después de la boda- Levantó los hombros dando a entender que hasta ahí llegaba su conocimiento.
-Oh... entonces
no es amor- Sonrió más que aliviada Shizuru, corriendo a la casa y dejando con las palabras en la boca a la mayor.
Mai se
quedó pensando en las palabras de su hermanita, ¿Acaso dudaba de sus sentimientos por alguien? -Zuru... ¡Vuelve aquí...!- Corrió tras la castaña que ya llegaba a la puerta de la casa. -No te escapas... no sin decirme quieeeenn... ¡¿De quién hablas?!- Entró abruptamente en la sala donde todos los miembros de su familia le miraron con cara sorprendida y confusa.
-¿Qué son
esos gritos?- La abuela Fujino miraba con un ligero reproche a su nieta, en lo que acompañada por Mizue, servían los platos de la cena. -Esos no son modos Mai hime... ¿Qué diría tu prometido si te viera en semejantes alborotos?- Inquirió la anciana taladrando con la mirada carmín a la infausta joven.
-Err... que
no es propio de una dama de mi categoría- Un rojo intenso llenó la cara de Mai. Satoru por su parte asentía en el sofá leyendo un libro, que bueno era tener dos mujeres para corregir los pocos modales de su hija. -Pero Obachan...- Trataba de quejarse Mai viendo a Shizuru con reproche, pero de esa no se escapaba... Mai no era de las que dejara pasar una primicia en temas románticos ¡Mucho menos si era su hermana!
-Ara ara...
todavía caes en los juegos de tu anciana abuela- Se limpió una lagrimita la anciana riendo a gusto. -Entiende muchacha que si un hombre no te quiere con tus manías, serás infeliz... así que anda, ve acostumbrando a Reito a tus efusividades-
-¡Pero madre!-
Se levantó preocupado Satoru ¿Cómo le daba semejante consejo a su hija? Reito la devolvería en el primer año de matrimonio y aquello sería una deshonra. -Esos... no son comportamientos adecuados para una mujer casada-
-Ara ¿Insinúas
que no estás de acuerdo con mis manías?- Mizue se puso de pie al lado de su esposo, con esa expresión en la cara que delataba una tormenta en las cercanías.
-No quise
decir eso amor mío- Palideció el castaño sin saber cómo salir el embrollo y la posible pelea marital que se avecinaba. -Está bien... creo que un hombre debe amar a su esposa sobre cualquier circunstancia- Musitó con algo de sudor frío en la frente, cualquier cosa antes que dormir fuera de la alcoba y lejos de su mujer.
-Bueno chicas...
ya saben cómo hacer que un hombre se retracte de sus inadecuados comentarios. Fufufu- Apuntó divertida la abuela Fujino, mirando como Satoru hacia cuanta ocurrencia romántica tenía a la mano para que la castaña volviera a dirigirle la palabra. Mai miraba incrédula la escena, a la par que Shizuru se reía por lo bajo y su cachorro que nada más entrar la había recibido afectuosamente con ladridos y lamidas, se miraba igual de confuso que Takumi.
-No sé
si quiero casarme después de esto- Murmuraba por lo bajo el joven castaño, tratando de entender que había pasado, como es que su padre terminaba disculpándose y hasta suplicando después de haber tenido tan buenos argumentos para reprender con gentileza a su hermana. -Ya digo yo que las mujeres son un completo enigma...- Se sobaba la cabeza el muchacho, con una expresión extremadamente confusa.
-Eso es
porque no te has enamorado Takumi... todas estas preocupaciones se te van a olvidar cuando encuentres a la chica indicada- Le codeo Mai con una enorme sonrisa. -Te puedo presentar alguna de mis amigas...- Brillaron los ojos lila de solo imaginarse en la labor de casamentera, definitivamente la joven de prominentes curvas había leído demasiadas novelas de romance e idilios.
-Prefiero que
el amor me golpee por sorpresa... porque a eso suena... a golpiza- Sudaba de solo imaginarlo. Shizuru en cambio reía discretamente.
