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lunes, 15 de julio de 2013

lunes, 15 de julio de 2013

Cap. 8 de "Danza entre Lobos" por Cristalsif

Danza entre Lobos.

Capítulo 8

Máscaras de Vals III

Fuera de la casa encontraron unos cuantos metros aguardaba un carruaje por ellas, Sainoyi hizo un ademán de saludo y abrióse las puertas para sus nuevas pasajeras, una vez dentro del carruaje e iniciado el galope de los caballos, Natsuki se tomó un respiro, volvió la vista sobre la mansión ya bastante lejos, donde las gentes salían apuradas hacia sus carruajes y los gritos se escuchaban desde allí, a lo que no pudo esconder una carcajada divertida. -¡Sakomizu es un genio!- Rió de buena gana recordando que él haría se ocuparía del viejo sistema eléctrico de la casa, mientras Shizuru taconeaba con sus botas la madera y sus brazos cruzados delataban cierto disgusto en toda ella, magníficamente sentada en su asiento frente a la lobuna. Al notar este pequeño detalle la joven Kruger tragó silaba dificultosamente.

-Me parece que merezco una explicación muy seria de Natsuki- Frunció el entrecejo y de tener las orejas al viento la pelinegra las hubiese bajado temerosa, supo que Shizuru estaba realmente indignada. -Ha... arruinado mi fiesta de cumpleaños-…


Natsuki agachó la cabeza completamente confundida, había sido atrevida, osada como pocas, ingeniosa, ¿Qué era lo que deseaba esa mujer? Suspiró pesadamente. -Sainoyi... detente por favor- Le indicó al conductor del carruaje por la ventana, volvió sus ojos de esmeralda sobre Shizuru y suspiró largamente. -No sabes cuanto he arriesgado por estar aquí, para pasar este tiempo junto a ti, quería hacerlo especial... mostrarte un lugar diferente y alejar de tu rostro esa expresión vacía que tenías para todos en la fiesta, una sonrisa sin sentido, una expresión de falsa alegría... eso es lo que arruiné, pero si quieres volver... adelante, solo di que te forcé o amenacé incluso, todo estará perdonado... tu padre se ocupará de eso créeme- Estaba claro que Shizuru era muy orgullosa y Natsuki aunque no tanto, tampoco estaba dispuesta a perder su dignidad. El silencio lo dijo todo, la pelinegra abrió la puerta de la carroza y bajó. Miró a Sainoyi que se notaba confuso. -Vuelve a la mansión Fujino y explica que le has salvado de mí, para que nadie ponga en duda su honor-


Natsuki cerró la carroza y los vio partir, pasados algunos minutos cuando los perdió de vista en la distancia, desvió la mirada hacia las sombras de la arboleda contemplando las montañas de aquella noche en luna llena. Tres hombres emergieron de sus escondites, uno de ellos rubio y de ojos pequeños, así como lentes y una sonrisa malévola, todos ellos con armas en sus manos. Sus oídos escucharon tres caballos rebuznar por el frió, pero incapaces de huir por las amarras que los apresaban a un grupo de troncos. Le habían seguido, sabia que no eran tontos y de momento estaba su merced, no podía competir usando apenas un sable enfundado en su cinto. -Lucen ropas de fiesta, pero esta claro que no pretenden dirigirse allí, así pues... ¿Qué es lo que buscan?- Natsuki fingió absoluta inocencia, correr no era una opción, eran 3 tiradores diestros apuntando a su corazón.

-Me parece que ha tenido una mala noche señor, porque no nos acompaña a un sitio donde libremente pueda desahogar sus penas... tres fuimos testigos del desaire de la doncella en el carruaje- Musitó amistoso Smith.

-Un sitio lejos de la carretera imagino... uno donde nadie pueda ser testigo de sus disparos a traición...- Natsuki negó con la cabeza, sabía que aquella noche era tan frágil como un humano cualquiera.

Smith sonrió, era extraño no escucharle suplicar por su vida, si bien estaba claro que el pelinegro no ignoraba sus intensiones, no entendía su comportamiento ¿Tanto desamor sentía? Muchos, hasta los más valientes habían implorado por sus vidas cuando la última hora les hubiere llegado y verle a él, apenas un muchacho con tal temple, le causó honda curiosidad. Le indicó a sus esbirros que se acercaran cautelosamente a Natsuki, pero ella le miró fríamente. -He de morir esta noche ¿No es así?- Su pregunta detuvo a los hombres que miraron extrañados a su jefe.

