Rss

Actualizaciones 15/Julio

domingo, 4 de noviembre de 2012

domingo, 4 de noviembre de 2012

Cap. 4 de "Té para tres" por Kuro na Ookami


Capítulo 4

Sonidos lejanos

-¿Estás segura?- La sonrisa plagada de colmillos se ensanchó con la pregunta, jugueteando por un momento con la intranquilidad que se respiraba en el ambiente. Dio un par de pasos aleatorios, sin una dirección fija, sólo rondando, sintiendo los pares de ojos fijos en ella.

-Sí- Contestó al fin, dejando que la palabra goteara desde sus labios de mala gana. –Muy segura- Reafirmó, sentándose nuevamente,  sin dejar de juguetear con su cola. Natsuki reprimió los deseos de morderla para hacerla hablar, siempre se comportaba así.

Más parecía un zorro que un lobo.

La loba sonrió, fijando sus ojos claros en ella, volvió a levantarse, acercándose lentamente hacia ella a medida que hablaba. –Me gustaría que no fuera cierto tanto como a ustedes, pero si mis instintos no se equivocan hay vientos de guerra entre los humanos- Pasó a su lado, casi desafiando su paciencia. La loba azulada respiró profundo, controlándose. La loba oscura era, por sobre todo, un miembro de su manada.

Y en muchas ocasiones había demostrado ser su amiga.

Y más me vale serlo…

Los oídos de Nao alcanzaban regiones casi inexploradas para ellos.

-¿Cuánto más demorara?- Youko rompió el silencio voluptuoso y expectante que a Nao le gustaba crear. La loba violeta movió sus orejas un momento distraídamente, un ejercicio para pensar más que un gesto en sí, considerando la pregunta, su seriedad de regreso ante la vista de la manada. La cicatriz que cortaba una de las orejas era más notoria con los rayos del atardecer golpeando su pelaje oscuro.

-No lo sé con seguridad- Respondió, luego de meditarlo por unos momentos que se hicieron eternos –Podría ser un par de lunas hasta una estación completa- Volvió el hocico hacia el Alfa, ahora dirigiéndose directamente a él –Pero estallará, no esperes lo contrario- Sentenció. Un silencio pesado cayó sobre los adultos de la manada.

Guerra entre humanos significaba guerra para todos.



Reito entrecerró los ojos, ponderando la información y las posibilidades que se abrían con ella. -¿Se acercarán a la zona?- Inquirió, trazando mentalmente los posibles planes de acción. Nao giró nuevamente el hocico, apuntando con la nariz la dirección por la que se acercarían los ejércitos.

-La montaña ya no es una zona segura… las pequeñas manadas humanas se mueven para conformar otras más grandes. Se internan por los bosques en busca de comida, se internarán en este también- Natsuki sintió el recuerdo de la flecha punzando desde el fondo de su memoria, daba por sentado que el resto de la manada también la tendría presente.

-¡Pero estamos alejados de los poblados humanos!, ¡La montaña es alta y no es un acceso a ninguna villa!, ¿Para qué se acercarían ellos a estas zonas?- Tate se había levantado junto a sus palabras, imprimiendo fuerza a su voz, intentando hacerla más real por su voluntad que por su convicción. Natsuki negó levemente con la cabeza, era imposible lo que su compañero exponía. Reito no lo miró, no hizo amago alguno de negar sus palabras. Lo ignoró como se hace con los pequeños cachorros que aún no comprenden del todo una situación.

Su silencio era suficiente para que el lobo dorado comprendiera que había hablado de más. Su Alfa no lo amonestaría por ese arranque de niñez.

Con las orejas caídas se sentó nuevamente, guardando un silencio sepulcral.

No tiene caso, los humanos se internaran en busca de comida, en busca de pieles, de madera, de agua, de refugio, de otros humanos…

Deberían ponerse en movimiento.

Un manto de tristeza cayó suave, pero ineludiblemente, sobre ella.

Irse.

Alejarse de la humana castaña, cuando por fin se había mostrado ante ella.

El sonido de la voz de Nao, nuevamente recontando datos, se perdió a medida que se adentraba en los recuerdos de esa tarde.

Flashback

Mierda…

Frente a frente, la loba se mantuvo rígida, sin poder tomar el control de su cuerpo nuevamente. Desde esa posición, libre de los árboles y las sombras, la clara luz del sol parecía hacer resaltar los rasgos de la humana, por fin a su libre vista.