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Invisible, no
había otra manera de definir la forma en que 'él' era percibido por sus patrones. Le mantenían de alguna manera escondido haciendo las labores que nadie quisiera realizar, entre ellas limpiar las caballerizas y abonar los sembradíos. Pero no se quejaba, era silenciosa y eficiente en cada menester. Solo por eso Takumi Fujino había abogado por ella al momento de la contratación, el señor Fujino en cambio le había mirado con prepotencia y un evidente desagrado, era culpa de su desaliñado aspecto... lo sabía. Mintió sobre la fuente de sus vendas, alegando el incendio de un barco comerciante del que no salió bien, pero Satoru dudo en creer tal historia... “quedé desfigurado... por favor no me obliguen a mostrarles las cicatrices” Recordó haber dicho en presencia del suspicaz y paranoico hombre. Takumi en cambio se mostró comprensivo y gentil. “Kuga-san ha pasado ya por muchas dificultades padre, porque otra razón soportaría la molestia de esas vendas viejas, si no por cubrir las huellas de esos mastines que nos han causado tanto perjuicio... a todos”... no olvidaría en lo largo de su existencia la amabilidad del joven y le recompensaría por ello.
Sin los
títulos de su familia o una presentación en toda regla, resultaba evidente que en un mundo como aquel, el aspecto físico era algo importante. Ella en cambio sería una paria en los restantes meses que faltaban para ver cumplido el año pactado. Pese a todo el anonimato que le confería aquella vestimenta masculina, las vendas en la cara y gran parte del cuerpo, eran una carga menos pesada que la llevada entre los lujos del castillo Kruger y aunque lamentaba las humillaciones a las que debía someterse, no se arrepentía de ello... su padre había sido sabio al advertirle. “Tendrás que tomar medidas... me temo que el señor Fujino no es el caballero que dijo ser...”
Al final
le admitieron, con la intercesión del joven Takumi y lo barato de sus honorarios, tampoco pedía demasiado, alojamiento y comida, para sí y su fiel sirviente, con quien trabajaba codo a codo cada día. Solo podía hacerlo en las zonas apartadas, de ese modo no sería vista jamás por las doncellas de la casa y no las asustaría con su desalentador aspecto. Eso le había impedido observar de cerca a su prometida, o así fue durante meses hasta su abrupto encuentro aquella tarde. Pensar que solo podía contemplarla de lejos, en las sombras, y que de día Natsuki parecía más una sombra oculta en cada rincón donde la luz no llegara, para ver sus esfuerzos arrojados por la ventana de la casualidad... no podía borrar de su mente, ese momento en el que la tuvo a escasos pasos de sí. Si existía el amor a primera vista, podría jurar sin miedo a mentir... que se había enamorado de ella con solo escuchar su voz, verla con tal detalle en cambio, fue un regalo extra de la vida... porque tan hermosa alma estaba curiosamente guardada en una envoltura celestial, en un cuerpo cuya belleza hacía que hasta las deidades le envidiaran. Por ella todo era tolerable... Shizuru Fujino sería suya a como diera lugar, pero primero tenía ante sí la más difícil de las proezas, enamorar a tan cautivadora doncella, cuando solo se libraría de su apariencia maldita en cada luna llena.
-No creo
justo lo que ha de soportar excelencia- La voz suave pero grave de su acompañante y amiga del disfraz, se notaba agría. -Alguien con una misión tan valerosa en la vida ¿Manchando sus manos de estiércol? Esto parece una burda broma del cascarrabias de Sergei- A su lado su más fiel sirviente, la señorita Okuzaki, ocupaba un vendaje en el pecho al igual que Natsuki, indumentaria masculina que uno de los más humildes sirvientes del castillo Kruger tuvo la amabilidad de obsequiar a la Duquesa para urdir el plan, que ahora llevaba a cabo. Hacerse pasar por sirvientes, para asegurarse de las intenciones reales de Satoru Fujino, temía y ansiaba saber que pasaría cuando el otoño llegara y el tiempo límite del acuerdo se cumpliera, pero dudaba ya de la palabra de aquel hombre.
-Akira...- Llevó
la manga de su camisa hasta su frente para secar el sudor, apoyó los brazos en una pala con la que recogía los excrementos de los equinos. -¿Sabes cómo se ha de conquistar a una mujer?-
La aludida
casi se cae de los maderos en los que estaba de pie, acomodando la paja con la que se alimentaba a los caballos. -¿Habla en serio su majestad?- La pelinegra de ojos marrones y piel morena no daba crédito a lo que sus oídos escuchaban. ¿Nadie tuvo la gracia y sabiduría de enseñar a su amiga el arte de cortejar a una dama?
