Danza
entre Lobos.
Capítulo 9
Austero Cronos
El tiempo que todo lo controla y lo determina,
que mueve el mundo en un solo sentido, dictaba el atardecer de las flores
marchitándose y las hojas secas que caían desde lo alto. El otoño volvía a las
copas de los árboles, aquellos que aguardan con paciencia el paso de las
estaciones, en el eterno ir y devenir de las corrientes de la vida. El
imperturbable silencio se apagaba cuando el viento silbaba entre las montañas y
las postreras lluvias humedecían los caminos. Mas el agua, ni el barro, inquietaban a los fieros hombres que
atravesaban las montañas desde el norte. Sapiente el guía que eligió un camino
diferente para arribar en el anonimato, pues sabía bien que su llegada no sería
recibida con euforia, muy al contrario, cualquier serie de obstáculos le
esperarían o así lo intuía. De ello se ocuparía el señor Satoru Fujino y así lo
esperaba su rival, el Duque Takeru Kruger. Al lobuno le había retrasado el
traslado de todo lo necesario para la ocasión, pese a que prescindió de dos de
sus majestuosas carrozas y todos los jinetes montaban los caballos cimarrones más
veloces, un par de carretas ralentizan el paso de la caravana, por no mencionar
los asaltos de los que fueron objeto y que salvaron con prudencia, además del
gran tino de sus artilleros, hombres con una puntería excelsa y las armas
consabidas, de la milicia. Quien observara al grupo imaginaría excesiva su
confianza, siete guerreros para proteger el botín en las carretas y una
carroza, eran muy poco. También ignoraría aquel infausto rufián, que las más
mortales lanzas y espadas guardarían con sus vidas a sus amos y que sus manos
estaban teñidas con la sangre de infinidad de criaturas imaginables solo en
pesadillas.
-¡Alto mi señor!- Se oyó la voz del segundo al
mando, el capitán Sergei Wong detenía la caravana. Se adelantaba el rubio
enfundado en las vestimentas militares, cuyo casco y armadura plateada con la
forma de un lobo goteaba el agua de las lluvias interminables, toda la compañía
estaba hecha una pena.
-¿Qué ha pasado?- Takeru giró a su corcel para
encontrarse con su fiel amigo, dos de los escoltas se posaron con sus monturas
detrás del mayor, prevenían cualquier posible percance con otro grupo de
forajidos, los guerreros no se confiaban ni un pelo del apacible bosque que
cruzaban. -Estamos retrasados ¿Por qué nos detenemos?-
-Se ha atascado la rueda en el fango, mi Lord-
Inclinó la cabeza el rubio. -Los hombres están usando una palanca para sacarla-
-“Tendré presente notificarle a mi hermano
este inconveniente, de algo tienen que servir los impuestos del poblado de
Tsu”- El lobuno asintió, levantó la vista en busca del
cielo, pero solo se encontró con las altas copas de los árboles cubriendo la
poca luz del atardecer.
-¿Me permite una sugerencia, mi Lord?- Se
atrevió a decir Sergei.
-Adelante, Capitán- Musitó Takeru mientras su
negro caballo, caminaba dando pequeños giros en el mismo lugar. Así evitaba la
criatura, que el húmedo frío entumeciera sus músculos.
-Mañana se cumple el plazo estipulado.
Llegaremos al poblado de Tsu en cuatro horas, para la casa Fujino restan dos
horas más de camino y nuestro arribo sería de madrugada de proseguir la marcha.
Ello no es conveniente, el señor Fujino podría atacarnos con rifles y demás.
Debido a la oscuridad podría escudarse en que nos ha confundido con vulgares
ladrones, pero de día no puede darse ese lujo, mi Lord...- Frunció el ceño el
de ojos miel. -No pasará lo mismo con el brillo de nuestras armaduras y el
estandarte de la casta Kruger a la vista- Los cálculos del tiempo y previsiones
de Sergei eran acertados y el Duque confiaba en su criterio. -En mi humilde
opinión, debemos detenernos en el poblado de Tsu. Los hombres se repondrán y
podrá dar pelea apropiadamente, si es que hiciera falta... además, milady
podría dormir apropiadamente-
Llegó un joven soldado a comunicar sus avances
con una inclinación cortés. -Hemos desatascado la rueda, su majestad- Takeru le
miró lleno de lodo, sudoroso y agitado. No habían dejado de cabalgar en tres
días desde que salieron del castillo.
-Es justo también que se den un baño... apestan
todos, no podemos arribar en tan desdeñable aspecto- Rió un poco el lobuno y
Sergei le acompañó en carcajadas. Unas que fueron silenciadas con prontitud y
en tono de mofa. -Eso te incluye capitán Wong-
Sergei carraspeó su garganta abochornado. -Usted
posee un olfato muy agudo, mi Lord- Negó con la cabeza, después apeó a su
caballo para recorrer toda la caravana y asegurarse del grupo, así como la
comodidad de la bella pasajera.
Takeru tomó las riendas de su caballo con
firmeza, se puso al frente de la línea. -¡Levanten sus ánimos caballeros! Esta
noche habrá festín y descanso para sus magullados cuerpos... reposarán en camas
blandas y podrán gastar su paga en los recintos de Tsu- Sonrió mostrando sus
colmillos, estaba claro que más de uno buscaría un burdel para tales fines o la
taberna más cercana. -Mañana la familia Fujino verá el brillo de sus armaduras
y temerá al filo de sus espadas, a sus certeros rifles... nadie mancilla el
honor de la familia real sin castigo-
-¡Larga vida a la familia Kruger!- Gritaron a
voces los hombres. Con fuerzas y ánimos renovados la compañía emprendió la
marcha, algunas horas más tarde llegaron a la pequeña Tsu.
Takeru buscó hospedaje en una fonda del lugar,
mientras pagaba la noche para todos los hombres, aquellos que el en momento
subían el equipaje y llevaban los caballos al establo, percibió un aroma
conocido que atrajo su agudo olfato. Un joven en ropas desteñidas, vendas en la
cara y pesados pasos, descendía por las escaleras del lugar, aquel rostro que
tanto extrañaba llenó sus ojos azules y una dicha inconmensurable llenó el
corazón del padre.
