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lunes, 15 de julio de 2013

lunes, 15 de julio de 2013

Cap. 9 de "Danza entre Lobos" por Cristalsif

Danza entre Lobos.

Capítulo 9

Austero Cronos

El tiempo que todo lo controla y lo determina, que mueve el mundo en un solo sentido, dictaba el atardecer de las flores marchitándose y las hojas secas que caían desde lo alto. El otoño volvía a las copas de los árboles, aquellos que aguardan con paciencia el paso de las estaciones, en el eterno ir y devenir de las corrientes de la vida. El imperturbable silencio se apagaba cuando el viento silbaba entre las montañas y las postreras lluvias humedecían los caminos. Mas el agua, ni el barro,  inquietaban a los fieros hombres que atravesaban las montañas desde el norte. Sapiente el guía que eligió un camino diferente para arribar en el anonimato, pues sabía bien que su llegada no sería recibida con euforia, muy al contrario, cualquier serie de obstáculos le esperarían o así lo intuía. De ello se ocuparía el señor Satoru Fujino y así lo esperaba su rival, el Duque Takeru Kruger. Al lobuno le había retrasado el traslado de todo lo necesario para la ocasión, pese a que prescindió de dos de sus majestuosas carrozas y todos los jinetes montaban los caballos cimarrones más veloces, un par de carretas ralentizan el paso de la caravana, por no mencionar los asaltos de los que fueron objeto y que salvaron con prudencia, además del gran tino de sus artilleros, hombres con una puntería excelsa y las armas consabidas, de la milicia. Quien observara al grupo imaginaría excesiva su confianza, siete guerreros para proteger el botín en las carretas y una carroza, eran muy poco. También ignoraría aquel infausto rufián, que las más mortales lanzas y espadas guardarían con sus vidas a sus amos y que sus manos estaban teñidas con la sangre de infinidad de criaturas imaginables solo en pesadillas.


-¡Alto mi señor!- Se oyó la voz del segundo al mando, el capitán Sergei Wong detenía la caravana. Se adelantaba el rubio enfundado en las vestimentas militares, cuyo casco y armadura plateada con la forma de un lobo goteaba el agua de las lluvias interminables, toda la compañía estaba hecha una pena.

-¿Qué ha pasado?- Takeru giró a su corcel para encontrarse con su fiel amigo, dos de los escoltas se posaron con sus monturas detrás del mayor, prevenían cualquier posible percance con otro grupo de forajidos, los guerreros no se confiaban ni un pelo del apacible bosque que cruzaban. -Estamos retrasados ¿Por qué nos detenemos?-

-Se ha atascado la rueda en el fango, mi Lord- Inclinó la cabeza el rubio. -Los hombres están usando una palanca para sacarla-

-“Tendré presente notificarle a mi hermano este inconveniente, de algo tienen que servir los impuestos del poblado de Tsu”- El lobuno asintió, levantó la vista en busca del cielo, pero solo se encontró con las altas copas de los árboles cubriendo la poca luz del atardecer.

-¿Me permite una sugerencia, mi Lord?- Se atrevió a decir Sergei.

-Adelante, Capitán- Musitó Takeru mientras su negro caballo, caminaba dando pequeños giros en el mismo lugar. Así evitaba la criatura, que el húmedo frío entumeciera sus músculos.

-Mañana se cumple el plazo estipulado. Llegaremos al poblado de Tsu en cuatro horas, para la casa Fujino restan dos horas más de camino y nuestro arribo sería de madrugada de proseguir la marcha. Ello no es conveniente, el señor Fujino podría atacarnos con rifles y demás. Debido a la oscuridad podría escudarse en que nos ha confundido con vulgares ladrones, pero de día no puede darse ese lujo, mi Lord...- Frunció el ceño el de ojos miel. -No pasará lo mismo con el brillo de nuestras armaduras y el estandarte de la casta Kruger a la vista- Los cálculos del tiempo y previsiones de Sergei eran acertados y el Duque confiaba en su criterio. -En mi humilde opinión, debemos detenernos en el poblado de Tsu. Los hombres se repondrán y podrá dar pelea apropiadamente, si es que hiciera falta... además, milady podría dormir apropiadamente-

Llegó un joven soldado a comunicar sus avances con una inclinación cortés. -Hemos desatascado la rueda, su majestad- Takeru le miró lleno de lodo, sudoroso y agitado. No habían dejado de cabalgar en tres días desde que salieron del castillo.

-Es justo también que se den un baño... apestan todos, no podemos arribar en tan desdeñable aspecto- Rió un poco el lobuno y Sergei le acompañó en carcajadas. Unas que fueron silenciadas con prontitud y en tono de mofa. -Eso te incluye capitán Wong-

Sergei carraspeó su garganta abochornado. -Usted posee un olfato muy agudo, mi Lord- Negó con la cabeza, después apeó a su caballo para recorrer toda la caravana y asegurarse del grupo, así como la comodidad de la bella pasajera.

Takeru tomó las riendas de su caballo con firmeza, se puso al frente de la línea. -¡Levanten sus ánimos caballeros! Esta noche habrá festín y descanso para sus magullados cuerpos... reposarán en camas blandas y podrán gastar su paga en los recintos de Tsu- Sonrió mostrando sus colmillos, estaba claro que más de uno buscaría un burdel para tales fines o la taberna más cercana. -Mañana la familia Fujino verá el brillo de sus armaduras y temerá al filo de sus espadas, a sus certeros rifles... nadie mancilla el honor de la familia real sin castigo-

-¡Larga vida a la familia Kruger!- Gritaron a voces los hombres. Con fuerzas y ánimos renovados la compañía emprendió la marcha, algunas horas más tarde llegaron a la pequeña Tsu.

Takeru buscó hospedaje en una fonda del lugar, mientras pagaba la noche para todos los hombres, aquellos que el en momento subían el equipaje y llevaban los caballos al establo, percibió un aroma conocido que atrajo su agudo olfato. Un joven en ropas desteñidas, vendas en la cara y pesados pasos, descendía por las escaleras del lugar, aquel rostro que tanto extrañaba llenó sus ojos azules y una dicha inconmensurable llenó el corazón del padre.