-Así es...- Respondió con tranquilidad el rubio.

-No opondré resistencia- Natsuki levantó las manos y las junto de tal modo que amarrarlas sería una tarea sencilla. -Solo si traen ante mí... al que los ha enviado a matarme, es de hombres enfrentar a sus enemigos y cegar sus vidas mirándoles a los ojos, les ha enviado porque me teme, quizás eso cambie estando amarrado e incapaz de defenderme-

Smith rió divertido, cauto en principio, después a carcajada limpia. -Porque he de complicar lo fácil-

Natsuki sonrió. -Por que es aburrido ganar tan fácil... sabes lo que haces, pero siempre has visto flaquear la voluntad de un hombre cuando la hora de la verdad llega, yo... le he plantado cara a la muerte cada día de mi vida, he visto horrores con lo que tú ni siquiera sueñas, así que merezco ver mi muerte a manos de ese que no tiene el valor de retarme en duelo- La pelinegra sabía que se jugaba toda su suerte, que por no huir estaba apostándolo todo a una carta no necesariamente ganadora.

-Como me hubiera gustado contar con tu valor entre mis aliados, así bien... veras a tu verdugo, pero si él no es capaz de eliminarte, deberé hacerlo yo... resulta que no devuelvo mis honorarios y siempre hago bien mi trabajo- Smith sujetó las manos de Natsuki, atándolas con firmeza solo para garantizar que no deshiciera el nudo y un momento después golpeo su cabeza con la cacha del arma. La joven se desplomó sobre la hierva, la mascara cayó al suelo y el fino rostro de la piel más blanca quedó expuesto a la luz de luna. Smith lo contempló con pena, era la primera vez que asesinarían a un chico tan joven y de aspecto tierno, por eso quería estar seguro que fuera realmente el encargo, que Fujino constatara que era él quien debía morir, de no ser el caso devolvería el dinero y vería el modo de reclutarlo en sus filas, sería un casanova, un estafador de gran renombre. 

-0-0-0-

El carruaje arribó de vuela a la mansión, la mayoría de invitados se había marchado en su ausencia y en el fondo lo agradecía, como suele pasar en la vida de una persona orgullosa, el arrepentimiento aparece tarde o temprano, cosas obvias como el transporte de Natsuki que había elegido abandonarse en la oscuridad de aquel camino preocupaban a Shizuru. Imaginó que el mundo se acabaría, deseaba ser tragada por la tierra en un arranque de vergüenza, pero al bajar del carruaje su madre la recibió en sus brazos con un gesto protector.

-Milady- Musitó con una venía pronunciada ante Mizue. -... me he encontrado al malhechor en el camino, pretendía...- Comenzó a recitar Sainoyi tal como se le indicó, leal a su nuevo señor y aún cuan descabellado fuese mancillar su buen nombre, estaba contando una versión inventada de lo que Natsuki había solicitado.

-A callar Sainoyi-san- Levantó la mano una Shizuru cuya mirada fría dejó mudo al sirviente. -¿Dónde esta mi padre? Debo darle una explicación por mis actos... Natsuki no ha hecho nada malo, he sido yo por mi propia voluntad-

-Salió a buscarte con Takumi y algunos de los sirvientes... ¿Natsuki?- Intentó explicar la mujer, pero la rara explicación de su hija le dejo perpleja. ¿Había oído bien? ¿Su hija hablaba del joven sirviente que trepaba techos y pese a ser tan diligente no era muy agraciado?

-Es una larga historia madre, debo explicarme ante mi padre... seguramente esta indignado yo...-

-¿Te... te escapaste con el jardinero de tumbas?- Intervino Mai con una clara mueca de asombro.

-Ara, yo creí que esas cosas románticas ya no pasaban- Añadió la abuela Fujino con una expresión de añoranza. -Si estaba tan guapo en esas ropas...-

-¡OBACHAN!- Gritaron a coro Mai y Mizue mientras una Shizuru perpleja miraba a su abuela, realmente ninguna parecía enojada por su fortuito escape con Natsuki.