-¡Hija mía!- La voz grave retumbó en los oídos
de Natsuki que volvió la vista hacia el forastero, las gemas esmeralda
brillaron de contento ante el casual encuentro y un abrazo fraterno no tardó en
darse entre los dos. -Te desmerecen estas ropas criatura, pero no te preocupes,
tu padre ha sido diligente y te trajo ropa suficiente- Le escrutó Takeru con la
vista ¿No eran aquellos atuendos del jardinero? -¿No me digas que en semejante
fachas has cortejado a la señorita Fujino?-
-Cada quien tiene sus estrategias padre- Fue
todo lo que se le ocurrió decir a la pelinegra, mientras sujetaba los hombros
de su padre, aquel era un gesto de igualdad entre ambos. -Te esperaba mañana,
pero ¡Qué grata sorpresa!- La sonrisa más dulce adornaba la fina boca de la
menor.
Entonces Takeru se percató de un importante
detalle. -¿No deberías estar en la casa Fujino? Procurarías que el truhán de
Satoru no se llevara a la señorita lejos- El mayor levantó una ceja bajo la
máscara de lobo.
-No debes preocuparte por eso padre, la señorita
Okuzaki es de momento mis ojos y mis oídos en esa casa, hemos vigilado cada día
sin descanso y cada noche me las he arreglado para yacer lo más cerca posible
de Shizuru. Por otra parte ya hemos disuadido a Satoru de tal idea, lo ha
intentado la semana pasada y unos amigos me han ayudado a hacerle creer que su
hija esta más segura en casa, que corriendo a caballo los caminos lejos de
Tsu... y si lo pretendiera por barco, te aseguro que lo hundiría sin
contemplaciones, congelaría el mar de ser preciso- Después de un prolongado
suspiro, la joven decidió responder la muda pregunta avistada en los ojos de
Takeru. -Me temo que el señor Fujino ha descubierto mi identidad y me ha
desterrado hace dos meses de su casa, si me acercó he de ser recibida por el
plomo de sus rifles- Natsuki desvió la mirada con vergüenza.
-¿Acaso temes a la mortalidad de tan burdos
medios? ¡Eres una Kruger! De cosas peores has salvado el cuello mil veces-
Reclamó indignado el padre, la cobardía no era menos peor que una marca
desdeñable, que un motivo de desarraigo, un golpe tal, una deshonra
imperdonable.
-¡Jamás!- Refutó con fiereza en el rostro
vendado. -No temo a las balas de sus armas, si he de batirme lo haré con gusto
y sin una pizca de miedo...- Natsuki buscó los ojos de su padre, queriendo
delatar que eran otras las razones las que la motivaron a acatar el egoísta
deseo de Satoru. -Pero lo he prometido, Shizuru me ha obligado a ello y para un
Kruger la palabra es sagrada, aún así no descuido a mi prometida-
Takeru sonrió, la graciosa Shizuru ya guardaba
la seguridad de su querida hija, eso era en verdad un buen comienzo, por no
decir un gran avance. -Si la leal Okuzaki cuida a la joven Fujino, estoy
tranquilo entonces- Caminaron fuera de la fonda que hacia las veces de hotel.
Takeru posó su firme brazo sobre los hombros de su hija y le guió a un bar que
vio cerca. -Ven con tu anciano padre, bebamos del buen vino y anda, que ansío
escuchar tus relatos sobre este año que nos hemos apartado ¿Has superado ya los
pudores y conocido las virtudes de la doncella?- El padre realmente quería
conocer los avances de su hija.
-¡Oiiii!- Takeru pudo jurar que de ser preciso,
el rojo azorado del rostro de su hija sobresaldría de las vendas. -¡Pa...padre!
No debes ser tan indiscreto- La pelinegra aclaró su garganta con dificultad.
-Shizuru no es esa clase de mujeres, es una doncella en toda la extensión de la
palabra... además no eres tan viejo y procura dejar los dramas de lado- Una
gota de sudor surcaba el cuello de Natsuki, si de relatar los eventos ocurridos
se trataba, su padre exigiría hasta el más ínfimo detalle y de ello seguramente
ocuparían la noche entera.
-¡Que dureza! ¿No ves que ni un día he apartado
mis pensamientos de ti? Era la primera vez que salías del castillo de la
familia... ¿Cómo no preocuparme? Es seguro que tendrás que contarme
absolutamente todo- El Kruger enfatizó en lo último, la más joven
sintió de nuevo y 'sin razón' que ese color carmín le acompañaría toda la noche.
-0-0-0-
Aquel día Satoru conoció el significado de la
zozobra y la incertidumbre, cuantas más horas transcurrieron después del alba,
más crispados yacieron sus nervios. El castaño poco tenía que envidiarle a un
alma en pena, caminaba de un lado para otro vigilando cada cuarto, deambulaba
por todo lugar con un revolver heredado de su padre, uno que había limpiado,
brillado y cargado por si la ocasión lo requería. No permitió que sus hijos se
ocuparan de tareas fuera de la casa, temiendo alguna represalia o incluso un
rapto. Armó a Takumi con una escopeta y a otros de sus fieles sirvientes con
armas varias, rifles listos para ser disparados, pero transcurrió la mañana sin
el arribo de su indeseado socio. Llegó la tarde y como si un mal augurio se cerniese
sobre sus tierras, una torrencial lluvia arreció sobre los arboles y los
caminos, el viento surcaba las montañas, los recios troncos y se dispersaba en
atemorizantes ecos. Aquel lúgubre clima solo incrementaba las angustias de
aquel, que traidor a su honor y su palabra, mataría en nombre de su hija más
pequeña.
El sombrío viento que silbaba sin descanso,
podía erizar los vellos de la piel a quienes valientemente osaran aquel día,
moverse por las carreteras derruidas por las lluvias postreras y peligrosas de
aquel mes. Ningún señor de aquellas tierras, recordaría un octubre tan
borrascoso como aquel, o un frío tan gélido, los ríos y quebradas amenazaban
con salirse de sus cuentas, por lo que se auguraba un invierno cruento que ni
las chimeneas de las grandes mansiones, podrían apaciguar con su tibieza, o era
tal vez el oscuro temor que crecía en el corazón de Satoru, lo que ocasionaba
semejante impresión. Algo malvado pasaba, algo digno de ser mencionado en
historias de terror a sus nietos, algo que calaba hasta lo más profundo de sus
entrañas, que ni bocado pudieron soportar aquel día.
