Danza entre Lobos.
Capítulo 7
Máscaras de vals II
Era un día dichoso para la
castaña, cumplía 16 años y una gran fiesta sería celebrada en su honor, una vez
llegado el anochecer. Con el inicio de aquella mañana, el primer detalle de su
familia le fue entregado, consistía en un desayuno llevado a su cuarto, que su
hermana, su madre y su abuela habían preparado juntas. El drama materno no se
hizo esperar, en cuanto sus bellos ojos rubí se abrieron.
-Mi pequeña ha crecido
tanto... si recuerdo cuando te llevaba en mis brazos de bebe- Un río cristalino
de llanto surcaba las mejillas de la madre, sus ojos grises miraban con
añoranza a la hermosa joven. Cada día la notaba más bella, era sin lugar a
dudas una criatura dotada de un sin fin de virtudes, como si fuese una flor que
abre sus pétalos para ser contemplada.
-Calma mujer... ¿Qué será de
ti el día que se casen tus hijas?- La anciana Kaede palmeaba el hombro de su
nuera, aunque muy en el fondo se tragaba el nudo que la situación le
ocasionaba. La sola mención del matrimonio aumentó los sollozos de la dama y la
vieja Fujino negó con la cabeza.
-Para eso falta mucho madre...
por favor ten calma o me uniré a tu llanto- Amenazó con una dulce sonrisa la
castaña, no deseaba llenarse de sentimientos tan temprano, para eso ya tendría
la fiesta.
-Nada de lágrimas muchacha-
Advirtió la abuela con una sonrisa. -Debes estar perfecta esta noche, no habrán
caballeros que no se maravillen contigo y quizás pronto tenga a mis ansiados
bisnietos- Los ojos sangría miraron de soslayo a la de cortos cabellos naranja,
que posaba el jugo de fresa en la mesita de noche. -Mira que Mai y Kanzaki
están un poco lentos en la tarea... fufufu- Se reía la mujer de blanca melena.
-¡Obachan!- El ardor en las
mejillas de la mayor de las hermanas, dejo en claro sus reclamos y bochorno.
-¿Cómo que nietos? Yo estoy
muy joven para tenerlos- Afirmó indignada Mizue. Con aquello las límpidas risas
de las cuatro mujeres llenó el espacio.
Todas ayudaron a Shizuru a
asearse ese día, la abuela preparó un baño de rosas, Mai talló la espalda de su
hermana y Mizue lavó los castaños cabellos con esencias aromáticas y aceites
que resaltaran el brillo de la melena.
-Ara, parece que Shizuru
pronto competirá con el abundante pecho de Mai- Afirmaba con admiración la
abuela Kaede, mientras la aludida se sonrojaba irremediablemente.
Los comentarios femeninos
incrementaron, Mai valoraba la figura desnuda de su hermana y ciertamente
envidiaba su grácil cintura, sus bellas caderas, no es que ella careciese de algo, también contaba con una figura
envidiable, solo admiraba las formas de la menor que eran armónicas y claro, no
tendría que sufrir dolores de espalda por el natural aditamento delantero.
Mizue afirmaba haber tenido un cuerpo tan agraciado en sus años más mozos,
alegando que igualmente se mantenía conservada con algunos secretos, todo ellos
aprendidos de la Obachan. Aquel era un ritual que intercambiaba papeles en cada
cumpleaños vivido por alguna de las damas, era un momento en el que compartir
como una familia reforzaba los lazos. Terminado el baño ayudaron a la graciosa
amatista a lucir un vestido hermoso de color beige, nada tan pomposo como el de
la fiesta, pero si más hermoso que los de costumbre. Ese día la festejada no
debía realizar tareas de la casa, ni atender obligaciones, a Shizuru solo le
restaba dejarse cuidar.
Era una de esas cosas que
aburría de su cumpleaños, todos tenían obligaciones y deberes pendientes, su
padre y Takumi estaban demasiado ocupados por lo que les vería al anochecer. El
resto del día tenía que agotar el tiempo y no contaba con la suerte de escuchar
a su atenta violinista, a quien seguramente ocuparía su padre casi con
explotación esclavista, por lo que rogaba que su amiga no estuviese demasiado
cansada con el llegar de la noche.
Por primera vez, la joven
Fujino quería sacar provecho a la fiesta y danzar como si no hubiese mañana.
-Ara, ¿y si ella no sabe bailar? ¿Que haré?- Siempre podían charlar un poco,
por alguna extraña razón Natsuki era una persona culta, con un refinado hablar,
así como conocimientos de todo un poco. -Quizás sea una trotamundos como el
abuelo- Negó rápidamente con su cabeza mientras caminaba hacia su roble. -Debe
cuidar de una familia, no tendría tiempo para viajar- Entonces contempló el
libro casi olvidado donde guardaba la vieja y marchita hoja del otoño pasado.
-Lee muchos libros- Sonrió imaginando a la pelinegra postrada en un viejo sofá,
con un ajado libro en las manos y un poco de té en una taza de barro.
Shizuru se apoyó en el tronco
del árbol para tomar la siesta después del almuerzo, aquella tarta de la abuela
tuvo un sabor inmejorable. Pero el sueño no acudía y de nuevo se preguntaba más
y más cosas sobre la peculiar Kruger. -Me encantaría conocer su humilde hogar,
su familia y su forma de vida- Susurró quedamente como si dialogara con el
viejo roble, ya que ni siquiera su querido Durhan había dado señales de
aparecer, esa mañana el animalillo no despertó en el lecho. No imaginaba
Shizuru, que en ese momento la mota blanca corría por las escaleras, con la
preciosa caja en sus pequeñas fauces, salía por la puerta trasera y se
adentraba a paso veloz hacia la arboleda sin que las vallas de su padre le
fueran un verdadero impedimento.
La castaña frunció el ceño.