Con ese tipo de cosas Shizuru comprendía porque carecía de ciertos estados de sentido común en ciertas situaciones, ¡era genético! También le había parecido romántico, pero los estúpidos protocolos sociales le habían puesto los pies sobre la tierra. Ahora al volver la vista sobre el camino sentía un creciente angustia, le había faltado sentido común e incluso humanidad al dejar en ese lugar a su amiga. -Debo volver por ell... él- Musitó para sí, pero en voz audible y solo por eso corrigió al final la frase.

-... Shizuru no ira a ningún lado- La firme mano de su madre se apoyó en su hombro, así como la seriedad en el rostro de la mujer mayor confundieron brevemente a la castaña. -No es momento para actuar de esta manera irresponsable y tendrás que aclarar un par de cosas hija mía-

-Mizue...- Iba a intervenir la abuela en pro de su nieta, pero una mirada gélida en los ojos grises de su nuera le hizo cambiar de idea.

-Madre...- Le llamó Shizuru con voz suave. -El día de hoy me han expuesto a las miradas pérfidas de numerosos hombres, solo porque al cumplir 16 años se me considera una mujer, yo no entiendo como un día o una fecha puede cambiar lo que soy de la noche a la mañana, sin embargo dentro de poco me impondrán responsabilidades como el matrimonio, tendré que tolerar a un sin fin de hombres que... lejos de buscar enamorarme, querrán comprarme con regalos costosos, así que esta vez, voy a actuar como una mujer de ese nivel, tengo un error muy grave que corregir- Las manos enguantadas, retiraron la gentil mano de la madre, que no salía del shock, mientras que Mai miraba estupefacta a su hermana y la abuela, ella solo sonreía.

-Per... pero ¡No iras sola!- Atinó a decir Mizue notando que su hija ya abordaba el carruaje.

-No se preocupe Milady yo la acompañaré- Llegó corriendo Akira, de un salto subió a la parte trasera del vehículo que comenzaba a moverse, volvió la vista atrás no sin antes deshacerse de la mascara. Rezagados se quedaron Tate y Masashi, quienes maldecían por lo bajo su mala resistencia física, el joven Okuzaki los había dejado atrás con mucha facilidad. -¡Vayan por caballos hay que dispersarse para buscar al señor Kruger!- Gritó Akira desde lo lejos.

En cuanto el rubio y el castaño pretendieron esmerarse en la tarea, una voz hipnótica llegó a sus oídos. -¿Señor Takeda, Yuichi, alguno puede explicar que esta pasando?- Musitó con una brillante y manipuladora sonrisa la anciana Kaede Fujino. Ambos chicos se miraron espantados. -Verán muchachos, los únicos caballos que hay kilómetros a la redonda están en mi establo, así que seré amable con ustedes si tienen la gentileza de explicarme que ocurre aquí-

-A...alguien... quiere...- Takeda comenzó a dudar hasta de su propio nombre. -Err... sabe que los caminos son peligrosos señora, nuestro amigo podría estar corriendo grave peligro allá solo en el bosque- Intervino a tiempo el rubio, para evitar que su amigo soltara la sopa.

-Ara, mi nieta a dejado a un pobre muchacho tirado en plena carretera... fufufu, le gusta bastante- Sonrió de lo más animada la anciana.

Takeda y Yuichi se miraron más que confundidos, ¿Eso era gustar? Con razón nunca le vieron algún prometido claramente definido a la señorita. -Adelante muchachos, pueden tomar prestados los caballos- Kaede sabía que mentían, pero había obtenido la información que deseaba, así que no hacia falta torturarles más, el curioso par de chicos corrió hacia el establo más por miedo que devoción.

-Necesito una explicación Obachan... ¿Cómo es que a Shizuru le gusta el jardinero de tumbas si lo ha dejado tirado en la carretera?- Eso no tenía ninguna lógica para Mai.

La mujer removió sus cabellos blancos y una sonrisa maliciosa emergió en sus labios. -Veras querida niña- Posó sus ojos carmín sobre la más joven entre las reunidas, aunque Mizue prestaba completa atención a las palabras de la abuela. -Shizuru es la mujer más fría que conozco después de mí... para nosotras un 'hombre' que no hace enojar, no apasiona, una Fujino tiene que darle suficiente importancia para sentirse ofendida por sus errores, de modo que el joven Kruger ha dado en el blanco, la ha enojado lo suficiente para ser tenido en cuenta y después, le ha hecho pensar lo suficiente en él para hacer que se preocupe por su seguridad- Habla en un tono elemental, mientras las dos mujeres la contemplaban estupefactas y confusas, Mai sabía que Reito no la enojaba, el era demasiado encantador para ello, sin embargo... también les faltaba esa inequívoca peculiaridad del amor, les faltaba pasión. Las tres damas ingresaron a la casa en sepulcral silencio, cavilando aquella gema nacida de la experiencia que Kaede les había obsequiado, más todas ellas ignoraban que una cuarta escuchaba atentamente y su mandil se arrugaba bajo la cólera de unos puños cerrados.