Dentro del nada modesto salón de la mansión
fueron dispuestos 10 cofres de gran tamaño, sin que nadie pudiera saber que
contenían en su interior, con el fuego de la chimenea ardiendo para calentar
los temblorosos cuerpos yació reunida la familia y la servidumbre. En el reposo
de los amplios sofá, se miraban inquietas las mujeres debido a las medidas
tomadas por el señor de la casa, más todos ignoraban el motivo de sus acciones.
El joven muchacho, largó y portentoso, se notaba preocupado por el arma en sus
manos lista para ser usada, pues no sabía a quien debía disparar, a que enemigo
enfrentar. El padre apenas le advirtió que debía, como el hombre que era,
defender el honor de sus hermanas, protegerlas con sangre si era preciso y
Takumi dudó, si su padre tal vez hubiese sucumbido ante una misteriosa y
abrupta demencia, un mal de la mente. La mayoría, incluso los sirvientes
subestimaron las palabras de su patrón, yacieron allí a la espera de ver el
tiempo concluir. El cielo cubría con su manto nubado los rayos del sol, el
reloj marcaba que la tarde estaba a punto de culminar y tenían presente que
pasadas las seis llegaría la noche y con ello culminaría su vigilia.
Entonces sobrevino el atronador sonido desde la
puerta, quizás aumentado por el silencio en el que estaban sumidos los
presentes, los ojos de un rojo carmesí se posaron sobre la madera,
cuestionándose por un momento si era un engaño de sus oídos, pero la puerta volvió
a repicar, resultó ser un toque delicado que apremiaba a los reunidos a abrir.
Satoru tomó la palabra, cuestionando en principio con un temblor de su voz
ronca -¿Quién es?-
Más solo el repicar de la puerta le fue
respuesta al castaño, tocaban cada vez con más insistencia, el fuerte roble
crujía ante la fuerte mano de quien fuera a la intemperie no pareciese endeble
o frágil. -¡¿Quién es?!- Gritó esta vez exasperado y nervioso, mientras el más
joven, Takumi, apuntaba con más seriedad en dirección de la puerta.
-Una promesa… una promesa he venido a reclamar-
Se escuchó resonar una voz grave y profunda desde múltiples direcciones de la
casa, ¡Esta en todos lados! Temió Saturo, alerta miró en todas direcciones, mas
la puerta seguía repicando incansablemente ante el pavor de los presentes.
-¡Te pagaré! Pero vete… vete sin lo que has
venido a llevarte- Tembloroso y encorvado, el señor Fujino procuró de mediar
algún trato posible.
-No me interesa tu oro o tu plata, ni una joya,
ni la tierra… he venido por lo que me has prometido Fujino ¡Cumple tu palabra!-
Replicó el foráneo, aunque solo una voz se escuchó esta vez desde la puerta.
-¿Padre?- Cuestionó Mai con expresión
angustiada, mientras Shizuru contemplaba la puerta, viendo más de lo que otros
pudieran, un fuego fatuo de color azul rodeaba y rondaba la puerta, una fina
escarcha comenzó a recubrir la madera y las bisagras antes firmes crujieron. La
mirada rubí contemplo curiosa la madera que se hizo translucida como el vidrio
y pudo entonces notar que una mano enguatada acariciaba el marco, con tal
delicadeza que no supuso violencia alguna en el acto. La joven rubí agudizo un
poco más la vista, solo para notar el fulgor azul en donde debiesen yacer los
ojos del forastero, sin embargo Shizuru no temió. Al pestañear la madera volvió
a ser el velo que ocultara la identidad de aquel que incansable y de golpe en
golpe sobre el roble, solicitaba la entrada en la mansión Fujino.
-¡A callar!- Ordenó el padre mirando a la mayor
de sus hijas y esta fue cobijada por los brazos de una madre igual de
confundida.
-Abre la puerta… o entraré por mis propios
medios- Volvió a decir el forastero, esta vez con un tinte más gutural en la
voz. No hubo oportunidad de responder, ni tiempo para pensar, solo ocuparon
reacciones animales, vestigios de los seres del pasado ansiando preservarse a
si mismos en sus descendientes.
Un golpe seco y preciso, un sonido abrupto, la madera se deshizo en
cientos de fragmentos y miles de astillas, como un cristal que frágil se
deshace en pedazos ante un cruenta caída, entonces un disparó se escuchó en los
alrededores y las aves nocturnas se dispersaron en los bosques cercanos, en la
morada una sombra se deslizó entre las esquirlas suspendidas en el aire a una
velocidad vertiginosa, “un ladrón” gritó espantado Fujino,
pero sus disparos y los de sus serviles no pudieron acertar ni un poco… así una
muda queja sobrevino cuando el puño enguantado se acomodó en las costillas del
más joven, del muchacho que asustado no pudo controlar sus reflejos, de aquel cuya
arma tan lenta se resbalaba entre sus dedos, ese artefacto que una vez en el
suelo liberaba desde el cañón el humo delator, las finas partículas de polvo
mancharon las ropas de Takumi a la par que se desplomaba en el suelo. Con los
ojos muy abiertos el heredero de la casta contempló a su agresor… -A.. Akira-
Musitó ahogado por la falta de aire, traicionado y dolido por ese querido y
conocido amigo.
Akira supo de la gravedad de su error, pues debió alejarse tras asestar
el golpe pero muy a su pesar, el corazón le impidió ejecutar esa tarea. La
morena guardó en sus brazos al inconsciente castaño, cuyos iris lila se
ocultaron tras los parpados dando paso a la inconsciencia. Justo en ese
instante, la Okuzaki sintió el cañón en su cabeza, un colérico Satoru le
apuntaba sin misericordia alguna. Cuando la pelinegra y leal sirviente supuso
llegada su hora final, la sensación del arma en sus cabellos le fue retirada
con brusquedad.
-Arggg- Cuando Akira escuchó atrás la queja de Satoru, así como la de
varios sirvientes, giró la vista notando que muchos de ellos habían sido
golpeados por el grupo leal a la señorita Natsuki, así como un pequeño roce
manaba sangre de la mano del señor Fujino, supo entonces que ya no había
peligro.