-Tengo que reprender a Natsuki, hoy ha olvidado mis flores mañaneras... justo
hoy que es mi cumpleaños- El pesar inundó las gemas rubí, la joven no
comprendía porque aquella falta que hubiera perdonado a cualquiera, le afectaba
tanto. Por algo dicen que las personas recienten la importancia de las cosas
cuando esos detalles se ausentan y como negar, que la más sincera sonrisa nacía
en sus labios al despertar y percibir la agradable esencia de aquellas flores.
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El brillo del astro lunar
hacía de aquella noche la más propicia para celebrar, la luz del sol casi
extinta en el horizonte era eclipsada por el brillo de aquella luna, que
comenzaba a adornar el firmamento de un cielo despejado. Faroles y moños,
ornaban el jardín delantero de la mansión Fujino, el lugar no estaba lejos de
competir con un paraje digno de un cuento de hadas. Dentro de la casa en el gran salón acomodaron
estratégicamente sillas y mesas finamente decoradas, todas dispuestas con
cubiertos de plata, vajillas de porcelana, la mejor cristalería, cubetas de
hielo con algunas botellas de vino y un precioso carnero cebado en el centro,
asado y adobado por las hábiles manos de la abuela Fujino, aquello daba una
vista exquisita del menú del día. Todos los miembros de la servidumbre lucían
atuendos hermosos, la mujeres vestidos negro con mandiles nuevos, los hombres
pantalones negros con fajines de seda negra y camisas blancas, bandejas y
pañuelos en las manos. Todo estaba dispuesto, incluso el concertante grupo de
cuerdas, afinaban sus instrumentos tocando algunas melodías de práctica y
Satoru se miraba complacido en lo alto de la segunda planta. Nadie podría decir
nunca, que él escatimara al momento de festejar a sus amadas hijas, pues una
fiesta similar acontecía cuando la festejada era Mai.
-¿Ha sido todo dispuesto?-
Cuestionó el hombre a la ama de llaves que llegaba a su lado, ambos sabían de
que hablaban.
-En cuanto el lobo arribe,
será la última vez que pose sus infaustos ojos sobre la señorita Shizuru...
Smith le separará del grupo y se lo llevarán lejos para proceder como ha sido
estimado- Respondió Tomoe, tendiéndole a su patrón una bandeja donde una copa
de vino reposaba. -Los disparos no serán escuchados en la distancia-
Satoru sonrió más tranquilo.
Sin Natsuki Kruger en el camino, no tendría que angustiarse de reintegrar a
Takeru el dinero y su hija sería libre. Era como matar dos pájaros de un solo
tiro y nunca mejor dicho, hablaba de forma literal. -¿Dónde esta mi hija?- Los
ojos sangría se cruzaron con los turquesa de Tomoe.
-Arreglándose en compañía de la
señora, la abuela y la señorita Mai, esta noche lucirá como una estrella bajada
de los cielos- La de cabellos verdes contuvo un suspiro enamorado en su
garganta, moría por ver a Shizuru en sus mejores galas y otros pensamientos más
turbios e innombrables acudían a su mente.
-Padre...- Interrumpió el
joven Takumi ascendiendo por las escaleras, llegaba luciendo su mejor traje.
Con ello Tomoe se retiró discretamente para beneplácito de los dos hombres. -He
traído un regalo para mi hermana ¿Dónde esta?- El castaño más joven deseaba ir
pronto con su Shizuru, a fin de cuentas no pudo verla en todo el día.
-No seas inoportuno hijo mío,
podrás entregarlo cuando ella se presente en la fiesta, de momento sabes como
son las mujeres y sus arreglos van para rato- Satoru palmeó el hombro del
muchacho con una sonrisa. -Es mejor que te ocupes de algo más importante,
espero que esta noche encuentres una doncella que de tu interés, he de decir
que eres el mayor y ya deberías estar casado-
-Padre...- Volvían sobre aquel
incomodo tema ¿Si Satoru supiera que su interés yace con un joven? Un sirviente
moreno con dos luceros por ojos, piel delicada y broncínea, de aspecto frágil,
pero un hombre a fin de cuentas.
-Hijo mío, eres ya un
hombre... en cada ocasión que te contemplo, es como verme a mi mismo en mi
juventud. Pero a diferencia tuya, yo a tus años ya me había desposado, tú
habías nacido y tu hermana estaba en camino... estas tardando demasiado en
elegir, muchacho- Le increpó Satoru con seriedad.
-Como siempre has dicho padre,
casarse solo tiene valor si es con la doncella adecuada, me temo que aun no la
encuentro... ¡Mira! empiezan a llegar los invitados- Señaló Takumi hacia la
entrada, agradecido por la oportuna interrupción. -Iré a recibirlos, pero vaya,
que buena idea has tenido padre... máscaras con motivos de lobos, has debido
guardarme una para no desentonar- El joven de ojos grisáceos bajó raudo por las
escaleras, tomó del cesto de la esquina un antifaz de plumas con bordes
dorados, aquello le iba perfecto a su traje barroco con detalles en dorado y
negros.
Satoru miraba con reproche a
su hijo que se escurría de la charla, mala excusa se había inventado para
desviar su atención, sin embargo cuando el chico mencionó las máscaras de
lobos, el Fujino volvió la vista hacía la entrada, ingresaban cinco parejas a
la sala, de las cuales todos los varones contaban con mascaras de un brillante
metal. Cinco caballeros que morirían al precio de uno, eso no le importaba
tanto, empero cuando la velada avanzó pudo darse cuenta que todos los hombres
contaban con las curiosas mascaras, diversas en formas y tamaños, pero todas
ellas aludían a los lobos. Colérico debió fingir que nada sabía del hecho,
saludar a cada invitado con cordialidad y tratar con sumo esfuerzo de ver en los
ojos de cada uno, el brillo de la esmeralda que recordaba haber notado en el
'hombre' que había contratado. -“Maldita Kruger”- Maldijo una y otra
vez, pues no podía ser tal artimaña obra de algún desconocido.
