Capítulo
4
Sonidos
lejanos
-¿Estás segura?- La sonrisa plagada de
colmillos se ensanchó con la pregunta, jugueteando por un momento con la
intranquilidad que se respiraba en el ambiente. Dio un par de pasos aleatorios,
sin una dirección fija, sólo rondando, sintiendo los pares de ojos fijos en
ella.
-Sí- Contestó al fin, dejando que la
palabra goteara desde sus labios de mala gana. –Muy segura- Reafirmó,
sentándose nuevamente, sin dejar de
juguetear con su cola. Natsuki reprimió los deseos de morderla para hacerla
hablar, siempre se comportaba así.
Más parecía un zorro que un lobo.
La loba sonrió, fijando sus ojos claros en
ella, volvió a levantarse, acercándose lentamente hacia ella a medida que
hablaba. –Me gustaría que no fuera cierto tanto como a ustedes, pero si mis
instintos no se equivocan hay vientos de guerra entre los humanos- Pasó a su
lado, casi desafiando su paciencia. La loba azulada respiró profundo,
controlándose. La loba oscura era, por sobre todo, un miembro de su manada.
Y en muchas ocasiones había demostrado ser
su amiga.
Y
más me vale serlo…
Los oídos de Nao alcanzaban regiones casi
inexploradas para ellos.
-¿Cuánto más demorara?- Youko rompió el
silencio voluptuoso y expectante que a Nao le gustaba crear. La loba violeta
movió sus orejas un momento distraídamente, un ejercicio para pensar más que un
gesto en sí, considerando la pregunta, su seriedad de regreso ante la vista de
la manada. La cicatriz que cortaba una de las orejas era más notoria con los
rayos del atardecer golpeando su pelaje oscuro.
-No lo sé con seguridad- Respondió, luego
de meditarlo por unos momentos que se hicieron eternos –Podría ser un par de
lunas hasta una estación completa- Volvió el hocico hacia el Alfa, ahora
dirigiéndose directamente a él –Pero estallará, no esperes lo contrario-
Sentenció. Un silencio pesado cayó sobre los adultos de la manada.
Guerra entre humanos significaba guerra
para todos.
Reito entrecerró los ojos, ponderando la
información y las posibilidades que se abrían con ella. -¿Se acercarán a la
zona?- Inquirió, trazando mentalmente los posibles planes de acción. Nao giró
nuevamente el hocico, apuntando con la nariz la dirección por la que se
acercarían los ejércitos.
-La montaña ya no es una zona segura… las
pequeñas manadas humanas se mueven para conformar otras más grandes. Se
internan por los bosques en busca de comida, se internarán en este también-
Natsuki sintió el recuerdo de la flecha punzando desde el fondo de su memoria,
daba por sentado que el resto de la manada también la tendría presente.
-¡Pero estamos alejados de los poblados
humanos!, ¡La montaña es alta y no es un acceso a ninguna villa!, ¿Para qué se
acercarían ellos a estas zonas?- Tate se había levantado junto a sus palabras,
imprimiendo fuerza a su voz, intentando hacerla más real por su voluntad que
por su convicción. Natsuki negó levemente con la cabeza, era imposible lo que
su compañero exponía. Reito no lo miró, no hizo amago alguno de negar sus
palabras. Lo ignoró como se hace con los pequeños cachorros que aún no
comprenden del todo una situación.
Su silencio era suficiente para que el lobo
dorado comprendiera que había hablado de más. Su Alfa no lo amonestaría por ese
arranque de niñez.
Con las orejas caídas se sentó nuevamente,
guardando un silencio sepulcral.
No
tiene caso, los humanos se internaran en busca de comida, en busca de pieles,
de madera, de agua, de refugio, de otros humanos…
Deberían ponerse en movimiento.
Un manto de tristeza cayó suave, pero
ineludiblemente, sobre ella.
Irse.