-Ose tocar uno solo de sus cabellos y le arrancaré la mano, ‘honorable’
señor- Esa voz la conocía, sonrió ligeramente al saberse cubierta. Tras mirar
de soslayo la entrada que se mostraba irreconocible y llena de fragmentos de
hielo, evidenció la mano que sujetaba una ballesta, esa que había hablado, y
otra sombra, la de Lord Kruger. El había resultado herido por el disparo de
Takumi, sin embargo apenas una tenue mancha imperceptible en su indumentaria
osura delataba el hecho.
La joven servil depositó con sumo cuidado el cuerpo del joven inconsciente
en los brazos de la señora Mizue que rauda yació a la diestra de su ‘pequeño’. -“Una mujer intrépida en verdad, entre balas
y flechas ha cruzado para auxiliar a su hijo”- Se permitió un pensamiento
la Okuzaki, antes de apartarse con aparente indiferencia.
-He de morir con honor señores… mátenme ahora y en presencia de mi
familia, para que el mundo juzgue justamente su infamia- Satoru quiso poner las
circunstancias a su favor, eso le libraría de cualquier castigo por sus actos.
-Si quisiera matarlo amigo mío, ya lo hubiera hecho- Sonrió aun oculto
bajo la capucha un Takeru con tono verdaderamente desinteresado.
-¡Muestren un poco de respeto! Han hecho de mi hogar un campo de
batalla y exijo saber la razón de sus actos ¡Vándalos!- Levantó la voz una
áspera abuela Kaede, tras de si la mujer había ocultado a sus dos nietas
esperando que si algún desatinado proyectil se dirigiese en su dirección, las
más jóvenes supervivieran. Con una mirada colérica, tosca y oscura la más sabía
de todos habló. -Si no merece respeto mi tierra o mi nombre, que lo sean mis
años señores ¡Exijo una explicación!-
Takeru se adelantó un par de pasos y aun bajo la sombra que le
prodigaban sus ropas, dedicó una mirada a Shizuru, juraría que aquella
jovencita pudo verle conjurando al espíritu del hielo. El lobuno prestó algo
mas de atención a la anciana por el respeto que aquellas canas le merecían, con
sus manos que bien recordaran garfas, retiró el manto de su cabeza, así su
mascara de lobo quedó a la vista de todos, también el lucido el anillo de la
casa real. –Respetable en verdad, lamento la tosquedad de mis actos al
presentarme hoy aquí, mas hubiese venido en paz y con presentes para todos, si
este…- Se tragó un improperio. –Lord de Tsu, hubiese cumplido su palabra a cambio
de los incontables favores que he hecho por él-
Satoru palideció. –Lo he dicho ya… puede llevarse estos cofres, todos
ellos serán suyos y si aguardara otro año más, tendrá la misma cantidad como
recompensa por su paciencia- Insistió abriendo uno de los cofres, piedras
preciosas y monedas de oro relucieron ante la vista de los reunidos, muchos de
ellos seducidos por el oro se plantearon las posibilidades del robo de
semejante botín.
-Lo he dicho antes padre mío, este hombre no conoce el honor…- Intervino
con voz molesta la otra persona encapuchada y esta vez Shizuru entrecerró los
ojos buscando aclarar sus dudas, la voz de la persona propietaria de la
ballesta se le hacia conocida. Takeru levantó la mano, esperando que el gesto
fuera suficiente para acallar el reclamo de su hija, no porque fueran
desacertadas sus palabras, solo imprudentes.
-No me interesa su fortuna, si deseara sociedad alguna con usted ¿No lo
habría dejado claro desde el principio? He venido por lo que me prometió… la
mano de su hija- Dijo al fin el pelinegro cruzándose brazos.
Satoru recordó con culpa las muestras de cobardía que le llevaron a esa
situación, se sabía culpable de lo que estaba por acontecer y por una vez con
valentía levantó el rostro en una férrea expresión. -Eso no he de dárselo
señor-
-¿La mano de una de mis hijas?- Dijo con voz queda una Mizue muy
confusa. -¿Eso le ha prometido mi esposo?- Inquirió con tono molesto. Takeru
dirigió su mirada sobre la mujer castaña y simplemente asintió con un
movimiento visible de su cabeza. -¿Qué pudo hacer usted por Satoru para que él
prometiese tal cosa?- Mizue se puso de pie, no sin antes indicar a uno de los
sirvientes que trasladara a su hijo sobre la comodidad del sofá, por suerte el
chico solo yacía inconsciente y despertaría adolorido al siguiente día.
-Sabía que él carecería de valor para confiarle tal verdad, sin
embargo… le doy la oportunidad de decirlo por sus propios medios- Takeru sonrió
en su fuero interno, el aludido miró con pavor a su mujer.
-¿Satoru?- La voz mortífera de la mujer hizo helar los huesos al señor
de la casa.
-Me estremezco de pensar en tu rencor o desaprobación a mis acciones-
Musitó dejando caer la mano lastimada a un lado de su cuerpo, entonces miró con
profundo rencor al hombre frente a él. –¡Toma las joyas y vete!- Satoru abrió
uno a uno los restantes cofres, todos los presentes pudieron ver las exquisitas
joyas, valiosas monedas de oro, y telas de la más alta calidad venidas de los
confines de la tierra, así como antigüedades de gran valor. –No desprecie mi
oferta, tendrá el doble, el triple a cambio de mi promesa-
-Solo lo más valioso que posee he de recibir, la mano de su hija ha
sido prometida a mi familia y no me iré sin ella- Volvió a insistir Takeru con
tono parco.
Las ausentes emociones del pelinegro hicieron mella en el frágil temple
del castaño, la ira nublo el juicio y las palabras. -¡Sobre mi cadáver!-
-¿Acaso ha querido retarme en duelo, señor?- Takeru llevó sus manos a
la tela que le cubría, desprendió la capucha y por fin a la vista de todos dejo
ver un cuerpo moldeado por el fragor de mil batallas, unas manos que siendo
garfas conocían muy bien el tacto del metal de un gatillo, así como habían
blandidos infinidad de veces una espada. El pelinegro escudado por su mascara,
lucia un traje negro de pies a cabeza del cual sobresalían las medallas y
emblemas de la armada de Windbloom, supo entonces la multitud que Satoru no
retaba a un hombre, retaba a un ser diseñado para matar.
