Danza
entre Lobos.
Capítulo 10
Viaje a Fukka
Aun rondaba por su mente lo que sus ojos vieron aquella noche, tan
nefasta para ser recordada en sus pesadillas y olvidadas en el alba, allí donde
tenía que fingir la fortaleza que no tenía. Transcurrido un año, aquellos
incontables sueños donde la ninfa del bosque aparecía ante ella, habían
cambiado para ser reemplazados por la bestia a punto de devorarla, extendiendo
su corrosiva garfa y ella, ella nada podía hacer ante este hecho. Un monstruo
con sentimientos, la persona que veía cada mañana en el campo retirando las
malezas ¿Era acaso producto de su imaginación? Tan contradictorio que la
bestia, que el solicito muchacho del campo y esa condesa de fría mirada, todas
esas personas eran una… alguien a quien llamar Natsuki. Shizuru luchaba cada
día con las ideas encontradas en su mente, la persona gentil y el animal
colérico a punto de despedazarla.
Pero eso carecía ya de importancia, dio la última mirada al que fuera
su hogar desde el nacimiento, la mansión de mármol blanco que sus antepasados
construyeron para que habitara en ella, los bosques cuyo aroma no olvidaría
nunca, el roble donde pasara horas de siestas y amenas lecturas de sus escasos
libros, el mausoleo… ahora pulcro en la distancia y una forma espectral que se
despedía con amargura, la bella Kiyohime también estaba ahí para despedirla.
Una mano le fue extendida, fría pensó al tocarla y de nuevo se encontró con la
esmeralda de sus pesadillas, soltó sus dedos enguantados, se apoyó en el
soporte del marco que era la entrada del carruaje e ingresó en el para iniciar
el viaje a Fukka. Ella tampoco dijo nada, pero pudo escucharla subir a un
caballo que resopló y oyó los cascos alejarse para encabezar la caravana.
Veía pasar a los soldados de la corte de Kruger, su armada luciendo
aquellas brillantes armaduras, sus capas negras, sus yelmos ya rayando en una
broma de mal gusto, veía lobos por doquier y eso estaba lejos de animarla.
Cerró el velo y la ventana del carruaje molesta, y yació allí en silencio
aguardando finalmente el momento de su partida.
-Buenos días- Escuchó una voz femenina que no reconocía entre las
familiares, en cuanto volvió la vista encontró unos ojos de fuego con un tinte
ligeramente diferente a los suyos, una melena negra tan conocida y piel pálida
que le permitió comprender de que lado de su nueva familia provenía.
-Buenos días…- Respondió más por diplomacia que por devoción antes de
extraer su libro y encontrar en él la reseca hoja de aquel otoño, sus dedos
rozaron la textura de la hoja, tanto cuidado en no romperla y llevarse algo de
casa a donde fuera.
-Soy Nina, Kuga Nina… y es un placer conocerla al fin señorita Fujino-
La dama acomodó su vestido negro con mandil blanco y un escudo de armas en él,
más lobos ¿Acaso todos tenían una fijación con ese pobre animal?
Al parecer su compañera de viaje tenía algún raro interés en ella, en
hablar. –Puede decirme Shizuru, sin más… concluyo que en poco tiempo seremos
familia- Sonrió como estaba acostumbrada a hacerlo, sin sentimiento pero
cortesía.
-Así es…- Nina no era tonta, sabia que pronunciar algo de la boda era
como portar en las manos un arma de doble filo y seguramente Shizuru ya estaba
cansada de ello, como cualquier mujer comprometida contra su voluntad, hablar
de eso, era meter el dedo en su herida. Desvió la mirada hacia la ventana cuyo
velo estaba descubierto, sintieron el movimiento de los caballos arrastrando el
carruaje. –Unos ojos como los suyos, solo los he visto antes una vez… un hombre
magullado, desaliñado que aguardaba frente de la humilde puerta de mi abuela,
en compañía de mi tío… a diferencia de sus ojos aun puros, aun gentiles… de él
solo puedo recordar la desesperación y el desprecio que su rostro era incapaz
de esconder- Nina recordaba muy bien la actitud desdeñable de aquel hombre.
-Habla de mi padre ¿Qué le hace pensar que deseo iniciar una charla
sobre él?-
-Sé que no desea hablar ni un poco, pero debo saber… por el bien de mi
prima ¿Quién es usted?- Nina miró con más interés a su interlocutora, la vio
cerrar el libro y posarlo sobre su vestido, en el soporte de sus piernas
cerradas muy juntas, como una dama lo haría, con refinación y sin el más mínimo
error.
-Soy Shizuru simplemente y para mi, la Duquesa es una perfecta
desconocida, me apetece aun menos hablar de ella- Por un breve momento aquella
calmada expresión se disipó un poco en la faz broncínea de la castaña.
