Intenté hacer una historia larga, pero me aburrí y estuve a punto de borrar lo que había escrito jaja pero me arrepentí y cambié casi todo, al final me quedé con un oneshot que no sé que tan bueno resulte. Ammmm no sabía que nombre ponerle, así que ahora que acabo de subirlo se me ocurrió una simpleza: Otoño.
Eso es todo. Sayo!
Eso es todo. Sayo!
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El otoño despedía las hojas de los
árboles mientras extasiada observaba sus danzas en el aire.
Al avanzar, miraba sobre el camino
los cuerpos marchitos de octubre. Cuánto la estremecía aquella época, a saber
si era tristeza o alegría, su corazón simplemente latía distinto.
El sonido del roce de las ruedas
del carro con cada piedra del camino no le permitió dormir en todo el viaje,
miraba por la ventana y así también desviaba su atención de cada cosa que su
comandante repetía:
- De tu actuación depende nuestro
éxito. - Fue lo único que escuchó. - ...Esa maldita misión... Cuánto lo siento.
- Se dijo a sí misma. Cerró sus ojos por instantes y dejó escapar un suspiro
luego de cubrir la ventana y recostarse al espaldar.
Un carruaje de tonos marrones
tirado por dos corceles negros se detuvo lentamente a las puertas de la Sede de
Defensa Terrestre. Solamente uno de sus ocupantes descendió para adentrarse en
la Sede. A su espalda se escuchó el cabalgar de dos corceles que partían.
Una vez dentro, la mujer atravesó
el extenso pasillo y se detuvo frente a una puerta, llamó dos veces, luego giró
la perilla e ingresó a un despacho. - Kuga Natsuki. - Confirmó el General Kanzaki,
sentado tras un desordenado escritorio, sin levantar la mirada del historial que
sostenía entre sus manos. - ¿Fujino? - Preguntó al tiempo que dirigía por
primera vez su atención a la recién llegada, quien aún permanecía de pie frente
a su escritorio. - Si señor. - Respondió ella entre dientes.
Kanzaki sonrió con amargura y
descargó con desgano los papeles sobre la mesa - Podrían castigarte cien veces
más y nunca cambiarás tu actitud insubordinada. - Aseguró el General tras tomar
un periódico del escritorio y, estirando sus pies sobre este, se dispuso a
leer. - Ya, vete. -
Antes de que la mujer pudiese
cerrar la puerta tras de sí, escuchó una vez más la voz de su superior. - Partirás
en la mañana. Te deseo suerte, la vas a necesitar. - La puerta se cerró antes
de que terminara de hablar y se vio a Fujino avanzar a pasos agigantados.
El reloj marcaba las cinco horas y,
dentro de una barraca, mientras pretendía descansar estando sentada y atada con
cadenas, Natsuki escuchó la llegada de otros prisioneros. - cerró sus ojos y
sus memorias dictaron un sueño:
- Fujino, todavía sigues aquí ¿eh? - Preguntaba afirmando y con la
mirada cansada. - Te estaba esperando, Natsuki. - Nadie más en la milicia la
llamaba por su nombre; le sonrió como siempre y caminó a su lado hacia su
barraca mientras Fujino la tomaba del brazo. - ¿Nunca dejarás de hacer eso? -
Su acompañante solamente sonreía pretendiendo no escucharla.
- ¡Levántenla! - Gritó un hombre
al abrir con un fuerte golpe la puerta de la barraca. Natsuki abrió sus ojos
intentando ver a través de las luces de las lámparas, pero no podía ver con
claridad lo que ocurría. Un grupo de hombres la tomaron y la obligaron a
caminar, llevándola casi a rastra hacia un lugar en campo abierto. Minutos
después, cuando todo estuvo más tranquilo, comprendió lo que estaba sucediendo:
Estaban a punto de fusilarla.
