Rss

Actualizaciones 15/Julio

jueves, 4 de octubre de 2012

jueves, 4 de octubre de 2012

Cap. 3 de "Té para tres" by Kuro na Ookami


Capítulo 3

Memorias vírgenes

Despertó sobresaltada.

El mundo girando vertiginosamente a medida que tomaba conciencia de su propio cuerpo. Podía sentir como palpitaba la sangre en la punta de sus dedos y orejas, podía escuchar el suave sonido de la mañana levantándose y de la tierra despertando. El pulsar del corazón a su lado, el susurrar de las patas de la manada a medida que se desemperezaban. El aire removido bajo el ala de un pájaro.

Sus sentidos se agudizaban con su vista cegada por la luz y por el mundo que no paraba de cambiar, adaptándose a su cuerpo.

Parpadeo un par de veces, nuevamente cómoda en su propia piel.

A su lado la oscura bola de pelos se removió, quejándose suavemente entre sueños.

Levantó la cabeza, olvidando el sueño detrás de ella. El viento soplaba suavemente desde el sur, acarreando esencias y olores diversos.

Su estómago rugió cuando captó el olor de la presa herida.

Ese día habría cacería, estaba segura.

Después de todo, cada miembro de la manada giraba la cabeza siguiendo el sendero invisible que dejaba el olor al ciervo. Los ojos de los cinco miembros adultos se fijaron en los senderos ocultos que usaban para movilizarse por su territorio. La sangre traída por la brisa que levantaba unas hojas era fresca. No habría pasado más de un par de horas desde que el animal había sido herido y, en su dolor y ceguera, se había internado sin pensarlo en sus dominios.

Un error fatal.

El último que cometería en su vida.


Pronto estuvo en sobre sus pies, trotando suavemente hacia el centro de los cazadores, arremolinados en torno al alfa. El negro lobo repasaba sus miembros con una mirada ámbar, debía elegir a quienes llevaría consigo, quienes se quedarían cuidando de los pequeños cachorros, aún incapaces de acompañarlos en las cacerías.

-Youko- Llamó el Alfa, fijando la vista en la hembra oscura que oteaba el horizonte sentada. La sed de sangre no destilaba de sus pupilas oscuras, calmada y serena la loba imaginaba los movimientos que seguiría de la manada y ya intuía su papel. –Te quedas a cargo de los pequeños- Ordenó, señalando vagamente a los cachorros que empezaban a despertarse y percatarse de la agitación contenida que poseía a sus mayores. Mikoto, más alta y activa que sus dos compañeros, corría alrededor de ellos, estirando los músculos con todas sus energías renovadas. Akira la miraba de reojo, silenciosa y reservada como solía ser. Su presencia podía camuflarse con facilidad en medio de toda la algarabía y el ruido. Natsuki la evaluó con la mirada. No sería muy alta, pero sí muy peligrosa. La loba sacudió la cabeza, eran muy pequeños, prefería sólo dejarlos crecer aún. Por el momento eran nada más que trazos de lo que algún día alcanzarían, en la adultez.

Mikoto saltando, gruñendo, mordiendo, cazando.

Akira silenciosa, rastreando, buscando, hallando.

Y Takumi…

Su mirada se detuvo unos segundos más en el pequeño cachorro marrón, una puntada de dolor atenazó su costado al sentir el recuerdo de la hermana del cachorro acudir a su memoria.

No hay nada que hacer con eso.

-¡Hey!, ¡Cachorra!- No se giró, no era necesario para saber quien la llamaba. El rojizo salvaje color de su camarada se coloco a su lado, sonriendo de lado, la loba azul podía oler la excitación ante la caza inminente escapándose por sus poros. -¡Mueve la cola!, tengo hambre- Sentenció, empujando suavemente su cuerpo con un hombro. Natsuki gruñó sin agresividad, girándose se encaminó junto a ella hacia el resto que las esperaban, impacientes. Midori rió con suavidad antes de adelantarse, a su propio papel en la cacería.

El Alfa se giró para encararla, no era necesario.