Nina sonrió al mirarla. –Eso lo comprendo, es una boda arreglada como
cualquier otra… ¿Qué mujer estaría feliz de algo así?-
-Supongo que Natsuki ha expresado lo mismo al respecto- Shizuru supuso
que si la enmascarada mujer y esa joven eran primas, algo más sabría Nina de todo
aquello. –Un matrimonio concertado es lo menos halagüeño que pudiera pasar,
salvo que usted entendiese mi postura milady-
-Puede llamarme Nina, yo no ostento un titulo tan prestigioso como el
de Natsuki, pertenezco a la familia de su madre, una humilde mujer… pero
dulcísima- La expresión de Nina se tornó aun más amable y melancólica.
Shizuru notó que la muchacha tampoco estaba dispuesta a abordar el tema
de los matrimonios, pero la alusión de la madre de Natsuki atrajo su interés
notablemente. -¿Cómo era su madre?-
-Muy hermosa, Natsuki y ella son como dos gotas de agua… cuando llegues
al castillo, podrás ver su retrato en el salón principal…- La joven sonreía
como pocas veces, sus ojos brillaban con solo decir aquello.
Pero Shizuru conocía la cara del monstruo tras la mascara ¿Cómo podía
esa joven afirmar que fuera hermosa? Tal vez se hubiera fijado en su cuerpo,
pero su rostro siempre oculto apenas dejaba ver la parte inferior de su cara,
una barbilla definida y tan pálida como si nunca hubiera conocido la luz del
sol. Aun así decidió no contrariarla. –“Porque
solo un retrato y no a la mujer”- Sus ojos rubí se ampliaron sorprendidos
ante lo evidente. –Su madre… ¿Está muerta?-
Nina asintió con una expresión llena de lamento. –Falleció hace largo
tiempo cuando Natsuki cumplió sus 16 años, una rara enfermedad se la llevó
lentamente y sin que pudiésemos hacer nada…-
Shizuru le dio el pésame a Nina, sin embargo se cuestionó ¿Por qué
Natsuki nunca habló de su madre? Tan poco sabia de la mujer que debía desposar
dentro de unos días que bien no había mentira en sugerir que hablaban de una
desconocida y eso la enfadaba un poco más.
Nina continuó hablando. -Ella era gentil con todos, sin importar su
posición social, pero ese afecto no le era devuelto por los pobladores de
Fukka, ni a ella ni a su hija…- La de ojos de fuego levantó la vista
apesadumbrada. –Fueron crueles con Natsuki, y con Saeko… solo por ser la
familia del tío Takeru- Negó con la cabeza, con indignación. –Temo mucho por
Shizuru, no debe fiarse de esas personas… buscaran herir sus sentimientos de la
misma manera, ellos no saben cuanto ha sacrificado nuestra familia por
protegerlos-
-¿Protegerlos de que Nina?- Shizuru no se dejaba afectar por cuentos,
pero la pelinegra parecía seriamente afectada y angustiada.
-De… la mald…- Fueron interrumpidas por el toque de la puerta, no se
percataron del tiempo transcurrido o de la distancia recorrida. –Señoritas… por
favor bajen, es momento de alimentarse apropiadamente-
-Lo siento, debía hacer de este viaje algo más ameno para Shizuru y
solo la he preocupado- Dijo Nina antes de bajar del carruaje, la luz del sol
cegó brevemente a la castaña, pero esta vez no estaba su prometida para
extenderle la mano, si no otro caballero, un hombre rubio y condescendiente,
alguien con los ojos muy puestos en su compañera de viaje, el capitán Wong.
Silenciosa y con la idea de actuar como cualquier mujer en sus
circunstancias, comió sin prestar mayor cuidado de las personas o sus triviales
conversaciones, pero todo ello era una artimaña para no tener que cruzar más
miradas con Natsuki. Aun claro la indignación de la Fujino, era el escaso valor
que mostrara la Kruger pues tampoco se había dignado hablarle, una explicación
de todo ese asunto era necesaria y ella no daba muestras de buscar una salida
al problema. Sabía de la dificultad que suponía atravesar sus barreras de
desdén, pero nada podía hacerse en presencia de tantas personas, su familia no
la abandonaba ni un momento, su padre no se despegaba del carruaje, arriesgándose
al frío y la intemperie como los soldados, su madre y su hermano viajaban junto
a su carruaje y la abuela Fujino departía con todos, sabia que su astuta Kaede
recopilaba más y más valiosa información.