Incapaz de pensar o reconocer su desventaja, por el orgullo y la
egolatría se apresuró a afirmar el pacto. -Sera de ese modo… Nos veremos al
amanecer, consiga a sus padrinos y escoja las armas que habremos de emplear.
Prefiero morir como un hombre que entregar a mi hija a semejante ¡Monstruo!-
Insultó al final.
-¿Se ha visto a un espejo? Hay mas oscuridad en usted que en nadie que
haya visto… ¡Usted es el monstruo!- Alegó con encono una Natsuki aun escondida
en la seguridad de su capucha, mientras su dedo señalaba con descortesía al
Fujino.
-No tolero que Natsuki diga esas cosas, le solicito un poco de respeto
en presencia de mi familia ¿Tan pronto olvidó mi hospitalidad?- La voz de
Shizuru resonó en la estancia y la mano de la aludida perdió fuerza con
prontitud, volvióse a escudar en su indumentaria con una sensación bochornosa
en el pecho. La más joven de los Fujino se puso de pie de una forma portentosa
y serena, tan superficialmente tranquila yació frente a los encapuchados y los
hombres que con atuendos militares ya habían entrado en la casa. Aquellos guardianes
miraron con excesivo admiración a la joven dama e inclinaron la cabeza como un
acto de respeto, raudos volvieron al exterior de la morada, aquella mujer
realmente podría poner en cintura a cualquier hombre.
Lejos de saber los sentimientos de estupefacción que ocupaba en los
demás, Shizuru miró con frialdad al distinguido Duque. -Me temo señor que solo
una mano puede ser entregada, y es la mía… mi hermana ya se ha comprometido con
anterioridad y debe su honor a ese acuerdo- La mano de la castaña se alzó en un
ademán de saludo, tan delicado que invitaba a la más fina galantería. –Por ende
yo seré a quien despose, si mi padre ha empeñado su palabra… su honor no debe
ser puesto en duda-
-¡Shizuru!- Pronunció exaltada Mizue, sin embargo la abuela Kaede sujetó
el hombro de su nuera obligándola a guardar la calma. La anciana sabía que nada
era más fuerte que el orgullo o la palabra de su nieta y ahora nada la haría
cambiar de idea por más y desgarradores ruegos que pronunciaran en momentos
como aquel.
-Sean bienvenidos en la mesa, si en poco tiempo habremos de ser
familia, creo importante compartir algún momento de dialogo y ultimar los
detalles de una boda- La abuela Fujino había hablado e incluso Satoru era
incapaz de contrariar la voluntad de su madre.
Natsuki se quedo de pie contemplando el suelo frente a la puerta
destrozada, todos tomaron rumbo de la gran mesa en el cuarto contiguo, incluso
la guardia a quien también les fue extendida la invitación. Los sirvientes se
dispersaron llevando consigo al joven Takumi a sus aposentos, todos
desaparecieron del alcance de la vista… salvo la señorita Margueritte que ocupó
custodia del botín, junto a dos leales esbirros. Los amigos de la joven Duquesa
salieron a cuidar los caballos y pertenencias de la familia real, todos excepto
ella que como una roca inamovible se arraiga a la tierra. -“Esto no va bien…”- Caviló para si misma olvidando que la de
cabellos disparejos le miraba.
La sombra de la mordaz y bífida mujer caminó en derredor de la trémula
pelinegra. -Es absurdo que alguien de su calaña osara posar los ojos tan fuera
de su alcance- La voz ponzoñosa le susurro muy cerca, a su espalda, pero la de
ojos esmeralda apenas y se movió. -¿Sirviente?-
-Eso debería decirlo usted, ¿Cuantas noches ha soñado con su figura
desnuda? Con esas prístinas formas de mujer… ¿Apenas iluminada con el brillo de
la luna?- La Kruger levantó la cabeza con frivolidad. –Pero ese placer esta tan
lejos de su alcance como las estrellas en el firmamento… ‘señorita
Margueritte’- Natsuki adelanto varios pasos hacia la mesa, sabía de lo viles de
sus palabras y aun así las pronuncio. –Ese placer… será solo mío ¿Sirviente?-
Añadió con un tono burlesco antes de alejarse por la puerta que lo hicieron los
demás, dejando tras de si a una contrariada y rencorosa Tomoe.
-Mi lady, se equivoca, no soy yo quien ha de desposar a la señorita… lo
hará mi hij…- Explicaba Takeru a raíz de la confusión que se presentó por el
tema tratado en la sala de la casa, pero la conversación se detuvo abruptamente
con el ingreso de la última comensal.
La fortaleza que la lobuna obtuvo para decir
aquellas atrevidas e inapropiadas palabras, se evaporo en cuanto ingresó a la
mesa, allí la tensión podría cortarse con un cuchillo, sobretodo por ese último
fragmento de conversación escuchada, todos le miraban de arriba abajo con
expresión crítica. El instinto le solicitaba marcharse inmediatamente pero la
razón exigía mantener la bravura viva y valerosa para no hacer el ridículo, así
mientras se debatía sobre tomar o no asiento, la abuela Kaede adivinando la
situación se adelantó a los hechos. -¿Natsuki no desea ponerse un poco más
cómoda?- El adjetivo no tardó en delatar la verdad sobre el género de la joven
encapuchada y provocar espanto en algunos rostros, entre ellos el de Mai y
Mizue. –Desprenderse de su abrigo ¿Tal vez?- Añadió la anciana con el animo de
cortar la tensión.
Natsuki tardó un poco en reaccionar, pero
asintió enérgicamente. -Como usted ordene Kaede-sama- inclinó levemente la
cabeza antes de llevar sus enguantadas manos para retirar la capucha, lo
primero que pudo verse fue la elaborada máscara del lobo que también su padre
ostentaba, sin embargo solo hasta yacer en presencia de los dos Kruger, fueron
evidentes las diferencias, habían formas más estilizadas del metal esculpido y
la joya de zafiro coronada en la prenda delataban el estilo femenino de la
máscara, que era a la par un casco de batalla. La tela negra continuo develando
lentamente las formas ocultas de la joven, los comensales evidenciaron un
cuello delgado y fino, cubierto por una joya bellamente esculpida en un collar
grueso con símbolos arcanos, pronto la vista descendió a la altura del torso de
la chica, donde un chaleco de cuero entallaba una cintura delicada y un pecho
estilizado se ocultaba en el trasfondo de una camisa blanca con un par de
botones desabrochados. Si aquello fuera poco o el atrevido atuendo no estuviera
fuera de todo canon social, unos pantalones hechos del mismo material que el
chaleco, desvelaban el secreto de unas piernas atléticas y una cadera
prodigiosamente femenina. Natsuki era en verdad una mujer con un cuerpo
arrebatador, tentador… o así lo juzgó una silenciosa Shizuru, quien se esmeraba
por permanecer imperturbable ante la contemplación. La pelinegra colgó su
abrigo en un perchero dispuesto en la esquina de la sala, solo entonces notaron
la pálida piel de sus brazos completamente expuestos desde el hombro hasta la
muñeca, donde reposaba un brazalete que sujetaba los guantes en sus manos.