Natsuki sabía perfectamente cuál sería su papel en medio de ese salvaje ritual.

Adelantándose abrió las fauces y dejó que su lengua cayera hacia un costado entre los dientes.

El olor de la presa estaba muy cerca para fallar en encontrarla.

La manada inició el movimiento como una masa compacta, el agudo sentido del olfato de Midori guiándolos sin desviación. Por quince minutos atravesaron el bosque unidos, guiados a la cabeza por el lobo rojizo. A una orden del lobo negro que corría tras la cabecilla Natsuki y Tate se adelantaron, imprimiendo más fuerza a sus pisadas se alejaron del grupo, dejándolos atrás en cuestión de segundos. Su compañero de pelaje claro sonrió, sin atreverse a hablar. La presa estaba a unos trescientos metros, si su nariz no lo engañaba. Prefería dejarse caer sobre ella sin un ruido en especial. Los ojos verdes de la loba le sonrieron de vuelta, sintiendo en el aire la misma emoción que él antes de iniciar su trabajo. Calculó con rapidez el tiempo que les tomaría alcanzar al animal herido antes de empezar la cuenta.

-Diez- Susurró, las orejas de su compañero se movieron en un asentimiento. Mantuvieron el paso rápido, controlando la respiración para no acezar y llamar la atención. Saltaron un tronco caído hacía mucho tiempo sin desacelerar.

Cinco segundos más.

En el momento en que Tate lanzaba su cabeza hacia atrás e iniciaba el prolongado aullido Natsuki se dio cuenta que tanta preparación no había sido necesaria.

Bastarían los dos para acabar con el ciervo.

Pero las razones no eran una alegría para ellos.

El animal intentó iniciar una huída cuando escuchó el llamado del lobo aproximándose. Pero era inútil, una de sus patas traseras tenía una flecha enterrada hasta la mitad de su longitud, imposibilitándole cualquier movimiento. Habría podido presentar batalla con una cortada, habría podido emprender marcha con una costilla rota o con una de las piernas herida por un cuchillo o una dentellada. Pero la flecha alojada en sus ancas impedía cualquier movimiento repentino. La madera imposibilitando cualquier tipo de reacción muscular.

Su sentencia había sido firmada desde que la flecha perdida lo había fijado de blanco.

Los dos lobos saltaron al unísono, derribando al animal cuando cayeron sobre él buscando el cuello con las mandíbulas. Fue Tate el que desgarró las venas principales apretando los dientes con la fuerza suficiente para despedazarle los huesos. Natsuki miró hacia atrás, esperando al resto de la manada alertada por el cambio de entonación en el aullido del lobo amarillo.

Que la primera facción terminara tan pronto era extraño. El ataque organizado presuponía que el papel de ellos dos era cansar a la presa. No matarla y terminar el trabajo. Observó el cuerpo caliente de la presa, goterones de sangre colgaban de los dientes de su compañero, su estómago rugió, exigiendo comida, pero no podía iniciar sin el Alfa ahí, no se arriesgaría a desestabilizar los poderes otorgados a cada quien en la manada sólo por un poco de hambre y antojo controlables aún. Se sentó al lado del animal caído, su vista aún en la flecha que se erguía, orgullosa, del cuerpo. No le gustaba, eso significaba que los humanos estaban adentrándose aún más cerca de su territorio.

La imagen de la humana castaña cruzó su mente como un relámpago, apagando por un momento las voces de alarmas que disparaban en su mente esa flecha, indicio de la presencia indeseada. Sólo el suave rojo de los ojos rubíes quedó en su memoria, atontándola y sacándola de su mundo. Parpadeó un par de veces, volviendo a la realidad.

No era esa clase de humanos la que se aproximaba. Aunque ni siquiera sabes qué clase de humana es… Sus recuerdos reconstruyeron la extraña habitación de madera impregnada por el olor de la mujer. Seguramente ese era su hogar, y en su arranque de estupidez la había dejado expuesta a ella.

No lo había comentado con ninguno de sus compañeros.