Tres días de viaje transcurrieron, pero Shizuru no tuvo la oportunidad
de compartir más con la escurridiza prima de Natsuki, Nina había dicho más de
lo preciso y expuesto mil interrogantes a sus circunstancias. Hasta ese momento
y con la oportunidad de su soledad, resultaba sumamente peculiar una boda entre
dos mujeres, aunque ello le resultara un alivio debido a sus gustos, estaba
claro que tanta ceremonia tenía fines más profundos que los del mero
compañerismo para toda la vida ¡Patrañas! El amor, esas cosas son absurdas… no
existe el amor real, el matrimonio es una forma de adornar una mentira. Pero
aun con todo, algo tenía de especial aquel para haber pagado un fortuna por
ella. ¿Por qué ella entonces? ¿No habían más mujeres dispuestas a la tarea? Tal
vez Nina lo hubiera aceptado feliz, a ella parecía interesarle demasiado
Natsuki, más que solo fraternalmente. Shizuru no podía borrar de su memoria el
brillo de esos ojos tan parecidos a los suyos, ni esa insoportable necesidad de
proteger que escondía Nina en sus modos. Aquello no era importante más por el
hecho de que habían más opciones que solo ella… tantas conjeturas y la fuente
de sus respuestas estaba ahí fuera, a caballo y haciendo como que no existía.
Por un breve momento de debilidad retiró la pequeña ventana de madera
del carruaje, apartó el velo y buscó con la mirada a esa que tan poco interés
le mostrara, más sorprendida yació al ver las blancas capas de nieve sobre los
arboles y el paisaje cristalino que ahora divisaba en el bosque, cuyos arboles
sin hojas, invernaban a la espera de la primavera. Una escurridiza corriente de
aire frío ingresó dentro del seguro transporte y le erizó la piel al instante,
pero ello no fue un impedimento que una manta no pudiera sortear. Observó a sus
escoltas, aquellos hombres no parecían verse afectados por las inclemencias del
gélido ambiente, solo sus caballos habían sido guardados con monturas de lana,
más tibias y cálidas, así como sus patas con algunos amarres del mismo
material, aquello era un alivio, no quería que las criaturas sufrieran por las
impertinencias de aquellas gentes. Con unos segundos más noto la ausencia de su
padre, seguramente las bajas temperaturas eran algo más de lo que podía
soportar a sus años.
-Shizuru parece preocupada- La gentil mano de Mizue, cerró la ventana
esperando evitarle un resfriado innecesario a la menor. Aquel último trecho de
su viaje lo compartía con su madre y aun así ambas yacían en silencio, una
incapaz de hablar, la otra demasiado meditabunda para iniciar alguna
conversación.
-No lo estoy, Madre- Musitó volviendo a buscar acomodo en la cojinería
azul con bordes dorados. -Solo reciento las inclemencias de este incomodo
movimiento- Desvió la mirada sobre el velo, aunque ya nada pudiera verse con la
ventana cerrada.
-Si es eso, puedes usar estas mantas extras para hacerlo un poco mas
cómodo…- Mizue intento con la delicadeza materna hacer el asiento algo mas
amable para su hija, pero la tibia mano de Shizuru le detuvo y al mirarla con
sus ojos grises, un par de lágrimas escaparon del encierro de sus ojos.
-Madre ya no estará para cuidarme cada día y se lo agradezco, todo su
empeño por hacer de mi una buena persona, pero debo acoplarme a mi nueva
situación… no debe sufrir por eso- Shizuru acaricio la mejilla de su madre y
acomodó sus cabellos delicadamente sobre su oreja. -Ahora debo actuar como una
mujer, como una esposa y así librar del deshonor a mi padre-
-Mi hija es mas fuerte que yo… pero no soporto la idea de su
infelicidad- La mujer de más años, volvió a apoyar su espalda sobre el
espaldar, estrecho con fuerza su vestido, casi deseando rasgarlo de la
impotencia que la agobiaba. –Shizuru…- Volvió la vista con determinación hacia
su hija. –Poco me importa el buen nombre o el honor de tu padre… Responde con
sinceridad esta pregunta. ¿Quieres casarte con esa mujer?-
La castaña suspiró, sabia que no había una buena respuesta para esa
pregunta, pero… dijo aquello que era prudente decir. –No, no esperaba casarme
tan pronto… no esperaba que una desconocida fuera la persona escogida, en
principio… solo lo he hecho por los lazos que nos unen y el bienestar de
nuestra familia-
La madre contuvo otro par de lágrimas y abrazó a su hija con un anhelo
protector. –Entonces Shizuru no debe casarse, no importan ya los predicamentos
ni los problemas que esto acarree a la familia, lo resolveremos juntas- Miro a
los ojos a su pequeña, una tenue sonrisa que se ocultó con prontitud.
-Aun así no deseo que mi madre me malentienda, yo ya he empeñado mi
palabra y cumpliré con ella pese a todo- La Fujino no mentía en lo absoluto,
ella no olvidaba las consecuencias que su negación ocasionaría para su familia,
su padre sería ajusticiado o llevado a la horca, la responsabilidad de su madre
y abuela recaerían sobre Takumi, así como las abundantes deudas que dejaría
Satoru con su muerte, su hermana sería desposada por Reito Kanzaki con algo de
suerte, pero mancillado su nombre correría un alto riesgo de ser repudiada por
el caballero, sin su apellido prestante Mai sería otra mujer de baja ralea para
la sociedad y dudaba que aquel hombre asumiera esa responsabilidad. –Es todo
cuanto puedo hacer por quienes amo, madre-
-Shi…Shizuru- Con solo verla Mizue comprendía que nada la haría cambiar
de opinión, que otra madre podría estar mas orgullosa que ella, salvo por la
pena que cobijaba esa decisión, su pequeña era mucho mas de lo que pudiera
soñar cualquier mujer y ahora esperaba e imploraba los mayores cuidados venidos
de la mano de la Duquesa. –Entonces debo hablarle a Shizuru de algo que debe
saber, algo que toda mujer próxima a desposarse debe comprender- Las mejillas
de la madre se azoraron ante la temática que deseaba tratar, pero es que tanto
temía la mayor que algún consejo debía darle en esos menesteres.