Empero solo Shizuru notó que las marcas eran similares en todas las prendas que
la pelinegra ostentaba, cuello, brazos, muñecas, cinturón e incluso sus botas
también hechas de metal conjugaban un símbolo común y una gema azul en todas
ellas.
-¿Un..una mujer?- Tartamudeó Mizue contemplando no
sin admiración la figura de Natsuki, cuyo nombre ya recordaba en el desaliñado
aspecto de un joven sirviente que hacia dos meses se había marchado sin más. La
mirada se tornó oscura y terrorífica. –¡¿Has comprometido a nuestra hija con
una mujer?!- El evidente reproche hizo temer con justa razón al castaño.
-Una Duquesa he de aclarar…- Dijo en su defensa
Satoru sin encontrar más palabras o justificaciones probables.
-¿Crees que eso mejora en algo la situación? ¡Es
antinatural!- Se quejó la mujer sin saber que una parte del corazón de su hija
se comprimía dolido ante las severas palabras. -¿Qué ha hecho este… Duque por
ti Satoru? ¡Exijo saberlo!- El tono grisáceo de los ojos de Mizue comenzó a
taladrar el rostro de su esposo, buscando leer una respuesta que aplacara la
aflicción de su corazón de madre.
Ante el silencio que se instauró tras la
pregunta, Takeru eligió ser ligeramente malévolo. -Le he devuelto todo cuanto
posee, he asegurado para él y para su familia una vida libre de privaciones
cuando estaban por caer en la ruina absoluta- Sorbió un poco del vino que le
fue servido. –Además de otras insignificancias- Sonrió bajo la faz de su
máscara, esas insignificancias no eran otras que salvarle la vida a ese hombre,
así como haberle dado alojamiento aquel funesto día.
-Usted ha comprado la mano de mi hija para una
abominación semejante… ¡Dos mujeres no pueden casarse!- La dama miro con desdén
al Lord de Fukka y arrojó al suelo su pañuelo en un acto totalmente carente de
modales, era una sutil injuria que Takeru no pasaba por alto.
-Quizás…- Ronroneó con su voz grave y profunda,
ligeramente gutural. -Pero su esposo la ha vendido al mejor postor, era
desposarla con mi estirpe o entregarla como concubina al conde Nagi de Artai…
nos ha elegido y no puede ya deshacer nuestro acuerdo, le aseguro que el Conde
deseó irrumpir en nuestras fronteras por este hecho y de una guerra les he
librado a cambio de una suma considerable- Cada palabra sumía en una honda
vergüenza a Satoru, ya solo hacia falta mencionar su cobarde intento de
suicidio para enterrarlo vivo en presencia de su familia. Mas no solo él se
sentía humillado por las palabras del Kruger, Shizuru contemplaba con rencor a
los dos foráneos, padre e hija envilecidos por un momento de ira verbal.
Natsuki suplicaba en su fuero interno que su padre detuviera la ponzoña de su
tono y contenido, pero muy a su pesar no fue así. -Por otro lado, legalmente
pueden desposarse en real matrimonio… un edicto del Rey, mi hermano… ha sido
suficiente para ello-
-¡Padre! Esa no es…- Natsuki sujetó el hombro de
su padre animándole a guardar silencio, pero él retiró la mano de la menor,
aquel no era el acto obediente que esperaba de su hija antes orgullosa ¿Qué
había pasado con su hija en aquellos meses?
-¿No es una forma adecuada mi pequeña?- Preguntó
con sorna el lobuno, antes de encarar la mirada indignada de Mizue. -Esta mujer
puede sentirse dichosa, su hija pertenecerá a los anales de la historia, así
como a una línea de sangre real y se le otorgaran los títulos de Condesa… usted
milady, ignora la importancia de esta unión, va mas allá del entendimiento de
cualquier… plebeyo- Esa palabra fue suficiente para ser la gota que derramara
el vaso de la discordia, Shizuru se puso de pie con dirección de la puerta
trasera de la casa. Natsuki no dudo en seguir a la castaña a paso raudo, con el
animo de aplacar su justificado enojo ¡Amaba a la castaña! Era tan difícil de
entender para ese grupo de ‘señores’ que con apenas unos minutos habían
arruinado meses de cuidadoso acercamiento. Mai decidió seguir el ejemplo de su
hermana, indignada como estaba, pero con un excusa bastante mejor acudió al
cuarto de Takumi con el ánimo de velar por su pronta recuperación.
En cuanto vio el momento oportuno Kaede miró con
reproche a los ahora silenciosos señores. -¿Es así como pretenden que las
nupcias se desarrollen? Son todos unos absolutos insensibles…- Negó con la
cabeza y el ceño fruncido, algo muy poco habitual en la afable mujer. -Aun no
puedo creer que mi hijo haya vendido a mi nieta cual vulgar ganado, pero
tampoco apruebo la forma en que usted se ha exaltado a si mismo solo por la
sangre que corre por sus venas, atar a su hija a un destino incierto es tan vil
como lo que ha hecho Satoru- La anciana se puso de pie para dar algo más de
peso a sus palabras. -¿Acaso no han visto el dolor impregnado en los ojos de
sus hijas? Estamos hablando del futuro de mi nieta y de su hija, ‘mi Lord’-
Ambos hombres desviaron la mirada avergonzados,
el Kruger suspiró resignado pero incapaz de dar su brazo a torcer. –Aún si
Kaede-san tiene razón… yo no puedo deshacer el compromiso, mi Natsuki ha
entregado a Shizuru todo cuanto posee, no hay un camino de retorno para ella-
Estaba claro que Takeru se refería a algo realmente valioso, mucho más que
cualquier objeto material, Natsuki había entregado su corazón sin reservas a
Shizuru.