Pero seguramente la mujer sí lo había comentado con los suyos.

Quizás ese arranque de idiotez tendría alcances más profundos de los que había supuesto en un inicio. Su hombro ardió, una pequeña protesta de la herida ante el esfuerzo físico.

-¿Una flecha?- Se giró al escuchar la interrogante. El lobo amarillento tocaba con el hocico el pedazo de madera, sorprendido. Los ojos verdes lo repasaron sorprendidos, ¿No la había notado al saltar sobre la presa?, la loba bufó por lo bajo, tomando nota mental de no confiar en las observaciones del lobo aún demasiado joven.  El corpulento animal hizo el gesto de arrancarla, quitar el molesto implemento para no tener problemas a la hora de comer.

-No lo hagas- Lo cortó Natsuki –Reito querrá ver esto…- Se levantó, a lo lejos ya los escuchaba acercarse. Caminó en círculos alrededor del animal, buscando más rastros de heridas en él. Pero, además del cuello abierto, estaba limpio.

La imagen no encajaba para Natsuki, algo extraño había allí.

Pero no podía dar con ello aún, no podía pensar ni siquiera con claridad mientras su estómago se retorcía contra sus huesos exigiendo un mordisco de esa carne suculenta.

Suspiró suavemente de alivio cuando la manada los alcanzó. Tate observó al Alfa con ojos suplicantes, implorando el permiso para iniciar el banquete que los aguardaba. Una sombra oscura cruzó las pupilas ámbar del lobo negro al observar la flecha. Abrió la boca para decir algo, pero las palabras murieron en su garganta.

Con un dejo de asentimiento permitió al grupo dar cuenta de la presa, sin que sus ojos se apartaran de la flecha.

Natsuki se acercó junto al resto para dar cuenta de su porción, aún con las dudas rondando su cabeza.

////

Hizo el camino de memoria, sin reparar esta vez en las maravillas que solían desconcertarla e impresionarla. Perdida en sus recuerdos, en las palabras que su padre dijera tan a la ligera, en las palabras que marcarían su destino sin que los demás al parecer se dieran cuenta. No le gustaba el color que tomaba la situación.

Y era la única que parecía impacientarse por ello.

Los demás seguían durmiendo con la certeza de que el día siguiente sería en cierta manera igual al que se alejaba. Un mal presentimiento, sin embargo, comía sus sueños y sus deseos de dormir. La dejaba dando vueltas en la noche, su cabeza sin descanso dando vueltas a las circunstancias que se precipitaban hacia ella. Consumía lentamente sus energías.

Se acercaba al peligroso punto, el punto sin retorno, en que sus meditaciones podían llevarla a ser sorprendida en sus pensamientos más de lo que era necesario o deseable.

Y esa era la razón por la que estaba ahí, caminando, bajo un cielo de verano que sofocaba con un calor húmedo aplastante. Shizuru sabía que se arriesgaba, era la segunda vez en dos semanas que se escapaba de la villa, pero necesitaba alejarse y pensar con calma. Una calma que no conseguía reunir en esas murallas demasiado altas para retener algo más que el calor del sol por las tardes. Deslucidas en algunas ocasiones, sin pintura o adornos. Simples murallas de madera que se elevaban protegiendo o conteniendo todo lo que dentro de ellas sucedía. La castaña no guardaba un cariño por ellas, ni tampoco poseía un odio hacia ellas, le eran indiferentes. Una parte de la rutina que estaba acostumbrada a seguir.

Llegó al pequeño claro sin dejar de pensar, de dar vueltas, de buscar. Las palabras encerraban demasiados significados y misterios para dejarlos a la ligera. No podía dimensionar en toda su extensión hasta donde llegaba su alcance.