Tengo que salir de aquí

El olor se hacía más fuerte, más concentrado. Si cerraba los ojos estaba segura que podría ver el rastro de la esencia que marcaba en el aire, podría verla y seguirla sin necesidad de más que su nariz.

Tengo que escapar

Sus piernas se movieron al fin, respondiendo a sus desesperados intentos de romper la extraña situación.

Piernas

Su  cuerpo moviéndose.

Recorriendo el camino hacia ella.

¡Alto maldita sea!

Se acercó lentamente, midiendo cada paso. Pronto pudo verse reflejada en las pupilas rojizas de la humana. Podía distinguir su propia mirada atemorizada, su hocico manchado de sangre, su pecho expandiéndose junto a su respiración disparada.

Y podía sentir el miedo y la estupefacción viniendo desde la mujer castaña.

¡Detente Natsuki!

Frente a frente. Estaba totalmente a su merced. Desde esa distancia podría alcanzar su cuello sin mayores problemas. Podría acabar con ella en un abrir y cerrar de ojos.

Relamió sus labios, limpiando parcialmente la sangre alrededor de ellos. Sabía dulce luego de la carrera, le recordaba la caza y el cansancio suave que sus músculos acumulaban luego de correr para alcanzar su presa. La hacía sentir satisfecha.

Por fin sus patas se detuvieron, una de las garras de su pie derecho a sólo centímetros de tocar las rodillas de la mujer. Sólo un poco más. Quería tocarla.

Sí quería hacerlo.

Sentir esa piel tan extraña, desprovista de pelaje o de color.

Sólo un rosado pálido, blanquecino.

Las manos sin garras.

El delicado cuerpo protegido por capas de tela.

Y, tras todo eso, el olor pujante de la sangre corriendo, desenfrenada. El corazón de la mujer retumbando contra su pecho, el sonido viajando por sus sensitivas orejas, enviando pulsaciones hasta la punta de su cola, recorriendo toda su espina y erizando levemente los pelos de su lomo.

Quería tocarla.

Alargó un poco su nariz, sólo un centímetro más, lo suficiente para casi tocar a la humana. El olor morado que desprendía la mujer ahora era demasiado fuerte como para pensar en algo más. Le provocaba sensaciones parecidas a las de la sangre fresca que manaba de la presa recién abatida.

Parecida, pero a la vez distinta.

Su hocico ya no apuntaba su cuello, sino el rostro de la mujer, un rostro congestionado por la incredulidad, por la extrañeza y por el miedo. El miedo.

Podía olerlo.

Tornando acre el olor dulce de la mujer.

Quiso reconfortarla, intentar difuminar en el aire fresco que las rodeaba esa salvaje esencia que empañaba su natural aroma, erradicarlo de las axilas y la punta de los dedos, por donde escapaba en un flujo constante que aumentaba. Quiso decirle que todo estaría bien, que no le haría daño.

Que no podría hacerle daño.

Su lengua se asomó unos momentos, como si preparada sus labios secos para poder articular un lenguaje que no le era propio. Pero solo suaves gruñidos escaparon de su garganta. Bajos y graves, sonidos que sólo quien conociera podría interpretarlos.

Fue suficiente para desencadenar la alarma.

De pronto el mundo se torno verde, morado y amarillo. Una combinación de colores que giraba vertiginosa ante sus ojos. Espera, Natsuki, despierta. Tenía los ojos cerrados y su cuerpo giraba con violencia contra el piso, su hombro izquierdo latiendo con fuerza luego del golpe.

Shizuru había por fin reaccionado, la lengua aún roja por la sangre la había hecho reaccionar. Tenía un lobo encima. Tenía un lobo encima.

Tenía un lobo de enormes colmillos encima, respirando en su rostro mientras su lengua repasaba los contornos de unos labios negros, de un hocico salpicado de sangre.

Su pierna derecha se movió más por instinto que por decisión, golpeando con todas sus fuerzas al lobo en el primer lugar que pudo encontrar.

El hombro izquierdo.

El animal salió catapultado con la fuerza de la pierna que se estiraba, todo el peso de la humana detrás, las manos firmes en el suelo brindándole el apoyo para enviar toda la fuerza posible en ese golpe lleno de temor y miedo.