Alejarse de la humana castaña, cuando por
fin se había mostrado ante ella.
El sonido de la voz de Nao, nuevamente
recontando datos, se perdió a medida que se adentraba en los recuerdos de esa
tarde.
Flashback
Mierda…
Frente a frente, la loba se mantuvo rígida,
sin poder tomar el control de su cuerpo nuevamente. Desde esa posición, libre
de los árboles y las sombras, la clara luz del sol parecía hacer resaltar los
rasgos de la humana, por fin a su libre vista.
Tengo
que salir de aquí
El olor se hacía más fuerte, más
concentrado. Si cerraba los ojos estaba segura que podría ver el rastro de la
esencia que marcaba en el aire, podría verla y seguirla sin necesidad de más
que su nariz.
Tengo
que escapar
Sus piernas se movieron al fin,
respondiendo a sus desesperados intentos de romper la extraña situación.
Piernas
Su
cuerpo moviéndose.
Recorriendo el camino hacia ella.
¡Alto
maldita sea!
Se acercó lentamente, midiendo cada paso.
Pronto pudo verse reflejada en las pupilas rojizas de la humana. Podía
distinguir su propia mirada atemorizada, su hocico manchado de sangre, su pecho
expandiéndose junto a su respiración disparada.
Y podía sentir el miedo y la estupefacción
viniendo desde la mujer castaña.
¡Detente
Natsuki!
Frente a frente. Estaba totalmente a su
merced. Desde esa distancia podría alcanzar su cuello sin mayores problemas.
Podría acabar con ella en un abrir y cerrar de ojos.
Relamió sus labios, limpiando parcialmente
la sangre alrededor de ellos. Sabía dulce luego de la carrera, le recordaba la
caza y el cansancio suave que sus músculos acumulaban luego de correr para
alcanzar su presa. La hacía sentir satisfecha.
Por fin sus patas se detuvieron, una de las
garras de su pie derecho a sólo centímetros de tocar las rodillas de la mujer. Sólo un poco más. Quería tocarla.
Sí quería hacerlo.
Sentir esa piel tan extraña, desprovista de
pelaje o de color.
Sólo un rosado pálido, blanquecino.
Las manos sin garras.
El delicado cuerpo protegido por capas de
tela.
Y, tras todo eso, el olor pujante de la
sangre corriendo, desenfrenada. El corazón de la mujer retumbando contra su
pecho, el sonido viajando por sus sensitivas orejas, enviando pulsaciones hasta
la punta de su cola, recorriendo toda su espina y erizando levemente los pelos
de su lomo.
Quería tocarla.
Alargó un poco su nariz, sólo un centímetro
más, lo suficiente para casi tocar a la humana. El olor morado que desprendía
la mujer ahora era demasiado fuerte como para pensar en algo más. Le provocaba
sensaciones parecidas a las de la sangre fresca que manaba de la presa recién
abatida.
Parecida, pero a la vez distinta.
Su hocico ya no apuntaba su cuello, sino el
rostro de la mujer, un rostro congestionado por la incredulidad, por la
extrañeza y por el miedo. El miedo.
Podía olerlo.
Tornando acre el olor dulce de la mujer.
Quiso reconfortarla, intentar difuminar en
el aire fresco que las rodeaba esa salvaje esencia que empañaba su natural
aroma, erradicarlo de las axilas y la punta de los dedos, por donde escapaba en
un flujo constante que aumentaba. Quiso decirle que todo estaría bien, que no
le haría daño.
Que no podría hacerle daño.
Su lengua se asomó unos momentos, como si
preparada sus labios secos para poder articular un lenguaje que no le era propio.
Pero solo suaves gruñidos escaparon de su garganta. Bajos y graves, sonidos que
sólo quien conociera podría interpretarlos.
Fue suficiente para desencadenar la alarma.