-¡Hija mía!- La voz grave retumbó en los oídos de Natsuki que volvió la vista hacia el forastero, las gemas esmeralda brillaron de contento ante el casual encuentro y un abrazo fraterno no tardó en darse entre los dos. -Te desmerecen estas ropas criatura, pero no te preocupes, tu padre ha sido diligente y te trajo ropa suficiente- Le escrutó Takeru con la vista ¿No eran aquellos atuendos del jardinero? -¿No me digas que en semejante fachas has cortejado a la señorita Fujino?-

-Cada quien tiene sus estrategias padre- Fue todo lo que se le ocurrió decir a la pelinegra, mientras sujetaba los hombros de su padre, aquel era un gesto de igualdad entre ambos. -Te esperaba mañana, pero ¡Qué grata sorpresa!- La sonrisa más dulce adornaba la fina boca de la menor.

Entonces Takeru se percató de un importante detalle. -¿No deberías estar en la casa Fujino? Procurarías que el truhán de Satoru no se llevara a la señorita lejos- El mayor levantó una ceja bajo la máscara de lobo.

-No debes preocuparte por eso padre, la señorita Okuzaki es de momento mis ojos y mis oídos en esa casa, hemos vigilado cada día sin descanso y cada noche me las he arreglado para yacer lo más cerca posible de Shizuru. Por otra parte ya hemos disuadido a Satoru de tal idea, lo ha intentado la semana pasada y unos amigos me han ayudado a hacerle creer que su hija esta más segura en casa, que corriendo a caballo los caminos lejos de Tsu... y si lo pretendiera por barco, te aseguro que lo hundiría sin contemplaciones, congelaría el mar de ser preciso- Después de un prolongado suspiro, la joven decidió responder la muda pregunta avistada en los ojos de Takeru. -Me temo que el señor Fujino ha descubierto mi identidad y me ha desterrado hace dos meses de su casa, si me acercó he de ser recibida por el plomo de sus rifles- Natsuki desvió la mirada con vergüenza.

-¿Acaso temes a la mortalidad de tan burdos medios? ¡Eres una Kruger! De cosas peores has salvado el cuello mil veces- Reclamó indignado el padre, la cobardía no era menos peor que una marca desdeñable, que un motivo de desarraigo, un golpe tal, una deshonra imperdonable.

-¡Jamás!- Refutó con fiereza en el rostro vendado. -No temo a las balas de sus armas, si he de batirme lo haré con gusto y sin una pizca de miedo...- Natsuki buscó los ojos de su padre, queriendo delatar que eran otras las razones las que la motivaron a acatar el egoísta deseo de Satoru. -Pero lo he prometido, Shizuru me ha obligado a ello y para un Kruger la palabra es sagrada, aún así no descuido a mi prometida-

Takeru sonrió, la graciosa Shizuru ya guardaba la seguridad de su querida hija, eso era en verdad un buen comienzo, por no decir un gran avance. -Si la leal Okuzaki cuida a la joven Fujino, estoy tranquilo entonces- Caminaron fuera de la fonda que hacia las veces de hotel. Takeru posó su firme brazo sobre los hombros de su hija y le guió a un bar que vio cerca. -Ven con tu anciano padre, bebamos del buen vino y anda, que ansío escuchar tus relatos sobre este año que nos hemos apartado ¿Has superado ya los pudores y conocido las virtudes de la doncella?- El padre realmente quería conocer los avances de su hija.

-¡Oiiii!- Takeru pudo jurar que de ser preciso, el rojo azorado del rostro de su hija sobresaldría de las vendas. -¡Pa...padre! No debes ser tan indiscreto- La pelinegra aclaró su garganta con dificultad. -Shizuru no es esa clase de mujeres, es una doncella en toda la extensión de la palabra... además no eres tan viejo y procura dejar los dramas de lado- Una gota de sudor surcaba el cuello de Natsuki, si de relatar los eventos ocurridos se trataba, su padre exigiría hasta el más ínfimo detalle y de ello seguramente ocuparían la noche entera.

-¡Que dureza! ¿No ves que ni un día he apartado mis pensamientos de ti? Era la primera vez que salías del castillo de la familia... ¿Cómo no preocuparme? Es seguro que tendrás que contarme absolutamente todo- El Kruger enfatizó en lo último, la más joven sintió de nuevo y 'sin razón' que ese color carmín le acompañaría toda la noche.

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Aquel día Satoru conoció el significado de la zozobra y la incertidumbre, cuantas más horas transcurrieron después del alba, más crispados yacieron sus nervios. El castaño poco tenía que envidiarle a un alma en pena, caminaba de un lado para otro vigilando cada cuarto, deambulaba por todo lugar con un revolver heredado de su padre, uno que había limpiado, brillado y cargado por si la ocasión lo requería. No permitió que sus hijos se ocuparan de tareas fuera de la casa, temiendo alguna represalia o incluso un rapto. Armó a Takumi con una escopeta y a otros de sus fieles sirvientes con armas varias, rifles listos para ser disparados, pero transcurrió la mañana sin el arribo de su indeseado socio. Llegó la tarde y como si un mal augurio se cerniese sobre sus tierras, una torrencial lluvia arreció sobre los arboles y los caminos, el viento surcaba las montañas, los recios troncos y se dispersaba en atemorizantes ecos. Aquel lúgubre clima solo incrementaba las angustias de aquel, que traidor a su honor y su palabra, mataría en nombre de su hija más pequeña.

El sombrío viento que silbaba sin descanso, podía erizar los vellos de la piel a quienes valientemente osaran aquel día, moverse por las carreteras derruidas por las lluvias postreras y peligrosas de aquel mes. Ningún señor de aquellas tierras, recordaría un octubre tan borrascoso como aquel, o un frío tan gélido, los ríos y quebradas amenazaban con salirse de sus cuentas, por lo que se auguraba un invierno cruento que ni las chimeneas de las grandes mansiones, podrían apaciguar con su tibieza, o era tal vez el oscuro temor que crecía en el corazón de Satoru, lo que ocasionaba semejante impresión. Algo malvado pasaba, algo digno de ser mencionado en historias de terror a sus nietos, algo que calaba hasta lo más profundo de sus entrañas, que ni bocado pudieron soportar aquel día.