- Kuga Natsuki. - Dijo una voz
familiar y pudo reconocerla al ver el rostro de la mujer que se detuvo a
escasos metros. Tenía una pistola en su mano derecha y en la otra mano una
llave. - Shizuru. - Susuró Natsuki. Ella ya conocía el procedimiento gracias a los
pocos meses que había servido en la milicia y sabía cuáles eran las labores de
Shizuru Fujino. Tenía una oportunidad para salvar su vida, la última
oportunidad.
Su mirada se entristeció. No sabía
cómo Shizuru había llegado a delatarla, alguien que pretendió corresponderla y
a quien amó profundamente. Aún cuando las dos eran espías, Shizuru prefirió
salvar su propia vida a costa de una verdad a medias y acusarla. Natsuki no
habría permitido que pasara al revés, pero aquello que ocurrió fue una
traición.
- Ya has visto esta llave antes. -
Habló de nuevo Shizuru. - Me ahorraré preguntas y tú salvarás tu vida. -
Shizuru tenía un nudo en la garganta, era insoportable el dolor de ver a
Natsuki derrotada, arrodillada frente a ella y aquella penetrante mirada suya,
fija, cuestionándola. Parecía que nunca tendría la oportunidad de explicarle
todo. - Habla de una vez, Kuga. - Se esforzó en hablar de nuevo.
Natsuki bajó la mirada y agachó la
cabeza, estaba claro que no diría ni una sola palabra.
Fujino observaba con el corazón en
la mano, controlando su nerviosismo, su creciente ira. - Ya es hora. Adelante.
- La voz en sus auriculares por poco hace que se le salga el corazón del pecho;
alzando su arma, apuntó y tiró del gatillo. Mil recuerdos agolparon su mente y
sintió que su corazón se detuvo un instante:
- Todo el día estuve pensando en ti. - Sus mejillas se ruborizaron
al hacer aquella declaración. - ¡Eh! es... Estaba preocupada... Eso es todo. -
Shizuru sonrió satisfecha al escuchar a su Natsuki. - No te quedes afuera. -
respondió. - N... Yo... Tengo que... vigilar las guardias esta noche. - Fujino
la tomó del brazo y con un mínimo esfuerzo la atrajo hacia sí, acarició su
rostro y posó sus labios sobre los de ella, regalándole delicados besos
mientras le rodeaba el cuello con las manos y pronto comenzó a juguetear con su
lengua. - Tienes trabajo por hacer ¿Natsuki?. - Preguntó separándose un poco de
su pareja.
Se lanzó al suelo cubriendo a
Natsuki, mientras balas pasaban sobre sus cabezas. Con su llave torpemente
liberó las cadenas que ataban de manos y pies a Kuga, quien aún estaba tendida
en el suelo, sorprendida. - Esperaban mi señal. Esta es la misión de la que
habló el Comandante Yamada. - Intentó explicar Shizuru, sin poder evitar esta
vez que las lágrimas bañaran sus mejillas. - Todo esto fue planeado. -
Natsuki, quien había pasado las
últimas setenta y dos horas en cautiverio, escasamente podía ver los destellos
de luz de las balas al pasar, el estallido de las armas le impedía escuchar la
voz de Fujino, aunque podía ver sus labios moverse aleatoriamente.
Aquél otoño varios grupos de
rebeldes lograron la libertad de esa Nación, eliminando la dictadura que sumía
a sus pueblos en la pobreza. El grupo comandado por Yamada liberó a veinte
prisioneros de guerra. Cuando el orden se restableció los grupos fueron
disueltos.
El otoño despedía las hojas de los
árboles mientras extasiada observaba sus danzas en el aire.
Al avanzar, miraba sobre el camino
los cuerpos marchitos de octubre. Cuánto la estremecía aquella época, a saber
si era tristeza o alegría, su corazón simplemente latía distinto.
1 comentarios:
Muy buen oneshot.
Me ha gustado, desde como se desarrolllo la trama, conocimos a la vez, al papel que tendría nuestra pareja favorita.
Y este final ha sido inesperado. Buen trabajo.
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