-Por favor… que ha podido darle a mi hija ese
remedo de… sirviente- Refutó con desdén, solo entonces Mizue comprendió que no
se equivocaba, recordó al servicial muchacho de aspecto frágil, que subió a los
tejados para adornar la casa en la celebración de la cosecha, ciertamente pudo
engañarlos a todos, no solo como ‘hombre’, también era diligente sirviendo para
ser alguien de sangre azul.
Aquello solo encendió el ardid previo y Takeru respondió
con sinceridad. -Le ha entregado a Shizuru como regalo el collar de su difunta
madre, ese que lleva todavía en su cuello la señorita… eso significa mucho mas
de lo que usted pueda entender ¡Me niego a anular el matrimonio!- Golpeó con su
puño la mesa más que indignado y esta crujió, seguramente había roto algo de la
madera.
-Esta bien señor, la boda se hará- Musitó con
voz parca la Kaede.
-¡Abuela!- Se quejó Mizue más que reacia a la
idea.
-Mizue no conoce con la misma profundidad que yo
a Shizuru, para ella es mucho más desalentador un matrimonio con alguno de los
señores prestantes de Tsu, de los cuales la mayoría son mas viejos que el
Duque- Takeru miro sorprendido a la anciana y carraspeó la garganta para
recuperar la compostura, nadie le había dicho anciano con tanta sutileza. Aun
así Kaede continuó hablando. -Mi niña nunca ha sido como las demás, esta fuera
del alcance de todos ellos… sin embargo la señorita Natsuki tiene casi la misma
edad y es una persona apasionada-
-¡Son mujeres!- La castaña miraba con reproche a
la anciana y Satoru, él ya no estaba incluido en la conversación, simplemente
veía el debate lo mas silenciosamente posible, esperando desaparecer de ser
posible.
-¿Crees que si Natsuki fuera un caballero
estaríamos en una situación mejor? Al menos ella se preocupa sinceramente por
mi nieta… son cercanas Mizue, esa mujer ha superado las infinitas barreras en
derredor de Shizuru, incluso yo ignoro como ha sido eso posible… ¿Acaso solo yo
puedo ver el potencial del vinculo entre ellas?- Se notaba exasperada la
anciana y sin embargo logró que el género de Natsuki pasara a otro plano.
-Pues bien… será la boda y para que pueda
hacerse debemos viajar al castillo de la familia- Afirmó más animado Takeru.
-De ningún modo… Se hará aquí en Tsu, en mi
casa- Volvió a la vida un fiero Satoru, dispuesto a lo preciso por mantener
cerca de Shizuru el mayor tiempo posible.
-Eso es imposible, las nupcias deben realizarse
en el castillo, en este punto seré absolutamente inflexible señor- Pese a la
firmeza de sus palabras, el pelinegro se puso a si mismo en la situación de
Satoru por lo que con un tono de voz más amable. -Si teme por la seguridad de
su hija ¿Qué puedo hacer para mejorar eso?- A lo dicho Kaede sonrió ligeramente
y codeó a su hijo esperando que no lo arruinara otra vez.
-Permita que la señorita Margueritte continúe
prestando sus servicios leales a mi hija en el castillo, Shizuru requiere
algunos cuidados y sería justo que contase con una amiga en la inmensidad de la
estructura… solo así me sentiría un poco más tranquilo y…- Satoru sopesó sus
siguientes palabras. –Si nuestras hijas se mostrasen infelices con la unión
pasado un año de matrimonio ¿Podrían separarse?-
Takeru entrecerró los ojos sopesando las
posibilidades, un año… ese término de tiempo coincidía con otra fecha en verdad
importante. –Me parece bien, siempre y cuando no haya interferencia de su
parte… si al cabo de un año el matrimonio es dichoso, nadie más opondrá
resistencia o desdeñará el lazo. Como padre que soy no ansío otra cosa que la
dicha de mi hija y la suya también… espero esta vez cumpla su palabra, Señor
Fujino- Extendida la mano sobre la mesa se unió a la del castaño en un apretón
firme.
-Siendo así las cosas, ¿Por qué no acordamos un
poco sobre la fecha y la fiesta? ¿Si el matrimonio es legal lo auspiciará un
clérigo de Windbloom?- Habló de lo más animada Kaede, mientras Mizue se miraba
consternada, no sabía ya si le había vendido el alma a un dios oscuro o
realmente estaba haciendo algo bueno por su hija.
-0-0-0-
No muy lejos de la casa Natsuki alcanzó a
Shizuru, quien se había mojado de pies a cabeza con el temporal que arreciaba
desde lo alto, aun así la castaña encontró cobijo en la casita de campo, donde
las mujeres tomaran té en las tardes. Allí bajo el cubierto del pequeño techo,
sintió la tibia mano de Natsuki sujetarla por el brazo. –Shizuru…-
-No quiero oírte...- Fue todo lo que dijo herida
como estaba. –No quiero verte… no quiero saber nada de ti- Rechazó el tacto con
un movimiento rápido y abrupto, la expresión dolida en la faz de Shizuru rompía
por dentro a la pelinegra.
-No es justo que hagas esto… yo estoy aquí por
ti- Musitó con un gentil intensión de acercarse.
Aun en la oscuridad de aquella tarde sin sol,
donde las nubes ocultaban el cielo antes azul, había suficiente claridad para
ver la expresión llena de despreció que la castaña no supo ocultar. -¿Qué eres?
¿La perfecta mentira? No sé quien eres y pretendes que te despose... es como un
sueño, no... una pesadilla- Ciertamente la joven Fujino no esperaba que tales
circunstancias se aceleraran, sabia que sería forzada al matrimonio dentro de
algunos años, ¡Pero apenas había cumplido sus 16! La sola idea de una boda tan
repentina le aterraba, más aun con esa perfecta desconocida.