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Una caravana de carrozas,
atravesaba los bosques colindantes con la propiedad de la familia Fujino, los
más llamativos diseños ornaban las maderas esculpidas, los paños rojos, negros
y azules ocultaban la vista tras los vidrios de las ventanas, hasta los
cocheros y ayudantes lucían sus mejores galas, si bien la memorable celebración
era conocida por todos los habitantes de Tsu, estaba claro que las cortesanas
no desaprovechaban la oportunidad, para usar sus costosos vestidos de
importación. Las fiestas siempre fueron espacios de cortejo, en los cuales
muchas de las doncellas casaderas ocupaban sus encantos para encontrar un
prometido adinerado. Sin embargo las jóvenes siempre estaban acompañadas por
sus padres, los agudos ojos de las madres, encontraban los mejores prospectos y
a la par vigilaban las conductas impecables de las parejas. Los honorables
señores de la zona, en cambio, discutían asuntos de negocios que a las mujeres
no inmiscuían. El baile de máscaras, ocupaba un lugar importante en la
socialización de la crema innata de aquella no tan pequeña comunidad.
En uno de los numerosos
carruajes, un grupo de cuatro caballeros yacían reunidos. La expectación se
escondía en las máscaras que imitaban la de la Kruger, quien se había
adelantado y no iba con ellos. Akira lucía como todos, un atuendo masculino,
trajes señoriales con bordados en hilos dorados, compuestos por una chaqueta de
un color para cada uno, pantalones de seda a juego, botas brillantes de cuero
negro, fajines y camisas blancas coronadas con moños en sus cuellos. Cada uno
contaba con un color distintivo.
-Nadie cuestionaría que somos
solo simples sirvientes- Sonrió Tate con emoción en su voz, él lucía un tono
dorado con bordados negros.
-El cambio es grande, hasta el
feo Yamada luce bien- Se atrevió de decir Mashashi, quien lucía un atuendo
rojo.
-Realmente deseas empezar la
noche con una pelea- Gruñó el aludido, que vestía un traje verde olivo.
-Guarden sus ímpetus para el
enemigo, de nosotros depende que su alteza no reciba daño alguno- Akira calmó
los ardides con su indumentaria en tonos morados. Sin ser notados y fingiendo
ser un grupo más, los renovados sirvientes ingresaron al salón llevando de su
mano a otras señoritas, siendo hijas de cortesanos, no tuvieron reparos en
unírseles al notar sus costosos atuendos y porque no, el atractivo. Yamada y
Sakomizu por su parte, ocuparon a sus esposas para la tarea.
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Estaba en el tocador,
contemplado el resultado de los esmeros de su madre, su abuela y su hermana, se
sentía tan lejana con el yo de siempre... si bien no podía negar que se
encontraba hermosa en su reflejo, había algo diferente, se sentía tan etérea.
-“Casi como un sueño, uno de los muchos que tengo”- Pensaba mientras apoyaba el
codo en el tocador y su mejilla en la palma de su mano, esperar era tan
aburrido y solo por ser la festejada tenía que hacerse aguardar por los
invitados. Dejo perder la vista en ese extraño reflejo de si, que poco habitual
aquel polvo blanquecino, hacía palidecer un poco más su piel nívea, pero cubría
cualquier posible imperfección, no era practico, ella usaba agua de rosas todos
los días para la ducha y su piel no presentaba ningún imperfecto, por no
mencionar las sales marinas una vez al mes. Una línea en los parpados, daban
unas vistas un poco más adultas de lo que era, absurdo pensó ¿Qué mujer en su
sano juicio, querría hacerse ver más madura de lo que realmente es? Ninguna que
ella supiera. Observó entonces las tenues sombras violeta que engalanaban sus
ojos carmín y aquello si le había gustado un poco más, no ocupó tanto de su
tiempo y en verdad resaltaba el sangría de sus ojos, algo mucho más
interesante; Sus labios, eso si que había sido de lo más poco practico, no le
agradaba el método para resaltarlos con presión, pero las fresas compensaron,
las había tenido por tanto tiempo en la boca que aún sentía el sabor en ellos;
y las pestañas retocadas con uno de los antiguos secretos de la abuela, se
veían más largas de lo que eran, esta claro que usar el filo invertido de una
daga, no se le hubiese pasado por la cabeza ni en un millón de años.
Sus hermosas hondas,
normalmente expuestas al viento, eran contenidas por una serie de tejidos,
cintas púrpura y entramados del cabello, era una moña refinada. Sin embargo
Shizuru le había exigido a la abuela dejarle al menos un mechón discreto en el
rostro o definitivamente no se reconocería a si misma. Acarició con sus pálidos
y enguantados dedos su nuca, tan expuesta al frío de la noche, aquello se
consideraba un exhibición directa del cuello femenino, una parte del cuerpo
considerada tabú, erotizada por los pobladores de windbloom más allá de épocas
memorables y eso molestaba a Shizuru, no deseaba mostrarse como un objeto, una
fuente de innombrables pasiones entre los 'caballeros' del lugar. Negó con la
cabeza, abrumada, así que ello significaba cumplir 16 años, dejar atrás la
tierna infancia y ponerse en bandeja de plata para ser cortejada. Suspiró
hondamente contemplando su vestido, estaba hecho de una seda teñida con Murex
Trunculus, conocido como el purpura de Tiro, un tinte amatista que solo usaba
la realeza y la casa imperial, estaba claro que su padre no había escatimado en
gastos, aquella prenda sería la envidia de todas las mujeres del lugar y no
podría deshacerse de ellas con tanta facilidad.