Shizuru sonrió ante la idea de ver a su madre explicando aquellas
cosas, no es como si no hubiese oído de aquellas cosas en los labios de otras
mujeres, pero era su madre la que hablaba así que asintió silenciosamente.
Mizue carraspeó su garganta para animar a su voz a salir, ¡Ya le había
explicado aquello a Mai! No podía ser tan complicado con su otra hija, obviando
el hecho de que ese matrimonio era ¿Entre dos mujeres? Rápidamente encontró una
solución al predicamento. -Espero que esa joven, cuya edad es mayor que la tuya
te trate bien, sin embargo, y aunque ignoro como debe llevarse a cabo entre dos
mujeres, solo puedo decirte que… que la sensibilidad es la misma, la piel
siente sin importar de… de quien venga la caricia, así que procura darle lo que
esperas recibir, cuidado y ternura, lo demás nacerá simplemente, tú… tú escucha
a tu cuerpo, tu sentir y todo estará bien, todo saldrá bien mi pequeña-
La castaña observó a su madre con nuevos ojos, sabía los detalles de
los besos y otras tantas menciones inapropiadas de los modos, de algo tenía que
servir el oír a las viejas señoras cortesanas de Tsu, pero lo dicho por su
madre, era poético incluso e invitaba de algún modo a probar, a probar ese
momento. –Gracias mamá- Se abrazó por impulso como pocas veces, eso necesitaba
oír, que todo saldría bien, que no era tan terrible como se mostraba hasta ese
momento y era un consuelo más que necesario.
Cruelmente aquel momento único entre madre e hija fue interrumpido por
el abrupto descenso en la velocidad del carruaje, se hizo un alboroto fuera y
ambas mujeres se apartaron, Mizue abrió la puerta obligando a su hija a yacer
detrás de ella. Uno de los hombres aseguraba la correa y calmaba a los caballos
con su ¡Oh! -¿Qué pasa? ¿Por qué nos detenemos?- Veía el revuelo entre los
soldados, todos con sus espadas, rifles y demás armas en las manos, algunos apuntaban
a lo alto de las copas heladas, otros sostenían las riendas. En cuanto puso un
pie en la tierra helada tembló, pero ello no le impidió contemplar a su esposo
que también salía del carruaje. –Vuelva dentro milady ¡Hágalo ya!- Le habló
bruscamente el soldado, pero ella Mizue solo tenía ojos para ver la cara de
horror de su marido.
-¡Disparen!- Ordenó Takeru con voz ronca y autoritaria aun sobre su
cabello, apuntando el mismo una pistola de cañón alargado, una ola de
estallidos resonó en el eco del bosque. El ardid del que fuese ese conflicto se
incrementó, cuando un gemido gutural sobrevino en respuesta de la anterior
marabunta de sonidos, los caballos relincharon y el soldado volvió para poder
contenerlos. Una ráfaga de aire helado le caló los huesos a Mizue, cerró los
ojos ante el dolor del frío que punzaba en su carne y al abrirlos vio correr a
Satoru en su dirección, sintió el peso de su cuerpo envolviendo el suyo y sus
firmes brazos mantenerla al nivel del suelo, el lo había visto, quien o que los
atacaba.
Se escuchaba el movimiento de las alas de algo, el viento cada vez más
fuerte y helado comenzaba a inmovilizarlos, escuchaba las voces distorsionadas
y apenas el fuerte latido de su corazón era todo cuanto tenía claro. Los
disparos no se detenían, pero ello suponía cuan rápido agotaban su munición los
soldados, lo que los asechaba en cambio guardaba fuerzas para volver sobre la
caravana.
-¡Manténganse Juntos! Si alguien huye… será presa fácil del Orphan
¡¿Entendido?!- Ordenaba Natsuki a los soldados que amenazaban con entrar en
pánico, nunca habían enfrentado uno de tal tamaño y sus disparos apenas le
hacían daño superficialmente. –¡Dañen sus alas! ¡Sus membranas son frágiles!-
Indicó rápidamente el punto débil del monstruo que los atacaba, a la par que
guiaba a su caballo en las cercanías de su padre, tenían que usar el espíritu
del lobo.