-No olvides
que estamos en la casa del señor Fujino, si él llega a enterarse de quien soy temo lo que pueda hacer... tal vez se llevaría lejos a la señorita Shizuru, recuerda tratarme como a un igual-
-Como diga
su... claro Kuga- Reacomodó con dificultad sus palabras, tantos años de servicio dejan huella, le costaría ajustarse al cambio. Bajó por la escalera para yacer a la altura de su amiga. -Bueno... creo que tenemos un serio problema porque... a mí nunca me han cortejado, ya sabe entre vigilar las fronteras de Artai y el lago de los Orphans... no he tenido tiempo para el romance- Se rascaba una mejilla con un dejo de vergüenza.
-Entonces... tendremos que buscar a alguien que si lo sepa- Suspiró con resignación la ojiverde, volviendo a palear lo restante de sus nada gratos deberes.
-¿Qué se
le ocurre?- Se unió a la causa Akira con otra pala en mano. -“Rayos... que hedor”- No evitó pensar, mirando con cierta admiración a Natsuki. -“¿Cómo lo tolera si tiene un olfato 5 veces más sensible?”-
-Iremos al
pueblo durante la noche-
-Pero ¿y
la señorita?- Ello sería un contratiempo para su amiga.
-Lo haremos
una vez este dormida- Natsuki sorteó sin dificultad la circunstancia.
-¡Si señor!-
Puestas manos a la obra el par concluyó la tarea de limpiar los establos con más prontitud de la anticipada.
Llegada la
noche el singular par debió partir a pie hacia el poblado más cercano, quedaba al menos a 80 kilómetros de distancia desde las tierras de la familia Fujino y aquella sería una larga noche, pues la Kruger deseaba retornar antes del amanecer. Una vez se adentraron en el bosque, pues no era recomendable viajar en la noche por los caminos, se detuvieron después de una hora de viaje por un descanso. Aún con el buen ritmo, estado físico de Akira y Natsuki, la lobuna le extendió una cantimplora para recuperar el aliento.
-No llegaremos
a tiempo...- Resultaba evidente para Natsuki, atravesar el bosque a pie era más lento que ir por la carretera, aun cuando ellas trotaban sobre los obstáculos naturales, como raíces y piedras llenas de moho, les estaba tomando demasiado tiempo avanzar.
-Debimos tomar
prestados unos caballos...- Apuntaba Akira, secando con un pañuelo las finas gotas de sudor que surcaban su rostro moreno y luego tomar abundante agua de la cantimplora. Los ojos marrones miraban a la Duquesa con incredulidad, ella misma había sido entrenada por su padre, el anterior comandante de la frontera, con un rigor que rayaba en la tortura, pero sudaba copiosamente cuando su amiga se notaba tan fresca como una lechuga. -“En estos casos no parece una maldición”-
-De ninguna
manera me arriesgaría a pasar por un vulgar ladrón... pero, quien dice que no podemos movernos más rápido que un caballo- La sonrisa colmilluda de la pelinegra hizo temer un poco a Akira sobre las intenciones de su señora, la discreción era indispensable y sospechaba que no iba a ser de ese modo.
-No estará
insinuando que...- La Okuzaki no pudo concluir la frase, su voz se quedó muda en su garganta y el instinto le indicó alejarse unos cuantos pasos, hasta que su espalda chocó con el áspero tronco de un árbol.
Las vendas
aparentemente comunes, comenzaron a mostrar un complejo entramado de letras arcanas, más negras que la noche... el polvo y el barro sobre ellas desapareció como por arte de magia, en efecto eso era... una magia antigua y poderosa de la que su ama era portadora, pero a la vez esclava. Entonces bajo la tela, donde la piel nacarada de Natsuki estaba oculta, un fulgor azul emergió con tal fuerza que encandiló la vista a Akira, esta se cubrió por reflejo la cara con una mano y en la otra sostuvo la lámpara de aceite que durante el camino les proporcionó luz.
Desde lo
lejos el rayo azul apenas fue percibido por los ojos curiosos de los sirvientes, pero aquella luz permaneció en el cielo y la tierra por muy cortos instantes, sin dejar rastro en la lejanía se apagó pocos segundos después. Poco a poco y lentamente, la oscuridad volvió a llenarlo todo en la distancia...