De pronto el mundo se torno verde, morado y
amarillo. Una combinación de colores que giraba vertiginosa ante sus ojos. Espera, Natsuki, despierta. Tenía los
ojos cerrados y su cuerpo giraba con violencia contra el piso, su hombro
izquierdo latiendo con fuerza luego del golpe.
Shizuru había por fin reaccionado, la
lengua aún roja por la sangre la había hecho reaccionar. Tenía un lobo encima.
Tenía un lobo encima.
Tenía un lobo de enormes colmillos encima,
respirando en su rostro mientras su lengua repasaba los contornos de unos
labios negros, de un hocico salpicado de sangre.
Su pierna derecha se movió más por instinto
que por decisión, golpeando con todas sus fuerzas al lobo en el primer lugar
que pudo encontrar.
El hombro izquierdo.
El animal salió catapultado con la fuerza
de la pierna que se estiraba, todo el peso de la humana detrás, las manos
firmes en el suelo brindándole el apoyo para enviar toda la fuerza posible en
ese golpe lleno de temor y miedo.
Natsuki abrió los ojos, impulsando su
cuerpo para usar la fuerza del giro y colocarse de pie en un salto. El mundo aún
giraba con los colores de los aromas casi nítidos en el aire frente a ella. El
morado natural de la mujer, el amarillo del miedo. Su propio olor disparado
ante la sorpresa, azul, manchándolo todo a su alrededor. Su hombro izquierdo
protesto levemente, el golpe no había sido suficiente para causar un daño real,
pero, instintivamente, se había levantado lista para responder el ataque, con
los colmillos desenfundados y la cabeza gacha, todo su cuerpo tenso como un
resorte preparado para alcanzar el objetivo en un solo salto. Shizuru reconoció
de inmediato los gestos e intentó retroceder, su cuerpo nuevamente no
respondía, entumecido por la sorpresa, sus piernas inútiles mientras sus ojos
no podían despegar la vista de los ojos verdes que ardían en la bestia frente a
ella. Intentó razonar, tranquilizarse, mantener la calma y buscar alguna
posibilidad para salir de todo aquello.
Pero el incendio esmeralda seguía allí,
dejándole en claro algo muy sencillo.
No podría con una bestia así, simplemente
no podría.
Natsuki pestañeó un par de veces,
controlando su cuerpo dispuesto a matar.
Fue
mi culpa, fue mi culpa, fue mi culpa. Se repitió,
relajando su hocico tenso, cubriendo sus colmillos asesinos.
Fue
mi culpa.
Una oleada de vergüenza la asaltó,
levantándola como si fuera una pluma, levantando su mente y llevándola más
allá. Se vió a sí misma, loba, depredadora, se vio a sí misma frente a la
humana que había espiado por tanto tiempo, asustada, encogida. Entregada.
Mi
culpa.
Apretó los dientes, devolviéndose a sí
misma a sus dimensiones, a su cuerpo. La ola aún azotándola, luchando por
llevársela y hundirla luego, bajo el océano de sus sentimientos, profundos e
inexpugnables. Un lugar en el cuál no podría tomar el control de su cuerpo.
Resoplando se giró por completo en un solo movimiento, usando la fuerza que
corría aún por sus músculos para alejarse de allí, como un animal derrotado.
Alejarse lo más rápido que pudiera sin
mirar atrás.
Se perdió entre los árboles, el peso de su
conciencia ya haciendo mella en su orgullo, en su imagen, en sí misma. Su
cerebro como una enorme tormenta, una enorme tormenta abatiendo al pequeño
animal que aún intentaba luchar, salir de allí y encontrar una respuesta
razonable, coherente.
Una respuesta que no existía.
Después de todo, las respuestas coherentes
no eran más que justificaciones innecesarias cuando las cosas eran y debían
ser. Y Natsuki lo sabía. Por supuesto que lo sabía.
¿Después de todo no era esa la razón por la
que había decidido quedarse al margen, muy atrás?