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El agitado galope retornó en sus pasos hacia la arboleda donde Shizuru afirmaba haber dejado a la Kruger, mas al arribar... de la joven no quedaba ni el rastro o así lo pareció cuando la dama de cabellos castaños descendió del carruaje sin hallar el paradero de su servil. La castaña miró en los alrededores con la esperanza de encontrarla o tal vez haber confundido el sitio, puesto que la noche no era la mejor aliada en búsquedas semejantes. Después de algunos momentos concluyó que era imposible equivocarse, conocía cada espacio en kilómetros a la redonda, había recorrido por completo el paraje durante su infancia y gran parte de su adolescencia, recordaba cada árbol, cada formación rocosa. Solo la mirada grave de Okuzaki le advirtió de una angustia mucho peor, al posar sus ojos carmín sobre la joven enfundada en prendas de varón, se detuvo con estupor, en las que noto unas manos delicadas yacía una mascara plateada, una diferente de las demás, recordaba aquella gema peculiar, un zafiro incrustado en el centro de la parte superior. La máscara de la Lobuna, una prenda que solo distinguió en uso de Natsuki durante la fiesta, durante aquellos preciosos momentos en su alcoba, así un curioso sonrojo inundo sus mejillas al comprender lo atrevido de la acción.

-Ella no dejaría tirada esta mascara, jamás- Musitó con voz trémula Akira, presionando entre sus dedos la resistente aleación entre plata y titanio.

Shizuru encontró aquel un mal momento para la curiosidad, debido a la premura de las circunstancias, pero la respuesta además de ayudarle a entender un poco más de la joven Kruger, delataría aun más la gravedad del problema. -¿Por qué un objeto puede ser tan importante?-

Akira levanto la mirada para enfrentar la rubí que resultaba tan difícil de soportar. –“Que mirada tan intensa”- Se permitió pensar en su fuero interno –Es una reliquia familiar y su se… Natsuki la ha usado toda su vida-

-¿Cómo es eso posible?- Inquirió la castaña atreviéndose a tomar la prenda metálica entre sus dedos, era una joya sin lugar a dudas, por los materiales que la componían y la genuina gema incrustada en ella. –“Este tipo de cosas no podrían pertenecer a alguien de tan humilde casta… hay tantas cosas tan extrañas sobre ti… Natsuki”- Por un breve momento el fino rostro de la castaña se contrajo con molestia. –No es momento para estas alegres platicas, debemos encontrarla… si ha prescindido de tan valioso objeto, es claro que ha sido contra su voluntad… “por otro lado que clase de mastín dejaría olvidada una joya tan exótica, alguien con otros objetivos muy claros”-

Ambas subieron al carruaje sin más palabras, Akira agradeció la sapiencia de la prometida de la Duquesa, dado que realmente la puso en un aprieto a causa de aquella pregunta, la joven servil ignoraba cuanto debía revelar de los secretos de la familia Kruger. Así que sirvió a la doncella para subir en el carruaje, volvió sobre la parte delantera y apuró al cochero a seguir lo que distinguió como huellas de caballos. Akira sostuvo con sus fuertes brazos dos lámparas de aceite y añadió al carruaje algunas en los laterales, solo así la vista de muchacho a cargo de los caballos logró ver el rastro del que hablaba el moreno Okuzaki.