Recordando el corsé bajo el
vestido, no tuvo más opción que tomar asiento de forma recta, su cintura
entallada y un vuelo relativo, sus pechos respingados por la presión de la
prenda, pero contenidos por la discreta tela. En momentos como esos la castaña
echaba en falta su atuendo habitual, con suerte y recordando que el vestido no
dejaba ver sus zapatos, imploró a su madre, poder usar sus botas y así le fue
concedido, empero no fue cualquier tipo de botas. Estaban encintadas y hechas a
la medida exacta de su pie, de largo hasta la rodilla, pues debía conservar un
poco el recato.
El tiempo que sabe pasar tan
lento cuando se espera con ansiedad, no habían transcurrido más de 20 minutos
desde que las otras damas precisaran embellecerse a si mismas y yació sola en
su cuarto. Suspiró hondamente, bajó la vista desde el espejo hasta el florero
ausente de sus preciados presentes matutinos. Con sus dedos rozó el borde de la
porcelana, cuya agua pura aun aguardaba por ser alimento de los más hermosos y
exóticos capullos en flor... así era inerte y vacío, como la sensación que
sentía ante los descuidos de su amiga. Se puso de pie impaciente, vagó por el
cuarto con el animo de no sentir torpes los músculos y bailar, danzar con su
acompañante que no daba señales de vida, Shizuru gruñó a la nada, no se
consideraba una mujer impaciente, pero ese día en especial, apenas lograba
contener su nerviosismo. ¡Absurdo! Aquello estaba lejos de ser una cita, no era
un caballero el que aguardaría por ella al pie de las escaleras, era
simplemente Natsuki. Tonta de ella, como acudiría una joven con sus escasos
recursos, había sido impertinente al solicitarle tal cosa sin contar con los
apuros económicos que le causaba, ahora la malévola culpa comenzaba a asolarla
y la amargura también, su querida amiga no podría asistir a su fiesta. -Tampoco
se lo dije, que era mi cumpleaños-
Mas el viento, el sutil y
silencioso mensajero, le hizo respingar tenuemente ¿Era pino lo que olfateaba?
Refunfuñando en su fuero interno, la bella amatista se dio la vuelta para
cerrar la ventana, pescar un resfrío no era lo ideal... el sonido, la gravedad
y el tiempo mismo se detuvieron, una figura enfundada en un traje de azul
índigo se mostraba de pie frente a la ventana, su sonrisa encandilaba la vista,
aquella era un perfecta dentadura. Seguramente nunca le hubiera reconocido, no
tras un antifaz tan intrincado con la forma de un lobo, solo estaba segura de
que esa persona, distaba tanto de ese 'muchacho' desaliñado que
trabajaba con fervor la tierra. Se atemorizó por un momento, temiendo un
engaño, pero el instinto, su aroma y esa mandíbula que había memorizado con
tantas contemplaciones, le indicaban que se trataba de ella. Si los príncipes
de cuentos de hada o princesas existían, ella encajaba
perfectamente en el modelo. -Ara, ¿Natsuki pretende asustarme?- Shizuru dedicó
una deslumbrante sonrisa.
-Nunca ha sido más lejano mi
deseo- Natsuki dio un par de pasos cerca, con los brazos en su espalda, se
inclinó levemente como dictan los cánones en un día como aquel. -Esta noche
luce tan hermosa, que la luna le mira con celos y su luz palidece ante su
presencia- Se irguió nuevamente, ya solo dos pasos les separaban y el repentino
bochorno inundó las mejillas de la castaña aludida. -Espero pueda perdonar, que
en silencio la contemplara durante unos instantes, temía estar viendo una
alucinación, los ángeles no nos visitan muy a menudo- Ladeó el rostro
ligeramente.
-Cualquiera diría que Natsuki
coquetea conmigo- La Fujino maldecía el peinado, no podía ocultar sus ojos o su
rostro azorado, aun con todo se mantenía superficialmente serena. -“No es la
primera vez que alguien dice cosas así, pero las suyas son tan inocentes”-
-“Tal vez, solo porque me
cortas la respiración”... es su cumpleaños, quiero hacer de mis palabras un
obsequio- Se deslizó comedidamente hasta el jarrón de porcelana blanca y en el
posó una flor del iris barbuda, de color violeta. -Imagino que echaría en falta
la fragancia de estas al despertar, pero esta vez, quería depositarla en su
presencia-
-No imaginaba que fuera tan...
“encantadora”... cauta y a la vez diplomática- La castaña se dio la
vuelta, Natsuki solo pudo contemplar su espalda, su cintura entallada, Shizuru
necesitaba apaciguar el ímpetu de sus pulsaciones. No era una sorpresa que
fuere ella quien depositara las flores allí cada día, lo intuía. -Me preguntó
entonces, que intenta Natsuki con ese presente diario... ciertamente su
presencia en la entrega, hace de esta la más especial- Habiendo recuperado la
compostura, quiso mirarse reflejada en esos ojos de jade, a pesar de la
mascara, pero Natsuki acariciaba con sus dedos la preciosa flor del iris y
pudiese jurar que su solo tacto revitalizaba a la planta, tan viva y hermosa
como si nunca hubiese sido cegada de raíz.
Shizuru sentía una tensión
diferente en el aire, una tibia sensación que era a la vez insoportable,
contemplaba por vez primera los largos cabellos libres de atadura, se
preguntaba como aquella pesada mascara se sujetaba al rostro de la joven, si no
era un casco de armadura, ¿Como no caía de su rostro inclinado en la labor de
percibir la esencia de la flor? Vio de soslayo su respingada nariz, la
mandíbula delineada que tanto atraía su vista y con secreto interés lo finos
labios, que se antojaban al gusto. -“Deseos impropios e indecorosos me
torturan por tu causa, eso no es un buen obsequio”- Pese al chaleco y la
cazadora de color índigo, la impoluta camisa blanca delataba para la aguda
vista carmín, la curva tenue que un vendaje intentaba eliminar, volvió a sentir
calor, así que desistió de continuar mirando a Natsuki con esos ojos
lujuriosos. Ja, como si hubiera podido omitir las atléticas piernas que no
escondía del todo el pantalón negro, ni las botas a juego, desvió la mirada
sobre su cama y fue bastante más mala idea.