Cuando aquella nauseabunda ave de rapiña, con tres ojos y una dura
caparazón se acercaba, pronto era repelida a disparos. Pero ello no la
contendría por siempre y menos aun con la presencia de Shizuru en la caravana,
su espíritu era como un faro de luz intensa para aquel espectro, una esencia
deliciosa que atraía a la criatura como la miel a las abejas. -Padre… tenemos
que- La idea era insensata desde todo punto de vista, podían resistir y
alejarlo, incluso eliminarlo por los medios tradicionales con algo de suerte,
eso pensaba Takeru, no quería espantar a la familia, claro… más de lo que ya
estaban.
-No es posible ahora, nada de cambios hasta después de tu boda… te
casarás y todo estará bien- Dijo el lobuno reteniendo por el hombro a su hija,
pero estaba claro que no le haría obedecer por esos medios. -¡Se lo he jurado a
tu madre!- Las esmeraldas de Natsuki se abrieron bruscamente y pronto inclinó
la cabeza. Solo en aquel momento tan inapropiado para charlas, la pelinegra
lamentó en sus muertos haberse apartado de la carroza de su prometida, esta vez
los disparos no repelieron a la criatura, el Orphan se aventuró en picada sobre
la caravana, con su primer vuelo logró golpear la carroza de su prometida,
destrozando la parte de atrás, los fragmentos de madera desperdigándose por el
aire, los caballos asustados que se revelan contra el soldado que retiene las
riendas, los animales que emprenden una carrera violenta sin nadie que guie su
camino y la horripilante ave elevándose de nuevo, no sin antes volcar la
segunda carreta.
-¡Shizuru!- Con un fuerte grito de guerra en su voz, la voz de su padre
se hace un eco lejano, todo en lo que puede pensar es ella, tira de las riendas
de su caballo con violencia y emprende una carrera contra el tiempo, solo
porque sabe que el Orphan ira tras el cebo, ira tras la carrosa que se aleja
con cada segundo internándose en el bosque gélido.
Muy pronto y como lo previno Natsuki, la negra ave se alejó de la
caravana dando tiempo al grupo reponerse. Así como también los reclamos no
tardaron en hacerse presentes, Satoru, uno lleno de astillas y cortes
superficiales se acercó a Takeru, que reordenaba a su gente para superar la
situación. -¿A que terrorífico lugar nos has traído?- Pero el pelinegro lo
ignoró, tenía cosas más importante que atender.
Bajo de su caballo y analizó con prontitud los destrozos. En cuanto vio
al primer soldado dio las ordenes pertinentes. -Vayan a la carreta de la munición
y doten a todos los soldados en pie, tiren los suministros de la otra carreta y
suban a los heridos a allí, provéanlos de mantas suficientes- Satoru seguía
Takeru que señalaba los lugares y las reparaciones de emergencia por hacer.
–¡Levanten eso! No podremos largarnos de aquí con esto estorbando el paso- Se
acercó a la ultima carreta, estaba completamente inutilizable. -¡Sergei!-
-¿Mi lord?- Llegó a su lado en un pestañeo, con postura firme y la
entereza de obedecer cada dirección. -Lleve a la señora Mizue a la carroza de
la abuela- Volvió la vista sobre Akira. –Tú los protegerás con tu vida- La
joven asintió ayudando a Sergei en la tarea de atender a la señora Fujino, la
morena abrió los cerrojos con los que sellaron ese carruaje durante el incidente
y se encontró con la mirada contrariada de cierto castaño. –Su madre requiere
cuidado, por favor ocúpense de subir su temperatura… esta al borde de una
hipotermia- Acomodaron a Mizue junto a Takumi.
-Pero que ha…- Intentó el muchacho, pero la puerta que se cerraba en su
cara fue todo cuanto obtuvo por respuesta. Tras aquello Akira suspiro y Sergei tomó las riendas de los corceles,
ambos aguardaron solo esperando las indicaciones de su comandante.
Takeru continuaba ignorando a Satoru que le seguía más que su misma
sombra, algunos caballos estaban muy lastimados. Llamó a otro de los soldados,
y le señaló la carreta que el Orphan había destrozado. -Haruno, deshazte de los
caballos lastimados, no podemos esperar por más tiempo aquí… y usa esas ruedas
para la reparación de la carreta de las municiones-
-¡Si señor!- Raudo el hombre se dispuso en la tarea, con dos disparos
culminó el sufrimiento de los animales y aun más pronto empezó a retirar las
ruedas con la ayuda de dos compañeros.
-¡¿Dónde esta mi hija?! Mi Shizuru- Reclamó un histérico Satoru, no sin
antes sujetar con fuerza demás el brazo de Takeru.
-Mi hija fue en su búsqueda… eso debería bastarle- Respondió toscamente
el lobuno ya exasperado por el parasito en que se había convertido ese sujeto,
pero este no lo soltaba.
-¿Ha perdido el juicio?- Cuestionó el Fujino con los ojos casi
desorbitados.