Natsuki abrió los ojos, impulsando su cuerpo para usar la fuerza del giro y colocarse de pie en un salto. El mundo aún giraba con los colores de los aromas casi nítidos en el aire frente a ella. El morado natural de la mujer, el amarillo del miedo. Su propio olor disparado ante la sorpresa, azul, manchándolo todo a su alrededor. Su hombro izquierdo protesto levemente, el golpe no había sido suficiente para causar un daño real, pero, instintivamente, se había levantado lista para responder el ataque, con los colmillos desenfundados y la cabeza gacha, todo su cuerpo tenso como un resorte preparado para alcanzar el objetivo en un solo salto. Shizuru reconoció de inmediato los gestos e intentó retroceder, su cuerpo nuevamente no respondía, entumecido por la sorpresa, sus piernas inútiles mientras sus ojos no podían despegar la vista de los ojos verdes que ardían en la bestia frente a ella. Intentó razonar, tranquilizarse, mantener la calma y buscar alguna posibilidad para salir de todo aquello.

Pero el incendio esmeralda seguía allí, dejándole en claro algo muy sencillo.

No podría con una bestia así, simplemente no podría.

Natsuki pestañeó un par de veces, controlando su cuerpo dispuesto a matar.

Fue mi culpa, fue mi culpa, fue mi culpa. Se repitió, relajando su hocico tenso, cubriendo sus colmillos asesinos.

Fue mi culpa.

Una oleada de vergüenza la asaltó, levantándola como si fuera una pluma, levantando su mente y llevándola más allá. Se vió a sí misma, loba, depredadora, se vio a sí misma frente a la humana que había espiado por tanto tiempo, asustada, encogida. Entregada.

Mi culpa.

Apretó los dientes, devolviéndose a sí misma a sus dimensiones, a su cuerpo. La ola aún azotándola, luchando por llevársela y hundirla luego, bajo el océano de sus sentimientos, profundos e inexpugnables. Un lugar en el cuál no podría tomar el control de su cuerpo. Resoplando se giró por completo en un solo movimiento, usando la fuerza que corría aún por sus músculos para alejarse de allí, como un animal derrotado.

Alejarse lo más rápido que pudiera sin mirar atrás.

Se perdió entre los árboles, el peso de su conciencia ya haciendo mella en su orgullo, en su imagen, en sí misma. Su cerebro como una enorme tormenta, una enorme tormenta abatiendo al pequeño animal que aún intentaba luchar, salir de allí y encontrar una respuesta razonable, coherente.

Una respuesta que no existía.

Después de todo, las respuestas coherentes no eran más que justificaciones innecesarias cuando las cosas eran y debían ser. Y Natsuki lo sabía. Por supuesto que lo sabía.

¿Después de todo no era esa la razón por la que había decidido quedarse al margen, muy atrás?

Cruzaste la línea, ya no hay vuelta atrás.

Ni razón, sólo motivo.

Solo ser.

Atrás, en el claro, la humana luchaba por no dejarse llevar por el miedo y salir corriendo. Aún había muchas cosas en las cuales debía meditar.

Preferentemente en un lugar en el que nadie viera cuán perpleja y afectada estaba.

Cuán asustada estaba y, a la vez, maravillada.

Fin del Flashback

Siguió con la mirada perdida, más allá de la manda que deliberaba sobre los próximos pasos a seguir. Su nariz cosquilleaba con el olor de la tierra y las hojas que había usado para disfrazar el olor a miedo de la humana, pegado a su pelaje oscuro luego de su accidentado encuentro. ¿Qué se suponía que seguía ahora?, ¿Qué?

Lo arruiné

Arruinar… ¿Qué?, no había nada allí. Nada.

Pestañeó un par de veces, regresándose a la situación en la que vivía. Lo que era importante. Buscó con la mirada a los pequeños de la manada, jugando despreocupadamente en los límites de la madriguera, saltando y mordisqueándose entre sí.  Pequeños cachorros aún inocentes a las injusticias del mundo.

Aún inocentes a los peligros que encerraba el mundo.

Sus noches de sueños tranquilas aún.