-Sube...- Una
voz ronca y con tono gutural nació de las fauces filosas de un lobo blanco de gran tamaño, tanto como para ser montado con facilidad.
Una hora más tarde...
-¿Estás seguro
Akira?- Cuestionó Natsuki de pie frente a la puerta de una casa con cortinas rojas y un pronunciado letrero donde aseguraba que se leía la fortuna y se vendían pociones para el amor. -No pretendo envenenar a Shizuru con alguna de esas cosas raras que vendan por ahí- Miraba con desconfianza las ventanas y todo el lugar en sí, pues la casa estaba vieja y gastada. Si era tan buena en las cosas del futuro ¿Qué hacía viviendo en semejante lugar?
-Señor... ignoro
si esto funcione, pero hay que intentarlo... de otro modo habremos perdido el viaje- Akira tocaba la puerta con fuerza en repetidas sucesiones, para despertar a quien atendiera el sitio que hacía las veces de negocio y vivienda de la supuesta adivinadora. Se sintieron observadas desde las ventanas y a través de la puerta ajada, sin embargo fingieron no saberlo. Akira persistió durante algunos minutos más, si tan solo luciesen las ropas propias del castillo no tendrían el actual impedimento, tal y como estaban no se les veía en poder de nada para dar a cambio de los servicios de la adivina. -Es una pena señor... habíamos traído los ahorros de toda la vida, para resolver las angustias que lastiman a su afligido corazón- Natsuki se quedó de una pieza mirando sin entender a su amiga, pues había dicho aquello en voz exageradamente audible.
-¿Cuál afligid...?- Las
manos morenas taparon la boca de Natsuki, quien se miraba ofendida por las aseveraciones de su servil. Quería conquistar a la graciosa amatista, pero aún no había agotado sus trucos y mucho menos sus habilidades en la seducción. -“Aunque todavía no sé cómo funcionan estas cosas, pero ¡Tan desesperada no estoy! ¿O sí?”-
Una mujer
que seguramente se arregló en tiempo récord abrió la puerta. -Pasen caballeros- En la oscuridad apenas pudieron notar el tono rojizo de sus largos cabellos y fundamentalmente un abultado pecho en su no tan recatado vestido de aires gitanos. La siguieron al interior, el lugar estaba adornado con flores, figuras metálicas, velas aromáticas que disimulaban el aroma a vino y todo tipo de esculturas alusivas a las gentes nómadas del desierto Argelino.
La mujer
de ojos verdes tomó asiente frente a una bola de cristal, en un pequeño cuarto donde el incienso encendido y los brillos colgantes del techo daban un aire místico. La luz encendida era escasa y un futón frente a la adivina les fue señalado a las jóvenes para su comodidad. -Yo soy Midori Sugiura... señora del tiempo, la voz del destino y casamentera según sea el caso... sin embargo los escuchó señores, que los trae esta noche a mi humilde morada...-
Akira fue
la primera en sentarse, jalo de la manga a Natsuki que miraba con extrañeza el lugar pero finalmente tomó asiento como le había sido indicado. -Vera usted, mi nombre es Akira Okuzaki y mi amigo se llama Nat... Kuga. Nosotros estamos ya en edad casadera, pero ignoramos completamente el cortejo que debe hacerse a una dama, así que...-
Midori no
le dejó concluir... -Usted tiene esperanzas, pero su amigo... déjeme decirle que tiene... mmm- Les miró de arriba a abajo y de abajo arriba. El moreno de ojos marrones era sumamente agraciado a su juicio, encontrarle esposa sería un juego de niños a pesar de su baja esturara, su solo aspecto atraería docenas de cortesanas, en cambio el desfigurado chico a su lado, ni con unas manitas de maquillaje o el más potente de sus pociones afrodisíacas err... del amor... se alejaría de la soltería... no cuando se le notaba tan pobre.
Akira agitó
un saco lleno de doblones de oro ante los ojos codiciosos de Midori. -El precio Madame... no nos preocupa, creo que con su amplio conocimiento en estos menesteres podrá sernos de ayuda ¿No es así?- Inquirió antes de permitirle una ofensa, del tipo que fuera a la duquesa.