Natsuki no pudo esconder su consternación. -Creí
que había logrado mostrarte más de mí que a nadie- Esas palabras llenas de
esperanza se encontraron con la pared de Shizuru Fujino y una expresión de
irreconocible desdén, aquella castaña amada estaba lejos de ser la joven gentil
que supuso en un principio y ello le hizo temer el haber elegido mal. Un
implacable dolor se apoderó de su corazón acostumbrado al rechazo, ella no era
en lo absoluto diferente a los demás, solo había despertado en ella su…
¡Lastima!... -Pero estas tan llena de prejuicios como cualquier persona, yo me
he equivocado contigo-
La ciega molestia puede ser en verdad cruel y en
el caso de Shizuru no era diferente, se encontraba confundida, indignada y
sobretodo… asustada. No medió ni un poco sus palabras, no previno como tantas
veces el correr de los acontecimientos, solo porque esta vez era su libertad la
que estaba en juego. -¿Crees que apenas unas semanas de conocerme sabes algo de
mí?-
-No lo sé, ya no lo sé...- Natsuki bajo la
mirada sobre el pasto que sus botas pisaban. Pasar del dolor a la ira para ella
era algo normal debido a la maldición, estaba sujeta a ser irascible, pero esta
ocasión la ira se lleno de un pecado mortal, el orgullo. -Eres libre de irte,
yo no desposaré a una mujer a la que solo le importa la apariencia de las
personas- Señaló con su palma extendida la puerta de la mansión. –Vuelve a esa
vida increíblemente aburrida y llena de lamebotas… porque yo no lo haré Fujino-
¿Acababa de insinuar que ella era superficial?
Shizuru abrió los ojos, amenazando con dejar salir los globos oculares de sus
cuentas. Ambas habían olvidado cada momento vivido presas de aquel enfado, algo
muy propio de su juventud e inexperiencia. -¡Natsuki es una bes...!- Shizuru se
vio incapaz de concluir si insulto.
Una espina se aferro en su carne y su herido
corazón. -Dilo... ¿Una bestia?- Cuestionó Natsuki con la ira escondida bajo la
máscara y los puños cerrados.
-Yo no...- La joven miró atemorizada los
colmillos que se clavaban en la carne de los labios de Natsuki.
-¡Dilo fuerte y claro! Para que todos puedan
oírte- Desgarró su voz. “Bestia…
Bestiaaaa… el doncel de hielo viene, huyaaannn” Corría para alcanzar a los
otros niños pero ellos se alejaban más y más, entonces miraba sus manos que no
eran como las de los demás… -¿Bestia?- Así otra vez, se hallaba sola en el
jardín del castillo.
Shizuru recordó de forma tardía su nueva
posición, ahora serían mucho más… ¡Iban a desposarse por todos los cielos! -Me
has comprado, no puedo decir nada... salvo servirte- Desvió la mirada sobre las
montañas.
¿Seguiría defendiendo a su desnaturalizado
padre? Aquello hizo enfurruñar aun más a Natsuki. -¡Te ha vendido tu padre!-
Aquello fue nefasto, Natsuki le recordaba el
precio de su cuerpo y voluntad, era mucho peor que una de esas mujeres de la
vida, así que Shizuru no se contuvo ni un poco. -Y Kruger me ha comprado... su
vida a cambio de la mía a tu lado, es una persona tan despreciable como los
mastines y asesinos, es una mentira, un mundo de secretos… secretos vacíos y
una cobarde además ¿Cree acaso que esa tonta máscara puede ocultar la horrenda
faz de su alma envilecida?- Shizuru se cruzo de brazos y miró para otra lado en
una postura indignada.
-Prefieres verlo de esa manera, me he presentado
como el más humilde de los serviles, he trabajado como pocas veces en mi vida,
buscando halagarte con cada acto, he arriesgado todo por ti y ¿Eso es todo lo
que piensas sobre mi?- Desvió la mirada temblando sin poder controlar su
cólera. -Entonces... a una bestia desposarás ¿Sin secretos Shizuru?- Deslizó
sus dedos sobre la pieza de metal, estrechándola en sus dedos. –Mira entonces…
el rostro de mi alma envilecida-
“No,
Natsuki ¡NO!” Escuchó el eco de esa voz en la
distancia, pero tal era su pena que no medió pensamientos cuando se desprendió
de la prenda. Shizuru que aun mantenía la vista fijo sobre las montañas escuchó
el sonido de la máscara sobre el suelo de madera a sus pies, lentamente volvió
la vista hacia ella y solo entonces las facciones amorfas de la bestia pudieron
ser contempladas por sus ojos rubí. Dio un paso atrás por puro reflejo, como si
la persona que hubiera dejado de mirar por un momento ya no estuviese allí y le
hubiese reemplazado un monstruo, una figura semihumana con nacientes formas
lobunas y unos colmillos verdaderamente atemorizantes. Pero ello no parecía
suficiente, venido de alguien con la capacidad de contemplar el mundo
espiritual se mantuvo estática en su lugar. -Yo soy el doncel de hielo de
Fukka- Al finalizar tanto su voz como sus facciones eran las de un
lobo, una fiera mantenida a raya por el sello en los brazales que brillaban
intensamente a punto de fisurarse.
Natsuki contemplo la expresión asustada de
Shizuru y la ira se fue apagando como el impulso que carece de motivos para
fortalecerse, como la llama sin troncos o viento para avivarse, contempló
entonces sus manos aumentadas en tamaño y filo cuyos guantes hubieron
desgarrado, así como sus brazos ahora incrementados en tamaño y pelaje,
diseñados para destrozar yacían expuestos a la vista de la castaña… en un tonto
deseo de estar cerca estiró su mano pretendiendo sentir la tibieza de la mujer
amada, esa que tras herirle aun le importaba, pero Shizuru se abrazo a si misma
buscando cobijo en la pared, como si repentinamente el frio de la noche
naciente la afectara. –Al… ¡Aléjate... de mí!- Musitó con suplica, con una
expresión inocultable de miedo.
Entendiendo por fin la gravedad de su falta,
Natsuki bajó la mano al suelo donde la máscara yacía abandonada, volvió a
portarla pero mucho antes de recuperar su forma humana, se alejó hacia la
arboleda… que futuro terrible le esperaba si aquella mujer a la que había
escogido, no podría vivir con la persona que era durante 29 días del mes, ese
matrimonio estaba destinado a fracasar… curiosamente lo mismo pensaba una
sombra que en silencio observaba el giro de los acontecimientos a su favor.
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