-Mírese a un espejo, hiede a miedo hombre- Takeru retiró de un manotazo
la mano del castaño y se dispuso a volver a su caballo. –Suba en el asiento
delantero de la carroza, no voy a quedarme a esperarle por más tiempo-
-¿Dejará a su hija a merced de ese monstruo? Y de paso a la mía, es… es
usted una bestia- Satoru no daba crédito a lo que veía.
El pelinegro sonrió irónicamente antes de subir a su caballo. –Eso soy
señor, el monstruo de Fukka…-
-Realmente es despreciable.. un hijo de…- Más le valió tragarse sus
palabras, esa mirada le helaría la sangre a quien fuera.
-Satoru no sabe nada de mi familia… Natsuki es suficiente, vale más que
100 de estos hombres y no hay nada que pueda detenerla cuando va tras algo
importante- Que tono orgulloso se escuchaba en los labios del padre.
-¿Qué sería eso?- Preguntó más por la curiosidad que otra cosa un
incrédulo Satoru.
-Su hija, tontarrón- Takeru miró a los alrededores, notando que ya todo
estaba dispuesto y todos listos para partir. –Ahora bien, si tanta es su
bravura lo insto a buscarla en el bosque… si se pierde diré a su esposa que
murió como un héroe, de todos modos lo devorarían los animales salvajes sin que
lograra nada… o vaya allá y siga mis ordenes, aun tengo una sobrina, una
sirvienta, una abuela, una esposa y un hijo a mi cargo, dado que usted es de lo
más incompetente que haya visto en la milicia- Sin más palabras Takeru levantó
su mano para indicar a todos que podían avanzar, ya estaban a pocas horas de
Fukka y Natsuki… ella volvería como siempre, más que victoriosa tratándose de
la bella Shizuru a quien debía rescatar.
Satoru observo una ves más el camino por el que se había desbordado la
carroza donde su Shizuru iba, temía pero de nuevo sentía la impotencia de sus
limitaciones, subió en la carroza donde el resto de su familia viajaba y por
una vez a lo largo de aquel año deseo algo bueno. –Buena suerte… Kruger-
Así la caravana continuo avanzando por el sendero, más raudos y
desconfiados, alertas los soldados y encerrados en sus miedos la restante parte
de la familia Fujino… que terrible se antojaba Fukka para la nueva vida de su
querida Shizuru.
-0-0-0-
-Solo un poco más- Estaba tan cerca de alcanzarla, unos cuantos metro y
podría llevarla de vuelta, todo estaría bien, ella estaría bien. Tiraba sin
descanso de las riendas, alentando a su corcel a acelerar un poco más su
galope, sentía el viento helado sobre la piel y escuchaba los graznidos del ave
que no perdía detalle alguno de la situación, siempre cuando estaba próxima a
alcanzarle el animal descendía en picada interrumpiendo el paso por un segundo,
uno valioso en el que la distancia se haría más corta, la alejaba de su anhelo,
de ella y eso la encolerizaba.
Natsuki disparaba en respuesta, pero de forma prudente, delante de ella
entre los arboles y a todo galope se alejaba más la carroza de su prometida, su
mayor angustia era clara… muy seguramente Shizuru yacería en el suelo de
madera, con fragmentos de madera sobre su cuerpo inconsciente, no tenia
posibilidades de salir de ahí por su cuenta y el Orphan esperaba que la caja de
sorpresas se estrellara contra algún árbol o cayera por el risco a un kilometro
de distancia, solo para poder devorar el espíritu que manara de su cuerpo, solo
por eso poco importaba para el monstruo si la joven vivía o moría, su alma era
lo más valioso en ese momento.
Continuó la carrera contra reloj, era el Orphan o el risco, aquello no
se antojaba muy halagüeño y las opciones se le hacían pocas con el risco tan
cerca, a su estilo tendría que ser… si la viera su padre, tantas veces le dijo
¡Nada suicida Natsuki! Pero que le iba a ser, así era ella, Kamikaze por
naturaleza. Unos escasos metros les separaban, otro vals de la tarde le
aguardaba y una razón para darlo todo la animaba. El ave negra descendió de los
cielos, desde las copas de los arboles, cortando las ramas a su paso,
destrozando los troncos cual rayo al intuir la proximidad entre esa intrusa y
su víctima. Natsuki centró sus oídos y sus ojos, el Orphan se puso delante por
un breve momento, el caballo desaceleró solo por instinto y la pelinegra soltó
las riendas, apoyó sus piernas en el lomo de Iperion, dio un paso sobre la
cabeza de su leal y saltó con todas sus fuerzas disparada por el impulso…
El tiempo se cristalizó, entre los escombros y la osadía que suponía
retar las leyes naturales, Natsuki se elevó sobre el temible monstruo,
contempló en el aire el increíble tamaño de aquel ser de pesadilla, así con sus
dedos en cada gatillo y sin dilación realizó dos disparos precisos. Pronto
recordó la fuerza de la gravedad que la atraía hacia el suelo, soltó sus
preciosas armas, sabía que Takeru se enfadaría mucho por eso, estiró los brazos
lo más que pudo… sus dedos alcanzaron una barra de metal y su cuerpo se estiro
ante el golpe de sus botas contra el suelo. Se tragó la justa queja, mientras
intentaba que sus manos no se soltaran de la carroza, uso la fuerza de sus
brazos para jalarse a si misma y escalar sobre los restos de madera, uno se
rompió incapaz de soportar su peso y casi termino adornando el pasto de
invierno, fue una suerte tener la otra mano adherida a otro pedazo mas firme.