-¿Esperas para bajar?-
Preguntó la lobuna con la intensión de atraer su atención. -Podría... ¿Podría
hacerte presente mi obsequio?-
-¿No lo era la flor?-
Cuestionó Shizuru, no deseando poner en mas dificultades a la pelinegra, pero
estaba claro que por su mirada suplicante, no podría negarse. -No quisiera...-
-Me parece que fue echa para
ti... tan brillante e intensa como tus ojos- Natsuki se acercó con una caja
alargada, adornada con un moño rojo. Al abrir el contenido, el habla quiso
abandonar a la festejada, un hermoso collar de rubí que a la legua se notaba
muy costoso. -Espero no te ofenda, pero era de mi madre, este es su recuerdo
más valioso y te lo doy a ti, porque eres la primera persona sincera que
conozco, además es tu cumpleaños... por favor, no digas que no- Se adelantó
Natsuki cuando la mano enguantada de Shizuru quiso devolver el presente. -Es
importante para mí que lo tengas- Con semejante argumento le fue imposible a la
Fujino, negarse más. -¿Puedo?-
La gema combinaba
perfectamente con su atuendo, ambas lo sabían, el destino había conjurado que
ese fuera el momento perfecto para que la exquisita joya llegara a sus manos.
Natsuki caminó hasta su espalda, adelantó las manos por el frente y enganchó
con delicadeza el collar, sus dedos rozaron por un breve instante el fino
cuello de Shizuru, las dos temblaron, tanta ansiedad contenida en un pequeño
gesto y un hondo suspiro venido de la joven enmascarada, puso aun en más
aprietos a cierta castaña. Tantas veces dijeron que la indumentaria no hace al
caballero, pues bien, Shizuru supo que aquello era una vil mentira, Natsuki
solo pudo deslumbrarla con atuendos como aquel, aun cuando se hubiera
comportado en todo momento. ¿O se negaba a aceptar que había posado sus ojos
carmín sobre ella hace más tiempo? No lo sabía ya, pero la consciencia le
gritaba de lo inapropiado de la situación.
-Debes irte...- Rauda se
apartó de la calidez que manaba la Kruger, desvió la mirada rubí sobre ella.
-Natsuki debe yacer abajo para cuando yo decida arribar, se ha saltado los
modos- Fue hasta el tocador y tomando uno de los perfumes selectos en él,
procuró llenarse a si misma de aquella fragancia a jazmines.
-No tendría oportunidad de
darle su obsequio, no con todos sobre usted siendo como abejas sobre la miel...
pero no tema, he de marcharme en este momento- Musitó con voz suave pasando a
un lado de la castaña, más impersonal, el breve romance había sido cortado de
raíz por Shizuru. Natsuki sabía cuanto tentaba a la suerte y a los principios
con aquel arribo fortuito, por ello no reprochó lo cortante de su despedida. Apoyó
las enguantadas manos en el marco de la ventana con el ánimo de irse como vino.
-Gracias... ha sido el mejor
de los regalos, no por lo costoso de la prenda, por lo que significa para
Natsuki- Se escuchó la voz de Shizuru a su espalda. -Aun ansió saber el secreto
de Natsuki ¿Como entra cada mañana a depositar las flores?-
-Así... Milady, pero con algo
más de dificultad- La mitad del cuerpo de Natsuki yació fuera de la ventana,
sus pies apoyados en el borde de granito, que ornaba la separación de los pisos
de la casa. De pie, ya sin el soporte de sus manos en los marcos, la pelinegra
ocupó un ademán cortés, girando levemente la mano en el aire, un gesto propio
de la nobleza a la altura de su cabeza ligeramente inclinada. Ante los ojos
confusos de Shizuru, dejó que su cuerpo fuese atraído por la gravedad hacia
atrás, rauda impulsó sus pies desde el granito en un salto prodigioso, pero
altamente peligroso, tal movimiento obligó a su cuerpo a dar un giro completo,
sus botas se posaron brevemente en una de las ramas, tan poco el tiempo que el
peso completo de su cuerpo no se apoyo en ella cuando ya se apoyaba en la
siguiente, después bajó a juego con la gravedad en pasos tan rápidos sobre los
nudos del tronco del árbol, para posarse delicadamente sobre el pasto del
jardín.
Shizuru se miraba claramente
impresionada, ahora dudaba que la Kruger fuera una simple jornalera, era
demasiado ágil, poseedora de abundante cultura y finos modos. Temió por esa
tonta y terca mujer al saltar, pero por suerte su gritillo espantado no llegó a
los oídos de su amiga. La castaña negó con la cabeza al verla a salvo en el
suelo, pero su mano, traidora sobre su pecho se sujetaba aun turbada por los
eventos.
Natsuki levantó la cabeza,
para observar a la graciosa amatista en su ventana y con voz profunda, audible
se atrevió a decir. -Espero me conceda una pieza en el baile... ¿No cree que lo
merezco por mi demostración?-
-¡Natsuki es una tonta!-
Refutó Shizuru presionando las manos en el marco de su ventana, pasado el susto
estaba indignada. -Ha debido salir por la puerta, ha debido solicitar un baile
hace un momento... ¡y no hacer sus locuras circenses!-
La pelinegra se miraba confusa
y abochornada, la había preocupado en un vano intento por impresionarla. -Yo...
yo lo siento- Musitó con voz trémula y abochornada, hubiese querido tener una
charla más larga, explicarse, pero uno de los sirvientes dando rondas
alrededor, le obligó a salir corriendo en busca de un buen escondite.