Cruzaste
la línea, ya no hay vuelta atrás.
Ni
razón, sólo motivo.
Solo
ser.
Atrás, en el claro, la humana luchaba por
no dejarse llevar por el miedo y salir corriendo. Aún había muchas cosas en las
cuales debía meditar.
Preferentemente en un lugar en el que nadie
viera cuán perpleja y afectada estaba.
Cuán asustada estaba y, a la vez,
maravillada.
Fin
del Flashback
Siguió con la mirada perdida, más allá de
la manda que deliberaba sobre los próximos pasos a seguir. Su nariz
cosquilleaba con el olor de la tierra y las hojas que había usado para
disfrazar el olor a miedo de la humana, pegado a su pelaje oscuro luego de su
accidentado encuentro. ¿Qué se suponía que seguía ahora?, ¿Qué?
Lo
arruiné
Arruinar… ¿Qué?, no había nada allí. Nada.
Pestañeó un par de veces, regresándose a la
situación en la que vivía. Lo que era importante. Buscó con la mirada a los
pequeños de la manada, jugando despreocupadamente en los límites de la
madriguera, saltando y mordisqueándose entre sí. Pequeños cachorros aún inocentes a las
injusticias del mundo.
Aún inocentes a los peligros que encerraba
el mundo.
Sus noches de sueños tranquilas aún.
Aún…
////
La columna de humo tibio y tranquilo se
perdía en el cielo, subiendo hacia la noche oscura, oscura como boca de lobo. Ara, mejor como el pelaje de uno…. Habían pasado tres semanas de la
última vez que se había internado en el bosque, desde que se había encontrado
al animal de enormes quijadas y el pelaje oscuro. Envuelto por el halo de
brumas que levantaba la tierra del bosque, con las fauces abiertas resollando,
manchado de sangre fresca y los ojos fijos en ella. Ojos verdes encendidos. Por
un momento creyó estar viendo las pinturas que adornaban alguno de los salones
de las grandes casas, esos delirios abiertos en pesadillas, lugares extraños y
salvajes de donde se escapaban los monstruos que poblaban los infiernos de los
artistas. Animales con tres cabezas, mitades de cuerpos cambiadas, todo
transfigurado en medio de un frenesí interminable, un rojo frenético que no
cesaba de transformar, como si cada ser que tocara con su pincel poseído fuera
arrastrado al centro del infierno sin lógica ni razón. Y, en medio de todo eso,
el lobo negro con los ojos verdes.
Una visión sacada de esos delirantes y
monstruosos pensamientos
Pero…
Pero sus ojos. El verde encendido no
marcaba el instinto asesino. No pudo sentir esos deseos de matarla sobre sus
hombros, esa necesidad de sangre escapándose de la bestia. Había… curiosidad,
una curiosidad atónita plasmada en los pupilas de quién se suponía habría sido
su verdugo. Y lo único que podía pensar, sacar en limpio de toda la extraña
situación era un simple ¿Por qué?. Había pateado al animal, había lastimado al
lobo lo más fuerte que pudo, esperando que lo asustara y se alejara. Pero en
lugar de dolor o furia el gruñido que soltó el animal retrataba sorpresa y
vergüenza. Pudo leerla en todo su cuerpo. En todos los músculos tensos antes
que escapara de su vista de un solo salto.
Antes de que le demostrara en esa huida
que, de haberlo deseado, podría haberle arrancado la cabeza con unos cuando
mordiscos.
Suspiro, sin concentrar en nada su mirada
perdida, el humo aún buscando el negro cielo de la noche a través de su ventana
abierta. Fríos vientos de invierno soplando desde el sur inundaban la
habitación, haciendo titilar las lámparas protegidas por delgadas capas de
papel. La taza, aún abandonada, esperaba paciente que su dueña se decidiera a
beber de ella. Pero la castaña seguía perdida. Tanto que pensar.
Tanto que meditar.