-Diferentes atributos- Corrigió rauda la adivina al ver el botín. Sonrió ampliamente antes de poner manos a la obra, con un soplador mecánico debajo de la pequeña mesa, Midori abanicó polvos allí dispuestos y de varios colores, estos se elevaron desde la misma hasta las piernas de los dos 'hombres', ascendiendo lentamente en el aire hasta llenar por completo el cuarto, pero permitiendo la vista en las cercanías. Con una mano jaló un hilo que movía un par de latas metálicas en el cuarto contiguo, cuyo movimiento producía un sonido espeluznante y hasta sobrecogedor, dando un aire espectral al momento. -... mensajes desde el mundo espiritual me indican que su joven amigo no le ha hecho presente sus sentimientos a la joven que ama- Fácil era deducirlo para la pelirroja viendo las vendas en la cara de Kuga. Seguramente ello le habría ganado cierto grado de timidez... había que tener mucho valor para declararse ante una mujer y el chico, definitivamente no llenaba los cánones de valentía, si hasta era delgado y larguirucho, puede que algún musculo aquí o allá, pero no mucho
con lo que trabajar. -“¡Que pocas esperanzas con este hombre! Pero no puedo dejarlo escapar, los más desesperados son lo que mejor pagan mis servicios”-
-¡Increíble! Ha acertado- Musitó con un dejo de emoción en los ojos Akira. -Díganos más sabía señora-
-No sea
inoportuno caballero, me dificulta oír a los espíritus- Entrecerró sus ojos verdes Midori, de su rostro solo ello podía verse pues un velo le cubría la parte inferior de la cara. -... Es una doncella muy hermosa... “para todo hombre enamorado lo es... aun si es bizca y jorobada, o una mujer de una sola ceja, un oso... eso nunca importa a estos infaustos hombres, no al menos hasta después de consumado el matrimonio jajaja”- Pensaba para sí misma la pelirroja, notando el interés de hasta ese momento indiferente muchacho Kuga, del que notó unos ojos esmeralda preciosos, quizás lo único hermoso de su aspecto.. -Debe ser castaña y de piel clara... “Como todas las mujeres de esta zona” y tiene... curvas pronunciadas. “Una manera delicada de decirle gorda”... alguien difícil de alcanzar, pues su corazón yace en duda “y ¿Cómo no? ¿Quién prestaría atención a un chico tan feo?”- Midori guardó silencio, esperando que el suspenso obligara a sus clientes a decir algo, algo de lo que pudiera obtener más información para seguir con la charada.
-Rayos... ¿Es
acaso que mi amigo no tiene ninguna esperanza?- Akira miraba con angustia a la adivina.
-Entonces de
nada sirve estar aquí, si ella ama a otra persona...- Por fin rompió el silencio la propia Natsuki, con el ánimo de marcharse y ánimos
muy caídos. -“¿Para esto he venido? Para que una bruja me diga cuan desafortunado será mi matrimonio... no, eso no pasará... si ella amase a otra persona no tendría corazón de retenerla”-
-“Se
te escapan Midori, ¡Di algo pronto!”... no me malentiendan señores, su corazón no pertenece a nadie... todavía, pero me temo que su joven amigo tendrá que luchar con esmero y ahínco por tenerlo, pues otra persona también anhela ver completadas las mieles del amor, con aquella joven-
-¡¿Quién osa
acercarse a mi prometida?! ¡¡Le mataré sin piedad!!- La de
cabellos cobalto golpeó la mesa haciendo temblar y crujir la madera, la bola de cristal rodó y de no ser por los buenos reflejos de la adivina que la atrapó a tiempo, hubiera acabado en suelo rota y sin posibilidades de reparación alguna.