“Son solo refuerzos, tropas en entrenamiento”

Una sonrisa y una bocanada de humo habían acompañado esas palabras. La mujer se sentó, cuidando de no derramar o maltratar el contenido del pequeño paquete que llevaba en las manos. Depositó suavemente la caja de finas hebras de madera trenzada, sacando el contenido por partes. Dispuso a su alrededor  los pequeños implementos y, cuando su trabajo estuvo terminado, desató su cabello, permitiéndose la comodidad de dejarlo libre en esas soledades. El viento acariciando su cabellera castaña la hizo suspirar. Por fin libre de esas estiradas normas y ataduras.

Sola.

Completamente sola.

O, al menos, eso creía.

////

Cerró con fuerza las fauces, arrancando de cuajo el pedazo de carne con el que jugueteaba.

Ahora… ¡Mierda, ¿Por qué ahora?!

El olor era inconfundible. Aún en medio del frenesí alimenticio, de la mezcla de olores de sus camaradas, de la carne, de la tierra calentándose y exhalando suaves vapores, estaba ahí. Podía sentirlo.

El olor morado que traía esa mujer.

Intentando mantener la calma levantó la cabeza, sin apresurarse, sin mostrar la ansiedad y el golpe de adrenalina que hacía sus músculos temblar. Quería correr y correr hasta no dar más, cruzar todo lo que fuera necesario y llegar hasta ella. Muy cerca de ella. Miró de soslayo la manda que se alimentaba, limpiando los huesos del venado antes de llevarle a los cachorros y a Youko el resto de la presa. No podía huir de ellos, no podía salir corriendo.

No podía simplemente exponerse así y, de paso, exponerla a ella.

Volvió a ocupar sus mandíbulas con la carne, intentando controlar su corazón salvaje. Si no lograba calmarse sus camaradas pronto sentirían el olor a exaltación y miedo que escapaba de ella. Se preguntarían qué pasaría. Se preguntarían si Natsuki había detectado algo peligroso para el grupo.

Se preocuparían.

¿Cómo podría responderles?

Si el Alfa lo pedía, incluso, no podría negarse.

No sin desertar de la manada, al menos.

No estaba dispuesta a pagar ese precio.

Tragando el último bocado se retiró de la presa. Reito levantó la cabeza, siguiendo sus pasos y asintió levemente con el hocico, dando por terminada la cena y organizando el viaje de regreso. La loba suspiró casi imperceptiblemente mientras tomaba su parte de la carga e iniciaba el camino de regreso. Esos bosques no estaban plagados por ningún tipo de depredador más que ellos, todos alejados por la presencia demasiado cercana de los humanos, por lo que el viaje de regreso no contaba con la sincronización o la organización de la cacería.

Cada uno acarrearía lo que pudiera hacia el punto de reunión.

Tate y Midori se lanzaron de inmediato a la carrera, cargando cada uno una gran porción de carne. La manada no cazaría por días. Reito los observó perderse unos momentos antes de tomar él mismo el siguiente pedazo. Su hocico se detuvo unos momentos, la mirada perdida antes de girarse abruptamente y enfrentar a la loba azulada.

-Tenemos que hablar- Sentenció,  su cola demasiado quieta para el agrado de Natsuki. La bestia esperó, mientras frente a ella el lobo se decidía a hablar, ordenando sus pensamientos un momento.

-Reito- El aludido levantó la vista, extrañado por el tono de reproche que llevaba ese llamado –Olvídalo, no lo sé- Sentenció, señalando con la nariz la flecha sobresaliente en el pedazo que restaba. Aún con la vista amarilla fija en el asta sobrante  el líder meditó unos instantes, sin moverse un centímetro.

La loba esperó a que su Alfa le diera el permiso para retirarse, solo el viento revolvía el pelaje oscuro del animal pensativo frente a ella.

-Tenemos que hablar, entre todos…- Volvió la vista hacia ella, Natsuki leyó la resolución en ellos y su estómago se contrajo al sentir la fuerza de la orden tras ellos. No podría negarse a lo que pidiera. –Hoy, a la noche, te quiero de regreso temprano- Susurró, girándose e iniciando el regreso, sin esperar la respuesta. Pronto su pelaje oscuro se perdió en la senda oculta que utilizaban para moverse. La loba esperó hasta estar segura que el animal estuviera muy lejos y bufó por lo bajo. Tendría que apresurarse si quería cumplir con su extraña ‘rutina’.