Aún…
////

La columna de humo tibio y tranquilo se perdía en el cielo, subiendo hacia la noche oscura, oscura como boca de lobo. Ara, mejor como el pelaje de uno…. Habían pasado tres semanas de la última vez que se había internado en el bosque, desde que se había encontrado al animal de enormes quijadas y el pelaje oscuro. Envuelto por el halo de brumas que levantaba la tierra del bosque, con las fauces abiertas resollando, manchado de sangre fresca y los ojos fijos en ella. Ojos verdes encendidos. Por un momento creyó estar viendo las pinturas que adornaban alguno de los salones de las grandes casas, esos delirios abiertos en pesadillas, lugares extraños y salvajes de donde se escapaban los monstruos que poblaban los infiernos de los artistas. Animales con tres cabezas, mitades de cuerpos cambiadas, todo transfigurado en medio de un frenesí interminable, un rojo frenético que no cesaba de transformar, como si cada ser que tocara con su pincel poseído fuera arrastrado al centro del infierno sin lógica ni razón. Y, en medio de todo eso, el lobo negro con los ojos verdes.

Una visión sacada de esos delirantes y monstruosos pensamientos

Pero…

Pero sus ojos. El verde encendido no marcaba el instinto asesino. No pudo sentir esos deseos de matarla sobre sus hombros, esa necesidad de sangre escapándose de la bestia. Había… curiosidad, una curiosidad atónita plasmada en los pupilas de quién se suponía habría sido su verdugo. Y lo único que podía pensar, sacar en limpio de toda la extraña situación era un simple ¿Por qué?. Había pateado al animal, había lastimado al lobo lo más fuerte que pudo, esperando que lo asustara y se alejara. Pero en lugar de dolor o furia el gruñido que soltó el animal retrataba sorpresa y vergüenza. Pudo leerla en todo su cuerpo. En todos los músculos tensos antes que escapara de su vista de un solo salto.

Antes de que le demostrara en esa huida que, de haberlo deseado, podría haberle arrancado la cabeza con unos cuando mordiscos.

Suspiro, sin concentrar en nada su mirada perdida, el humo aún buscando el negro cielo de la noche a través de su ventana abierta. Fríos vientos de invierno soplando desde el sur inundaban la habitación, haciendo titilar las lámparas protegidas por delgadas capas de papel. La taza, aún abandonada, esperaba paciente que su dueña se decidiera a beber de ella. Pero la castaña seguía perdida. Tanto que pensar.

Tanto que meditar.

Y tan pocos deseos y tiempo para hacerlo.

Los mensajeros se hacían cada vez más frecuentes en la enorme mansión. Los caballos piafaban nerviosos y desconcertados ante tantos nuevos invitados en sus establos. Cada día el galope de un nuevo equino rompía los ruidos habituales de la rutina, despertando a su padre antes de tiempo, manteniendo en vilo sus propios pensamientos y sueños. Por fin su mano encontró el camino hacia el recipiente tibio, asiéndolo en un reflejo sin meditación, llevándolo a unos labios que aún sin estar sedientos repetían los gestos mecánicos que en su vida había siempre acostumbrado.

A lo lejos escuchó el canto suave de sus medias hermanas, uniéndose a la noche tranquila.

Pronto todos esos sonidos naturales aún le serían arrebatados y, con ellos, su rutina y tranquilidad. Aún no podía sospechar cuánto los extrañaría. Por cuan largo período los extrañaría.

Dejó la taza vacía, intentando traerse de regreso a la realidad contable y ponderar los hechos que ocurrían a su alrededor.

Los reinos aledaños eran incapaces de controlar a sus latifundistas. Monarquías desgastadas y mediocres se mantenían milagrosamente en el poder. Pero pronto ninguno de ellos prevalecería, si sus suposiciones eran correctas, pronto se levantarían en armas contra ellos, o acabarían en un silencioso asesinato con toda la rama monárquica de un solo golpe. Eso significaba que su padre y los otros terratenientes que cercaban las fronteras de su propia nación deberían alzarse en armas y proteger los límites. Serían la primera línea de fuego en ser alcanzada. En lugar de partir a la guerra se atrincherarían en los castillos cercanos a su casa y esperarían a que viniera la oleada enemiga.

Es decir todo el mundo será removido de sus cimientos. Nos mandarán lejos o quedaremos cerca, resistiremos o moriremos pero, por seguro, no podremos abandonar esta posición.

Todo a su alrededor cambiaría.

Y eso significaba que ella también lo haría.

Una mano de hierro apresó su corazón, la angustia haciendo un nudo en su pecho.

Pronto todo se acabaría, con la llegada del invierno llegarían las tropas a defender los pasos por donde, probablemente, los ejércitos enemigos se abrirían camino a golpe de espada para llegar al corazón del reino, fértil y generoso o, por lo menos, más fértil que las montañas que cobijaban a muchos de los hombres que venían en camino, enseñados por ellas a vivir a punta de hierro y acero.