Dentro del nada modesto salón de la mansión fueron dispuestos 10 cofres de gran tamaño, sin que nadie pudiera saber que contenían en su interior, con el fuego de la chimenea ardiendo para calentar los temblorosos cuerpos yació reunida la familia y la servidumbre. En el reposo de los amplios sofá, se miraban inquietas las mujeres debido a las medidas tomadas por el señor de la casa, más todos ignoraban el motivo de sus acciones. El joven muchacho, largó y portentoso, se notaba preocupado por el arma en sus manos lista para ser usada, pues no sabía a quien debía disparar, a que enemigo enfrentar. El padre apenas le advirtió que debía, como el hombre que era, defender el honor de sus hermanas, protegerlas con sangre si era preciso y Takumi dudó, si su padre tal vez hubiese sucumbido ante una misteriosa y abrupta demencia, un mal de la mente. La mayoría, incluso los sirvientes subestimaron las palabras de su patrón, yacieron allí a la espera de ver el tiempo concluir. El cielo cubría con su manto nubado los rayos del sol, el reloj marcaba que la tarde estaba a punto de culminar y tenían presente que pasadas las seis llegaría la noche y con ello culminaría su vigilia.

Entonces sobrevino el atronador sonido desde la puerta, quizás aumentado por el silencio en el que estaban sumidos los presentes, los ojos de un rojo carmesí se posaron sobre la madera, cuestionándose por un momento si era un engaño de sus oídos, pero la puerta volvió a repicar, resultó ser un toque delicado que apremiaba a los reunidos a abrir. Satoru tomó la palabra, cuestionando en principio con un temblor de su voz ronca -¿Quién es?-

Más solo el repicar de la puerta le fue respuesta al castaño, tocaban cada vez con más insistencia, el fuerte roble crujía ante la fuerte mano de quien fuera a la intemperie no pareciese endeble o frágil. -¡¿Quién es?!- Gritó esta vez exasperado y nervioso, mientras el más joven, Takumi, apuntaba con más seriedad en dirección de la puerta.

-Una promesa… una promesa he venido a reclamar- Se escuchó resonar una voz grave y profunda desde múltiples direcciones de la casa, ¡Esta en todos lados! Temió Saturo, alerta miró en todas direcciones, mas la puerta seguía repicando incansablemente ante el pavor de los presentes.

-¡Te pagaré! Pero vete… vete sin lo que has venido a llevarte- Tembloroso y encorvado, el señor Fujino procuró de mediar algún trato posible.

-No me interesa tu oro o tu plata, ni una joya, ni la tierra… he venido por lo que me has prometido Fujino ¡Cumple tu palabra!- Replicó el foráneo, aunque solo una voz se escuchó esta vez desde la puerta.

-¿Padre?- Cuestionó Mai con expresión angustiada, mientras Shizuru contemplaba la puerta, viendo más de lo que otros pudieran, un fuego fatuo de color azul rodeaba y rondaba la puerta, una fina escarcha comenzó a recubrir la madera y las bisagras antes firmes crujieron. La mirada rubí contemplo curiosa la madera que se hizo translucida como el vidrio y pudo entonces notar que una mano enguatada acariciaba el marco, con tal delicadeza que no supuso violencia alguna en el acto. La joven rubí agudizo un poco más la vista, solo para notar el fulgor azul en donde debiesen yacer los ojos del forastero, sin embargo Shizuru no temió. Al pestañear la madera volvió a ser el velo que ocultara la identidad de aquel que incansable y de golpe en golpe sobre el roble, solicitaba la entrada en la mansión Fujino.

-¡A callar!- Ordenó el padre mirando a la mayor de sus hijas y esta fue cobijada por los brazos de una madre igual de confundida.

-Abre la puerta… o entraré por mis propios medios- Volvió a decir el forastero, esta vez con un tinte más gutural en la voz. No hubo oportunidad de responder, ni tiempo para pensar, solo ocuparon reacciones animales, vestigios de los seres del pasado ansiando preservarse a si mismos en sus descendientes.

Un golpe seco y preciso, un sonido abrupto, la madera se deshizo en cientos de fragmentos y miles de astillas, como un cristal que frágil se deshace en pedazos ante un cruenta caída, entonces un disparó se escuchó en los alrededores y las aves nocturnas se dispersaron en los bosques cercanos, en la morada una sombra se deslizó entre las esquirlas suspendidas en el aire a una velocidad vertiginosa, “un ladrón” gritó espantado Fujino, pero sus disparos y los de sus serviles no pudieron acertar ni un poco… así una muda queja sobrevino cuando el puño enguantado se acomodó en las costillas del más joven, del muchacho que asustado no pudo controlar sus reflejos, de aquel cuya arma tan lenta se resbalaba entre sus dedos, ese artefacto que una vez en el suelo liberaba desde el cañón el humo delator, las finas partículas de polvo mancharon las ropas de Takumi a la par que se desplomaba en el suelo. Con los ojos muy abiertos el heredero de la casta contempló a su agresor… -A.. Akira- Musitó ahogado por la falta de aire, traicionado y dolido por ese querido y conocido amigo.

Akira supo de la gravedad de su error, pues debió alejarse tras asestar el golpe pero muy a su pesar, el corazón le impidió ejecutar esa tarea. La morena guardó en sus brazos al inconsciente castaño, cuyos iris lila se ocultaron tras los parpados dando paso a la inconsciencia. Justo en ese instante, la Okuzaki sintió el cañón en su cabeza, un colérico Satoru le apuntaba sin misericordia alguna. Cuando la pelinegra y leal sirviente supuso llegada su hora final, la sensación del arma en sus cabellos le fue retirada con brusquedad.

-Arggg- Cuando Akira escuchó atrás la queja de Satoru, así como la de varios sirvientes, giró la vista notando que muchos de ellos habían sido golpeados por el grupo leal a la señorita Natsuki, así como un pequeño roce manaba sangre de la mano del señor Fujino, supo entonces que ya no había peligro.