Y tan pocos deseos y tiempo para hacerlo.
Los mensajeros se hacían cada vez más
frecuentes en la enorme mansión. Los caballos piafaban nerviosos y
desconcertados ante tantos nuevos invitados en sus establos. Cada día el galope
de un nuevo equino rompía los ruidos habituales de la rutina, despertando a su
padre antes de tiempo, manteniendo en vilo sus propios pensamientos y sueños.
Por fin su mano encontró el camino hacia el recipiente tibio, asiéndolo en un
reflejo sin meditación, llevándolo a unos labios que aún sin estar sedientos
repetían los gestos mecánicos que en su vida había siempre acostumbrado.
A lo lejos escuchó el canto suave de sus
medias hermanas, uniéndose a la noche tranquila.
Pronto todos esos sonidos naturales aún le
serían arrebatados y, con ellos, su rutina y tranquilidad. Aún no podía
sospechar cuánto los extrañaría. Por cuan largo período los extrañaría.
Dejó la taza vacía, intentando traerse de
regreso a la realidad contable y ponderar los hechos que ocurrían a su
alrededor.
Los reinos aledaños eran incapaces de
controlar a sus latifundistas. Monarquías desgastadas y mediocres se mantenían
milagrosamente en el poder. Pero pronto ninguno de ellos prevalecería, si sus
suposiciones eran correctas, pronto se levantarían en armas contra ellos, o
acabarían en un silencioso asesinato con toda la rama monárquica de un solo
golpe. Eso significaba que su padre y los otros terratenientes que cercaban las
fronteras de su propia nación deberían alzarse en armas y proteger los límites.
Serían la primera línea de fuego en ser alcanzada. En lugar de partir a la
guerra se atrincherarían en los castillos cercanos a su casa y esperarían a que
viniera la oleada enemiga.
Es decir
todo el mundo será removido de sus cimientos. Nos mandarán lejos o quedaremos
cerca, resistiremos o moriremos pero, por seguro, no podremos abandonar esta
posición.
Todo a su alrededor cambiaría.
Y eso significaba que ella también lo
haría.
Una mano de hierro apresó su corazón, la
angustia haciendo un nudo en su pecho.
Pronto todo se acabaría, con la llegada del
invierno llegarían las tropas a defender los pasos por donde, probablemente,
los ejércitos enemigos se abrirían camino a golpe de espada para llegar al
corazón del reino, fértil y generoso o, por lo menos, más fértil que las
montañas que cobijaban a muchos de los hombres que venían en camino, enseñados
por ellas a vivir a punta de hierro y acero.
El invierno golpeaba ya las puertas,
anunciado por el viento que no cesaba de golpear a través de su ventana,
enfriando su rostro pero no sus pensamientos o su corazón. Una idea loca y
arriesgada revoloteaba por su cabeza, una idea que no se dejaba atrapar o
ajusticiar, no se dejaba ver ni entender, ni tampoco aislar, asir, matar,
estrangular, acabar y enterrar como la
estupidez que era.
Que siempre sería.
Bebiendo otro sorbo de té helado Shizuru
tomó su resolución.
Volvería al bosque antes de que los
ejércitos empezaran a arribar y, junto a ellos, su suerte cayera sobre ella
como su condena. Un yugo que su padre aún no dejaba traslucir en sus
conversaciones, que aún no disponía sobre la mesas con las cartas ya jugadas y
barajadas.
¿Qué
papel jugaré yo aquí?, ¿Dónde me mantendrá mi padre, dónde me dejará?
¿Dónde
cuando la guerra inicie?
////
-¿Natsuki?- La pequeña loba correteó a sus
pies, arrastrándose bajo sus patas con una sorprendente agilidad. Con su porte
y la velocidad de crecimiento que tenía pronto alcanzaría a la loba mayor. El
pelaje azulado que rodeaba sus ojos tembló involuntariamente a medida que
intentaba ocultar la sonrisa que luchaba por nacer ante la simple vista de la
pequeña. Era su pequeña después de todo, su protegida, el mismo lobo alfa se la
había encargado. Ella sería su guía hasta que la lobezna alcanzara la edad adulta,
los dieciséis años de edad.