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Descendió por las escaleras,
su mano posada suavemente sobre la madera y la vista de todos sobre ella,
deslumbraba como el astro que adornaba la noche, pero hubiese deseado
evaporarse, ser invisible en esa ocasión. Sus ojos contemplaron las máscaras
tan similares una de otras, todas con una marca lobuna en su diseño, era
imposible encontrarla entre la multitud y ello le desanimó ¿Y si se hubiera
marchado? No tardó en llegar junto a su padre que aguardaba por ella al pie de
la escalera pero con un antifaz de plumas, la música sonaba al igual que las voces
llenas de admiración, tantas alabanzas a su encanto y grácil figura, lejos de
alimentar su vanidad, comenzaron a aburrirle.
Shizuru soportó con paciencia
los comentarios de las señoras más prestantes del poblado de Tsu, que llenas de
envidia memoraban sus años mozos y el como, en sus celebres bailes encontraron
a sus igualmente importantes esposos. Sonreía por cortesía y rechazaba
sutilmente a los osados que se atrevían a invitarla a danzar. Después de una
hora de aquella tortura, ansiosa porque el festejo terminase, pero sabiéndolo
imposible alegó la necesidad de ir al tocador de damas. A la mitad del
recorrido por la estancia entre los diversos personajes que acudieron al
acontecimiento, pudo percibir algo diferente, aun entre los costosos perfumes
de los caballeros y honrosas cortesanas, una corta corriente trajo a su olfato
el aroma de la libertad, de los pinos.
Volvieron a verse entre los
difusos rostros, al fin lo notaba, Natsuki estaba ahí, cuidadosamente cerca de
ella todo ese tiempo, entonces el aburrimiento se desvaneció, entre las
conversaciones fútiles y banales, sus ojos se encontraron una y otra vez, se
sentía asechada pero al mismo tiempo segura. Se preguntaba porque la lobuna no
se atrevía a yacer a su lado, ¿Era tal vez su posición económica? y entonces lo
notó, hacía algunos minutos un grupo de hombres le rodeaba, ellos también
poseían mascaras emplumadas, lo cual delataba que no eran invitados formales a
su fiesta. Se apresuró al tocador, un sitio al que ellos no podrían acceder sin
ocasionar un escándalo, Shizuru llegó allí y cerró la puerta tras de si,
esperaba que aquella por la que aguardaba, hubiese entendido el tácito mensaje.
Dos minutos después escuchó el sonido de una pequeña ventana superior abrirse y
contempló como Natsuki se las arreglaba para introducirse a través de ella,
insospechadamente delgada y ágil posó sus botas sobre el suelo sin ocasionar
ruido alguno.
De nuevo cerca, de nuevo aquel
perfume que turbaba sus sentidos, se miraron en mutismo absoluto por breves
instantes, sin encontrar las palabras adecuadas para romper ese silencio. Para
fortuna de Shizuru, Natsuki fue la primera en hablar. -Suponía que estarías más
dichosa, siendo esta tu fiesta de cumpleaños... pero ha transcurrido un hora de
mascaradas en tus ojos, aun debajo de aquel antifaz- Shizuru desvió la mirada
sobre el espejo, retiró de su cara la máscara hecha de plumas negras y
púrpuras.
-Natsuki es la peor
acompañante que hubiese tenido- Susurró por lo bajo, no tenía intensión alguna
de esconder su desencanto. -Me ha dejado sola todo este tiempo “y lo he
resentido”- Mas aquello no fue dicho en voz alta. -Natsuki... la que se ha
convertido en mi amiga, mi única amiga... se ha alejado de mí ¿Por qué?-
-Porque no puedo pretender que
un día como hoy, tu atención sea toda mía... ¿No es egoísta acaso?- No, no
sería por eso. Sería egoísta sin reparos por yacer a su lado, pero tenía que
actuar con cuidado para no arruinar la fiesta aunque de ello ya se hubiera
ocupado Satoru Fujino, ¿A qué padre se le ocurre llevar matones al cumpleaños
de su hija? Solo a él, eso lo tenía claro la Kruger. -Pero puedo convertirme en
alguien así, si es lo que Shizuru desea-
-Entonces, aún me debes una
pieza de baile, la primera de muchas- Sonrió con una alegría sincera, los ojos
rubí brillaban juguetones ante la pequeña e improbable pretensión, sin embargo
pese al riesgo que ello le significaba a Natsuki, no dudo un segundo en dar el
si con un tímido asentimiento de cabeza. -Esta vez... no tienes que salir por
ahí-
La pelinegra miró contrariada
a Shizuru ¿No era muy arriesgado salir del cuarto juntas? Si no le preocupaba
que un disparo le fuese a adornar la frente, le angustiaba que la pulcra
reputación de la castaña fuese puesta en tela de juicio por algo tan tonto. No
tuvo más remedio que hacerlo, después de asomar la cabeza por la puerta y salir
cual disparo para fingir que hacia 'fila' frente al servicio de caballeros.
Shizuru salió del cuarto con su antifaz a la vista y cubriendo su delicada risa
en un pañuelo, encontraba de lo más curiosas las preocupaciones de la Lobuna,
pasó a su lado en el pasillo y con una mirada cómplice le dio a saber que era
el momento de cumplir su palabra. Natsuki debió seguirla, sabiendo que en toda
la noche ningún hombre, salvo 'él' había logrado romper sus barreras, tenía muy
poco tiempo para poner en marcha su plan. Llegaron al salón, las manos
enguantadas se unieron, la orquesta no tardó en principiar una de las mejores
obras de su repertorio, las gentes abrieron paso al singular par y los hombres
rabiaron ante su mala suerte, otro se les había adelantado.