-Ose tocar uno solo de sus cabellos y le arrancaré la mano, ‘honorable’ señor- Esa voz la conocía, sonrió ligeramente al saberse cubierta. Tras mirar de soslayo la entrada que se mostraba irreconocible y llena de fragmentos de hielo, evidenció la mano que sujetaba una ballesta, esa que había hablado, y otra sombra, la de Lord Kruger. El había resultado herido por el disparo de Takumi, sin embargo apenas una tenue mancha imperceptible en su indumentaria osura delataba el hecho.

La joven servil depositó con sumo cuidado el cuerpo del joven inconsciente en los brazos de la señora Mizue que rauda yació a la diestra de su ‘pequeño’. -“Una mujer intrépida en verdad, entre balas y flechas ha cruzado para auxiliar a su hijo”- Se permitió un pensamiento la Okuzaki, antes de apartarse con aparente indiferencia.

-He de morir con honor señores… mátenme ahora y en presencia de mi familia, para que el mundo juzgue justamente su infamia- Satoru quiso poner las circunstancias a su favor, eso le libraría de cualquier castigo por sus actos.

-Si quisiera matarlo amigo mío, ya lo hubiera hecho- Sonrió aun oculto bajo la capucha un Takeru con tono verdaderamente desinteresado.

-¡Muestren un poco de respeto! Han hecho de mi hogar un campo de batalla y exijo saber la razón de sus actos ¡Vándalos!- Levantó la voz una áspera abuela Kaede, tras de si la mujer había ocultado a sus dos nietas esperando que si algún desatinado proyectil se dirigiese en su dirección, las más jóvenes supervivieran. Con una mirada colérica, tosca y oscura la más sabía de todos habló. -Si no merece respeto mi tierra o mi nombre, que lo sean mis años señores ¡Exijo una explicación!-

Takeru se adelantó un par de pasos y aun bajo la sombra que le prodigaban sus ropas, dedicó una mirada a Shizuru, juraría que aquella jovencita pudo verle conjurando al espíritu del hielo. El lobuno prestó algo mas de atención a la anciana por el respeto que aquellas canas le merecían, con sus manos que bien recordaran garfas, retiró el manto de su cabeza, así su mascara de lobo quedó a la vista de todos, también el lucido el anillo de la casa real. –Respetable en verdad, lamento la tosquedad de mis actos al presentarme hoy aquí, mas hubiese venido en paz y con presentes para todos, si este…- Se tragó un improperio. –Lord de Tsu, hubiese cumplido su palabra a cambio de los incontables favores que he hecho por él-

Satoru palideció. –Lo he dicho ya… puede llevarse estos cofres, todos ellos serán suyos y si aguardara otro año más, tendrá la misma cantidad como recompensa por su paciencia- Insistió abriendo uno de los cofres, piedras preciosas y monedas de oro relucieron ante la vista de los reunidos, muchos de ellos seducidos por el oro se plantearon las posibilidades del robo de semejante botín.

-Lo he dicho antes padre mío, este hombre no conoce el honor…- Intervino con voz molesta la otra persona encapuchada y esta vez Shizuru entrecerró los ojos buscando aclarar sus dudas, la voz de la persona propietaria de la ballesta se le hacia conocida. Takeru levantó la mano, esperando que el gesto fuera suficiente para acallar el reclamo de su hija, no porque fueran desacertadas sus palabras, solo imprudentes.

-No me interesa su fortuna, si deseara sociedad alguna con usted ¿No lo habría dejado claro desde el principio? He venido por lo que me prometió… la mano de su hija- Dijo al fin el pelinegro cruzándose brazos.

Satoru recordó con culpa las muestras de cobardía que le llevaron a esa situación, se sabía culpable de lo que estaba por acontecer y por una vez con valentía levantó el rostro en una férrea expresión. -Eso no he de dárselo señor-

-¿La mano de una de mis hijas?- Dijo con voz queda una Mizue muy confusa. -¿Eso le ha prometido mi esposo?- Inquirió con tono molesto. Takeru dirigió su mirada sobre la mujer castaña y simplemente asintió con un movimiento visible de su cabeza. -¿Qué pudo hacer usted por Satoru para que él prometiese tal cosa?- Mizue se puso de pie, no sin antes indicar a uno de los sirvientes que trasladara a su hijo sobre la comodidad del sofá, por suerte el chico solo yacía inconsciente y despertaría adolorido al siguiente día.

-Sabía que él carecería de valor para confiarle tal verdad, sin embargo… le doy la oportunidad de decirlo por sus propios medios- Takeru sonrió en su fuero interno, el aludido miró con pavor a su mujer.

-¿Satoru?- La voz mortífera de la mujer hizo helar los huesos al señor de la casa.

-Me estremezco de pensar en tu rencor o desaprobación a mis acciones- Musitó dejando caer la mano lastimada a un lado de su cuerpo, entonces miró con profundo rencor al hombre frente a él. –¡Toma las joyas y vete!- Satoru abrió uno a uno los restantes cofres, todos los presentes pudieron ver las exquisitas joyas, valiosas monedas de oro, y telas de la más alta calidad venidas de los confines de la tierra, así como antigüedades de gran valor. –No desprecie mi oferta, tendrá el doble, el triple a cambio de mi promesa-

-Solo lo más valioso que posee he de recibir, la mano de su hija ha sido prometida a mi familia y no me iré sin ella- Volvió a insistir Takeru con tono parco.

Las ausentes emociones del pelinegro hicieron mella en el frágil temple del castaño, la ira nublo el juicio y las palabras. -¡Sobre mi cadáver!-

-¿Acaso ha querido retarme en duelo, señor?- Takeru llevó sus manos a la tela que le cubría, desprendió la capucha y por fin a la vista de todos dejo ver un cuerpo moldeado por el fragor de mil batallas, unas manos que siendo garfas conocían muy bien el tacto del metal de un gatillo, así como habían blandidos infinidad de veces una espada. El pelinegro escudado por su mascara, lucia un traje negro de pies a cabeza del cual sobresalían las medallas y emblemas de la armada de Windbloom, supo entonces la multitud que Satoru no retaba a un hombre, retaba a un ser diseñado para matar.