Inició un trote rápido, su estómago pesado le hacía imposible avanzar a carrera, luchando con la somnolencia siguió su nariz hasta el paso que la llevaría nuevamente a la ruta del pequeño claro. Su lengua repasó los contornos de sus labios aún manchados de sangre. Natsuki siguió el camino, sintiéndose más animada a medida que se acercaba al lugar indicado. Sus pisadas mullidas se detuvieron unos momentos, a solo unos minutos de camino de la mujer humana.

Esta vez volvió muy pronto…

Demasiado pronto, menos de una luna había pasado entre una visita y la otra. Normalmente la mujer castaña tomaba entre una o dos lunas en regresar.

Aspiró nuevamente el olor, buscando algo distinto en él. Algo que explicara el comportamiento inusual.

Un leve rastro del amargo olor a miedo se filtró en su nariz, junto al habitual olor a tranquilidad y serenidad que esa mujer exhalaba.

Nuevamente sus pasos iniciaron, esta vez suaves y lentos. Midiendo cada pisada se aproximó al lugar, intentando mantener su propia calma.

Algo no estaba bien.

Sus instintos se lo decían.

Algo no estaba para nada bien.

La imagen de la flecha volvió a sus recuerdos.

Apretó los dientes para intentar tranquilizarse. No le servía de nada sacar conclusiones apresuradas al caso. Tendrían toda la noche para deliberar sobre eso.

Por ahora sólo volvería a la extraña felicidad que le provocaba rondar a esa humana.

La silueta sentada de la mujer se recortó contra la luz, sola en medio del claro, su lugar favorito. Parecía hacer sus movimientos de siempre, parecía seguir los mismos pasos de cada vez.

Esos pasos que la loba ya había memorizado.

Verter agua en un extraño recipiente.

Beberla.

Volver a verterla.

Beberla.

Agua con olor a hierbas, debía de ser buena para que la mujer tomara tanta.

Inició el recorrido habitual, rodeando a la mujer para verla desde el frente. El lugar de la cacería se encontraba más adentro del bosque, por lo que su camino la había llevado hasta la vista de la espalda, del pelo largo, de los cuidados movimientos vistos desde atrás. La loba fijó los ojos verdes, atenta aún a cualquier sutil cambio que pudiera explicarle el por qué del repentino cambio.

Del por qué la situación parecía tan extraña.

Del por qué, de pronto, se sentía tan nerviosa.

Ansiosa.

Asustada.

Su caminar al fin la llevó a la vista completa de la mujer. A sus facciones firmes, sus manos decididas, sus ojos rojos Como el sol del verano… o las sagradas lunas rojas.

Y ahí estaba.

Antes de que pudiera pensarlo.

Antes de que pudiera evitarlo.

Antes incluso de que pudiera entenderlo.

Natsuki había roto su propio pacto y avanzado las tres zancadas que la ponían en vista de la mujer.

Su cejo fruncido, sus labios temblorosos, la sombra de las lágrimas en sus lunas.

Todo un conjunto extraño para la mujer.

Algo había pasado y, Natsuki, siguiendo sus instintos de protección había saltado para proteger a la humana de cualquier peligro, de quienes o quien o que la hacía sentir intranquila, desprotegida, abandonada.

Mierda…

0 comentarios:

Publicar un comentario

Antes de comentar ten en cuenta lo siguiente:
Sigue las normas básicas, sé respetuoso. Los comentarios serán moderados, si respetas, no habrá trabas.
No está permitido escribir enlaces que no tengan que ver con la entrada. Cualquier enlace fuera de lugar será borrado. Si lo que quieres es promocionar tu sitio web, ve a la seccion de Afiliados ó utiliza la opción OpenID.
Para comunicarnos mejor: los que no tengan cuenta de Blogger (o similar), pueden poner un nombre personalizado eligiendo la opción "Nombre/URL"

Gracias ^_^

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...