El invierno golpeaba ya las puertas, anunciado por el viento que no cesaba de golpear a través de su ventana, enfriando su rostro pero no sus pensamientos o su corazón. Una idea loca y arriesgada revoloteaba por su cabeza, una idea que no se dejaba atrapar o ajusticiar, no se dejaba ver ni entender, ni tampoco aislar, asir, matar, estrangular, acabar  y enterrar como la estupidez que era.

Que siempre sería.

Bebiendo otro sorbo de té helado Shizuru tomó su resolución.

Volvería al bosque antes de que los ejércitos empezaran a arribar y, junto a ellos, su suerte cayera sobre ella como su condena. Un yugo que su padre aún no dejaba traslucir en sus conversaciones, que aún no disponía sobre la mesas con las cartas ya jugadas y barajadas.

¿Qué papel jugaré yo aquí?, ¿Dónde me mantendrá mi padre, dónde me dejará?

¿Dónde cuando la guerra inicie?

////
-¿Natsuki?- La pequeña loba correteó a sus pies, arrastrándose bajo sus patas con una sorprendente agilidad. Con su porte y la velocidad de crecimiento que tenía pronto alcanzaría a la loba mayor. El pelaje azulado que rodeaba sus ojos tembló involuntariamente a medida que intentaba ocultar la sonrisa que luchaba por nacer ante la simple vista de la pequeña. Era su pequeña después de todo, su protegida, el mismo lobo alfa se la había encargado. Ella sería su guía hasta que la lobezna alcanzara la edad adulta, los dieciséis años de edad.

Sonrió, pensando en el rostro desconcertado que su madre siempre imitaba cuando hablaba de ello. Su especie no era regular, por cierto, ellos no eran lobos del todo.

Tampoco eran humanos.

Ni por cierto eran sólo ‘bestias’.

Ellos eran Nougtte, una de las pocas líneas que aún permanecían en el mundo que cambiaba incesantemente a su alrededor.

Y su madre siempre se lo relataba, junto a los años que compartió entre los humanos.

Si cerraba los ojos podía escuchar su voz oscura pero arrulladora, recordando escenas pasadas, largos viajes que terminaban siempre en otro aún más largo. Sus patas incesantes siempre recorriendo caminos sin descanso. Uno tras otro como si fuera alcanzando una meta inalcanzable, como si se entregara al camino por el gusto de ser parte de él. Una sombra que no cesaba de recorrer montaña tras montaña y valle tras valle, abriendo un nuevo mundo a su paso, abriendo nuevas posibilidades a cada paso.

Una punzada de angustia transformó su alegría en pesar. Su madre se había ido.

Había emprendido el camino para siempre.

Luego de dejarla en manos de su otra compañera… su otra pérdida.

Abrió los ojos, fijando la vista en el camino apenas visible en la noche sin luna. Despejando su mente de esos pensamientos. Necesitaba concentrarse en el ahora, enseñarle a la niña el por qué su raza era tan especial. Enseñarle qué podía hacer, qué podía alcanzar. Y, también, cuáles eran las restricciones y los precios a pagar.

-¡Natsuki!- La pequeña mordisqueó levemente el hombro de su mayor, buscando su atención. La loba azul agradeció en silencio que fuera su hombro derecho y no el magullado hombro izquierdo que reclamaba sordamente a cada paso.

-¿Qué?- Inquirió, secamente, intentando que su tono de voz fuera más duro de lo que en verdad necesitaba ser. El efecto fue el deseado, la pequeña se replegó un poco, escondiendo las orejas y la cola en señal de sumisión y de perdón. Unos momentos transcurrieron antes de que la cachorra rebuscara nuevamente su voz, pujando por conseguir una respuesta a una de las tantas interrogantes que tenía.

-¿Dónde vamos?- Natsuki sonrió, debió imaginárselo, era una pequeña después de todo, buscaría ese tipo de respuestas más sencillas. Sin detenerse o voltearse siguió el camino, señalando con el hocico el lugar que ocultaba la cima de la montaña, dividida en dos picos ancestrales, moldeados por el viento y la lluvia. Mikoto siguió el camino que trazaba la nariz de su ‘hermana’. La respuesta era vaga, pero prefirió guardarse el resto de sus preguntas, aún inquieta por lo que Natsuki podría agregar ante ellas.

Esa noche era especial, lo sabía.

Debía ser respetuosa, también lo sabía.