Incapaz de pensar o reconocer su desventaja, por el orgullo y la egolatría se apresuró a afirmar el pacto. -Sera de ese modo… Nos veremos al amanecer, consiga a sus padrinos y escoja las armas que habremos de emplear. Prefiero morir como un hombre que entregar a mi hija a semejante ¡Monstruo!- Insultó al final.

-¿Se ha visto a un espejo? Hay mas oscuridad en usted que en nadie que haya visto… ¡Usted es el monstruo!- Alegó con encono una Natsuki aun escondida en la seguridad de su capucha, mientras su dedo señalaba con descortesía al Fujino.

-No tolero que Natsuki diga esas cosas, le solicito un poco de respeto en presencia de mi familia ¿Tan pronto olvidó mi hospitalidad?- La voz de Shizuru resonó en la estancia y la mano de la aludida perdió fuerza con prontitud, volvióse a escudar en su indumentaria con una sensación bochornosa en el pecho. La más joven de los Fujino se puso de pie de una forma portentosa y serena, tan superficialmente tranquila yació frente a los encapuchados y los hombres que con atuendos militares ya habían entrado en la casa. Aquellos guardianes miraron con excesivo admiración a la joven dama e inclinaron la cabeza como un acto de respeto, raudos volvieron al exterior de la morada, aquella mujer realmente podría poner en cintura a cualquier hombre.

Lejos de saber los sentimientos de estupefacción que ocupaba en los demás, Shizuru miró con frialdad al distinguido Duque. -Me temo señor que solo una mano puede ser entregada, y es la mía… mi hermana ya se ha comprometido con anterioridad y debe su honor a ese acuerdo- La mano de la castaña se alzó en un ademán de saludo, tan delicado que invitaba a la más fina galantería. –Por ende yo seré a quien despose, si mi padre ha empeñado su palabra… su honor no debe ser puesto en duda-

-¡Shizuru!- Pronunció exaltada Mizue, sin embargo la abuela Kaede sujetó el hombro de su nuera obligándola a guardar la calma. La anciana sabía que nada era más fuerte que el orgullo o la palabra de su nieta y ahora nada la haría cambiar de idea por más y desgarradores ruegos que pronunciaran en momentos como aquel.

-Sean bienvenidos en la mesa, si en poco tiempo habremos de ser familia, creo importante compartir algún momento de dialogo y ultimar los detalles de una boda- La abuela Fujino había hablado e incluso Satoru era incapaz de contrariar la voluntad de su madre.

Natsuki se quedo de pie contemplando el suelo frente a la puerta destrozada, todos tomaron rumbo de la gran mesa en el cuarto contiguo, incluso la guardia a quien también les fue extendida la invitación. Los sirvientes se dispersaron llevando consigo al joven Takumi a sus aposentos, todos desaparecieron del alcance de la vista… salvo la señorita Margueritte que ocupó custodia del botín, junto a dos leales esbirros. Los amigos de la joven Duquesa salieron a cuidar los caballos y pertenencias de la familia real, todos excepto ella que como una roca inamovible se arraiga a la tierra. -“Esto no va bien…”- Caviló para si misma olvidando que la de cabellos disparejos le miraba.

La sombra de la mordaz y bífida mujer caminó en derredor de la trémula pelinegra. -Es absurdo que alguien de su calaña osara posar los ojos tan fuera de su alcance- La voz ponzoñosa le susurro muy cerca, a su espalda, pero la de ojos esmeralda apenas y se movió. -¿Sirviente?-

-Eso debería decirlo usted, ¿Cuantas noches ha soñado con su figura desnuda? Con esas prístinas formas de mujer… ¿Apenas iluminada con el brillo de la luna?- La Kruger levantó la cabeza con frivolidad. –Pero ese placer esta tan lejos de su alcance como las estrellas en el firmamento… ‘señorita Margueritte’- Natsuki adelanto varios pasos hacia la mesa, sabía de lo viles de sus palabras y aun así las pronuncio. –Ese placer… será solo mío ¿Sirviente?- Añadió con un tono burlesco antes de alejarse por la puerta que lo hicieron los demás, dejando tras de si a una contrariada y rencorosa Tomoe.

-Mi lady, se equivoca, no soy yo quien ha de desposar a la señorita… lo hará mi hij…- Explicaba Takeru a raíz de la confusión que se presentó por el tema tratado en la sala de la casa, pero la conversación se detuvo abruptamente con el ingreso de la última comensal.

La fortaleza que la lobuna obtuvo para decir aquellas atrevidas e inapropiadas palabras, se evaporo en cuanto ingresó a la mesa, allí la tensión podría cortarse con un cuchillo, sobretodo por ese último fragmento de conversación escuchada, todos le miraban de arriba abajo con expresión crítica. El instinto le solicitaba marcharse inmediatamente pero la razón exigía mantener la bravura viva y valerosa para no hacer el ridículo, así mientras se debatía sobre tomar o no asiento, la abuela Kaede adivinando la situación se adelantó a los hechos. -¿Natsuki no desea ponerse un poco más cómoda?- El adjetivo no tardó en delatar la verdad sobre el género de la joven encapuchada y provocar espanto en algunos rostros, entre ellos el de Mai y Mizue. –Desprenderse de su abrigo ¿Tal vez?- Añadió la anciana con el animo de cortar la tensión.