Natsuki lo sabía, bailar con
ella en ese momento, su salida del mismo cuarto y aquellos hombres las habían
seguido discretamente, su pantomima apenas logró distraer a los incautos
señores, aquellos con lenguas ponzoñosas capaces de deshonrar a una mujer en un
suspiro, pero no así a sus perseguidores. Era paradójico que solo estuviera a
salvo junto a Shizuru, porque junto a ella no se atreverían a acercarse... un
paraíso, un edén pasajero en el cielo de sus manos unidas, de sus ojos
encontrándose, mientras el vals se escuchaba y todos centraban sus miradas
sobre ellas. Solo entonces pudo por un instante sumergirse en el gentil
movimiento de sus pasos, movimientos que armoniosos daban la ilusión óptica de
un danzar sobre las nubes, las doncellas suspiraron por el príncipe enmascarado
que gentil guiaba a la festejada y los señores con infausta envidia rabiaban
por ese... ese que les había birlado la primer pieza de baile.
Satoru notó espantado quien
era el acompañante de su hija, un breve descuido y su tensión se elevó hacia
las nubes. Miró a los mastines y por lo visto inútiles que había contratado, la
idea era evitar que se encontrasen, que su hija imaginara alguna falta de
respeto en la ausencia de su 'invitado', no que fueran el foco de atención en
la fiesta. ¡Inaudito! Rodeó el gran pasillo del segundo piso hecho una furia,
llegó hasta el jefe de aquellos idiotas. -¿Para esto te pago Smith?-
-Guardad silencio señoría, no
sea que sus invitados sepan... que uno de más baja ralea yace entre ellos,
temerían de mí como a la peste negra y no sin motivo- Rió divertido con su tono
de mofa.
-¡Haz algo entonces!- Bufó más
que enojado el castaño. -Para algo debe servir la fortuna que te pago- Sujetó
sin reparo la solapa del traje del más larguirucho y eso si que fue un error.
El rubio de lentes entrecerró
los ojos. -No se confunda señor Fujino- Los dedos alargados retiraron las
impetuosas manos. -Puedo matarlo a usted en silencio y quedarme con la paga,
pero ambos honramos nuestros acuerdos ¿No es así?- Satoru palideció. Smith
sonrió con más amplitud leyendo la expresión de gran señor Fujino. -Tal parece
que no, pensar que hasta los innombrables tenemos un código que respetar- Negó
con la cabeza y se apartó del castaño, posó la mirada sobre la pareja que
bailaba y a la que los segundos se unieron otros danzantes como era costumbre.
El Fujino yació en silencio, aun espantado por la amenaza de aquel asesino a
sueldo. -Normalmente no cuestiono las razones de quienes contratan mis
servicios, pero se rumoraba que usted ya no era más señor que solo por su
nombre... empero que son las habladurías, esta fiesta dice cuan basta es su
fortuna, así que este breve momento de alevosía, le costará el doble por mis
servicios... ha de saber señor que no soy como otros de sus sirvientes y tengo
claro que ese muchacho, esperaba nuestra llegada- Smith extrajo un arma de su
ropa. -Se siente seguro por la presencia de la señorita Shizuru a su lado-
Añadió con voz analítica. -Si le disparase aquí y ahora cumpliría con su
encargo, pero...-
-Podría herir a mi hija...-
Intervino un temeroso Satoru.
-¿No había usted apostado por
la calidad de mis servicios?- Aun oculto por las densas cortinas que bajaban
desde el techo y ornaban la casa, aquel rubio medía sus posibilidades con la
mira de su arma. -Fallo siempre uno de tres disparos, mi puntería no es tan
buena-
-¿Acaso... se burla de mí?- El
castaño acumuló valor para poner la mano frente al cañón del arma, aun si Smith
disparase y destrozara su mano, desviaría el disparo de su pequeña Shizuru.
-Juró que sería discreto-
Esa era la muestra de valor
que estaba buscando y la par, la debilidad del castaño. -Al fin lo ha
notado...- Volvió a retornar el arma bajo sus ropas. -Para hacer mi trabajo se
necesita mucha paciencia señor Fujino y usted se esmera en agotarla- Sus ojos
se encontraron nuevamente. -Mis muchachos están ahí solo para ser vistos por su
enemigo, para hacerlo sentir presionado y que juegue sus cartas pronto... solo
entonces podré hacer aquello en lo que soy bueno- Sin decir más, Smith extrajo
un espejo de su bolsillo, uso la luz de las luces colgantes contra su espejo y
un grupo de sus serviles se dieron por enterados, sus pasos se dirigieron a la
pista de baile con la pretensión de causar una pelea.
Pudiera decirse que la mente
es poderosa, pero más fuerte resultan sus ilusiones y encantos cuando el
corazón se le une para deleitar al sentido del amor. Sus cabellos se movían
entre giros y pasos, eran majestuosas y sus cuerpos cortaban la corriente al
compás de la melodía, con sincronía perfecta en aquella coreografía ensayada,
muy propia de aquellos tiempos, venias y cortejos hechos movimiento, miradas
que decían mucho más, que las alejaban del mundo terreno.
-Temí que Natsuki no supiera
danzar- Emergió la dulce voz de la de ojos carmín.
-¿Por qué?- Le miró con
extrañeza sin equivocar ni un solo paso, si supiera ella que recibió las más
estrictas clases de danza y etiqueta desde que era una pequeña niña.
-Me pareció torpe en algunas
ocasiones 'Caballero'- Bromeó la castaña mientras separaban sus manos un
momento y se inclinaban en una venia formal, se acercaban y formaban un gancho
entre su brazos para dar vueltas en un sentido, luego apartarse y repetir el
movimiento en sentido contrario.
-Eran... nervios, su
presencia... me confunde- El rojo de las mejillas de Natsuki no pasó
desapercibido para Shizuru.