Pero aún nadie le había explicado el por qué era tan especial, todos guardando un silencio demasiado profundo como para sondearlo, rodearlo o simplemente atravesarlo. Aún estaba sentada en la orilla, paseándose en las orillas por un momento, el instante en que le dieran la aprobación y la dejaran atravesar el largo mundo de ignorancia que la separaba de la loba a su lado. De todos los adultos que componían su manada.

Y seguiría sin responder por dos años más si no fuera porque Reito me lo pidió expresamente. Sin despegar los ojos del sendero apenas trazado la mujer recordó las órdenes de su alfa. Aún faltaba dos años para que Mikoto cumpliera la edad para el amanecer, pero ante los eventos que se acumulaban y aproximaban –los humanos cada vez más cerca, el olor a pólvora que acarreaban los vientos del sur, presagiando lo que ya se había declarado- era necesario que los pequeños fueran iniciados antes, en caso de que lo peor ocurriera, era necesario que entendieran lo más posible exactamente qué eran ellos. Y Natsuki debía traspasarle ese conocimiento la pequeña cachorra, incluso antes de enseñarle a cazar por su propia cuenta Que estoy casi segura que ya lo hace…  debía enseñarle esto primero.

La noche sin luna sería, ahora, también parte de ella, tanto como lo era para Natsuki, como lo había sido para su madre y para Mai, para todos quienes componían, de alguna manera, la rama familiar que se extendía decenas de generaciones atrás, hasta el principio del mundo que se movía en reversa.

Cuando aún se movía ‘en reversa’

Alcanzaron la cima en un silencio demasiado insalvable para el gusto de la loba negra. Sus músculos jóvenes pulsaban por impulsarla en carreras y saltos, por llevarla más allá y probar sus habilidades, pero estaba atada a los designios de su tutora, esperando el momento en que la liberara y pudiera correr de regreso, en el que pudiera encargarse nuevamente de sus responsabilidades juveniles sin nada más en mente que ellas.

Sonriendo amargamente la loba azul la condujo por los pasadizos hasta el corazón de la cima, consciente de que la arrancaba de su infancia. Aún, si no lo supiera ahora, se daría cuenta con el transcurso de las próximas semanas. El mundo habría cambiado entonces para ella también.

Mikoto abrió los ojos, sorprendidas, sus orejas de golpe levantadas y su cola en una línea horizontal, el pelaje erizado, todo su cuerpo respondiendo con estupefacción ante lo que sucedía en su presencia. Algo había escuchado, de soslayo, algo había imaginado. Pero ahora, con la sonrisa de su mentora transformándose largamente, con todo su cuerpo cambiando y su voz, por fin hablando, entendía el por qué de las diferencias entre ellos y los lobos normales. 

La pata azul que sostenía la piedra base lentamente cambiaba, revelando a la noche sin luna sus más profundos secretos.

////

La castaña observó la pequeña caja de madera trenzada frente a ella. Sus utensilios púlcramente colocados en sus respectivos lugares. Todo ordenado como era su costumbre antes de partir. Sólo una cosa estaba fuera de lugar, sólo un pequeño detalle que pasaría casi imperceptible a quien no estuviera acostumbrado a esa vista tan mundana.

En esta ocasión había té suficiente para dos.

El viento de invierno, que soplaba cada vez con más fuerza desde el sur, penetró su habitación, agitando las hojas y trayendo consigo el olor a humedad y hojas secas.

A tierra mojada.

A las lluvias que se avecinaban.

Shizuru suspiró, cerró l pequeña caja y observó la mañana que daba paso a una tarde grisácea.

Según ponderaba, sería su última oportunidad en mucho tiempo.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Por favor no nos dejes en este misterio.
Estare esperando un nuevo capitulo.
Saludos.
Tom( Ash kechum)

Publicar un comentario

Antes de comentar ten en cuenta lo siguiente:
Sigue las normas básicas, sé respetuoso. Los comentarios serán moderados, si respetas, no habrá trabas.
No está permitido escribir enlaces que no tengan que ver con la entrada. Cualquier enlace fuera de lugar será borrado. Si lo que quieres es promocionar tu sitio web, ve a la seccion de Afiliados ó utiliza la opción OpenID.
Para comunicarnos mejor: los que no tengan cuenta de Blogger (o similar), pueden poner un nombre personalizado eligiendo la opción "Nombre/URL"

Gracias ^_^

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...