Natsuki tardó un poco en reaccionar, pero asintió enérgicamente. -Como usted ordene Kaede-sama- inclinó levemente la cabeza antes de llevar sus enguantadas manos para retirar la capucha, lo primero que pudo verse fue la elaborada máscara del lobo que también su padre ostentaba, sin embargo solo hasta yacer en presencia de los dos Kruger, fueron evidentes las diferencias, habían formas más estilizadas del metal esculpido y la joya de zafiro coronada en la prenda delataban el estilo femenino de la máscara, que era a la par un casco de batalla. La tela negra continuo develando lentamente las formas ocultas de la joven, los comensales evidenciaron un cuello delgado y fino, cubierto por una joya bellamente esculpida en un collar grueso con símbolos arcanos, pronto la vista descendió a la altura del torso de la chica, donde un chaleco de cuero entallaba una cintura delicada y un pecho estilizado se ocultaba en el trasfondo de una camisa blanca con un par de botones desabrochados. Si aquello fuera poco o el atrevido atuendo no estuviera fuera de todo canon social, unos pantalones hechos del mismo material que el chaleco, desvelaban el secreto de unas piernas atléticas y una cadera prodigiosamente femenina. Natsuki era en verdad una mujer con un cuerpo arrebatador, tentador… o así lo juzgó una silenciosa Shizuru, quien se esmeraba por permanecer imperturbable ante la contemplación. La pelinegra colgó su abrigo en un perchero dispuesto en la esquina de la sala, solo entonces notaron la pálida piel de sus brazos completamente expuestos desde el hombro hasta la muñeca, donde reposaba un brazalete que sujetaba los guantes en sus manos. Empero solo Shizuru notó que las marcas eran similares en todas las prendas que la pelinegra ostentaba, cuello, brazos, muñecas, cinturón e incluso sus botas también hechas de metal conjugaban un símbolo común y una gema azul en todas ellas.

-¿Un..una mujer?- Tartamudeó Mizue contemplando no sin admiración la figura de Natsuki, cuyo nombre ya recordaba en el desaliñado aspecto de un joven sirviente que hacia dos meses se había marchado sin más. La mirada se tornó oscura y terrorífica. –¡¿Has comprometido a nuestra hija con una mujer?!- El evidente reproche hizo temer con justa razón al castaño.

-Una Duquesa he de aclarar…- Dijo en su defensa Satoru sin encontrar más palabras o justificaciones probables.

-¿Crees que eso mejora en algo la situación? ¡Es antinatural!- Se quejó la mujer sin saber que una parte del corazón de su hija se comprimía dolido ante las severas palabras. -¿Qué ha hecho este… Duque por ti Satoru? ¡Exijo saberlo!- El tono grisáceo de los ojos de Mizue comenzó a taladrar el rostro de su esposo, buscando leer una respuesta que aplacara la aflicción de su corazón de madre.

Ante el silencio que se instauró tras la pregunta, Takeru eligió ser ligeramente malévolo. -Le he devuelto todo cuanto posee, he asegurado para él y para su familia una vida libre de privaciones cuando estaban por caer en la ruina absoluta- Sorbió un poco del vino que le fue servido. –Además de otras insignificancias- Sonrió bajo la faz de su máscara, esas insignificancias no eran otras que salvarle la vida a ese hombre, así como haberle dado alojamiento aquel funesto día.

-Usted ha comprado la mano de mi hija para una abominación semejante… ¡Dos mujeres no pueden casarse!- La dama miro con desdén al Lord de Fukka y arrojó al suelo su pañuelo en un acto totalmente carente de modales, era una sutil injuria que Takeru no pasaba por alto.

-Quizás…- Ronroneó con su voz grave y profunda, ligeramente gutural. -Pero su esposo la ha vendido al mejor postor, era desposarla con mi estirpe o entregarla como concubina al conde Nagi de Artai… nos ha elegido y no puede ya deshacer nuestro acuerdo, le aseguro que el Conde deseó irrumpir en nuestras fronteras por este hecho y de una guerra les he librado a cambio de una suma considerable- Cada palabra sumía en una honda vergüenza a Satoru, ya solo hacia falta mencionar su cobarde intento de suicidio para enterrarlo vivo en presencia de su familia. Mas no solo él se sentía humillado por las palabras del Kruger, Shizuru contemplaba con rencor a los dos foráneos, padre e hija envilecidos por un momento de ira verbal. Natsuki suplicaba en su fuero interno que su padre detuviera la ponzoña de su tono y contenido, pero muy a su pesar no fue así. -Por otro lado, legalmente pueden desposarse en real matrimonio… un edicto del Rey, mi hermano… ha sido suficiente para ello-

-¡Padre! Esa no es…- Natsuki sujetó el hombro de su padre animándole a guardar silencio, pero él retiró la mano de la menor, aquel no era el acto obediente que esperaba de su hija antes orgullosa ¿Qué había pasado con su hija en aquellos meses?

-¿No es una forma adecuada mi pequeña?- Preguntó con sorna el lobuno, antes de encarar la mirada indignada de Mizue. -Esta mujer puede sentirse dichosa, su hija pertenecerá a los anales de la historia, así como a una línea de sangre real y se le otorgaran los títulos de Condesa… usted milady, ignora la importancia de esta unión, va mas allá del entendimiento de cualquier… plebeyo- Esa palabra fue suficiente para ser la gota que derramara el vaso de la discordia, Shizuru se puso de pie con dirección de la puerta trasera de la casa. Natsuki no dudo en seguir a la castaña a paso raudo, con el animo de aplacar su justificado enojo ¡Amaba a la castaña! Era tan difícil de entender para ese grupo de ‘señores’ que con apenas unos minutos habían arruinado meses de cuidadoso acercamiento. Mai decidió seguir el ejemplo de su hermana, indignada como estaba, pero con un excusa bastante mejor acudió al cuarto de Takumi con el ánimo de velar por su pronta recuperación.

En cuanto vio el momento oportuno Kaede miró con reproche a los ahora silenciosos señores. -¿Es así como pretenden que las nupcias se desarrollen? Son todos unos absolutos insensibles…- Negó con la cabeza y el ceño fruncido, algo muy poco habitual en la afable mujer. -Aun no puedo creer que mi hijo haya vendido a mi nieta cual vulgar ganado, pero tampoco apruebo la forma en que usted se ha exaltado a si mismo solo por la sangre que corre por sus venas, atar a su hija a un destino incierto es tan vil como lo que ha hecho Satoru- La anciana se puso de pie para dar algo más de peso a sus palabras. -¿Acaso no han visto el dolor impregnado en los ojos de sus hijas? Estamos hablando del futuro de mi nieta y de su hija, ‘mi Lord’-

Ambos hombres desviaron la mirada avergonzados, el Kruger suspiró resignado pero incapaz de dar su brazo a torcer. –Aún si Kaede-san tiene razón… yo no puedo deshacer el compromiso, mi Natsuki ha entregado a Shizuru todo cuanto posee, no hay un camino de retorno para ella- Estaba claro que Takeru se refería a algo realmente valioso, mucho más que cualquier objeto material, Natsuki había entregado su corazón sin reservas a Shizuru.