Con la mitad del cuerpo colgando volvió la vista atrás, la horripilante ave se
había estrellado contra el suelo y su caballo, audaz continuaba galopando tras
la ella. –Lindo caballo, te conseguiré una hermosa novia por esto- Musitó antes
de continuar su ascenso sobre la carroza al notar que los árboles se hacían
menos abundantes en el recorrido y más frecuentes las formaciones rocosas ¡El
risco!
Natsuki logró alcanzar la parte superior del carruaje y se introdujo en
él por el hueco que había hecho antes el Orphan, contempló a su amada
inconsciente en el suelo y la sostuvo en sus brazos, le hubiera gustado retirar
aquellos rebeldes mechones de su rostro, pero tristemente no tenía tiempo.
Ahora contaba un serio predicamento ¿Cómo salir de ahí? Podía sentir el brusco
movimiento que causaban las rocas en las ruedas y los caballos desbocados que
corrían hacia su inexorable muerte, segundos, solo eso para caer al abismo.
Natsuki levantó a Shizuru a pesar de su pose encorvada por el escaso espacio,
se concentró un instante, las gemas de sus botas brillaron y luego todas en
conjunto, sus brazos se llenaron de vello blanco cada vez más espeso y su
cuerpo incremento su tamaño hasta destrozar la poca madera que quedaba sobre su
cabeza. Con una fuerza que destrozó el suelo bajo sus pies, dio un salto aun
mas intenso que el anterior, con sus brazos y su espalda guardó a la castaña de
cualquier herida entre los fragmentos de madera que salieron disparados, así
tras un breve vuelo volvió a sentir el frío de la intemperie y grujió la roca
cuando sus pies volvieron a posarse sobre el suelo.
Sacudió los restos de madera de su ropa y miró nuevamente a la joven
dormida en sus brazos, curiosamente se la notaba tan apacible así como si no se
acabara el mundo en derredor suyo. Nuevamente el instante perfecto fue
interrumpió por el graznar de la horripilante ave, que terquedad aquella que
hacia imposible cualquier momento de calma. Natsuki depositó a Shizuru en el
suelo, solo unos segundos serían suficientes, retiró su abrigadora capa y
envolvió con ella a la dama, luego se irguió y dedicó una mirada asesina al Orphan.
Pasó a un lado de la joven, mientras escuchaba el destrozo en el fondo del
precipicio, silbo a Iperion y este se puso delante de la mujer inconsciente.
–Buen chico- Acaricio el lomo del caballo, el animal no le temía pese a su
ahora atemorizante aspecto, Natsuki nada tenia que envidiarle a un hombre lobo
en ese instante.
La lobuna observó al Orphan arrastrarse lentamente, cegado por su
anhelo y necesidad de devorar el alma de Shizuru, el solo pensamiento le enfadó
aun más. Sus disparos habían destrozado las alas del monstruo pero no su
instinto, así que lo haría rápido para volver junto a ella. Natsuki extrajo de
su cinto una espada que solo empleaba en ocasiones especiales, contaba con que
iba a dolerle y era una pequeña compensación por los golpes. Sus pasos se
aceleraron en un segundo y en un pestañeo llegó junto al monstruo en la
arboleda, evadió justamente un chorro de acido, ese que era el último recurso
del monstruo y clavó su espada en el ojo más grande del ave, un chillido
espantoso resonó afectando por fin el sueño de la castaña, así que Natsuki se
apresuró, giro el filo dentro del ojo y hundió la hoja hasta atravesarlo
completamente, así el Orphan se evaporó en una estela de brillos verdes. La
pelinegra volvió a su estado de calma, su cuerpo recuperó las proporciones
humanas que le caracterizaban… limpió entonces el filo con un movimiento rápido
de su hoja, envainó la espada y volvió junto a Shizuru, cuyos somnolientos ojos
se abrían a la luz del sol que las copas de los arboles ya no escondían, la
vista le resultó hermosa en el marco de esa mujer enmascarada que tan bien
conocía.
-¿Nat… Natsuki?- Musitó helando de frío, pero este pasó pronto al verse
rodeada por los brazos de la pelinegra, su piel ardía y era la calefacción
perfecta para la ocasión.