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Lejos, no tan lejos de aquella carrera contra el tiempo, Smith aguardó la llegada del orgulloso señor Fujino, tras el follaje de enredaderas y en un claro del bosque había atado al ‘caballero’ de uno de los árboles colindantes. El rubio era todo menos tonto y tras levantar el cuerpo inconsciente de aquel, tan delgado y frágil, notó la verdad tras los apretados vendajes de su pecho, él un hombre de su experiencia no necesitaba ver lo que estaba oculto y ello en verdad le animó aun más a retar al Fujino ¿Cuán poco honor y hombría quedaba a quien cobarde pagaba servicios funerarios para una doncella? ¿Era esa joven una amante latosa que estorbaba a su buen nombre? Aquella circunstancia era más frecuente de lo que podría imaginarse, pero ella no parecía una de esas ilusas niñas del arrabal y mucho menos tendría tan malos gustos. Mientras aguardaba pacientemente el arribo del gran señor, contempló a la joven con un dejo culpable que no permitió ser visto en presencia de sus compinches y esbirros, pero esa joven tendría quizás la misma edad que su hija, si, él un desalmado, tenía una preciosa hija, su amada Alissa. Su esposa Elizabeth y su querida Alissa, tan ignorantes del oscuro mundo en el que él estaba sumergido, las extrañaba tanto en momentos como aquel.

El ruido de una rama le alertó de la intromisión o más bien la llegada de su prestigioso cliente, al cual invitó a acercarse a su victima con un ademán de su mano.

En cuanto Fujino observó a Natsuki atada al árbol e inconsciente, sintió el peso de una extraña culpa que alejó con la frase mental “Es por el bien de mi Shizuru… es mi hija o ella”, en la oscuridad aquel hombre no distinguía el rostro de la yerta joven, pero ciertamente veía el brillo escarlata de la sangre en su cabeza. Sin mayores ceremonias se acercó a Smith con una bolsa repleta de oro y gemas. –Buen trabajo, ya puede deshacerse del cuerpo- Una que fue recibida por el más alto y fuerte de los esbirros.

-Es en extremo confiado mi Lord… la dama no esta muerta, solo malherida- Sonrió el rubio a la par que entrecerraba sus ojos para disfrutar el agravio de aquel ‘caballero’.

-¿Qué ha dicho?- Abrumado por la verdad, o más específicamente por la información que solo debía yacer en su conocimiento, así como la afirmación de que ese ser despreciable yaciese con vida exaltó en sobremanera al castaño. –Es una broma de mal gusto señor- Fue todo cuanto atinó a decir el padre de la bella Shizuru, dudando de la palabra de aquel innombrable se acercó a la joven y en el silencio de la noche de luna llena sus oídos escucharon la débil respiración de la chica. -¿Qué evita que cumpla su cometido? Le he pagado y con creces por tan insignificante tarea-

Aquella respuesta no agrado ni un poco al señor Smith. –Si es tan simple ¿Por qué no acaba usted mismo con ella? Tanta a sido su cólera, que he decidido honrarlo con el regalo de su vida en bandeja de plata- Siseó con veneno el rubio a la espalda del castaño, extrajo de su cinto una daga y la deposito en las manos de Satoru. –Hágalo usted mismo, ahora que esta indefensa y no puede causar ningún daño- Encerró entre los dedos del Fujino el puñal. –Pero si es tanta su bravura, contemple a quien pretende arrebatarle la vida… yo he cumplido mi lord, la he traído ante usted y solo por esa razón… recibiré el pago merecido por mi trabajo-

Tras una breve sonrisa, el rubio y sus leales se perdieron entre las sombras de la noche, allí apenas yacio en soledad Satoru con el puñal en las manos y una inconsciente Natsuki, atada al tronco de un árbol. En la soledad de su turbia consciencia, la curiosidad pesada diluyó por un momento de la mente del Fujino su plan asesino, guardó el cuchillo, hincó la rodilla en el pasto húmedo y con sus enguantadas manos levantó la barbilla de la joven atada. –¡He sido timado! ¡Engañado de la más vil manera!- Se quejó Satoru soltando el rostro de la joven, hecho una furia caminó frente a la chica dando vueltas. -¿Qué se han creído? Ya no puedes confiar en estos matones modernos, me han traído a una consorte en traje de hombre- Exclamaba mas que molesto, la joven era hermosa como pocas, con unas finas facciones y una piel tan suave como la seda, nariz esculpida por los ángeles mismos, unos labios que como fresas frescas brillaba naturalmente ante los tenues rayos de la luna, era ese un rostro soñado… nada que ver, ni parecido con el señor Kruger, su hija ciertamente debía ser algo horripilante, tan maldita como el padre.