-Por favor… que ha podido darle a mi hija ese remedo de… sirviente- Refutó con desdén, solo entonces Mizue comprendió que no se equivocaba, recordó al servicial muchacho de aspecto frágil, que subió a los tejados para adornar la casa en la celebración de la cosecha, ciertamente pudo engañarlos a todos, no solo como ‘hombre’, también era diligente sirviendo para ser alguien de sangre azul.

Aquello solo encendió el ardid previo y Takeru respondió con sinceridad. -Le ha entregado a Shizuru como regalo el collar de su difunta madre, ese que lleva todavía en su cuello la señorita… eso significa mucho mas de lo que usted pueda entender ¡Me niego a anular el matrimonio!- Golpeó con su puño la mesa más que indignado y esta crujió, seguramente había roto algo de la madera.

-Esta bien señor, la boda se hará- Musitó con voz parca la Kaede.

-¡Abuela!- Se quejó Mizue más que reacia a la idea.

-Mizue no conoce con la misma profundidad que yo a Shizuru, para ella es mucho más desalentador un matrimonio con alguno de los señores prestantes de Tsu, de los cuales la mayoría son mas viejos que el Duque- Takeru miro sorprendido a la anciana y carraspeó la garganta para recuperar la compostura, nadie le había dicho anciano con tanta sutileza. Aun así Kaede continuó hablando. -Mi niña nunca ha sido como las demás, esta fuera del alcance de todos ellos… sin embargo la señorita Natsuki tiene casi la misma edad y es una persona apasionada-

-¡Son mujeres!- La castaña miraba con reproche a la anciana y Satoru, él ya no estaba incluido en la conversación, simplemente veía el debate lo mas silenciosamente posible, esperando desaparecer de ser posible.

-¿Crees que si Natsuki fuera un caballero estaríamos en una situación mejor? Al menos ella se preocupa sinceramente por mi nieta… son cercanas Mizue, esa mujer ha superado las infinitas barreras en derredor de Shizuru, incluso yo ignoro como ha sido eso posible… ¿Acaso solo yo puedo ver el potencial del vinculo entre ellas?- Se notaba exasperada la anciana y sin embargo logró que el género de Natsuki pasara a otro plano.

-Pues bien… será la boda y para que pueda hacerse debemos viajar al castillo de la familia- Afirmó más animado Takeru.

-De ningún modo… Se hará aquí en Tsu, en mi casa- Volvió a la vida un fiero Satoru, dispuesto a lo preciso por mantener cerca de Shizuru el mayor tiempo posible.

-Eso es imposible, las nupcias deben realizarse en el castillo, en este punto seré absolutamente inflexible señor- Pese a la firmeza de sus palabras, el pelinegro se puso a si mismo en la situación de Satoru por lo que con un tono de voz más amable. -Si teme por la seguridad de su hija ¿Qué puedo hacer para mejorar eso?- A lo dicho Kaede sonrió ligeramente y codeó a su hijo esperando que no lo arruinara otra vez.

-Permita que la señorita Margueritte continúe prestando sus servicios leales a mi hija en el castillo, Shizuru requiere algunos cuidados y sería justo que contase con una amiga en la inmensidad de la estructura… solo así me sentiría un poco más tranquilo y…- Satoru sopesó sus siguientes palabras. –Si nuestras hijas se mostrasen infelices con la unión pasado un año de matrimonio ¿Podrían separarse?-

Takeru entrecerró los ojos sopesando las posibilidades, un año… ese término de tiempo coincidía con otra fecha en verdad importante. –Me parece bien, siempre y cuando no haya interferencia de su parte… si al cabo de un año el matrimonio es dichoso, nadie más opondrá resistencia o desdeñará el lazo. Como padre que soy no ansío otra cosa que la dicha de mi hija y la suya también… espero esta vez cumpla su palabra, Señor Fujino- Extendida la mano sobre la mesa se unió a la del castaño en un apretón firme.

-Siendo así las cosas, ¿Por qué no acordamos un poco sobre la fecha y la fiesta? ¿Si el matrimonio es legal lo auspiciará un clérigo de Windbloom?- Habló de lo más animada Kaede, mientras Mizue se miraba consternada, no sabía ya si le había vendido el alma a un dios oscuro o realmente estaba haciendo algo bueno por su hija.

-0-0-0-

No muy lejos de la casa Natsuki alcanzó a Shizuru, quien se había mojado de pies a cabeza con el temporal que arreciaba desde lo alto, aun así la castaña encontró cobijo en la casita de campo, donde las mujeres tomaran té en las tardes. Allí bajo el cubierto del pequeño techo, sintió la tibia mano de Natsuki sujetarla por el brazo. –Shizuru…-

-No quiero oírte...- Fue todo lo que dijo herida como estaba. –No quiero verte… no quiero saber nada de ti- Rechazó el tacto con un movimiento rápido y abrupto, la expresión dolida en la faz de Shizuru rompía por dentro a la pelinegra.

-No es justo que hagas esto… yo estoy aquí por ti- Musitó con un gentil intensión de acercarse.

Aun en la oscuridad de aquella tarde sin sol, donde las nubes ocultaban el cielo antes azul, había suficiente claridad para ver la expresión llena de despreció que la castaña no supo ocultar. -¿Qué eres? ¿La perfecta mentira? No sé quien eres y pretendes que te despose... es como un sueño, no... una pesadilla- Ciertamente la joven Fujino no esperaba que tales circunstancias se aceleraran, sabia que sería forzada al matrimonio dentro de algunos años, ¡Pero apenas había cumplido sus 16! La sola idea de una boda tan repentina le aterraba, más aun con esa perfecta desconocida.