-Ahora todo esta bien- Musitó Natsuki con su voz grave, ayudó a Shizuru
a subir a Iperion, subió también y la rodeo con sus brazos a la par que tomaba
las riendas. –Vamos a casa… allí tendrás una rica tasa de te ¿Te parece?- Su
voz ahora estaba llena de ternura y Shizuru se sintió segura en ese abrazo
reconfortante, aunque no comprendía porque sentía tanto agotamiento o donde
estaban. La castaña concluyó que eso no importaba, ese olor a pino era un
calmante natural para ella.
.
.
.
Las esperanzas de muchos decayeron con el paso de las horas, aguardaron
pacientemente el arribo de Natsuki y compañía, pero solo cuando el sol se
ocultó entre las montañas, el gran portón del castillo Kruger se abrió para
darles paso. Un grupo de soldados acudió raudamente para asegurarse del estado
de la Duquesa y su joven prometida, pero ella insistió en llevarla a descansar
por su propia cuenta, llegó a la puerta principal donde toda la familia Fujino
y su padre aguardaban, el lobuno sonrió satisfecho por el desenlace de los
hechos y Satoru, él por primera vez dio las gracias.
-¿Cómo esta mi pequeña?- Peguntó Mizue hecha un manojo de nervios, como
madre angustiada le aterraba el hecho de que su hija estuviera inconsciente en
brazos de Natsuki.
-Solo esta dormida, la he revisado con total cuidado y no se ha hecho
daño milady- Musitó Natsuki observando a Shizuru dormir apaciblemente. –El
camino de vuelta ha sido largo, solo por eso le pido me permita llevarla a un
cómodo lecho en el que pueda reponer sus fuerzas por completo- Sonreía aunque
con gesto agotado.
-Pero…- Refutaba aun temerosa Mizue.
-Hija, deja que las chicas descansen.. ¿No ves lo agotada que se ve
Natsuki?- Intervino la abuela, sabía que su nuera podía ser terca algunas
veces. –Ve con cuidado muchacha, que hoy nos has devuelto el alma al cuerpo-
-¿Y el monstruo?- Cuestionó Satoru aun confuso por los hechos.
-Ya no incordiará más señor- Respondió Natsuki antes de subir las
escaleras y caminar por los pasillos hacia su habitación.
-Que pocos modales- Se quejó el castaño, esperaba un relato más largo
del rescate.
-Lo eliminó, eso es todo cuanto necesita saber- Le palmeó el hombro un
orgulloso Takeru, antes de invitar todos a tomar camino de sus aposentos, ya
habían cenado y cada quien necesita descansar, después de aquello no hubo quien
pudiera rehusar la oferta, esperar en semejantes angustias los había dejado
exhaustos a todos.
Lejos de la vista de aquellos curiosos Natsuki depositó a Shizuru en su
cama, le cobijo con las mantas, inclinó su cuerpo sobre ella y le dio un corto
beso a su frente. –Se me iba el alma de solo imaginar perderte… no vuelvas a
asustarme así Shizuru- Sabía que no podía oírla en sus más gentiles sueños,
pero tenía que decirlo. La Natsuki fuerte se había ido y de ella quedaba la mujer
angustiada que hubiera muerto del puro espanto ante lo ocurrido, sus emociones
no eran de acero cuando se metían con lo que le era más preciado. La pelinegra
tomó asiento a un lado de la castaña y retiró el casco del lobo de su cabeza,
lejos de ocurrir una transformación monstruosa como las anteriores, un tenue
brillo inundó el espacio, con ello Shizuru se removió un poco en su cama, entre
dormida entre despierta, vio una forma lumínica de mujer tornarse una esfera
pequeña, y de la esfera formarse un pequeño ser… sin prestar mayor atención se
dio la vuelta para continuar durmiendo, no es como si no hubiese visto fuegos
fatuos antes, sabía que no hacían daño a nadie. Pero pronto un bulto tibio y
pequeño se acomodó en su regazo, sabiendo conocida la sensación, abrazo al
pequeño lobo, su Durhan que tanto extrañaba en sus noches mas recientes y
volvió a sucumbir en la profundidad del mundo de los sueños.
7 comentarios:
Genial me encanta jejej
yeiii 4 cap el mismo día jeje, espero el prox lunes sea igual u_u
Aw tan linda Natsuki, espero que derrita a Shizuru y acabe con su enojin xD
Ahora es cuando empieza lo bueno
GracIaS por compartir esperare lala conti ^o^
MMira encontrar la continuacion ah sido toda una alegria muchas gracias por favor continua no sabes como me gusta tu historia, doy cualquier cosa porque se casen y se enamore shizuru es decir lo admita pero ya muahahahaha gracias Arigatoooo
si no sabes kuanto espere la continuacion de esta historia me encanta eres la mejor continua por favor me muero por seguir leyendo y espero que siga siendo tan excelente como lo as hecho asta ahora n_n
No tardes me encanta la historia :3 eres genial en esto!!!!
Excelente fanfic.
Me pregunto ¿Como reaccionara Shizuru ante la ausencia de Natsuki?
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