Satoru recordó los colmillos, las garfas, así que dio la vuelta al tronco, las manos atadas supusieron un serio problema, resultaba imposible retirar los guantes de la joven. Lo sopesó un momento, notando el lamentable estado de la chica y su total indefección, extrajo el cuchillo para liberarla de sus ataduras, raudo retiró los guantes y sorprendido observo unas manos delicadas, como las de cualquier cortesana, ello le llevó a entender que la situación era aun mas grave. ¡Imbéciles! Habían secuestrado a la hija de algún hombre poderoso. Pese a todo volvió frente a la joven y movió con sus dedos los labios carmín, una dentadura cuidada sin artilugios filosos en ellos. Satoru maldijo su suerte. -Tonto de mí- Lamentó su tardía inventiva, se presentaría como el rescatador de la chica y seguramente el padre de la misma estaría muy agradecido ¿Quién podría dudar de su buen nombre tras ello?

Más que dichoso con su idea, se acercó a la chica con el animo de llevarla al camino donde su carruaje aguardaba por él, la llevaría a casa, cuidaría de sus quebrantos de salud y todo estaría resuelto, salvo por la perdida económica, ¡Oh vamos! El padre de la chica sería más que generoso con él por traerla de vuelta, rió aun más contento de su ingenio. En cuanto se dispuso a levantarla en sus brazos un tenue murmullo cambió por completo la situación, de los labios de aquella desconocida nacía el nombre de su hija… un tenue Shizuru… traicionaba a la durmiente Natsuki.

Satoru palideció, tembloroso imaginó las posibilidades que este hecho generaban ¿Cómo pudo esta mujer conocer el nombre de su hija? Más aún decirlo entre sueños con tal exceso de confianza, sin keigo, ni el más mínimo respeto por los buenos modos. Estuvo entonces claro para el castaño, que aquella era la que buscaba, que esa frágil joven era la descendiente de la que tanto se vanagloriaba el Duque, y no sin razón debió admitir en su fuero interno. -¡Es una mujer! Es una aberración- Se repitió a si mismo antes de tomar en sus manos el puñal. Contempló nuevamente a Natsuki, cuanto dolor llenaría al corazón de un padre por perdida semejante, pero cuanto más dolor y culpa toleraría él al verlas desposarse. Sin mayor dilación levantó la cabeza de la pelinegra un poco, si tal vez pataleara al momento de su muerte, quería hacerlo con prontitud evitándole así un dolor mayor, posó el filo a la altura del corazón de la Kruger y musitó las últimas palabras que la joven pudiera oír en su corta vida. –Perdóname pequeña…- Acercó el cuchillos a la frágil tela, lentamente e incapaz de hacerlo de un tirón.

-¡Aléjese de ella!- Escuchó una voz a su espalda. –o juro por mi madre, que mis disparos le atravesaran el corazón sin misericordia- Akira, que gracia del oído que le había hecho correr en la dirección de los homicidas susurros. Sin embargo el castaño lejos de retroceder sus acciones, intentó clavar el puñal de un tirón, curiosamente una placa de metal le impidió el paso.

-¿Padre?- Una segunda voz helo la sangre dentro del castaño, Shizuru había corrido tras Akira, seguido sus pasos y reconocido la indumentaria del caballero. Satoru ocultó su fechoría, escondió el cuchillo entre sus ropas y volvió un rostro angustiado ante Akira y su hija.

-La he encontrado tirada mientras te buscaba… mi niña- La hija que ama al padre no duda de su bondad y angustiada corre a su encuentro, apenas observa el tono escarlata en la melena oscura y el rostro estrechado en el pecho de su padre.

-Okuzaki… pronto, ¡un medico!- Los ojos rubí miran con suplica los de la morena, pero la sirviente se niega a dejar a su ama a merced de aquel bandido y maestro de la manipulación. Se acerca y aparta sin cuidado alguno a Satoru de Natsuki, mira hacia el cielo, el alba con sus rayos naranjas y rojizos comienza a descender por las montañas, así que extrae la mascara de su bolsa y la coloca en el rostro de su joven ama.

-Okuzaki-san… ¡Pronto! Necesita atención urgente- insistió Shizuru sin comprender el porque de la osca actitud del sirviente.

-No más que la que su padre prestaba tan gentilmente- Musitó con encono una Akira que apenas controlaba sus deseos de matarlo allí mismo, solo por Shizuru se contenía.