-Ara, ¿Acaso pongo 'nervioso'
al señor Kruger?-
-Si, ¡No!... claro que no-
Corrigió su tono de voz alarmado y evitó por muy poco dar un paso en falso.
-¿Entonces miente? ¿No siente
nada por mí?- Bromeó de nueva cuenta Shizuru, de alguna forma era muy divertido
ver que Natsuki podía sonrojarse hasta las orejas con tanta facilidad.
La pelinegra se quedó estática
por un momento sintiéndose expuesta, a su suerte todos los hombres debían
aguardar de pie a las mujeres, quienes les rodeaban con pasos sinuosos, nada
vulgar, solo cortejo. -Todo lo siento por Shizuru- Se atrevió a decir Natsuki,
sin estar segura de haber sido escuchada, la hermosa joven yacía a su espalda y
no podía voltear a verla.
Creyó haber escuchado mal,
aquello era un si camuflado, tan indirecto que temía ser traicionada por su
mente, una asustada parte de la castaña alegaba alguna inexactitud
interpretativa, otra por el contrario se sentía feliz... si, raramente feliz. A
Shizuru le costó mantener la compostura, mucho más difícil fue concentrarse en
los pasos de baile, aquellos que la obligaban a posarse frente a Natsuki y
sujetar sus manos para continuar el vals. Muda se quedó su voz, e inoportunos
aquellos que pese a no haber concluido la canción quisieron acercarse demás a
la pareja.
-¡Ahora!- Grito una voz
varonil entre la muchedumbre, un grupo de hombres levantó un gran telón doblado
desde suelo, hasta lo más alto de sus brazos extendidos hacia arriba, tras
haber tomado las puntas y templar la tela, corrieron hacia la pista donde
danzaban las gentes. Dejaron tras de si un largo velo que lo ocultaba todo a la
vista de los pisos superiores y las esquinas del gran salón, donde los señores
y sus esposas vigilaban recelosos a sus hijas. Los autores de la treta no eran
otros que Takeda y Yuichi, quienes habían notado el cauto caminar de los
esbirros de Smith acercándose a su protegido... acorde al plan y con saltos alegres
así como palmadas de otros a los que convencieron del peculiar baile, los
hombres sujetaron las esquinas del velo en sus manos, al ritmo de las cuerdas
comenzaron a girar en derredor de las mujeres que estáticas no comprendían lo
que ocurría. En los intrincados pasos y saltos de aquella ronda masculina,
llena de danzantes improvisados y cobijados por el gran fragmento de tela, los
malhechores vieron dificultado su paso hacia el centro, donde solo un 'hombre'
aun continuaba junto a su compañera de baile.
Poco a poco el círculo de
hombres comenzó a estrecharse por iniciativa de Takeda y los murmullos de las
jovencitas no se hizo esperar. -¿Qué pasa?- Cuestionó una confusa Shizuru, sin
embargo Natsuki no se dio la oportunidad de desperdiciar el momento, sujetó la
mano de la castaña y le ayudó a pasar entre las mujeres dispersas en el centro
de aquel paraje oculto tras el velo. La castaña que nada comprendía de lo
ocurrido, no tuvo más remedio que permitir el abrupto escape ¿Escapar de qué?
No lo sabía, pero se antojaba interesante y aventurero, un relato digno de ser
contado a sus nietos como diría la abuela. La lobuna guió a Shizuru entre las
doncellas con cuidado, llegó al punto donde Akira y Yamada aguardaban para
abrirles espacio, con lo que al fin lograron salir del laberinto humano.
Sin darse una sola oportunidad
a explicaciones, Natsuki llevó consigo a la festejada corriendo hacia la salida
trasera de la casa, todo ello ante la vista perpleja de los señores más
prestantes de Tsu y el grito indignado de Satoru, en cuyos labios el nombre de
su hija se escuchó por toda la casa, pero la joven aludida, su pequeña y
siempre obediente Shizuru, hizo caso omiso a su llamado.
Detrás de la pareja fugitiva y
sin mucha delicadeza con las mujeres, los hombres de Smith intentaron
seguirles, para cuando lograron salir de la trampa humana a empujones y con
algunos puñetazos a los hombres del círculo, las luces se apagaron abruptamente
dejándolos completamente a ciegas. Un frío helado hizo estremecer a los invitados,
gritos femeninos e indignación de los señores, obligó a los comensales a
abandonar sus mesas y vinos, a las mujeres a aferrarse a sus compañeros, a la
marabunta dirigirse a la salida principal y a Satoru a tomar medidas, el señor
de la casa ordenó a la servidumbre candelabros a base de aceite para iluminar
las sombras en las que se encontraron.
Fuera de la casa encontraron
unos cuantos metros aguardaba un carruaje por ellas, Sainoyi hizo un ademán de
saludo y abrióse las puertas para sus nuevas pasajeras, una vez dentro del
carruaje e iniciado el galope de los caballos, Natsuki se tomó un respiro,
volvió la vista sobre la mansión ya bastante lejos, donde las gentes salían
apuradas hacia sus carruajes y los gritos se escuchaban desde allí, a lo que no
pudo esconder una carcajada divertida. -¡Sakomizu es un genio!- Rió de buena
gana recordando que él haría se ocuparía del viejo sistema eléctrico de la
casa, mientras Shizuru taconeaba con sus botas la madera y sus brazos cruzados
delataban cierto disgusto en toda ella, magníficamente sentada en su asiento
frente a la lobuna. Al notar este pequeño detalle la joven Kruger tragó silaba
dificultosamente.
-Me parece que merezco una
explicación muy seria de Natsuki- Frunció el entrecejo y de tener las orejas al
viento la pelinegra las hubiese bajado temerosa, supo que Shizuru estaba
realmente indignada. -Ha... arruinado mi fiesta de cumpleaños-
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