Natsuki no pudo esconder su consternación. -Creí que había logrado mostrarte más de mí que a nadie- Esas palabras llenas de esperanza se encontraron con la pared de Shizuru Fujino y una expresión de irreconocible desdén, aquella castaña amada estaba lejos de ser la joven gentil que supuso en un principio y ello le hizo temer el haber elegido mal. Un implacable dolor se apoderó de su corazón acostumbrado al rechazo, ella no era en lo absoluto diferente a los demás, solo había despertado en ella su… ¡Lastima!... -Pero estas tan llena de prejuicios como cualquier persona, yo me he equivocado contigo-

La ciega molestia puede ser en verdad cruel y en el caso de Shizuru no era diferente, se encontraba confundida, indignada y sobretodo… asustada. No medió ni un poco sus palabras, no previno como tantas veces el correr de los acontecimientos, solo porque esta vez era su libertad la que estaba en juego. -¿Crees que apenas unas semanas de conocerme sabes algo de mí?-

-No lo sé, ya no lo sé...- Natsuki bajo la mirada sobre el pasto que sus botas pisaban. Pasar del dolor a la ira para ella era algo normal debido a la maldición, estaba sujeta a ser irascible, pero esta ocasión la ira se lleno de un pecado mortal, el orgullo. -Eres libre de irte, yo no desposaré a una mujer a la que solo le importa la apariencia de las personas- Señaló con su palma extendida la puerta de la mansión. –Vuelve a esa vida increíblemente aburrida y llena de lamebotas… porque yo no lo haré Fujino-

¿Acababa de insinuar que ella era superficial? Shizuru abrió los ojos, amenazando con dejar salir los globos oculares de sus cuentas. Ambas habían olvidado cada momento vivido presas de aquel enfado, algo muy propio de su juventud e inexperiencia. -¡Natsuki es una bes...!- Shizuru se vio incapaz de concluir si insulto.

Una espina se aferro en su carne y su herido corazón. -Dilo... ¿Una bestia?- Cuestionó Natsuki con la ira escondida bajo la máscara y los puños cerrados.

-Yo no...- La joven miró atemorizada los colmillos que se clavaban en la carne de los labios de Natsuki.

-¡Dilo fuerte y claro! Para que todos puedan oírte- Desgarró su voz. “Bestia… Bestiaaaa… el doncel de hielo viene, huyaaannn” Corría para alcanzar a los otros niños pero ellos se alejaban más y más, entonces miraba sus manos que no eran como las de los demás… -¿Bestia?- Así otra vez, se hallaba sola en el jardín del castillo.

Shizuru recordó de forma tardía su nueva posición, ahora serían mucho más… ¡Iban a desposarse por todos los cielos! -Me has comprado, no puedo decir nada... salvo servirte- Desvió la mirada sobre las montañas.

¿Seguiría defendiendo a su desnaturalizado padre? Aquello hizo enfurruñar aun más a Natsuki. -¡Te ha vendido tu padre!-

Aquello fue nefasto, Natsuki le recordaba el precio de su cuerpo y voluntad, era mucho peor que una de esas mujeres de la vida, así que Shizuru no se contuvo ni un poco. -Y Kruger me ha comprado... su vida a cambio de la mía a tu lado, es una persona tan despreciable como los mastines y asesinos, es una mentira, un mundo de secretos… secretos vacíos y una cobarde además ¿Cree acaso que esa tonta máscara puede ocultar la horrenda faz de su alma envilecida?- Shizuru se cruzo de brazos y miró para otra lado en una postura indignada.

-Prefieres verlo de esa manera, me he presentado como el más humilde de los serviles, he trabajado como pocas veces en mi vida, buscando halagarte con cada acto, he arriesgado todo por ti y ¿Eso es todo lo que piensas sobre mi?- Desvió la mirada temblando sin poder controlar su cólera. -Entonces... a una bestia desposarás ¿Sin secretos Shizuru?- Deslizó sus dedos sobre la pieza de metal, estrechándola en sus dedos. –Mira entonces… el rostro de mi alma envilecida-

“No, Natsuki ¡NO!” Escuchó el eco de esa voz en la distancia, pero tal era su pena que no medió pensamientos cuando se desprendió de la prenda. Shizuru que aun mantenía la vista fijo sobre las montañas escuchó el sonido de la máscara sobre el suelo de madera a sus pies, lentamente volvió la vista hacia ella y solo entonces las facciones amorfas de la bestia pudieron ser contempladas por sus ojos rubí. Dio un paso atrás por puro reflejo, como si la persona que hubiera dejado de mirar por un momento ya no estuviese allí y le hubiese reemplazado un monstruo, una figura semihumana con nacientes formas lobunas y unos colmillos verdaderamente atemorizantes. Pero ello no parecía suficiente, venido de alguien con la capacidad de contemplar el mundo espiritual se mantuvo estática en su lugar. -Yo soy el doncel de hielo de Fukka- Al finalizar tanto su voz como sus facciones eran las de un lobo, una fiera mantenida a raya por el sello en los brazales que brillaban intensamente a punto de fisurarse.

Natsuki contemplo la expresión asustada de Shizuru y la ira se fue apagando como el impulso que carece de motivos para fortalecerse, como la llama sin troncos o viento para avivarse, contempló entonces sus manos aumentadas en tamaño y filo cuyos guantes hubieron desgarrado, así como sus brazos ahora incrementados en tamaño y pelaje, diseñados para destrozar yacían expuestos a la vista de la castaña… en un tonto deseo de estar cerca estiró su mano pretendiendo sentir la tibieza de la mujer amada, esa que tras herirle aun le importaba, pero Shizuru se abrazo a si misma buscando cobijo en la pared, como si repentinamente el frio de la noche naciente la afectara. –Al… ¡Aléjate... de mí!- Musitó con suplica, con una expresión inocultable de miedo.


Entendiendo por fin la gravedad de su falta, Natsuki bajó la mano al suelo donde la máscara yacía abandonada, volvió a portarla pero mucho antes de recuperar su forma humana, se alejó hacia la arboleda… que futuro terrible le esperaba si aquella mujer a la que había escogido, no podría vivir con la persona que era durante 29 días del mes, ese matrimonio estaba destinado a fracasar… curiosamente lo mismo pensaba una sombra que en silencio observaba el giro de los acontecimientos a su favor.

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