-¿De que habla señor? Yo la he desatado del árbol, yo que he levantado a esa mujer para llevarla al carruaje y darle la atención merecida… venidas de usted tenían que ser sus palabras, sirviente- Indignado y orgulloso en presencia de su hija Satoru sabe que debe mentir para no perderla, pero pronto, los rayos del sol se posan sobre la pelinegra inconsciente y solo entonces, observa bajo el recelo y cuidado protector de Okuzaki, las formas que antes estuvieron ocultas… las manos que se alargan y se conviertes en mortales garfas, los filosos colmillos que sobresalen de los labios que no esconde la máscara.

Abrumado desvía la mirada sobre su hija, Satoru comprende con amargura que estas horrendas formas de la bestia, no son un misterio para ella cuya mirada se tensa y debate silenciosamente con la de Okuzaki. El castaño se alarma ante las garfas que se cierran, nota un tenue movimientos en el cuerpo que evidencia más largo y musculoso, pero a su hija de nuevo parece importarle muy poco, el aspecto de la Kruger. Akira desvía la mirada sobre su ama en cuanto percibe el despertar de la Duquesa. –¿Natsuki?- En la mención del nombre, tan natural y preocupado de la morena, Satoru encuentra su oportunidad.

-¿Natsuki? Este es el nombre de uno de mis sirvientes, un hombre… que por lo visto tiene poco de hombre…- Musita con desdén. –Una mujer fingiendo el lugar de un caballero y peor aun… pretendiendo a mi hija en el baile-

-Padre…- Solo entonces la castaña busca encontrarse con los ojos de su padre, mira con temor en la sangre de su sangre, sus ojos y sabe lo que ocurrirá a continuación, no quiere oírlo y desvía la mirada.

-No hay nada que decir Shizuru… esta mala hierva debe ser cortada de raíz ¡Le prohíbo acercarse a mis tierras! ¡Esta despedida! Sus aberraciones bien puede quedárselas usted- Cada vez más airado el castaño señala culposa a la que con dificultad se pone de pie.

-¿Cómo se atreve?- Gruñe con voz ronca una confusa Natsuki, mientras Akira le sirve de sostén.

-Vaya por sus honorarios con la señorita Margueritte, pero le advierto ‘señorita’… que si usted osa volver a mi casa sin mi permiso, saldrá con los pies por delante… ¡Le quiero lejos de mi hija!-

Natsuki se sostiene si misma, recuperando con la maldición, la fuerza y vitalidad de su cuerpo. -¿Qué le hace pensar que usted puede detenerme?- Da un paso cerca del señor Fujino. -¿Usted y cuantos más?- Le reta con burla, pues el hedor del miedo que destila Satoru se hace evidente a sus ojos. –Necesitaría un ejercito, mi lord- Casi escupió el titulo del Fujino, así dio otro paso más, imperceptiblemente el castaño retrocede.

-Natsuki… por favor- Como un canto que apacigua a las fieras, la suplicante voz de Shizuru, así como su expresión angustiada atrajo toda la atención de la lobuna y con solo ese gesto, el juicio y la cordura volvieron a la mente de la pelinegra.

-No me pidas eso… por favor- Dijo en respuesta posando las gemas verdes sobre la dulce faz de Shizuru.

-Si Natsuki hace eso por nuestra amistad… yo le estaré profundamente agradecida- Esas palabras atravesaban silenciosamente el corazón y subían en lágrimas sobre aquellos ojos esmeraldas.

-¿Qué cosas dices Shizuru?- Satoru miró con reproche a su hija, pero muy en el fondo, sabía que por segunda vez, la más joven de su casa le salvaba la vida.

-Mi padre no me ha obsequiado un regalo el día de mi cumpleaños, su hubiese alguno que deseara, sería un momento a solas con ella, uno corto… ¿Me concedes eso padre?- Satoru pudo sentir el magnetismo en la mirada de Shizuru, esa habilidad que solo había visto en los ojos de otra mujer, su madre. A sabiendas de que la castaña no retaría ni desobedecería su voluntad, se retiró siendo escoltado por Akira, quien aun se planteaba la posibilidad de matarle de camino al carruaje.

-Shizuru… Ikezu- Fue todo cuanto pudo decir una muy triste Natsuki, una mala imitación en verdad, pero ¿Qué otra forma era mejor para expresarle a su manera lo que sentía?