Sonrió, pensando en el rostro desconcertado
que su madre siempre imitaba cuando hablaba de ello. Su especie no era regular,
por cierto, ellos no eran lobos del todo.
Tampoco eran humanos.
Ni por cierto eran sólo ‘bestias’.
Ellos eran Nougtte, una de las pocas líneas
que aún permanecían en el mundo que cambiaba incesantemente a su alrededor.
Y su madre siempre se lo relataba, junto a
los años que compartió entre los humanos.
Si cerraba los ojos podía escuchar su voz
oscura pero arrulladora, recordando escenas pasadas, largos viajes que
terminaban siempre en otro aún más largo. Sus patas incesantes siempre
recorriendo caminos sin descanso. Uno tras otro como si fuera alcanzando una
meta inalcanzable, como si se entregara al camino por el gusto de ser parte de
él. Una sombra que no cesaba de recorrer montaña tras montaña y valle tras
valle, abriendo un nuevo mundo a su paso, abriendo nuevas posibilidades a cada
paso.
Una punzada de angustia transformó su
alegría en pesar. Su madre se había ido.
Había emprendido el camino para siempre.
Luego de dejarla en manos de su otra
compañera… su otra pérdida.
Abrió los ojos, fijando la vista en el
camino apenas visible en la noche sin luna. Despejando su mente de esos
pensamientos. Necesitaba concentrarse en el ahora, enseñarle a la niña el por
qué su raza era tan especial. Enseñarle qué podía hacer, qué podía alcanzar. Y,
también, cuáles eran las restricciones y los precios a pagar.
-¡Natsuki!- La pequeña mordisqueó levemente
el hombro de su mayor, buscando su atención. La loba azul agradeció en silencio
que fuera su hombro derecho y no el magullado hombro izquierdo que reclamaba
sordamente a cada paso.
-¿Qué?- Inquirió, secamente, intentando que
su tono de voz fuera más duro de lo que en verdad necesitaba ser. El efecto fue
el deseado, la pequeña se replegó un poco, escondiendo las orejas y la cola en
señal de sumisión y de perdón. Unos momentos transcurrieron antes de que la
cachorra rebuscara nuevamente su voz, pujando por conseguir una respuesta a una
de las tantas interrogantes que tenía.
-¿Dónde vamos?- Natsuki sonrió, debió
imaginárselo, era una pequeña después de todo, buscaría ese tipo de respuestas
más sencillas. Sin detenerse o voltearse siguió el camino, señalando con el
hocico el lugar que ocultaba la cima de la montaña, dividida en dos picos
ancestrales, moldeados por el viento y la lluvia. Mikoto siguió el camino que
trazaba la nariz de su ‘hermana’. La respuesta era vaga, pero prefirió
guardarse el resto de sus preguntas, aún inquieta por lo que Natsuki podría
agregar ante ellas.
Esa noche era especial, lo sabía.
Debía ser respetuosa, también lo sabía.
Pero aún nadie le había explicado el por
qué era tan especial, todos guardando un silencio demasiado profundo como para
sondearlo, rodearlo o simplemente atravesarlo. Aún estaba sentada en la orilla,
paseándose en las orillas por un momento, el instante en que le dieran la
aprobación y la dejaran atravesar el largo mundo de ignorancia que la separaba
de la loba a su lado. De todos los adultos que componían su manada.