-No lo
dudo capaz señor Kuga “¿Es su prometida? Que desnaturalizado padre entregaría su hija a este... monstruo”- Se limpió una gota de sudor la pelirroja, por poco y hubiera tenido que solicitar otra bola desde Ealis. -Con tanta fuerza le aseguro que sería usted el vencedor...- Midori escondió lo mejor que pudo el miedo que le causo Natsuki, pues al fin se percató de los afilados colmillos de su boca. Midori agradecía profundamente a Akira que intentaba calmarlo. -... Pero no será necesario, usted puede obtener el corazón de la joven siempre y cuando siga mis sabios consejos en el amor... la hermosa Midori Sugiura empeñará todo su conocimiento en este antiguo arte, para ayudar a un desdichado chico en busca del corazón de su futura esposa-
Natsuki y
Akira miraron más que extrañadas a la adivina-casamentera, pues para la tarea publicitaria elegida, la mujer había puesto un pie sobre la mesa y elevado su mano sobre los brillitos colgantes, en un ademán de amor y paz, ligeramente sobreactuada. Midori volvió a mirarles con una sonrisa 'inocente'. -Claro por un módico precio, para los gastos de diligencia... nada costoso en verdad... pero entenderán que mientras les ayudo, habrán clien... personas desdichadas que no recibirán la ayuda que buscan...-
-No se
preocupé Sugiura Sensei- Akira levantó la bolsa con los doblones, que fue retirada a una velocidad casi sobrehumana. -Estamos dispuestos a aprender todo lo necesario para conquistar a una mujer como es debido-
-Créanme, cuando
revele mis más codiciados secretos... ustedes serán los Don Juanes más codiciados de nuestra querida Windbloom- La pelirroja extendió la mano para sellar el acuerdo.
-“Yo
solo deseo hacerme con un corazón...” Seremos diligentes aprendices milady- Murmuró Natsuki realizando una venía propia de las altas cortes, que a fin de cuentas la pelirroja no conocía, pero juzgó favorable.
-“Quizás todo no
esté tan perdido, por lo menos es un caballero”- Midori estrechó entonces la mano que Akira le brindó.
En la
lejanía más distante, muy cerca de la frontera con Artai un pelinegro enmascarado reflexionaba acerca de sus años mozos, en aquellos en los que obtuvo el amor de su difunta esposa, la bella cortesana Saeko Kuga... y pensar que el peor error de su vida había sido seguir los consejos de una gitana, cometió en nombre del amor tantas estupideces que definitivamente aun no comprendía del todo como es que tan delicada dama, le había concedido su mano en matrimonio. Tal vez, había sido cosa de mostrarse tal como era... aunque la torpeza no fuera un atributo muy apreciado por el género opuesto, el día que Saeko dio a luz a Natsuki se atrevió al fin a cuestionar como era que ella le había entregado su amor. Por toda respuesta obtuvo... “fuiste lento, incluso torpe y tartamudo... pero sincero y tierno”... ardía su rostro de solo
recordarlo. No estaba seguro de cuanto hubieran cambiado las mujeres, solo esperaba que Natsuki tuviera un poco más de suerte en ese aspecto. -Tonterías... mi hija es más inteligente que yo-
-¿Decía algo
mi Lord?- Cuestionó a su lado Sergei que estaba de pie como siempre
vigilante.
-Me preguntaba... como
le estará yendo a Natsuki en la casa de los Fujino- La mirada reflexiva se perdía en cielo próximo al alba.
-Seguramente bien señor... la duquesa está llena de virtudes- Afirmó con tono militar el rubio. -Es una excelente guerrera- Según Sergei ese era un atractivo inescrutable ante las mujeres, pero por algo estaba soltero a sus años.
Takeru levantó
una ceja, Sergei estaba más perdido que él en temas románticos. Entonces recordó la poca interacción de Natsuki con las féminas. -“¡Estamos perdidos!”... es idiota en presencia de una mujer bella...-
-La señorita
Fujino ¿lo es? Hermosa quiero decir...- Preguntó con curiosidad, a fin de cuentas no pudo verla el día que descargó los presentes en el sótano de la casa. Raro lugar para guardar los regalos nupciales de una hija, pero habían padres excéntricos y seguro Fujino lo era en ese punto.
-No tengo
ni la más remota idea, esperemos que no demasiado o me voy a quedar sin nietos-... el silencio se hizo en la estancia, mientras Takeru imploraba para sus adentros un poco de colaboración divina... ya no estaba tan seguro, que aquel matrimonio concertado saliera tan bien.
2 comentarios:
:D Ahahhaa Midori :P
Me encanta !!
Que gran capitulo.
Por desgracia los problemas apenas comienzan y mas aun pidiendo la ayuda de un experto charlatán.
Espero el proximo episodio.
Ahora puedo dormir tranquilo al saber que ya leí esto.
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