-Ara, Natsuki es ligeramente más melodramática de lo que pensé- La castaña deslizó sus dedos por al barbilla de la otra mas pálida y fría. -¿Estas bien? Esa… esa herida se veía bastante mal- tomó el borde del casco con la lenta intensión de retirarlo.

-La sangre es muy escandalosa- Respondió la pelinegra sujetando entre sus dedos la mano delicada de Shizuru, con un cuidado tal que apenas podía hacerle cosquillas con sus garras. –No me pidas que me vaya, sería cruel-

-Yo no puedo pedirle eso a Natsuki, pero tampoco puedo desobedecer a mi padre y se que cumplirá sus amenazas ¿Acaso mi angustia por ti no es suficiente?- Por primera vez en aquel largo tiempo, la graciosa amatista obviaba sus modos de hablar para tratarla de forma personal y lo sintió con un estremecimiento en el cuerpo.

La lobuna cerro sus ojos disfrutando el tenue contacto entre las dos, tan cerca… tan cerca que solo requería estirar sus brazos para estrecharla y no dejarla ir nunca más, pero eso lo sabía imposible. -¿Es egoísta desear un poco más?- Shizuru no necesitaba ver la completitud de su rostro para comprender la suplica de su expresión, el matiz de su voz era suficiente y la mirada que volvió a contemplarla a la espera de su respuesta, se abrió, sorprendida y temblorosa se hizo su pupila, cuando un contacto nuevo y único tuvo lugar, tan cerca su rostro, tan únicos sus labios que ladrones le arrebataban el primer beso. No hubo más que tierra bajo sus pies, tan poca quizás que enredó sus manos en su cintura y sintió las suyas sobre sus hombros, nadie quería caer en el abismo imaginario, si de apartarse un paso fuera posible caer. Un tímido movimiento, un roce eléctrico y memorable a mil vidas, una sensación dulcísima y aquel casto beso concluyó en la sorpresa, cuando la castaña abandonó sus brazos y corrió lejos de ella… -No vuelvas a casa ¡Natsuki!- Fue todo cuanto escuchó de su espalda y el movimiento de sus cabellos al viento de la mañana.

Se quedó de pie, ¡Tramposa! Le había hecho una promesa silenciosa, le había dado un beso a cambio de tanto, su paciencia era poca, muy poca, solo debía esperar el tiempo del pacto y se antojaba quizás eterno. -¡No es justo Shizuru!- Dijo muy tarde, quizás ella ya iría de camino a la mansión en el carruaje de su padre. Se dejó resbalar hasta el pasto, donde rasgó la tierra impotente y enojada.

-¿Su alteza?- Akira no daba crédito a lo que veía, Natsuki era experta en controlar sus emociones de ira, pero bien que hacia un berrinche infantil contra el pasto y contra el mundo de ser posible.

-Odio a ese sujeto… lo destrozaría parte por parte- Todos lo estaban deseando en ese momento, Akira lo admitía en su fuero interno.

-Pero es el padre de la señorita- La joven ninja no podía obviar ese detalle.

-He ahí que el destino se burla de mí, parece otra pésima broma de Mikoto- Refunfuñaba enojada, pero más pronto que tarde comprendió un detalle aún más importante y se quedó estática en su sitio, se tuvo que sostener con la palma de su mano en el tronco mas cercano.

-¿Alteza? ¿Esta bien? ¿Un mareo?- Akira pasaba de la risa, a la angustia en un segundo. -¿Fiebre?- Le parecía ver enrojecido el cuello de su ama.

-Shi..Shizuru-

-¿Le pasó algo a la señorita?- Akira estaba al borde del infarto, iría corriendo por el carruaje, tenían que alcanzar al señor Fujino, quizás la encerraría o peor aun ¡La enviaría lejos! Se giró a punto de correr a la carretera cuando una voz trémula le habló.

-Me… Shizuru… me besó- Un segundo después, sonidos raros y al volver la vista… Natsuki se había desmayado, Akira no sabía ya si del golpe en la cabeza o del exceso de sangre en la parte superior de su cuerpo, seguro y se había quedado sin sangre en el resto.


-¡Alteza!- Era de imaginar que tendrían otro día para desenmarañar los planes de Satoru, por el momento Akira debía auxiliar a su abrumada ama y llevarla a un lugar seguro… -No creí que… le diera tan duro un beso- Se quejaba la castaña mientras levantaba a la Duquesa y se las arreglaba para llegar a la carretera.

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