Y
seguiría sin responder por dos años más si no fuera porque Reito me lo pidió
expresamente. Sin despegar los ojos del sendero
apenas trazado la mujer recordó las órdenes de su alfa. Aún faltaba dos años para
que Mikoto cumpliera la edad para el amanecer, pero ante los eventos que se
acumulaban y aproximaban –los humanos cada vez más cerca, el olor a pólvora que
acarreaban los vientos del sur, presagiando lo que ya se había declarado- era
necesario que los pequeños fueran iniciados antes, en caso de que lo peor
ocurriera, era necesario que entendieran lo más posible exactamente qué eran
ellos. Y Natsuki debía traspasarle ese conocimiento la pequeña cachorra,
incluso antes de enseñarle a cazar por su propia cuenta Que estoy casi segura que ya lo hace… debía enseñarle esto primero.
La noche sin luna sería, ahora, también
parte de ella, tanto como lo era para Natsuki, como lo había sido para su madre
y para Mai, para todos quienes componían, de alguna manera, la rama familiar
que se extendía decenas de generaciones atrás, hasta el principio del mundo que
se movía en reversa.
Cuando
aún se movía ‘en reversa’
Alcanzaron la cima en un silencio demasiado
insalvable para el gusto de la loba negra. Sus músculos jóvenes pulsaban por
impulsarla en carreras y saltos, por llevarla más allá y probar sus
habilidades, pero estaba atada a los designios de su tutora, esperando el
momento en que la liberara y pudiera correr de regreso, en el que pudiera
encargarse nuevamente de sus responsabilidades juveniles sin nada más en mente
que ellas.
Sonriendo amargamente la loba azul la
condujo por los pasadizos hasta el corazón de la cima, consciente de que la
arrancaba de su infancia. Aún, si no lo supiera ahora, se daría cuenta con el
transcurso de las próximas semanas. El mundo habría cambiado entonces para ella
también.
Mikoto abrió los ojos, sorprendidas, sus
orejas de golpe levantadas y su cola en una línea horizontal, el pelaje
erizado, todo su cuerpo respondiendo con estupefacción ante lo que sucedía en
su presencia. Algo había escuchado, de soslayo, algo había imaginado. Pero
ahora, con la sonrisa de su mentora transformándose largamente, con todo su
cuerpo cambiando y su voz, por fin hablando, entendía el por qué de las diferencias
entre ellos y los lobos normales.
La pata azul que sostenía la piedra base
lentamente cambiaba, revelando a la noche sin luna sus más profundos secretos.
////
La castaña observó la pequeña caja de
madera trenzada frente a ella. Sus utensilios púlcramente colocados en sus
respectivos lugares. Todo ordenado como era su costumbre antes de partir. Sólo
una cosa estaba fuera de lugar, sólo un pequeño detalle que pasaría casi
imperceptible a quien no estuviera acostumbrado a esa vista tan mundana.
En esta ocasión había té suficiente para
dos.
El viento de invierno, que soplaba cada vez
con más fuerza desde el sur, penetró su habitación, agitando las hojas y
trayendo consigo el olor a humedad y hojas secas.
A tierra mojada.
A las lluvias que se avecinaban.
Shizuru suspiró, cerró l pequeña caja y
observó la mañana que daba paso a una tarde grisácea.
Según ponderaba, sería su última
oportunidad en mucho tiempo.
1 comentarios:
Por favor no nos dejes en este misterio.
Estare esperando un nuevo capitulo.
Saludos.
Tom( Ash kechum)
Publicar un comentario
Antes de comentar ten en cuenta lo siguiente:
Sigue las normas básicas, sé respetuoso. Los comentarios serán moderados, si respetas, no habrá trabas.
No está permitido escribir enlaces que no tengan que ver con la entrada. Cualquier enlace fuera de lugar será borrado. Si lo que quieres es promocionar tu sitio web, ve a la seccion de Afiliados ó utiliza la opción OpenID.
Para comunicarnos mejor: los que no tengan cuenta de Blogger (o similar), pueden poner un nombre personalizado eligiendo la opción "Nombre/URL"
Gracias ^_^